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domingo, 4 de mayo de 2008

Islas Griegas


Un panorama con los principales atractivos de 10 magníficas islas. Los pueblos, las playas y los sitios arqueológicos.

Pueblos blancos aferrados a rocas empinadas. Pequeñas embarcaciones se mecen en puertos sin apuro. Viñedos y olivares. Calles escalonadas que trepan hasta templos en ruinas. Y por supuesto, playas idílicas. Todas estas postales pertenecen a las magníficas islas de Grecia, que comparten también un mar azul hipnótico y un clima seguramente bendecido por los dioses del Olimpo. Por eso, luego de una impostergable visita a Atenas y los vestigios del pasado de gloria en el continente griego, las islas conforman un rosario de perlas preciosas para conocer.

Hay más de 3 mil islas e islotes en Grecia, de las cuales sólo cerca de 200 se encuentran habitadas. La mayoría se extiende por el mar Egeo. Se dividen en nueve grupos: del Golfo Sarónico, las Cícladas, Eubea, las Espóradas, del Egeo septentrional, del Egeo oriental, el Dodecaneso, Creta y las Jónicas. A continuación, una selección de diez esplendorosas islas para disfrutar y aproximarse al pensamiento, la historia, la cultura, la mitología y las costumbres griegas:

EGINA
Casi en el centro del golfo Sarónico, Egina es una de las islas más cercanas a Atenas y una de las primeras en recibir al turismo. Con 83 km2, fue famosa por su escuela de escultura y el templo de Afea, uno de los más importantes de la Antigüedad. En la actualidad se conservan algunas columnas, restos de construcciones y cimientos de un altar. De la gran cantidad de iglesias y monasterios del lugar -el primero del país en acuñar moneda-, se destaca el de San Nectario, a 6 km del centro. ¿Un consejo? Comprar pistachos en el mercado y tomar un helado.


MYKONOS
Bella y sofisticada. A casi cuatro horas de ferry desde la capital griega, Mykonos es la isla más deseada del grupo de las Cícladas, dispuestas en forma de círculo (Kyklos) en el mar Egeo alrededor de la sagrada Delos. Promediando la década del 60, el mundo recién supo de sus playas irresistibles y sus casas blancas, de la mano de los Onassis y del jet set internacional, que la convirtieron en uno de sus refugios preferidos. Las capillas con cúpulas -dicen que hay cerca de 700-, los molinos de viento y las casas cúbicas con ventanas de madera azul intenso y balcones floridos son atractivos únicos para los miles de turistas que desembarcan de los cruceros cada verano, arrebatándole a la isla su antiguo aura de exclusividad. En Hora, su capital, los bares y las tabernas se suceden al ritmo intenso de la vida nocturna, y el barrio Pequeña Venecia no descansa jamás. Las playas tampoco defraudan a nadie. Hay playas nudistas, para familias, gays y amantes de los deportes náuticos o de las fiestas.


NAXOS
La isla más grande y fértil del archipiélago de las Cícladas -tiene 428 km2- fue habitada por primera vez por los tracios, quienes introdujeron el culto al dios Dionisio. Centro de la civilización cicládica (3200-2100 aC.), su capital cuenta con monumentos de épocas diversas. En la entrada del puerto sobresale la Portara, la puerta que pertenecía al inacabado templo de Apolo, o al palacio de Ariadna, según la tradición. Con callejuelas empinadas, la ciudad de Jora está dominada por un castillo veneciano de 1207, del que se conservan algunas puertas y torres. En la antigua Escuela Mercante funciona el Museo Arqueológico.


DELOS
Si hubiera que elegir una palabra para describir esta isla de las Cícladas sería sagrada. El sitio donde Leto dio a luz a los dioses Apolo y Artemisa atrae a una multitud de visitantes que llegan hasta allí para admirar los bellos monumentos. Muy cercana a Mykonos, la isla fue el centro político y religioso desde el siglo IX aC. Después de pasar por manos atenienses, macedonias, egipcias y romanas, entre tantas otras, a partir del 69 aC. sólo sirvió como refugio para piratas. Recién hacia 1400 dC. llegaron los primeros viajeros que descubrieron sus valiosas ruinas, y a partir de 1872 la Escuela Arqueológica Francesa comenzó a realizar excavaciones sistemáticas en busca de tesoros arqueológicos. En el noroeste se encuentran los Propileos y el Agora, y a continuación, se levantan los restos de la Vía Sacra con las bases para las ofrendas. Entre santuarios y templos, todas las miradas buscan la célebre Calle de los Leones, que conserva cinco de los nueve felinos originales de mármol. Junto al gimnasio y al estadio, el barrio más poblado era el del teatro (quedan en pie 17 de las 26 gradas), donde las viviendas de la época helenística y romana eran decoradas por mosaicos que aún pueden apreciarse en las casas de los Delfines, de las Máscaras, del Tridente y de Dionisio.


SANTORINI
Conocida también como Thera o Thira, la famosa isla con forma de medialuna del Egeo fue rebautizada por los mercaderes venecianos hacia el Medioevo, en honor a la patrona Santa Irene. Del grupo de las Cícladas se destaca por su configuración geológica, ya que tiene el suelo cubierto por materia volcánica. Precisamente, sus acantilados y playas de arena negra son consecuencia de una erupción volcánica en 1450 aC., y no son pocos los que sospechan que éste fue el reino perdido de la Atlántida. El intenso movimiento turístico y la animada vida nocturna no han interferido en su fisonomía apacible y en la hospitalidad de sus 13 mil habitantes. Su capital es Thira o Firá y fue construida en forma de anfiteatro. Se comunica con el puerto mediante un camino empinado de anchos peldaños, adonde se puede subir con un teleférico, o bien, a lomo de burro. Ninguna de las dos experiencias serán olvidadas jamás. Desde lo alto, la vista es superlativa: el puerto, la costa rocosa y las casas blanquísimas con cúpulas y ventanas pequeñas. Como si no bastaran las catedrales católica y ortodoxa, los castillos venecianos y las excursiones hacia el volcán de Nea Cameni, Santorini tiene el pueblo de Ia: a la hora del ocaso, con un vaso de vino en la mano, todos celebran la puesta del sol. Y aplauden.


