Los albergues siempre fueron accesibles, pero se los restringía a los mochileros. Sin embargo, Hostelling International, la agrupación que reúne cuatro mil establecimientos en ochenta países, está invirtiendo millones para atraer familias, abuelos y hasta ejecutivos.
Living comunitario. Fiel a la idea de que es un espacio para compartir y disfrutar sin acartonamientos, en el Urbany de Barcelona un huésped no se priva de templar los acordes de su guitarra, mientras otros leen.
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Casi tres décadas después, aún recuerdo con una claridad abrumadora mi primera vez en un albergue de la juventud. Lo que según mi libro de viaje era un albergue “histórico” en un “castillo” irlandés resultó ser una torre que se caía a pedazos sin calefacción, con pisos de piedra y colchones enmohecidos. En ese momento, juré que nunca más me hospedaría en un albergue.
Sin embargo, luego de haber escuchado persistentes versiones acerca de cómo habían evolucionado los albergues en los últimos años, conservando sus típicos precios accesibles, decidí intentarlo nuevamente, sólo que esta vez en lugar de ir con un atractivo mochilero, me llevé a mis hijas. Algo temerosa, fui al albergue London Central.
“¿Nos van a dar sábanas y colchas, no?”, preguntó mi hija Harriet de 17 años. “Por favor, decime que hay televisión”, dijo Florence, de 13.
“Por supuesto”, contesté, sin certeza. Pensé si no deberíamos estar vestidas con poncho y mochila al hombro, en lugar de llevar la valija con rueditas.
Al llegar, nos encontramos frente a un edificio moderno y elegante con ventanas de vidrio. Yo creí que tenía la dirección equivocada, a pesar de que había leído que YHA Ltd. había invertido US$ 8,4 millones en renovar este albergue cerca de Regent’s Park. Parecía demasiado bueno para ser cierto. ¿Dónde estaban las paredes descascaradas? ¿Y la ropa mojada colgando de las ventanas? ¿Cómo era posible que no hubiera un estudiante borracho desmayado en la entrada? En lugar de todo eso, cuando entramos al hall principal, me quedé absorta admirando el mapa luminoso gigante del metro londinense y a un hombre muy atractivo que salía del ascensor con su maletín.
Me quedé shockeada al encontrarme con una habitación que parecía un catálogo de decoración con sillones coloridos y mesas blancas.
Una de las paredes estaba decorada con fotos gigantes de imágenes típicas de Londres: el buzón rojo, el cartel de Oxford Street, la cúpula de la Catedral de St. Paul’s, etc. Colgados del techo, había varios televisores de pantalla plana y uno de ellos pasaba la filmación de una fiesta en el mismo albergue. Florence estaba fascinada. En un rincón, había un ciberbar muy bien equipado y moderno. En mi época, la mayoría de los albergues no permitían el consumo de alcohol. Dos mujeres mayores con peinados a la moda y anteojos rectangulares tomaban algo en una mesa mientras que en otra, había una familia jugando a las cartas. No había un solo poncho a la vista. La mayoría de la gente que estaba allí eran jóvenes bohemios con jeans de tiro bajo a quienes no parecía importarles la presencia de padres y abuelos.
Ibamos a pagar 89 libras la noche (US$ 140) por una habitación para cuatro personas con baño privado. “Me encanta este lugar”, dijo Florence. En el mundo de los albergues urbanos modernos, poco importa si tu habitación apenas cuenta con una cama marinera, un baño sencillo (sólo una ducha) y un pequeño armario sin perchas. Las habitaciones compartidas son minimalistas pero elegantes, con sillones y mesas de tipo escandinavo.
Para compensar la carencia de comodidades, los albergues suelen contar con un bar de estilo ecléctico, un ciber abierto las 24 horas, city tours grupales, DJs, música en vivo y karaoke, cocinas para hacer su propia comida o un restaurante. La idea es ofrecer a los viajeros oportunidades para socializar dentro del albergue.
Los albergues en toda Europa han sufrido una importante transformación en la última década. “El movimiento de albergues ha mejorado considerablemente”, dice Johan Kruger, director de Comunicaciones de Hostelling International, un consorcio de asociaciones de albergues para la juventud en más de 80 países que opera más de 4 mil albergues. “Aunque en los albergues siempre ha existido el dormitorio compartido, los viajeros cada vez más demandan habitaciones sencillas o dobles con baño privado”, dijo Kruger. En 2008, Hostelling International creció un 14%
“También hay una tendencia de personas en viajes de negocios que hoy se hospedan en albergues”, especula Kruger y piensa que les atrae la parte social del albergue a diferencia del ambiente más sobrio de los hoteles.
