• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

sábado, 25 de abril de 2009

Varsovia, tour para desandar la historia

Días de feria en la plaza Zamkowy, en plena Ciudad Vieja

De una Ciudad Vieja recuperada desde los escombros a grises ejemplos de arquitectura soviética, una capital para conocer por sus calles.

Quien se enamora de Varsovia antes ya se había enamorado de la historia y la cultura contemporáneas de Europa. Un amor lleva a otro... Y para terminar de aprender esta lección sin libros ni hojas no hace falta más que caminar por Okopowa, Prosta, Wawelska o cualquiera de las calles céntricas de la capital polaca, y reparar en la modesta arquitectura soviética de los monoblocks, los añejos retratos colgados de los moradores del gueto o la variedad de monumentos dedicados a hechos y personajes de la Segunda Guerra Mundial.

Las huellas de esa contienda, así como las de la Guerra Fría, predominan aún en un paisaje que difiere de otras ciudades más preparadas para el turismo tradicional, como Cracovia y Gdansk, aunque buena parte del interés de los visitantes esté relacionado justamente con su trágica historia en el siglo XX.

Un ejemplo de esta aparente victoria del pasado sobre el presente: el Palacio de la Cultura y Deportes, edificio tan colosal como gris y apagado, es aún hoy el símbolo más característico de la ciudad. Esto, a pesar de que un político local lo tildó hace un par de décadas de un regalo sin devolución que el dictador de la Unión Soviética Josef Stalin le haría a la sociedad varsoviana por haber aceptado la irremediable invasión del Ejército Rojo en 1945, cuando el varias veces doblegado ejército polaco no tuvo otra opción que llenar el vacío del retiro de las tropas alemanas con el arribo de las soviéticas.

A pesar de que nunca se consideró su demolición, el estado de deterioro en que se encuentra esta típica edificación comunista hace pensar en esta posibilidad, sobre todo si se tiene en cuenta que la pobre factura de los materiales y la mano de obra de su construcción envejecen seriamente al complejo. Sin embargo, los amantes de los contrastes encontrarán en la privilegiada vista de sus balconesterraza una excelente oportunidad para distinguir claramente y al mismo tiempo las edificaciones de estilo antiguo de aquellas levantadas en tiempo récord en los años rojos y, también, de las nuevas torres de oficinas.

El recuerdo del Levantamiento de Varsovia, de agosto de 1944

Distrito heroico
El panorama invita, sin embargo, a bajar velozmente por los ascensores de la mole estalinista -alguna vez, los más rápidos de Europa- para dirigirse a la mejor de las vistas: el barrio Stare Miasto (Ciudad Vieja, en polaco), también sobre la margen occidental del río Vístula.

Declarada en 1989 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la Ciudad Vieja ofrece el encanto de un paisaje urbano europeo al estilo de los cascos históricos de Salzburgo, Budapest o Praga, pero con una diferencia que puede resultar, en un primer momento, algo decepcionante: ninguno de los edificios que allí se ven, por antiguos y legendarios que luzcan, es anterior a la década del 50.

No obstante, lo que la historia le puede quitar de autenticidad se lo devuelve en heroísmo: cada una de las construcciones fue realizada a imagen y semejanza de las anteriores, destruidas por los tanques de guerra de la división especial Waffen SS del ejército nazi. Esta demolición sistemática fue ordenada por el propio Hitler después de producirse la frustrada rebelión conocida como el Levantamiento de Varsovia, donde la resistencia polaca intentó desalojar a los invasores alemanes sin ayuda de las tropas soviéticas.

Como consecuencia de esta devastadora acción -representada en la famosa película El pianista, de Roman Polanski, de ese distrito tan sólo quedaron escombros, que en parte fueron incrustados en las paredes de las casas y los comercios reconstruidos en homenaje al barrio original.

Más allá de su apasionante historia reciente, Stare Miasto es el mejor lugar para caminar, sacar fotos y gastar los zlotys que sí o sí hay que conseguir en territorio polaco, ya que ni los euros ni las tarjetas de crédito se aceptan todavía en muchos bares, restaurantes, museos y locales de venta de souvenirs.

