• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

miércoles, 27 de agosto de 2008

Medio ambiente marino, en peligro

Cada vez más "zonas de la muerte" en mares del mundo

En los últimos diez años, las regiones con bajos niveles de oxígeno aumentaron casi una tercera parte. Los motivos del fenómeno.

En los últimos diez años aumentó casi una tercera parte la cantidad de "zonas de la muerte", regiones con bajos niveles de oxígeno, en los mares del mundo, informan científicos en la revista estadounidense Science.

Según los investigadores esto es consecuencia de que cada vez son más las sustancias nutritivas, como fertilizantes utilizados en la agricultura, que llegan a los mares a través de los ríos. Junto con la sobrepesca, la destrucción de los hábitats y la aparición de peligrosas floraciones de algas, la falta de oxígeno es uno de los principales problemas del medio ambiente marino, señalaron los investigadores.

Robert Diaz del Instituto de Ciencia Marina de Virginia y Rutger Rosenberg de la Universidad de Gotemburgo analizaron muchas investigaciones de los últimos decenios en los que se proporcionaba datos sobre regiones marítimas con escasez de oxígeno. Por primera vez se hizo referencia a "zonas de la muerte" en el Mar Báltico en los años '30. El problema aumentó sensiblemente en la década del 60. Durante esos años aumentó mucho el uso de fertilizantes en la agricultura, por lo que era mayor la cantidad de sustancias nutritivas como nitrógeno y fosfatos que llegaban a los mares.

En 1995 más de 305 regiones marinas estaban afectadas por la falta de oxígeno. Hoy llegan a más de 400. Desde 1960 hasta principios de este siglo la cantidad de "zonas de la muerte" casi se duplicó con cada decenio, informaron los científicos.

La superficie total de estas "zonas de la muerte" alcanzan en la actualidad a más de 245.000 kilómetros cuadrados. El mayor arrecife coralino del mundo, la Gran Barrera de Coral en Australia, abarca una región de 230.000 kilómetros cuadrados.

La escasez de oxígeno se origina por el aumento de sustancias nutritivas que producen el crecimiento masivo de algas. Cuando las algas muertas se precipitan al fondo del mar son descompuestas por bacterias. Ese proceso requiere oxígeno, lo que reduce la cantidad de esta sustancia en el agua. En consecuencia mueren primero los seres que están más cerca del lecho marino.

Muchas veces se repara en la falta de oxígeno recién cuando la pesca sufre sus efectos, informaron los científicos. En el Kattegat, un estrecho entre el Mar Báltico y el Mar del Norte, el problema de la falta de oxígeno fue asumido sólo años después de que fueran presentados los primeros informes, cuando se produjo una masiva muerte de peces y colapsó la pesca de la langosta en Noruega.

Para evitar que las "zonas de la muerte" se expandan y se puedan recuperar las regiones afectadas, debería evitarse el ingreso de sustancias nutritivas al mar. Es posible recuperar esas regiones. En el Mar Negro por ejemplo, un ámbito con poco oxígeno se había extendido entre 1973 y 1990 a 40.000 kilómetros cuadrados. Después de que en 1989 el Estado suprimió los subsidios para el uso de fertilizantes, el ingreso de sustancias nutritivas se redujo con rapidez. En 1995 había desaparecido la "zona de la muerte" del lugar, agregaron los investigadores.

Fuente: DPA

jueves, 21 de agosto de 2008

Valparaiso- Chile: Una porteña sobre el Pacífico

Plantada de cara al mar, las calles de Valparaíso se vuelcan en agudas pendientes

Ciudad portuaria y de colores deslumbrantes, Valparaíso posee una enorme similitud con el barrio porteño de La Boca. Patrimonio de la Humanidad desde 2003, es considerada una reliquia arquitectónica

Un primer vistazo teje lazos indisolubles con los pagos de Quinquela: los colores arrebatan la mirada, el sonido del puerto se cuela en boliches tangueros, y el andar más bohemio que exquisito, dice presente en las estrechas y empedradas callecitas. Valparaíso, como el barrio porteño de La Boca, es testimonio de arribos y despedidas, de lo propio y lo que llega desde lejos, de todo eso que un puerto puede generar a su alrededor. Gestado como uno de los primeros asentamientos de la colonia española en el siglo XVI, el puerto ha sido el eje central de Santiago de Chile durante siglos, con una gran implicancia político-económica. Su incipiente crecimiento vino de la mano también de los primeros bancos y la bolsa de valores, constituyendo rápidamente a la ciudad en la principal plaza comercial y financiera del país. Así, unida su gracia al progreso, fue propagando la llegada de los pioneros de una nueva clase económica, que construyeron mansiones que aún sobreviven intactas al paso del tiempo. Estas reliquias son algunos de los motivos que motorizaron al gobierno para nombrarla Capital Cultural de Chile en 2003, pero unos días después la Unesco decidió subir la apuesta y condecorarla con el galardón más amplio, declarándola Patrimonio de la Humanidad.

