• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Vacaciones en Brasil: en busca de las mejores playas del litoral paulista

Crónica de un recorrido por algunos de los mejores destinos del litoral norte de San Pablo.

 La brisa pega en la cara y las olas salpican. El ruido del motor de la lancha disminuye y la embarcación se detiene frente a una isla. “Esta es la joya de Ubatuba”, dice el capitán sobre Ilha das Couves, una de las playas más lindas de todo el litoral norte de San Pablo. Aunque en el imaginario colectivo se asocia a este estado brasileño con una metrópolis, mucho tráfico y sede de eventos corporativos, a poco más de dos horas de la capital, nos encontramos con destinos que invitan a disfrutar del aire libre, rica gastronomía, paisajes selváticos y playas espectaculares. 

 Al circuito del litoral norte, lo conforman 5 ciudades: Ubatuba, Caraguatatuba, São Sebastião, Ilhabela y Bertioga. “Cuánto más al norte, mejor”, dicen los que conocen la zona, ya que el agua del mar es más clara y los servicios de la ciudades son más variados. Ilha das Couves cumple con eso. Es un tesoro difícil de encontrar de esta región, ubicado en el punto más al norte al que llegamos, al límite con el estado de Río de Janeiro. El mar calmo y de un verde intenso la convierten en una de las playas más lindas. Para preservarla, el ingreso está controlado por autoridades locales y solo pueden poner un pie en la costa quienes cuenten con el permiso necesario (las excursiones lo tienen incluido). Se permite el acceso de 531 personas por día, en tres turnos de 177. Esta medida, también sirve para evitar aglomeraciones ya que las dos playas que tiene la isla rondan los 150 metros de largo, y hay un solo quiosque donde conseguir bebidas y comida. Para respetar el sistema de turnos, la estadía no dura más de tres horas. 

El capitán vuelve a encender la embarcación y continuamos conociendo algunas de las más de 100 playas que tiene Ubatuba. Otra de las destacadas y sumamente buscada para celebrar Reveillon, la fiesta de Año Nuevo, es la Isla de Prumirim, con aguas claras y poca infraestructura, a la que solo se llega en barco. En este destino brasileño, con 100 kilómetros de costa y con el 89% de su territorio de mata atlántica, el bioma con la mayor biodiversidad del planeta y que aparece como una de los más amenazados, el turismo de aventura y la observación de aves son otras de las actividades predilectas de los visitantes. 

Caraguatatuba 
Tomando la ruta 101, la que nos llevará a todos las ciudades de este circuito, en poco más de una hora llegamos a “Caraguá”, como le dicen sus habitantes acortando el nombre original. La playa Cocanha está con mucha actividad en este día soleado. Varias personas en el mar, otras tantas utilizando las reposeras que se alquilan y varias embarcaciones listas para zarpar con turistas. A nosotros nos espera una pequeña lancha, que pertenece a la asociación AMAPEC creada por maricultores y pescadores. A pocos metros de la costa y al lado de la isla que tenemos en frente, Islote de Cocanha, está el criadero de mejillones al que nos dirigimos. “Comenzó como el proyecto Martin Pescador en 1989. Nació como alternativa a la pesca porque estaba muy controlada. Al principio se hizo en el centro de la ciudad, pero las condiciones no eran favorables. 

En 1990 se mudaron a esta playa, donde la temperatura y las corrientes son las indicadas”, explica el guía. Estamos detenidos frente a una gran cantidad de bidones azules que flotan en el mar. Hacia abajo salen largas sogas a donde estos moluscos se adhieren y se reproducen. Por año, se sacan alrededor de 200 toneladas. Luego de la explicación, llega la mejor parte: la degustación. En la isla, cuentan con un pequeño restaurante donde nos esperan con bolinhos de mejillón, una especie de croqueta, y mejillones en diferentes salsas. La isla también se presta para un buen chapuzón en el mar, antes de volver a continente. Además de las playas y la naturaleza, Caraguatatuba cuenta con el centro comercial más grande de la costa norte, ideal para aquellos turistas que quieren ir de compras. 

  De São Sebastião a Ilhabela Continuando nuestro viaje hacia el sur, con su espíritu colonial y tranquilidad de pueblo, São Sebastião es de las ciudades a destacar de este circuito. Sobre la Rua da Praia, hay restaurantes y bares con mesas en la vereda y vistas al mar. También se divisa Ilhabela, aquí es la distancia más corta que tiene la isla con el continente. Sobre esta calle, también está parte del centro histórico, siete cuadras con construcciones protegidas a las que no se les puede cambiar la fachada. En cada edificio histórico hay un código QR, que explica la historia de cada uno e indica el recorrido. El más antiguo es una pequeña iglesia amarilla, con su veleta original, que data del siglo XVII. Esa iglesia, fue protagonista de unas de las historias más increíbles. “Por más absurda que parezca, es una historia verdadera”, dice nuestro guía y explica que, si bien no se tiene una fecha precisa, entre el siglo XVII y XVIII la figura que está cerca del altar -la estatua de San Sebastián-, fue condenada a 5 años de prisión por homicidio. Extraño, pero real. Resulta que siempre que había misa, un vecino borracho iba molestar y gritar durante la celebración. Un día, el hombre apareció muerto frente a la iglesia. Todos los ciudadanos comenzaron a decir que fue la estatua de San Sebastián la autora del crimen, que lo hizo a modo de castigo. Por la muerte, se hizo una investigación y la justicia determinó que la estatua fue la culpable, por lo que la trasladaron a la cárcel. Meses después, se revisó la decisión y como se trataba de un objeto, “le concedieron” arresto domiciliario, por lo que volvió a la iglesia, donde hoy sigue expuesta, pero ya en libertad. 

A dos cuadras, está la Casa de la Cultura, construcción antigua que también está protegida. Fue el primer colegio de São Sebastião y hoy funciona como museo y se realizan numerosas muestras artísticas. Las callecitas del centro, están rodeadas de construcciones que reflejan años de historia. Son todas de colores distintos y algunas encantan con sus balcones. Además de los edificios protegidos, un punto imperdible del centro -según los locales- es una heladería tradicional llamada Sorvetes Rocha. Como la mayoría de sorveterias de Brasil, es autoservicio y se vende por peso. Tres bochas salen 10 reales. En São Sebastião hay 36 playas. Nosotros elegimos Maresias, una costa de 4 km de extensión, de donde surgió el surfista campeón mundial, Gabriel Medina. Allí hay restaurantes, que cuentan con sillas, mesas y sombrillas en la arena, que se pueden usar siempre y cuando se consuma algo. Un sitio recomendado para almorzar es Badauê, donde se sirven platos típicos como bobó de camarón y moqueca de pescado. En el extremo izquierdo de esta playa, se encuentra el sendero “Trilha do migrantes”. Se trata de un camino de 1 kilómetro, ascendente, rodeado de mata atlántica, el bioma característico de la región, que lleva a dos playas: la de los Pescadores para los locales (o Playa brava según Google Maps) y Pauba. 

En la primera parada, la playa de los pescadores, hay varios botes que son propiedad de los caiçaras, los habitantes tradicionales de la región, descendientes de esclavos, aborígenes y portugueses. Allí, temprano en la mañana, los habitantes van a comprar pescados frescos, recién sacados del mar. El camino continúa hacia dos miradores, desde donde se tiene una vista completa de la costa y se divisan algunas islas. Durante el recorrido hay carteles que ayudan a identificar la fauna local. El sendero termina en Pauba, una playa recomendada para hacer surf. Allí, hay numerosas casas particulares con salida directa a la costa. Como se mencionó anteriormente, São Sebastião es la ciudad continental más cercana a Ilhabela. Desde el puerto, parte un servicio de ferry cada media hora, que tarda alrededor de 30 minutos en llegar a destino. Los lugareños dicen que en Ilhabela hay una energía especial. Y puede ser porque lo tiene todo: centro histórico y paseo de compras, más de 40 playas, posibilidad de observar ballenas y delfines (de mayo a agosto), hacer observación de aves y disfrutar de mucha naturaleza dentro del Parque Estatal, la mayor reserva insular de mata atlántica del planeta, considerada Patrimonio Natural y Reserva de la Biosfera por la Unesco. 

 En este destino, al que llegarán muchos de los cruceros que partirán desde Buenos Aires hacia Brasil en esta temporada de verano, elegimos hacer una excursión tradicional del circuito off-road. Un jeep nos espera en la puerta de nuestro hotel para emprender la travesía que nos lleva a una de las 10 mejores playas de todo Brasil: 

Castelhanos
El camino tiene numerosas paradas, la primera en el cartel de la ciudad y la segunda en la cascada de la Usina. La próxima, ya es dentro del Parque Estatal de Ilhabela, donde hay varios senderos para adentrarse en las bellezas que guarda la mata atlántica, como pozos de agua y cascadas. El camino de 18 kilómetros hasta el mar es complicado, solo se puede hacer con vehículos 4x4. Hay barro, pozos, subidas y bajadas; toda una aventura. Para llegar a la playa, los vehículos quedan en un parking y hay que hacer una caminata de unos 10 minutos. Con 1.700 metros, Castelhanos es la más grande de esta isla. Cuenta con diferentes restaurantes, senderos para conseguir las mejores postales y la posibilidad de hacer surf. Dos actividades recomendadas de esta playa son subir al Mirador del Corazón, desde donde se ve cómo la costa adopta la forma de esa figura, y conocer una pileta natural, ubicada en el extremo izquierdo. Dato importante: no olvidar el repelente. 

