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martes, 29 de enero de 2008

La continuidad de los lagos

Mapa de los 7 Lagos (click sobre la foto aparece el recorrido vehicular)

Un recorrido por la ruta turística más célebre de la Patagonia, en busca de nuevos recodos, paisajes y opciones de aventuras.

Hay muchas maneras de recorrer el Camino de los Siete Lagos, esa ruta deslumbrante que une San Martín de los Andes y Villa La Angostura, en Neuquén. Se trata, en realidad, de un tramo de la Ruta Nacional 234 y se lo puede atravesar con excursiones que parten desde Bariloche, San Martín o La Angostura y van parando en los distintos miradores del camino hasta que los ojos no dan más de tanta belleza.

Si hay tiempo, se pueden pasar allí varios días, acampando o durmiendo en alguna de las hosterías o cabañas del camino, para saborear lago por lago, bosque por bosque y una enorme cantidad de parajes escondidos. Los más audaces lo recorren a caballo o en bicicletas todo terreno para descubrir cómo cambia el paisaje en cada curva y contracurva y cómo se va sucediendo ante la vista un prodigio de verdes y aguas cristalinas. Y los más jóvenes lo siguen transitando a dedo, igual que como lo hicieron alguna vez sus padres, y lo transforman en un recuerdo para atesorar toda la vida.

Lo que no hay que hacer, por nada del mundo, es perdérselo. El camino está cerrado en invierno y se muestra distinto en cada estación. Así, mientras en otoño el paisaje se viste de rojos, ocres y anaranjados, la primavera es una explosión de colores brillantes, que se van haciendo cada vez más intensos hasta que llegan a la plenitud en el verano. Mitad asfalto y mitad ripio, recorre parte de los Parques Nacionales Nahuel Huapi y Lanín y está considerado, con toda justicia, una de las rutas más espectaculares del mundo.

Villa La Angostura

Lago por lago
El tramo central del Camino de los Siete Lagos tiene 110 kilómetros y, comprende, según como se los cuente, por lo menos ocho lagos bellísimos: de norte a sur, Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso, Espejo y Nahuel Huapi, amén de otros varios espejos de agua igual de impactantes en cada pequeño desvío e increíbles bosques de coihues, lengas y cipreses.

Partiendo desde San Martín de los Andes, se comienza por bordear el magnífico lago Lácar hasta que, a cinco kilómetros y por un camino asfaltado, con curvas suaves y ascendentes, un desvío a la derecha indica la entrada a playa Catritre, donde antiguamente los mapuches realizaban su rogativa, hoy un balneario con camping. Poco más allá, otro desvío lleva a Quila Quina, una de las mejores villas veraniegas de la región.

Quince kilómetros hacia adelante, un camino a la izquierda lleva al centro de esquí Cerro Chapelco y unos metros más allá, al mirador del arroyo Partido, que debe su nombre a que se abre en dos brazos: el de la derecha vuelca sus aguas en la pendiente del océano Pacífico y el de la izquierda en la del Atlántico. La ruta atraviesa luego el puente sobre el río Hermoso y, enseguida, como en un bello sueño, se atisba entre los árboles la laguna Fría y después, el lago Machónico, con un espectacular mirador natural bordeado de bosques. Desde aquí, vale la pena hacer un desvío de 4 kilómetros para llegar al lago Hermoso, como su nombre lo indica, precioso, de aguas increíblemente azules, una vegetación tupida y selvática y lugar para acampar. En el valle de este lago se instalaron hace décadas unas familias alemanas que introdujeron los primeros ciervos colorados en la zona; hoy, la antigua Reserva Parque Diana funciona como coto de caza privado.

Volviendo a la 234, entre subidas y bajadas hay que estar atentos para no perderse, hacia la derecha y hacia abajo, la cascada de Vulignanco, con un vertiginoso salto de más de 20 metros.

En el kilómetro 45, un punto panorámico imperdible: allí termina el Parque Nacional Lanín y se entra el Parque Nacional Nahuel Huapi, sitio de confluencia también de otros dos lagos magníficos, el Falkner y el Villarino, tercero y cuarto de la lista oficial y, para muchos, los más hermosos de todo el trayecto. A esta altura uno cree que ya no hay más lugar para el asombro y, sin embargo, en la margen sur del Falkner se alza el cerro Buque, con sus impresionantes torres de piedra negra donde se pueden llegar a ver cóndores en pleno vuelo. Sobre la playa del Falkner hay camping y proveeduría y en el Villarino una hostería, con muy buenos servicios.

No es raro ver aquí, igual que en otros tantos puntos del camino, pescadores sumergidos hasta la cintura en el agua practicando pesca con mosca, una forma de pesca deportiva de gran auge en los lagos del Sur, ricos en salmónidos enormes y astutos para esquivar el anzuelo. Vale detenerse unos instantes y observar cómo los pescadores arrojan sus líneas, en medio de un silencio absoluto para engañar a las truchas más avispadas.

Una parte del recorrido

A pocos metros comienza el ripio y, rodeado de una vegetación exuberante, asoma el Escondido, un pequeño lago de aguas color esmeralda, lindísimo. Apenas se cruza el puente sobre el río Pichi Traful, aparece a la izquierda un camino que en unos minutos de caminata lleva al lago Pichi Traful, con una hermosa playa de arena y área para acampar. Por la ruta, más adelante, se accede a la Villa y el lago

Traful, paraíso también para los cultores de la pesca con mosca (Villa Traful tiene además una excelente infraestructura de cabañas, hoteles y hosterías).

Sigue el quinto lago del circuito, el Correntoso, que se dejará ver en otros dos puntos del camino (allí funciona una despensa donde preparan unas de las mejores tortas fritas de la zona, cocinadas por mujeres mapuches).

Una curva marca el desvío hacia el lago Espejo Chico, que no se cuenta entre los siete pero es totalmente deslumbrante. Poco más adelante, en el puente sobre el arroyo Ruca Malén se impone parar unos minutos y perderse en esas aguas verdes y en la panorámica del viejo puente por el que antes pasaba el camino.

La ruta vuelve a trepar hasta el bello e inmutable lago Bailey (algunos lo consideran el noveno lago) y, pocos kilómetros más adelante, en uno de los miradores del lago Espejo, tan cristalino que efectivamente refleja el paisaje casi a la perfección y otro lugar perfecto para pasar la noche, ya que cuenta con un complejo hotelero. La playa es preciosa y las aguas no demasiado frías, por lo que es el balneario preferido para practicar windsurf, esquí y otros deportes acuáticos.

Llegamos al kilómetro 100 del recorrido y al cruce con la ruta nacional 231, que lleva al paso internacional Cardenal Samoré que comunica con Chile (por este camino, a sólo 1.000 metros hay otro mirador espectacular del lago Espejo). Finalmente, unos kilómetros más adelante, se abre la magnífica vista del último lago del camino, el Nahuel Huapi, uno de los más bellos y extensos de todo el país. Pero el prodigio no termina, ya que antes de llegar a Villa La Angostura, fin del camino, se despliega la meca de los pescadores deportivos: el río Correntoso, el más corto del mundo (tiene apenas 300 metros de largo) y uno de los mejores para pescar salmónidos.