Un rincon arrabalero
Si vale como resumen, el logo turístico de Valparaíso es un sombrero negro típico del tango. Este ritmo cobra una dimensión imprevista si se piensa Chile en abstracto. Cercana al puerto, la Plaza Cívica de Bella Vista suele ofrecer alguna pareja danzando apasionadamente entre cortes y quebradas, imágenes que se reiteran en milongas cercanas y ventanas que escupen melodías de amores perdidos, de penas y noches de alcohol. Entre bares y callejuelas empedradas, la ciudad le es al tango lo que el agua al océano. Ultima sede de la Cumbre Mundial del Tango (la próxima se celebrará en nuestro país, en la ciudad de San Carlos de Bariloche, en 2009), Valparaíso mostró tal compromiso que hasta el Ministerio de Relaciones Exteriores trabajó en el evento junto a la Embajada de Chile en Buenos Aires (en reuniones con la gente organizadora del tour), y con las Ferias Internacionales de Turismo. Allí Diego Rivarola, coordinador de la cumbre y Jorge Castro, organizador del festival local, explicaron que “éstos no son encuentros de países sino de ciudades, donde le ha tocado a Valparaíso ser anfitriona. La universalidad del tango, como dice Horacio Rébora, imagina a un país que es el tango con un archipiélago de ciudades”. De carácter ya bien universal más que rioplatense, el tango tuvo su antecedente aquí en el “Valparatango”, otro encuentro mundial de gran prestigio, que convocó en su edición XIX a cientos de artistas (entre ellos una nutrida delegación de mendocinos) e invitados de otros puntos del país y exponentes varios en el mundo-tango. Diversas propuestas al aire libre, orquestas en trasnoches populares y hasta fiestas de vanguardia con el tango electrónico, se exhibieron bajo las envidiables luces de la costa del pacífico.

Como una postal, la imagen refleja el encanto de los barquitos de la zona portuaria

De luces y colores

Si algo destaca a una ciudad es la presencia de luz. Y hay sitios que hacen un arte de su iluminación, como Valparaíso. Desde que amanece hasta que cae la noche la costa se presenta como un anfiteatro al aire libre, que de día llega con el reflejo del agua a los muchos rincones de la ciudad, y cuando la oscuridad cae desde arriba, miles de focos se encienden como chispas para un nuevo escenario.

Los colores son otro dato particular de Valparaíso. En sus laderas constantemente irregulares (que hacen de las escaleras un atributo tan presente como árboles o veredas) otros boliches musiqueros aportan el folklore que une a sus habitantes con lo más íntimo de su tradición. Por esas texturas y sus mil vistas panorámicas, se cuenta que algún poeta, pintor y músico, ha llegado de visita y no ha vuelto a salir de aquí, atrapado por esa suerte de musa invisible que sabe enamorar hasta a los más resistentes.

Vista desde arriba, la ciudad parece una enorme herradura, con calles angulares y curvas que eluden sus picos, consecuencia de los movimientos que la tierra produjo hace tiempo. Plantada de cara al mar, sus edificaciones van de la mano con pequeños pasajes de tránsito comercial, y la gran cantidad de cerros son el centro de atracción para quien desea una vista global de su corredor oceánico.

En lo arquitectónico sobresale lo “viejo”, pero más bien le cabe todo tipo de estilo arquitectónico: en los alrededores puede encontrarse desde palmeras símil California a vitrales art nouveau de la primera hora. Ya en el centro, la escapada a la tradicional feria de antigüedades ofrece objetos muy curiosos, que van desde viejos baúles a antiquísimos tocadiscos. Este sitio es también una fabulosa librería, algo similar a la que puede encontrarse en la plaza del correo en pleno centro porteño, o en las inmediaciones de la Facultad de Medicina de Buenos Aires.

Uno de los quince ascensores de la ciudad, una reliquia de más de 100 años de vida

Subi-baja

Nadie que pase por Valparaíso olvidará sus pendientes. Sus 45 cerros sobre la bahía, permiten la vista excepcional de dieciséis miradores, a los que puede accederse mediante quince ascensores. Una vez allí, la ciudad vuelve a surgir una y otra vez, desordenada, bellísima.

La historia cuenta que mientras unos cerros eran pobres y habitados por la clase obrera portuaria, otros mostraban una gran coquetería, formando así los barrios contrapuestos que hay en toda ciudad, pero estos enmarcados por pendientes fascinantes. Esa ambigüedad se hacía presente en El Almendral, que había crecido hasta convertirse en el sector por excelencia del comercio, con haciendas y viñedos a los pies del cerro Barón. Desde su desarrollo en el período de la colonia, este sector mostraba un marcado contraste con la formación del sector puerto, separados ambos por el camino del Almendral y la Angostura del Cabo.

En el otro lado de la historia estaba la llegada al puerto, con la repetida entrada y salida de los barcos pesqueros, símbolo del trabajo sacrificado de toda una población. En esas explanadas subsisten hoy relatos de aquellos indígenas labradores y pescadores, que utilizaban para sus faenas balsas de cuero de animales. El Muelle Prat es otro testigo del incesante ritmo naviero, y el Barrio del Puerto, artesanía y rostros curtidos al sol de por medio, es una síntesis de la vida portuaria.

En esos contrastes se hace presente un elemento que supo unir a los de arriba con los de abajo. Hoy parte del orgullo de la ciudad, los ascensores son tan útiles como pintorescos, y han sido declarados patrimonio nacional. Pese a su destartalado siglo de vida, siguen transportando gente en un viaje vertical por las laderas de los cerros como desde principios de siglo, permitiendo la llegada a muchos de los miradores de la zona. La mayoría conserva su estructura original, y su andar promedio de un minuto (mareo incluido para los no habitúes) es un verdadero espectáculo sobre la bahía.