En la isla hay unos insectos llamados borrachudos, que se concentran en esta parte. Es recomendable llevar productos en crema y de citronela o comprar allí el repelente especial que se fabrica para estos bichos. También se sugiere llevar alguna crema para picaduras porque es imposible salir invicto de los borrachudos. El retorno al centro de la ciudad lo hacemos en lancha. Desde la embarcación conocemos otras playas como la de las Calaveras, cuyo nombre se debe a que con el naufragio del Príncipe de Asturias, “el Titanic brasileño”, los cuerpos de las víctimas se encallaron ahí; Praia da Fome o Playa del Hambre, donde se llevaba a los esclavos para engordarlos antes de venderlos en el mercado de Santos; y otras con historias menos trágicas como Serraria y Jabaquara. La visita por esta ciudad, no está completa sin una caminata nocturna por la Villa, como se conoce al centro histórico, un sitio lleno de vida, con arquitectura colonial, edificios de colores y una hermosa peatonal con una gran variedad de bares, restaurantes y locales de souvenir. 

Miniguía 
Dónde hospedarse Ubatuba: Banana Bamboo Ecolodge. Habitación para dos personas con desayuno, 233,49 dólares (1.197 reales) en temporada alta, en noviembre desde 194,67 dólares (998 reales). Incluye desayuno, pileta (www.instagram.com/bananabamboo_ecolodge). Caraguatatuba: Hotel Port Louis. Dos noches mínimo, para dos personas con desayuno, sale 380,42 dólares (1.954 reales). Tiene pileta y restaurante (www.portlouis.com.br/pt-br). São Sebastião: Hotel Miradouro. Habitación para dos personas con desayuno desde 151,86 dólares (780 reales). Incluye pileta y se destaca por su vista increíble (miradourohotel.com.br). Ilhabela: Casa Di Sirena Wyndham. Habitación para dos personas, totalmente equipada con kitchenette desde 175,22 dólares (900 reales) por noche. Incluye pileta, gimnasio y desayuno (www.wyndhamhotels.com). 

Actividades 
Ubatuba. Paseo en barco a diferentes islas, 29,12 dólares. Dura alrededor de 4 horas. Caraguatatuba. Visita a la hacienda de mejillones. Sale 9,72 dólares por persona. Incluye transporte a la isla, guía y degustación de mejillones. También se puede pedir solo el traslado por 3,89 dólares. Hay que reservar (www.instagram.com/fazendamarinhadacocanha). São Sebastião. Trilha do migrantes autoguiada y gratuita, con guía 4,86 dólares, rapel 19,44 dólares, buceo de bautismo 77,76 dólares (www.marseiastur.com.br). Ilhabela. Excursión off road en jeep hacia playa Castelhanos, 27,22 dólares por persona. Ir en jeep y volver navegando, 46,66 dólares (www.maremar.tur.br). Bertioga. Visita al fuerte São João, entrada gratuita. Abre de 9 a 17.45, lunes cerrado. Moneda 1 dólar equivale a 5,11 reales. 

Requisitos de ingreso Se puede optar entre presentar un comprobante de vacunación completo (se aceptan todas las vacunas) o una prueba negativa para coronavirus realizada un día antes de la hora de embarque. 

 Dónde informarse 
  • circuitolitoralnorte.tur.br 
  • www.caragua.tur.br turismoilhabela.com 
  • www.turismosaosebastiao.com.br 
  • turismo.ubatuba.sp.gov.br 
  • www.bertioga.sp.gov.br 

Fuente: 
Catalina Deguer 
Diario Clarín - Suplementos Viajes

lunes, 12 de diciembre de 2016

36 horas en Nantucket, la isla que inmortalizó a Moby Dick

Superado el pasado ballenero la isla Nantucket, en Massachusetts, es hoy la presa favorita de turistas y famosos. Vive del surf, la vida sofisticada y la buena mesa.


En Moby Dick, Herman Melville dijo que el “solitario” Nantucket era un “codo de arena”, “toda playa, sin respaldo”. La isla de 22,5 kilómetros de longitud, otrora resguardo de cuáqueros, actualmente es un refugio de verano para la élite global. Localizado a poco más de 48 kilómetros al sureste de Hyannis, en Cabo Cod, Nantucket es un bastión de la conservación, con casi 45% de sus tierras en fideicomisos y más de 800 edificios anteriores a la Guerra Civil aún en pie. Virtualmente no hay playas cercadas; gran parte de los 132 kilómetros de gloriosa línea costera están abiertos al público. Nantucket no se ha convertido en un monumento fosilizado a su pasado ballenero. Sus dunas y páramos serenos contrastan con una transitoriedad fatal; las playas se están erosionando rápidamente, acelerado por el cambio climático, y se estima que la propia isla desaparecerá bajo las olas en algunos cientos de años.

En Moby Dick, Herman Melville dijo que el “solitario” Nantucket era un “codo de arena”, “toda playa, sin respaldo”. La isla de 22,5 kilómetros de longitud, otrora resguardo de cuáqueros, actualmente es un refugio de verano para la élite global. Localizado a poco más de 48 kilómetros al sureste de Hyannis, en Cabo Cod, Nantucket es un bastión de la conservación, con casi 45% de sus tierras en fideicomisos y más de 800 edificios anteriores a la Guerra Civil aún en pie. Virtualmente no hay playas cercadas; gran parte de los 132 kilómetros de gloriosa línea costera están abiertos al público. Nantucket no se ha convertido en un monumento fosilizado a su pasado ballenero. Sus dunas y páramos serenos contrastan con una transitoriedad fatal; las playas se están erosionando rápidamente, acelerado por el cambio climático, y se estima que la propia isla desaparecerá bajo las olas en algunos cientos de años.

Por eso, hay que comenzar por la playa. Camine diez minutos al este hacia la playa Steps Beach, sobre la costa más tranquila del puerto de la isla. Absorba la vista panorámica desde la cima de los escalones antes de descender a la suave arena blanca. La mayoría de las instituciones de Nantucket hacen recordar a la Nueva Inglaterra marina, pero el restaurante bar Cru podría estar fácilmente en SaintTropez.

Con una ubicación inigualable en el puerto, al final del muelle Straight Wharf, no hay mejor lugar para beber una copa de rosado (14 dólares) y comer manjares de la barra de mariscos crudos. Ver entrar los yates es parte de la experiencia. Para cerrar la noche, uno de los restaurantes más inventivos es Nautilus, que sirve comida de fusión asiática con un guiño a la isla. Algunos de los platos destacados son chicos: panqueques de vieiras Manny’s (US$ 9), pero sumando una cosa y la otra una cena para dos costará alrededor de US$ 120, sin bebidas.

Elija una aventura por tierra o mar hacia el Refugio de Vida Silvestre Coskata Coatue, franja remota y desparramada de dunas y playa a la que se accede con vehículos de doble tracción o en bote. La opción terrestre, operada por Trustees of Reservations, organización dedicada a la conservación de la tierra en Massachusetts, es un recorrido de tres horas sobre la arena. Sale todos los días desde el pueblo a las 9 y 13 (de mayo a octubre), y atraviesa parte de las casi 486 hectáreas de hábitat protegido de playas. Requiere reserva previa (US$ 60). Otra opción es tomar un tour de avistamiento de focas, operado por Shearwater Excursions, con destino a Great Point, el extremo nororiental de la isla. Dura dos horas y parte a las 10 y a las 13 (US$ 95). Se alquilan bicicletas (US$ 35 por 24 horas), ideales para tomar la bicisenda de Cliff Road hasta la playa Madaket Beach, un paraíso para los amantes de las olas.

Si queda resto, en el camino se puede parar en Tupancy Links, campo de golf convertido en reserva con un circuito de 1,6 kilómetros para caminar; imperdible la senda que lleva al borde del acantilado para acceder a una vista al puerto. Otro desvío es el ramal de la bicisenda hacia Dionis, una plácida playa excelente para los niños. O seguir por el camino principal, pasando frente a páramos, humedales y pinares, hasta la Madaket Beach. Si la bicicleta no es lo mejor, hay un autobús público (el WAVE, US$ 2 dólares) que va desde el pueblo hasta Madaket.

Luego, en bicicleta o taxi puede acercarse hasta Cisco Brewers (casi a 12 kilómetros de distancia), que además de tener su propia producción de cerveza, vino y licor se convierte en una fiesta todos los fines de semana. Hay un autobús gratuito que sale desde el centro de visitantes del pueblo y que lleva a la cervecería, ida y vuelta. Para la cena intente reservar una mesa en el patio de afuera de Ventuno, que sirve comida italiana fresca y sofisticada: tagliolini verdi con garbanzos frescos, verduras de primavera, tocino y yema de huevo curada; spaghetti alle vongole; y de postre, los bomboloncini, donas agridulces de chocolate. Para despedirse, visite el Museo Ballenero, renovado en 2005 y destino obligatorio para entender el papel de la isla como capital ballenera mundial (circa 18001850). Vale la pena ver el documental Nantucket, de Ric Burns, cineasta ganador del premio Emmy.