San Martín de los Andes

Las dos puntas
Dos puntas tiene también el Camino de los Siete Lagos y ambas son imperdibles. Una de las puertas de entrada es San Martín de los Andes, una aldea de montaña que parece salida de un cuento de hadas, con cabañas con techos de tejuelas, veredas rosadas, altas chimeneas y carteles indicadores tallados en madera. En los alrededores, lugares de ensueño a los que se puede acceder con paseos en lancha (lindísimos Quila Quina, Hua Hum y el paradisíaco Huechulafquen) o en circuitos para practicar trekking o mountain bike, como los miradores Arrayán y Bandurrias. Para los aventureros, el volcán Lanín tiene tres refugios de montaña. Hay ríos y lagos magníficos, escondidos entre bosques de cipreses y araucarias, ideales para practicar rafting, canotaje, navegación a vela y pesca deportiva en todas sus modalidades. En verano las calles se pueblan de espectáculos callejeros, mientras pequeños y encantadores restaurantes ofrecen las tentaciones de la comida regional: ahumados, patés, escabeches, trucha, cordero, ciervo, jabalí, hongos, frambuesas, rosa mosqueta...

En el final de la Ruta de los Siete Lagos espera Villa la Angostura, una de las ciudades más bellas y cálidas de la Patagonia, hoy también refugio exclusivo con hoteles y restaurantes de calidad. En los alrededores, lugares increíbles para caminar entre bosques, arroyos y lagos. Uno de los más atractivos es el Bosque de Arrayanes, el bosque más puro y extenso de ese árbol color canela de belleza inaudita (se llega en catamarán, a pie o en bicicleta).

Otros sitios para no perderse son el Mirador Belvedere, la Cascada Inacabal, laguna Verde, el Valle del Cajón Negro e infinidad de parajes a los que se accede por travesías 4 x 4, caballo o trekking, además de hermosos ríos y lagos para practicar pesca y deportes náuticos. Ultimo dato fundamental para el final del camino: en La Angostura venden los chocolates más ricos de la galaxia.

Mirador Belvedere

Ese rincón en el mundo
Cuando llegué al octavo lago de la Ruta de los Siete Lagos sentí que había llegado al paraíso, por lo menos al mío. Es que, si bien desde la ruta los lagos que se contemplan son efectivamente siete, cerca de ella hay muchos más, como el Meliquina, el Hermoso o el Traful, que fue para mí ese octavo y paradisíaco. Me desvié de la ruta por pura curiosidad, y cuando vi sus aguas reflejando las montañas sentí una especie de "golpe de nockout" de un camino que ya me venía trayendo contra las cuerdas desde que salí de Villa La Angostura, con el "golpe a golpe" de un paisaje impactante tras otro. En la orilla del Traful puse los pies sobre la arena fina y calentita y me senté a tomar unos mates contemplando el agua cristalina al atardecer, y sentí que no me hacía falta nada más. Desde entonces pienso que probablemente cada lago del sur guarde una especie de conexión secreta con cada uno de nosotros. Y que es entonces cuestión de recorrerlos y encontrar el que a cada uno le toca en suerte; ese pequeño rincón personal que nos reconcilia con el mundo.

Imperdibles
Los cerros Chapelco y Bayo, colosos emblemáticos de la Ruta de los Siete Lagos, son dos de los centros de esquí más importantes del país. Cuando se va la nieve, ambos se transforman en una excelente alternativa para los deportes de montaña y el turismo aventura. Con sus bosques de lengas y las laderas cubiertas de flores silvestres, en las pistas de esquí de Chapelco (a 21 kilómetros de San Martín de los Andes) se instala un tobogán andino para bajar en trineo, mientras siguen en funcionamiento los tres tramos de aerosillas, para llegar a la cumbre y tener una maravillosa panorámica de la cordillera. Se organizan vuelos en parapente, paseos en trineo tirados por perros huskies y minicamping, además de los servicios del complejo, con pileta climatizada, solario y snackbar. El cerro Bayo (a 9 kilómetros de Villa La Angostura) también es en primavera y verano un polo integral de actividades deportivas y recreativas, con la posibilidad de ascender en aerosilla hasta los 1.700 metros (con una vista sublime del lago Nahuel Huapi) tres circuitos de trekking con diferentes niveles y propuestas de actividades como travesías a caballo, mountain board (una tabla similar a la del snowboard pero con rueditas), rapel, mountain bike, escalada en palestra, observatorio astronómico y guardería infantil.

Parque Nacional Nahuel Huapi

Datos útiles
Como llegar
A Bariloche o San Martín de los Andes, por Aerolíneas Argentinas con vuelos directos todos los días. Varias empresas de ómnibus cubren el trayecto a San Martín de los Andes, con un tiempo estimado de viaje de entre 20 y 22 horas. En auto, desde Buenos Aires son 1.600 kilómetros por las Rutas Nacionales 5, 35, 152 hasta Gral. Roca, 22 hasta Zapala, 40 hasta el cruce con la 234.

Alojamiento
La hostería Lago Villarino está ubicada justo en la confluencia de los lagos Falkner y Villarino; la hostería Cuyen Co está en la costa del río Correntoso, con bosque de arrayanes propio y arroyito de vertiente.
Hay también muchas opciones para acampar: campings organizados (Correntoso, lago Espejo Chico), libres (Lago Hermoso, Falkner) y áreas de acampe libre (Las Taguas, Río Hermoso). Tanto San Martín de los Andes como Villa La Angostura cuentan además con una extensa infraestructura hotelera, con posadas, resorts, hosterías, cabañas, aparts y viviendas de alquiler turístico.

Cocina
La cocina andino patagónica en muy rica en platos para paladares exigentes, como los ahumados, patés, escabeches, corderos y chivitos al asador, jabalí, ciervo, truchas y quesos, además de delicias en repostería artesanal, chocolates y dulces (en San Martín de los Andes restaurantes Ku, Porthos, Rincón Gourmet; en Villa La Angostura restaurantes Las Ramblas, Delfina).

Actividades
La Patagonia ya es marca registrada para el turismo aventura: trekking, mountain bike, cabalgatas, rapel, parapente, rafting, canotaje, navegación a vela. También es el paraíso para la pesca deportiva en sus tres modalidades: lanzamiento, arrastre y mosca


Información
Casa de Neuquén en Bs. As.
Maipú 48.Teléfono: 4343-2324

www.neuquen.gov.ar
www.villalaangostura.gov.ar.
sanmartindelosandes.gov.ar

Claudia Dubkin
Clarín - Viajes
Fotos: Web

domingo, 27 de enero de 2008

Jujuy: aventuras en la quebrada

Ciudad de Tilcara

La ciudad de Tilcara sirve de base para increíbles excursiones. Cabalgatas entre las nubes hasta Las Yungas, caminatas con llamas de carga al estilo inca, bajadas en bicicleta desde las Salinas Grandes a Purmamarca y descensos en rappel por paredes de roca.

Una cosa es caminar, andar a caballo o pedalear en bicicleta entre lindos paisajes, y otra muy distinta es hacerlo en Jujuy. Porque en esta provincia norteña a la belleza del paisaje se le suman su originalidad, principalmente por los cerros con vetas de colores superpuestos que no existen en ningún otro lugar, y también por sus maravillosas Salinas Grandes con su paisaje lunar. Y además, al internarse por cerros y montañas, o por las planicies de La Puna y los senderos de la selva de Las Yungas, el viajero toma contacto directo con la cultura autóctona y el modo de vida de esas personas, tan ajeno a la gran ciudad.

En bici sobre los hexágonos de sal que se reproducen con la exactitud de una telaraña

En bici por las salinas
No es muy lejos de la Quebrada de Humahuaca, pero hay que irse bastante alto hasta el paisaje lunar de las Salinas Grandes. El camino está pavimentado, llega hasta los 4200 metros en el punto más alto de la Cuesta de Lipán, y de repente se ingresa en La Puna. Alrededor ya desaparece todo atisbo de vegetación, y la planicie blanca y radiante de las Salinas Grandes se derrama como un plácido mar de sal hasta más allá de donde llega la mirada.

