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viernes, 26 de diciembre de 2008

Espíritu Santo - Brasil: desde otro punto de vista

Al norte de Brasil

Al norte de Río de Janeiro, un estado no tan familiar para los viajeros argentinos, pero con playas competitivas, una curiosa oferta de ecoturismo y colonias italianas, austríacas y de otros países europeos, además
del imponente Parque Estatal de Pedra Azul

VITORIA.- Cuando la noche cae, con una regularidad tropical, alrededor de las 19, la bahía de Vitória se enciende como un gigantesco árbol de Navidad y los edificios de su skyline forman una guirnalda cuyas luces se reflejan en las aguas del Atlántico. El esplendor es aún mayor en estos días, cuando cada vecino suma a las luces de siempre su propia iluminación para celebrar Natal . El mejor lugar para apreciarlo todo es desde la Ilha do Boi, pequeña isla que forma un barrio residencial justo enfrente de Vitória, capital de Espíritu Santo, estado al norte de Río de Janeiro que reserva más de una sorpresa incluso para aquellos visitantes que suponen conocer bien Brasil.

Vitória, curiosamente, también fue emplazada sobre una isla que separa el mar de una gran albufera como una bahía interior. Sobre esa isla está la capital, y sobre el continente, del otro lado del imponente puente Terceira, se encuentra Vila Velha, municipio vecino con el cual forma una sola gran aglomeración.

Vila Velha fue fundada en 1551 por el conquistador portugués Vasco Fernandes Coutinho. Vitória, por su parte, fue creada a los pocos años por los mismos colonos que eligieron trasladarse a la isla para defenderse mejor de las incursiones de piratas franceses, holandeses e ingleses que se disputaron las costas de Brasil durante algunos años del siglo XVI.

Pedra Azul

Desde Ilha do Boi, Vitória tiene aires de metrópoli y su silueta se dibuja con elegantes torres de formas modernas. Sin embargo es más bien chiquita, aunque a escala brasileña, por supuesto. Junto con su aglomeración y Vila Velha, suma un millón de habitantes. ¿Será el famoso millón de amigos de Roberto Carlos? Es que el cantante nació en Cachoeiro de Itapemirim, a 140 kilómetros de Vitória y en el mismo estado de Espíritu Santo (hay ahí un museo dedicado a él y su carrera).

Cachoeiro está en una zona de montañas, parecida a la del Parque Estatal de Pedra Azul, comarca que se está abriendo al turismo con un circuito de emprendimientos rurales. La piedra azul que dio nombre al parque es en realidad una gigantesca roca de gneis que domina con su masa de color cambiante según las horas del día toda la región de los pueblos de Domingos Martins y Venda Nova do Imigrante. Sin duda, los brasileños con su gusto por los récords podrían calificarla como la ¿pedra mais grande do mundo?

Playas de ensueño

Superlativos capixabas

Vitória y Vila Velha son como dos hermanas que se complementan. Sus habitantes se llaman capixabas, palabra que viene del tupi kapi´xawa (tierra de plantación) y recuerda que la colonia originalmente se dedicó al cultivo de cereales.

En Vitória, que en algunas viejas postales se conocía como Victória, el diminuto centro comercial tiene una fuerte impronta portuguesa. En torno de la plaza central algunas escaleras suben los desniveles y recuerdan a sus lejanas primas de Lisboa. Sin embargo, el mayor icono cultural de la ciudad es de inspiración totalmente diferente: se trata del teatro Carlos Gomes, diseñado y construido por un inmigrante italiano. Se encuentra justo sobre un costado de la plaza central y fue inspirado en la Scala de Milán (aunque por una vez el gigantismo brasileño no prosperó y el Carlos Gomes es de dimensiones más bien modestas).

Los edificios históricos de la ciudad están concentrados en la parte sur de la isla. Cerca del teatro, los palacios Anchieta y Domingos Martins son dos testigos de la época colonial. El palacio Anchieta fue construido por los jesuitas en el siglo XVI y pasó luego a ser la sede del gobierno del estado de Espíritu Santo. Por su parte, el palacio Domingos Martins (un hombre que luchó por la independencia de Pernambuco a principios del siglo XIX) fue construido en 1606, y luego de haber sido durante mucho tiempo la sede del Poder Legislativo es hoy la Casa de los Ciudadanos de Vitória.

En materia de arte religioso, lo mejor es visitar el Convento da Penha, sobre un cerro a orillas de la costa, en Vila Velha: no sólo porque ofrece una vista espectacular sobre la ciudad y Vitória, del otro lado del brazo del mar, sino por la exuberancia de su diminuta capilla, cargada de obras sacras. Los vecinos asisten día a día a las numerosas misas que se celebran en el convento, y en los pasillos del lugar las placas de agradecimiento de los devotos tapizan las paredes. Fundado en 1558, es uno de los santuarios más antiguos de Brasil. Para acceder al convento hay que cruzar un gran parque arbolado (trepando a pie 154 metros de desnivel o valiéndose de las combis que suben y bajan continuamente), donde se puede avistar una colonia de titís de cabeza beige. Estos monitos no son asustadizos y van y vienen en busca de bananas prácticamente posando para las fotos.

