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jueves, 11 de diciembre de 2008

Toronto - Canada: el otro sueño americano

En la plaza Nathan Phillips, punto de encuentro del céntrico City Hall, se puede alquilar patines para usar entre edificios de la zona financiera

Orgullosa de sus inmigrantes, con espíritu verde y buen vivir, la gran ciudad canadiense hace gala de su modernidad y recibe a los visitantes con propuestas para disfrutar con o sin frío

Dr. House le preguntó a un paciente si había llegado desde Canadá, porque no podía creer su extremada buena onda. Tratándose del personaje de Hugh Laurie, la pregunta no era más que una burla. El largometraje de South Park va más allá: la ironía está en demonizar al país vecino hasta declararle la guerra, algo impensado y desopilante en Estados Unidos, donde suelen bromear con su pacifismo y tildarlos de naïf. "Creen que tenemos sólo policía montada y que vivimos en un iglú", se ríe Carole, guía turística de Toronto, una ciudad que hace gala de su espíritu verde, la cultura y el respeto por la diversidad. Porque más allá de cualquier chiste hollywoodense, es Primer Mundo, en serio.

Para entender de qué se trata la integración y tolerancia basta ver el festejo callejero de alguna comunidad minoritaria, que es acompañada por las demás, o empezar el recorrido por Kensington, que fue primero un barrio inglés, después judío, más tarde portugués y caribeño, y hoy reúne a decenas de nacionalidades, además de estar junto al mayor de los tres chinatowns de la ciudad. Y no muy lejos de allí se ubican Little Italy y Little India .

Locales de rastafaris pegados a viejas sinagogas, restaurantes asiáticos con sepias, cerdos y patos colgados en las vidrieras, objetos de moda y puestos de comida barata forman parte de Kensington, que es abandonado por las comunidades que prosperan, pero siempre llegan otras para reemplazarlas. "Hay que seguir abriendo las fronteras o inventar un carnaval y dejar de vender televisores, porque no tenemos mucha reproducción", expone Carole, de madre polaca y padre inglés, en relación con las políticas que favorecen la inmigración.

Según la guía, el canadiense es respetuoso por su origen anglosajón y organizado por naturaleza. "El invierno es tan crudo que no queda otra que ser buen administrador. El frío nos formó el carácter", asegura.

Toronto ha desafiado las estadísticas que indican que, en promedio, los canadienses pasan más del 80 por ciento del tiempo libre dentro del hogar. Se hizo básicamente a fuerza de kilómetros de túneles y una nueva moda: las terrazas en bares y restaurantes.

La ciudad subterránea protege a las multitudes de la nieve, en un circuito de 25 kilómetros que se extiende por debajo de los rascacielos. Es como un gran shopping, con techos de vidrio en muchísimos sectores, para no sentir el encierro. Miles de torontorianos van así, de su casa al trabajo, sin enterarse del frío. Se puede ingresar prácticamente por cualquier edificio de la zona financiera; sólo hay que seguir los carteles que dicen Path.

En cuanto al transporte, hay apenas cuatro líneas de subterráneo, algo raro para una ciudad tan moderna y tan grande, la mayor del país. Pero se combinan con la red de trenes y autobuses, mucho más amplia.

Dundas Square, corazón del centro comercial y financiero

Con frío pero sin nieve, los ciudadanos recorren las calles con sus vasos de plástico llenos de café. En el centro, hay al menos un local por cuadra en el que se venden al paso infusiones calientes, de franquicias como Starbucks o Tim Hortons, de bandera local.

La Yonge Street había sido inscripta en el Guinness como la calle más larga del mundo, hasta que cambió su jerarquía -se independizó de la Autopista 11- y su lugar en el libro fue ocupado por la Carretera Panamericana, de Ushuaia a Bahía Prudhoe, Alaska. Pero no por eso dejó de ser la vía más importante de la ciudad. Atravesando la zona financiera, en ella se encuentran el moderno shopping Eaton Centre, salas de teatro y el Hall de la Fama del Hockey, entre otros símbolos.