De recorrida
Valparaíso es un lugar para perderse tranquilo, pero si se prefieren las visitas guiadas, el turismo local está pautado en ocho circuitos regionales. El del cerro Concepción invita a conocer uno de los primeros asentamientos de inmigrantes ingleses y alemanes, con paseos por lugares históricos y visitas a la iglesia luterana y anglicana Saint Paul’s, ambas monumentos nacionales. El segundo circuito en el cerro Alegre hace hincapié en el arte con la visita a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Ciencias de la Educación, y la mansión del Museo de Bellas Artes. Allí está la Casa Higueras, una antigua casona de la década del 30, respetuosamente reciclada y que al ingresar sorprende con las comodidades de un gran hotel, con 20 habitaciones distribuidas en cuatro de los siete pisos de su construcción.

Otro circuito es el denominado “Los inmigrantes”, que entrelaza callecitas con historias y la actividad portuaria y naval, concluyendo en el imponente monumento a Los Héroes del Combate Naval de Iquique, durante la Guerra del Pacífico. Continúa el circuito al “Casco histórico”, con visita a calles, plazas, pasajes y escaleras que son testimonio de la creación de Valparaíso, además de la llegada al museo del Mar y algunos viejos restaurantes. El quinto circuito recorre las pintorescas casonas de la playa, de pura madera y enorme valor patrimonial, como el Paseo 21 de Mayo, ubicado en el Cerro Playa Ancha, uno de los principales miradores de la zona.

El “museo a cielo abierto” sigue la recorrida de circuitos en el cerro Bella Vista y su ascensor Espíritu Santo. Allí la plaza Victoria ofrece una fuente de agua que fue traída desde Francia y cuatro estatuas que representan las estaciones del año (reliquias de 1875) y una glorieta donde suele haber espectáculos públicos. El séptimo recorrido muestra la típica estructura urbana, catedral, Palacio Lyon y museo de Historia Natural de por medio. La biblioteca Santiago Severín, inaugurada en 1919 y poseedora de 82 mil volúmenes de libros y 260 mil ejemplares de diarios y revistas, es su punto más alto.

El último circuito concluye con una referencia muy fuerte a Pablo Neruda y su presencia en la ciudad, ideal para los amantes de la poesía, y como para quedar empachado de esta “perla” del Pacífico.

Pablo Donadio
Imagenes: Alexia Moy
Pagina 12 - Turismo

jueves, 14 de agosto de 2008

Suiza: La ruta de Guillermo Tell

Bauen, uno de los pequeños pueblos de la región

Las huellas del héroe suizo se descubren en el corazón histórico del país, con un itinerario a orillas del lago de los Cuatro Cantones

Las huellas del héroe suizo se descubren en el corazón histórico del país, con un itinerario a orillas del lago de los Cuatro CantonesBauen, uno de los pequeños pueblos de la región

La bandera se exhibe con orgullo en todos los rincones de Suiza. Flamea sobre los mástiles en el patio de las casas, en las ventanas de los departamentos, en la popa de los barcos que navegan por los lagos, en la cima de las montañas, en las plazas de las ciudades, sobre las calles de los pueblos. Sin olvidar las remeras, las carteras, los cascos de bicicleta. Para el turista son el toque de color rojo infaltable en toda postal de Suiza y en cada foto de recuerdo: es como una estampilla roja con cruz blanca que sella el swiss-made hasta en los paisajes.

A esta altura del año, cuando el cielo da sus mejores azules y las montañas sus mejores verdes, florecen más banderas que nunca en toda la Confederación para celebrar el Día Nacional de Suiza (el 1° de este mes) con festejos que se extienden más allá de la fecha.
El juramento del Rütli

La conmemoración es de un pacto entre campesinos de comunidades montañesas de Uri, Schwyz y Unterwald, tres de los actuales cantones, sobre la pradera del Rütli, a orillas del lago de los Cuatro Cantones, el más típicamente suizo de todos los lagos de Suiza. De este pacto, con el tiempo y el agregado de ciudades y otras regiones nació más tarde la Confederación Suiza.

La pradera del Rütli, que los franceses e italianos convirtieron en Grütli, es hoy el símbolo de la fundación del país: se encuentra sobre el territorio del cantón de Uri, cerca del pueblito de Seelisberg. Seguramente no cambió mucho su aspecto desde la reunión de los tres confederados: Walter Fürst, Arnold de Mechtal y Werner Stauffacher, y sus hombres; excepto por el detalle de que allí, en un claro entre los árboles, flamea una bandera los 365 días del año. Y para agregar un toque aún más suizo, se cría una pareja de vacas con cencerros, por supuesto.

Guillermo Tell no formaba parte del juramento, según la leyenda, pero seguramente no estuvo lejos, ya que algunos de los personajes de aquel pacto forman parte de la obra de Schiller dedicada al más famoso de todos los suizos.

La pradera del Rütli es hoy un lugar de paseo obligado para todo ciudadano en una excursión de fin de semana, o durante las "carreras escolares", como se llama localmente a los viajes didácticos que se organizan en las escuelas.

La mejor forma de acceder es por barco desde alguno de los numerosos puertos del lago de los Cuatros Cantones; los más cercanos son los de Brunnen y Altdorf, la cabecera del cantón de Uri. El puerto de Rütli es un refugio majestuoso de madera tallada, donde tampoco falta la bandera. No hay más que un camino que empieza a subir por el flanco de montaña hasta llegar a la pradera que se encuentra muy por encima del nivel del lago.