El atractivo del buceo

Desde las plataformas panorámicas del convento se puede ver, sobresaliendo de entre las casas bajas de Vila Velha, la gran masa amarilla de la fábrica de los chocolates Garoto. Los golosos quizá ya estarán informados, pero para los demás probablemente sea una sorpresa encontrarse ahí con la sede de los chocolates más famosos de Brasil (para seguir compilando superlativos). Además de sacarse fotos y hacer compras en el negocio de la fábrica, se puede presenciar los procesos de fabricación de los productos de este emporio, que empezó de manera muy modesta, cuando el inmigrante alemán Heinrich Meyerfreund se lanzó a la confección casera de dulces en 1929.

El otro símbolo industrial de Vitória son sus puertos de Tubarao y Vitória, que reciben los minerales procedentes de Minas Gerais para su exportación. Vitória es por eso uno de los mayores complejos portuarios del Atlántico Sur, y desde la Ilha do Boi se divisan también los grandes buques de carga mientras van y vienen desde los complejos portuarios. Los pescadores también conocen las aguas de Vitória porque son ricas en peces y cuentan con una gran diversidad de especies, pero también porque aquí se lograron dos récords mundiales: de aquí salió un marlín azul de 636 kilos, en 1992, y el marlín blanco más grande de su especie (82 kilos, en 1979).

Puerto de Vitória

Altos de Vitória
Otro de los atractivo de Vitória es su proximidad con la montaña. En apenas dos horas se pasa de las playas de ambiente tropical a una zona de unos 1500 metros de altura, con temperaturas mucho más frescas todo el año.

La zona del Parque Pedra Azul es una verdadera sorpresa en estas latitudes. Parece una región de los Alpes trasplantada y cultivada con café, bananas y otras plantas tropicales. Las pequeñas ciudades de Domingos Martins y Venda Nova do Imigrante son tan pulcras y cuidadas como en Suiza y Austria. No es casualidad, ya que la región fue colonizada principalmente por europeos alpinos: suizos, italianos, austríacos y alemanes.

Muchas de estas familias, que fueron agricultoras durante un par de generaciones, formaron ahora un circuito de agroturismo a lo largo de una ruta que serpentea al pie de la imponente masa de la Pedra Azul. El cerro tiene 1882 metros y es toda una rareza geográfica, como si fuera un pedazo de luna, mineral y monolítico, caído en medio de los verdes y exuberantes valles de la región, donde se cultiva de todo gracias a la clemencia del clima y la abundancia de lluvias.
Orquídeas y caballos nórdicos

El parque fue creado en la década del 90 y tiene unas 10.000 hectáreas. Además de preservar el magnífico entorno de la Pedra Azul y su vecina Pedra das Flores (de 1909 metros), protege la fauna y la flora locales. Esta región goza de un microclima muy húmedo que favorece una biodiversidad abundante (armadillos, ocelotes, osos hormigueros, jaguares, monos, tucanes, zorzales). El parque es también un santuario de orquídeas. Para conocer mejor estas flores hay que visitar el orquideario de Marechal Floriano, uno de los pueblitos de la Rota do Lagarto, principal circuito turístico para descubrir los emprendimientos de agroturismo de la región. Florabela -así se llama el emprendimiento- es uno de los mayores centros de cultivos de orquídeas y está abierto todo los días, de 9 a 17.

En otras paradas de esta ruta se puede hacer cabalgatas con caballos Fjord, originarios de las montañas de Noruega. Estos ejemplares robustos y seguros están perfectamente adaptados a las montañas brasileñas, aunque parezcan exóticos en medio de las plantaciones de café, cañaverales y árboles de palta.

En otras etapas se puede almorzar en una granja tesinesa de 1901, probar suerte en un pesque y pague, donde se consiguen pacúes de más de 15 kilos; visitar plantaciones de frutas y fábricas de embutidos. Miles de detalles que no son tan exóticos como las playas como las que habitualmente se buscan en Brasil, pero que muestran una realidad distinta y poco conocida del gran país vecino, y por ahora muy poco frecuentada por turistas argentinos, aunque la meta de las autoridades del estado de Espíritu Santo sea convertirse en un destino de turismo familiar que combina a la vez campo, playa y montaña, todo a la vez y en un solo día si uno lo quiere? muito diverso.

