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sábado, 26 de diciembre de 2009

Islas Virgenes: Diosas de mar

Placer caribeño: flotar en aguas transparentes y calmas bajo el radiante sol

Las Islas Vírgenes Británicas son un emblema de la belleza y exuberancia del Caribe oriental. Bahías, morros y palmeras en un archipiélago formado por cuatro islas centrales, islotes y peñascos que emergen de un mar cristalino.

Podrían ser el escenario de la serie Lost, de La laguna azul o de cualquier película que transcurra en un paisaje paradisíaco y asombrosamente bello. Las Islas Vírgenes Británicas, en el Caribe oriental, son una invitación a la más pura naturaleza, con un clima siempre propicio para las actividades al aire libre, aguas cristalinas y arenas blanquísimas. A menos de 100 kilómetros de Puerto Rico, este archipiélago formado por decenas de peñascos, morros e islotes mayores dibuja un óvalo enhebrado en el océano, y si bien las cuatro islas centrales –Tortola, Virgin Gorda, Jost Van Dyke y Anegada– son las más desarrolladas para los visitantes, cada uno de sus rincones invita a una indescriptible sensación de sueño-realidad.

Casi una pintura: palmeras, arena blanca y embarcaciones para andar por las olas

TODO PARA DESCUBRIR
Las Islas Vírgenes están consideradas como la “capital caribeña del deporte a vela”, uno de los motivos que impulsan la visita de más de 400.000 turistas al año, además del snorkeling y el buceo. Aunque las cifras impresionan –más de 1000 habitaciones de hotel, 700 yates disponibles para navegar y dormir, 200 villas y pequeños hoteles, más de 200 bares y restaurantes, decenas de lugares de entretenimiento– predomina una imagen de desolación, tranquilidad y silencio, gracias a la ausencia de torres, casinos o multitudes.

Místicas e inspiradoras de grandes leyendas de aventureros y románticos, sus verdes colinas de caoba y cactus son miradores privilegiados hacia los acantilados, ruinas, arrecifes coralinos y otros santuarios de vida salvaje donde descansan varias especies en extinción. Este compromiso por la preservación instaló a Jean Michel Cousteau, respetado ambientalista e hijo del legendario explorador oceánico Jacques Cousteau, como vocero ambiental de las islas, para crear conciencia del cuidado de uno de los pulmones ambientales más singulares del mundo. También la Asociación Nacional de Parques, establecida ya en 1961, preserva este patrimonio a través de 20 parques nacionales que cubren 736 hectáreas, entre tierra firme y mar.

Gran parte de los 21.000 habitantes viven en Tortola, y luego en Virgen Gorda, Jost Van Dyke y Anegada. Pero para muestra de su estado natural basta mencionar que en esta última isla la población de cabras salvajes, burros y ganado sobrepasa a los humanos en una relación de 10 a 1. Casi el 90% de los isleños es de raza negra, pero hay una buena representación de otros grupos étnicos, entre blancos, chinos, indígenas, portugueses y árabes. Desde luego, el inglés es el idioma predominante, aunque el español es también oficial, debido a la cercanía con San Juan de Puerto Rico, su fuente mayor de visitantes.

Virgin Gorda

LAS CUATRO FANTASTICAS
Tortola es la columna vertebral del canal mayor que reagrupa la escena isleña desde el aire. Los botes de vela y de motor, que se pueden contratar en los distintos paradores, reinan en un radio de 80 millas náuticas y se disputan la escena con el surf, especialmente hacia el norte de Apple y Josiah’s Bay, con muy buenas olas. La isla también se destaca gracias a su extenso bosque, semejante a la mata atlántica brasileña. Y si el complejo Soper Hole es tal vez el mayor atractivo para la actividad deportiva y comercial, Cane Garden Bay se instala como el mayor centro para “actividades energéticas de playa”, el nombre con que se promocionan el yoga y otros ejercicios físico-espirituales.

La que sigue es Virgin Gorda, con playas fabulosas como Savannah Bay, Mountain Point y Long Bay, tres extensas y deshabitadas franjas de arena con forma de curva, ideales para los amantes solitarios y los pescadores esquivos. Trunk Bay, por su parte, está bordeada palmo a palmo por palmeras, como manda la imagen clásica de una playa caribeña.

Hacia el oeste se ubica Jost Van Dyke, según los propios lugareños la isla más generadora del sentimiento de “perdido en el tiempo”. Es el territorio que mejor combina lo salvaje con lo edilicio, por llamarlo de alguna manera. Y resulta curiosa la avenida central, que conduce y muere de lleno en la propia arena.

Finalmente, Anegada se encuentra levemente suspendida al norte en el Atlántico, rodeada de pequeños cayos. “Isla sumergida”, para los nativos, es a su vez un auténtico mundo de arrecifes: por algo su plato tradicional son las langostas, preparadas magistralmente por los chefs locales. El otro detalle son sus 37 kilómetros de playa virgen ininterrumpida, un botón de muestra de la región.

Paradisíaco atardecer sobre la Bahía Norte, en una de las islas centrales

DIAS DE PASEO, PESCA Y BUCEO
Mezcla de caminata y deportes náuticos, un día promedio en las Islas Vírgenes puede comenzar haciendo snorkel en las cuevas de Norman Island. Se cuenta que fue allí donde el escritor escocés Robert Louis Stevenson se inspiró para escribir La isla del tesoro. Y no es para menos: al nadar dentro de esas cuatro cuevas, de hasta 73 metros de profundidad, la visión escenográfica remite a los tesoros escondidos de las películas de piratas y grandes carabelas hundidas en alta mar. Muy cerca, en Angelfish Reef, las aguas son tan claras que un buzo puede mantener la visibilidad hasta 28 metros de profundidad, todo un record. Y si se trata de disfrutar del snorkel hay que destacar la isla Guana, donde el contacto interior con tortugas, rayas y bellas colirrubias se mezcla en el exterior con los multicolores loros y cotorras de las palmeras. Casi tan maravilloso como la isla del Gran Perro, desbordante de arrecifes con corales tipo cuerno de alce.

Después de un almuerzo en Pirates Bight, un restaurante informal de Norman Island que recuerda los tiempos en que los ladrones marinos eran frecuentes visitantes de la zona, se puede navegar hasta la isla de Jost Van Dyke, y recorrer balnearios fabulosos como Ivan’s Stress Free Bar, con su decoración autóctona de caracoles y la sobrepoblación de bebidas exóticas (como el Pain Killers, la caipirinha local, mezcla de ron con jugos y piña, crema de coco y nuez moscada). Para concluir el día con glamour, se puede poner rumbo noreste hacia hasta Bubbly Pool, en la misma isla, donde las aguas del Atlántico infiltradas a través de paredes naturales de rocas crean una minipiscina natural.

The Baths

HACIA LA VIRGEN GORDA
La isla ofrece numerosos golfos para principiantes en snorkel, buceo y el resto de los deportes náuticos. La pequeña Dix Bay, calma y protegida, tiene maravillosas vistas en torno de sus arrecifes. The Baths, por su parte, es una formación de rocas gigantes de granito que se transforman en caminos y pozones de agua tibia, formando cavernas y grutas naturales ideales también para descubrir las especies submarinas.

Otro sitio recomendado es la playa del Mosquito, ubicada al norte y con un mirador que ofrece una panorámica del atardecer sobre el mar. Atentos, algunos paradores improvisan ahí mismo un “sunset cocktail”, con los sabores locales a pleno. Muy cerca, un Yacht Club hace las veces de comercio náutico, ofreciendo alquiler de veleros y botes, equipamiento para pesca y secretos marinos valiosísimos: hoyos de pesca, grietas superficiales, profundos sitios de agua..., el lugar provee datos para encontrar algunas de las 160 variedades de peces de las islas, donde se destacan el peto, el atún, la sierra, el marlin y makako. Una recomendación local si se alquila algún velero es partir hacia la isla de Saba Rock, más al norte aún, donde se atraca en uno de los muelles del diminuto islote-resort Saba Rock Island. El lugar tiene 12 habitaciones, restaurante y una boutique que vende artefactos rescatados de naufragios famosos como el del “Atocha” y el “RMS Rhone”, un vapor inglés que alguna vez midió 92 metros de largo y fue destrozado por un huracán en 1867. Es un sitio muy frecuentado por turistas y buceadores, ya que aún se puede apreciar la punta del buque plantado a pocos metros de profundidad.