Antes de encontrar el claro entre el bosque que forma la pradera, se pasa por las tres fuentes, en realidad tres hilos de agua que brotan entre las rocas y simbolizan los tres primeros cantones de la Confederación. La pradera resume un poco la imagen de Suiza; sin ostentación ni grandes monumentos, aquí sólo están la bandera, las vacas y la granja. Y un magnífico paisaje, de ensueño, que abraza toda Suiza en una sola vista y que es sin duda el mejor emblema que el país puede ofrecer para glorificar sus orígenes.

Un pequeño museo recuerda el pacto del Rütli, con reproducciones de documentos y textos en varios idiomas. En un chalet típico, un restaurante ofrece los platos tradicionales suizos, acompañados los fines de semana por músicos que interpretan el sonido regional.

En la montaña, por encima de los árboles que encierran el Rütli, el pueblo de Seelisberg está unos 350 metros más arriba que la pradera. Desde su calle principal se divisa un panorama que parece una vista a vuelo de avión. Para llegar hay que tomar un funicular en el puerto de Seelisberg: justamente entre este puerto y el de Rütli se pasa frente a un monolito que surge del lago y rinde homenaje a Schiller y Guillermo Tell, un vecino omnipresente en la región.

Antes de lanzarse sobre sus huellas, vale la pena tomar un café o parar un rato en otro puerto a orillas del lago de los Cuatro Cantones, no lejos de Rütli. Se trata del pueblo de Bauen, un especie de balneario tropical, protegido por un microclima que permite el crecimiento de palmeras y plantas exóticas al pie de la montaña, entre ellas, varias araucarias.
Un tiro con historia.

La pradera de Rütli

En Altdorf y su región, Guillermo Tell está por todas partes. Según las leyendas, su vida transcurrió en estos parajes y numerosos lugares recuerdan sus hazañas. La historia no menciona a Guillermo Tell durante el pacto del Rütli, pero fue su lucha contra el enviado de los Habsburgo, Gessler, el episodio que lo hizo más famoso que los "tres suizos" del pacto.

El conocido flechazo con su ballesta contra una manzana colocada sobre la cabeza de su propio hijo es el punto culminante, pero en verdad la historia empieza cuando Tell se niega a saludar el gorro tirolés de Gessler, colocado en lo alto de un mástil en la plaza de Altdorf. En lugar del gorro, hoy la plaza del pueblo tiene una estatua de Guillermo Tell, muy famosa en toda Suiza: no hace falta agregar que es uno de los monumentos más fotografiados del país, aunque no es la estatua más antigua que se conoce del legendario héroe.

Ese honor le corresponde a una figura de rasgos ingenuos, pintada en colores vivos, que data de 1786 y estaba originalmente en Altdorf, aunque se encuentra ahora en el vecino pueblo de Bürglen, donde vivían Guillermo y su familia.

Una torre medieval en Bürglen alberga también el Museo de Tell, cuyas salas presentan una valiosa colección de representaciones del personaje y sus hazañas, en busca de revelar algo más sobre la persona y el mito.

Sin duda, las leyendas tienen un fondo histórico, como siempre en Europa, pero la figura de Tell, nacida en un momento tan simbólico de la historia suiza, contemporánea a la creación misma del país, tiene una relevancia muy significativa. La obra de Schiller y la posterior ópera de Rossini ayudaron mucho a su difusión internacional. Hollywood no podía quedarse atrás, y Guillermo Tell parece incluso hecho a medida de una superproducción americana, tal como se podrá ver dentro de un año en las pantallas (ver recuadro).

No hay que dejar Bürglen sin dar un vistazo a la Capilla de Tell, construida, en 1582, en el supuesto emplazamiento de la casa donde vivió el personaje hasta el día de su muerte, ocurrida cuando intentó salvar a un niño de un río de aguas torrentosas.

Esta no es, sin embargo, la única Capilla de Tell. Hay una más a orillas del lago, en otro lugar clave de la saga, donde él, llevado prisionero por Gessler y sus soldados, supuestamente saltó del barco hasta tierra, sobre una gran roca que avanza sobre las aguas y se conoce como Tellsplatte. Hoy la pequeña capilla, cuyos frescos recuerdan el episodio, es uno de los puertos donde paran los barcos para que desciendan los peregrinos de esta leyenda.

Finalmente, para cerrar el círculo, hay que volver a Altdorf. Cada año, en julio y agosto, es decir, el verano boreal, se representan funciones de la obra de Schiller en el teatro construido especialmente en el centro del pueblo. Bien vale asistir a alguna de sus representaciones. Y por un tiempo más se puede también tener un recuerdo muy particular de Guillermo: es que en las afueras del pueblo, en dirección al Sur, al Gottardo y la Suiza italiana, se realizan las obras de lo que será dentro de unos años el túnel más largo del mundo, el complejo AlpTransit, que pasará bajo el actual túnel del San Gottardo.

Un centro de visitantes permite conocer la obra, su impacto en las montañas y sus fines ecológicos, ya que gracias al túnel se reducirá el importante tránsito de vehículos que cruzan los Alpes de Norte a Sur por el Gottardo. En la entrada, una estatua de Tell está preparada para sacarse una foto con ella, como abrazado al mismísimo Guillermo, con su ballesta al hombro.

De regreso en Altdorf, como es difícil dejar esta región de increíble belleza, donde todo parece haber sido colocado para tener la mejor postal posible, se puede dar una vuelta más y seguir la Vía Suiza, un camino señalizado de 35 kilómetros, abierto en 1991, para conmemorar los 700 años de la Confederación. El camino está dividido en partes que representan cada uno los cantones suizos. Pasa por Altdorf, Flüelen, el puerto donde se embarcó Tell en la barca de Gessler, por la Capilla de Tell, por Brunnen, por el pueblito "tropical" de Bauen y, por supuesto, por la pradera de Rütli y Seelisberg.