Postales coloniales

Arenas para la salud
Unos 55 kilómetros al sur de Vitória, el balneario de Guaraparí es renombrado en Brasil por su playa de arenas negras, que tienen efectos benéficos sobre la salud. Son arenas monacíticas de propiedades medicinales y radiactivas: caminar sobre ellas ayuda a tratar la gota, el reuma y la artritis. Además de sus arenas, la ciudad es conocida por sus sitios de buceo y un estuario donde se puede hacer excursiones en escuna (una ancha barcaza) para conocer un manglar. En la entrada del estuario, una estatua de San Pedro, que en otro tiempo giraba sobre su plataforma, da la bienvenida a los barcos de pescadores que entran y salen del puerto.

Platos y platillos
El plato capixaba por excelencia es la moqueca, cazuela de pescado que se prepara de manera más mediterránea e italiana que portuguesa y sin ingredientes habituales en la cocina brasileña, como la leche de coco. Esta receta se debe a los inmigrantes italianos. Es el plato más pedido por turistas y visitantes, y el más ofrecido en los restaurantes de la ciudad. Se cocina casi siempre en panelas de barro, una suerte de gran fuente honda hecha a mano por los paneleiros. Una cooperativa de artesanos que se dedica a su fabricación se puede visitar en el barrio de Goiabeiras Velha, la Associacao das Paneleiras de Goiabeiras. Tiene un sitio Web donde presentan los modelos de panelas y dan algunas recetas de moqueca y torta capixaba (hecha con mariscos y pescados), el otro plato más típico de Vitória. El sitio es www.paneleirasdegoiabeiras.hpgvip.ig.com.br . Para acompañar, se puede visitar una destilería de cachaça en Vila Velha, que comercializa la marca Reserva do Gerente, en la localidad de Ponta da Fruta. Además de visitar la bodega se puede hacer una degustación de cachaça y licores producidos en el lugar.

Datos útiles
Cómo llegar
Desde los aeropuertos de Río de Janeiro, San Pablo o Porto Alegre hay varias conexiones diarias a Vitória.

Dónde dormir

En Vitória, una buena opción es el hotel Ilha do Boi. Es 4 estrellas, pero por ser hotel escuela tiene precios muy convenientes: 430 reales por persona por noche, para una habitación doble

En Internet
www.es.gov.br/site/turismo

La Nación - Turismo
Pierre Dumas
Fotos: Embratur

martes, 16 de diciembre de 2008

La Haarlem holandesa

Cuando el avión aterriza en Holanda, en Amsterdam, el viajero debe saber que además de regalarse todas las maravillas de esta ciudad emblemática, a sólo 15 minutos de ahí se encuentra Haarlem. Nada que ver con el barrio neoyorquino, aunque suena parecido. Se trata de una pequeña ciudad antigua con canales, mercados medievales, catedrales y muchísimos bares y restaurantes. La cercanía a Amsterdam la convierte en un destino privilegiado para quienes quieren conocer otros destinos de Holanda. Además, es una buena solución para los viajeros que cuentan con un presupuesto reducido, dado que aquí el hospedaje es ostensiblemente más económico.

Las distancias en Haarlem son cortas. La estación de tren se encuentra a pocos minutos del casco histórico, donde tampoco es necesario tomar transporte para ir de un atractivo a otro.


Por la Plaza Mayor
Para comenzar el paseo, lo más conveniente es acercarse al Grote Markt o Plaza Mayor, donde se encuentra el Ayuntamiento, la iglesia Sint-Bavokerk y el antiguo mercado de la carne. Construido en el siglo XIV, reemplazando al castillo de los Condes, el Ayuntamiento de Haarlem posee una fachada de estilo neoclásico y, en su interior, alberga una magnífica muestra de pinturas de los condes de Holanda.

Frente al Ayuntamiento, aún dentro del Grote Markt, todos los sábados y lunes hay un mercado de esos que deben ser visitados ya que los locales se mezclan con los turistas y reina ese incomparable clima que distingue a las auténticas ferias populares. Los sábados, los puestos distribuidos a lo largo y ancho de la plaza se dedican a la venta de flores; los lunes, a ropa, frutas y verduras.


Un lugar histórico
Lo que no le falta a este pequeño mundo son museos. Y vaya si los hay. Uno de los más interesantes es el Corrie Ten Boom o "El lugar secreto", ya que es la casa de una familia de la resistencia que escondió a judíos en la II Guerra Mundial, antes de que cayera en manos nazis. A diferencia de la de Ana Frank, en Amsterdam, allí se conserva todo el mobiliario, lo que permite tener una sensación más real de cómo era el lugar cuando se escondían los refugiados. Otro museo reconocido es el de Frans Hals, con colecciones de estilo barroco de los Países Bajos y pintura, escultura y cerámica de arte contemporáneo. El bellísimo edificio es del siglo XVII y funcionaba allí uno de los asilos de la ciudad.