TASOS
Es una de las islas más turísticas de Grecia, con 379 km2 y 95 km de costa. Abundante vegetación, playas extensas y un oleaje límpido son sus principales características. Entre las montañas (el monte más elevado es el Psarió, con 1.127 metros) y el mar yacen unos quince pueblos, antiguos y nuevos. Sobre el puerto actual se levanta una estatua de Dionisio de la época arcaica, y sobre el antiguo puerto comercial, cerca del Agora, se alza el santuario de Poseidón. Se observan también restos de las viejas murallas que rodeaban Limenas, la capital. El primer teatro del siglo V aC., la acrópolis con templos de Apolo y Atenea, y el de Heracles, integran un recorrido delicioso.
LESBOS
Es famosa por haber sido la patria de la poetisa Safo, cuyos poemas describían su amor apasionado por sus compañeras. De ahí surgió el término lesbianismo. Es la tercera isla más grande -detrás de Creta y Eubea-, con 320 km de costa. Aunque su suelo es montañoso, cuenta con húmedos y fértiles valles plagados de olivos. Al nordeste del Egeo, la isla es visitada también por sus numerosas fuentes termales y por el bosque petrificado de Singri. Como en la mayoría de las islas griegas, la capital (en este caso, Mitilene) es también el puerto principal de Lesbos. Tierra de poetas, filósofos, historiadores y músicos, alcanzó su apogeo en los siglos VII y VI aC.


RODAS
Es la isla más grande del Dodecaneso. Según la mitología, Rodas nació del amor entre Helios y la ninfa Rhode. Su nombre siempre remite al impactante Coloso, la estatua que se erigía en la entrada del puerto y que fuera considerada como una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. La isla es hoy un importante centro turístico internacional, con bellas playas, pueblitos encantadores y bares y restaurantes bulliciosos.


CRETA
Como en toda Grecia, la historia es inseparable de la mitología. Pero quizás en ninguna isla esto es tan palpable como en Creta, la mayor del país y la quinta del Mediterráneo: tiene 8.261 km2 y más de mil km de costas. Cerca de la capital Heraklion se levanta el Palacio de Knosos, cuya forma laberíntica inspiró a la leyenda de Teseo, su enamorada Ariadna y el temible Minotauro. Centro de la milenaria civilización minoica, Creta tiene magníficas playas y pueblos para deleitarse.


CORFU
Aquí se puede presenciar uno de los crepúsculos más impactantes de Grecia. Dominada por dos macizos montañosos, Corfú forma parte de las Islas Jónicas y cuenta con valles verdes, llanuras y bahías. Todo es imperdible en esta isla. Las callecitas estrechas, la panorámica que ofrece la avenida del puerto junto a la muralla –que pertenece a las fortificaciones de la ocupación veneciana–, el Listón que remite al dominio francés con cafés acogedores y, por supuesto, las fantásticas playas. Inevitablemente, Corfú es otra buena razón para no querer irse de Grecia.


La buena mesa
La cocina griega es una de las más célebres del mundo por la sabia combinación de sus sabrosos ingredientes. En la tierra del olivo es difícil hallar un menú sin aceitunas o el preciado aceite. Y ningún plato luce sofisticado: cada región e isla le imprimen a la gastronomía una sencillez milenaria y singular. Por ejemplo, la mousaka es una exquisita mezcla de carne picada, berenjenas, papas, tomates y albahaca. ¿Otro clásico? La ensalada griega, con aceitunas, tomates, queso de cabra y hojas de parra. Mientras el cerdo es la base de la cocina en Creta, los postres son muy dulces y llevan miel y nueces, como los loukoumades (buñuelos bañados en miel) y los surtidos de guindas y pistachos acaramelados. En Santorini se pueden probar las agkinares a la polita (corazones de alcaucil con aceite de oliva) y la fava (puré de lentejas amarillas con alcaparras y aceite). Las especialidades de Corfú son el sofrito (estofado de carne con aceite de oliva, tomate y ajo) y el pastitsio, con carne, queso y salsa blanca. Para beber, nada como un vaso de vino, pero también vale un mezedes (aperitivo) o el ouzo, un aguardiente típico.

Viaje a la tierra de los mitos
Hay viajes que uno se debe de toda la vida y que, al concretarlos, generan una intensa sensación de "retorno".Como si a fuerza de soñar con un lugar, ya se lo conociera. Será por las leyendas mitológicas que me contaba en la infancia mi abuela Olga; será por mis dudas existenciales que siempre mitigó la filosofía; será por mi nombre, Diana, la diosa romana que alude a la griega Artemisa. Lo cierto es que cuando pisamos Grecia, sentí que había vuelto -¡por fin!- a la tierra de los mitos. Así fue que en Creta parecía deambular la sombra del Minotauro por el laberinto de Knosos. El aura del Coloso de Rodas se mantenía en pie, como en las películas. ¿Y qué decir de Mykonos y Santorini? Cortaban la respiración con su arquitectura inmaculada, sus callejuelas escalonadas y sus playas perfectas. Sin embargo, no sabía de los ocasos dorados en el mar azul ni de los cafés de cara a cualquier puerto, uno más conmovedor que el otro. Menos aún, de los pueblos de piedra recorridos a lomo de burro.

Clarín - Viajes
Fotos: web

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