El mejor vehículo para recorrer las salinas es una bicicleta estilo mountain bike, ya que el terreno es totalmente plano y sin obstáculos. La excursión llega hasta la salina en camioneta con las bicicletas cargadas atrás, y entonces el viajero se dedica libremente a recorrer ese mundo blanco en soledad –si así lo desea–, ya que allí nadie se puede perder. Se visitan los piletones rectangulares donde se extrajo la sal –y se ve a los salineros en sus labores, encapuchados y con anteojos negros contra un sol que enceguece–, se va hasta el borde mismo de la salina y se pedalea mientras las ruedas van dejando una huella sutil en esa red de pentágonos de un metro por lado que se reproducen con la exactitud matemática de una telaraña.

Antes de emprender el regreso en bicicleta por la Cuesta de Lipán se come algo liviano. Si hay niños éstos vuelven a la camioneta, y la pequeña caravana de bicicletas emprende el regreso. En los primeros 10 kilómetros desde el borde de la salina hay una subida que la mayoría elige hacer en la camioneta, hasta el punto de los 4200 metros. Y a partir de allí sí, son 70 kilómetros de bajada constante hasta Purmamarca.

Las medidas de seguridad –además del casco y las rodilleras–, incluyen la camioneta de apoyo que va adelante controlando si se acerca algún vehículo por la otra mano, y en ese caso el conductor avisa por handy a cada una de las bicicletas. Y detrás, cerrando el grupo, va el guía en bicicleta, por si vienen autos por la “retaguardia”. En general no se permite que nadie supere los 20 kilómetros por hora y toda la concentración está enfocada en administrar los frenos. Se hacen tres paradas preestablecidas para tomar fotos, y en el camino se cruzan pastores con manadas de ovejas, andenes de cultivo muy verdes, y se ve todo el tiempo la quebrada del río Purmamarca. Al llegar al poblado de Purmamarca se recorre a pie el paseo de Los Colorados –unos 4 kilómetros en total–, con sus formaciones rojizas justo detrás del cerro Siete Colores.

Cabalgando sobre las nubes, una imagen onírica camino a Las Yungas

Cabalgata a las nubes
Desde Tilcara se hace una espectacular cabalgata que va desde la Quebrada de Humahuaca hasta la selva de Las Yungas, pasando por ambientes de pre-puna, en una excursión de tres días. El primer tramo desde Tilcara es en vehículo hasta el pie de la quebrada de Alfarcito. Allí se acaba el camino y comienza la cabalgata para subir en un día hasta los 4100 metros del Abra de Campo Laguna. Al principio predominan los cardones y por doquier se ven terrazas de cultivo abandonadas de unos cinco siglos de antigüedad. Al ir subiendo desaparecen los cardones y la vegetación se reduce al pasto puna y la tola. Algún cóndor se distingue como un puntito negro en el cielo y por las montañas corretean libremente las vicuñas y los guanacos. A lo largo de la travesía se sube y se baja constantemente siguiendo los caprichos del terreno. Y en el momento más inesperado de cualquier día puede ocurrir el espectáculo increíble de cabalgar sobre el filo de la montaña mientras abajo un colchón de nubes cubre un valle completo que se puede apenas intuir bajo ese cielo debajo del cielo. Y si no hay nubes en esa primera jornada se divisan en el horizonte el Valle Grande y el cerro Alto Calilegua. La senda es de origen precolombino y la usaron las etnias locales para transportar mercancías en caravanas de llamas.

Al final de la primera jornada –luego de siete horas de cabalgata y a 2300 metros de altura–, se llega hasta un idílico puesto de campo llamado Huaira Huasi, emplazado sobre una meseta con una vista espectacular a un gran valle. Ni aquí ni en ningún otro lugar de la travesía hay duchas ni se duerme en camas, aunque si hay colchones para dormir bajo techo en una casa de adobe con piso de cemento. También se puede optar por dormir en carpa.

A la mañana siguiente el grupo parte temprano rumbo al puesto llamado Sepultura, junto con la decena de burros cargueros que llevan las carpas, las bolsas con alimentos y todo lo necesario para la travesía. Al medio día se come una picada de jamón crudo, paleta y queso, y luego se ingresa en una zona de transición donde aparecen los primeros montes de alisos, mientras la vegetación se hace cada vez más frondosa al descender. La segunda noche se duerme en el puesto de la señora Carmen Poclavas en Molulo. Allí se cena un guiso carrero compuesto por fideos, arvejas, charqui, papines andinos y zanahorias.

El tercer día de viaje es una jornada de siete horas hasta el poblado de San Lucas, con un centenar de habitantes que viven en casas de adobe y chapa en un valle encajonado, justo encima de Las Yungas en todo su esplendor. Se duerme en el rancho de doña Ramona y queda medio día libre para pasear por el pueblo y conocer su pequeña capilla.

Al cuarto día –la jornada final–, se cabalgan unas cuatro horas hasta la localidad de Peña Alta entre senderos selváticos. Cada tanto se cruzan pavas de monte, loros y con suerte algún tucán. Y si hace calor todos se dan un baño refrescante en el río Valle Grande, y todo termina con un gran asado en el pueblo de San Francisco. Luego ya está lista la camioneta para ir hasta Ledesma.

Un alto en el camino de un trekking desde la Quebrada de Humahuaca a Las Yungas

Cabalgata a un Pucará
Una alternativa de cabalgata corta en el día que se realiza desde Tilcara es la que va al pucará de Juella, una fortaleza omaguaca de hace unos 1000 años en muy buen estado de conservación. La excursión hacia el pucará de Juella comienza directamente en las calles de Tilcara, a pie o en general a caballo. En la primera parte del trayecto de 15 kilómetros hasta el pucará, el guía local Carlos Alberto Valdez lleva a sus viajeros a caballo por los barrios de Villa Florida y La Banda, aledaños de Tilcara, donde un grupo de agricultores viven en casitas de adobe y techo de caña con radar de DirectTV. Luego se avanza por el amplio lecho rocoso del río Juella –que permanece seco la mayor parte del año–, hasta llegar al pie de la meseta del pucará de Juella, donde se deben atar los caballos para subir el corto pero empinado trecho hasta la cima. Pero son apenas 15 minutos caminando, y sin previo aviso se está en medio de las increíbles ruinas, pobladas por centenares de cardones concentrados en una pequeña meseta de 8 hectáreas. Al recorrer el pucará de Juella se entiende la lógica militar al elegir el lugar, ya que hacia casi todos los costados se abren profundos precipicios imposibles de escalar.

Por doquier se ven millares de rocas caídas que formaban parte de las viviendas y depósitos del pucará. Pero también hay paredes de más de un metro de alto y varios de largo, que se mantienen en pie desde hace acaso mil años. En algunas casas todavía se puede ingresar bajando cuatro peldaños, y en otros lugares se ven claramente los restos de una especie de plaza con una entrada principal.

Una curiosa llamita quiere saber qué hay adentro de la cámara, en la caravana con llamas

Caravana con llamas
Una de las excursiones más originales que se realizan desde Tilcara es una caravana con llamas recorriendo a pie diversos circuitos por la montaña de uno a cinco días, entre milenarios caminos indígenas que omaguacas e incas atravesaban de la misma forma, pero cargados con mercaderías. Hoy la experiencia se revive desde el turismo, respetando las técnicas e implementos de carga originales.

El objetivo de una caravana con llamas –además de disfrutar del paisaje jujeño– es revivir la experiencia caravanera que, a lo largo de cinco mil años, fue uno de los ejes en común de las diversas culturas aborígenes que se desarrollaron en toda la cordillera de los Andes. Solamente en la zona de influencia de los omaguacas –colonizados por los incas poco antes de la llegada de los españoles–, los arqueólogos calculan que llegaron a utilizarse alrededor de un millón de llamas que transitaban por los vastos caminos del Tawantinsuyo.

