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sábado, 28 de noviembre de 2009

USA-Colorado: El tren que escala montañas


El Manitou & Pikes Peak Railway, en Colorado Springs, es un ferrocarril que trepa la empinada ladera de una montaña de 4302 metros de altura hasta la cumbre. Con una rueda dentada que va por una vía especial montada en el medio de las vías tradicionales, es el tren de cremallera más alto del mundo y funciona desde 1891.

Los viajes en tren, aun en el siglo XXI, conservan un cierto “no sé qué” y un aire romántico de otros tiempos. La sensación del movimiento es placentera, el sonido de la chicharra emociona y, en algunos casos, el viaje puede tener mucha adrenalina si se trata del tren de cremallera más alto del mundo: el Manitou & Pikes Peak. Este peculiar ferrocarril está emplazado en el Pikes Peak, la montaña más visitada de Norteamérica (y la segunda más visitada del mundo, después del Monte Fuji en Japón), 16 km al oeste de la ciudad de Colorado Springs, en el estado de Colorado. Si bien se puede llegar a la cima en auto o a pie (por el Sendero de Barr) la forma más llamativa es, sin dudas, a bordo de este tren que, en un recorrido de 14 kilómetros, trepa hasta los 4302 msnm.

Esta mítica montaña lleva el nombre de su descubridor: Zebulon Montgomery Pike Jr. Este militar y explorador norteamericano lideró, entre 1806 y 1807, la llamada “Expedición Pike” recorriendo el entonces desconocido sudoeste de Estados Unidos. En el viaje Pike se convirtió en el primer americano en conocer las Grandes Llanuras, la alta y amplia meseta al este de las Rocallosas que se extiende por los estados de Nuevo México, Texas, Oklahoma, Colorado, Kansas, Nebraska, Wyoming, Montana, Dakota del Sur y Dakota del Norte. En noviembre de 1806 Pike divisó el gran macizo de granito al que bautizó “Grand Peak” (el “Gran Pico”) y que luego llevaría su nombre. El explorador intentó escalarlo pero no lo logró por ser invierno y no estar debidamente equipado. Recién en el verano de 1820 un botánico, Edwin James, alcanzó la meta en dos días y sin grandes dificultades. Sin embargo, mucho antes de la llegada de Pike, la montaña ya era conocida por los indios Ute (que la frecuentaban cuando iban de caza) y los españoles que habían explorado la zona en 1779.


¿QUE ES UN TREN DE CREMALLERA?
Los primeros trenes de montaña, como los de Suiza, nacieron con un fin meramente turístico, o sea, disfrutar majestuosas vistas desde las cumbres. En cambio, aquellos que cruzaban los Andes eran una herramienta fundamental para establecer vínculos sociales y comerciales. Pero cualquiera haya sido su función, todos debían resolver el mismo problema: trepar escarpadas laderas. Para ello había dos opciones: reducir la pendiente o usar sistemas de cremalleras para aumentar la adherencia entre la locomotora y los rieles. Los trenes convencionales se mueven usando la fricción de las ruedas sobre las vías, provista por la fuerza de la locomotora. En cambio, para trepar agudas pendientes los de cremallera usan una rueda dentada que va por una vía especial (montada en el medio de las vías tradicionales). Estos trenes se diferencian de los funiculares porque éstos, en vez de una rueda dentada central, tienen un cable.


TODO POR UNA BONITA VISTA
Los orígenes del tren Manitou & Pikes Peak están íntimamente ligados con Zalmon Simmons, dueño de la Compañía de Colchones Simmons. Pero este personaje también era inventor y había patentado un aislante para cables telegráficos. A fines de 1880, con el fin de probar su nueva invención, Simmons subió al Pikes Peak en una agotadora travesía de dos días en mula. Tanto lo impresionó la hermosa vista desde la cumbre que pensó que semejante espectáculo debía ser disfrutado por todos pero llegando más cómodamente. Al poco tiempo el empresario de colchones estaba descansando en los baños termales de Manitou Springs cuando escuchó al dueño del hotel mencionar la idea de un ferrocarril de montaña que fuera a la cumbre. A Simmons le gustó la propuesta y ofreció el capital para iniciar la obra. El primer tren de cremallera se había hecho en 1869 para ir a la cima del Monte Washington en New Hampshire. Sin embargo, los suizos adoptaron rápidamente la nueva tecnología y fabricaron varios trenes convirtiendo a Suiza en el país con mayor cantidad de trenes de cremallera del mundo.

En 1889 se fundó la Manitou & Pikes Peak Railway Company y las obras duraron dos años. En total se compraron seis locomotoras a vapor de la firma Baldwin Locomotive Works de Filadelfia, de las cuales sólo una sigue operando muy de vez en cuando. A partir de la década del ‘30 llegaron la gasolina y las locomotoras diesel y fabricaron un coche con cremallera para 23 pasajeros que funcionaba solo, sin locomotora. El vagón se estrenó en 1938, fue un éxito y se cree que fue el primer coche de este tipo del mundo. Al año siguiente la Compañía General Electric envió la primera locomotora con cremallera diesel-eléctrica y sus respectivos vagones (para 56 pasajeros) que funcionaron entre 1940 y 1965.

La edad moderna del Manitou & Pikes Peak llegó con locomotoras de una empresa de Winterthur, Suiza. El crecimiento sostenido del turismo generó la necesidad de contar con vagones con mayor capacidad. Es así que entre 1976 y 1989 se compraron, nuevamente en Suiza, vagones articulados (grandes coches con un fuelle en el medio) que eran diesel-neumáticos. Gracias a todos estos cambios se aumentaron las frecuencias y, actualmente, los trenes pueden salir hasta ocho veces al día.


EL RECORRIDO
El viaje demora, ida y vuelta, poco más de 3 horas para hacer 15 kilómetros. La primera parte del trayecto es muy empinada y transcurre a lo largo del arroyo Ruxton en el Cañón Englemann. Aquí la vía sigue una vertiente que cae en medio de un bosque de abetos y pinos Ponderosa. Las vías pasan muy cerca de enormes rocas ubicadas a ambos lados del tren que, gracias a la erosión y la imaginación de los pasajeros, se transforman en divertidas caras y figuras. Un poco más adelante se ven las pequeñas cascadas de Minnehaha.

Luego de un continuo ascenso el terreno se hace plano justo donde hay una formación rocosa conocida como la “Puerta del Infierno”. Unos minutos después el tren pasa por “Deer Park” (parque de venados) donde a veces se pueden ver venados pastando. Al llegar a la mitad del paseo, Mountain View, se puede ver la cumbre del Pikes Peak. A partir de allí la vía vuelve a ser empinada y el tren trepa nuevamente teniendo como telón de fondo el lago Moraine y el Monte Almagre. Lo interesante aquí es que se ven Pinus Longaeva o Britlecone, los árboles más longevos del planeta. Estos pinos superan los 3 mil años de edad y no son ni muy altos ni muy anchos. Su corteza amarilla anaranjada es delgada y escamosa, su madera es dura y resinosa (ideal para soportar plagas y enfermedades) y sus hojas verde oscuro son agujas muy resistentes. De lejos, este árbol parece seco por su retorcido tronco y la ausencia de hojas. Ese aspecto poco atractivo es el resultado de las condiciones extremas en las que habita y, de hecho, cuanto peor es su hábitat más tiempo vive, ya que tiene menos enemigos naturales que aguanten dicho ambiente.

Mientras el tren continúa su ascenso, la vista se hace más amplia y la vegetación desaparece. Aquí sobrevive la tundra alpina con musgos, hierbas y diminutas flores silvestres. En cuanto a la fauna, por aquí merodean carneros con grandes cuernos y gran cantidad de marmotas. Estas simpáticas criaturas hibernan pero en verano suelen tomar sol en las rocas y emiten un silbido muy particular cuando presienten peligro. Los últimos kilómetros antes de llegar son increíbles, ya que ofrecen una excelente panorámica. Hacia el Este se ven las Grandes Llanuras, más allá de la frontera entre Colorado y Kansas. Al Sur se divisan las montañas de Sangre de Cristo (el cordón más austral de las Rocallosas), casi llegando al estado de Nuevo México y al Oeste se ve la Cordillera Collegiate.

Una vez en la cima, el tren para y, al bajar, se siente el frío (aun en verano). Si el día está despejado (y no hay mucho smog en Denver) se pueden ver los rascacielos del downtown de la capital de Colorado. Se puede permanecer en la cumbre una media hora como máximo para recorrerla y sacar las fotos obligadas porque si se permanece más tiempo muchos comienzan a sentir los efectos de la altitud (dolores de cabeza o náuseas). En la cima hay una confitería y un negocio de souvenires que, en temporada alta, albergan a unas mil personas por día. Allí arriba uno se asombra de tanta amplitud. Mire donde mire el horizonte no tiene fin y los grandes cordones montañosos forman una perfecta maqueta. En la cima, a 4302 metros de altura, uno se siente un punto microscópico y cae en la cuenta de lo alto que ha llegado “a bordo de un tren”.