La supervivencia del zloty (que al cambio actual coincide en su valor con el peso argentino) es también fuente de abusos hacia los turistas, ya que en las casas de cambio de la Ciudad Vieja y otros lugares emblemáticos de la ciudad se cobran sobreprecios asombrosos a quienes desean obtener billetes de la moneda nacional. Por eso se aconseja conseguir dinero polaco a través de los cajeros automáticos: cualquier comisión cobrada siempre será menor a la que imponga el empleado de la casa de cambio de turno.

De todos modos, cualquier suma de dinero que se haya podido malgastar se compensa, igualmente, con la generosa oferta gastronómica de los restaurantes de la zona, que en la mayoría de los casos ofrece menús completos por precios que suelen ser de hasta un 40% menos que en la Zona Euro. Esta suerte de promoción varsoviana también se extiende a hoteles, hosterías y albergues, que ofrecen tarifas más bajas en una proporción similar a la de las comidas.

El Palacio de la Cultura y la Ciencia, a todas luces; abajo, la plaza Zamkowy

En tranvía
Para salir de Stare Miasto y apreciar, por ejemplo, las obras de los pintores locales Michalowski, Witkacy y Podkowinski en el Museo Nacional, la mejor manera de llegar allí es con el tranvía. A pesar de que muchos de ellos padecen de una obsoleta apariencia y se encuentran equipados con un sistema de iluminación no mucho más joven que el de los vagones de la línea A de subtes de Buenos Aires, el servicio y la frecuencia son decentes.

Por eso, y porque un pase ilimitado de tres días cuesta sólo 16 zlotys (o pesos), es mucho más conveniente viajar en tranvía que tomar un taxi: el desconocimiento del polaco y la fama de los taxistas varsovianos de cobrar inexistentes cargos adicionales vuelve mucho más soportable el chirriante bamboleo de sus vagones que, después de todo, comparten la calle con otras unidades ultramodernas.

Por este medio, cuyos recorridos se encuentran claramente diagramados en la mayoría de las paradas céntricas, se puede también percibir una imagen integral y acabada del prolijo diseño de sus grandes avenidas, como Jana Pawla II (llamada así en homenaje al papa polaco fallecido en 2005), Aleje Jerozolimskie, Ratuszowa o Solidarnosci (otro tributo contemporáneo, esta vez al movimiento Solidaridad, de Lech Walesa). Esta opción siempre es mejor a la de caminar, ya que la mayoría de las veredas se encuentra en mal estado aunque por una buena causa de largo plazo: las interminables obras en construcción que signan la ciudad. Además, perderse no es muy conveniente si no se domina la lengua polaca.

Otra postal de Varsovia

Por señas
Como sucede en Rusia, Ucrania y las zonas no turísticas de los países de Europa occidental, la noción tan difundida en la Argentina de que con la lengua inglesa se puede sobrevivir en cualquier lado está muy sobreestimada, cuando no errada, en Polonia. Aun entre los más jóvenes. Si bien es cierto que con el inglés se puede salir de un percance en un breve diálogo, también se lo puede hacer en español, alemán o italiano. Más allá de la ayuda inestimable del lenguaje universal de los gestos, el consejo incluido en varios manuales de viajero de aprender frases básicas en polaco no resulta, en absoluto, exagerado, por difícil que parezca sumirse en un mar de consonantes y particulares caracteres.

En cualquier itinerario, y siempre que el buen tiempo acompañe, vale la pena agregar un paseo por los parques cercanos al río Vístula, como el Ujazdowski, el Traugutta o el Praski I Armii. Si bien estos espacios verdes carecen de la espectacularidad de los parques bávaros o londinenses, la armónica distribución de sus arboledas y la limpieza de sus juegos infantiles y asientos le permiten gozar de un buen momento de descanso y reflexión, sin que la inseguridad -aquí un problema menos- perturbe el relax.

Por otra parte, y a diferencia de lo que sucede en Moscú y algunas ciudades del este europeo que aún exhiben secuelas en la difícil transición del comunismo al capitalismo, en Polonia hay una buena noticia: los baños públicos son gratuitos, tanto los de los parques como los de los bares y restaurantes. Esta muestra de progreso y apertura hacia Occidente es una de las más destacadas por el turismo extranjero, que en 2007 llevó a la ciudad 2,8 millones de visitantes, provenientes en su mayoría de Europa.