Desde Tilcara hay varias alternativas de caravanas, según la cantidad de días. Una de ellas es ir en vehículo con las llamas hasta las Salinas Grandes y hacer un paseo por allí. Pero una opción más completa es internarse al menos dos días en los valles montañosos de la zona de Alfarcito, justo detrás de Tilcara. Santos, el guía, se ocupa de los preparativos para la partida: acomodar las alforjas de arpillera llamadas costales –que se cierran cosiéndolas con un punzón, como hacían los aborígenes– donde van las carpas, mesas y sillas. Además hay que atar bien los abrigos y las mochilas para que el caminante lleve apenas su cámara en la mano.

La caminata –una caravana de llamas en el fondo es una caminata– comienza directamente en las calles de Tilcara, donde Santos tiene un corral en el patio de atrás de su casa. Al subir unos metros en la montaña –por pendientes bastante suaves–, comienzan a proliferar los dedos acusadores de los cardones. Son millares de cactus que aportan una cuota de vida mínima en este paisaje árido y de ascética belleza, cuyo interés está en los colores fuertes de las laderas y los cielos azulísimos, antes que en la forma de las montañas.

Uno de los momentos más celebrados de la caravana con llamas es el de la merienda o el almuerzo en algún punto panorámico. Unos mates con yerba y hojas de coca alivian la fiaca y se retoma el camino por los terrenos de Alfarcito, donde a lo lejos se ven los cuadrantes de los andenes de cultivo precolombinos que los omaguacas construían con piedra para proteger las plantaciones. Del otro lado de la quebrada, mimetizada con la tierra, una escuelita de adobe se levanta solitaria en medio de la nada, a donde llegan todos los días unos veinte alumnos caminando unas cuatro horas para ir y venir.

Al atardecer ya es hora de armar las carpas y se elige un corral de piedra para tener un buen reparo contra el viento. El equipamiento incluye un calentador para la comida, faroles a gas, linternas y provisiones como una necesaria sopa para el frío, chocolate en barra y un vino tinto cabernet.

Datos útiles
Alojamiento en Tilcara:
* Posada con los Angeles ofrece habitaciones con vista a un jardín.
Tel.: 0388-495-5153 - www.posadaconlosangeles.com.ar

* Posada de Luz, con un amplio parque y una piscina.
Tel.: 0388-4955017/748 www.posadadeluz.com.ar

Cabalgatas:
* Al pucará de Juella
guía oficial Carlos Alberto Valdez
Tel.: 0388-154075791
tilcarita@hotmail.com

* A las nubes la organizan Tour Andino y el guía Adrián García del Río
Tel.: 0387-4922140 / 0388-154075759
adriantilcara@hotmail.com

Bicicletas
La agencia Argentina Activa ofrece excursiones en bicicleta por toda la quebrada.
www.argentinaactiva.com Tel.: 0388-4955600

Escalada y rappel
Esta excursión también es organizada por Argentina Activa

Caravana de llamas
0388-4955326 15-4088000
www.caravanadellamas.com.ar.

Fuentes:
Texto y fotos
Julián Varsavsky
Pagina 12 - Turismo

Foto Tilcara: www.inforo.com.ar

viernes, 25 de enero de 2008

Parque Nacional Río Pilcomayo

La laguna Blanca, un espejo de agua de 700 hectáreas, refugio de los yacarés

Un fascinante mosaico ambiental que concentra el 30 por ciento de las especies de aves y el 20 por ciento de las de mamíferos del país, y que mantiene una estrecha relación con las comunidades aborígenes

Cuando el lugar y todo lo que rodeaba al lugar, es decir, selva, monte, pastizal, bañado y sabana, cuando las 52.800 hectáreas de hoy eran millones antes, y antes quiere decir apenas un par de siglos, el yaguareté, o jaguar (yaguar, en guaraní), o tigre americano, o uturunco, como también se lo llama, era el mandamás de una vastísima región que se extendía desde el norte argentino hasta las orillas mismas del río Negro. Y más: los dominios de este pariente cercano del tigre asiático y del leopardo africano llegaban hasta el sudoeste de los Estados Unidos. Gracias a sus características únicas (caminante incansable, estupendo nadador, infalible predador y con gran capacidad de adaptación), el felino de mayor tamaño del continente americano y el tercero en importancia en el mundo, puede vivir tanto en el desierto de Mohave, en California, como en el Amazonas; en sabanas abiertas, en zonas anegadas o en las regiones montañosas de Bolivia y del norte argentino. Sólo dos límites frenan al yaguareté: el que le impone el hombre, al estrechar sus dominios, y la naturaleza, que permite su expansión hasta no más de los 2000 metros de altura sobre el nivel del mar.

Declarado Monumento Natural Nacional en 2001, hoy el yaguareté ocupa apenas entre el 10 y el 15 por ciento de su distribución original en la Argentina (se calcula una población de apenas de 250 ejemplares en el país, y alrededor de 10.000 en todo el continente). Su declinación se produjo con la velocidad del rayo. A mediados del siglo XIX vivía en cercanías de los bañados y las lagunas bonaerenses. Y el delta del Paraná era un refugio seguro (la ciudad de Tigre, antes Las Conchas, le debe su nombre). Su éxodo hacia el Norte se explica por la persecución que sufrió por considerárselo peligroso para las personas, por su valiosa piel, por su condición de trofeo en la caza mayor y por la alteración de su ambiente natural debido a la explotación forestal y agropecuaria.

En la actualidad, se lo puede encontrar en el Parque Nacional Iguazú, en Misiones; también, en el nordeste de Salta, el este de Jujuy, el nordeste de Santiago del Estero, el noroeste del Chaco y Formosa.

Precisamente, en el nordeste de la provincia de Formosa, en las 52.800 hectáreas que conforman el Parque Nacional Río Pilcomayo, ubicado en la subregión de esteros, cañadas y selvas de ribera, “hace unos quince años alguien logró ver un ejemplar y avisó de su existencia”, dice el guardaparques Matías Carpinetto, un cordobés de 28 años, técnico universitario en Administración de Areas Naturales Protegidas, a cargo del proyecto Relevamiento de Presencia del Yaguareté en el Parque Nacional Río Pilcomayo y Zona de Influencia. Del otro, del que se cree es el segundo, lo único que se puede apreciar es su huella estampada en un molde de yeso expuesta en la oficina de visitantes de la administración del parque.

A pesar de que el yaguareté hace tiempo dejó de ser la estrella del Parque Nacional Río Pilcomayo, aun cuando en su creación, en 1951, llegó a tener 285.000 hectáreas, lo cierto es que la leyenda del tigre americano sigue intacta. Por eso es que no se puede separar su figura del escenario que agigantó su historia. No es casual, entonces, que lo primero que quieran saber quienes visitan el parque es si todavía quedan yaguaretés. Y entonces les dirán que sí, que hay; que uno, seguro. Tal vez dos.

Dentro de la rica fauna del parque, el yacaré overo es la especie que más individuos reúne: entre 600 y 1000 ejemplares

“En 2002 –explica Carpinetto–, una patrulla compuesta por guardaparques y combatientes de incendios relevó huellas de yaguareté. Este primer indicio permitió, cuatro años después, llevar adelante este proyecto para confirmar fehacientemente la presencia del tigre en el área protegida. Probablemente contemos con una población remanente, pero si definitivamente es una realidad la presencia del yaguareté en el área protegida, queremos facilitar sus posibilidades de existencia mediante las medidas de manejo que estén a nuestro alcance. Lo cierto es que el yaguareté todavía pisa suelo formoseño.”