La mayor parte de este camino está al borde mismo del lago, pero hay que cruzar uno de sus brazos en barco, de Brunnen a Treib. Si el föhn , ese viento cálido que viene del Sur, no sopla, el sol hace brillar desde cualquier ángulo las montañas, los bosques y las praderas, los techos, los campanarios de los pueblos y las aguas del lago de los Cuatro Cantones.

El recuerdo del heroe en Uri

Datos útiles
  • Información oficial sobre Suiza: www.misuiza.com
  • Cantón de Uri: datos sobre el cantón y su cabecera, Altdorf, www.altdorftourismus.ch ; www.i-uri.ch , www.uri.info y www.altdorf.ch . La Oficina de Turismo, en los locales del Teatro Municipal, organiza visitas temáticas sobre las huellas de Guillermo Tell, pasando por la Capilla de Tell, la plaza de Altdorf, la pradera de Rütli y el pueblo de Bürglen.
  • Pradera de Rütli: es accesible por barco desde el desembarcadero de Rütli, o desde Seelisberg. Más datos, en www.seelisberg.com .
  • Museo Tell en Bürglen: de mayo a octubre, de 10 a 17. En el invierno europeo abre a pedido de los visitantes. www.tellmuseum.ch .
  • Navegaciones sobre el lago: se sacan los pasajes en cada muelle antes de subir al barco. Hay barcos todo el día, varias veces por hora. www.lakelucerne.ch .
  • Complejo AlpTransit: el centro informativo de Uri está en Erstfeld, cerca de Altdorf. De martes a domingo, de 9 a 17. www.alptransit.ch .
  • Flüelen : hay una exposición de los cristales más grandes encontrados en los Alpes, en una antigua capilla, en frente al desembarcadero. Cerca está el monumento alegórico al Juramento de los Tres Suizos, que simboliza las manos con los tres dedos extendidos de la jura de los confederados.
  • Recuerdos: curiosamente no hay ningún lindo recuerdo en forma de muñeco de Tell para llevarse. En el quiosco del Museo Tell hay algunos libros en alemán, francés e inglés.

Pierre Dumas
La Nación - Turismo

viernes, 8 de agosto de 2008

Chile: Valle de Codpa

Las termas de Polloquere alcanzan temperaturas de 70 grados

A 113 kilómetros de Arica, el valle de Codpa podría transformarse en el nuevo gran destino del norte chileno. Tiene paisajes alucinantes, arqueología, antiguas iglesias y pueblos cuya localización desafía las lógicas citadinas. Codpa comienza a abrirse al turismo gracias al primer hotel de nivel en la zona, que permite adentrarse en el Altiplano más desconocido.

Estamos en medio del desierto, viendo borroso en una diminuta tele conectada a un generador cómo el Chupete Suazo marca el 3 a 2 de Chile sobre Venezuela. No había otra opción: éste es el único sitio en kilómetros donde se capta la señal de canal 13 que llega por el aire. Imposible hacerlo en Codpa, el pequeño caserío donde alojamos, y donde tampoco hay luz eléctrica (sólo un par de horas al día), ni señal de celular ni teléfono público. Sólo hay Internet, en la escuela, pero la velocidad es tan baja que la imagen online no se forma.

Entonces no queda otra que partir cerro arriba junto a los lugareños, tanto o más fanáticos que uno; poner una tele sobre el capot del auto, prender el generador, extender una antena y comenzar a captar la gloria del fútbol en vivo y en directo. Un despliegue de ingenio insólito para quienes vivimos con las facilidades de la ciudad, pero muy común entre los codpeños, acostumbrados a este tipo de peripecias.

En Parcohaya, camino a Surire, viven 5 personas

Pese a su cercanía con Arica –113 kilómetros; una hora y media en auto, por una carretera en buen estado– el valle de Codpa aún permanece desconectado del mundo. Casi tanto como antes, cuando para llegar había que cabalgar durante dos días desde la ciudad. Considerado una de las puertas hacia la zona más desconocida del altiplano chileno, Codpa recién está abriendo sus ojos al llamado "turismo de intereses especiales", es decir, aquellos viajes que buscan una experiencia nueva, alejada de las masas y, por cierto, en medio de varios de los paisajes más alucinantes de la Tierra.

Una muestra de ese despertar es el Codpa Valley Ecolodge, que abrió en mayo. Se trata de un flamante hotel construido sobre las instalaciones de la antigua Hostería de Codpa, y que hoy se erige como la única y gran alternativa de alojamiento y gastronomía en todo el valle, con instalaciones y servicios de nivel. El hotel –de los mismos dueños de Valle Nevado– está atrayendo sobre todo a turistas extranjeros, y ha comenzado a poner en valor los atractivos naturales e históricos que habían permanecido escondidos por cientos de años.

Por eso, no es tan descabellado que algunos ya sueñen con que en diez o veinte años, este lugar pueda convertirse en el nuevo San Pedro de Atacama. Al menos, atractivos tiene, sobre todo si consideramos el área que podría abarcar este rutero turístico: desde Codpa se puede llegar a Putre, en la Región de Arica y Parinacota, e incluso hasta Colchane, en la Región de Iquique, viajando por hermosas y poco conocidas rutas altiplánicas.