Sin embargo, aún hay asignaturas pendientes en esta ciudad que vive de su historia y evoluciona con ella. Un claro ejemplo es el zoológico, posiblemente una de las atracciones más promocionadas de la cuidad, pero que no se caracteriza ni por la variedad de sus animales ni por la comodidad y calidad de sus instalaciones.

Si la intención es cumplir con los niños, la mejor opción es acercarse a la fosa de los osos que da a Solidarnosci, sin necesidad de abonar los 14 zlotys que cuesta la entrada. Allí, los mamíferos parecen saber que el límite con la libertad es tan sólo una pequeña pared entre su fosa y la tumultuosa avenida. Pero ninguno de ellos, por la mansedumbre de sus miradas pardas, debe siquiera imaginar la tentación de dar el saltito para husmear los brillosos baúles de los Skoda estacionados afuera, colarse en los tranvías para aprovechar la ausencia de los inspectores que jamás suben o pelear a su manera junto a los varsovianos por seguir defendiendo su rica historia y, a la vez, por recibir con los brazos abiertos un futuro que ya ha llegado.

Palacio Lazienki

Cinco postales imperdibles
1. Palacio Lazienki
Conocido como El Palacio Sobre el Agua, esta residencia real es una de las más destacadas y hermosas de Europa. Fue construida por el aristócrata Stanlislas Lubormirski, aunque fue completamente remodelada por el último rey de Polonia, Stanlislas August Poniatowski, que la transformó en su residencia de verano. (Calle Agrykoli 1)

2. Café Filosófico (Jadlodajnia Filozoficzna)
Un gran lugar para salir por la noche y entender la cultura juvenil polaca. Se puede degustar los mejores cafés y cervezas del país, leer literatura actual de Polonia y Europa y, por sobre todo, escuchar en vivo la música de las bandas del momento. (Dobra 33/35)

3. Galería Nacional de Arte moderno Zacheta
Excelente para disfrutar una gran colección de trabajos de arte contemporáneo, que van de Stanislaw Wyspianski a Roy Liechtenstein. La calidad de las muestras hace que aun quienes no son expertos en la materia pueden aprender rápidamente sobre pintura y escultura de este período. (Calle Malachowskiego 3)

4. Confitería Cukiernia A. Blikle
Fundada en 1869 es considerada uno de los mejores lugares de Varsovia, Polonia y Europa oriental para degustar tortas y confituras de todo tipo. Sin duda, una buena manera de explorar la historia del país de un modo diferente. (Calle Nowy Swiat 35)

5. Plaza del Castillo (Plac Zamkowy)
No por obvia, la vista de la plaza del Castillo es menos impactante. Allí se erige la columna de Segismundo III, una de las postales más típicas de Varsovia, que cuesta creer que fue totalmente reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la columna original yace postrada en las cercanías, para quien la desee fotografiar.

Lugares de interés
Museo Nacional de Varsovia Jerozolimskie 3
Tel.: +48 (22) 6211031

Palacio de la Cultura y los Deportes Defilad 1
Tel.: +48 (22) 656-77-41 www.pkin.pl

Adrián Sack
LA Nación - Turismo
Fotos: CORBIS /Francisco J. Toledo/Adrian Sack/ Web


jueves, 16 de abril de 2009

Montevideo - Uruguay: pequeña guía oriental

Avda. 18 de Julio

Una visita a la amable capital uruguaya. De barrio en barrio, un itinerario por las calles montevideanas desde la Ciudad Vieja al Parque Batlle.

La mejor manera de conocer una ciudad es a pie y Montevideo no escapa a esta regla. Al ser muy extendida lo ideal es dividirla en zonas o conocerla en bicicleta. Si es su primera vez y no cuenta con muchos días, comience por la Ciudad Vieja y siga por la avenida 18 de Julio hasta el Parque Batlle (aunque seguramente le lleve dos días hacer este recorrido a pie). En Ciudad Vieja no deje de visitar el tradicional Mercado del Puerto cuyo estilo, con estructura de hierro forjado, recuerda las viejas estaciones de trenes europeas (y si puede cómase una rica parrillada).