El molde de la pisada en yeso está sobre una repisa, junto a la huella de un puma que, a diferencia del yaguareté, parece que hay más de dos. Pero los pumas son más. Aunque no tantos como el aguará guazú, conocido también como lobo de crin, lobisón o calac, en lengua qom, o toba, del que se han registrado 81 ejemplares en el período 1998-2005. Una cantidad importante, pero que no supera a la de los yacarés, que abundan. Una rareza de la naturaleza argentina. Rareza no en el sentido de su existencia –según el último censo efectuado entre enero y diciembre de 2005, fueron detectados 640 ejemplares, aunque algunos guardaparques calculan que la cifra puede llegar al millar–, sino porque han sobrevivido al exterminio.

La masacre tiene diferentes formas y caras. Una de ellas es convertir su mundo (el monte, la selva, el palmar, el pastizal) en nada. La otra es el contrabando de especies en peligro de extinción: en la Argentina, el tráfico clandestino de fauna mueve alrededor de 100 millones de dólares al año. Y los ejemplos son contundentes: por un aguará guazú, ejemplar buscado por coleccionistas y zoológicos privados, pueden llegar a pagarse 30.000 dólares; un mono carayá cuesta 900 dólares y por el cuero de yacaré se pagna hasta 500 dólares.

La conservación de ambientes naturales, la preservación de sus especies animales y vegetales y su relación con la comunidad, en especial con los pueblos indígenas, dueños ancestrales de esos espacios, ha tomado un giro histórico en los  últimos cuatro o cinco años. Desde los tiempos fundacionales de la Administración de Parques Nacionales y hasta comienzos del actual gobierno nacional, las áreas protegidas se manejaban tal como fueron concebidas: como burbujas aisladas en vastas regiones del país; lugares exclusivos para unos pocos visitantes. Hoy, ese concepto ha cambiado: ya no se trata de conservar una ecorregión como una isla encerrada bajo una campana de cristal; por el contrario, se apunta a una nueva cosmovisión y a la integración de las comunidades originarias con las áreas protegidas: “la dimensión mágica de las áreas naturales protegidas”, como aclara Néstor Sucunza, intendente del Parque Nacional Río Pilcomayo. Y después amplía: “Las poblaciones indígenas nos enseñan modelos de relaciones y de dimensión del espacio que van más allá de aspectos económicos, productivos o estéticos. Los nativos pueden y deben ser quienes inspiren algunas claves fundamentales olvidadas de lo que debe ser un nuevo paradigma en la relación hombre-naturaleza en la visión del desarrollo”.

En la zona de esteros con palmeras caranday predominan los hormigueros gigantes, de unos tres metros de diámetro por cuatro de profundidad

La vasta zona chaqueña estuvo ocupada por pueblos indígenas pertenecientes a una gran familia lingüística conformada por varias comunidades de origen patagónico, identificada con el nombre de guaycurú. Muchos de estos pueblos extendieron sus dominios fuera de lo que hoy es territorio argentino. Sólo permanecieron hasta el presente los mocovíes y, en mayor número, los tobas y los pilagás. Los primeros adoptaron el caballo, y su población, que ocupaba todo el actual territorio formoseño, se concentró en el Este, precisamente en las tierras del actual parque nacional.

Los pilagás son los únicos guaycurús que todavía conservan parte de su cultura. Viven desde hace varios siglos en la parte central de Formosa, sobre la margen del río Pilcomayo, y gracias a la gran riqueza biológica del Chaco oriental, la recolección de productos de la naturaleza fue la forma de vida casi exclusiva de estos aborígenes.

La región donde actualmente se encuentra el parque fue base para el asentamiento de productores agroforestales desde fines del siglo XIX, lo que estimuló la colonización del este formoseño, que hasta entonces estaba enteramente ocupado por los aborígenes. Este proceso de colonización agrícola tuvo su culminación con la fundación de la misión Tacaaglé, en 1902, que se expande sobre grandes zonas del actual parque nacional. Fue el inicio de la desaparición de varias especies, entre ellas, el lobo gargantilla, el venado de las pampas, el ciervo de los pantanos y el yaguareté.

En rigor, el Parque Nacional Río Pilcomayo nació con su ambiente alterado cuando Formosa todavía era territorio nacional. Sólo trece años después de su creación la protección del lugar comenzó a ponerse en práctica, cuando Formosa ya era provincia. Durante ese período, el área siguió modificándose por la actividad agropecuaria. Recién a partir de 1991 comenzó la recuperación del área protegida.

Río Pilcomayo es un parque que conmueve por su historia y por su agreste y dura belleza. Se trata de un lugar que, por sus características, obliga a quien lo visita a desplegar toda la paciencia posible. Requiere de tiempo avistar su fauna y entender su geografía. La historia y la naturaleza van de la mano y, al decir de sus guardaparques, conocer el pasado es el primer paso obligado para disfrutar de todo lo que Río Pilcomayo ofrece.

Están habitados por la especie hormiga cortadora, y son de los lugares más visitados por científicos e investigadores

De eso hablan Mariano Lazaric, porteño, y Hugo Servín, formoseño, quienes junto a Diego Espínola, a cargo del sector de laguna Blanca, un espejo de agua de 700 hectáreas que se pone como fuego en los atardeceres y brilla casi inexplicablemente cuando la luna perfora la noche, recorren a diario el parque nacional con el sublime propósito de cuidar que el hombre no interrumpa, modifique, destruya ni altere el lento, silencioso y mágico andar de la naturaleza.

Dicen, además, que el de Río Pilcomayo es un parque que tiene sus complicaciones y que merece una permanente atención. Es que la proximidad del límite norte del parque con la República del Paraguay constituye un serio problema, habida cuenta de las diferencias en las políticas de conservación entre aquel país y la Argentina. “Hay sectores donde el río Pilcomayo apenas alcanza los 30 metros de ancho –explican los guardaparques–, lo cual facilita el paso de animales, tanto domésticos como salvajes. Puede ocurrir que un animal autóctono, con sólo cruzar el hilo de agua, se encuentre en un territorio donde no cuenta con la protección que le ofrece el parque del lado argentino.”

Actualmente se están desarrollando cuatro proyectos surgidos de un convenio entre la Administración de Parques Nacionales y la Fundación Ecosistemas del Chaco Oriental: relevamiento de presencia del yaguareté, uso de hábitat de mamíferos medianos y grandes, evaluación de patrones de diversidad de la ictiofauna y relevamiento de las poblaciones de yacarés negros y overos en laguna Blanca. En suma, uno de los tesoros naturales argentinos al que se le sigue construyendo una estructura de preservación.

Fauna
La biodiversidad es cuantiosa. En esto desempeña un papel preponderante la gran variedad de ambientes que la zona ofrece como hábitat para la fauna. En este mosaico ambiental se han registrado 295 especies de aves (equivalentes al 30% del total de la Argentina), 68 de mamíferos, 25 de anfibios y 31 de reptiles. Cigüeñas, garzas, biguás, mariposas, zorros de monte, iguanas overas, yacarés, pumas, tucanes, pirañas, boas, tapires, sapos buey, tortugas de agua y las serpientes falsa yarará, yarará grande y la curiyú, que alcanza los 4 metros de longitud. El gavilán planeador, pumas, ocelotes, el aguará-guazú, el ruidoso carayá –o mono aullador–, el nocturno mirikiná, de tan sólo cuarenta centímetros de altura y una cola de treinta, el oso hormiguero... Y el yaguareté (en la foto, su huella en molde de yeso)

Flora
Sobre las márgenes del río Pilcomayo y de sus cauces abandonados, muchos de los cuales pueden volver a tener agua en las crecidas, aparece la selva en galería. Aquí hay árboles tales como el laurel, la espina de corona y el higuerón, muy útil porque muchas aves y murciélagos consumen sus frutos. Como en toda selva, las lianas y enredaderas ocupan gran parte de la masa boscosa. En las isletas de monte, formadas por manchones irregulares de vegetación, predominan los quebrachos blanco y colorado chaqueño, el urunday, el guayacán –que se destaca por su follaje rojizo–, el algarrobo blanco y el negro, el lapacho amarillo y el rosado, y el cardón. En las sabanas con palmar, los palmares de caranday ocupan un vasto sector. Los lugareños aprovechan los frutos maduros fermentados para fabricar una bebida, y el cogollo (fruto) se consume crudo o asado. Las hojas se usan para confeccionar sombreros y pantallas, y los troncos se han utilizado para postes telefónicos y construcciones rurales. Esta palmera puede superar los 20 metros de altura.