Cuando uno sale de las avenidas puede fácilmente encontrar casas de estilo victoriano, parques llenos de ardillas y silencio total. También minifaldas y bermudas apenas asoma el sol, aunque la temperatura no supere los 10 grados.

Los patios y las terrazas predominan en la Queen Street, una de las calles imperdibles de la ciudad: de City Hall hacia el Oeste se pueden visitar desde canales de televisión -Much Music tiene su estudio abierto a la calle- hasta locales de discos, ropa y libros usados, entre negocios de moda, bares viejos, galerías de arte y callejones con graffiti.

La calle King, en pleno centro, es una de las vías principales del distrito de entretenimiento. A su alrededor hay variedad de pubs y discos, abiertos toda la semana, en algunos casos. Es cuestión de buscarlos entre los callejones (sin problema, es una de las ciudades más seguras del mundo) y prestar atención a las puertas metálicas con un par de hombres de seguridad , aunque sin público que espera afuera, a menos que sea de primavera a otoño.

Hacia el lado opuesto de la zona financiera está el mercado St. Lawrence, con 200 años de historia, rodeado de edificios reciclados, ladrillo a la vista, y en el interior frutas, caviar y fiambres de ciervo, además de la mayor especialidad: el peameal bacon sandwich , con ocho fetas gordas de panceta dentro de una figaza recién hecha. El puesto clásico para este plato livianito es Carousel Bakery.

Un poco más al Este se encuentra otro sector ideal para una tarde de sol, el Distillery District. Es un espacio fundado en 1832, con 44 edificios que formaron parte de una gran destilería y hoy son, mayormente, restaurantes, galerías y boutiques, con variedad de alimentos artesanales, como chocolate, cerveza y café. La zona se puede recorrer a pie o en segway ( www.segwayofontario.com/distillerytours.htm ), un vehículo de dos ruedas que, con motor, se frena o acelera según el balanceo del cuerpo. Es un modo simpático, pero también la manera más fácil de ser identificado como turista.

Mesas en la Queens St.

Más que un set
Por la variedad de construcciones, Toronto suele ser una gran locación para el cine norteamericano. Por eso la llaman Hollywood Norte. Calles como Queens o Broadview pueden parecer las de Nueva York de los años 30, como en El luchador , filmada aquí con Russell Crowe; la Universidad de Toronto es casi igual al MIT en En busca del destino , de Gus van Sant y con Matt Damon, y el castillo Casa Loma se convierte fácilmente en la escuela de los X-Men.

Justamente en Casa Loma es donde se realizan las principales galas después de la première del prestigioso Festival Internacional de Cine, sólo uno de los megaencuentros culturales de la ciudad. Otros son, por ejemplo, el Toronto Jazz Festival y la Nuite Blanche, que este año convocó más de un millón de personas en las calles durante una noche.

Casa Loma es un castillo curioso, con 98 habitaciones, pasadizos y jardines, con audiotours en ocho idiomas, incluido el español, para conocer la historia de un nombre dispuesto a todo con tal de obtener un título de nobleza. Sir Henry Pellatt había puesto la primera piedra del lado correcto, en el extremo noreste, una cábala en la construcción de castillos. Pero no funcionó. La suerte se mantuvo lejos de este hombre, que llegó a tener 59 teléfonos en su casa, pero terminó por compartir con su chofer una pequeña habitación en un garaje.

CN Tower, símbolo de la ciudad

Una torre única, con o sin récord
Con 553 metros, el doble que la Torre Eiffel, la CN Tower es un símbolo de la ciudad. Si bien pierde ahora su récord de edificio más alto del mundo con la inauguración del Burj Al Arab, en Dubai, sus virtudes no se alteran. Es imperdible subir al mirador, en un ascensor que tarda 61 segundos, a 22 kilómetros por hora. Y si es posible, comer en su restaurante giratorio, que completa la vuelta en 72 minutos, lo suficientemente lento como para disfrutar de la comida, aunque sin abusar de los buenos vinos. La bodega mantiene su récord de ser la más alta del mundo. Comer cuesta unos US$ 150 para dos personas.