En torno de la Plaza Matriz de la Ciudad Vieja –ubicada sobre una península a orillas del río– está el casco antiguo donde aún se conservan edificios coloniales escondidos entre bancos y oficinas. Allí están la Catedral, el Cabildo y museos como el de Torres García, artista uruguayo creador del llamado Universalismo Constructivo. También está el Teatro Solís, inaugurado en 1856, cuya fachada está inspirada en el Teatro Carlo Felice de Génova. Allí nomás surge la Peatonal Sarandí que, como todo el barrio, se convirtió en un bonito centro nocturno luego de años de abandono. La entrada a la peatonal es un vestigio del pasado colonial: la Puerta de la Ciudadela, único remanente de la muralla de Montevideo derribada en 1829. Al otro lado está la Plaza Independencia con la inconfundible estatua ecuestre de Gervasio Artigas.


Parque Rodo

Con la independencia se hicieron transformaciones urbanísticas para borrar el pasado colonial y una de ellas fue trazar la actual Av. 18 de Julio, fecha que conmemora la Jura de la Constitución de 1830. “La” avenida de Montevideo nace en Plaza Independencia y está repleta de negocios, hoteles, bares y librerías. En la esquina de la avenida y la plaza se alza un símbolo de la ciudad: el Palacio Salvo, inaugurado en 1928. Este edificio de 95 metros fue diseñado por Mario Palanti (autor del Palacio Barolo en Buenos Aires) y por mucho tiempo fue el más alto de Sudamérica. En ese solar estaba la confitería La Giralda donde Gerardo Matos Rodríguez presentó el tango uruguayo más famoso del mundo, “La Cumparsita”. Desde la plaza, la 18 de Julio recorre casi tres kilómetros hasta el Bulevar Artigas en el barrio Tres Cruces, donde está el Obelisco a los Constituyentes y uno de los accesos al Parque Batlle. En el trayecto se ven la Plaza de Cagancha (kilómetro cero de las rutas nacionales), el imponente edificio de la Suprema Corte de Justicia (antigua vivienda del empresario uruguayo Francisco Piria), el Palacio Municipal y, más allá, el Monumento al Gaucho, del famoso escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín (padre de la actriz China Zorrilla), donde nace el Bulevar España que llega a Pocitos. La avenida continúa rumbo a Tristán Narvaja (calle del tradicional “mercado de pulgas” de los domingos) y culmina en el Parque Batlle y Ordóñez donde se alza el mítico Centenario. En este estadio –erigido para el centenario de la Independencia– Uruguay ganó la final del primer Campeonato Mundial de Fútbol. El parque fue diseñado por el paisajista francés Carlos Thays y en él está el Monumento a la Carreta de José Belloni.

Estadio Centenario

A Carrasco por La Rambla
La Rambla es una larga avenida y paseo peatonal costero ideal para salir a correr, andar en bicicleta o tomar mate como hacen todos los uruguayos. A lo largo de su recorrido cambia de nombre, de playa y de barrio. Partiendo de Ciudad Vieja y Barrio Sur se llega a Palermo, barrio que alojó grandes contingentes de inmigrantes (en su mayoría italianos) hasta las primeras décadas del siglo XX. Aquí tiene su lugar la comunidad afroamericana, creadora del candombe. Sus integrantes suelen juntarse alrededor del Cementerio Central para tocar los tambores y prepararse para el desfile de Llamadas de Carnaval. Cuando la Rambla se llama Presidente Wilson se está en el Barrio Parque Rodó (homenaje al escritor uruguayo José Enrique Rodó) cuyo espacio verde ocupa gran parte del distrito. Allí están la Playa Ramírez, el ex Parque Hotel (actual sede del Mercosur) y el Teatro de Verano donde se realiza la competencia oficial del Carnaval. Como es sabido el Carnaval (el más largo del mundo porque dura casi 40 días) es el acontecimiento más importante de Uruguay ya que el total de entradas vendidas supera a la suma de todos los eventos culturales y deportivos del país en el año.