Los sorprendentes cactus candelabro aparecen en medio del desierto

Valle fértil
El valle de Codpa ha sido, desde la antigüedad, una de las principales zonas para el intercambio cultural y comercial entre el altiplano y los pueblos costeros del norte. Especialmente durante la decadencia del imperio Tiwanaku, hace unos mil años, cuando grupos indígenas carangas se establecieron aquí y comenzaron a complementar sus actividades de pastoreo altiplánico con la producción de recursos agrícolas. Para eso, Codpa –o "pedregal" en aymara– era el lugar indicado: a pesar de estar en medio del desierto, es un valle sorprendentemente verde y fértil, de clima apacible, y donde se producen frutas, verduras, y un vino muy particular llamado pintatani, similar a la chicha, que los lugareños adoran.

Los españoles llegaron a Codpa hacia 1580, y con ellos la férrea doctrina católica que fue evangelizando cada uno de los pueblitos aymaras que abundan en la zona; y cuya obra más notoria fue la construcción de pequeñas y hermosas iglesias de adobe en cada uno de ellos, lo que hoy es uno de los principales atractivos para los visitantes. Por ejemplo, está la iglesia blanca de Codpa, construida en 1668, y que contiene, como casi todos los templos del altiplano, muestras del sincretismo religioso que se produjo tras la colonización: en su altar es posible ver a santos usando chullos (el típico gorro de lana altiplánico). Aparte de la iglesia, el cementerio y un pequeño museo comunal que está al lado, que exhibe una momia Chinchorro encontrada en el valle, en el pueblo no hay mucho más que ver. El resto es una pequeña plaza, una cancha de baby, una escuela básica y una comisaría. Sin embargo, saliendo de Codpa están sus mayores atractivos. Por ejemplo, los petroglifos de Ofragía, una colección de dibujos hechos en las piedras, datados entre los años 1.000 y 1.400 d.C., y que muestran a antiguos cazadores y pastores con sus llamas, herraduras y otros misteriosos símbolos.

Y, por cierto, están los distintos ruteros hacia los alucinantes paisajes y pueblos del altiplano, donde habitan cientos de personas –aymaras en su mayoría– en lugares y condiciones que desafían cualquier tipo de lógica citadina. Y que es una de las gracias de esta inmensa planicie que corre por Bolivia, Perú, Argentina y Chile, a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar. Una zona que obliga a la contemplación y que tiene una curiosa característica: o la amas o la odias, pero jamás te deja indiferente.

Este tipo de cruces están dispuestas en varios cerros del valle de Codpa

Pueblos perdidos

Hoy caminamos cinco kilómetros desde Codpa hasta Guañacagua, otro pequeño caserío caracterizado por su iglesia y campanario de adobe. En la ruta vamos viendo varias de las peculiaridades de la zona, como las cruces que aparecen en varios cerros, y que los lugareños "visten" con flores y frutas. O las representaciones de José Domingo Carnavalón, un muñeco que cada localidad coloca sobre algún montículo, con rostro distinto (de palo, piedra, trapo), y que en febrero es el símbolo del carnaval de la zona.

Los mitos y leyendas abundan en toda esta región. Así, hay quienes dicen haber visto cómo las montañas se abrían, otros que hablan de encuentros con el diablo, y otros que repiten la historia de los gentiles, una extraña raza de enanos pastores que sólo vivía de noche. "Una vez hubo un eclipse de sol y los gentiles salieron a trabajar durante el día", cuenta Aliro Delgado, quien vive hace varios años en Codpa. "Pero cuando terminó, la luz del sol los mató a todos".

Dejamos Guañacagua y vamos luego a Timar, a 28 kilómetros de Codpa. En el camino atravesamos paisajes lunares, desérticas quebradas y enormes cactus candelabro clavados en las laderas. Una vez en Timar, vemos sólo una calle vacía, dos perros, un burro y seis personas adornando su iglesia para una próxima fiesta religiosa. "Ponga ahí en su reportaje que Soledad Alfaro, de Timar, pide el diezmo para mantener esta iglesia", nos sugiere Soledad Alfaro, de Timar, tras pedir que pongamos el diezmo para mantener su iglesia.

La ruta continúa rumbo a Putre. En el camino aparecen otros pueblos como Ticnamar, a 3.200 metros, un oasis en medio de la planicie; y más adelante, Belén, un pueblo que habríamos definido como fantasma si no fuese por Basilio Mamani, quien aparece de improviso caminando detrás de uno de los campanarios de la iglesia. "Aquí ya no vive casi nadie", cuenta Basilio, quien a sus 86 años sabe muy bien cómo era la vida en estos pueblos. "Casi todo el mundo se ha ido, pero ya van a volver los viejos tiempos. La gente va a regresar, porque en la ciudad ya no se puede vivir".

El gran salar
El salar de Surire es el otro recorrido que puede hacerse por el día desde Codpa. De camino a este Monumento Natural ubicado a 4.200 metros de altitud, casi en la frontera de Chile con Bolivia, se pueden observar vicuñas, suris (ñandúes altiplánicos), vizcachas, llamas y alpacas. También es posible ver enormes cercos de piedra aymaras, construidos para el pastoreo hace cientos de años. O admirar aldeas como Parcohaya, donde viven sólo cinco personas a 3.800 metros. Y zambullirse desafiando el frío del altiplano en las termas de Polloquere, una gran piscina natural de hasta 70 grados Celsius de temperatura, y que por su localización –en pleno salar– es, sin duda, una de las más espectaculares de Chile.