Si se decide el regreso, se puede ir navegando directamente (a una hora) hasta Tortola, o visitar Peter Island, antiguamente refugio de piratas y hoy dueña de uno de los spa más grandes del Caribe, cinco solitarias playas y 20 cuevas escondidas en las montañas.

Datos Utiles
Donde Alojarse: la isla ofrece una amplia variedad de hospedajes, desde habitaciones flotantes en veleros, posadas y hoteles de 5 estrellas.

Gastronomia: En casi todos loa lugares pueden pedirse platos tradicionales como el fungi, el lobster de langosta (anegada), el roti y el pate (pan asado a la plancha, relleno con carne picante, mariscos o vegetales)

Pablo Donadio
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Web y Turismo Islas Virgenes

sábado, 19 de diciembre de 2009

Volcanes: Donde la Tierra está en llamas

Montañas calientes. Los incas los “calmaban” con sacrificios. Para los mapuches eran el hogar del padre fundador de las razas. Lo cierto es que aún existen en el mundo unos 1.500 volcanes en actividad.

Los pueblos de todos los tiempos temieron sus arranques de furia, pero los turistas les perdieron el miedo. Caminan sobre lava, espían cráteres y hasta esperan la adrenalina de algún temblor.

Los incas ofrecían, cada año, el sacrificio de diez doncellas para evitar su furia; los mapuches creían que era el hogar del Pillán, padre fundador de las razas, y es por ese motivo que le profesaban un respeto natural: querían evitar que se enojara, que desatara su ira. En el norte de Chile, de acuerdo a la leyenda, el Parinacota y el Pomerape eran dos amantes cuya relación fue prohibida por algún Dios sin nombre que se oponía a esta unión. El castigo fue transformarlos, en un abrir y cerrar de ojos, en cerros gemelos. Y la forma que encontraron estos dos amantes de unirse, de acercarse, fue bramar con fuego.

Volcanes, chimeneas gigantes, monstruos ruidosos que rugen desde las entrañas de la tierra, anillos de fuego que despliegan la cólera de la que los ha dotado la naturaleza, una irritación de la que bastan breves segundos para destruir ciudades enteras. Y luego ingresan en prolongados períodos de calma, en la tranquilidad después de la paliza. Lo que para nosotros serían días y meses y años y siglos, para ellos es apenas un instante. Pero los pueblos han aprendido a rehacerse desde sus propias ruinas, desde los restos de esa furia, y los aventureros a caminar sobre los cráteres de la tierra.

El Cinturón de Fuego, en el Pacífico, es una de las zonas más activas, y el más grande está en Africa.

Activos, durmientes, submarinos

El mito dice que la palabra volcán proviene de Vulcano, dios romano del fuego y de la metalurgia. La ciencia explica que se trata de un punto de la superficie terrestre que puede encontrarse en los continentes o en el fondo de los océanos, por donde son expulsados al exterior el magma, los gases y los líquidos del interior de la tierra a elevadas temperaturas. La Asociación Internacional de Vulcanología establece que, hoy en día, existen alrededor de 1.500 volcanes activos en el mundo. Y los países que albergan estos fenómenos naturales han comenzado a explotarlos diseñando circuitos que llegan hasta sus entrañas. Pero antes de emprender la aventura, es importante saber que no todos los volcanes son iguales. En primer lugar, están los activos, aquellos que entran en actividad eruptiva ocasionalmente, y permanecen en reposo la mayor parte del tiempo. El período de actividad puede durar desde una hora a varios años. Y la calma, meses, décadas, siglos. Los durmientes mantienen ciertos signos de actividad, como las aguas termales y las fumarolas. Los que estuvieron en actividad durante períodos muy lejanos y no muestran indicios de reactivación son los extintos. Y por último, los submarinos, que se producen por fisuras en la superficie terrestre que se encuentra bajo el nivel del mar. En su gran mayoría estos se sitúan en zonas de alto movimiento tectónico de placas, también conocidas como dorsales oceánicas.

Aventuras. Explorar volcanes parece peligroso, pero bien guiado, es una experiencia fascinante.

5 y 10

Cinco son las zonas del mundo que poseen mayor concentración de volcanes. La Circumpacífica, conocida como Cinturón de Fuego, una de las más prolíficas del planeta, se extiende alrededor de todo el océano Pacífico y las costas de América, Asia y Oceanía. Los volcanes más activos se encuentran en Alaska, Hawai, Perú, Chile y Filipinas (con más de 300 en su haber). La zona asiático-mediterránea se explaya por los océanos Atlántico y Pacífico en sentido transversal de oeste a este. Los cráteres con mayor acción se concentran en Italia, Turquía e Indonesia. En la zona índica existen muchas islas y montañas submarinas con volcanes activos. La Atlántica comprende los volcanes de Islandia, Santa Helena y los archipiélagos de Azores y Canarias. Y por último, la africana, donde sobresale el Kilimanjaro. A la hora de elegir los diez volcanes más activos del mundo, los especialistas coinciden y dicen: Kilimanjaro (Tanzania), Fuji (Japón), Krakatoa (Indonesia), Popocatépetl (México), Monte Tambora (Indonesia), Kilauea (Hawai), Vesubio (Italia), Etna (Italia), Mauna Loa (Hawai).

Ojo de fuego. Las cimas de los volcanes activos son cráteres con fumarolas y un fondo de lava.

Acción (de Kamchatka al Kilimanjaro)

La adrenalina se siente en cada parte del cuerpo, los latidos del corazón parecen estar jugando una carrera, cada pisada provoca emoción. Recorrer el cráter de un volcán se asemeja a estar caminando por la superficie lunar, pero en la tierra. Pensar que en cualquier momento la lava y el fuego pueden entrar en acción le otorga más aventura a la experiencia.

En Asia las alternativas son tantas como la diversidad de volcanes. Filipinas marcha a la cabeza en este sentido, puesto que el gobierno difunde activamente el turismo volcánico. Las opciones: realizar caminatas por los cañones de lava solidificada y cenizas de la última erupción del monte Pinatubo, que en 1991 causó mil muertos, alcanzar la cumbre y hasta darse un chapuzón en las aguas calientes del lago del cráter. En tanto al volcán Mayon (2400 m), de perfecta forma cónica, es posible ascender y hasta acampar en algunos espacios selváticos permitidos.

Considerado sagrado desde la antigüedad, y muy retratado en el arte japonés, el monte Fuji presenta un atractivo cono volcánico donde se puede practicar alpinismo desde principios de julio hasta finales de agosto. En Kamchatka, la propuesta es contratar excursiones en 4x4 y recorrer la ruta que atraviesa los nueve volcanes más activos del país. Durante el tour es posible caminar por encima de una llanura de ceniza, escuchar los sonidos de la tierra proveniente de los volcanes Mutnovsky, Gorely y Avachinsky y observar la belleza del Kluchevskoy, el más grande de Eurasia.

Entre las nubes, aguarda el Kilimanjaro, en Tanzania. El gigantesco monte no sólo atrae por su tamaño (5800 m) sino también por su historia y su misticismo, que Ernest Hemingway retrató en Las nieves del Kilimanjaro. Se trata de un estratovolcán formado por tres cráteres con nieves perpetuas, gracias al glaciar que existe en su cima. El ascenso es de alta exigencia y hay varias rutas de distinta complejidad, con senderos que llegan a la cumbre a través de un exigente trekking, y otros con escalada en hielo. Una de las más elegidas es la de Marangu, que requiere al menos cinco días hasta llegar al punto final, siempre con guías, porteadores y equipamiento de montaña. Los mejores meses: enero y febrero, o en septiembre y octubre.

Volcan Mauna Loa

Acción 2 (de Hawai a Costa Rica)
Por tierra, mar o aire es posible llegar a los volcanes de Hawai. Es que cada isla del archipiélago hawaiano está integrada por al menos un volcán, y alguna de ellas, por una combinación de varios, como la isla Grande. El Parque Nacional de los Volcanes constituye “el” sitio para observar a estos colosos en acción, como el Mauna Loa (el más alto del mundo) y el Kilauea, que ha estado en continua erupción desde 1983. Contemplar las corrientes de lava fundida, los cráteres humeantes y los lagos de lava es una realidad dentro del área. Algunas condiciones para los visitantes: respetar las reglas de observación de volcanes activos y estar entrenados. Si bien los tours son seguros, el acercamiento puede suponer algún peligro. Para observar las mejores vistas, nada mejor que los recorridos en helicóptero, y para los que prefieren el agua, existen avistajes desde el mar donde se observa cuando la lava sobrepasa los bordes de la isla e ingresa en el océano.