Mariana Lafont
Pagina 12 - Turismo

sábado, 21 de noviembre de 2009

La cuna de Quetzalcóatl

Mercado de Tepoztlán

El pueblo de Tepoztlán está a sólo 40 minutos de la capital mexicana y tiene un microclima muy particular, pero no sólo por sus condiciones meteorológicas. Una atmósfera mágica lo envuelve: dice la leyenda que allí nació Quetzalcóatl, el dios-hombre, la serpiente emplumada. Y también cuentan que hasta los ovnis se aparecen por allí.

Sobre “Tepoz”, como dicen familiarmente los locales, se cuentan muchas leyendas: se mostró varias veces en el Discovery Channel como sitio de apariciones frecuentes de ovnis; se lo conoce también en México como un pueblo de la etnia nahuatl muy combativo, que se autoacuarteló y declaró “independiente” hacia finales del siglo pasado, tras vencer la llamada “guerra del golf”; y por último, su condición de ser, en el registro inverificable de la tradición, el lugar de nacimiento del dios-hombre Quetzalcóatl, el pájaro serpiente, hace 1200 años. Otro punto a favor de Tepoz para extranjeros y mexicanos es su proximidad a la capital del país (a sólo 40 minutos por ruta), sin que por ello haya perdido la cualidad de ser un lugar completamente aislado, autónomo, pueblerino, natural, agreste y místico.

Pinturas artesanales
MUNDO APARTE
El autobús que sale de Ciudad de México comienza a subir la montaña hasta alcanzar casi los 3000 metros; nos movemos en un bosque de pinos semioculto por la niebla fría. Empezamos a descender del otro lado, poco a poco: abajo a la derecha, en el fondo de un valle, se ve la ciudad de Cuernavaca. Pronto nos internamos en otro valle mucho más extraño, el La pirámide del Tepozteco La temperatura es cálida y el bosque de pinos se convierte en una selva. Emergiendo aquí y allá vemos montañas como fortificaciones y castillos, con torres y atalayas de muros rojizos. Tepoz, y los pueblitos aledaños de Santo Domingo y Amatlán, están en el cuenco llano de un extenso valle fértil, circundado por espectaculares murallas de piedra roja, sierras erosionadas por la lluvia hasta modelarse en paredes, gargantas y pináculos. Esta geografía es particular y única del valle de Tepoztlán, y contribuye a esa sensación de “mundo aparte”. Tepoztlán significa “lugar del cobre”, y a su abundancia se debe el color de las montañas. Lo geólogos dicen que todo el valle es el cráter gigante de un volcán que explotó hace miles de años; las sierras de formas extrañas que rodean el valle serían los muros derrumbados y fundidos del cráter.

Caminamos por la avenida Revolución, en realidad una callecita empedrada, y vamos pasando casas coloniales, tiendas y lugares para comer dentro de las antiguas casonas, el ex Convento de la Natividad, el Zócalo. Nos metemos a un cafecito simpático, donde se escuchan voces de todas partes: hablan castellano con acento chileno, francés, alemán, italiano, brasileño. Vamos confirmando lo que nos habían contado: que este pueblo reúne una comunidad de extranjeros impresionante, y en gran proporción latinoamericanos. Algunos comenzaron a llegar atraídos por la fama de lugar “centro energético”. En efecto, desde tiempos prehispánicos dicen que en este valle “los duraznos son de los duendes”. El lugar –se dice– tiene propiedades electromagnéticas que favorecen las curaciones y la meditación. Una práctica habitual entre visitantes y lugareños es la de salir a caminar descalzos por la montaña, para “cargar energía”. La explicación más científica de estas cuestiones dice que la extraordinaria cantidad de cobre del suelo crea condiciones electromagnéticas especiales.

La pirámide del Tepozteco

UN TEMPLO PREHISPANICO
Si al caminar por la calle alzamos la vista vamos a ver en lo alto de un risco, como un vigía de piedra a 400 metros por encima del pueblo, una pirámide: es la Pirámide del Tepozteco, un templo prehispánico. Según algunos, la pirámide era un observatorio tlahuica; según otros, un templo sacrificial en honor a Tepoztécatl, dios azteca de la fertilidad, las cosechas y el pulque (una bebida alcohólica que se obtiene de la destilación del maguey). Allí arriba se celebra “El reto del Tepozteco”, una de las dos fiestas tradicionales del pueblo, el 7 de septiembre. En esta festividad completamente pagana la gente se reúne cerca de la pirámide a beber pulque y hacer música, en honor al dios Tepoztécatl, algo así como el Dionisos azteca. La otra es una festividad católica, la “Fiesta del Templo”, que consiste en representaciones teatrales en lengua nahuatl y que, curiosamente, se celebra al día siguiente, el 8 de septiembre. Originalmente se pretendía que suplantara a la celebración pagana, pero sólo se logró que el pulque empezara a correr desde la noche anterior.

La visita a la pirámide es interesante no sólo por la ruina arqueológica sino por el camino en sí, que atraviesa durante una hora un paisaje espectacular. Cubierto de lajas por los constructores prehispánicos, el sendero se interna en la montaña y en el bosque nativo, a la sombra de peñascos y torres, en lo profundo de cañadones cavados por ríos. Por la mañana temprano una niebla desdibuja nuestro andar. Nos sorprenden las raíces aéreas, las lianas, los helechos y musgos; la vegetación es tan selvática todo el año porque las gargantas entre los altos muros de roca permiten la conservación de la humedad. Después de subir y subir, a 2100 metros sobre el nivel del mar, finalmente llegamos a la última etapa donde nos reciben un grupo de animalitos rarísimos y simpáticos, una familia de tejones o algo así, semidomesticados por los turistas que día tras día les dan de comer. La pirámide no es muy grande pero es bien proporcionada y espectacularmente situada. Trepamos los escalones del templo, y desde este balcón podemos admirar todo el valle, las montañas y el pueblo a nuestros pies. Esta vista panorámica única es otra buena razón para hacer el esfuerzo de subir.

Sin embargo, no es la única excursión posible; la zona está llena de senderos antiguos que atraviesan la sierra y llegan a otros pueblos, a pozas de agua, o a manantiales. Para los que se quieran aventurarse un poco más lejos, a pocos kilómetros de Tepoztlán existen varios centros de aguas termales conocidos en todo el país, más o menos agrestes u organizados, que valen la pena visitar; por ejemplo, Las Estacas, Las Huertitas, Palo Bolero, Las Cascaditas, Oaxtepec.

Calles internas

MITOS Y MEDITACIONES
De nuevo en el pueblo entramos a una tienda de artesanías, cuya dueña nos cuenta algunas leyendas de la zona. A sólo diez minutos de Tepoztlán, en Amatlán –donde habría nacido el mítico Quetzalcóatl–, está la Poza de Quetzalcóatl y se dice que el dios-hombre se bañaba en sus aguas. Cerca de allí hay una especie de grieta vertical en la montaña que los lugareños llaman una puerta o “portal dimensional”; se supone que en ciertas circunstancias esa puerta se abre y nos deja pasar a la otra dimensión. Este sitio, junto con los relatos de apariciones de ovnis es una muestra más del anecdotario estilo X Files con el que cuenta Tepoztlán. Además, hay quienes dicen que “en este pueblo son todos brujos”. Y no exageran; en pocos días allí nos cruzamos con un par de brujos tepoztecos, que curan con rezos y temazcal (una especie de sauna indígena ritual), y con un par de brujas “tepostizas” que curan con hierbas, ungüentos y elixires. Esta atmósfera favoreció la creación de varias posadas tipo spa y ashram o centros de meditación. En medio del monte y al pie de las sierras del pueblo de Amatlán, por ejemplo, se puede dormir en plena naturaleza semiacampando en confortables tipis, esas amplias carpas cónicas de los indígenas de Norteamérica.

Convento Dominico de la Natividad
Joya colonial
En el centro de Tepoztlán existe una joya de la arquitectura religiosa de la época de la conquista española, el ex Convento Dominico de la Natividad. El monasterio y la iglesia fueron construidos por los monjes de la orden entre 1560 y 1588. La iglesia todavía funciona como tal, y los chicos del pueblo juegan en su jardín que solía ser, en los tiempos de la evangelización, una capilla abierta. Las imágenes labradas en la fachada plateresca son muy interesantes: mezclados con los sellos de la orden dominica pueden verse símbolos indígenas, flores, el sol y la luna, estrellas y animales. El bellísimo monasterio hoy es un museo; adentro permanece el silencio y el olor a azahar de los patios sombreados con naranjos, los frescos en los muros con dibujos ingenuos y armónicos, y la temperatura fría de los claustros oscuros, de paredes gruesas y ventanas pequeñas. Desde el segundo piso hay una vista inolvidable de todo el valle, el pueblo y las montañas alrededor.

Florencia Podestá
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Web

viernes, 13 de noviembre de 2009

Cómo recorrer Roma sin gastos

¿Qué se puede hacer en la antigua ciudad sin entrar en gastos extras? A continuación algunas opciones turísticas en la capital italiana sin costo alguno.