Hannah Seligson 
The New York Times/Travel
Reproducido por Diario Perfil - Turismo

lunes, 9 de febrero de 2015

La Paz, Bolivia: una ciudad a la altura

cuidad
Puente de las Americas

El barrio de Socopachi, el Palacio Quemado, la zona de Murillo y el mirador de Killi Killi, en un buen recorrido por esta población a punto de tocar las nubes, más de 3500 metros sobre el nivel del mar

Alí arriba las nubes parecen muy cercanas, tanto que siempre algún iluso cree posible llegar a tocarlas. La Paz es una ciudad casi pegada al cielo, ubicada en el oriente de Bolivia sobre un altiplano que la levanta más allá de los 3500 metros sobre el nivel del mar. A esa altura también parecen al alcance de las manos los colosales picos que rodean su geografía urbana, montañas que superan largamente los 6000 metros y forman la Cordillera Real.

"Ése es el Illimani", dice Vladimir García señalando hacia el sudeste una cumbre completamente nevada cuya imponencia se destaca sobre las demás. De tez cobriza y baja estatura, Vladimir es un guía paceño de apenas 25 años. Habla como arrastrando cada palabra, sonríe mucho y es de origen aymará, pueblo precolombino cuyos descendientes constituyen una parte importante de la actual población boliviana.

 
 El mirador de Killi Killi

Pese a no ser su capital, La Paz es la principal ciudad de Bolivia. Tiene casi ochocientos mil habitantes y allí se encuentra el Palacio de Gobierno, conocido popularmente como Palacio Quemado en recuerdo de un feroz incendio que prácticamente lo destruyó en marzo de 1875. Ya con obvio tono de leyenda, cuentan que aquel incendio fue provocado por una turba de opositores al gobierno del entonces presidente Tomás Frías, que arrojó cientos de antorchas encendidas hacia las ventanas y el techo del edificio gubernamental. Pese a que Frías logró salir airoso de la revuelta, el Palacio fue devorado por las llamas y apenas si quedó en pie su fachada, lo que obligó a una restauración que duraría varios años.

"El estilo del edificio es neoclásico, con un frente de quince metros de altura que se compone por pilares jónicos, dóricos y corintios", explica Vladimir García de cara al Palacio Quemado. Una decena de turistas lo escuchan sin prestar mucha atención, hablan entre ellos y sacan fotos de los dos soldados que montan guardia en la puerta palaciega.
                            
El Palacio Quemado se encuentra sobre la plaza Murillo, uno de los sitios más populares de La Paz. Miles de personas pasan diariamente por este lugar cuyo nombre recuerda al prócer Pedro Domingo Murillo, que participara en julio de 1809 de la primera revuelta independentista de los criollos paceños contra el dominio español. Tallado en bronce en el centro de la plaza, un monumento de tres metros de altura homenajea al viejo héroe boliviano.

Alrededor de ese monumento y vestidas con pesadas faldas hasta los tobillos, las tradicionales cholas venden empanadas fritas y grasosos anticuchos que suelen ser tan exquisitos como peligrosos, especialmente para los de hígados sensibles. Seguro de la fortaleza de su estómago, un calvo de abdomen prominente, que parece ser un turista europeo, pide un anticucho acompañado de papas cocidas y una salsa picante llamada llajua. Casi sin masticar, lo devora en menos de un minuto.


 
 El Palacio Quemado

El Palacio Quemado no es el único edificio destacado de la zona de la plaza Murillo. Allí también se encuentran el Congreso Nacional y la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, que fue visitada por Juan Pablo II en 1989. Además hay varias casas coloniales cuyos frentes están bastante desmejorados, algunos en estado casi ruinoso debido al alto costo que supone para sus dueños repararlos debidamente. Frente a este problema, se han presentado proyectos estatales que pretenden ayudar económicamente a los propietarios a restaurar los edificios coloniales de plaza Murillo respetando los estilos de sus orígenes. Con ese auxilio, el objetivo es transformar este lugar en algo similar a la popular Calle Jaén, uno de los sitios más hermosos de La Paz en el que la fisonomía colonial de la vieja ciudad ha sido conservada a la perfección.

EL NAVEGANTE GENOVÉS
El Paseo El Prado es el eje principal de La Paz. Por allí pasa gran parte de la vida de la ciudad y en sus orillas se han construido en las últimas décadas muchos de los más importantes edificios paceños, entre ellos el rascacielos de La Alameda, que con 105 metros es uno de los más altos de todo Bolivia. Caracterizado por una enorme densidad de cafés y restaurantes, El Prado es flanqueado por la Avenida 16 de Julio y la Avenida del Estudiante, que corren a cada lado del paseo.

En las noches y muy especialmente durante los fines de semana, estas dos avenidas se llenan de gente que sale a comer, a hacer compras o simplemente a pasear entre las arboledas. Y, además de los negocios, hay algunos museos muy interesantes, como el Museo de Arte Contemporáneo.

En una plazoleta vecina, se levanta un monumento de Cristóbal Colón, tallado en bronce y sobre un pedestal de mármol blanco en el que se leen algunas pintadas que acusan al descubridor genovés de asesino de indios y conquistador genocida. "En Bolivia hay gente a la que no le simpatiza la figura de Colón, en especial a los descendientes de pueblos originarios que lo ven como el iniciador de una colonización sangrienta. A mí, que llevo sangre aymará, tampoco me gusta Colón. Pero eso no justifica a los vándalos que dañan su estatua", sentencia Vladimir.

A lo largo de El Prado hay otros muchos monumentos que, por suerte, no sufren las pintadas del pobre Colón. El más impactante es el del Soldado Desconocido, que conmemora a los muertos de la Guerra del Chaco y en el que un soldado de bronce yace boca abajo, muerto sobre el pedestal. Y el más imponente, por su tamaño, es el de Simón Bolívar, sobre la plaza Venezuela, que justamente marca el final del Paseo.

Paseo del prado

Luego de este monumento, cuando ya El Prado queda definitivamente atrás, el rumbo lleva hacia Sopocachi, el barrio más glamoroso y bohemio de toda la ciudad, donde los pubs conviven con las galerías de arte y las noches se extienden siempre hasta más allá de la madrugada. Calles empedradas, luces de neón, casonas de estilo inglés con jardines en el frente, mansiones suntuosas, cocina de autor en los restaurantes, autos deportivos estacionados en las puertas de los negocios más caros y una atmósfera de distinción son las características de una zona que poco tiene que ver con el resto de La Paz. Aquí, sentarse a tomar un simple café puede salir más caro que una comida completa en la zona de Murillo.
Fuera de los límites de Socopachi la ciudad vuelve a ser la de siempre. El olor a las frituras de los puestos ambulantes se intensifica a medida que uno empieza a trepar por las laderas en las que se asientan los barrios periféricos y más humildes. En los rincones de esas calles pobres, agachadas sobre cartones, hay mujeres de edades indescifrables que venden plantas curativas, figuras talladas en madera que alejan los malos espíritus y fetos de llama que tienen los pies atados y protegen las casas de las presencias demoníacas. Todo se entrega por unas pocas monedas, envuelto en papel de diario.

"Por aquí vamos hasta el Killi Killi", anticipa Vladimir García mientras la ladera va trepando hasta las nubes. Killi Killi es uno de los varios miradores que tiene La Paz, ubicados todos en sitios estratégicos desde los que las vistas panorámicas de la ciudad son excepcionales. Para llegar hasta allí hay que subir una larga escalera que acentúa la fatiga y quita el aire, porque en las alturas el oxígeno resulta siempre un bien escaso. El premio, ya arriba, es magnífico. "No hay mejor vista que esta en La Paz", asegura el guía paceño. Al sudeste, tras la geografía urbana de casas bajas, se ve el Illimani, con su nevada cumbre de 6462 metros. Y uno de los turistas estira su mano, como queriendo tocarlo.

DATOS ÚTILES
Dónde comer: el mejor restaurante de La Paz para disfrutar comida local es Traffic, ubicado en el corazón del barrio Sopocachi. La especialidad es el filete de llama y por las noches funciona también como pub y discoteca. www.trafficsanjorge.com.

Más económica y popular, la Peña Parnaso ofrece el muy popular Pique Macho, un plato compuesto de trozos de carne de vaca y salchichas acompañados por papas fritas, huevos y rodajas de tomate. Está ubicado en el centro de la ciudad, a media cuadra de la Iglesia de San Francisco. Para reservar hay que escribir a rrembertbmx@hotmail.com

En la Web: la mejor información para viajeros sobre Bolivia puede obtenerse en www.bolivia.travel, el sitio web oficial de Turismo de Bolivia. Para organizar tours, la agencia Surtrek organiza viajes personalizados. Contactos e informes en www.Surtrek.org.

Carlos W. Albertoni
Diario La Nacion (Argentina)
Suplemento Turismo 
Fotos: Web


jueves, 9 de octubre de 2014

Consejos para organizar tu viaje desde la web



Frente a la cantidad de páginas e información que circula en la red, a veces es difícil saber cómo elegir y en quién confiar

Se acercan las vacaciones y muchos ya empiezan a organizar sus viajes de fin de año. Y seguro que uno de los lugares por el que primero empiezan es internet.

Allí, la información abunda, y muchas veces es difícil saber qué sitios son confiables o dónde buscar información.