De Mozart a Moby Dick
Una de las atracciones principales es la iglesia Sint-Bavokerk, la más grande de Haarlem. Con un marcado estilo gótico y una arquitectura imponente, domina la vista del Grote Markt. Un buen consejo: tómese unos minutos para entrar a la catedral y observar el famosísimo órgano de Christiaan Müller. Su popularidad radica en diversos aspectos: al momento de su construcción, en el año 1738, era el órgano de mayor tamaño; hoy, es el más ornamentado del mundo y entre las personas más celebres que sacaron melodías de sus 60 tonos y 32 pedales se encuentra Wolfgang Amadeus Mozart.

Existe una referencia a este instrumento en Moby Dick, cuando su autor, Herman Melville, describe el interior de la boca de una ballena como el gran órgano de Haarlem. A la izquierda de la iglesia hay una curiosa estatua que pertenece a Laurens Coster, contemporáneo de Gutenberg y considerado en Holanda como el verdadero inventor de la imprenta.

El Vleeshal o Salón de la Carne, es otro de los tres edificios famosos dentro del Grote Markt. Su gran concurrencia respondía al hecho de que era el único lugar donde estaba permitido vender carne en la ciudad. Aquí se comercializaba carne fresca, mientras que para comprarla salada se debía ir a la calle Warmoesstraat, a unos metros del Vleeshal. Diseñado en estilo renacentista, su construcción data del año 1604, cuando alojaba a 40 vendedores.

Hasta 1840 funcionó como mercado de carne para después convertirse en el archivo nacional y biblioteca de la ciudad. En la actualidad alberga una dependencia del museo Frans Hals y en el subsuelo se encuentra el Museo Arqueológico de Haarlem.


Buena mesa, mejor cerveza
La gastronomía holandesa ofrece deliciosos platos tanto para los meses de invierno como para los de temperaturas menos bajas. En ambas temporadas hay exquisiteces para elegir. Entre las "obligaciones" que se deberían cumplir está la de probar quesos típicos, como el Gouda y el Edam, y en materia de platos principales, las albóndigas de carne, el pescado o las gambas. Eso sí: no se vaya sin disfrutar de la cerveza de esta ciudad. Son el alma de su industria. Su elaboración comenzó en el siglo XIV. En 1995, en el 750° aniversario de Haarlem, se recrearon dos cervezas en base a las recetas originales, la Jopen Koyt y la Jopen Adriaan, del año 1402 y 1407, respectivamente. ¡Inolvidables!

Por fin, si el paseo se encausa por el circuito de las compras, hay que ir por la peatonal Grote Houtstraat, que comienza en el Grote Markt y corre de norte a sur. Aquí están las cadenas de ropa nacionales e internacionales más reconocidas y en las callecitas de alrededor -Kleine Houtstraat y Gierstraat- predominan las boutiques y negocios más pequeños y abundan coquetos cafés, restaurantes y pubs

Datos útiles

Alojamiento

Hay hoteles 3 y 4 estrellas, por menos de 100 euros en habitación doble.

Web
www.haarlem.nl info@stempelsinhaarlem.nl

Sandra Lion
Clarín - Viajes
Fotos: Web

jueves, 11 de diciembre de 2008

Toronto - Canada: el otro sueño americano

En la plaza Nathan Phillips, punto de encuentro del céntrico City Hall, se puede alquilar patines para usar entre edificios de la zona financiera

Orgullosa de sus inmigrantes, con espíritu verde y buen vivir, la gran ciudad canadiense hace gala de su modernidad y recibe a los visitantes con propuestas para disfrutar con o sin frío

Dr. House le preguntó a un paciente si había llegado desde Canadá, porque no podía creer su extremada buena onda. Tratándose del personaje de Hugh Laurie, la pregunta no era más que una burla. El largometraje de South Park va más allá: la ironía está en demonizar al país vecino hasta declararle la guerra, algo impensado y desopilante en Estados Unidos, donde suelen bromear con su pacifismo y tildarlos de naïf. "Creen que tenemos sólo policía montada y que vivimos en un iglú", se ríe Carole, guía turística de Toronto, una ciudad que hace gala de su espíritu verde, la cultura y el respeto por la diversidad. Porque más allá de cualquier chiste hollywoodense, es Primer Mundo, en serio.

Para entender de qué se trata la integración y tolerancia basta ver el festejo callejero de alguna comunidad minoritaria, que es acompañada por las demás, o empezar el recorrido por Kensington, que fue primero un barrio inglés, después judío, más tarde portugués y caribeño, y hoy reúne a decenas de nacionalidades, además de estar junto al mayor de los tres chinatowns de la ciudad. Y no muy lejos de allí se ubican Little Italy y Little India .