1) El Foro romano: Era el mercado principal y centro de negocios en tiempos antiguos, donde se iba a la banca, el comercio, y las compras. Entrar en el foro es libre, pero el ingreso al Coliseo y el Palatino son pagos.


2) Appia Antica: Paseo de la antigua carretera de Roma el domingo, cuando no se permiten autos. Hay un montón de objetos antiguos para ver en la caminata pacífica, y hay visitas guiadas, incluso libre de la salida Via Appia Park y en el Parque Parco dell’Appia Oficina.


3) La Bocca della Verita:
Es una antigua máscara de mármol pavonazzetto, colocado en la pared del pronaos de la Iglesia de Santa María de Cosmedin en Roma el año 1632. La escultura, datable alrededor del siglo I, tiene un diámetro de 1,75 metros y representa un rostro masculino con barba en el cual los ojos, la nariz y la boca están perforados y huecos. Tampoco se tiene certeza acerca de su utilidad antigua: si era una fuente o parte de un impluvium o incluso una cloaca (hipótesis surgida a raíz de su cercanía a la Cloaca Máxima)

4) La Fontana de Trevi: Es la mayor (con 25,9 m de alto y 19,8 de ancho) y más ambiciosa de las fuentes barrocas de Roma. Según la actual división administrativa del centro de Roma, está situada en el rio de Trevi

5) La Escalinata di Spagna: Se encuentra en la plaza más famosa de Roma y en ella se encuentra la embajada española ante la Santa Sede, que da nombre a la plaza. La conocida escalinata sube hasta la iglesia de Trinità dei Monti y la barroca Fontana della Barcaccia

6) Vaticano en vacaciones: Mientras que los museos del Vaticano por lo general cobran entrada, se pueden visitar gratis el último domingo del mes


7) El Panteón: Originalmente un templo pagano, convertido en una iglesia en 608 AD. Es el monumento mejor conservado de la Roma imperial, totalmente reconstruida por el emperador Adriano alrededor del año 120 en el sitio de un antiguo panteón erigido en el año 27 AC por Agripa general Augusto


8) Piazza Navona y Piazza Campo dei Fiori: Son las dos más famosas de Roma. Piazza Navona, que sigue el trazado de un circo antiguo y contiene dos famosas fuentes de Bernini, cobra vida en la noche, mientras que el Campo dei Fiori (el campo de las flores) es la mejor experiencia durante las horas de mercado. Va a comer mucho más barato en el Campo dei Fiori, donde se encuentran comidas para llevar stands y tiendas de alimentos de todo el mundo


9) Paseando por los barrios-Trestevere: 'EL' barrio italiano de Roma. Las calles son estrechas y sinuosas a veces, aunque con más frecuencia que a la larga conducen a la Plaza de Santa María, sede de uno de las iglesias más antiguas de Roma. Esta plaza es el centro indiscutible de Trastevere


10) Paseando por los barrios II-Testaccio: Es un antiguo barrio construido alrededor de una colina de fragmentos de ánforas desechadas por los comerciantes época romana, que atracó en el puerto cerca del Tíber antiguo. Recientemente, talleres y clubes de moda han sido talladas en la base de este cerro. Testaccio está convirtiéndose rápidamente popular entre los jóvenes.


Fuente: Urgente 24 (recopilado de http://www.turistea.com)

martes, 3 de noviembre de 2009

Un tropico en Alaska

Agreste. El gobierno de Alaska alquila cabañas a US$ 35 la noche, que incluyen un horno a leña, algunas literas, una mesa con bancos, una alacena y un leñero fuera de la casa. Sólo resta disfrutar de la naturaleza y esperar ver los osos.

El Bosque Nacional Tongass es una selva tropical, pero fuera del trópico. Entre frutas finas, glaciares, osos gigantes y leyendas de aparecidos concentra la mayor biomasa planetaria.

Mientras sacaba del agua el remo del kayak en la bahía Thomas Bay del sudeste de Alaska, me detuve por un instante para escuchar el suave murmullo de la lluvia cayendo sobre el agua. Delgadas capas de niebla se posaban sobre las colinas cubiertas de abetos y hierbas de cicuta, tapadas por la neblina del lugar. De fondo, el gemido del arroyo Cascade Creek resonaba constantemente como recordatorio de que esta zona de Alaska es verdaderamente una selva tropical que recibe más de 250 centímetros de lluvia anuales. El clima es propicio para los patos y, sobre la playa rocosa de la bahía, una fila de aves acuáticas se sumergía y reaparecía con pescados en el pico. Inclinando la cabeza hacia atrás, deglutían la comida con sus largos pescuezos.

Mi marido, mi hijo y yo habíamos llegado temprano a la cabaña ese mismo día en un taxi acuático desde Petersburg, un pueblo de pescadores en el extremo norte de la isla Mitkoff en el Pasaje Interno de Alaska, aproximadamente 16 millas aéreas hacia el sudoeste de nuestro destino. La única manera de llegar era por vía aérea o marítima, exactamente lo que queríamos. Al planificar nuestro viaje en familia, mi intención era la de salir de los lugares habituales e ir a algún lugar sin electricidad, calles ni turistas como para poder experimentar la verdadera y auténtica Alaska. Pero con un niño de nueve años, cuya única experiencia de acampar era haber pasado algunos días en una carpa armada en nuestro jardín, irnos de mochileros a la selva no parecía ser la alternativa más práctica.

Una noche, descubrí en Internet que el gobierno de Alaska ofrecía cabañas a precios económicos (US$ 35 la noche). La casilla que más me llamó la atención fue la de Cascade Creek en el Bosque Nacional Tongass, una franja de 6.879.655 de hectáreas sin ningún camino o ruta terrestre. La descripción de la página web prometía la posibilidad de recoger frutos rojos con vistas de la vida silvestre y un camino de montaña con acceso a cascadas, un cañón, lagos de agua cristalina y áreas alpinas frecuentadas por cabras de montaña. Enseguida, lo reservé.

Y así fue que a las 8 de la mañana de un día brumoso de agosto, los tres nos embarcamos en una aventura por dos noches. Cargábamos bolsas de dormir y colchonetas, una hornalla portátil y utensilios de cocina, comida para tres días (incluyendo unos meros que habíamos pescado en una excursión de pesca la tarde anterior) y bidones de agua potable. En el bote había dos kayaks que habíamos alquilado para nuestra estadía. Tongass Kayak Adventures nos alcanzó hasta la cabaña, nos agregó una bolsa de cobertores de neoprene, chalecos salvavidas y otros implementos de remo incluyendo un botiquín de emergencia y una radio para pedir ayuda en caso de necesidad.

Mientras nos acercábamos, podíamos divisar la pequeña casilla de color marrón en un extremo de la playa rocosa en forma de medialuna. Del otro lado, vimos al arroyo Cascade Creek que desembocaba en las grises aguas glaciares de la bahía. Al frente de la casilla, había una piragua amarrada y la chimenea echaba humo. Como los huéspedes de la noche anterior aún estaban allí, dejamos nuestro equipaje afuera y decidimos inspeccionar el sendero del arroyo de Cascade Creek al otro lado de la bahía. Mientras caminábamos por la playa, un par de águilas peladas salieron volando desde los árboles y sobre la bahía. La lustrosa cabeza de una foca se asomó a la superficie para observarnos de cerca. Según un libro de senderos de montaña que compré en Petersburg, el primer kilómetro y medio del camino es considerado como el más fácil, así que empezamos a caminar primero sobre un sendero suave y mullido, pasando troncos recubiertos de musgo y liquen y luego seguimos caminando sobre tarimas instaladas por el Departamento Forestal. Las tarimas estaban recubiertas por un engranaje de plástico negro para facilitar la adherencia. Nos pareció una exageración hasta que cruzamos el puente de madera sobre una catarata y nos dimos cuenta de que el sendero se volvía mucho más empinado. Llovía.

Acuatico, se alquilan kayaks y se recomienda el trayecto en ferry por la Vía Marítima de Alaska.

Según la descripción del sendero, después de haber caminado aproximadamente 4 kilómetros, llegaríamos a una confluencia que nos conduciría al Lago Falls. Allí encontraríamos una canoa con la que nos desplazaríamos hasta otro sendero que eventualmente nos conduciría al Lago Swan. Pero con el camino taponado de troncos que dejó alguna tormenta, se nos hacía difícil darnos cuenta de cuánto habiámos caminado y decidimos pegar la vuelta e ingresar a la cabaña. En el interior, había dos literas (una simple y una doble), una mesa con bancos, un mostrador y un horno a leña (también había un horno a diesel). Una caja pegada a la pared en la parte de afuera servía para almacenar la comida. La galería al frente de la casilla daba a la bahía de Thomas y a la playa. Estábamos rodeados de arbustos cargados de moras. Un pequeño arroyito bajaba hacia la bahía.