Por eso, los especialistas sugieren seguir ciertas pautas:


  • Cuál es el presupuesto: esto te permite acotar la búsqueda a tu realidad presupuestaria y así hacer más rápido el proceso de filtrado de propiedades.
  • Qué fechas tenés disponibles y qué está sucediendo en el destino en ese momento: por ejemplo, visitar Miami durante julio/septiembre puede ser muy atractivo, pero es necesario tener en cuenta que es el momento donde más huracanes ocurren o bien puede ser alta temporada y con precios menos accesibles.
  • Con quién viajás y qué cosas no querés dejar de lado: los amenities son definitorios en un viaje. Esta cuestión es muy personal, por eso es muy importante chequear que los hoteles cuenten con aquellas cosas que completan sus viajes. Por ejemplo, las mascotas suelen ser un tema primordial para algunos, entonces es necesario saber de antemano si el alojamiento es o no pet friendly o si es un hotel sólo para adultos y no cuenta con espacios para niños. Planificar en función de los "amenities" va a evitar dolores de cabeza una vez que lleguemos a destino.
  • Conocer qué necesitás para ingresar en ese destino: Muchas veces las cuestiones políticas definen si podemos o no visitar un destino. Hay lugares que son muchos más flexibles con temas de visado o requerimientos de salubridad pero hay otros donde estas cuestiones son mucho más estrictas y hay que tenerlas en cuenta para evitar dolores de cabeza.

"Otra cuestión a tener en cuenta cuando hablamos de viajes organizados por internet, son los mitos creados alrededor de esta herramienta", afirmó Carolina Piber, gerente general de Hoteles.com, quien luego agregó: "suele creerse que los viajeros tienen miedo a la hora de utilizar sus tarjetas de crédito online o creen que lo visto por internet siempre parece más lindo de lo que realmente es".

"Casi todos los portales cuentan con certificados que otorgan legitimidad y comprueban que las transacciones son seguras, y en la mayoría de los casos tienen certificados de las autoridades monetarias de cada país y de hecho ofrecen garantías en caso de que sus expectativas no hayan sido satisfechas. Asimismo, los usuarios pueden estar súper informados de sus alojamientos gracias a los reviews, comentarios, fotos de los propios viajeros que funcionan como garantía para elegir el mejor hotel de acuerdo a sus necesidades", agregó la directora.

¿Qué influencia tienen los comentarios de otros usuarios a la hora de definir una reserva?

Funcionan como un testimonio de huéspedes reales y son leídos con mucha atención. Además sirven de referencia para quién está organizando un viaje, ya que los reviews pueden ser negativos para algunos y positivos para otros. Permite que el viajero saque sus propias conclusiones a partir de los comentarios de huéspedes reales que ya se hospedaron en ese destino. Por ejemplo, un hotel localizado en una zona de gran movimiento nocturno, con bares y restaurantes, puede ser genial para un grupo de amigos que prefiere tener opciones de entretenimiento a pasos de distancia, sin embargo puede ser "ruidoso" para alguien que busca sosiego o quien viaja con niños pequeños y prefiere silencio. Por eso creo que son importantísimas a la hora de pensar en un viaje tener en cuenta el punto de vista de quiénes ya estuvieron allí.

¿Cómo es el cliente argentino a la hora de reservar un hotel? ¿Cuáles son las cosas a las que más les presta atención?

Los argentinos al igual que todos los viajeros saben que puede haber mil cambios pero siempre van a reservarse un momento para realizar un viaje. Respecto de qué buscan de un hotel, hace muy poco realizamos una investigación sobre denominada Hotel Amenities Survey, la misma reveló que los usuarios tienen como principal prioridad a la hora de elegir un hotel es el desayuno gratis, luego le sigue el restaurant y recién en tercer lugar el WiFi gratuito. Eso sí, cuando se habla de las cosas que quieren dentro de la habitación Internet/WiFi aparece como primordial en el primer lugar, seguido por un baño con ducha y el tamaño del cuarto. Parece que la solución de temas gastronómicos son de lo más importante cuando buscan un hotel e internet para los ratos de ocio en el cuarto no puede faltar..

Diario La Nación (Argentina)
Suplemento Sociedad

sábado, 4 de octubre de 2014

Los olvidos más insólitos en los hoteles de lujo



Historias de huéspedes que se olvidaron al partir miles de pesos, juguetes sexuales, un manuscrito de una novela, y hasta ¡sus hijos!; qué significan estos "actos fallidos"

Un escritor olvidó un manuscrito original completo de una novela, un señor se dejó un sable antiguo, una familia partió sin uno de sus hijos, una mujer se fue sin los billetes de la venta de su casa, un huésped de unos 50 años se dejó el oso de peluche con el que dormía, un novio a punto de casarse se olvidó las alianzas. Estos son sólo algunos de los olvidos más insólitos sucedidos en hoteles de lujo.

Para el psicoanálisis los olvidos son actos fallidos y tienen una intención porque los hechos psíquicos siempre ocurren "para algo", tienen un sentido. Así lo entendía Sigmund Freud, que explicó que la pérdida de objetos suele ocurrir cuando estamos en malos términos con quien nos lo ha regalado y ya no queremos nada que nos recuerde a esa persona, o cuando perdemos el afecto que le teníamos a ese objeto y queremos reemplazarlo por otro nuevo o mejor. Pero no es bueno generalizar y, como declaman los psicoanalistas, hay que abordar el caso por caso para ver cómo opera el inconsciente de cada persona.

Los hoteles, esos lugares que, como decía Aldo Paparella, el director de la película Hoteles, son sitios de paso, un recordatorio del carácter transitorio de nuestra estancia en el mundo, también testimonian nuestros fallidos. LA NACION conversó con responsables de hoteles de lujo para conocer algunas de esas experiencias cotidianas de los viajeros.

El gerente de Relaciones Institucionales y vocero corporativo de Hoteles Alvarez Argüelles, Mario Marchioli, cuenta que condujo cinco hoteles en cinco ciudades del país. "En los olvidos de los huéspedes hay un patrón universal", dice. Enumera una larga lista de olvidos frecuentes: ropa, cosméticos, teléfonos celulares, cargadores de celulares, libros, anteojos, documentos personales, llaveros, cedés, paraguas, pañales, remedios, máquinas de fotos, calzoncillos sucios, guantes, gorras, sombreros. Precisa que, en general, las prendas que se envían a la lavandería son candidatas a quedarse.

Y relata una historia que sí le resulta extraordinaria. "Una mañana de 2012, se acerca a mi oficina el Jefe de Pisos y me trae un sobre con $ 57.000 olvidados en una caja fuerte de una de las habitaciones que se había desocupado hacía 48 horas. Llamamos por teléfono al pasajero para informarle y no se había percatado de eso. Fríamente comunica que alguien autorizado pasaría a retirarlo. Al día siguiente, lo retiró una empleada del casino donde habitualmente concurría a jugar", relata, aún con cierto asombro. Un detalle: "El huésped en ningún momento agradeció nuestra deferencia".

Pero este hotelero dice que, también, hay otro tipo de olvidos: los que complican al huésped y al hotel. Como ejemplo, menciona una alianza de casado. "El pasajero se la quita, la guarda en un cajón de la mesa de luz y se la olvida. El reclamo es desesperado, implora y se pone a disposición total para el retorno de forma discreta del emblemático anillo", comenta Marchioli. De esos casos hubo varios.

Otra categoría es la de los objetos que rara vez se reclaman. "De los 28 años que tengo de gerente, nunca vuelven por las dentaduras postizas y las prótesis dentarias olvidadas. También entran aquí los juguetes sexuales, que no los reclaman, obviamente, por vergüenza", apunta. Dice que, además, es común que después de alguna fiesta en el salón principal del hotel se encuentren corpiños, bombachas o una sandalia. Tampoco tienen dueño.

También es recurrente que los huéspedes se dejen juguetes sexuales en el Hotel Madero. Aclaran que si están en el tacho de la basura los tiran y si no procuran contactar al huésped, con la incomodidad propia de esa situación.

En el Hotel Emperador también, más allá de los olvidos de objetos comunes que lideran el ranking, recuerdan dos como los más llamativos: un manuscrito original de una novela completa de 400 hojas y un sable antiguo de gran valor y de gran porte. Ambos pasajeros, extranjeros ellos, se dieron cuenta de sus descuidos recién en el aeropuerto.

Según cuentan en el hotel, el escritor se olvidó su trabajo en la caja fuerte de su habitación. Como en la recepción tenían su mail, le escribieron y le enviaron el paquete a su país de residencia. Al año siguiente, llegó al hotel un ejemplar del libro publicado con una cálida dedicatoria para el Hotel Emperador.

El señor del sable antiguo, un empresario, coleccionista y jugador de polo, alcanzó a llevarse su exótica compra porque en el aeropuerto de Ezeiza se dio cuenta de su olvido y llamó al hotel. Para tranquilidad de todos, llegaron a tiempo de alcanzarle el sable y el huésped no perdió su vuelo.

BILLETES MUY BIEN GUARDADOS
Los huéspedes de Cariló Village Apart Hotel & SPA también se olvidan muchas cosas. A veces las dejan en el solárium, en los alrededores del SPA o en el bungalow; otras ni se dan cuenta de que perdieron las cosas y nadie las reclama. Pero la gerente general y fundadora del hotel, Marianne Durnhofer, dice que lo que más le llamó la atención fue el caso de una señora argentina que luego de hospedarse en el hotel llamó porque se había olvidado el dinero de la caja de seguridad de la habitación.

"Le pasaron con la gerente, que le preguntó cuánto dinero era. La señora dijo algo así como 25 o 30 mil pesos a dinero de hoy, de esto hace diez años", relata. "Nosotros dedujimos que fueron al casino, ganaron el dinero, lo guardaron en la caja de seguridad y luego se lo olvidaron". Por suerte para ella, todos los billetes estaban allí y la mujer pudo recuperarlos.