Avanzando un poco más se llega a la Rambla Gandhi y al Barrio Punta Carretas llamado así por su prominente accidente geográfico (también Punta Brava). Por largo tiempo la zona sólo era frecuentada por lavanderas y pescadores. Era un área marginal al punto tal que, en 1915, se abrió una penitenciaría que años más tarde fue testigo de varias fugas de película: la de anarquistas en los ‘30 y la de los tupamaros en los ‘70. En 1986 un gran motín hizo que la cárcel fuese desalojada y cerrada para siempre. Recién en 1994 fue transformada en centro comercial y, entre tanto, el distrito se consolidó como un barrio de clase media alta.

Vista area de Montevideo

Pocitos es un tradicional barrio con playa y se ubica a la altura de la Rambla República del Perú. Su nombre responde a los años (comienzos del siglo XIX) en que las lavanderas iban a la playa y lavaban la ropa en pozos que hacían en la arena. Nació como un poblado independiente, al crecer la ciudad se transformó en balneario y después en barrio de clase alta, con sendas residencias que luego fueron reemplazadas por edificios de 10 a 15 pisos que miran al “mar”, como llaman los montevideanos al Río de la Plata. Siguiendo por la Rambla Armenia se llega a la playa Buceo donde desembarcaron, en 1807, los ingleses que tomaron Montevideo y, como Pocitos, su crecimiento despegó como balneario en el siglo XX.

Otro barrio sobre la costa es Carrasco, nombre de uno de los primeros pobladores de Montevideo que tenía una estancia por allí. Entre 1907 y 1912 se creó el barrio jardín “Balneario Carrasco” (diseñado por Carlos Thays) pero se frenó la obra por la Primera Guerra Mundial y luego la continuó el municipio. En 1921 se inauguró el Hotel Casino Carrasco y comenzaron a surgir lujosas residencias de verano que después se transformaron en morada permanente de la elite.


El Cerro, la Fortaleza y la aguada
Rica es la historia de la Villa del Cerro surgida en 1834 para acoger a miles de inmigrantes. El barrio está en las laderas norte y este del cerro Montevideo y aquí fue tal la proliferación de saladeros en el siglo XIX y la de frigoríficos en el XX que se convirtió en un estandarte de la industria cárnica uruguaya. La edad de oro fue en 1937 (cuando casi la totalidad de sus habitantes vivía, directa o indirectamente, de la carne) y el ocaso ocurrió a mediados de los ‘50 con el fin de la inmigración y el retiro de la Swift. Luego hubo algunas cooperativas pero la estocada final llegó en 1978 cuando el gobierno dictatorial abolió el monopolio del Frigorífico Nacional (creado por el Estado en 1928) y liberó los precios. Así culminó una era en El Cerro y sus habitantes debieron buscar empleo en otros puntos de la ciudad. En los ’90 quisieron reciclar los esqueletos de los antiguos frigoríficos y en 1996 la armada uruguaya instaló su base naval en el viejo Frigorífico Swift.

Si nos remontamos a los orígenes de la ciudad, el Cerro de Montevideo fue siempre un punto estratégico de defensa. Las invasiones inglesas de 1807 motivaron la construcción –entre 1809 y 1811– de la actual Fortaleza General Artigas. La Fortaleza es uno de los símbolos de Montevideo y uno de los paseos más visitados ya que ofrece la mejor vista de la ciudad. Sin embargo, la zona no es muy segura y se aconseja ir durante el día y en vehículo, evitando subir a pie.

La Aguada está próxima al centro de la ciudad y su nombre data de mediados del siglo XVIII cuando había allí varias fuentes de agua. Algunos símbolos del barrio son la Estación Central General Artigas (principal terminal del país hoy en desuso) y la Torre de las Telecomunicaciones, cuyo modernismo y sus 162 metros contrastan con los viejos depósitos que la rodean. Sin embargo, el edificio más bello del barrio (y de Montevideo) es el Palacio Legislativo, inaugurado en 1925 y obra de Vittorio Meano (autor del Congreso de Buenos Aires). Esta monumental y armónica construcción merece una visita por dentro para apreciar hermosos vitrales, coloridos mármoles e impecable mobiliario. Desde allí, por la diagonal Avenida Agraciada, se puede ir al Parque Prado.