Mientras llovía, nos entreteníamos leyendo el libro de huéspedes. Uno, 20 años antes, había escrito: “Llovió todos los días”. Un visitante alegó haber encontrado un oso en una de las camas. Y, en 1997, un cazador registró que el motor de su bote se había roto, sus alimentos y cigarrillos habían desparecido y no tenía manera de establecer contacto con el mundo exterior. “Nunca más me iré de viaje sin decirle a nadie a dónde voy”, escribió.

Luego de un paseo en kayak por la tarde, cocinamos la cena, grillando mero en una fogata a leña que logramos mantener encendida a pesar de la lluvia. Para aclimatarnos al lugar, nuestro agente de viajes en Petersburg nos había dado un libro: La historia más extraña que jamás haya sido contada, de Harry D. Colp. Había sido un buscador de oro en la zona, a principios del siglo XX. Mientras la noche de verano lentamente se extinguía (teníamos alrededor de 16 horas de luz de día), nos acostamos. Yo encendí una lámpara y comencé a leer las memorias de Colp en voz alta. Resulta que la tranquila bahía en la que nos estábamos alojando era conocida por los lugareños como la Bahía de la Muerte ya que un derrumbe había sepultado una aldea de 500 indígenas Tlingit en 1750. Y, aparentemente, sus fantasmas merodeaban la zona desde entonces. En cada capítulo, Colp contaba acerca de varios buscadores de oro que habían venido a la zona y que habían perdido la razón por culpa de los espíritus malignos.

Sin embargo, la única visita que nosotros recibimos fue la de un pequeño crucero que pasó por la bahía sin detenerse y la de una serie de marsopas que se desplazaban elegantemente en el agua. Ni siquiera el puercoespín sobre el cual nos habían advertido hizo su aparición.

Todo era tan tranquilo que al día siguiente nos quedamos dormidos. Cuando nos despertamos, salimos a recoger algunos arándanos para agregarle a los panqueques del desayuno y luego nos fuimos en kayak hacia la costa de Scenery Cove (Caleta con Vista Panorámica) y el Glaciar Baird, en el extremo norte de Stikine, vestigio de lo que una vez fueran las enormes sabanas de hielo que cubrían gran parte de Norteamérica en la época del Pleistoceno. Si el día anterior había sido lluvioso, éste ya parecía digno de un récord.

En la mañana del último día salió el sol, así que fuimos en el kayak hasta la isla Ruth. Cuando nos acercábamos al extremo rocoso del sur de la isla, apareció frente a nosotros un curioso grupo de focas dándonos un show. El taxi acuático estaba reservado para el mediodía y cuando regresábamos, vimos el crucero de la noche anterior anclado en la playa cerca del arroyo Cascade Creek. Mientras que cargábamos nuestros kayaks en el bote para emprender el regreso hacia Petersburg, oímos el estruendoso ruido de un hidroavión que aterrizó junto al crucero, llevando más turistas. Debe ser una linda experiencia pero para mí no se compara con la cabaña y el sonido constante de la lluvia cayendo sobre el techo de Alaska.

Arroyo Cascade Creek, de origen glaciar, desemboca en las aguas de la bahía Thomas

Remoto y entre osos
Cuando comencé a planificar nuestra escapada a Alaska con mi familia, una de las cosas que quería era pasar algún tiempo en un lugar alejado al que no se pudiera acceder por tierra y sin gente alrededor. Irnos de mochileros parecía una idea algo desalentadora (había leído el libro Camino a los parajes remotos, en el que John Krakauer relata la muerte de Christopher McCandless en la zona virgen de Alaska) pero hospedarnos en una cabaña me pareció la forma ideal de combinar el deseo de escapar del mundanal ruido con algo de comodidad.

En realidad, esto es relativo. Aunque las cabañas son ciertamente más cómodas que una carpa, por lo general no tienen electricidad ni cañerías ni calefacción más allá de una estufa a leña. Cuentan con literas, pero no hay colchones, hornallas para cocinar ni utensilios de cocina. Lo aconsejable es llevar bolsas de dormir, colchonetas, una hornalla u horno portátil, así como implementos de cocina y todos los alimentos y agua necesarios para su estadía (o un filtro de agua). En general es fácil conseguir leña, pero no hay garantías de que así sea.

Para empezar a planificar el viaje es útil consultar el sitio www.recreation.gov y allí ir al apartado del Departamento de Parques y Esparcimiento al Aire Libre del Estado de Alaska (dnr.alaska.gov/parks/cabins/index.htm)

Amy Virshup
The New York Times - Travel

miércoles, 28 de octubre de 2009

Berlín: a 20 años de la caída del Muro

Berlin Este nocturno

Es difícil caminar por esta ciudad e imaginar cómo era hace veinte años. Aunque los vestigios de su historia estén a la vista y dos adoquines alineados recuerden el trayecto de un muro que durante 28 años dividió al país, en algunos aspectos la actual Berlín parece ajena al pasado.

A punto de celebrar el vigésimo aniversario de la unificación (el 9 de noviembre), Berlín resulta hoy una de las más fuertes influencias políticas en el ámbito de la Unión Europea y brilla como una de las ciudades más importantes del mundo, revestida por una moderna fisonomía.

Inevitablemente, una de las preguntas frecuentes entre quienes la visitan es ¿y por dónde pasaba el Muro? Para ellos, por cierto, no sólo existen guías que marcan el recorrido, sino que subsisten restos de la construcción en distintos puntos de la ciudad. Tenía 3,60 metros de altura y medía 155 kilómetros, de los cuales 43 separaban Berlín. La mayor parte fue reciclada y reutilizada en la reconstrucción de calles y miles de trozos se vendieron o se venden en negocios como souvenirs. De lo que aún queda en pie hay partes en buen estado y otras muy castigadas tanto por factores climáticos como por cazadores de souvenirs. A continuación, cuatro locaciones imperdibles para conocer de cerca esta historia

Bernauer Straße

Bernauer Straße
Una de las calles víctimas de la división. Aquí, el límite corría entre la vereda y las paredes de las casas. Ahora ya no se ven los hogares que fueron tapiados por el Muro. Los vecinos, de la noche a la mañana, pasaron a depender de regímenes políticos opuestos y hoy, un centro de documentación que cuenta con un mirador para observar la parte interna de los restos del Muro ( a diferencia de los demás lugares, sin un solo grafiti) y una capilla reconstruida, junto a un paseo de imágenes en blanco y negro, recuerdan lo sucedido.

La capilla de la Reconciliación se eleva en lugar de la iglesia, que llevaba el mismo nombre, destruida en 198 5 por estar directamente en el límite, másprecisamente en la llamada franja de la muerte. Esta capilla, construida en madera, recuperó el altar original y las campanas de la antigua.

A pocos metros se ubica el centro de documentación inaugurado en noviembre de 1999, en conmemoración de los 10 años de la caída del Muro. Ofrecevideos de la época, documentos sobre la historia de esta calle, grabaciones de programas de radio, así como visitas guiadas en forma gratuita. Cuenta con una terraza-mirador que ofrece una interesante vista panorámica de la zona con restos de instalaciones fronterizas (torres de vigilancia, búnkeres, sectores para perros y obstáculos de alambre), una de las pocas que todavía se conservan.

Centro de documentación: calle Bernauer Straße 111. De abril a octubre, de 10 a 18; noviembre a marzo, de 10 a 17, con entrada gratuita. Cómo llegar: bus 245, línea 8 del metro (U 8), hasta la estación Bernauer Straße. Líneas 1 y 2 del tren urbano (o tranvía) (S 1 y S 2), hasta la estación Nordbahnhof.

Checkpoint Charlie

Checkpoint Charlie
Uno de los principales pasos de frontera, testigo de enfrentamientos y fugas espectaculares con finales felices o trágicos, es hoy una de las atracciones turísticas más fotografiadas de Berlín. Allí se encuentra un museo con fotografías y piezas como carteles con advertencias. También, la posibilidad de hacer estampar el pasaporte por 5 euros con sellos de aquellos años.

A pocas cuadras, después de pasar locales de souvenirs y algún recuerdo del Muro donde la gente espera su turno para la foto, por la calle Friedrichstraße se inicia una zona comercial con tiendas como Louis Vuitton, Prada y Lafayette.

Museo del Muro: calle Friedrichstraße 43 - 45. Abierto todos los días, de 9 a 22. La entrada tiene un costo de 12,50 euros para adultos y 5,50 para menores de 10 años. Cómo llegar: bus M29, parada Kochstraße o línea 6 del metro (U6) hasta la estación U-Bahn Kochstraße.

East Side Gallery

East Side Gallery
Un poco alejado del centro de la ciudad se encuentra el tramo más largo que se conserva del Muro. En esta zona, el río Spree constituía el límite y el Muro se levantó a pocos metros de la orilla. Tras la caída, más de cien artistas de 21 países dejaron sus obras impresas en los 1300 metros de pared, con tono político y también poético.