Costa Rica es la meca de los volcanes dentro de América Central, con más de cien de ellos, de los cuales diez tienen actividad como sulfataras, fumarolas y esporádicas erupciones de vapor o lava. El Poás es de muy fácil acceso, ya que todo el camino al cráter principal (activo con pequeñas emisiones de gases y laguna ácida) es asfaltado. Además, dentro del parque existen senderos bien delineados y un bosque nuboso cubierto de bromelias y helechos. El Arenal es otro de los que merece una visita, debido a su gran actividad. De noche expulsa su furia con explosiones intermitentes de ceniza y lava, juegos de pirotecnia naturales que iluminan el cielo de luces incandescentes. Muy cerca, en las terrazas de los hoteles y bares con vista privilegiada, miles de flashes de cámaras fotográficas intentarán captar ese instante único, sublime de la naturaleza.

Valeria Vizzón
Perfil - Turismo

sábado, 12 de diciembre de 2009

Mexico: El pueblo de Tequila

La iglesia de Santiago Apóstol, del siglo XVII, frente a la plaza principal de la ciudad

Cerca de Guadalajara, Tequila es la cuna de la más famosa bebida mexicana, que antiguamente conocieron y disfrutaron sus pobladores nativos. Entre plantaciones de agave que crecen al sol, picantes exquisiteces gastronómicas y recuerdos coloniales, la ciudad invita a conocer el proceso de destilación del tequila y sus bien conocidas consecuencias.

En todos los viajes, además de admirar los grandes atractivos de las ciudades o sitios naturales que se hayan elegido como destino, uno suele quedarse con alguna imagen, generalmente pequeña, que tal vez llegue a ver sólo de casualidad pero sin embargo marca la estadía tanto como las catedrales, los rascacielos, los museos, las cataratas o las montañas nevadas. Pueden ser las antiguas y gastadas balanzas de hierro de las verdulerías de Centro Habana, o las hojas de los almendros cayendo en el agosto de Río de Janeiro, o las escurridizas ardillas del Battery Park de Nueva York, por citar sólo algunas.

En este caso, apenas llegado a la localidad mexicana de Tequila, lo que sorprende al cronista es la “aguja”, con “hilo” y todo, que nuestro anfitrión acaba de cortar del extremo superior de un agave, la planta verde-azulada con que se produce la célebre bebida espirituosa del lugar. Peligrosamente filosa, y con delgados filamentos que cuelgan de su parte inferior y hacen las veces de hilo, esta aguja –la mismísima punta de la planta– bien podría formar parte de cualquier costurero tradicional. Pero además, una fibra interna de esta hoja inmensa y dura sirve como papel. Ambos objetos, por supuesto, eran utilizados varios siglos atrás por los nativos de esta tierra. En tiempos tan tecnológicos, semejante simpleza desconcierta y atrae. Como no podía ser de otra manera, los aborígenes mexicanos también utilizaban el jugo extraído de esta planta para beber en sus ceremonias religiosas. Pero claro, los siglos pasaron, y además de inventarse las agujas de metal y los hilos de coser de seda o algodón, también nacieron los métodos de destilación para los azúcares de las plantas a partir de las cuales se obtienen bebidas. En ese sentido, la Casa Cuervo fue pionera en esta actividad, que comenzó en 1785, y actualmente elabora unos de los mejores tequilas mexicanos.

El “paisaje agavero” típico de Tequila está considerado como Patrimonio de la Humanidad

BEBER CON LOS CINCO SENTIDOS
A 65 kilómetros de Guadalajara, Tequila es un pequeño municipio de Jalisco que ostenta la categoría de “Pueblo Mágico” otorgada por la Secretaría de Turismo de México a las localidades de rico patrimonio histórico y cultural. En este caso se trata del sitio donde se crea la bebida nacional por excelencia, y desde donde parte hacia los principales mercados del mundo: sobre todo hacia el Mediterráneo, ya que Grecia es el mayor importador de tequila en el mundo.

El proceso comienza de manera artesanal y cruda bajo el caliente sol de la zona, con los llamados “jimadores” podando y cortando el agave con distintos machetes y herramientas parecidas a palas, hasta desenterrar de ellos la enorme “piña”, el tubérculo que contiene el azúcar. Posteriormente esta piña será sometida al procedimiento de horneado a vapor, desgarramiento para obtener el jugo, agregado de levadura, fermentación y destilación. Con la compañía de un guía didáctico y preciso, la metodología es fácil de comprender mientras se realiza el recorrido, que comienza en los infinitos campos azulados y finaliza en la fábrica, un inmenso y bellísimo edificio colonial pleno de columnas, esculturas indígenas, plantas y flores (además de un minimuseo con los primeros automóviles utilizados por la empresa para la distribución de su producto, dignos ejemplos de la antigua y elegante industria automotriz local).

Allí, al final del itinerario, el cronista y sus colegas son invitados a la subterránea bodega de la familia Cuervo, donde un gran barril atesora unos cuantos litros de la mejor producción anual. Después de la explicación sobre cómo disfrutar y apreciar la bebida a través del olfato (el aroma varía de acuerdo con la posición de la nariz), la vista (distingue las diferentes tonalidades), el tacto (es obligación tomar la copa por la base, para no aumentar la temperatura del líquido); el oído (el sonido del brindis) y el gusto (por fin probar el “elixir de los dioses”), se comprende por qué los antiguos indígenas le otorgaban poderes superlativos: después de apenas unos sorbos uno es capaz de salir a cortar agaves envuelto en un poncho salteño y, si en vez de sorbos se beben medidas, bien podría inventar una perfecta religión en no más de dos o tres horas. Reímos con las ocurrencias, pero a decir verdad el tequila –contrariamente a lo pensado hasta este especial momento– es una bebida sumamente sofisticada, que como todas las buenas bebidas alcohólicas hay que saber saborear cumpliendo los consejos de los expertos.

Los “jimadores” podan y cortan el agave hasta desenterrar la “piña” que contiene el azúcar

HISTORIA, ARQUITECTURA Y HELADOS
Después de saludar a Pepe, el cuervo mascota de la casa –pájaro bello si los hay, de acharolado y suave plumaje, que la fábrica reemplaza cada tres años para que tenga la posibilidad de vivir en su hábitat natural– el recorrido concluye con un almuerzo en la fonda Cholula, enfrente de Casa Cuervo y tan hermosamente colonial como ella. A primera vista, el plato inicial, como casi todos los platos mexicanos, asusta a los profanos. Lo que parece una especie de guiso flotando en ardiente chile es la famosa “sopa azteca”, una exquisitez preparada con tomates, pan de maíz en rodajas, perejil, pedazos de queso y trocitos de palta que al primer bocado aleja todo temor. Es picante, sí, pero como todas las comidas saboreadas durante el viaje, al instante se transforma en manjar irresistible. Después vendrán una serie de tacos y otras especialidades, todas acompañadas por salsa de guacamole con –pequeño gran detalle– semillas de granada, una combinación insuperable que quedará para siempre como punto particular de la estadía. Y más particular aún, o decididamente increíble, es lo que ocurre en la extensa y concurrida mesa vecina: la mujer que está sentada en la cabecera está cumpliendo ¡108 años!

Y bien, ahorita la tarde libre, un buen rato para caminar y conocer sin apuros. Enfrente de Cholula se encuentra la Plaza de Armas, pintoresca plazoleta donde funciona una feria de ropa, artesanías y golosinas. Hay también una hermosa pérgola de estilo francés, homenajes escultóricos al sacerdote y militar español que se destacó en la primera etapa de la Guerra de Independencia de México, Miguel Hidalgo, y a Benito Juárez, presidente del país en más de un período. A pocos metros, el monumento a los Defensores de la Población de Tequila, que data de 1878. Más adelante se levanta la plaza principal con la correspondiente iglesia, el templo de Santiago Apóstol, que data del siglo XVII; una cuadra entera de bares, en los que uno podría quedarse a vivir sin problemas para sólo contemplar los cientos de botellas de múltiples diseños y coloridas etiquetas dispuestas en las paredes; una pequeña y preciosa capilla, y numerosos y coloridos edificios de la época colonial. En las calles de alrededor, originales transportes con forma de barril pasean a turistas de todo el mundo que, se les nota, sonríen “tequilosamente”. Durante el paseo, otra sorpresa: en la pizarra de una heladería, junto a los gustos tradicionales, pueden leerse otros decididamente más originales: pétalo de rosas, tamarindo con chile, beso oaxaqueño, leche quemada, beso de ángel y... mezcal con higo. Imposible seguir de largo sin probar este último, de indescriptible y delicioso sabor.