Playa en el tradicional barrio de Pocitos

Datos utiles
Gastronomía
No deje de probar un “chivito” al pan o al plato (puede ser de vaca, pollo o cerdo) en cualquier carrito de la calle. También un pancho en La Pasiva (con mostaza de la casa cuya fórmula es un secreto) y, de postre, un helado en La Cigalle.
La pizza es muy buena y se vende por metro o en porciones (Il Mondo Della Pizza, Av. 18 de Julio 922).
Imperdible el sandwich tostado cubierto de muzzarella derretida en cualquier bar.

Mariana Lafont
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Web

martes, 7 de abril de 2009

San Juan - Argentina

El hongo, una de las formaciones más fotografiadas del parque Ischigualasto, que puede visitarse también de noche, en plenilunio


El hongo , principal formación rocosa del parque, se ha convertido en el símbolo turístico de una provincia cuyos atractivos no alcanzan a conocerse en una semana (ni en una vida), pero que puede ser recorrida en pocas jornadas para llevarse una gran impresión, disfrutar de sus paisajes y quedarse con ganas de volver unas cuantas veces.

La propuesta en este caso es una vuelta de 1500 kilómetros, en una semana, con San Juan capital como punto de salida y llegada. Se puede hacer el mismo viaje en cinco días, pero los caminos de montaña y tramos de ripio (pocos, pero imperdibles) dejan el cuerpo aporreado como para acelerar aún más la visita.

El primer destino es verde. Una vez afuera del aeropuerto -lo antes posible porque todos los mosquitos sanjuaninos se reúnen junto a la pista, y no precisamente para admirar los aviones-, la partida es hacia el Este, por la RN 141. A 64 kilómetros está Vallecito, con su curioso santuario de la Difunta Correa, y más allá, por la 510 hacia el Norte, Valle Fértil.

En el camino hasta San Agustín se pasa por Astica, pueblo rodeado de árboles frutales que Gabriela Guerra aprovecha para sus dulces. Desde mandarinas en coñac hasta manzanas al Curaçao Blue, ofrece más variedad que cantidad en su pequeño local, con protagonistas regionales como la sidra, de piel amarilla y carne blanca.

Es fácil orientarse en San Agustín, más aún si uno conoce la capital provincial, porque el orden de las calles principales es el mismo. Ciudad cabecera de Valle Fértil, es aquí donde se alberga la mayor cantidad de turistas que llega para conocer Ischigualasto.

Otra opción cercana para dormir o pasear es La Majadita, paraje con casas de piedra o adobe, al que se llega por un camino soñado para vehículos de doble tracción, aunque no tanto para los comunes. Dicen que se puede atravesar con cualquier auto, pero mejor averiguar el estado del camino antes de intentarlo. En la zona hay hosterías como La Media Luna, escondida entre las sierras, para pasar la noche en calma y sin señal de celular.


Ischigualasto fue declarado por la Unesco, en 2000 y junto con su parque hermano Talampaya, en La Rioja, Patrimonio Natural de la Humanidad. Vale la pena cruzar el límite provincial para conocer también el otro lado.

Además, para seguir hasta el dique Cuesta del Viento conviene salir unos kilómetros de la provincia en busca de la RN 40, y en el camino se atraviesa también parte del área protegida de La Rioja. Hacia el Sur, desde Villa Unión, por la ruta argentina más famosa, se pasa por Huaco, pueblo de Buenaventura Luna, músico popular y cronista de su época a través de sus canciones.

El Viejo Molino fue parte intrínseca de su obra. Patrimonio nacional, está en un domicilio privado y sin timbre, de manera que hay que golpear las palmas para que doña Arsenia salga a contar la historia. "Para la próxima voy a tener CD para que la gente escuche también su música", asegura la mujer, prima política del poeta fallecido en 1955.


Por la RN 150, el turquesa se impone antes de llegar a Rodeo, cuando el lago de Cuesta del Viento se presenta de golpe, como uno de los paisajes más curiosos del país.