"También hay mucha gente que reclama cosas cuando se está yendo y después las encuentra cuando llega a su casa en el fondo de su valija. Por suerte nos avisan", dice Durnhofer. "La realidad es que uno cuando se va de vacaciones se relaja y es normal que tienda a olvidarse cosas", opina.

En Loi Suites Recoleta también recuerdan como llamativo el caso de una mujer joven que dejó una gran suma de dinero, organizada como una rosca gigante, olvidada sobre la cama de su habitación. "Eran muchos miles", recuerdan en el hotel. Y hacen memoria para aportar detalles. "La encargada de housekeeping (limpieza) me avisa que al entrar en una habitación cuyo huésped ya había hecho check out encontró una abultada suma de dinero sobre la cama. Pusimos todo en un sobre y tratamos de contactar a la mujer que se había registrado, pero sin resultados", relatan en el Loi Suites Recoleta.

Una hora más tarde, la huésped se presentó con la cara pálida en la recepción del hotel diciendo que necesitaba entrar urgente a la habitación. "Todos estábamos enterados de lo ocurrido por lo que fui a hablar con ella y le expliqué que ya estaban todos los billetes a salvo", cuentan. El dinero era el monto total de una transacción inmobiliaria. Recuerdan que cuando le dieron el sobre con la plata, la mujer lo agarró, dio las gracias y salió casi corriendo con el sobre en la mano. Entonces, la frenaron y le dijeron que se tomara un vaso de agua y que lo guardara en la cartera. "Estaba shockeada. Se sentó y les dijo que tenían razón, que estaba muy nerviosa. Había vendido una casa".

MI POBRE ANGELITO EN LA VIDA REAL
En CasaSur Art Hotel cuentan una historia que podría inspirar a un guionista de cine. "Una vez un matrimonio se olvidó a sus hijos en otra habitación", recuerdan, aún asombrados por el descuido. "Bajaron a hacer check out, pagaron, subieron al taxi y a los 10 minutos volvieron a buscar a sus hijos". Ellos se habían quedado jugando, ajenos a todo, en la habitación.

En Hoteles Alvarez Argüelles, Marchioli también conserva relatos inspiradores de la película Mi pobre angelito. Según dice "no deja de ser habitual en una familia numerosa que llega con su vehículo olvidarse a algún hijo". Y agrega: "Demoran entre 15 y 30 minutos en retornar nerviosos a rescatar a uno de sus hijos olvidado". Está la vergüenza, el pedido de disculpas y la partida lo más rápido que se puede.
A prueba de los fallidos que enuncia Freud, en CasaSur Bellini revelan lo vivido hace un tiempo por una pareja que estaba por casarse. "El novio salió para la iglesia y se olvidó nada menos que los anillos en el cuarto", cuentan. Como en una película, finalmente le alcanzaron las alianzas a tiempo y la pareja concretó la boda. Luego de eso le perdieron el rastro. No pueden dar fe de continuidad o ruptura, tras un inicio con ese simbólico olvido.

OSITOS CARIÑOSOS
Los osos de peluche olvidados, un juguete pensado para entretener a los chicos, también merecen su apartado. En el Buenos Aires Grand Hotel recuerdan que fue un momento extraño el día en que un huésped dejó en evidencia su particular costumbre: pese a tener unos 50 años, dormía con un oso de peluche, no con cualquiera, siempre con el mismo. Al punto que el día que se lo olvidó en el hotel, llamó para que se lo enviaran a su casa.

En el exclusivo Los Cauquenes Resort, de Ushuaia, también tienen una historia con peluches. "Se trataba de un peluche que era un ratón blanco. Los huéspedes eran franceses, la hija tenía 5 años, y el peluche era suyo. Se dieron cuenta a los tres días de hacer el check out y se comunicaron con urgencia para que se lo mandáramos", comentan. La pequeña lo extrañaba para dormir. El ratón partió en una encomienda por correo a París.

Así sucede mil veces. Algo que uno dice: "De esto no me tengo que olvidar". Al final, se lo olvida. ¿Son actos fallidos con un sentido, hay en ellos una intención? Es más bien una pregunta para deshilvanar en el diván..

Verónica Dema
Diario La Nación - Argentina (Sección Sociedad) 
Foto: Web

domingo, 14 de septiembre de 2014

Piedad para los pasajeros de aviones



Las líneas aéreas, al menos en la Argentina, han tomado en los últimos meses dos decisiones curiosas: terminar con la industria de la marroquinería y evitar que nosotros viajemos sólo con un bolso de mano, ligeros de equipaje como quería Antonio Machado: se han puesto durísimas y, acaso en cumplimiento de normas internacionales, no hay aeropuerto donde te dejen trepar al avión con más de cinco kilos a cuestas, diez en vuelos internacionales, como si el tipo que se va del país tuviera más necesidades que el que viaja a Tucumán.

La verdad, ya nadie lleva en la mano sólo cinco kilos de bagaje. El último fue Charles Lindbergh en 1927 para cruzar el Atlántico solo y, años después, para decirle a Hitler cuánto lo admiraba.

La industria de los equipajes ha diseñado bolsos y maletines para que quepan en los cómodos compartimentos llamados portamantas, que lo que menos hacen es portar mantas. Esos equipajes, blandos o rígidos, con manijas y bordes metálicos y rueditas que hacen su transporte más cómodo y elegante, pesan entre kilo y medio y dos kilos.

Echemos cuentas.
Dos kilos de bolso vacío. Una laptop o netbook, pesa un kilo ochocientos con batería y cargador. Y me quedo corto. Ya tenemos tres kilos y medio. Si llevamos un libro, siempre hay algo para leer, cargamos medio kilo más.

Ya son cuatro kilos. Un estuche simple con las cosas de tocador, shampoo, crema de afeitar y dentífrico (todo esto si te los dejan llevar en la cabina, que a veces no te dejan) más cepillo de dientes, desodorante, máquina de afeitar y peine, te suma medio kilo más.

Cuatro kilos y medio entre todo.
¿Adónde cargamos entonces los calzoncillos, las medias, las dos camisas, las dos remeras, el suéter por si refresca, el paraguas por si llueve y las hojas de malva para los baños de asiento, que es lo que todos llevamos en un viaje de dos o tres días?

Si esas limitaciones ya anacrónicas no se modifican, la marroquinería va a perder plata.

¿Para qué fabricar algo que no se puede llenar? Y, en viajes cortos, nosotros deberemos despachar lo que supere los cinco kilos de peso, o sea todo, con el riesgo ya conocido que padecemos en los aeropuertos locales, con abrevalijas que trabajan a destajo.

¿Quién instrumenta estas medidas absurdas y se emperra en no adaptarlas a los nuevos tiempos?

Las líneas aéreas no pueden garantizarte hoy que tu vuelo no estalle en el aire, fruto de tanto chico malhumorado que anda por el mundo, y que a vos no te tengan que juntar con espátula de los verdes campos en flor. Pero te pasás cien gramos de los cinco kilos reglamentarios del equipaje de mano y sos, casi, un infractor a la ley mundial de seguridad de la aviación comercial.

Muchachos, vienen tiempos difíciles. Piedad para el pasajero.

Alberto Amato  - Periodista
Diario Clarín - Argentina
Imagen: Web

viernes, 5 de septiembre de 2014

Los cinco lugares que hay que visitar en Croacia



Croacia, que logró su independencia de la ex Yugoslavia en 1991 y hace apenas un año se convirtió en miembro de la Unión Europea, es uno de los destinos de moda en el Viejo Continente. A su geografía impecable, su riqueza cultural y su importancia histórica, se suma el hecho de ser accesible para los bolsillos argentinos.

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ZAGREB
La capital es un excelente punto de partida. Edificios imperiales unos junto a los otros, arreglos florales extremadamente cuidados en calles abandonadas a su suerte, bares con sombrillas al aire libre, muchísimos museos y galerías de arte. Amerita una recorrida tranquila a lo largo de las tres plazas que llevan al centro cívico: Krawatomislava, Strossmayerov, Zrinskog. El paseo desemboca en la calle Praska, una arteria comercial que lleva a Bana Jelacica, la plaza central, donde será imposible no recordar Ámsterdam: los colores, la forma, el bullicio y hasta la disposición de las palomas recuerdan a la Dam de la capital holandesa. En los alrededores, el pintoresquismo se manifiesta de todas las formas posibles. Desde el café Amelie, con sus mesas apoyadas contra la pared de piedra de la catedral, hasta el mismísimo edificio religioso, cuya diócesis se originó en 1093 y cuya estructura gótica data del siglo XIII. En el medio, el Dolac: un mercado callejero donde nadie escatima gritos para comunicarse. Para completar el círculo esencial hay que tomar Tkalciceva: un pandemonio de bares con mesas en las calles y en las escalinatas (cuando la irregular geografía de la ciudad lo amerita). En su continuación, Ljudebita Gaja sigue el mismo espíritu, pero se agrega un imperdible: el bar de los jardines del Museo Arqueológico.

ISLAS PARADISÍACAS
En la costa de Croacia hay casi 700 islas y unos 400 islotes. Se calcula que sólo entre 50 y 60 están habitadas. Desde Hvar se pueden tomar taxis acuáticos (2 a 5 euros). Las playas son edénicas, con un mar color esmeralda como pintado a mano.

Pero prácticamente no hay costa de arena: son todas de piedra (excepto Palmizana). No obstante, algunas, como Stipanska, tienen paradores con todas las comodidades, incluyendo una escalera para bajar al mar pese a la geografía poco amigable.