El monumento de los Defensores de la Población de Tequila, junto a la Plaza de Armas

BAJO EL VOLCAN

En 2006, la región mexicana donde se produce la bebida fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, bajo la denominación de “Paisaje agavero y antiguas instalaciones industriales de Tequila”. Antiguamente la zona –unas 34.660 hectáreas entre el pie del volcán Tequila, de 3000 metros de altura, y el profundo cañón del río Grande– fue habitada por tribus chichimecas, otomíes, toltecas y nahuatlacas. Esos hombres y mujeres fueron quienes descubrieron el “jugo sagrado” de la planta. Hoy, muchos siglos después, aquellos seguramente alocados rituales se han transformado en la Feria Nacional del Tequila, que se celebra todos los años del 29 de noviembre al 13 de diciembre. Durante esos días hay desfiles, exposiciones de los principales fabricantes, se practica la charrería (parecida a los rodeos estadounidenses), se elige la reina y se puede disfrutar de serenatas con mariachis y fuegos artificiales.

Finalmente, unas horas después del mezcal con higo, mientras atardece sobre la plaza el cronista bebe su último trago en uno de los tentadores bares mencionados. Y piensa, un tanto mareado, en cuánto tiempo puede llevar llegar a cumplir 108 años...

Leonardo Larini
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Pagina 12

domingo, 6 de diciembre de 2009

Hong Kong

El Buda gigante es una de las principales atracciones de la montañosa isla de Lantau, la más grande del archipiélago de Hong Kong

Futurista y monumental, la región es uno de los grandes centros financieros de Asia; combina un régimen occidental y pujante con tradiciones ancestrales de sello oriental


En el ascensor del Harbour Plaza Hong Kong Hotel no existe el piso cuatro, ni el 14, números de mala suerte según la superstición china (debido al parecido fonético del cuatro con la palabra que significa muerte). Porque a pesar de que todos aquí insisten en que "esto es Hong Kong, no China", la impronta del vecino asiático, del que Hong Kong volvió a formar parte en 1997, es difícil de ignorar.

Está a las vista en el bullicio de sus mercados, atiborrados de imitaciones de relojes y carteras y frutos de mar y patos que cuelgan cabeza abajo, siempre con el regateo como ritual de compra. Está a la vista en sus coloridos festejos, con el Año Nuevo chino a la cabeza, pero también en otras celebraciones tales como el cumpleaños de Confucio o las regatas de Tuen Ng (el barco del dragón). Está a la vista en la compulsión al juego (los casinos estarán prohibidos, pero a las casas de apuestas no les va nada mal); en la predilección por platos como la sopa de aleta de tiburón o el nido de golondrina; en la práctica extendida del tai chi chuan; en valores tradicionales como el respeto a la familia, la cortesía y el salvar las apariencias (saving face).

Pero Hong Kong, ciertamente, no es China. Ciento cincuenta y cinco años de dominio inglés (1842-1997) dejaron su sello en este archipiélago que se esparce en el delta del río Perla, sobre la costa sur del Mar de China, y que cuenta con nada menos que 260 islas (la de Hong Hong es la más conocida y poblada, pero ¡solamente son diez las islas habitadas!).

Nombres como Victoria o Salisbury, un sistema legal basado en el derecho anglosajón, una elite financiera en la que operan más de 1000 firmas británicas, los double deckers, la costumbre de manejar por la izquierda, el apego a las normas (cualquier transgresión, desde tirar un papel al viento o escupir en la calle, equivale a unos US$ 60 de multa), son sólo algunos de los legados de la época colonial.

No es China, tampoco, porque aquí existen derechos impensados en el mainland o continente, tales como el de protestar en público o criticar a los líderes. Semejante concesión es parte de la fórmula ideada por Deng Xiaoping "un solo país, dos sistemas", cuando el Reino Unido restituyó Hong Kong a Pekín, en1997. Entre otras licencias, el acuerdo les permite a los hongkoneses mantener un sistema capitalista bajo la egida de una ideología comunista.

Un monje del monasterio budista de Po Lin

"Acá, capitalismo total", dice una y otra vez Alex Cheung, el guía que durante cinco días acompañará al grupo de periodistas por la jungla de luces de neón, las exclusivas casonas de la aún más exclusiva Repulse Bay, las aldeas de pescadores, los relucientes malls o el cosmopolita SoHo hongkonés. "Ronaldinho supo venir mucho de rumba por aquí", comenta Alex a propósito del SoHo, y de inmediato saca a relucir -en la pantalla de su celular último modelo- una foto en la que se lo ve, pura sonrisa, junto al astro brasileño.

La condición capitalista de Hong Kong, cuya Bolsa es la segunda en importancia en Asia (detrás de Tokio), forma parte del carácter intrínseco de la isla. Se adivina desde su mismo estatus de SAR (Región Administrativa Especial; lo tendrá hasta 2047), que implica que no tiene alcalde ni gobernador, sino un CEO que administra el territorio cual empresa; hasta su inagotable propensión al lujo, el consumo y los récords.

Entre estos últimos, vayan algunos ejemplos: es la ciudad con más Rolls-Royce y Ferrari per cápita en el mundo, la tercera en celulares por persona, la que cuenta con el restaurante flotante más grande, la escalera mecánica más larga (800 metros, está al aire libre), el mayor show permanente de luces y sonidos (logró su lugar en el Guinness), el puente colgante más pesado (55.000 toneladas, un piso para autos y otro para trenes). Ni hablar de la pasión por las compras y las marcas: tiene 13 locales Gucci, además del Louis Vuitton y el Zara más grandes de Asia.

Es el único lugar del mundo, por si lo anterior fuera poco, donde se han pagado 1.600.000 euros por una patente de auto con el número 8, el de la suerte y la prosperidad, según la creencia china. Los precios exorbitantes también alcanzan a las propiedades, sobre todo si se tiene en cuenta que el espacio es limitado: 1100 km2 para siete millones de habitantes.

En la isla de Lamma no circulan autos y sobreviven los ritmos de otros tiempos

Eso no impide que todo el tiempo aparezcan más y más edificios: cuando un terreno se revaloriza, lo viejo se derriba sin mayores remordimientos. Así, se levantan gigantes que trepan hasta las nubes y se construyen a velocidad de vértigo con andamios de bambú, que se cubren en el exterior con espejos y cristal y que se orientan en el interior según la filosofía del feng shui.

Esa, la del skyline tipo Manhattan, es la postal más difundida de la isla. Menos popular es la imagen del Hong Kong de los edificios setentosos, aquellos con la ropa colgando de las ventanas al mejor estilo napolitano. Se repite con mayor frecuencia a medida que uno se aleja de la glamorosa isla y se adentra en las otras dos partes que conforman el territorio de Hong Kong: la alborotada península de Kowloon, con sus negocios de electrónica, joyerías, bares y mercados abiertos las 24 horas, y los Nuevos Territorios, donde reside poco más del 50% de la población de Hong Kong, y que se encuentran pegados a China continental.

De esta última, precisamente, llegan más de la mitad de los veintipico millones de turistas que visitan Hong Kong anualmente Este año fue apenas un poco más flojo que 2008, en parte por la crisis económica mundial y en parte por la gripe A. O, si se quiere, porque en 2009 no existe ningún ocho para asegurar la prosperidad

Todas las noches, el show de luces y sonidos ilumina el skyline de Hong Kong. Arriba, el Centro de Convenciones

Seis imperdibles

Presenciar La Sinfonía de Luces
Todos los días, partir de las 20, la ciudad se convierte en una gigante escenografía surcada por rayos láser, haces de colores y reflectores que iluminan 33 rascacielos del puerto de Victoria, a ambos lados del río que divide la isla de Hong Kong y la península de Kowloon. El arco iris de luces, sincronizado hasta la perfección con música sinfónica -puede escucharse sintonizando radios, iPods o celulares-, se disfruta tanto a desde el agua, a bordo de un ferry, como en la orilla donde se extiende el Paseo de las Estrellas, en Kowloon (en la versión local del boulevard hollywoodense están, por ejemplo, las huellas de las manos del actor hongkonés Jackie Chan).