Locales de rastafaris pegados a viejas sinagogas, restaurantes asiáticos con sepias, cerdos y patos colgados en las vidrieras, objetos de moda y puestos de comida barata forman parte de Kensington, que es abandonado por las comunidades que prosperan, pero siempre llegan otras para reemplazarlas. "Hay que seguir abriendo las fronteras o inventar un carnaval y dejar de vender televisores, porque no tenemos mucha reproducción", expone Carole, de madre polaca y padre inglés, en relación con las políticas que favorecen la inmigración.

Según la guía, el canadiense es respetuoso por su origen anglosajón y organizado por naturaleza. "El invierno es tan crudo que no queda otra que ser buen administrador. El frío nos formó el carácter", asegura.

Toronto ha desafiado las estadísticas que indican que, en promedio, los canadienses pasan más del 80 por ciento del tiempo libre dentro del hogar. Se hizo básicamente a fuerza de kilómetros de túneles y una nueva moda: las terrazas en bares y restaurantes.

La ciudad subterránea protege a las multitudes de la nieve, en un circuito de 25 kilómetros que se extiende por debajo de los rascacielos. Es como un gran shopping, con techos de vidrio en muchísimos sectores, para no sentir el encierro. Miles de torontorianos van así, de su casa al trabajo, sin enterarse del frío. Se puede ingresar prácticamente por cualquier edificio de la zona financiera; sólo hay que seguir los carteles que dicen Path.

En cuanto al transporte, hay apenas cuatro líneas de subterráneo, algo raro para una ciudad tan moderna y tan grande, la mayor del país. Pero se combinan con la red de trenes y autobuses, mucho más amplia.

Dundas Square, corazón del centro comercial y financiero

Con frío pero sin nieve, los ciudadanos recorren las calles con sus vasos de plástico llenos de café. En el centro, hay al menos un local por cuadra en el que se venden al paso infusiones calientes, de franquicias como Starbucks o Tim Hortons, de bandera local.

La Yonge Street había sido inscripta en el Guinness como la calle más larga del mundo, hasta que cambió su jerarquía -se independizó de la Autopista 11- y su lugar en el libro fue ocupado por la Carretera Panamericana, de Ushuaia a Bahía Prudhoe, Alaska. Pero no por eso dejó de ser la vía más importante de la ciudad. Atravesando la zona financiera, en ella se encuentran el moderno shopping Eaton Centre, salas de teatro y el Hall de la Fama del Hockey, entre otros símbolos.

Cuando uno sale de las avenidas puede fácilmente encontrar casas de estilo victoriano, parques llenos de ardillas y silencio total. También minifaldas y bermudas apenas asoma el sol, aunque la temperatura no supere los 10 grados.

Los patios y las terrazas predominan en la Queen Street, una de las calles imperdibles de la ciudad: de City Hall hacia el Oeste se pueden visitar desde canales de televisión -Much Music tiene su estudio abierto a la calle- hasta locales de discos, ropa y libros usados, entre negocios de moda, bares viejos, galerías de arte y callejones con graffiti.

La calle King, en pleno centro, es una de las vías principales del distrito de entretenimiento. A su alrededor hay variedad de pubs y discos, abiertos toda la semana, en algunos casos. Es cuestión de buscarlos entre los callejones (sin problema, es una de las ciudades más seguras del mundo) y prestar atención a las puertas metálicas con un par de hombres de seguridad , aunque sin público que espera afuera, a menos que sea de primavera a otoño.

Hacia el lado opuesto de la zona financiera está el mercado St. Lawrence, con 200 años de historia, rodeado de edificios reciclados, ladrillo a la vista, y en el interior frutas, caviar y fiambres de ciervo, además de la mayor especialidad: el peameal bacon sandwich , con ocho fetas gordas de panceta dentro de una figaza recién hecha. El puesto clásico para este plato livianito es Carousel Bakery.

Un poco más al Este se encuentra otro sector ideal para una tarde de sol, el Distillery District. Es un espacio fundado en 1832, con 44 edificios que formaron parte de una gran destilería y hoy son, mayormente, restaurantes, galerías y boutiques, con variedad de alimentos artesanales, como chocolate, cerveza y café. La zona se puede recorrer a pie o en segway ( www.segwayofontario.com/distillerytours.htm ), un vehículo de dos ruedas que, con motor, se frena o acelera según el balanceo del cuerpo. Es un modo simpático, pero también la manera más fácil de ser identificado como turista.

Mesas en la Queens St.

Más que un set
Por la variedad de construcciones, Toronto suele ser una gran locación para el cine norteamericano. Por eso la llaman Hollywood Norte. Calles como Queens o Broadview pueden parecer las de Nueva York de los años 30, como en El luchador , filmada aquí con Russell Crowe; la Universidad de Toronto es casi igual al MIT en En busca del destino , de Gus van Sant y con Matt Damon, y el castillo Casa Loma se convierte fácilmente en la escuela de los X-Men.