Apolinario Castro vive en las orillas del salar de Surire

Apolinario Castro
Apolinario es un viejo aymara que vive en una de las orillas del salar de Surire. Tiene una casa hecha con piedras y latas oxidadas por el frío viento del altiplano, y vive junto a su mujer y cerca de 300 animales, llamas y alpacas. Nos encontramos con él una gélida tarde de junio, mientras admiramos desde nuestro 4x4 la belleza blanca de Surire.

Apolinario aparece en medio de la nada: usa sombrero y bufanda, y carga dos pesados sacos: una bolsa de género y un bulto de tela amarrado a su espalda. Viene caminando hace cuatro días desde Colchane, harto más al sur, donde había ido para intercambiar sus productos animales por arroz, fideos, aceite, esas cosas. Y ahora acaba de hacernos dedo para que lo llevemos hasta su hogar. Nos detenemos, Apolinario se sube raudo a la camioneta y, unos 500 metros más allá, se baja.

Ya estaba casi en su casa, pero igual nos agradece el aventón. Al menos, pensamos, en algo pudimos aliviarle su travesía. La misma que han emprendido durante siglos los caminantes aymaras que habitan los recónditos paisajes de esta parte del Altiplano.

Llaretas y paja brava: la vegetación típica del salar de Surire, a 4.200 metros de altitud

Datos prácticos

LLEGAR
A Arica vuela Lan y Sky

DORMIR
En Codpa:
Codpa Valley Ecolodge es la única alternativa de alojamiento en todo el valle y los pueblos cercanos. Cuenta con 16 cabañas para dos personas, piscina, buen restaurante y muy atento servicio. La luz eléctrica funciona sólo un par de horas en la noche. Dobles, 150 dólares, con desayuno. Hay varios programas todo incluido desde Arica, como uno donde se visita el valle de Azapa, Codpa, Surire, Putre y pueblos cercanos.
www.ecolodgechile.cl

En el Salar de Surire:
Conaf tiene un refugio para 4 personas con cocina y calefacción. Se debe llevar comida.
Tel. en Arica, (58) 201 200.

En Putre:
Para dormir allí y visitar el lago Chungará, las mejores opciones son el Hotel Qhantati, en las afueras del pueblo
tel. 58 / 228 916)
Hotel Kukuli, uno de los más nuevos
cel. 09 / 161 4709

Sebastián Montalva W., desde Codpa.
Fotografías: Álex Moreno R.
El Mercurio - Chile

lunes, 4 de agosto de 2008

La Pampa: por la ruta del desierto

Guanacos en Parque Nacional Lihué Calel

Lejos de ser un viaje monótono, el camino invita a visitar salinas con flamencos, pueblos cargados de historia o el Parque Nacional Lihué Calel

Si la idea es realizar un viaje hacia el sur cordillerano, el paso obligado es La Pampa. Es oportuno para ir aprovechando el recorrido visitar sitios ubicados a la vera de la ruta, o bien distantes, a unos pocos kilómetros.

El circuito por las tierras pampeanas nace al dejar la provincia bonaerense, cuando se ingresa por la ruta 18 (luego rutas 35 y 152) hasta la bifurcación de la ruta 152 con la 143, y se puede elegir allí cualquiera de las dos opciones para continuar el recorrido. Hasta ahí son 155 km totalmente pavimentados y en buen estado, como el resto del trayecto. Si la idea es dirigirse hacia el Sur por la primera vía (ruta 152), son 77 km hasta Lihué Calel, para luego seguir viaje. La otra opción carretera (ruta 143) pasa por Chacharramendi, a 54 km de la bifurcación, para continuar después hacia la Cordillera.

Al dejar regiones bonaerenses, en tierras donde el horizonte no tiene fin y el silencio abunda en la inmensidad del campo, el suelo pampeano ofrece una cautivante geografía de sugestivos escenarios que combinan aventura, naturaleza, historia y generosas costumbres gauchas.

Así es La Pampa, territorio de paisajes despojados, donde la idea de la eterna llanura parece consolidarse en casi todas sus latitudes. Basta recorrer sus caminos para entender su relieve monocorde, que de tanto en tanto ofrece lugares de interés para los viajeros. En medio de esta singular topografía, aparece en escena "la ruta más generosa del suelo pampeano", tal como afirma don Luciano, aquel paisano que tiene su chacra en los portales, ahí nomás, cuando se deja la provincia bonaerense. "Sobran los motivos para disfrutar del trayecto cuando se anda por la ruta del desierto -sostiene con orgullo-. Son muchos los lugares para visitar en el recorrido a pesar del nombre de la ruta, que se debe a que hay tramos donde sólo se oye el viento."

En rueda de mate, apunta que es la más transitada de la provincia y tal vez la más privilegiada a la hora de encontrar postas turísticas y hacer un alto en el camino. Es la que va al Sur. Nexo casi obligado entre Buenos Aires y el paisaje cordillerano. Desolada, y al resguardo de los jarillares que se mecen a ambos lados del camino.

Atrás quedó el amable paisano para seguir la marcha. De vez en cuando, el vuelo de un chimango, una arboleda o una estancia lejana invitan a soñar los senderos de Antonio Machado. Entre el entorno abierto e interminable, aparece Macachín, pequeña ciudad colonizada por inmigrantes vascos, cuyo principal recurso sigue siendo el agro. Sus calles tranquilas detienen el ritmo e invitan a recorrer la vistosa plaza Independencia. Algunos vecinos ilustran a un grupo de turistas, curiosos por saber algo sobre este poblado.