Subir al Monte Victoria en tranvía
Túneles subterráneos; ferries; taxis cuyas puertas se abren solas ante los pasajeros; trenes submarinos; ómnibus, subtes ...forman parte de una red de transporte que funciona con maravillosa perfección. Pero nada como subirse al antiguo tranvía (lleva 100 años funcionando), que trepa por la empinada ladera del monte Victoria, cuyo pico se encuentra a 554 metros, en medio de una frondosa vegetación. Se trata de una de las zonas residenciales más caras de Hong Kong, y entre otras razones se entiende por qué: cuenta con una de las vistas más excepcionales de la isla. Desde allí se divisa, por ejemplo, el Centro de Convenciones, con aires muy similares a la Opera de Sydney, o la torre del International Finance Center, diseñada por César Pelli, que pronto será superada en altura por el World Commercial Center (tendrá 510 metros).

Visitar el Buda gigante
Así se conoce esta mole de bronce que alcanza los 26 metros y 200 toneladas. Construido en 1993, se alza junto al Monasterio Budista de Po Lin, encaramado en la cima de una montaña de la isla de Lantau (isla que dobla en tamaño la de Hong Kong, aunque tiene apenas 25.000 habitantes).A los pies de la estatua hay Starbucks, gift shops y otros negocios que no dejan dudas sobre el carácter comercial del paseo, que de todos modos vale la pena. Sobre todo por las panorámicas que regala el viaje en los funiculares de piso transparente (unos US$ 12 ida y vuelta), entre ellas la del futurista aeropuerto de Hong Kong (diseñado por Norman Foster e inaugurado en 1998).

Conocer la otra cara de Hong Kong
Sí, hay un Hong Kong distinto, lejos de las aglomeraciones, con selvas subtropicales, playas de arena blanca y ritmo pueblerino. No es mala idea recorrer algunas de las islas vecinas para comprobarlo. Un buen ejemplo de ello es Lamma, una isla de pescadores con casas sobre pilotes, sin autos, donde se puede comer mariscos frescos a buenos precios, a 30 minutos en ferry desde la isla de Hong Kong

Pescado disecado y también tiburón, manjares de la gastronomía local

Hacer shopping callejero

Los mercados más dispares se abren incansables en el distrito de Mongkok, en la alborotada Kowloon: el Mercado de las Flores, el Mercado de los Pájaros, Ladies Market... La carrera inagotable del regateo permite comprar de todo, desde imitaciones de carteras hasta las chucherías más absurdas (como el buda que hace pis, el traje de Hello Kitty para perros o el reloj con la cara de Mao).

Entrar en el templo de Man Mo
Construido en 1847, el templo taoísta es uno de los más antiguos de la isla y rinde tributo a los dioses de la literatura (Man) y de la guerra (Mo). En su interior hay ofrendas de frutas; nubes y nubes de humo de incienso atufando a los dioses, y un sabio que recibe consultas por 10 dólares de HK (US$ 1,4).

En internet
www.discoverhongkong.com

Teresa Bausili (Enviada especial)
La Nación - Turismo
Fotos: Teresa Bausili

sábado, 28 de noviembre de 2009

USA-Colorado: El tren que escala montañas


El Manitou & Pikes Peak Railway, en Colorado Springs, es un ferrocarril que trepa la empinada ladera de una montaña de 4302 metros de altura hasta la cumbre. Con una rueda dentada que va por una vía especial montada en el medio de las vías tradicionales, es el tren de cremallera más alto del mundo y funciona desde 1891.

Los viajes en tren, aun en el siglo XXI, conservan un cierto “no sé qué” y un aire romántico de otros tiempos. La sensación del movimiento es placentera, el sonido de la chicharra emociona y, en algunos casos, el viaje puede tener mucha adrenalina si se trata del tren de cremallera más alto del mundo: el Manitou & Pikes Peak. Este peculiar ferrocarril está emplazado en el Pikes Peak, la montaña más visitada de Norteamérica (y la segunda más visitada del mundo, después del Monte Fuji en Japón), 16 km al oeste de la ciudad de Colorado Springs, en el estado de Colorado. Si bien se puede llegar a la cima en auto o a pie (por el Sendero de Barr) la forma más llamativa es, sin dudas, a bordo de este tren que, en un recorrido de 14 kilómetros, trepa hasta los 4302 msnm.

Esta mítica montaña lleva el nombre de su descubridor: Zebulon Montgomery Pike Jr. Este militar y explorador norteamericano lideró, entre 1806 y 1807, la llamada “Expedición Pike” recorriendo el entonces desconocido sudoeste de Estados Unidos. En el viaje Pike se convirtió en el primer americano en conocer las Grandes Llanuras, la alta y amplia meseta al este de las Rocallosas que se extiende por los estados de Nuevo México, Texas, Oklahoma, Colorado, Kansas, Nebraska, Wyoming, Montana, Dakota del Sur y Dakota del Norte. En noviembre de 1806 Pike divisó el gran macizo de granito al que bautizó “Grand Peak” (el “Gran Pico”) y que luego llevaría su nombre. El explorador intentó escalarlo pero no lo logró por ser invierno y no estar debidamente equipado. Recién en el verano de 1820 un botánico, Edwin James, alcanzó la meta en dos días y sin grandes dificultades. Sin embargo, mucho antes de la llegada de Pike, la montaña ya era conocida por los indios Ute (que la frecuentaban cuando iban de caza) y los españoles que habían explorado la zona en 1779.


¿QUE ES UN TREN DE CREMALLERA?
Los primeros trenes de montaña, como los de Suiza, nacieron con un fin meramente turístico, o sea, disfrutar majestuosas vistas desde las cumbres. En cambio, aquellos que cruzaban los Andes eran una herramienta fundamental para establecer vínculos sociales y comerciales. Pero cualquiera haya sido su función, todos debían resolver el mismo problema: trepar escarpadas laderas. Para ello había dos opciones: reducir la pendiente o usar sistemas de cremalleras para aumentar la adherencia entre la locomotora y los rieles. Los trenes convencionales se mueven usando la fricción de las ruedas sobre las vías, provista por la fuerza de la locomotora. En cambio, para trepar agudas pendientes los de cremallera usan una rueda dentada que va por una vía especial (montada en el medio de las vías tradicionales). Estos trenes se diferencian de los funiculares porque éstos, en vez de una rueda dentada central, tienen un cable.


TODO POR UNA BONITA VISTA
Los orígenes del tren Manitou & Pikes Peak están íntimamente ligados con Zalmon Simmons, dueño de la Compañía de Colchones Simmons. Pero este personaje también era inventor y había patentado un aislante para cables telegráficos. A fines de 1880, con el fin de probar su nueva invención, Simmons subió al Pikes Peak en una agotadora travesía de dos días en mula. Tanto lo impresionó la hermosa vista desde la cumbre que pensó que semejante espectáculo debía ser disfrutado por todos pero llegando más cómodamente. Al poco tiempo el empresario de colchones estaba descansando en los baños termales de Manitou Springs cuando escuchó al dueño del hotel mencionar la idea de un ferrocarril de montaña que fuera a la cumbre. A Simmons le gustó la propuesta y ofreció el capital para iniciar la obra. El primer tren de cremallera se había hecho en 1869 para ir a la cima del Monte Washington en New Hampshire. Sin embargo, los suizos adoptaron rápidamente la nueva tecnología y fabricaron varios trenes convirtiendo a Suiza en el país con mayor cantidad de trenes de cremallera del mundo.

En 1889 se fundó la Manitou & Pikes Peak Railway Company y las obras duraron dos años. En total se compraron seis locomotoras a vapor de la firma Baldwin Locomotive Works de Filadelfia, de las cuales sólo una sigue operando muy de vez en cuando. A partir de la década del ‘30 llegaron la gasolina y las locomotoras diesel y fabricaron un coche con cremallera para 23 pasajeros que funcionaba solo, sin locomotora. El vagón se estrenó en 1938, fue un éxito y se cree que fue el primer coche de este tipo del mundo. Al año siguiente la Compañía General Electric envió la primera locomotora con cremallera diesel-eléctrica y sus respectivos vagones (para 56 pasajeros) que funcionaron entre 1940 y 1965.

La edad moderna del Manitou & Pikes Peak llegó con locomotoras de una empresa de Winterthur, Suiza. El crecimiento sostenido del turismo generó la necesidad de contar con vagones con mayor capacidad. Es así que entre 1976 y 1989 se compraron, nuevamente en Suiza, vagones articulados (grandes coches con un fuelle en el medio) que eran diesel-neumáticos. Gracias a todos estos cambios se aumentaron las frecuencias y, actualmente, los trenes pueden salir hasta ocho veces al día.