Según Duncan Simpson, director de Comunicaciones de YHA Ltd., una organización de albergues juveniles en Inglaterra y Gales, afiliada a Hostelling International, “hace 10 o 15 años se asociaba a los albergues con zonas rurales en donde paraban caminantes y mochileros.
El nuevo proyecto de YHA en Londres (la renovación del albergue de St. Pancras a un costo de US$ 1,5 millones) pretende apelar a otro mercado que ha crecido significativamente: el familiar. Cuenta con habitaciones diseñadas para familias, con Wi Fi en los salones comunes, un restaurante abierto desde las 7.30 am hasta las 10 pm y hasta cunas para bebés.
Tim Hierath, uno de los cinco dueños del albergue Circus en Berlín fundado hace 10 años, también ha notado un cambio de clientes: “Más allá de los estudiantes mochileros, también recibimos a profesionales urbanos, familias, gente de negocios e incluso mayores solitarios”.
El atractivo principal para la mayoría de los turistas es probablemente el precio. Las habitaciones grupales con baño compartido cuestan desde 19 euros por noche, mientras que una habitación individual con baño privado cuesta 50 euros. Los departamentos de uno o dos ambientes cuestan 85 y 140 euros, respectivamente.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre un albergue y un hotel barato? “Un albergue es un lugar con espíritu comunitario”, dice Hierath. El ambiente facilita que la gente se conozca, se hagan amigos y sigan viaje juntos. Los empleados ayudan a los huéspedes a alquilar bicicletas y recomiendan tours de lugares fuera de los circuitos habituales o incluso entradas para el teatro.
Los albergues urbanos son muy populares, pero cuando el movimiento comenzó hace 98 años, su objetivo era promover la exploración de zonas rurales. En 1912, Richard Schirrmann, un maestro alemán, abrió el primer albergue en Burg Altena en el valle del Rin –aún funciona–. En las dos décadas siguientes, se construyeron 12 albergues más y se creó la Federación de Albergues Juveniles (hoy Hostelling International), en 1932.
Por lo general, los europeos empiezan a alojarse en albergues desde muy jóvenes. Las colonias de vacaciones son para niños de 11 a 18 años. Van a albergues cuando terminan el secundario y luego, como yo, dejan de hacerlo. Sin embargo, el año pasado, la mayor cantidad de reservas en la página de Hostelling International provino de Estados Unidos.
En promedio, la asociación de albergues en Inglaterra y Gales recibe alrededor de 35 mil estadounidenses al año, lo cual los convierte en el cuarto grupo más grande después de los alemanes, los franceses y los australianos.
“Creo que la mayoría de la gente, cuando crece y gana más dinero, prefiere quedarse en hoteles”, dice Linda, de 63 años. Para algunos, la seguridad es un factor importante y los albergues son seguros, ya que las puertas cierran después de cierta hora y siempre hay alguien en recepción las 24 horas. Según Abbey Rose, de Chicago: “Cuando te quedás en un albergue, no te sentís sola”.
Sin embargo, algunas cosas nunca cambian. Luego del happy hour en Circus, los huéspedes de treinta y pico empiezan a abandonar el bar, reviviendo sus años mozos, tambaleándose por las escaleras. Es posible que los clientes sean mayores, pero no más sensatos.
Mientras tanto, en Londres, mis hijas y yo estábamos acurrucadas en nuestras cómodas camas marineras a las 11 de la noche después de cenar en Chinatown y de caminar por Leicester Square. Charlábamos en la oscuridad, sin la televisión interrumpiéndonos, y comencé a planificar nuestro próximo viaje, quizás a Cracovia, en donde cada habitación del Albergue Deco tiene el nombre de una actriz famosa o al Albergue Urbany en Barcelona, un albergue ecológico recientemente inaugurado con una terraza para tomar sol, o al Oops!, cerca del Barrio Latino de París, decorado con empapelados originales.
Las posibilidades parecen interminables. Prometí que nunca más me volvería a hospedar en un hotel. Y aunque estoy segura de que en algún momento romperé esa promesa, lo cierto es que en los tiempos que corren tiene sentido mantenerla.
La brújula
Hostelling International Argentina
Florida 835 P.B. Tel. 4312- 9219
www.hostels.org.ar/
En 2012 cumplirá 100 años de vida.
Youth Hostels Association (Inglaterra y Gales):
www.yha.org.uk.
Urbany Barcelona Hostel
Av. Meridiana 97 - Barcelona
www.barcelonaurbany.com
The Circus
Rosenthalerstrasse 1
Berlín; www.circus-berlin.de
info@circus-berlin.de
Burg Altena Hostel (Fue el primer albergue del mundo)
Fritz-Thomée-Str. 80, Altena
jh-burg-altena@djh.wl.de
Jennifer Conlin
The New York Times / Travel
Traducción: Paula Natalia García
Fotos: Web
Living comunitario. Fiel a la idea de que es un espacio para compartir y disfrutar sin acartonamientos, en el Urbany de Barcelona un huésped no se priva de templar los acordes de su guitarra, mientras otros leen.