Justamente en Casa Loma es donde se realizan las principales galas después de la première del prestigioso Festival Internacional de Cine, sólo uno de los megaencuentros culturales de la ciudad. Otros son, por ejemplo, el Toronto Jazz Festival y la Nuite Blanche, que este año convocó más de un millón de personas en las calles durante una noche.

Casa Loma es un castillo curioso, con 98 habitaciones, pasadizos y jardines, con audiotours en ocho idiomas, incluido el español, para conocer la historia de un nombre dispuesto a todo con tal de obtener un título de nobleza. Sir Henry Pellatt había puesto la primera piedra del lado correcto, en el extremo noreste, una cábala en la construcción de castillos. Pero no funcionó. La suerte se mantuvo lejos de este hombre, que llegó a tener 59 teléfonos en su casa, pero terminó por compartir con su chofer una pequeña habitación en un garaje.

CN Tower, símbolo de la ciudad

Una torre única, con o sin récord
Con 553 metros, el doble que la Torre Eiffel, la CN Tower es un símbolo de la ciudad. Si bien pierde ahora su récord de edificio más alto del mundo con la inauguración del Burj Al Arab, en Dubai, sus virtudes no se alteran. Es imperdible subir al mirador, en un ascensor que tarda 61 segundos, a 22 kilómetros por hora. Y si es posible, comer en su restaurante giratorio, que completa la vuelta en 72 minutos, lo suficientemente lento como para disfrutar de la comida, aunque sin abusar de los buenos vinos. La bodega mantiene su récord de ser la más alta del mundo. Comer cuesta unos US$ 150 para dos personas.

El mejor souvenir es la foto sobre los pisos de vidrio, que permiten ver la calle. No hay riesgo: resisten 22 elefantes, aseguran.

No se encienden todas las luces de la torre con el objetivo de ahorrar energía y no distraer la migración de aves. Pero se prenden las suficientes como para brindar un espectáculo único para disfrutar desde cualquier punto de la ciudad.

Cataratas del Niágara. A 130 km de Toronto, el famoso atractivo turístico en la frontera con EE.UU.

Cataratas del Niágara
Uno disfruta de las cataratas del Niágara, el paseo más importante en las afueras de Toronto, sólo un rato después de compararlas con las de Iguazú, que son, sin duda, mucho más impactantes. Es inevitable hacerlo, debido a la fama de ambos emblemas (encima uno es mitad argentino), por eso lo mejor es liberarse del tema rápidamente; en Iguazú hay 275 saltos, en medio de una selva increíble, mientras que aquí hay sólo dos, con varios edificios que aparecen en las fotos. Listo.

Ahora bien, caminar por una amplia costanera, en la calle, junto a un salto de 54 metros es, al menos, llamativo. Sobre todo si el frío congela parte de las plantas y el agua, y se forman incluso extrañas figuras de hielo, que se pueden ver en detalle recorriendo los túneles que acercan a los turistas hasta el río. Nada mal.

Pero eso no es lo único bueno de visitarlas en invierno. Los precios bajan de manera considerable; se consiguen habitaciones dobles en la zona por 40 dólares, y con vista a las Cataratas desde 150. Cuatro familias de origen italiano son las dueñas de la mayoría de los establecimientos, unos 200 en total, que albergan a 11 millones de visitantes por año.

A la noche, hay fuegos artificiales y las Cataratas se ven en colores; incluso los turistas pueden modificarlos, y se les propone combinar luces, dejar la iluminación a su gusto por unos minutos, y por eso reciben un certificado.

Comer en el restaurante Elements on the Falls con vista a los saltos; ingresar en el Niagara´s Fury si uno tiene chicos -nuevo, con animación y agua que cae sobre los espectadores, en una sala de 360°; ingresar por el túnel para ver el salto principal a unos metros, y caminar por la costanera son los puntos más atractivos del lugar. Hay paquetes de cuatro actividades por 40 dólares.

Las cataratas se pueden ver también del lado estadounidense: un gran puente conecta en este punto a ambos países. Del país vecino proviene la mayoría de los visitantes, aunque del 60 por ciento total, bajó al 35, por la crisis y porque ahora necesitan pasaporte.