El mejor souvenir es la foto sobre los pisos de vidrio, que permiten ver la calle. No hay riesgo: resisten 22 elefantes, aseguran.

No se encienden todas las luces de la torre con el objetivo de ahorrar energía y no distraer la migración de aves. Pero se prenden las suficientes como para brindar un espectáculo único para disfrutar desde cualquier punto de la ciudad.

Cataratas del Niágara. A 130 km de Toronto, el famoso atractivo turístico en la frontera con EE.UU.

Cataratas del Niágara
Uno disfruta de las cataratas del Niágara, el paseo más importante en las afueras de Toronto, sólo un rato después de compararlas con las de Iguazú, que son, sin duda, mucho más impactantes. Es inevitable hacerlo, debido a la fama de ambos emblemas (encima uno es mitad argentino), por eso lo mejor es liberarse del tema rápidamente; en Iguazú hay 275 saltos, en medio de una selva increíble, mientras que aquí hay sólo dos, con varios edificios que aparecen en las fotos. Listo.

Ahora bien, caminar por una amplia costanera, en la calle, junto a un salto de 54 metros es, al menos, llamativo. Sobre todo si el frío congela parte de las plantas y el agua, y se forman incluso extrañas figuras de hielo, que se pueden ver en detalle recorriendo los túneles que acercan a los turistas hasta el río. Nada mal.

Pero eso no es lo único bueno de visitarlas en invierno. Los precios bajan de manera considerable; se consiguen habitaciones dobles en la zona por 40 dólares, y con vista a las Cataratas desde 150. Cuatro familias de origen italiano son las dueñas de la mayoría de los establecimientos, unos 200 en total, que albergan a 11 millones de visitantes por año.

A la noche, hay fuegos artificiales y las Cataratas se ven en colores; incluso los turistas pueden modificarlos, y se les propone combinar luces, dejar la iluminación a su gusto por unos minutos, y por eso reciben un certificado.

Comer en el restaurante Elements on the Falls con vista a los saltos; ingresar en el Niagara´s Fury si uno tiene chicos -nuevo, con animación y agua que cae sobre los espectadores, en una sala de 360°; ingresar por el túnel para ver el salto principal a unos metros, y caminar por la costanera son los puntos más atractivos del lugar. Hay paquetes de cuatro actividades por 40 dólares.

Las cataratas se pueden ver también del lado estadounidense: un gran puente conecta en este punto a ambos países. Del país vecino proviene la mayoría de los visitantes, aunque del 60 por ciento total, bajó al 35, por la crisis y porque ahora necesitan pasaporte.

Datos útiles
Donde dormir
  • Le Meridien King Edward: tradicional y modernizado, a pasos de Yonge St., ha tenido huéspedes como Mark Twain y los Beatles. Su historia es curiosa, incluso si uno pide ver la Royal Suite N° 973, que tuvo a Lennon y Yoko Ono en plena campaña bed-in for world peace, es cuestión de preguntar bajito; se puede ver (hasta la cama es la misma), si no está ocupada. El Té de Reyes (domingos) es imperdible. www.lemeridien.com/kingedward
Donde comer
  • The Fifth Grill: por un raro ascensor, tras pasar por una disco, se llega a una terraza de invierno y verano, con muy buen ambiente y comida. 225 Richmond St. W. www.thefifthgrill.com
  • Bright Pearl: raro restaurante chino para degustar mariscos sobre la base de un sistema de carritos. 348 Spadina Ave. www.brightpearlseafood.com

Más información
  • www.seetorontonow.com

Martín Wain (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: La Nación

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