En los esteros, bañados y lagunas, los suelos están permanentemente inundados. Se destacan las totoras, el jazmín de bañado, los juncos, la margarita de bañado y la llamada popularmente saeta o flecha de agua. Entre las plantas flotantes, sobresalen la amapola de agua, el jacinto de agua, el camalote, el aguapé y la estrella de agua o sanguinaria.

Los guardaparques Matías Carpinetto, Mariano Lazaric, Ignacio Arce y Hugo Servín, de cabalgata por el palmar

Clima
El parque se sitúa en una zona de clima subtropical templado. Las precipitaciones promedian los 1200 milímetros anuales y la temperatura media anual es de 23°C. En época estival las temperaturas máximas pueden alcanzan los 40°C y los inviernos no están exentos de días con temperaturas bajo cero y heladas.

Ubicación
Nordeste de la provincia de Formosa. El límite norte lo constituye el río Pilcomayo y una parte del noroeste el denominado río Pilcomayo inferior o sur. La parte que se encuentra recostada sobre el Pilcomayo limita con la República del Paraguay. Los límites sur y este están constituidos por estancias y chacras de producción agropecuaria. La ciudad más próxima de mayor importancia es Clorinda, a unos 40 km. Formosa, la capital provincial, se encuentra a 150 km del parque.

Cómo llegar
Desde Formosa capital hasta la ciudad de Clorinda, por la ruta nacional Nº 11. Desde allí, la ruta nacional Nº 86 hasta cerca del límite sur del parque, en la localidad de Naick Neck. Desde este punto, un camino vecinal lo llevará al parque después de recorrer unos 4 kilómetros. Existe otra entrada, cercana a la localidad de Laguna Blanca. Se trata del Destacamento de Guardaparques Estero Poí, al que se llega también por la ruta 86. El ingreso al parque es gratuito y la temporada más propicia para visitarlo es de marzo a noviembre.

Fuentes:
Jorge Palomar (Fotos: Graciela Calabrese )
Revista - La Nación

www.parquesnacionales.gov.ar

miércoles, 23 de enero de 2008

El lejano Oeste español

Vaqueros. Murray y Barrilado; ambos trabajaron con Sergio Leone

El lugar en el que se dio vida a grandes íconos del spaghetti western aún conserva las huellas de su pasado célebre. A recorrerlo.

Qué le pasaba por la cabeza?” Tal fue mi primera impresión al ver el desierto de Tabernas en la región de Almería, al sudeste de España. Unica zona semidesértica de Europa, con un promedio de precipitaciones de apenas tres días al año y temperaturas de hasta 48°C en verano, Tabernas es un lugar árido y poco acogedor que durante 15 años, desde principios de los 60, fue la meca de los cineastas.

Fue allí donde el director italiano Sergio Leone popularizó los spaghetti western (películas de vaqueros italianas), y donde filmó su operística “trilogía de los dólares”: Un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y (entra el fondo musical de Ennio Morricone) El bueno, el malo y el feo, amén de su clásico Erase una vez en el Oeste. En el ínterin, reescribió las reglas de los films del Oeste, revitalizó el estancado género y convirtió en estrella a un joven actor llamado Clint Eastwood.

Tabernas ha servido de ambientación a centenares de cintas, como El pasajero de Antonioni, Patton e incluso algunos segmentos de Cleopatra. Sin embargo, el género del spaghetti western es mi favorito, y por eso he venido al desierto español a explorar los viejos “pueblos del Oeste”. Tres mohosos platós/pueblos –Western Leone, Mini-Hollywood y Fort Bravo– están a poca distancia entre sí en el corazón del desierto.

Mi primera escala es Western Leone. Viajo en mi auto dando tumbos por el camino de tierra y emocionado al ver a lo lejos la gran hacienda roja que albergara a Claudia Cardinale y fuera un elemento central de la cinta de Leone Erase una vez en el Oeste. Al acercarme, veo que sólo quedan unas cuantas fachadas desclavadas por el obsesionante viento. Ese día, Western Leone se encuentra casi desierto, excepto por un hombre, vestido como sargento del Ejército de la Unión y dormido frente a la hacienda, de donde cuelga un letrero que anuncia: “Saloon”.

Al notarme, se incorpora lentamente y desaparece en el interior. De pronto escucho el sonido de un viejo generador y el tema musical de La muerte tenía un precio prorrumpe del enorme altavoz. Con poca convicción, ofrece hacerme una fotografía con sombrero de época, espuelas y revólver por escasos siete euros.

Mi siguiente destino: Mini-Hollywood, donde rodaron la mayor parte de El bueno, el malo y el feo. El lugar fue transformado en un parque temático donde “vaqueros” y “coristas”, todos disfrazados, desfilan por las aceras pavimentadas. Hay un local con juegos de video y los escaparates ofrecen cualquier clase de baratijas. A todas luces, Mini-Hollywood subsiste mediante el negocio de los paquetes turísticos, como demuestra el estacionamiento con espacio reservado para autobuses. Decido seguir mi camino.

Comidas típicas En uno de los pocos restaurantes de la zona, Enriqueta García sirve sus clásicos platos de pescado para que disfruten los escasos visitantes que recibe cada día.

Al llegar a Fort Bravo, consigo relajarme. Quizá gracias a su típica calle principal con herrería, cárcel y hotel; tal vez la cantina en operaciones con caballos en la entrada. No puedo precisarlo, pero Fort Bravo posee un reposado encanto. Incluso tiene su propio cadalso. Hace casi 30 años, el destartalado plató fue adquirido por seis mil dólares por Rafa Molina, rubio y doble oriundo de Valencia, quien aceptó el trato con un fin: “Para asegurarme de que si hacían una película allí, me darían trabajo”. Es el único de los tres pueblos que aún se utiliza con cierta frecuencia como plató cinematográfico.

Quebrado y desempleado a principios de los ochenta, Molina abrió el lugar como atracción turística. Permitía a los visitantes recorrer las desiertas fachadas y escaparates de tiendas. Unos años después comenzó a montar espectáculos, como tiroteos y peleas de cantina. Al caer la tarde, cuando casi todos se han ido, en el silencio del desierto y las sombras cada vez más largas, camino lentamente por el centro de la calle, con las manos colgando a los lados y esperando encontrarme al amenazador “Tuco” de Eli Wallach saliendo por las puertas de la cantina.

Mientras Molina y yo nos acomodamos para charlar, entra Paco Barrilado, corpulento andaluz y antiguo boxeador, también doble y veterano de numerosos westerns de Sergio Leone. “Era muy estricto –recuerda Barrilado acerca del director–; si no querías problemas, hacías lo que él decía”. “¿Y tú lo hacías?”, pregunto. “Era joven. Sergio siempre llevaba una moneda de un dólar en la mano y cuando se enfadaba, la hacía girar entre los dedos. Mala señal.”