Capital del departamento Iglesia, Rodeo cuenta con cabañas en alquiler y fincas como El Martillo, que ofrece cabalgatas, pesca y actividades náuticas, entre ellas rafting en el río Jáchal. Otra buena opción para quedarse es, a 14 km, el hotel Termas Pismanta, complejo administrado en cooperativa, con toques retro, baños termales y una piscina para disfrutar en el agua del entorno imponente.

En el camino hacia Barreal, por la ruta 149, en la zona de Calingasta, hay buenos sitios para unas fotos, como la iglesia de Catalve (en el pueblo), las ruinas de Hilario, testigos de un pasado minero, y el cerro Alcázar.

Después de recorrer la zona del Parque Nacional El Leoncito, con su gran observatorio y su extraña pampa, el retorno a la capital puede hacerse por el camino de Los Berros, hasta la RN 40, para cerrar la travesía entre cerros, sobre ripio y con paisajes que cambian todo el tiempo.


Complejo Astronómico El Leoncito

Una noche en el Observatorio
Los hombres de al lado deben ser científicos no sólo por su mayoría de barbas, sino también por el lugar donde estamos: el comedor del Complejo Astronómico El Leoncito, un sitio atípico para conocer como turistas.

Pasar la noche en este espacio es una propuesta imperdible no sólo para adultos amantes de la astronomía y niños curiosos, por supuesto, sino también para los que buscan algo distinto.

En el sur de la provincia, el Observatorio está en el Parque Nacional El Leoncito. La propuesta con noche incluida empieza a las 17, cuando llegan los turistas, comienzan a alojarse y hacen el recorrido diurno, para conocer el telescopio principal, con cascos y abrigo (fundamental). Luego hay tiempo libre hasta la comida en un pequeño comedor compartido con el personal.

A eso de las 22 comienza la parte más impactante: la visualización nocturna, tras una breve caminata, utilizando un telescopio de 14 pulgadas de diámetro. Se ven estrellas, galaxias y nebulosas. Cuando hay luna llena, la visibilidad es mucho menor, pero el lugar luce igual de atractivo.

El complejo está abierto al público por un convenio con la Universidad de San Juan. Arturo Sánchez es guía de turismo, pero su experiencia y conocimiento de astronomía lo convierten en el docente ideal para los novatos.

La opción de alojamiento es por una única noche, en habitaciones pequeñas e hiperlimpias. Todo parece una base espacial. Después del desayuno hay que dejar el lugar y aprovechar para conocer la Pampa del Leoncito, una planicie seca y extraña de 15 kilómetros por 5 de ancho, con el suelo resquebrajado y ningún tipo de arbusto. Allí se puede practicar carrovelismo, con vientos de hasta 80 kilómetros por hora, sobre vehículos comandados por don Toro.

En el complejo astronómico también pueden realizarse visitas diurnas para conocer los telescopios, aunque la actividad principal del lugar es justamente de noche. Su función es brindar servicios a la comunidad científica del mundo, ya que los astrónomos pueden realizar aquí sus programas de observación.


Puerto de Palos: parador, guardería y escuela

Cuesta del Viento, tierra del windsurf
No hay que esperar horas a que sople: el viento está garantizado todos los días. Por eso, explican, esta zona del departamento Iglesia es ideal para hacer windsurf, incluso para tomar clases, porque los ciclos climáticos se conocen de antemano y así es más fácil organizar la enseñanza. "En el país estamos más acostumbrados a las tablas grandes, porque no hay tanta regularidad e intensidad del viento como acá", cuenta Felipe Lamanuzzi, un cordobés que llegó hace diez años y directamente se quedó, sin viaje de adaptación alguno.

El dique de Cuesta del Viento le resultó el lugar soñado, por eso hizo cabecera de playa : armó un parador con su novia y hermano, montaron los palos y techos con ayuda de otros windsurfistas e instalaron la guardería. También la escuela, con pizarrón y todo, aunque con humor e informalidad. No podría ser de otra forma en un ambiente repleto de rastafaris amigos que se quedan a pasar la tarde frente al lago turquesa, en un parador con vista a otro desierto lunar y picos de más de 6000 metros. Su lugar se llama Puerto de Palos. El lago no es sólo un paraíso para los amantes del windsurf, sino también para visitantes en general, que pueden disfrutarlo con otras actividades náuticas o simplemente desde la costa.