Esta galería fue declarada monumento nacional y llega hasta Oberbaumbrücke, puente de construcción neorromántica que es el cruce histórico más largo del río Spree y funcionó como paso fronterizo. Una gran obra de arte al aire libre que está siendo reparada para llegar a los festejos de noviembre con todo su esplendor, especialmente para borrar grafitis y firmas de turistas que dejan su nombre o país escritos en la pared, y rescatar las pinturas que en muchos casos quedaron tapadas.

Calle Mühlenstraße. Acceso libre. Cómo llegar: trenes S3, S5, S7, S9 parada Ostbahnhof, o línea 1 del metro (U1) hasta la estación de Warschauer Straße

Potsdamer Platz

Potsdamer Platz
Si no fuera por los cinco metros que aún resisten, nada hace pensar que el Muro efectivamente pasaba por la calle Stresemannstraße. Sinembargo, Potsdamer Platz, además del corazón de Berlín fue también el lugar más afectado por la frontera. Durante los años de la Guerra Fría desapareció bajo barreras antitanques, aunque nada pudo derribar su espíritu y a tan sólo tres días de la caída del Muro la vida urbana comenzó a reconquistar la zona.

Tardaron 10 años en su reconstrucción total, que hoy deslumbra con edificios modernos, hoteles de lujo y el espectacular Sony Center. En esta plaza también se ubica la sede el Festival de Cine de Berlín. En el mismo lugar donde fue colocado el primer semáforo de toda Europa, los fragmentos del Muro que allí se conservan, a espaldas del hotel Ritz Carlton, son otro punto de encuentro para turistas. Grandes carteles separan los restos de hormigón donde la gente se detiene a leer parte de la historia, a tomar fotografías y con suerte encontrar al soldado disfrazado para que le sellen el pasaporte o sólo para sonreír a cámara.

Cómo llegar: a la estación de tren Potsdamer Platz S1, S2, S25, con el metro línea 2 (U2) a estación Potsdamer Platz, o con el bus 200 o 347.

Queremos tirar el Muro una vez más
El 9 de noviembre se cumplirán dos décadas desde la caída del Muro. El aniversario se vive en Berlín desde mayo, cuando comenzaron las primeras exhibiciones, como la montada en Alexanderplatz al aire libre, basada en las imágenes de 1989/90. En www.mauerfall09.de se puede consultar la agenda completa de actividades, además de tours específicos para los visitantes, como los que utilizan GPS o se realizan en viejos automóviles (ver Datos útiles). El encuentro principal será el Festival of Freedom, el fin de semana del aniversario. También habrá un dominó gigante en el sendero que recorría el Muro, que será derribado por los berlineses. "Queremos tirar el Muro una vez más", dijo Klaus Wowereit, alcalde de la ciudad. Serán más de mil piezas, de 2,5 metros de altura.
Datos útiles

También se puede ver...

Cementerio Invalidenfriedhof:
aplanado durante la construcción de la frontera, fueron removidas y destruidas tumbas de generales prusianos. Tres pedazos de muro, uno de ellos de 100 metros de largo, aún se encuentran en su centro junto con documentos de la época e información histórica.

Calle Niederkirchnerstraße
Aquí coinciden dos capítulos oscuros de la historia alemana. Por un lado, los restos de muro y por otro, los cuarteles de la Gestapo y SS.

Souvenirs
En Berlín hay imanes para heladeras con pedazos del Muro, por 3 euros; postales del Este con un pedazo de piedra pintada, por 2 euros; cajas de plástico con restos de hormigón de diversos tamaños, que pueden llegar a valer hasta 20 euros. Ninguno de estos recuerdos viene con certificado de autenticidad; sólo hay que confiar o comprar... la ilusión.

Guías
Existen guía específicas sobre el Muro en los locales de souvenirs de Berlín. Cuestan desde 10 euros. Además:
  • www.visitberlin.de
  • www.berliner-mauer-dokumentationszentrum.de
  • www.mauermuseum.de
Tours especiales

* La propuesta de Mauer Guide ( www.mauerguide.com ) es "caminar el Muro", ayudados por una agenda con GPS, que reconstruye el trazado original y muestra fotos y videos a medida que uno avanza (8 euros por 4 horas).

* Hay varios tours en bici para conocer especialmente la historia del Muro. Algunos también se guían también por GPS, como se ve en www.fahrradstation.com

* Los Trabi Safari proponen algo literalmente histórico. Son recorridos por el lado oriental en tradicionales autos Trabant 601, un clásico de aquellos tiempos ( www.event-touring.com).




Warschauer, una calle bien conectada
Un recorrido de la Puerta de Francfort al puente Oberbaum y los barrios Friedrichshain y Kreuzberg; mercados, cafés y buenas vistas de la ciudad

La calle Warschauer no es ni por asomo la más bella de Berlín. Más lindas son, por ejemplo, la Rosenthaler, en Mitte, o la avenida Unter den Linden, que une la Puerta de Brandemburgo con la Torre de Televisión y la plaza de Alexander.

Pero sí se puede decir a favor de la calle de Varsovia que conecta dos lugares muy hermosos de la capital alemana: la Puerta de Francfort, sobre la avenida Karl Marx, donde se ven los imponentes Palacios de los Trabajadores (antaño monoblocks de lujo para la nomenclatura ; hoy viviendas codiciadas por altos ejecutivos), y el puente Oberbaum sobre el río Spree, desde el que se observa a lo lejos la Torre de Televisión cerca de las aguas del río. También, que atraviesa en escasas diez cuadras el barrio de Friedrichshain, uno de los más vibrantes de la ciudad e interesantes en cuanto a oferta cultural, que perteneció a Berlín Oriental, y lo conecta con Kreuzberg, otra parte destacada de la ciudad, en este caso del ex Berlín Occidental, también conocida como segunda Estambul por la gran cantidad de turcos que viven allí: unos 120.000. Por eso vale la pena recorrerla y también sus alrededores.

A unas cuadras de la Warschauer, por una de las calles perpendiculares, se encuentra la plaza Boxhagener, donde hay un mercado de pulgas los sábados y domingos, uno de alimentos en el que se puede comprar delicias como salmón, arenque, vino, frutas, queso y la más grande variedad que uno pueda imaginar de panes y salchichas, dos fuertes de la cocina alemana.

La plaza está rodeada de cafés, cada uno de los cuales es un mundo. Hasta hay uno húngaro, con repostería made in Budapest . Muchos amigos se encuentran los domingos por la mañana en la plaza, hacen las compras en el mercado mientras conversan y terminan en un café hasta que se hace la hora de comer. Pero además de cafés, cerca de la plaza hay bares, centros culturales, paredes con grafitis (probablemente de los más lindos de Berlín, aunque hay uno gigantesco y espectacular que se puede ver desde el puente Oberbaum, ya casi en Kreuzberg), vinerías (a cual más sofisticadas), tiendas de ropa alternativas y restaurantes.

El bar que más me gusta de esa zona es Die Tagung, en la calle Wühlich, cuya decoración es típica de la antigua Alemania comunista, pero con un toque todavía más kitsch para estos tiempos. Uno puede acodarse en la barra y sentarse... sobre la cabeza de un busto de Stalin, que hace las veces de taburete.

Friedrischhain es un barrio tranquilo, pero sus vecinos, si lo consideran necesario, se movilizan instantáneamente en defensa de sus ideales. Que se lo pregunten si no al dueño de un local a metros de la estación de subte de la Puerta de Francfort, que decidió en marzo último vender ropa de marcas identificadas con los neonazis y que, por su mala idea, debió enfrentar manifestaciones diarias de vecinos del barrio (y algunas que trascendieron a los vecinos del barrio) hasta que tuvo que cerrarlo.
Al cruzar el río Spree

Para comer durante un paseo por ahí no elegiría un restaurante, si bien los hay muy buenos. Lo que más me llamó la atención es un Imbiss (se podría traducir como local de comida al paso) de Sudán, en el que hacen deliciosos sándwiches calientes que se pueden acompañar con gaseosa Africola.

Por la noche, tal vez lo mejor sea cruzar el río Spree (sí, justo cuando termina la Warschauer, donde antes estaba el Muro) e internarse en Kreuzberg. En la continuación de la Warschauer, tras el puente Oberbaum, hay un restaurante vietnamita en el que se puede probar la deliciosa sopa Pho, plato nacional de ese país asiático y por adopción (muchos vietnamitas se establecieron en Berlín Este en la época del bloque soviético), plato típico de la capital alemana. Más allá de ese restaurante, en Kreuzberg abundan los locales de comida turca y lo más adecuado sería, tal vez, pedirse un donner kebab o ir a una pastelería y probar alguna de las deliciosas confituras que elaboran los inmigrantes de este país, a los que se les permitió establecerse en Berlín Occidental con sus familias, para paliar la falta de mano de obra masculina tras la guerra. Uno de mis bares preferidos en Kreuzberg, cerca del puente Oberbaum, es el Sofía, antiguo restaurante turco (se nota por los paisajes de ese país pintados en las paredes) reciclado en bar trendy alemán.