Barrilado y Molina afirman haber trabajado en Indiana Jones y la última cruzada, rodada a unos 30 kilómetros al sur, donde el desierto se extiende hacia el mar. “Me mataron unas diez veces en esa película”, comenta Molina. “A mí me hicieron pedazos en un tanque alemán”, interpone Barrilado.

Sin dejarse opacar, Barrilado afirma: “Yo compré el poncho que Clint Eastwood usó en las películas de Leone. Fue en Níjar, a unos kilómetros de aquí”, insiste. “También le enseñé a mover el habano en la boca. Porque no fumaba, ¿sabes?”

Acunada en las faldas de la sierra de Alhamilla, 16 kilómetros al sur de Fort Bravo, se encuentra la aldea de Níjar, con tres mil habitantes y blancas casas cuadradas Sus artesanos son famosos.Isabel Soler, de ojos y cabello negro, originaria de Níjar, ha tejido tapetes toda su vida. “Mi abuela era tejedora, igual que mi madre”. Su marido, Matthew, llegó al pueblo hace 18 años desde Inglaterra y se abrió camino en el negocio de la alfarería local. “Sólo pregunta por el inglés y cualquiera te dirá dónde está nuestra tienda.”

De vuelta en Fort Bravo, monto a caballo con Ray Murray para recorrer los yermos de Tabernas. Sargento de policía en Inglaterra, Murray llegó a España hace 11 años y hoy es difícil adivinar su antigua profesión; parece haberse fundido con el lugar. Es director de una escuela que promueve prácticas comerciales éticas, y posee un negocio de paseos a caballo en las afueras de Fort Bravo. Mientras avanzamos, conversamos invariablemente, las películas y cómo afectaron nuestras vidas. Hablamos del western. “No sería el hombre que soy si no hubiera visto Solo ante el peligro –afirma–. Fue la base de mis principios éticos”.

En la cima de un monte, se detiene a contemplar el valle. “¿Te parece conocido?”, me pregunta. “¿Debería?”, respondo. “Estamos donde Leone hizo la famosa primera toma de La muerte tenía un precio, en la que el jinete cae muerto del caballo.”

La tienda del inglés. Los artesanos de Níjar, famosos en la región

Bajamos por una barranca y encontramos un manantial que brota del suelo. Es la única fuente de agua que he visto, y los caballos se detienen a beber. De pronto, a lo lejos, descubro una extraña escena. El reseco lecho del río parece abrirse y veo palmeras meciéndose suavemente en una levísima brisa. “Lo construyeron para Lawrence de Arabia –me explica–. Me hablaron de este lugar. Sabía que estaba por aquí”.

En 1961, el rodaje del clásico del director David Lean, Lawrence de Arabia, tuvo que abandonar las locaciones de Jordania a mitad de la producción. ¿Por qué eligieron Tabernas? En busca de respuestas, llego hasta el bar del hotel El Dorado, en la costera Carboneras, 50 kilómetros al sudeste de Fort Bravo. El Dorado es un descolorido palacio tapizado con fotografías de la vieja Hollywood, creación de Eddie Fowlie: explorador de locaciones, utilero y especialista en efectos especiales. Con 85 años, sigue siendo un tipo impresionante. “Lo más difícil de reproducir era Aqaba –explica Fowlie–. Necesitábamos un lugar donde el desierto llegara al mar. Cuando vi este sitio, supe que había encontrado la solución y construimos Aqaba aquí mismo”. Tanto le gustó que compró las tierras, construyó el hotel y jamás volvió a salir de allí.

Fowlie recuerda: “Mientras rodábamos Lawrence, un día David Lean me dijo: ‘Necesitamos un oasis’. Era para la escena con Anthony Quinn, y como no lo había, tuvimos que construirlo. Es lo que viste. Hicimos estallar los trenes de Lawrence en la playa de Cabo de Gata”.

El trayecto costero hasta el Parque Nacional Cabo de Gata es corto. Allí, el desierto se extiende por las montañas de la costa hasta el Mediterráneo. Aunque no hay trenes humeantes, encuentro la playa de Los Genoveses, donde Spielberg mató varias veces a Rafa Molina y Paco Barrilado en Indiana Jones... Sin embargo, es otra la playa que me interesa. Me detengo en lo alto de las dunas, con el mar enfrente y el desierto a mis espaldas. El hombre sin nombre rodó por estas mismas dunas, abrumado por la sed y el sol, en lo que parecía una película rodada en el corazón del desierto. Pero si Leone hubiera enfocado su cámara en la dirección contraria, habríamos admirado la extensa vista del Mediterráneo a unos metros de distancia.

Andrew Mccarthy
Colaborador de National Geographic Traveler.

domingo, 20 de enero de 2008

Patagonia en auto

Ya sea cerca del Atlántico, en la base de los Andes o por caminos intermedios, esta región con marca registrada es particularmente atractiva para los viajes largos en vehículo propio; montañas, lagos, acantilados, playas y, claro, kilómetros y kilómetros de rutas tan desoladas como cautivantes

Un viaje en auto por la Patagonia podría ser el origen de una idea recurrente: la felicidad son instantes en el camino. Cada estación propone quedarse, detener el tiempo hasta decidir el destino siguiente, y entonces continuar por las extensas rutas, también de ensueño.

Esta región con marca registrada puede ser recorrida una y mil veces sin necesidad de repetir las detenciones. Las seis provincias son por suerte inabarcables, de manera que cualquier circuito recomendado es sólo una guía.

En este caso, el punto de partida es Buenos Aires, pero los circuitos comienzan mucho más allá de la avenida General Paz, donde el paisaje patagónico ya es, en cualquiera de sus formas, claro y contundente. Luego, cada viaje se irá armando a medida que pasen los kilómetros.

Ante las grandes distancias y los caminos desolados, una guía con mapas actualizada, que incluya las estaciones de servicio, es casi tan indispensable como un auto en excelentes condiciones técnicas. No hace falta una 4x4, salvo para rutas específicas.

Entre las precauciones, se destacan las vinculadas con los caminos de ripio, mayoritarios en el Sur. Es fundamental disminuir la velocidad en esos tramos, tanto cuando se trata de rutas bien lisas como cuando hay canto rodado o piedras de granito y caliza. Esta medida es aún más importante cuando se cruza otro vehículo, mucho antes de los saludos de rigor (de noche, es recomendable hacer apenas un guiño, para no encandilar).

Una de las ventajas de hacer el viaje en auto es el descuento en combustibles que rige desde el paralelo 42°, hacia el Sur. Es decir, a partir de Sierra Grande por la vía atlántica, y desde El Bolsón en la zona cordillerana.

Balancines en la ruta atlántica, muy cerca de Comodoro Rivadavia

Rutas atlánticas
La RN3 atraviesa cinco provincias y une cuatro capitales sureñas. Antes de llegar a Ushuaia ofrece otra singularidad: se corta en el límite con Chile, para continuar luego por la Argentina, convirtiéndose así en la única ruta que se interrumpe por un país vecino.

Playas de aguas cálidas
* La RN3 es la principal vía para conocer la Patagonia costera. Una vez en Viedma, tomando la RN1 se alcanza, a 28 kilómetros, el balneario El Cóndor. Es el comienzo de un litoral sureño de aguas templadas, gracias a una corriente que llega hasta el golfo San Matías. En el lugar está el faro de la Barra del Río Negro, que funciona desde 1887 y es el más antiguo en servicio en el mar argentino. Por los fuertes vientos, el lugar es ideal para deportes de vela.