Felipe cuenta que aún no volvió el furor de los años 80 por las tablas con velas, pero que está creciendo gracias a lugares como este que empiezan a descubrirse en el país. La propuesta principal de la escuela es un curso de 8 horas, pero también ofrece un programa reducido, de 4, "armado más para viajeros ocasionales que quieren llevarse una buena noción de la actividad".

La cancha de bochas del parque provincial conocido también como Valle de la Luna

Ischigualasto, de día o con Luna llena
El parque provincial Ischigualasto se recorre con vehículo propio, en caravanas que parten cada una hora. Tiene cinco estaciones donde un guía explica las características científicas del lugar, mientras el visitante disfruta de los variados paisajes.

Hay geoformas como El hongo en todas partes, pero las instrucciones del recorrido se dan junto a El gusano , que requiere más imaginación que las otras, porque la forma original se ha perdido. El terreno es dinámico, por eso dejaron de existir también La lámpara de Aladino , El loro y La gallina echada . Todas se desintegraron con la erosión.

El lugar es único en el mundo ya que aquí encuentra la secuencia completa del período Triásico, de la era Mesozoica. En cada pequeña roca puede haber un resto fósil importantísimo, por eso desde su declaración de Patrimonio Natural de la Humanidad, las normas son más estrictas. Antes, dicen, se llevaban elementos como las piedras redondeadas de la llamada cancha de bochas , una de las estaciones más famosas, sobre todo por la curiosidad de que las rocas sólo se hayan encontrado únicamente en este sector.

Valle Pintado es una de las zonas donde más restos fósiles se han encontrado. Sus formas y colores son los más llamativos. El rojo indica la presencia de óxido de hierro, el verde de cobre, y el gris, acumulación de ceniza volcánica. El blanco es por la bentonita, que además de impermeabilizar el terreno le da un brillo especial en los paseos nocturnos, que se realizan durante cinco días seguidos, desde las dos noches anteriores al plenilunio.

Estos paseos de luna llena se deben reservan con anticipación y duran unas dos horas, por un camino diferente al de los paseos comunes. Además de estos circuitos hay una caminata diurna de dificultad media por los cerros morados. Se asciende hasta los 1800 metros, donde suelen verse cóndores andinos que eligen los acantilados para sus nidos. Hasta El hongo se llega casi al final del recorrido. Aquí se destaca el contraste del rojo de las barrancas, de hasta 200 metros, y el gris de la formación rocosa.

Parapente agreste

Historia, bodegas y parapente, en una capital moderna
Las calles son arboladas, con acequias y, sobre todo, anchas. Así fueron reconstruidas, tras los furiosos terremotos de 1944 y 1977. Hasta su catedral es moderna, frente a la plaza principal. Una réplica de cómo eran antes las veredas puede verse frente al Museo Sarmiento ( www.casanatalsarmiento.gov.ar ), en su casa natal, con objetos del prócer durante su período en la gobernación. En una visita a la capital, una idea es averiguar quién se presenta en el auditorio Juan Victoria ( www.auditorio.sanjuan.gov.ar ) para conocerlo y hacer un recorrido por bodegas. Una de ellas, Graffigna, ofrece un museo con su historia.

Junto al dique Ullum se puede volar en parapente, junto con Rodolfo Blanco, el instructor menos marketinero del mundo. La idea es disfrutar en el aire todo el tiempo que se pueda, ya que su propuesta dista mucho de las tradicionales, donde uno solo da una vuelta breve como bautismo .

Los fines de semana se reúnen los pilotos en El Castillito, parador sin príncipes, murallas ni glamour, sino con un cartel gigante de gaseosa y mesas de plástico. Pero son ellos los reyes de la colina, que suben con sus mochilas gigantes hasta la cima del cerro, por un camino que ofrece las mejores panorámicas del dique.

El parapente es aquí "una actividad artesanal, bien agreste -dice Gabriel, uno de los pilotos-. Se creó libre y tiene un formato portátil: uno va con el parapente en su mochila y se larga desde una ladera, sin una plataforma. Lo mejor es que se puede practicar en cualquier época el año"

Martín Wain (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: Enrique Villegas