HVAR
Frente a la costa croata hay más de mil islas. He aquí la que logró destacarse. Para llegar, es necesario abordar un catamarán desde el puerto de Split. El viaje no demora más de 50 minutos. La primera impresión es perfecta: una costanera plagada de restaurantes que remiten a vacaciones de otra época, hoteles de cara al mar, muchísimas casitas idénticas (frente color marfil, techo de tejas anaranjadas) y una escalera infinita hacia el Fuerte de Napoleón, la construcción de 1811 que corona la isla.

Una vez en tierra, los colores, los aromas, los sonidos: todo remite a una típica villa veraniega europea. Kroz Grodo es la vía empinada que lleva hasta la fortificación.

La puerta maestra, un arco de piedra del siglo XV, da la bienvenida. En el camino, entre los muros de piedra, emergen atractivos como Sasa (tienda de artesanías) o la antigua bodega Oma Catarina. Desde allí se divisa la costa, con decenas de yates amarrados.

Pasaporte listo
El traslado por tierra entre Split y Dubrovnik permite vivir un episodio digno de El Súper Agente 86. Por el Tratado de Karlowitz, firmado en 1699, existe un pequeño tramo de 24 kilómetros con salida al mar que no pertenece a Croacia sino a Bosnia-Herzegovina. El conductor advierte, por altoparlante: “Por favor, preparen sus pasaportes para el control fronterizo”. Sube un guardia, observa que los turistas tengan el documento en sus manos (no los revisa), se baja y el micro sigue su viaje. Diez minutos después, el conductor advierte: “Por favor, preparen sus pasaportes para el control fronterizo”. Y todo se repite.

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DUBROVNIK
Otro viaje directo al pasado a través de su ciudad amurallada, Groz. Atravesar el puente levadizo de la puerta de Revelin, que fue construida en el siglo XV, es una invitación a vestirse de caballero medieval. Más allá, la magia. Las paredes y los pisos de piedra parecen recién pulidos. Nada evidencia el avance del progreso, la llegada del siglo XXI, la era de la tecnología... Sólo unas heridas remiten al presente: las dejadas por los bombardeos de la guerra contra los serbios, en 1991 y 1992, que produjeron daños menores en algunas construcciones (proyectiles incrustados, tejas destruidas, fragmentos caídos) y mayores en otras (incendios, derrumbes). Luego de una voltereta por Poljana Drzica, la plaza que apunta a la catedral de 1713, se llega a Placa Stradum, la calle principal. En la antigua aduana se da cuenta de las costumbres, las leyendas y la historia de Croacia.

En uno de los laterales del recinto, y sentada en un banquito, una artesana hace bordados típicos y explica su técnica. Al final del recorrido, una fuente del siglo XV, la Velika Onofrijeva, donde una chica invita a los niños a fotografiarse con tres guacamayos. Las galerías de arte son tan numerosas como los locales de chucherías para viajeros. El teleférico ofrece una visión diferente y maravillosa.

SPLIT
Ubicada a unos 260 kilómetros de Zagreb, es una de las protagonistas de la más que reciente fama de Croacia como destino turístico perfecto, tras su larga permanencia detrás de la Cortina de Hierro. Cuenta la leyenda que el emperador Diocleciano mandó a construir aquí un palacio –hacia el 300 a.C.– con el objetivo de que fuera su residencia luego de abdicar al trono. Lo solicitó tan grande y con tantos recovecos, puso tantos requisitos e introdujo tantos cambios en sus voluntades, que murió prácticamente sin haberlo habitado. A poco de su fallecimiento, la gente que vivía en las cercanías se percató de que semejante mole fortificada estaba vacante...

Y así fue como una propiedad individual se convirtió en un pueblo –supo tener 9 mil habitantes– que sobrevivió hasta hoy como casco histórico.

La entrada por la calle Bosanska es un boleto al pasado: las paredes y el piso, todo en piedra caliza y mármol; las calles atravesadas por arcos que juegan el rol de mini puentes de los suspiros; en los rincones, santos esculpidos; torres con relojes y campanas que no parecen conducir a ninguna iglesia...

A los pocos pasos, la plaza Narondi y su Restaurante Central (Gradshka Kavana, en croata). Apenas 300 metros más adelante, la Riva: una costanera con carritos que venden chucherías y barquitos que flotan en el Adriático. El acceso al área subterránea del Palacio de Diocleciano está marcada por una fuente. Sigue una estructura laberíntica con objetos de 2.400 años, una fábrica de aceite de oliva de la Edad Media y una escalera que lleva a la catedral: antiguo mausoleo romano, sus escalinatas sirven como anfiteatro.

Caminar es la misión: por las calles interiores del casco antiguo –lo que lleva a descubrir sitios como Aleppia, un restaurante casi escondido entre los muros de piedra, o la pizzería Fortuna, autoproclamada como la más antigua de Split– y por Mormontova, donde se aglutinan las boutiques de grandes marcas. Todo el perímetro de la antigua propiedad de Diocleciano está amurallado, excepto el lateral que se abre al mar.

VIDES PREMIADAS
Una de las principales actividades productivas de Croacia es la vitivinícola. Se calcula que hay más de 132 mil hectáreas cultivadas a lo largo del país.

No obstante, los que han recibido reconocimiento internacional son los de la zona de Dalmacia, como los tintos plavac mali y los blancos posip.


Walter Duer
Revista Apertura - Suplemento Clase

domingo, 22 de junio de 2014

México profundo: Guanajuato, la fiesta del color



En la plaza principal del centro histórico y en los   alrededores  de esta   ciudad mexicana, a cuatro horas  al  norte  del D.F. no cabe  ni un alfiler más. No hay un concierto ni una feria   ni  se celebra nada en especial. Dicen que es así casi todas las noches de viernes y sábado.

Una multitud, especialmente jóvenes, camina tranquilamente, come algo, se sienta en los bancos de la plaza o a las mesas de la veredas de los restaurantes para cenar al aire libre.

Varios mariachis van de mesa en mesa vendiendo canciones al paso entre plato y plato. Los temas se mezclan, se confunden. La música es fuerte, ensordecedora. A un costado, frente al histórico teatro Juárez, una estudiantina (grupo de artistas que hacen paseos turísticos a pie por el centro y mezclan historias y leyendas con música) está en lo mejor del show. En Guanajuato, la fiesta parece que nunca termina. Es una ciudad universitaria tradicional, con chicos de los pueblos de todo el estado de Guanajuato y de otros también, que llegan para estudiar.

Y además un centro turístico, con un pasado colonial perfectamente conservado (es Patrimonio de la Humanidad) con calles que serpentean sin planificación, construcciones históricas, casas de colores estridentes que se apiñan en las laderas de los cerros y más de 3000 callejones sin salida y con muchas leyendas. Como el callejón del Beso, tan estrecho, que desde balcones enfrentados se puede besar a otro.

Basta pararse frente a la parroquia de Nuestra Señora de Guanajuato, en pleno centro histórico, y mirar alrededor, para sentir el espíritu caótico, inquieto y alegre de la ciudad.

"¿Están preparados para caminar, subir y bajar?", pregunta Jerónimo Regalado, el guía que ayudará a no perderse en el laberinto. Está claro que la mejor manera de descubrir la ciudad es a pie y con tiempo.

Para empezar, la parroquia de Nuestra Señora de Guanajuato, del siglo XVII, tiene a la Virgen más antigua de América, que llegó desde España. "De rasgos góticos, hecha en madera policromada, estuvo escondida en una cueva de Granada, España, durante la dominación mora. El rey Felipe II se la regaló a la ciudad. Desde su pedestal de plata de 80 kilos es la patrona de Guanajuato", explica el guía.

Durante el paseo por la ciudad vale la pena también reparar en el templo de la Compañía de Jesús, de estilo barroco churrigueresco y en uno de los edificios de la Universidad, que está a pocos pasos.

De allí se puede ir hasta el Mercado Hidalgo. Antes de meterse entre puestos de comida tradicional y artesanías, detener la marcha, pararse enfrente y contemplar la fachada: es una estructura francesa diseñada en París, en los mismos talleres donde se hizo la torre Eiffel, sin soldaduras, todo con remaches. Llegó a la ciudad en 1903, como un capricho del presidente Porfirio Díaz, en los tiempos en que sobraba el oro.

En el mercado además de carnes y pollos, puestos con gran variedad de chiles, frutas, verduras, dulces típicos y un sector para comer las especialidades de la cocina mexicana hay artesanías clásicas y suvenires.

Al mirador del Pípila, desde donde se tiene una vista panorámica de la ciudad, con desorden perfecto y armónico se puede subir y bajar en funicular, para darle un poco de descanso a las piernas.

Guanajuato también es conocida por ser la ciudad de los túneles. Hay más de 20, algunos largos y otros como el del Amor, muy cortos. Se hicieron para cortar camino, sin tener que bordear los cerros, y son aptos para autos y peatones, que se adentran en la oscuridad sin temores. "Guanajuato por suerte es una ciudad segura y tranquila, que permite caminar sin riesgos", cuenta orgulloso el guía.

Guanajuato creció como centro minero, tarea que sigue hasta ahora. Se extrae plata y oro. Incluso se pueden visitar las minas, como la Bocamina Don Ramón. La diferencia es que la mina es vertical y la bocamina horizontal. La visita, muy básica, permite descender unos metros y escuchar el relato sobre cómo trabajan los mineros.

Bastante compacta y fácil de recorrer, Guanajuato es de esos lugares que vale la pena dedicarle un par de días en un circuito por el México profundo y combinar con San Miguel de Allende, a una hora.