"Macachín es una palabra de origen mapuche -acota Elvira, docente y oriunda del lugar- cuyo significado se refiere a una planta de la zona que sirve de alimento y combate la sed. Allí enfrente se encuentra el Eusko Alkartasuna, un claro modelo del asentamiento vasco en el pueblo. Es club, hotel y restaurante, y además de conocer sus instalaciones y la historia de los inmigrantes, es aconsejable degustar muy buenos platos típicos de esa región española."

Entrada a Macachín

Las afueras del pueblo lindan con las asombrosas salinas de Hidalgo, inmensa extensión blanca que por su singular fisonomía, propia de una cuenca lacustre, no se debe dejar de visitar. En pocas palabras, Pedro explica cómo se formó y se alimenta periódicamente el salitral. "En esta gran laguna -comenta el guía- se esparce una capa temporaria de cloruro de sodio. Cuando el agua se evapora, la sal se cristaliza y está lista para ser cosechada y apilada en grandes parvas, donde se mantiene estacionada hasta un año para que el lavado de las lluvias elimine el sulfato, y se ahorra así un costoso proceso industrial. De esta manera se repite una y otra vez."

Las montañas de sal y el espejo lacustre combinan una postal que asombra en tomas fotográficas. Los flamencos completan el cuadro. Se posan sobre la corteza blanca y se alimentan de la artemia salina, minúsculo crustáceo que deambula por el salitral y le da, además, cierta coloración rosada, la misma que le otorga al plumaje de estas aves, debido a la carotina contenida en su caparazón.

El paisaje recurrente y silvestre vuelve a mostrarse al retornar al camino. Tramos de suaves serranías y lomadas que suben y bajan. Después aparece el caldén, árbol típico de estas tierras, que en el extenso monte acompaña la marcha sobre una larga traza de la 152.

Bienvenidos a Utracán, reza el cartel, y la senda se abre de la ruta principal para llevar en corto trayecto hasta la pequeña villa turística. Pocas casas, algunos comercios y médanos que cobijan la laguna La Ernestina, pequeño espejo de 70 hectáreas con aguas salobres y sulfatadas, e ideal para la práctica de deportes náuticos. En sus márgenes, amplias playas de arena firme y un camping dotado de aceptables servicios para el visitante. "Es el lugar predilecto de los pobladores de General Acha -afirma don Bartolomé, asiduo concurrente con su bagaje de artesanías a disposición del turista-, que está acá nomás, retomando la ruta."

En efecto, a poco de andar, esta centenaria ciudad, que fue la primera capital de la provincia, recibe con su imponente Cristo sobre la cima de un pequeño cerro situado en la entrada, al que se accede tras subir algunos escalones y desde donde se obtiene además una magnífica panorámica de toda la región. Poblado de suma paz, con su vistosa plaza Belgrano y su antigua iglesia, llamada de la Inmaculada Concepción, que es monumento histórico provincial.

Pulpería de Feito en Chacharramendi

Sierra de la vida
Después vendrá la bifurcación y se optará a la derecha por la 143, o bien siguiendo por la 152 a la izquierda. Ambas conducen a la Patagonia. La primera permite visitar la antiquísima pulpería de Feito, en el pequeño pueblo de Chacharramendi, con mostrador de antaño, botellas polvorientas, balanzas y objetos de tiempos idos. Sandra muestra el recinto y hace un alto ante una foto colgada en una de las paredes: "Este es Bairoletto, famoso bandido entre los años 20 y 30 que se refugió aquí".

Si la elección es la otra ruta, una extensa recta se va abriendo paso entre pastizales y caldenes. Ya desde la lejanía se ven las únicas sierras en tanto terreno llano. Es el Parque Nacional Lihué Calel, de 10.000 hectáreas, que abarca las serranías del mismo nombre, que se prolongan por casi 15 km sobre un fantástico microclima.

Lihué Calel (en araucano: sierra de la vida) concentra gran variedad de flora semidesértica y de estepa. "No hay nada más en este paraje -afirma Víctor Zapata, responsable del complejo de bungalows ubicado al costado de la ruta-. Aquí se quedan algunos turistas para recorrer el parque, pasar la noche y luego seguir viaje."

Dentro del predio, además, hay un camping equipado con todo lo necesario para una buena jornada.

Cuenta con senderos autoguiados para caminatas, safaris fotográficos y recorridos que llegan hasta una gruta con pinturas rupestres, y hasta las ruinas del casco de la estancia Santa María de Lihué Calel, demolido en 1963. Grutas, arroyuelos de límpidas aguas y sendas peatonales que permiten descubrir recónditos rincones. Un lugar especial, como cada uno de los que encierra este periplo pampeano, al cruzar la provincia en trayecto hacia el sur argentino.

Laguna de Utracan

Datos útiles
Cómo llegar
Desde Buenos Aires conviene tomar la autopista Riccheri, luego la autopista a Cañuelas y su continuación, la ruta 205. En Bolívar, la ruta 65 hasta la 33, en Guaminí, y finalmente la 60 en Carhué, que lleva hasta el ingreso a La Pampa

Qué hacer
La entrada a las Salinas de Hidalgo, la pulpería de Chacharramendi y al Parque Nacional Lihué Calel, gratuita.

Informes
Casa de La Pampa en Buenos Aires
Suipacha 346
4326-0511/1145/1769

En Internet
www.lapampa.gov.ar
www.turismolapampa.gov.ar


Marcelo Ruggieri
La Nación - Turismo
Fotos: Web