Datos útiles
Donde dormir
  • Le Meridien King Edward: tradicional y modernizado, a pasos de Yonge St., ha tenido huéspedes como Mark Twain y los Beatles. Su historia es curiosa, incluso si uno pide ver la Royal Suite N° 973, que tuvo a Lennon y Yoko Ono en plena campaña bed-in for world peace, es cuestión de preguntar bajito; se puede ver (hasta la cama es la misma), si no está ocupada. El Té de Reyes (domingos) es imperdible. www.lemeridien.com/kingedward
Donde comer
  • The Fifth Grill: por un raro ascensor, tras pasar por una disco, se llega a una terraza de invierno y verano, con muy buen ambiente y comida. 225 Richmond St. W. www.thefifthgrill.com
  • Bright Pearl: raro restaurante chino para degustar mariscos sobre la base de un sistema de carritos. 348 Spadina Ave. www.brightpearlseafood.com

Más información
  • www.seetorontonow.com

Martín Wain (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: La Nación

viernes, 5 de diciembre de 2008

Orgosolo, un pueblo de Cerdeña-Italia

Orgosolo

Orgosolo es un pueblo muy singular de la provincia de Nuoro, en el interior de Cerdeña: los muros de sus casas están cubiertos por cerca de 200 murales que representan hechos y personajes locales, de Italia y del mundo. Una inmensa pinacoteca de la historia abierta al cielo para que el color respire y el arte no quede encerrado entre cuatro paredes.

Para conocer la historia de un pueblo todos solemos acudir a libros, artículos, hablar con sus gentes, en fin, documentarnos. Pocas veces son las que llegando a un lugar nos encontramos con una especie de libro abierto al aire libre que nos explique la historia no sólo de su población si no la historia reciente del mundo. Eso es lo que sucede en Orgosolo, uno de los pueblos más grandes de la provincia de Nuoro, en el interior de Cerdeña, con sus cerca de 200 murales repartidos por los muros de sus casas.

Orgosolo fue, durante muchos años, sinónimo de apenas tres palabras: pobreza, ovejas y bandidos. Hasta bien entrado el siglo XX, la historia de quienes durante siglos se habían habituado a vivir aislados del resto del mundo podía seguirse regularmente desde las páginas de los diarios sardos y nacionales. Reyertas, secuestros, asesinatos, venganzas... eran algo común en la Barbagia, la zona donde se ubica la población. Libros como Caccia grossa (Caza mayor), escrito por el teniente de los carabinieri Giulio Bachi en 1900, daban fe de una indómita forma de ser forjada por años de aislamiento y miseria.

La portada del libro está ilustrada con una fotografía de la época y muestra a un grupo de carabinieri posando con un bandido capturado y muerto, tendido a sus pies, como si de un trofeo de caza se tratara. Si alguien visita Orgosolo no necesita buscar esa fotografía en un libro, puede contemplar, a tamaño natural y en plena calle, una reproducción pictórica de esa foto, como un fresco de la memoria. Las calles de Orgosolo están repletas de historia, sus paredes hablan y cuentan, nos muestran las antiguas formas de vida de sus habitantes, habituados al pastoreo y la agricultura de supervivencia; nos enseñan los interiores de las viviendas y cómo las ancianas, vestidas de negro, esperan sentadas a la puerta de casa la llegada de la noche, tras la cual no habrá más que un nuevo día.


Más allá de esa cotidianidad, los muros también nos recuerdan luchas pasadas y actuales, cercanas y lejanas: la guerra de Vietnam, la Revolución Francesa, el golpe de Estado en Chile, la Guerra Civil Española, la del Golfo, la conquista de América, la represión en Tian An Men, la Intifada palestina, el 11 de septiembre en Nueva York... Junto a los episodios de la historia aparecen también los personajes que la hicieron: los políticos, los héroes, los filósofos, los mitos, los obreros y los agricultores, las mujeres que caminan hacia la compra con niños pegados a sus faldas, los cantantes comprometidos, los poetas, los pintores, las familias en sus casas, la gente, en fin. Todo está ahí, en sus muros, como una inmensa pinacoteca de la historia reciente abierta al cielo, para que el color respire y el arte no quede encerrado entre cuatro paredes.

Primeros murales Los años ’60 y ’70 fueron tiempos de efervescencia política y reivindicaciones que llegaron también a este lugar al que sólo se accede por la carretera angosta que rodea las montañas del Supramonte. Fue en 1969 cuando el grupo teatral anarquista de Milán Dionisio plasmó el abandono de la isla en un mural en Corso Repubblica, la calle principal de Orgosolo. El mural representaba un mapa de Italia, con Sicilia al sur y un signo de interrogación en el lugar que debía ocupar Cerdeña. Ese fue el primero y parecía iba a ser el último, a pesar de que otros pueblos de la zona, en especial San Sperate, estaban llevando a cabo la misma actividad. Fue años más tarde, en 1975, cuando el profesor Francesco del Casino propuso a sus alumnos orgolenses una actividad de investigación coincidiendo con el 30º aniversario de la Resistencia Antifascista italiana.