El fin del recorrido puede ser en Madame Claude, a metros del Sofía, curioso club en el que se puede escuchar todos los días música en vivo y en el que cuelgan del techo mesas y sillas invertidas que desafían la gravedad y parecen un reflejo de las reales. Enese mundo al revés que propone Madame Claude, nada como una cerveza Agustiner, la mejor de las alemanas a mi juicio, para poner los pies sobre la tierra después de este pequeño, pero contundente recorrido.

María Fernanda Lago/Leandro Uría
La Nación - Turismo
Fotos: Web/Analog Berliner

U2 ofrecerá un concierto gratis frente al viejo Muro de Berlín
Después de hacer historia al transmitir vía Internet uno de los conciertos más importantes de su carrera, la banda U2 volverá a dejar su marca. Esta vez, ofrecerá un concierto gratis frente al viejo Muro de Berlín para ayudar a la ciudad a celebrar el vigésimo aniversario de la caída de esa muralla que dividió durante 28 años a Alemania.

La cadena televisiva MTV informó que el cantante Bono y su banda irlandesa actuarán frente a la Puerta de Brandenburgo el 5 de noviembre durante los Premios MTV Europa. El concierto será transmitido en la ceremonia de entrega de los galardones en la arena O2 World de Berlín.

El manager de U2, Paul McGuinness, dijo que será emocionante estar en la capital alemana "casi exactamente 20 años después de la caída del muro'', que fue derribado el 9 de noviembre de 1989, terminando con casi tres décadas de separación entre el este y el oeste de Europa.

Aunque el concierto es gratuito, habrá que conseguir las preciadas entradas que estarán disponibles en U2.com y en el sitio de MTV Europa desde hoy. Los organizadores explicaron que para acceder a ellas hay que registrarse en esos sitios y que se entregarán dos tickets por persona.

El concierto también recordará que hace 15 años se celebraron los primeros MTV Europa en la Puerta de Brandenburgo. Otra coincidencia con este recital es que el álbum de U2 de 1991 "Achtung Baby'' fue inspirado en parte por el viaje que la banda hizo por Berlín ese año.


martes, 20 de octubre de 2009

Bolivia: El espíritu de la Chiquitanía

San Javier: Fiesta Grande, es el ritual en el que los campesinos piden buenas cosechas

En Santa Cruz de la Sierra, un periplo por los pueblos y aldeas de la Chiquitanía, el polo cultural que crearon los jesuitas en el siglo XVII. Platos típicos y tradiciones milenarias

Las melodías del Barroco y el Renacimiento fluyen afinadas desde el escenario hacia las butacas, en la Casa de la Cultura de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Los acordes de las 25 voces del coro Paz y Bien se enriquecen cuando se acoplan diez violines, cuatro cellos y un contrabajo. No puede ser mejor la presentación del Festival de Temporada de Música Americana, que se celebra todos los años entre agosto y septiembre. El ensamble de jóvenes y adolescentes de San Ignacio de Velasco honra así -sin artificios- su pasado de misión jesuítica, aunque no reniega del más lejano origen chiquitano.

Más de 200 km al nordeste de esta ciudad, el avance de la colonización se cruzó con trece naciones originarias y desarrolló una estrategia que priorizaba la creatividad, bien diferente del modelo que alentaba el sometimiento a sangre y fuego. La deslumbrante arquitectura de los templos levantados entre 1691 y 1760 fue acompañada por talleres de música y escuelas de tallado en madera, oro y plata.

Esa herencia, decididamente enfocada en la expresión artística, se refleja hoy en la proliferación de compositores, musicólogos, instrumentistas, luthieres y maestros talladores. Un amplio bagaje de espíritus dedicados a crear.



Punto de partida
En San Javier, primera escala de la Ruta de los Jesuitas -que diez aldeas conforman desde aquí hasta Santo Corazón-, las calles de piedra avanzan empinadas entre gallineros y cercos de caña, hasta converger en la Piedra de los Apóstoles, una colina que amontona rocas bajo el sol demasiado caliente. En el centro de este escenario natural, diez mamas (las señoras mayores de las comunidades indígenas) dan la bienvenida a la Fiesta Grande de la Chiquitanía, un acontecimiento que convoca anualmente a fines de agosto a todo el pueblo y era anunciado desde hacía rato por el golpeteo de tamboritas, colgadas de los esmirriados cuerpos de cuatro ancianos.

"Ahora vamos a bailar", invitan aquellas mujeres de rostros brillantes y oscuros, a las que aquí se debe el mayor de los respetos. A unos pasos, el cacique mayor Francisco, líder del Cabildo Chiquitano, aprueba a mano alzada. Turistas y periodistas aportan sus pasos arrítmicos al yaritús, la danza nativa que la etnia pipoca bailaba desde mucho antes de la llegada de los jesuitas, para rogar una buena cosecha al dios avestruz. El ritual pagano nunca dejó de celebrarse, aunque los lugareños tuvieron que adecuarse a sus visitantes inesperados: San Pedro y San Pablo pasaron a ser los destinatarios de sus mayores plegarias.

Las voces y colores de la Bolivia profunda afloran sin la menor señal del paso del tiempo en 44 comunidades desperdigadas como un collar sin engarzar alrededor de San Javier. Asoman al costado de la ruta 4, en precarios puestitos donde las niñas vocean refrescos, yuca frita, arroz con leche, chicha (jugo de maíz o maní), somó (chicha con semilla), pan marraqueta y chipilo (plátano frito y salado), sin disimular su timidez.

El casco urbano de San Javier es un modesto caserío de tejados a dos aguas, a la sombra de la monumental obra de arte pergeñada por el religioso, músico y arquitecto suizo Martin Schmid en el siglo XVII: el diseño de la iglesia remite a un chalé centroeuropeo, cargado de ornamentación barroca en cedro tallado, tirantes del techo de tejas de cuchi (quebracho colorado), paredes de barro, pila bautismal de bronce y campanario sostenido por troncos del árbol momoqui. Una vistosa joya, replicada apenas con detalles diferentes, a 60 km de San Javier: en Concepción se devela uno de los misterios que la cultura chiquitana ocultó durante tres siglos. Fue otro helvético inquieto, el arquitecto Hans Roth, quien en 1972 se animó a indagar el contenido de unos cofres polvorientos, olvidados en dependencias de las iglesias jesuíticas, que el abandono parecía consumir a fuego lento.

La tarea de restauración de los templos le llevó 27 años, hasta su muerte en 1999. A lo largo de esa gesta llena de contratiempos, Roth descubrió unas cajas de cuero y extrajo los papeles ajados de 3.052 partituras, libros de bautismos, defunciones y matrimonios (el más antiguo está fechado en 1738) y consignó en su diario: "Gran parte están deterioradas, sucias, gastadas y quemadas en las orillas, falta gran parte de las tapas y los cuadernillos son meras hojas sueltas". A partir de la apertura de la Sala de Restauración y la recuperación del material, el panorama que desanimó a Roth fue cambiando, en un minucioso proceso hoja por hoja, todavía inconcluso.

Bosque Chiquitano

Del silencio a los ruidos molestos

El techo a dos aguas de la Catedral de Concepción dibuja una gigantesca "v" invertida frente a la plaza de Concepción. Sólo las figuras esbeltas de cuatro palmeras -que indican los puntos cardinales- y la cruz central parecen desafiar la opulencia de la obra cumbre. Repentinamente, la atmósfera silenciosa de la Chiquitanía sucumbe ante el paso alocado de las mototaxis.

Sin embargo, no parece haber motor capaz de interrumpir el sueño profundo en el hotel Chiquitos. En lo mejor de ese momento sublime -alrededor de las 4 de la madrugada-, dos golondrinas inoportunas deciden anidar debajo del tejado. Raspan el cielorraso de cañas sin ningún miramiento, se ganan una serie de maldiciones y el descanso se hace trizas, hasta que el canto de un gallo piadoso ordena levantarse.

Unos minutos más tarde, la Chiquitanía y su gente vuelven a prodigar su característica hospitalidad. Osvaldo Parada Achával, el dueño del hotel, se ríe a carcajada limpia del desplante de los pájaros e invita un delicioso paseo por el parque, teñido de los fucsias de algunas de las 627 variedades de orquídea que cultiva.

En las afueras del pueblo, las sesenta familias de la comunidad Guayaba se esmeran por ofrecer el auténtico desayuno chiquitano. Sacudidas por el ritmo de la Banda Guayabera, las mujeres sirven sus masas en una enorme hoja de plátano. Desfilan panes de arroz, masacos (plátano con charque), yuca y roscas de maíz, mientras las tejedoras en liencillo trabajan a la vista y el maestro tallador Sebastián Supayabe le saca lustre a un ángel en madera.