Ver más fotos
Casi tres décadas después, aún recuerdo con una claridad abrumadora mi primera vez en un albergue de la juventud. Lo que según mi libro de viaje era un albergue “histórico” en un “castillo” irlandés resultó ser una torre que se caía a pedazos sin calefacción, con pisos de piedra y colchones enmohecidos. En ese momento, juré que nunca más me hospedaría en un albergue.
Sin embargo, luego de haber escuchado persistentes versiones acerca de cómo habían evolucionado los albergues en los últimos años, conservando sus típicos precios accesibles, decidí intentarlo nuevamente, sólo que esta vez en lugar de ir con un atractivo mochilero, me llevé a mis hijas. Algo temerosa, fui al albergue London Central.
“¿Nos van a dar sábanas y colchas, no?”, preguntó mi hija Harriet de 17 años. “Por favor, decime que hay televisión”, dijo Florence, de 13.
“Por supuesto”, contesté, sin certeza. Pensé si no deberíamos estar vestidas con poncho y mochila al hombro, en lugar de llevar la valija con rueditas.
Al llegar, nos encontramos frente a un edificio moderno y elegante con ventanas de vidrio. Yo creí que tenía la dirección equivocada, a pesar de que había leído que YHA Ltd. había invertido US$ 8,4 millones en renovar este albergue cerca de Regent’s Park. Parecía demasiado bueno para ser cierto. ¿Dónde estaban las paredes descascaradas? ¿Y la ropa mojada colgando de las ventanas? ¿Cómo era posible que no hubiera un estudiante borracho desmayado en la entrada? En lugar de todo eso, cuando entramos al hall principal, me quedé absorta admirando el mapa luminoso gigante del metro londinense y a un hombre muy atractivo que salía del ascensor con su maletín.
Me quedé shockeada al encontrarme con una habitación que parecía un catálogo de decoración con sillones coloridos y mesas blancas.
Una de las paredes estaba decorada con fotos gigantes de imágenes típicas de Londres: el buzón rojo, el cartel de Oxford Street, la cúpula de la Catedral de St. Paul’s, etc. Colgados del techo, había varios televisores de pantalla plana y uno de ellos pasaba la filmación de una fiesta en el mismo albergue. Florence estaba fascinada. En un rincón, había un ciberbar muy bien equipado y moderno. En mi época, la mayoría de los albergues no permitían el consumo de alcohol. Dos mujeres mayores con peinados a la moda y anteojos rectangulares tomaban algo en una mesa mientras que en otra, había una familia jugando a las cartas. No había un solo poncho a la vista. La mayoría de la gente que estaba allí eran jóvenes bohemios con jeans de tiro bajo a quienes no parecía importarles la presencia de padres y abuelos.
Ibamos a pagar 89 libras la noche (US$ 140) por una habitación para cuatro personas con baño privado. “Me encanta este lugar”, dijo Florence. En el mundo de los albergues urbanos modernos, poco importa si tu habitación apenas cuenta con una cama marinera, un baño sencillo (sólo una ducha) y un pequeño armario sin perchas. Las habitaciones compartidas son minimalistas pero elegantes, con sillones y mesas de tipo escandinavo.
Para compensar la carencia de comodidades, los albergues suelen contar con un bar de estilo ecléctico, un ciber abierto las 24 horas, city tours grupales, DJs, música en vivo y karaoke, cocinas para hacer su propia comida o un restaurante. La idea es ofrecer a los viajeros oportunidades para socializar dentro del albergue.
Los albergues en toda Europa han sufrido una importante transformación en la última década. “El movimiento de albergues ha mejorado considerablemente”, dice Johan Kruger, director de Comunicaciones de Hostelling International, un consorcio de asociaciones de albergues para la juventud en más de 80 países que opera más de 4 mil albergues. “Aunque en los albergues siempre ha existido el dormitorio compartido, los viajeros cada vez más demandan habitaciones sencillas o dobles con baño privado”, dijo Kruger. En 2008, Hostelling International creció un 14%
“También hay una tendencia de personas en viajes de negocios que hoy se hospedan en albergues”, especula Kruger y piensa que les atrae la parte social del albergue a diferencia del ambiente más sobrio de los hoteles.
Según Duncan Simpson, director de Comunicaciones de YHA Ltd., una organización de albergues juveniles en Inglaterra y Gales, afiliada a Hostelling International, “hace 10 o 15 años se asociaba a los albergues con zonas rurales en donde paraban caminantes y mochileros.