Las momias, entre el morbo y la curiosidad
La particular relación de los mexicanos con la muerte queda, una vez más, en evidencia después de una visita al Museo de las Momias de Guanajuato. Para algunos, sobre todo extranjeros, realmente morboso y escalofriante, pero para los mexicanos es el paseo preferido de la ciudad, incluso para nenes chiquitos, que miran fascinados los cuerpos muertos y que seguramente no tendrán pesadillas.

El Museo de las Momias tiene una gran colección de cadáveres momificados que se exhiben como si fueran las joyas de la corona, y que se destacan por estar en perfecto estado de conservación.

No son faraones ni próceres, sino simples mortales, que afortunadamente (o desgraciadamente) tienen una segunda vida. La particularidad es que no fueron sometidos a ningún proceso de momificación o conservación, sino que se dio de manera natural y se encontraron de casualidad, cuando se exhumaron cuerpos cuyos familiares no habían pagado más la estada en el Panteón Municipal de Guanajuato, donde ahora está el museo.

La explicación de cómo sucede este proceso resulta más sencilla de lo esperado: "Las momias se encuentran sólo en los ataúdes que están en la zona central de los nichos. Como Guanajuato tiene clima seco, durante el verano la madera del cajón se convierte en un horno, provoca la pérdida de líquido del cuerpo y evita la putrefacción. Así se momifican", cuenta el guía, para echar por tierra cualquier explicación sobrenatural y mucho más taquillera. Sólo el uno o dos por ciento de los cadáveres se momifica.

Las momias, expuestas en vitrinas, parecen hechas en papel maché, pero la expresión de sus rostros no deja duda de que se trata de muertos reales. Hay de todo: desde el médico francés Remigio Leroy, la primera que se descubrió en 1865, una china, una epiléptica que fue enterrada viva y está con los brazos levantados intentando rasguñar la madera, hasta momias de bebes, en un ambiente oscuro. El éxito de las momias es tal que el museo representa el segundo ingreso, después del fisco, en el municipio. En temporada alta llegan a visitarlo 5000 personas por día. En la ciudad dicen que si no se visita a las momias no se conoce Guanajuato... Ciertamente un paseo prescindible si no se tiene el morbo a flor de piel..

Andrea Ventura
Diario La Nación (Argentina)
Suplemento Turismo
Foto La Nación

sábado, 15 de febrero de 2014

Catamarca oculta: de cuesta en cuesta

 
Ancasti, Aconquija, Andalgalá, Minas Capillitas y Belén en 4x4. Un recorrido del flanco oriental de la provincia, yendo desde la ciudad capital hacia Londres, por caminos de cornisa que descubren paisajes de selva, cuevas con pinturas rupestres y majestuosas ruinas incaicas.

El aire sopla caliente como si lo produjera un batallón de secadores de pelo. Ese viento deshidratado explica por qué en San Fernando del Valle de Catamarca también rigen la ley de la siesta y la del toco y me voy: la capital es un punto de llegada más que un destino en sí mismo.
La escasa masa turística visita la zona para conocer la Puna, belleza norteña excluida del circuito Salta-Jujuy. Sea por falta de servicios o de promoción, esa condición la convierte en uno de los paisajes áridos menos obvios de estas latitudes. Y si de ella poco se sabe, menos aún de la versión verde de Catamarca.

Para descubrir la geografía de ríos, cañones y selva subtropical de esta tierra donde el sol brilla 300 días al año, hay que viajar hacia San Fernando, epicentro del que parten los caminos hacia los valles.
La provincia está atravesada por cordones montañosos, la red vial es escasa y los caminos van sorteando empinadas cuestas. La recompensa es que desde esas alturas, las vistas son imponentes. Este singular sistema de cuestas, que es el principal atractivo de la versión selvática, es apto para viajeros con espíritu aventurero, camioneta 4x4 y ajenos al vértigo.
 
Antes de salir a la ruta hay que saber que:
1. En la provincia escasean los servicios, por lo que hay que cargar combustible siempre que se pueda.
2. El tiempo de viaje no se puede calcular de acuerdo a los kilómetros por recorrer: 15 km de cornisa pueden demandar una hora de manejo exigente.
3. Es preferible viajar durante el día y en épocas menos calurosas.
4. Hay que llevar agua, provisiones y abrigo.
5. No se debe subestimar el caudal de los ríos.
6. Avisar siempre qué recorrido se va a realizar y cuándo.
7. Tengan en cuenta que los restaurantes y comercios suelen respetar el horario de la siesta. generalmente cierran de 13 a 16. Los domingos es difícil encontrar comercios abiertos.
 
 Cuesta del Portezuelo
 
Cuesta del Portezuelo: Dicen que es una de las rutas más lindas de la Argentina, a la que el folklore le dedicó una célebre zamba; es la que conecta el valle de Catamarca con los departamentos de Ancasti y El Alto. Después de trepar los 25 km de cornisa de la RP 2 y una vez arriba, la geografía se convierte en una meseta que antecede un paisaje insólito. De pronto, en la llanura irrumpen inmensos peñascos, como si una tormenta de meteoritos los hubiese esparcido por doquier. Este escenario de “islas” de piedra, sobre las que crecen árboles enanos, hace pensar en jardines bonsái. ¿Qué ver? Anquincila, Ancasti sede de las cuevas con pinturas rupestres:  La Tunita y La Candelaria.

El primer poblado es Anquincila, con su balneario que explota en verano. Y 12 km después aparece Ancasti, cuna del único presidente catamarqueño de la Nación, Ramón Castillo, y sede de las cuevas con pinturas rupestres de La Tunita y La Candelaria, las más turísticas. Nosotros vamos entonces por La Tunita. Hacemos una parada en la hostería El Paso del Indio, que es la única en 60 km y que hoy estaría abandonada si allí no hubiesen recalado los hermanos Mendieta. Salteños, Baltazar y Rodrigo dejaron su tierra con el ambicioso objetivo de “crear un destino”. Su espíritu colonizador los llevó a recorrer el interior catamarqueño, donde primero dieron con La Tunita y, acto seguido, con la concesión de la hostería que Castillo mandó construir en el 42. Desde hace tres años reciben con su restaurante, 10 habitaciones y un gift shop con platería inspirada en la cultura aguada, que diseñan artesanos amigos de Baltazar. Presente en diversos valles de Catamarca y La Rioja, los aguada se destacaron por su iconografía simbólico-religiosa ligada a rituales chamánicos.
 
Baltazar conoce la zona palmo a palmo, y se mueve con la precisión de un gps. Mientras avanzamos en camioneta por la huella que lleva a La Tunita, nos señala un bosque de cebiles. Cuenta que las semillas de éste árbol son alucinógenas al igual que el cactus San Pedro, que contiene mescalina. Ambos eran utilizados por los chamanes y, de hecho, están presentes en los pigmentos de las pinturas rupestres. Hoy, son muchos los curiosos que llegan para experimentar una suerte de viaje. Varios lo logran con el San Pedro, pero casi nadie sabe emplear el cebil. La curiosidad disparó una ola de foros en internet en los que se debaten posibles fórmulas. Incluso, se venden cebiles por MercadoLibre.

Antes de llegar a La Tunita visitamos a doña Paula Romero de Quiroga, tejedora de seda silvestre que cada mañana pastorea para encontrar los capullos que luego hierve, lava, seca al sol e hila. La inflación no es el motivo por el que sus trabajos cuesten más de dos mil pesos. Es que confeccionar una bufanda implica hilar unos 500 capullos y un acolchado, más de cinco mil.

Un poco más adelante, una tranquera marca el comienzo de la caminata hacia las pinturas. Durante 40 minutos avanzamos por un sendero que hierve y que sólo se tolera con agua, sombrero y control mental. El paisaje se enrarece. Primero aparecen los palos borrachos, panzones por el estrés hídrico y después, los claveles del aire, que se enroscan en las ramas como pulpos. Finalmente descubrimos el paisaje lunar. Son seis inmensas rocas en cuyo interior hueco cabe una persona encorvada. Allí dentro, “los techos” conservan intactas las pinturas de los aguada. Las más impactantes se ven en La Sixtina, que invita a recostarse en el suelo de piedra para contemplar el cielorraso colmado de historia. Es extraña la sensación de dejar las pinturas a solas. Pero por suerte está Baltazar, el guardián voluntario de este pasado olvidado Ancasti adentro.
 
Cuesta de Piedras Blancas
 
Piedras Blancas:  es la cuesta que sale de la capital y pasa por la villa veraniega de El Rodeo, donde descansan los catamarqueños con plata. El circuito avanza por Las Juntas y toma la RP 1 que pasa por La Puerta y el Dique Las Pirquitas, desde donde se regresa a Catamarca ciudad. Un poco más adelante del cacerío Piedras Blancas está Chamorro, un paraje verdísimo junto al río Guayumil donde hay una sola casa, con camping, terneros y sauces llorones. En Los Varela, con su placita con juegos y la capilla de Nuestra Señora de La Merced, se puede optar por completar el circuito vía Las Pirquitas, o seguir adelante y sumar la Cuesta de Balcozna como bonus. 
 
No hay que confundir su nombre con el del pueblito Piedra Blanca, en el departamento de Esquiú. Siempre imaginé ese destino como un paraje del lejano oeste, con sheriff de botas con espuelas y bares con puertas vaivén. Pero no. El Rodeo argento es color selva. ¿Hiciste este recorrido o conoces algo más de Catamarca?
 