Atardecer en el río Parapeti

La buena mesa
Los platos más representativos de la gastronomía de Santa Cruz y alrededores son sencillos en su preparación, aunque pródigos en calorías. El locro, como los cambas (pobladores del oriente boliviano) denominan la sopa de pollo, es una especialidad muy extendida en la región. Los sabores autóctonos también incluyen sopa de maní, lechón al horno, keperí (piel del estómago de la vaca) al horno, majao (arroz con carne de pato o charque, huevo y plátanos fritos), yuca (tubérculo) frita como la papa y picante de ají locoto con tomate. Para beber, jugos de piña, tamarindo y achachairú (fruta tropical), somó (refresco de maíz) y mocochinchi (refresco de durazno seco deshidratado, con melaza de azúcar, canela y clavo de olor).

En cuanto a los postres, es una delicia una especie de flan conocida como Tres leches, tablillas de dulce de leche sólido y helados caseros de fruta. En Santa Cruz, los mejores lugares para probar la comida típica son los restaurantes La Casa del Camba y Los Lomitos y los mercados populares Los Pozos y La Ramada. En los sitios de mayor categoría, el precio por persona de una cena o un almuerzo oscila entre 3 y 4 dólares.

Las dos caras de una maravilla
El hecho de que la maravillosa obra de las misiones esté en pie tiene sus pros y contras. Por un lado, proporciona tanto a nuestros hermanos bolivianos como a los turistas extranjeros un rico conocimiento de la evangelización a través de las artes y la música. Pero también muestra de qué manera han desaparecido muchas etnias autóctonas. Lamentablemente, todas han perdido parte de su identidad, la lengua y el modo de vida y se fusionaron en una cultura única, diseñada por los jesuitas. De todas maneras, es muy valioso el rescate, para poder recuperar y mostrar el ayer genuino de la región que los colonizadores llamaron Chiquitanía. Un pueblo con cultura tiene identidad, nos dice de dónde provenimos. Gracias a los historiadores, pudimos enterarnos hace pocos años que aquí había danzas ancestrales, maravillosos músicos indígenas y luthieres de música barroca y renacentista. Crecí con los rumores que aseguraban que las paredes de las iglesias escondían pinturas antiquísimas y que había archivos de creación musical. Fue muy emocionante descubrir eso y constatarlo como real.


Cristian Sirouyan.
Clarín - Viajes
Fotos: Clarín - Wiki

martes, 13 de octubre de 2009

El aeropuerto autoservicio

No haga cola, llama el cartel. Automatizar el proceso de embarque es la meta de las aereolíneas, para reducir costos, y de los aeropuertos, para descongestionar.

En pocos años habrá que olvidarse del check in atendido por humanos. La era del hágalo usted mismo.

Los puestos de check in atendidos por empleados de las líneas aéreas pueden desaparecer. Candidatos a reemplazarlos son unos “kioscos” parecidos a cajeros automáticos de banco, donde cada quien tipea el código de su reserva, muestra el documento de identidad a una lectora y recibe la tarjeta de embarque de una impresora. Y si lleva valija, de la máquina sale una cinta de papel para que la identifique antes de dejarla en un puesto de la aerolínea.

Instalados por LAN en Ezeiza y Aeroparque, el uso de esos kioscos todavía es incipiente en la Argentina, pero en otras partes se está convirtiendo en la norma. Puestos de autoservicio de uso común ya funcionan en 80 aeropuertos, según IATA, la asociación mundial de las aerolíneas. En este instante ya hay pasajeros en el mundo haciendo el check in sólo con su celular: la pantalla muestra el código de barras a una lectora. Kioscos de autofacturación de equipaje son otro punto de los aeropuertos en los que las responsabilidades del embarque empiezan a ser trasladadas al pasajero.

“La gente lo adoptará como antes adoptó los cajeros automáticos de los bancos, y nunca más quiso hacer cola”, dice Olivier Layly, vicepresidente para América Latina de Sita (Société Internationale de Télécommunications Aéronautiques). SITA es una cooperativa que formaron hace 60 años once aerolíneas para manejar sus comunicaciones, y que ahora se dedica a abaratar y optimizar procesos para líneas aéreas, aeropuertos y otros clientes.

Circulen, por favor
Unas 5.000 millones de personas pasan cada año por los aeropuertos del mundo, y reducir la congestión es una de las obsesiones del negocio aeroportuario, como lo muestra una encuesta realizada por Sita entre 200 grandes operadores.

La biométrica para la identificación en migraciones explotará de su actual uso de un 2% a un 30% en cinco años, según pronósticos del sector. No sólo migraciones la usará, sino también las aeéreas, para franquear la entrada al avión.

Sumando varias de las novedades en uso, dentro de algún tiempo un teléfono puede ser todo lo que haga falta para tomar un vuelo. El ticket, comprado online, es enviado al celular; el check in podría realizarse camino al aeropuerto. Controles biométricos verificarán la identidad del pasajero en migraciones y un simple movimiento del teléfono contra un lector validará la tarjeta de embarque. Nada de empleados de la compañía dirigiéndole la palabra.

Puede parecer un poco fantasmagórico para los que todavía esperan que alguien les diga “buen viaje” en su camino al avión. Pero una encuesta que realizó IATA muestra que apurar el trámite es una aspiración mayoritaria entre los viajeros frecuentes. El 56% de los pasajeros activos interrogados habian usado check in online y el 69% los kioscos de aeropuertos.

Uno de los grandes aceleradores del cambio de procesos son los grandes eventos deportivos: ningún otro motivo junta tantos pasajeros en tan pocos días y desborda los mecanismos usuales. Sudáfrica está equipando sus aeropuertos para recibir cerca de medio millón de visitantes para el Mundial 2010. Adoptaron sistemas de uso compartido, que permiten que cualquier puesto del aeropuerto sea usado por cualquier compañía. Para Pekín, la ocasión fueron los Juegos Olimpicos del 2008, y en Abu Dhabi se equiparon con motivo de la Fórmula Uno y el Mundial de Clubes. “La clave para salir airosos en el manejo de grandes afluentes de pasajeros es tener la mayor tecnología posible y personal entrenado”, dicen en Sita. El gobierno de Brasil, dueño de Infraero, la mayor operadora de aeropuertos del país, ya mantiene conversaciones, con la mira puesta en el Mundial del 2014.

Isabel Stratta
ieco - Clarín
Imagen: Clarín

Nota de T. Virtual:
Aeropuerto Internacional de Ezeiza "Ministro Pistarini"
El aeropuerto se encuentra ubicado en la localidad de Ezeiza, en la provincia de Buenos Aires, a 22 km al SO de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El único acceso desde la Capital Federal hacia el Aeropuerto es la autopista AU1 -25 de Mayo- también llamada Tte. Gral. Ricchieri (“la Ricchieri”). Categoría OACI > 4E

Aeroparque Internacional "Jorge Newbery"
El Aeroparque Jorge Newbery se encuentra ubicado en la Avenida Costanera, frente al Río de la Plata, entre la Av. Sarmiento y la calle La Pampa, dentro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y distante a tan solo 2 km del centro.
Categoría OACI > 4D

Fuente: AA 2000

martes, 6 de octubre de 2009

Brasilia, cerca del medio siglo

El puente Juscelino Kubitschek, en honor al presidente que fundó la ciudad

La capital del país vecino, construida en medio de la nada y poblada por funcionarios de otros rincones del país, prepara los festejos de los 50 años

El cielo es el mar de Brasilia. Sí. La frase es un slogan. Pero también un consuelo. En Brasilia el mar queda lejos. Muy lejos. Y eso, para muchos brasileños, sobre todo para los que llegaron desde la costa, los que vinieron alguna vez desde Río de Janeiro, podría haber sido una gran tragedia.

Pero Brasilia no está para tragedias. No fue concebida así. El ingenio, la poderosa mano del hombre, siempre ha sido más fuerte.

Hace 50 años aquí no había nada. Sólo tierra roja y seca, árboles achatados, algunos animales que pululaban entre los pastizales y un par de riachuelos. Hoy -después de haber levantado una enorme ciudad en sólo tres años- hay de todo. Y, primero, gente. La capital fue planeada para 500 mil habitantes. Hoy viven 2,6 millones. También hay largas avenidas, construcciones monumentales, edificios de formas extrañas, grandes puentes arqueados, cientos de iglesias, complejos centros comerciales, autos, muchísimos autos. Hasta hay un gran lago artificial. Y un parque. Una enorme área verde donde hoy, un soleado domingo, podemos ver parte de la nueva vida de la joven Brasilia.

Un estilo arquitectonico moderno

En el parque de la ciudad, no hay políticos ni senadores ni diputados ni ministros. O tal vez sí hay, pero no se ven. Nadie usa traje ni corbata. Sí shorts y zapatillas. Todo el mundo trota. O anda en bicicleta. Algunos están tomando una Skol gelada en las pequeñas barracas del parque. Otros están en zunga, jugando futvolley en pequeños y trasplantados pedazos de arena, como si estuvieran en Ipanema. Hace calor. Se ven lindas garotas por doquier. Suena música. Se oyen tambores, berimbaos.

Entonces se entiende: Brasilia, por más político y formal que parezca, también es Brasil.