EL RECORRIDO
El viaje demora, ida y vuelta, poco más de 3 horas para hacer 15 kilómetros. La primera parte del trayecto es muy empinada y transcurre a lo largo del arroyo Ruxton en el Cañón Englemann. Aquí la vía sigue una vertiente que cae en medio de un bosque de abetos y pinos Ponderosa. Las vías pasan muy cerca de enormes rocas ubicadas a ambos lados del tren que, gracias a la erosión y la imaginación de los pasajeros, se transforman en divertidas caras y figuras. Un poco más adelante se ven las pequeñas cascadas de Minnehaha.

Luego de un continuo ascenso el terreno se hace plano justo donde hay una formación rocosa conocida como la “Puerta del Infierno”. Unos minutos después el tren pasa por “Deer Park” (parque de venados) donde a veces se pueden ver venados pastando. Al llegar a la mitad del paseo, Mountain View, se puede ver la cumbre del Pikes Peak. A partir de allí la vía vuelve a ser empinada y el tren trepa nuevamente teniendo como telón de fondo el lago Moraine y el Monte Almagre. Lo interesante aquí es que se ven Pinus Longaeva o Britlecone, los árboles más longevos del planeta. Estos pinos superan los 3 mil años de edad y no son ni muy altos ni muy anchos. Su corteza amarilla anaranjada es delgada y escamosa, su madera es dura y resinosa (ideal para soportar plagas y enfermedades) y sus hojas verde oscuro son agujas muy resistentes. De lejos, este árbol parece seco por su retorcido tronco y la ausencia de hojas. Ese aspecto poco atractivo es el resultado de las condiciones extremas en las que habita y, de hecho, cuanto peor es su hábitat más tiempo vive, ya que tiene menos enemigos naturales que aguanten dicho ambiente.

Mientras el tren continúa su ascenso, la vista se hace más amplia y la vegetación desaparece. Aquí sobrevive la tundra alpina con musgos, hierbas y diminutas flores silvestres. En cuanto a la fauna, por aquí merodean carneros con grandes cuernos y gran cantidad de marmotas. Estas simpáticas criaturas hibernan pero en verano suelen tomar sol en las rocas y emiten un silbido muy particular cuando presienten peligro. Los últimos kilómetros antes de llegar son increíbles, ya que ofrecen una excelente panorámica. Hacia el Este se ven las Grandes Llanuras, más allá de la frontera entre Colorado y Kansas. Al Sur se divisan las montañas de Sangre de Cristo (el cordón más austral de las Rocallosas), casi llegando al estado de Nuevo México y al Oeste se ve la Cordillera Collegiate.

Una vez en la cima, el tren para y, al bajar, se siente el frío (aun en verano). Si el día está despejado (y no hay mucho smog en Denver) se pueden ver los rascacielos del downtown de la capital de Colorado. Se puede permanecer en la cumbre una media hora como máximo para recorrerla y sacar las fotos obligadas porque si se permanece más tiempo muchos comienzan a sentir los efectos de la altitud (dolores de cabeza o náuseas). En la cima hay una confitería y un negocio de souvenires que, en temporada alta, albergan a unas mil personas por día. Allí arriba uno se asombra de tanta amplitud. Mire donde mire el horizonte no tiene fin y los grandes cordones montañosos forman una perfecta maqueta. En la cima, a 4302 metros de altura, uno se siente un punto microscópico y cae en la cuenta de lo alto que ha llegado “a bordo de un tren”.

Mariana Lafont
Pagina 12 - Turismo

sábado, 21 de noviembre de 2009

La cuna de Quetzalcóatl

Mercado de Tepoztlán

El pueblo de Tepoztlán está a sólo 40 minutos de la capital mexicana y tiene un microclima muy particular, pero no sólo por sus condiciones meteorológicas. Una atmósfera mágica lo envuelve: dice la leyenda que allí nació Quetzalcóatl, el dios-hombre, la serpiente emplumada. Y también cuentan que hasta los ovnis se aparecen por allí.

Sobre “Tepoz”, como dicen familiarmente los locales, se cuentan muchas leyendas: se mostró varias veces en el Discovery Channel como sitio de apariciones frecuentes de ovnis; se lo conoce también en México como un pueblo de la etnia nahuatl muy combativo, que se autoacuarteló y declaró “independiente” hacia finales del siglo pasado, tras vencer la llamada “guerra del golf”; y por último, su condición de ser, en el registro inverificable de la tradición, el lugar de nacimiento del dios-hombre Quetzalcóatl, el pájaro serpiente, hace 1200 años. Otro punto a favor de Tepoz para extranjeros y mexicanos es su proximidad a la capital del país (a sólo 40 minutos por ruta), sin que por ello haya perdido la cualidad de ser un lugar completamente aislado, autónomo, pueblerino, natural, agreste y místico.

Pinturas artesanales
MUNDO APARTE
El autobús que sale de Ciudad de México comienza a subir la montaña hasta alcanzar casi los 3000 metros; nos movemos en un bosque de pinos semioculto por la niebla fría. Empezamos a descender del otro lado, poco a poco: abajo a la derecha, en el fondo de un valle, se ve la ciudad de Cuernavaca. Pronto nos internamos en otro valle mucho más extraño, el La pirámide del Tepozteco La temperatura es cálida y el bosque de pinos se convierte en una selva. Emergiendo aquí y allá vemos montañas como fortificaciones y castillos, con torres y atalayas de muros rojizos. Tepoz, y los pueblitos aledaños de Santo Domingo y Amatlán, están en el cuenco llano de un extenso valle fértil, circundado por espectaculares murallas de piedra roja, sierras erosionadas por la lluvia hasta modelarse en paredes, gargantas y pináculos. Esta geografía es particular y única del valle de Tepoztlán, y contribuye a esa sensación de “mundo aparte”. Tepoztlán significa “lugar del cobre”, y a su abundancia se debe el color de las montañas. Lo geólogos dicen que todo el valle es el cráter gigante de un volcán que explotó hace miles de años; las sierras de formas extrañas que rodean el valle serían los muros derrumbados y fundidos del cráter.

Caminamos por la avenida Revolución, en realidad una callecita empedrada, y vamos pasando casas coloniales, tiendas y lugares para comer dentro de las antiguas casonas, el ex Convento de la Natividad, el Zócalo. Nos metemos a un cafecito simpático, donde se escuchan voces de todas partes: hablan castellano con acento chileno, francés, alemán, italiano, brasileño. Vamos confirmando lo que nos habían contado: que este pueblo reúne una comunidad de extranjeros impresionante, y en gran proporción latinoamericanos. Algunos comenzaron a llegar atraídos por la fama de lugar “centro energético”. En efecto, desde tiempos prehispánicos dicen que en este valle “los duraznos son de los duendes”. El lugar –se dice– tiene propiedades electromagnéticas que favorecen las curaciones y la meditación. Una práctica habitual entre visitantes y lugareños es la de salir a caminar descalzos por la montaña, para “cargar energía”. La explicación más científica de estas cuestiones dice que la extraordinaria cantidad de cobre del suelo crea condiciones electromagnéticas especiales.

La pirámide del Tepozteco

UN TEMPLO PREHISPANICO
Si al caminar por la calle alzamos la vista vamos a ver en lo alto de un risco, como un vigía de piedra a 400 metros por encima del pueblo, una pirámide: es la Pirámide del Tepozteco, un templo prehispánico. Según algunos, la pirámide era un observatorio tlahuica; según otros, un templo sacrificial en honor a Tepoztécatl, dios azteca de la fertilidad, las cosechas y el pulque (una bebida alcohólica que se obtiene de la destilación del maguey). Allí arriba se celebra “El reto del Tepozteco”, una de las dos fiestas tradicionales del pueblo, el 7 de septiembre. En esta festividad completamente pagana la gente se reúne cerca de la pirámide a beber pulque y hacer música, en honor al dios Tepoztécatl, algo así como el Dionisos azteca. La otra es una festividad católica, la “Fiesta del Templo”, que consiste en representaciones teatrales en lengua nahuatl y que, curiosamente, se celebra al día siguiente, el 8 de septiembre. Originalmente se pretendía que suplantara a la celebración pagana, pero sólo se logró que el pulque empezara a correr desde la noche anterior.