El nuevo proyecto de YHA en Londres (la renovación del albergue de St. Pancras a un costo de US$ 1,5 millones) pretende apelar a otro mercado que ha crecido significativamente: el familiar. Cuenta con habitaciones diseñadas para familias, con Wi Fi en los salones comunes, un restaurante abierto desde las 7.30 am hasta las 10 pm y hasta cunas para bebés.
Tim Hierath, uno de los cinco dueños del albergue Circus en Berlín fundado hace 10 años, también ha notado un cambio de clientes: “Más allá de los estudiantes mochileros, también recibimos a profesionales urbanos, familias, gente de negocios e incluso mayores solitarios”.
El atractivo principal para la mayoría de los turistas es probablemente el precio. Las habitaciones grupales con baño compartido cuestan desde 19 euros por noche, mientras que una habitación individual con baño privado cuesta 50 euros. Los departamentos de uno o dos ambientes cuestan 85 y 140 euros, respectivamente.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre un albergue y un hotel barato? “Un albergue es un lugar con espíritu comunitario”, dice Hierath. El ambiente facilita que la gente se conozca, se hagan amigos y sigan viaje juntos. Los empleados ayudan a los huéspedes a alquilar bicicletas y recomiendan tours de lugares fuera de los circuitos habituales o incluso entradas para el teatro.
Los albergues urbanos son muy populares, pero cuando el movimiento comenzó hace 98 años, su objetivo era promover la exploración de zonas rurales. En 1912, Richard Schirrmann, un maestro alemán, abrió el primer albergue en Burg Altena en el valle del Rin –aún funciona–. En las dos décadas siguientes, se construyeron 12 albergues más y se creó la Federación de Albergues Juveniles (hoy Hostelling International), en 1932.
Por lo general, los europeos empiezan a alojarse en albergues desde muy jóvenes. Las colonias de vacaciones son para niños de 11 a 18 años. Van a albergues cuando terminan el secundario y luego, como yo, dejan de hacerlo. Sin embargo, el año pasado, la mayor cantidad de reservas en la página de Hostelling International provino de Estados Unidos.
En promedio, la asociación de albergues en Inglaterra y Gales recibe alrededor de 35 mil estadounidenses al año, lo cual los convierte en el cuarto grupo más grande después de los alemanes, los franceses y los australianos.
“Creo que la mayoría de la gente, cuando crece y gana más dinero, prefiere quedarse en hoteles”, dice Linda, de 63 años. Para algunos, la seguridad es un factor importante y los albergues son seguros, ya que las puertas cierran después de cierta hora y siempre hay alguien en recepción las 24 horas. Según Abbey Rose, de Chicago: “Cuando te quedás en un albergue, no te sentís sola”.
Sin embargo, algunas cosas nunca cambian. Luego del happy hour en Circus, los huéspedes de treinta y pico empiezan a abandonar el bar, reviviendo sus años mozos, tambaleándose por las escaleras. Es posible que los clientes sean mayores, pero no más sensatos.
Mientras tanto, en Londres, mis hijas y yo estábamos acurrucadas en nuestras cómodas camas marineras a las 11 de la noche después de cenar en Chinatown y de caminar por Leicester Square. Charlábamos en la oscuridad, sin la televisión interrumpiéndonos, y comencé a planificar nuestro próximo viaje, quizás a Cracovia, en donde cada habitación del Albergue Deco tiene el nombre de una actriz famosa o al Albergue Urbany en Barcelona, un albergue ecológico recientemente inaugurado con una terraza para tomar sol, o al Oops!, cerca del Barrio Latino de París, decorado con empapelados originales.
Las posibilidades parecen interminables. Prometí que nunca más me volvería a hospedar en un hotel. Y aunque estoy segura de que en algún momento romperé esa promesa, lo cierto es que en los tiempos que corren tiene sentido mantenerla.
La brújula
Hostelling International Argentina
Florida 835 P.B. Tel. 4312- 9219
www.hostels.org.ar/
En 2012 cumplirá 100 años de vida.
Youth Hostels Association (Inglaterra y Gales):
www.yha.org.uk.
Urbany Barcelona Hostel
Av. Meridiana 97 - Barcelona
www.barcelonaurbany.com
The Circus
Rosenthalerstrasse 1
Berlín; www.circus-berlin.de
info@circus-berlin.de
Burg Altena Hostel (Fue el primer albergue del mundo)
Fritz-Thomée-Str. 80, Altena
jh-burg-altena@djh.wl.de
Jennifer Conlin
The New York Times / Travel
Traducción: Paula Natalia García
Fotos: Web
1 comentario:
Muy bueno datos para Viajar en Europa me han sido de mucha ayuda! Gracias.
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