Se trataba de plasmar en diversos carteles la participación en la contienda de los habitantes de un lugar tan olvidado por el que, parafraseando la canción, “por no pasar, ni pasó la guerra”. Así descubrieron con sorpresa que fueron muchos los orgolenses que se habían incorporado a la lucha partisana en la península italiana. A raíz de esa investigación se crearon unos 200 carteles, algunos de los cuales se distribuyeron por las paredes del pueblo. Los carteles gustaron tanto que, para evitar su desaparición bajo las inclemencias meteorológicas, se propuso pintar algunos de ellos directamente en la pared. Y así, casi de casualidad, nació una práctica que aún perdura y que se ha convertido en un signo de identidad de sus habitantes.

Es cierto que la actividad política de esos años favoreció la continuidad de los murales, que en Orgosolo fueron desde el principio eminentemente políticos, y fue durante esa época que se reflejaron algunos de los acontecimientos nacionales y mundiales más destacados. También se inmortalizaron las luchas locales, como la oposición del pueblo entero, incluidas sus autoridades, a la construcción de un polígono de tiro en sus tierras comunales. Con el cambio de década, los murales dieron paso a escenas más cotidianas, a un mural más artístico que político, aunque siempre reivindicativo. Los trazos del profesor Del Casino se notan en los dibujos de inspiración más picassiana y poscubista, mientras otros artistas locales, como Pasquale Buesca o Vicenzo Floris, daban otro aire a las propuestas.

Artistas populares Durante los años ’90 y esta primera década del siglo XXI, los murales han continuado invadiendo las paredes de Orgosolo, convirtiéndolo en un lugar visitado por turistas, curiosos y estudiosos de un fenómeno que se ha mantenido durante casi tres décadas. Al contrario de otros pueblos donde se inició la actividad muralística sin que hubiera continuidad, en Orgosolo la participación ciudadana en la elaboración y restauración de los frescos ha sido esencial. Los estudiantes de las escuelas medias son casi siempre los encargados de retocar los colores desvaídos de los antiguos murales, recuperando obras que continúan vivas. Ahora, con más de 150 murales reconocibles, y otra cincuentena que lucha entre sobrevivir o dejarse arrastrar por la lluvia y el viento, la polémica se centra en si se debe continuar restaurando o es mejor dejar lugar para nuevas obras y reivindicaciones. Porque, en Orgosolo, a pesar de la belleza de los dibujos, no se ha perdido el sentido primario del mural, aquel de comunicar, mostrar, enseñar, sacar a la calle algo que debe ser conocido por todos.


El problema que se plantea hoy es que, entre tanto mural, los nuevos casi no se destacan entre aquellos que llevan años captando la atención de propios y extraños. El propio profesor Del Casino, originario de Siena pero que vivió muchos años en estas tierras y pionero de este singular movimiento, declaró una vez que la continuidad de las pinturas estaba asegurada por mucho tiempo, puesto que “la arquitectura de los últimos 50 años era de una calidad tan mediocre que una intervención mural no podía sino mejorarla”. Parece que tal afirmación ha calado hondo entre los habitantes de Orgosolo, un pueblo que destaca por su ubicación y un entorno de salvaje belleza, donde los amantes del senderismo y la montaña quedan rápidamente atrapados, pero cuya arquitectura no pasa de la funcionalidad de acoger a personas bajo un techo. Tal vez por ello, porque sus muros estuvieron tantos años desnudos, sólo cubiertos con el gris con el que se pintan tantos paisajes rurales, la aparición del color y las formas dieron un sentido nuevo a las paredes. Los murales, ayer como hoy, se han adaptado a las formas de esos muros, a sus imperfecciones, a sus curvas.

Algunos personajes descansan sobre salientes, puertas que ya no están o pegotes de cemento antiguo, y hay paisajes que parecen especialmente diseñados para esa línea curva que traza la pared. La arquitectura y el dibujo se han aliado para transformar un pueblo de apariencia anodina en algo extraordinario que genera interés y un gran número de estudios. Lo inusual, además, es que este proyecto no está en manos de unos pocos, sino que todo el pueblo asume que los murales se han convertido en seña de identidad y se siguen manteniendo como esos ritos antiguos cuyo nacimiento se pierde en la noche de los tiempos.

Orgosolo pertenece a esa categoría de lugares con una atmósfera propia y diversa, no es pueblo amable sino fiero y orgulloso. No en vano se acostumbraron durante mucho tiempo a un código propio de actuación, al aislamiento y a la incomprensión. Enclavado en mitad de las maravillosas montañas del Supramonte, los murales de Orgosolo nos muestran un pueblo luchador, que no se resigna a un destino presuntamente escrito, aunque las abuelas, aún vestidas de negro, no consientan en sonreír a los forasteros.

Maribel Herruzo
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