La visita a la pirámide es interesante no sólo por la ruina arqueológica sino por el camino en sí, que atraviesa durante una hora un paisaje espectacular. Cubierto de lajas por los constructores prehispánicos, el sendero se interna en la montaña y en el bosque nativo, a la sombra de peñascos y torres, en lo profundo de cañadones cavados por ríos. Por la mañana temprano una niebla desdibuja nuestro andar. Nos sorprenden las raíces aéreas, las lianas, los helechos y musgos; la vegetación es tan selvática todo el año porque las gargantas entre los altos muros de roca permiten la conservación de la humedad. Después de subir y subir, a 2100 metros sobre el nivel del mar, finalmente llegamos a la última etapa donde nos reciben un grupo de animalitos rarísimos y simpáticos, una familia de tejones o algo así, semidomesticados por los turistas que día tras día les dan de comer. La pirámide no es muy grande pero es bien proporcionada y espectacularmente situada. Trepamos los escalones del templo, y desde este balcón podemos admirar todo el valle, las montañas y el pueblo a nuestros pies. Esta vista panorámica única es otra buena razón para hacer el esfuerzo de subir.

Sin embargo, no es la única excursión posible; la zona está llena de senderos antiguos que atraviesan la sierra y llegan a otros pueblos, a pozas de agua, o a manantiales. Para los que se quieran aventurarse un poco más lejos, a pocos kilómetros de Tepoztlán existen varios centros de aguas termales conocidos en todo el país, más o menos agrestes u organizados, que valen la pena visitar; por ejemplo, Las Estacas, Las Huertitas, Palo Bolero, Las Cascaditas, Oaxtepec.

Calles internas

MITOS Y MEDITACIONES
De nuevo en el pueblo entramos a una tienda de artesanías, cuya dueña nos cuenta algunas leyendas de la zona. A sólo diez minutos de Tepoztlán, en Amatlán –donde habría nacido el mítico Quetzalcóatl–, está la Poza de Quetzalcóatl y se dice que el dios-hombre se bañaba en sus aguas. Cerca de allí hay una especie de grieta vertical en la montaña que los lugareños llaman una puerta o “portal dimensional”; se supone que en ciertas circunstancias esa puerta se abre y nos deja pasar a la otra dimensión. Este sitio, junto con los relatos de apariciones de ovnis es una muestra más del anecdotario estilo X Files con el que cuenta Tepoztlán. Además, hay quienes dicen que “en este pueblo son todos brujos”. Y no exageran; en pocos días allí nos cruzamos con un par de brujos tepoztecos, que curan con rezos y temazcal (una especie de sauna indígena ritual), y con un par de brujas “tepostizas” que curan con hierbas, ungüentos y elixires. Esta atmósfera favoreció la creación de varias posadas tipo spa y ashram o centros de meditación. En medio del monte y al pie de las sierras del pueblo de Amatlán, por ejemplo, se puede dormir en plena naturaleza semiacampando en confortables tipis, esas amplias carpas cónicas de los indígenas de Norteamérica.

Convento Dominico de la Natividad
Joya colonial
En el centro de Tepoztlán existe una joya de la arquitectura religiosa de la época de la conquista española, el ex Convento Dominico de la Natividad. El monasterio y la iglesia fueron construidos por los monjes de la orden entre 1560 y 1588. La iglesia todavía funciona como tal, y los chicos del pueblo juegan en su jardín que solía ser, en los tiempos de la evangelización, una capilla abierta. Las imágenes labradas en la fachada plateresca son muy interesantes: mezclados con los sellos de la orden dominica pueden verse símbolos indígenas, flores, el sol y la luna, estrellas y animales. El bellísimo monasterio hoy es un museo; adentro permanece el silencio y el olor a azahar de los patios sombreados con naranjos, los frescos en los muros con dibujos ingenuos y armónicos, y la temperatura fría de los claustros oscuros, de paredes gruesas y ventanas pequeñas. Desde el segundo piso hay una vista inolvidable de todo el valle, el pueblo y las montañas alrededor.

Florencia Podestá
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Web

viernes, 13 de noviembre de 2009

Cómo recorrer Roma sin gastos

¿Qué se puede hacer en la antigua ciudad sin entrar en gastos extras? A continuación algunas opciones turísticas en la capital italiana sin costo alguno.


1) El Foro romano: Era el mercado principal y centro de negocios en tiempos antiguos, donde se iba a la banca, el comercio, y las compras. Entrar en el foro es libre, pero el ingreso al Coliseo y el Palatino son pagos.


2) Appia Antica: Paseo de la antigua carretera de Roma el domingo, cuando no se permiten autos. Hay un montón de objetos antiguos para ver en la caminata pacífica, y hay visitas guiadas, incluso libre de la salida Via Appia Park y en el Parque Parco dell’Appia Oficina.


3) La Bocca della Verita:
Es una antigua máscara de mármol pavonazzetto, colocado en la pared del pronaos de la Iglesia de Santa María de Cosmedin en Roma el año 1632. La escultura, datable alrededor del siglo I, tiene un diámetro de 1,75 metros y representa un rostro masculino con barba en el cual los ojos, la nariz y la boca están perforados y huecos. Tampoco se tiene certeza acerca de su utilidad antigua: si era una fuente o parte de un impluvium o incluso una cloaca (hipótesis surgida a raíz de su cercanía a la Cloaca Máxima)

4) La Fontana de Trevi: Es la mayor (con 25,9 m de alto y 19,8 de ancho) y más ambiciosa de las fuentes barrocas de Roma. Según la actual división administrativa del centro de Roma, está situada en el rio de Trevi

5) La Escalinata di Spagna: Se encuentra en la plaza más famosa de Roma y en ella se encuentra la embajada española ante la Santa Sede, que da nombre a la plaza. La conocida escalinata sube hasta la iglesia de Trinità dei Monti y la barroca Fontana della Barcaccia

6) Vaticano en vacaciones: Mientras que los museos del Vaticano por lo general cobran entrada, se pueden visitar gratis el último domingo del mes


7) El Panteón: Originalmente un templo pagano, convertido en una iglesia en 608 AD. Es el monumento mejor conservado de la Roma imperial, totalmente reconstruida por el emperador Adriano alrededor del año 120 en el sitio de un antiguo panteón erigido en el año 27 AC por Agripa general Augusto


8) Piazza Navona y Piazza Campo dei Fiori: Son las dos más famosas de Roma. Piazza Navona, que sigue el trazado de un circo antiguo y contiene dos famosas fuentes de Bernini, cobra vida en la noche, mientras que el Campo dei Fiori (el campo de las flores) es la mejor experiencia durante las horas de mercado. Va a comer mucho más barato en el Campo dei Fiori, donde se encuentran comidas para llevar stands y tiendas de alimentos de todo el mundo


9) Paseando por los barrios-Trestevere: 'EL' barrio italiano de Roma. Las calles son estrechas y sinuosas a veces, aunque con más frecuencia que a la larga conducen a la Plaza de Santa María, sede de uno de las iglesias más antiguas de Roma. Esta plaza es el centro indiscutible de Trastevere


10) Paseando por los barrios II-Testaccio: Es un antiguo barrio construido alrededor de una colina de fragmentos de ánforas desechadas por los comerciantes época romana, que atracó en el puerto cerca del Tíber antiguo. Recientemente, talleres y clubes de moda han sido talladas en la base de este cerro. Testaccio está convirtiéndose rápidamente popular entre los jóvenes.


Fuente: Urgente 24 (recopilado de http://www.turistea.com)

martes, 3 de noviembre de 2009

Un tropico en Alaska

Agreste. El gobierno de Alaska alquila cabañas a US$ 35 la noche, que incluyen un horno a leña, algunas literas, una mesa con bancos, una alacena y un leñero fuera de la casa. Sólo resta disfrutar de la naturaleza y esperar ver los osos.

El Bosque Nacional Tongass es una selva tropical, pero fuera del trópico. Entre frutas finas, glaciares, osos gigantes y leyendas de aparecidos concentra la mayor biomasa planetaria.

Mientras sacaba del agua el remo del kayak en la bahía Thomas Bay del sudeste de Alaska, me detuve por un instante para escuchar el suave murmullo de la lluvia cayendo sobre el agua. Delgadas capas de niebla se posaban sobre las colinas cubiertas de abetos y hierbas de cicuta, tapadas por la neblina del lugar. De fondo, el gemido del arroyo Cascade Creek resonaba constantemente como recordatorio de que esta zona de Alaska es verdaderamente una selva tropical que recibe más de 250 centímetros de lluvia anuales. El clima es propicio para los patos y, sobre la playa rocosa de la bahía, una fila de aves acuáticas se sumergía y reaparecía con pescados en el pico. Inclinando la cabeza hacia atrás, deglutían la comida con sus largos pescuezos.