Hace poco, los locales diseñaron una versión más corta aunque menos pintoresca de este camino, que vincula El Rodeo directamente con La Puerta y es transitable con lluvia. Sin embargo, esta alternativa está haciendo que se pierda el mantenimiento del circuito clásico, con su despoblado paisaje de ríos y sitios arqueológicos.
 
Nosotros arrancamos con el circuito original –parada mediante en las cabañas municipales de Las Juntas para almorzar– y comenzamos a trepar la RP 4 que avanza entre terrazas de cultivo, regadas por las nubes bajas.
 
En el caserío de Piedras Blancas sólo se ven “vacas-cabra”, que parecen tener sopapas por pezuñas para aferrarse a las laderas de los cerros. La cancha de fútbol está vacía, también los bancos de la singular iglesia con su campanario separado del edificio.
 
Un poco más adelante llegamos a Chamorro, un paraje verdísimo junto al río Guayumil donde hay una sola casa, con camping, terneros y sauces llorones. Allí vive la tamalera Ramona Vega. En su casita prepara y hornea a la leña deliciosos tamales que su hermano, Néstor Saavedra, vende después en la carnicería La Esperanza. Ramona no lo sabe, pero su especialidad se sirve incluso en la mesa del hotel de montaña La Aguada.
 
En Los Varela, con su placita con juegos y la capilla de Nuestra Señora de La Merced, se puede optar por completar el circuito vía Las Pirquitas, o seguir adelante y sumar la Cuesta de Balcozna como bonus. El plan B, pasa por El Bolsón, sin comunidad hippie ni cabañas de madera, pero con una pintoresca hostería y un entorno de maizales y cultivos. Después de Balcozna y La Merced, el camino desemboca en la RN 38, a sólo 53 km de la capital.
 
Hacia el Pucará de Aconquija: El primer tramo de la RP 1 es de tierra y avanza junto al río del Singuil. Las laderas aparecen cubiertas por apretadas comunidades de algarrobos, alisos y helechos. Pero todo lo que empieza, termina. El camino hacia el Pucará es tan seco que provoca sed. Hay arena para construir decenas de castillos pero también pequeños ciclones, flacos y altísimos, que los amenazan cuando el valle está caliente.

A medida que la camioneta se acerca a la sierra de Aconquija se distingue la pirca del Pucará, que surca las laderas como una Muralla China en miniatura. Es un sendero de herradura que en 1998, fue declarado Monumento Histórico Nacional. En la cumbre aplanada del cerro del Pucará, a los 300 metros, se despliega la fortaleza incaica con dos mil metros de largo y un ancho máximo de mil metros. Circundada por murallas construidas con piedra canteada, ofrece vistas espectaculares del nevado de Aconquija, la cadena del Manchao y la Sierra de Narváez.

Es fundamental ir con un guía, agua, pic nic y buen calzado. Si el plan es seguir hacia Andalgalá por la cuesta de la Chilca, no esperen a que baje el sol: los paisajes merecen luz y el estado del camino, también.
 
Por La Chilca hacia Andalgalá: El camino de cornisa es tan angosto que, por momentos, el giro de la camioneta no es suficiente y hay que dar marcha atrás. Ya en Andalgalá, segunda ciudad más poblada de Catamarca con 11.400 habitantes en la que la minería dividió la opinión de la población, hace calor y la plaza parece un gran bar a cielo abierto, llena de mesitas donde la gente ve a la gente hasta la madrugada.
 
 
Cuesta Capillitas: Vamos rumbo a la mina en la camioneta de Mauricio Pagani, nuestro guía en esta parte del viaje. Tomamos la RP 47 para encarar la cuesta de Capillitas que une Andalgalá con Santa María. La otra opción es hacerlo vía Belén por la RP 46, pero el viaje se estira 140 km.
 
La cuesta comienza en Choya, zona membrillera donde se formó una cooperativa de mujeres dulceras. Allí comienzan los más de 60 km de recorrido de este camino de ripio que trepa hasta los 3.100 metros. Con curvas más abiertas, Capillitas es menos peligrosa que La Chilca. Quienes la transiten, sepan que el celular se vuelve cadáver en el Km 33.
 
Más adelante, un desvío señalizado lleva hacia el Refugio del Minero. El camino fue abierto a pico y pala por los Yampa y, de hecho, la última subida es accesible sólo con 4x4. Entonces aparece la inmensa construcción diseñada por el arquitecto andalgalense Ricardo Lacher. Su fachada, revestida con bolseado hecho a mano, es el preludio a las 13 habitaciones y al restaurante donde se luce Yaki Yampa.
 
Pan casero y mate cocido es el combustible que necesitamos para subir hasta la mina, que lleva una hora y media de caminata lenta para evitar el efecto de la altura. Entonces sí, equipados con casco y linternas, ingresamos en la oscuridad del túnel. Cuenta Fabián, marido de Yaki, que la rodocrosita se extrae con pico y que ellos mismos cargan las piezas en sus mochilas. Escucharlo invita a reflexionar sobre la palabra cansancio… Acá no hay día en que no se haga fuerza y la vista debe acostumbrarse a trabajar a la luz de una linterna. Quienes no se animen al trekking, pueden visitar el museo mineralógico montado a sólo 150 m de la hostería.
 
Las noches en el Refugio son frescas y silenciosas. Cuando se apaga el generador es el momento de abrigarse con una manta para salir a la galería y contar estrellas fugaces. El final feliz llega por la mañana, cuando, después de despedirnos de las Yampa, Mauricio nos lleva a la Aguada de Cobre, donde la presencia de este mineral coloreó el lecho del río de un turquesa furioso.
 
 Belén
 
A Belén por el Campo de Pozuelos:
Donde termina Minas Capillitas comienza Campo Arenal o de los Pozuelos. La ruta, de ripio, se abre camino por el desierto de cardones que es intransitable en verano, cuando sus ríos reciben el agua que carga la sierra de Aconquija. Al final la RN 40 y la primera parada es en Hualfín. Colorado cuando hay sol, su paisaje fue escenario de las guerras más sangrientas entre diaguitas y españoles.

Hay que visitar la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, construida en 1770. Es la segunda capilla más antigua de Catamarca y fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1967. En este pueblo se dan la uva y el “oro rojo”, apodo otorgado al pimiento que crece estupendo en la zona y se acopia en Belén. Allí, el Molino Santa Rosa procesa dos mil kilos por mes con certificación Kosher.

Belén no se llama así por la ciudad de Cisjordania, sino en recuerdo de la Virgen de un paraje del sur de España que introdujo el fundador de la ciudad, Bartolomé de Olmos y Aguilera, en 1681. Esto explica la imagen de la Virgen de 17 metros que cuida a los belichos (gentilicio local) desde lo alto del cerro Belén, obra de Hidelberg Ferrino, un escultor nacido en Maipú (Buenos Aires), que propuso marcar su paso por este mundo con obras en pueblos y ciudades argentinas. Entre ellas figura ésta, que comenzó a construir en 1979 y concluyó tres años después con la colaboración del pueblo.

Belén también es una de las cunas del poncho. Incluso Julio A. Roca tenía uno de vicuña hecho acá. Hoy, la técnica sobrevive gracias a la cooperativa de tejedoras Arañitas Hilanderas, que se agrupó en 2000 y congrega a 22 mujeres que diseñan prendas contemporáneas en telar criollo. El otro referente es el matrimonio que forman Graciela Carrasco y Ramón Baigorria, tejedores belichos que se conocieron hace 30 años en una bailanta catamarqueña de Buenos Aires. Hoy siguen tejiendo su historia en el patio donde los observan dos perros y un loro que habla.

Para decir que conoció Belén, también tiene que probar el jigote en el restaurante del Hotel Belén. Es una versión acriollada de la lasagna; lleva pan, quesillo, carne, huevo y cebolla. De paso, visite el pequeño museo arqueológico montado en el lobby.

Si decide pasar más de un día en la ciudad considere el circuito Norte, un recorrido de 90 km entre los nogales del municipio de Pozo de Piedra. El paisaje es de casitas de adobe con coquetos canteros de flores. Si le antoja probar sus frutos, aplauda frente a cualquiera de esas casa y compre nueces silvestres.
 
Ruinas El Shincal,Londres
 
Destino final, Londres:  A 15 km de Belén, en este Londres se habla español y no suenan los Beatles Aquí el principal atractivo son las ruinas del Shincal, ciudad que formó parte del Camino del Inca, nervio de comunicación entre el Cuzco y los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. Fue el arqueólogo Adán Quiroga quien avistó las ruinas entre un bosque de shinqui (aŕbol típico de la región), y el doctor Rodolfo Raffino quien, posteriormente la investigó. En esta capital del imperio sur de los incas vivieron cerca de 800 personas hasta la llegada de los españoles, que terminaron por desarticular a los rebeldes diaguitas descuartizando a su líder, el bravo cacique Juan Chelemín, en la Plaza de Armas del Shincal.

Para compensar este histórico trago amargo, pare en la Finca San Isidro, territorio dominado por unos dos mil frutales camino al sitio arqueológico. Su propietario Bernardo Isidro Sanduay lo tentará con los dulces que allí elabora y, eventualmente, con un chivito asado para devorar al aire libre. La única condición es avisar con tiempo.

Para información sobre lugares, precios y hospedaje visite este link:
http://www.lugaresdeviaje.com/nota/datos-utiles-de-catamarca-oculta

Connie Llompart Laigle
Revista Lugares Nº 202 / enero de 2014
Imágenes: Web