En exactamente 6 meses y 24 días más, el próximo 21 de abril de 2010, Brasilia cumplirá 50 años. Y lo celebrará como corresponde: de aquí al próximo año, 50 nuevas obras deberían estar inauguradas en la ciudad. Más de dos millones de personas deberían reunirse en la llamada Esplanada dos Ministerios, el punto neurálgico de Brasilia, donde se alinean los edificios públicos, como enormes cajas de fósforos, justo frente al Congreso. El grupo U2 (o, como también se anuncia, Paul McCartney) debería tocar en vivo, y gratis, para la multitud. Y en la multitud debería haber, por supuesto, miles de brasilienses puros, los integrantes de las dos únicas generaciones que hasta ahora han nacido aquí: los que hoy tienen o rondan los cincuenta años, y sus hijos, que han comenzado a consolidar la verdadera identidad brasiliense.

"Brasilia es la síntesis de Brasil. Aquí hay personas que vinieron de todos los estados brasileños y que crearon una sociedad muy diferenciada, muy abierta", asegura Paulo Octavio, de 48 años, vicegobernador de Brasilia, organizador de los festejos, dueño de una de las principales inmobiliarias de la ciudad, y de cierto modo candango.

Lado derecho está el corredor de jardines, con la terminal de autobuses y después la Plaza de los Tres Poderes

En Brasilia llaman candangos a los que llegaron a construir la capital hace 50 años. Obreros venidos sobre todo del Nordeste y que, en vez de regresar a su tierra, decidieron quedarse al ver aquí un futuro mejor. Sin embargo, la ciudad no era para ellos, sino para los administradores del gobierno que vendrían de Río. Así, sólo les quedó poblar los alrededores. Y luego transformarlos en ciudades satélite, que hoy son cerca de veinte. Una de ellas se llama, justamente, Candangolandia.

Aunque no vino del Nordeste, sino del Sudeste, del estado de Minas Gerais, Paulo Octavio también construyó Brasilia. Claro que sin palas ni picotas. "Lo que más me gusta de Brasilia es la epopeya de su construcción -cuenta-. Soy parte de una generación que vio nacer, crecer y consolidarse a esta ciudad. Soy un privilegiado. Nosotros luchamos por la consolidación de Brasilia como capital. Yo entré en la política por eso."

A Brasilia casi todos vienen a trabajar. Muy pocos, a pasear (hay datos que dicen que sólo el 7 por ciento de los brasileños conoce Brasilia). Ya en el avión se ve demasiada gente con corbata, maletines y notebooks, agendando reuniones. Brasilia sólo vive de lunes a viernes, cuando los embotellamientos para entrar o salir del centro pueden ser infernales. Los fines de semana, en cambio, el centro está vacío.

Palacio Itamarati, próximo a la Plaza de los Tres Poderes

Cabeza, tronco y ruedas

Nunca se ve mucha gente caminando. Todos andan en auto, en ómnibus o en metro. "Hay un dicho muy popular aquí -cuenta Roberto Carneiro, de 46 años, brasiliense puro-. Se dice que el brasiliense tiene cabeza, tronco y ruedas. Si no se tieen auto en Brasilia se está en problemas. Hay taxis, pero son caros. Para los más jóvenes, los que no manejan, es difícil salir de noche. Ayer fui a buscar a mi hija a una fiesta y tuve que atravesar casi toda la ciudad."

La lógica urbanística de Lúcio Costa -obra que luego rellenó el arquitecto Oscar Niemeyer y decoró el paisajista Roberto Burle Marx- fue centralizarlo todo. Así, Brasilia se organizó con la forma de un avión: en el medio -el cuerpo del avión- se construyó el Eje Monumental, donde están los tres poderes del Estado y los principales monumentos; en los lados -las alas del avión- se crearon el sector hotelero, sur y norte, y las famosas supercuadras.

Las supercuadras son el sello de Brasilia, formas futuristas de organización vecinal cuya idea original fue tener todo en un solo perímetro: las viviendas, todas iguales, en edificios de no más de seis pisos; el colegio, la iglesia, la farmacia, la panadería. Todo para no moverse de allí y sólo salir para trabajar en las oficinas, los ministerios, el Congreso.

Catedral Metropolitana de Nossa Senhora Aparecida

Pero la utopía no funcionó. Muchos comerciantes, que llegaron a Brasilia con la lógica convencional, pusieron la entrada de sus negocios hacia la avenida exterior, no hacia la supercuadra. Los residentes ya no podían ir por dentro. Para comprar comenzó a ser necesario ir en auto. Con los años, al ver que la calidad de los colegios fiscales en las supercuadras iba empeorando, quienes vivían allí comenzaron a mandar a sus hijos a escuelas privadas, fuera del barrio. Así, los que hoy usan las escuelas fiscales son, sobre todo, los hijos de los obreros que vienen desde las ciudades satélite a trabajar en las supercuadras. Un obrero no podría vivir allí.

Pero se vive bien en la capital. Es un buen lugar, por ejemplo, para criar niños. La ciudad es tranquila, hay bajos índices de violencia, en comparación con otras grandes ciudades de Brasil. Además, los salarios, para quienes trabajan en salud, seguridad y educación, son altos: los profesores, por ejemplo, son los mejor pagados del país. La vida es, tal vez, demasiado plácida. Los bares cierran a las 2 de la mañana. Los fines de semana, cuando muchos salen de Brasilia (los políticos, sobre todo) no pasa nada, salvo alguna que otra fiesta universitaria que se anuncia con antelación. ¿Pasar el carnaval aquí? Un error: en febrero no hay nadie.

Sin embargo, Brasilia está saliendo de la abulia. El turismo cívico, por ejemplo, ha crecido. Desde la llegada al gobierno del popular Lula da Silva, en 2003, ver dónde trabaja el presidente se ha vuelto mucho más interesante para el brasileño común. Aparecen, incluso, supercuadras gastronómicas, como la 404 y 405 Sul, donde se han concentrado prestigiosos restaurantes: el Peixe Na Rede, el Fred, el Bargaço, el Nu Ceu, el Portal 4.

Es cosa de tiempo. Brasilia aún es joven como para tener una oferta culinaria consolidada. Si no ha cumplido ni 50.

Edificio de departamentos tipicos

El sueño de Don Bosco
Brasilia no es una ciudad, es un sueño. Lo fue en 1789, cuando los inconfidentes (opositores a Portugal) pidieron por primera vez llevar la capital desde Río (antes, hasta 1763, estuvo en Salvador de Bahía) al interior. Lo fue en 1891, cuando una nueva Constitución ordenó su mudanza, aunque nada se concretó entonces. Fue la misma época en que el padre italiano Don Bosco tuvo su famosa premonición: vio una tierra de riqueza y prosperidad cerca de un lago, ubicada entre los paralelos 15 y 20 del hemisferio sur. Don Bosco es, de hecho, el patrón de Brasilia.

Y fue un sueño en 1955, cuando irrumpió el carismático Juscelino Kubitschek, entonces candidato socialdemócrata a la presidencia de Brasil. El apostó a construir una nueva gran capital y en tiempo récord, dentro de su ambicioso plan de desarrollo: "Cincuenta años de progreso en cinco años de gobierno".

El 21 de abril de 1960 Brasilia abrió los ojos al mundo, para marcar el cierto y deseado encuentro de Brasil con su grandeza, como reza el monumento que hoy es hito turístico de la ciudad. "Brasilia es monumental por su valor y su significado", dice Claudio Queiroz, arquitecto, profesor de la Universidad de Brasilia, discípulo de Athos Bulcao (el responsable de los mosaicos que decoran plazas y paredes de Brasilia), y que también trabajó con Costa y Niemeyer.

"Existe un momento mítico en la historia de Brasil, cuando los degradados -los primeros portugueses que llegaron para pagar penas con trabajos forzados, los negros que vinieron como esclavos y los indios- sólo tenían un camino para ser libres, y ése era huir al interior, al sertão -continúa-. Ellos se mezclaron en el interior de Brasil, se quedaron y no volvieron más a la matriz colonial. Ellos son el centro de la identidad brasileña. Por eso, Brasilia, que está en el interior, en el medio, es comprendida como un símbolo nacional."

Claudio Queiroz habla con pasión. También llegó a Brasilia en busca de una vida mejor. Y se quedó para siempre.

"Brasilia es sobre todo la reconciliación de la ciudad con la naturaleza -dice Queiroz-. El carácter de Brasilia es el de una ciudad-parque. Es una ciudad inventada. El símbolo de una nación nueva, pero formada por pueblos muy antiguos."

Caminamos por los verdes pastizales del Eje Monumental, frente a las torres del Congreso.

Las avenidas, ahora silenciosas, se pierden como líneas rectas en el horizonte. Un viento fresco nos golpea la cara. Y entonces miramos hacia arriba. Y allí está: el cielo de Brasilia. El mar de Brasilia.

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www.braziltour.com

Sebastián Montalva
El Mercurio - Chile
Fotos: El Mercurio/GDA/Web/caminandosinrumbo.com