Mi marido, mi hijo y yo habíamos llegado temprano a la cabaña ese mismo día en un taxi acuático desde Petersburg, un pueblo de pescadores en el extremo norte de la isla Mitkoff en el Pasaje Interno de Alaska, aproximadamente 16 millas aéreas hacia el sudoeste de nuestro destino. La única manera de llegar era por vía aérea o marítima, exactamente lo que queríamos. Al planificar nuestro viaje en familia, mi intención era la de salir de los lugares habituales e ir a algún lugar sin electricidad, calles ni turistas como para poder experimentar la verdadera y auténtica Alaska. Pero con un niño de nueve años, cuya única experiencia de acampar era haber pasado algunos días en una carpa armada en nuestro jardín, irnos de mochileros a la selva no parecía ser la alternativa más práctica.

Una noche, descubrí en Internet que el gobierno de Alaska ofrecía cabañas a precios económicos (US$ 35 la noche). La casilla que más me llamó la atención fue la de Cascade Creek en el Bosque Nacional Tongass, una franja de 6.879.655 de hectáreas sin ningún camino o ruta terrestre. La descripción de la página web prometía la posibilidad de recoger frutos rojos con vistas de la vida silvestre y un camino de montaña con acceso a cascadas, un cañón, lagos de agua cristalina y áreas alpinas frecuentadas por cabras de montaña. Enseguida, lo reservé.

Y así fue que a las 8 de la mañana de un día brumoso de agosto, los tres nos embarcamos en una aventura por dos noches. Cargábamos bolsas de dormir y colchonetas, una hornalla portátil y utensilios de cocina, comida para tres días (incluyendo unos meros que habíamos pescado en una excursión de pesca la tarde anterior) y bidones de agua potable. En el bote había dos kayaks que habíamos alquilado para nuestra estadía. Tongass Kayak Adventures nos alcanzó hasta la cabaña, nos agregó una bolsa de cobertores de neoprene, chalecos salvavidas y otros implementos de remo incluyendo un botiquín de emergencia y una radio para pedir ayuda en caso de necesidad.

Mientras nos acercábamos, podíamos divisar la pequeña casilla de color marrón en un extremo de la playa rocosa en forma de medialuna. Del otro lado, vimos al arroyo Cascade Creek que desembocaba en las grises aguas glaciares de la bahía. Al frente de la casilla, había una piragua amarrada y la chimenea echaba humo. Como los huéspedes de la noche anterior aún estaban allí, dejamos nuestro equipaje afuera y decidimos inspeccionar el sendero del arroyo de Cascade Creek al otro lado de la bahía. Mientras caminábamos por la playa, un par de águilas peladas salieron volando desde los árboles y sobre la bahía. La lustrosa cabeza de una foca se asomó a la superficie para observarnos de cerca. Según un libro de senderos de montaña que compré en Petersburg, el primer kilómetro y medio del camino es considerado como el más fácil, así que empezamos a caminar primero sobre un sendero suave y mullido, pasando troncos recubiertos de musgo y liquen y luego seguimos caminando sobre tarimas instaladas por el Departamento Forestal. Las tarimas estaban recubiertas por un engranaje de plástico negro para facilitar la adherencia. Nos pareció una exageración hasta que cruzamos el puente de madera sobre una catarata y nos dimos cuenta de que el sendero se volvía mucho más empinado. Llovía.

Acuatico, se alquilan kayaks y se recomienda el trayecto en ferry por la Vía Marítima de Alaska.

Según la descripción del sendero, después de haber caminado aproximadamente 4 kilómetros, llegaríamos a una confluencia que nos conduciría al Lago Falls. Allí encontraríamos una canoa con la que nos desplazaríamos hasta otro sendero que eventualmente nos conduciría al Lago Swan. Pero con el camino taponado de troncos que dejó alguna tormenta, se nos hacía difícil darnos cuenta de cuánto habiámos caminado y decidimos pegar la vuelta e ingresar a la cabaña. En el interior, había dos literas (una simple y una doble), una mesa con bancos, un mostrador y un horno a leña (también había un horno a diesel). Una caja pegada a la pared en la parte de afuera servía para almacenar la comida. La galería al frente de la casilla daba a la bahía de Thomas y a la playa. Estábamos rodeados de arbustos cargados de moras. Un pequeño arroyito bajaba hacia la bahía.

Mientras llovía, nos entreteníamos leyendo el libro de huéspedes. Uno, 20 años antes, había escrito: “Llovió todos los días”. Un visitante alegó haber encontrado un oso en una de las camas. Y, en 1997, un cazador registró que el motor de su bote se había roto, sus alimentos y cigarrillos habían desparecido y no tenía manera de establecer contacto con el mundo exterior. “Nunca más me iré de viaje sin decirle a nadie a dónde voy”, escribió.

Luego de un paseo en kayak por la tarde, cocinamos la cena, grillando mero en una fogata a leña que logramos mantener encendida a pesar de la lluvia. Para aclimatarnos al lugar, nuestro agente de viajes en Petersburg nos había dado un libro: La historia más extraña que jamás haya sido contada, de Harry D. Colp. Había sido un buscador de oro en la zona, a principios del siglo XX. Mientras la noche de verano lentamente se extinguía (teníamos alrededor de 16 horas de luz de día), nos acostamos. Yo encendí una lámpara y comencé a leer las memorias de Colp en voz alta. Resulta que la tranquila bahía en la que nos estábamos alojando era conocida por los lugareños como la Bahía de la Muerte ya que un derrumbe había sepultado una aldea de 500 indígenas Tlingit en 1750. Y, aparentemente, sus fantasmas merodeaban la zona desde entonces. En cada capítulo, Colp contaba acerca de varios buscadores de oro que habían venido a la zona y que habían perdido la razón por culpa de los espíritus malignos.

Sin embargo, la única visita que nosotros recibimos fue la de un pequeño crucero que pasó por la bahía sin detenerse y la de una serie de marsopas que se desplazaban elegantemente en el agua. Ni siquiera el puercoespín sobre el cual nos habían advertido hizo su aparición.

Todo era tan tranquilo que al día siguiente nos quedamos dormidos. Cuando nos despertamos, salimos a recoger algunos arándanos para agregarle a los panqueques del desayuno y luego nos fuimos en kayak hacia la costa de Scenery Cove (Caleta con Vista Panorámica) y el Glaciar Baird, en el extremo norte de Stikine, vestigio de lo que una vez fueran las enormes sabanas de hielo que cubrían gran parte de Norteamérica en la época del Pleistoceno. Si el día anterior había sido lluvioso, éste ya parecía digno de un récord.

En la mañana del último día salió el sol, así que fuimos en el kayak hasta la isla Ruth. Cuando nos acercábamos al extremo rocoso del sur de la isla, apareció frente a nosotros un curioso grupo de focas dándonos un show. El taxi acuático estaba reservado para el mediodía y cuando regresábamos, vimos el crucero de la noche anterior anclado en la playa cerca del arroyo Cascade Creek. Mientras que cargábamos nuestros kayaks en el bote para emprender el regreso hacia Petersburg, oímos el estruendoso ruido de un hidroavión que aterrizó junto al crucero, llevando más turistas. Debe ser una linda experiencia pero para mí no se compara con la cabaña y el sonido constante de la lluvia cayendo sobre el techo de Alaska.

Arroyo Cascade Creek, de origen glaciar, desemboca en las aguas de la bahía Thomas

Remoto y entre osos
Cuando comencé a planificar nuestra escapada a Alaska con mi familia, una de las cosas que quería era pasar algún tiempo en un lugar alejado al que no se pudiera acceder por tierra y sin gente alrededor. Irnos de mochileros parecía una idea algo desalentadora (había leído el libro Camino a los parajes remotos, en el que John Krakauer relata la muerte de Christopher McCandless en la zona virgen de Alaska) pero hospedarnos en una cabaña me pareció la forma ideal de combinar el deseo de escapar del mundanal ruido con algo de comodidad.

En realidad, esto es relativo. Aunque las cabañas son ciertamente más cómodas que una carpa, por lo general no tienen electricidad ni cañerías ni calefacción más allá de una estufa a leña. Cuentan con literas, pero no hay colchones, hornallas para cocinar ni utensilios de cocina. Lo aconsejable es llevar bolsas de dormir, colchonetas, una hornalla u horno portátil, así como implementos de cocina y todos los alimentos y agua necesarios para su estadía (o un filtro de agua). En general es fácil conseguir leña, pero no hay garantías de que así sea.

Para empezar a planificar el viaje es útil consultar el sitio www.recreation.gov y allí ir al apartado del Departamento de Parques y Esparcimiento al Aire Libre del Estado de Alaska (dnr.alaska.gov/parks/cabins/index.htm)

Amy Virshup
The New York Times - Travel