* Hacia el Este por la Ruta de los Acantilados, la misma RP1, se llega a Playa Bonita, balneario de arenas blancas, y sitios como La Lobería y la villa Bahía Creek. En el camino hacia San Antonio se encuentra también la Reserva Caleta de los Loros, ideal para el avistamiento de aves. Al final de este circuito, a 128 kilómetros de El Cóndor, está Punta Mejillón, con su balneario Pozo Salado.

* Retomando la RN3, tras pasar por las dos San Antonio, Este y Oeste, se encuentra Las Grutas, en un desvío de 8 kilómetros por la RP2. Además de la popular playa, entre los destinos cercanos están las salinas del Gualicho como uno de sus principales atractivos. Otro de los balnearios importantes de la zona es Playas Doradas, cada vez más preparado para recibir turistas. Se llega por una RP5 que requiere precaución, por el estado del ripio en algunos tramos; son 32 kilómetros desde Sierra Grande.

Paraíso animal

* Uno de los puntos salientes para el turismo de todo el mundo es, sin duda, el área de Puerto Madryn y la Península Valdés. Por la RN3, 117 kilómetros al sur de Sierra Grande, aparece la RN2, que lleva al visitante hasta el Area Natural Protegida Península Valdés, con su increíble flora y fauna, y un solo pueblo: Puerto Pirámides.

* Unos 25 kilómetros más al sur de ese desvío se encuentra Madryn, que por la RP1 permite acceder a Rawson. Pero si se retoma la RN3 se llega hasta el encantador pueblo de Gaiman, a 16 km, desviándose por la RN 25. Mucho ripio hay en el trayecto hasta la impactante pingüinera de Punta Tombo, en los más de 120 kilómetros que se realizan mayormente por la RP1.

* En un mapa rutero del país, entre líneas, números y símbolos, uno de los trechos que más llaman la atención es el que une Comodoro Rivadavia con Caleta Olivia. El camino dibujado va pegado a la costa. ¿Será así en la realidad? Es cuestión de atravesar esos 69 kilómetros para conocer este tramo único, que permite viajar durante un largo rato con vista al mar, sobre hermosos acantilados.

* En Fitz Roy, tras desviarse hacia la costa por la RN281, se llega a Puerto Deseado, después de 126 kilómetros, donde la Reserva Natural Ría del Deseado se extiende por 40 kilómetros y es sólo una de las atracciones.

* Tras pasar por el Monumento Nacional Bosques Petrificados, a 50 kilómetros en dirección oeste de la RN3, donde reposan árboles que se confunden con piedras, se llega a Puerto San Julián, que en el km 2253 recibe a los visitantes con la reproducción de la nave que trajo a estas tierras a Hernando de Magallanes, en 1520. El pueblo es encantador.

Un atardecer que sorprende en el ingreso a Esquel, Chubut

Rutas andinas

El trayecto hasta Esquel, en Chubut, tiene 1850 km, atravesando tres rutas nacionales y una provincial, y pasando por las provincias de Buenos Aires, Río Negro, Neuquén y Chubut.

Camino a Esquel

* La travesía se inicia por la RN3 hasta Bahía Blanca (687 km), el epicentro comercial antes de atravesar el río Colorado e ingresar en la Patagonia, donde un control zoofitosanitario no permite la entrada de alimentos cárnicos ni vegetales.

Allí nace la RN22, que une la ciudad portuaria con Neuquén por un trayecto de 540 km, que se inicia con un paisaje desolador y atraviesa la recta más larga de la región, hasta Choele Choel.

* La zona de los valles irrigados, con sus frutales a ambos lados de la ruta, cambian el paisaje con un intenso colorido y un tránsito aún más lento por el pase de camiones. El camino pasa por el pulmón de varias ciudades valletanas, cada una identificada con un fruto. Una de las primeras es Chimpay, la pequeña localidad llamada la Cuna de Ceferino Namuncurá, el reciente beato mapuche que cuenta con un santuario en el extremo oeste del poblado, a pocos metros del Río Negro. El largo trayecto permite hacer una parada para descansar en Neuquén capital.

* La RN237 es la nueva guía. Curvas, cañadones, montañas y lagos vuelven a transformar el paisaje de la travesía que le llevará 450 km hasta San Carlos de Bariloche, donde se puede realizar cabalgatas y caminatas por senderos y montañas, y navegar por el lago Nahuel Huapi, entre miles de opciones.

* Con la pesca como una constante en los lagos que bordean el camino, la famosa RN40 conducirá hacia Esquel, 310 km, pasando por la comarca andina del Paralelo 42º de El Bolsón, Río Negro, y el lago Puelo, Chubut.

* De El Bolsón a Esquel es imperdible el Parque Nacional los Alerces. Primero por la RN258 y luego, 8 km después de Epuyen, por la RN71, se pasa por la hermosa Cholila hasta Villa Lago Rivadavia, donde se encuentra el acceso norte del parque.

Siete Lagos

* De San Martín de los Andes a Villa la Angostura, el circuito de los Siete Lagos se realiza por la RN234, que atraviesa los espejos de agua Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso, Espejo y Nahuel Huapi. El recorrido es de 110 kilómetros y se puede hacer en menos de tres horas, cinco de ida y vuelta, pero vale la pena pasar al menos una noche en alguna hostería o camping. Parte del camino está asfaltado, pero mientras continúan las obras, el estado del ripio no es el mejor.

* Hay desvíos atractivos al hacer este recorrido. Uno de ellos permite llegar a Paso Córdoba y el otro a Villa Traful. Si se realizaran los dos, el recorrido total, en forma de 8, es de casi 500 km.

De Este a Oeste

* La RN25 cruza la meseta patagónica, desde Trelew, pasando por Viedma, hasta Esquel. Este camino de 531 kilómetros, unos 350 asfaltados, pasa por los valles inferiores de los ríos Negro y Chubut, y atraviesa la meseta central de la provincia de Chubut, uniendo sitios de escasa población.

Tren Patagónico

* El Tren Patagónico ( www.trenpatagonico.com.ar ) es una buena opción para quienes quieren ir en auto a la Patagonia, pero también ahorrarse unas cuantas horas al volante.

El renovado ramal cuenta con la particular ventaja de poder cargar el coche en el convoy. Durante el verano parte de Viedma todos los lunes y viernes, a las 18, llegando a las 10.30 del día siguiente a Bariloche. Desde esta ciudad sale domingos y jueves, a las 17, y a las 11.15 está en Viedma. Con cama, los precios de ida y vuelta son de $ 160 por persona; sin cama, arrancan en los $ 40; más el auto, cuyo traslado de ida y vuelta cuesta $ 400, pero si es 4x4, $ 533.

Son poco más de 800 km sobre rieles y 16 horas de viaje, del cual lo esencial se hace de noche. Así, se vive la curiosa experiencia de despedirse de la costa atlántica por la tarde y amanecer al pie de los Andes al día siguiente. Antes de llegar a Bariloche, también se para en San Antonio Oeste e Ingeniero Jacobacci, que los nostálgicos recuerdan como el punto de partida de La Trochita.

Un detalle: el tren patagónico es el único ferrocarril de todo el continente que une el Atlántico con la Cordillera, pero también es el tren de larga distancia más austral del mundo.

La Nación - Turismo
Fotos:
Corbis
Aníbal Greco
web Tren Patagónico





viernes, 18 de enero de 2008

Trekking: haciendo camino al andar

Llegar a la cumbre de una montaña, alcanzar el nacimiento o desembocadura de un arroyo o una simple caminata, mientras se disfruta de un paisaje de ensueño, son los objetivos básicos del trekking. Sepa dónde se encuentran los mejores lugares para practicar este deporte, que invita a dejar de lado el stress.

La eterna diversidad de paisajes que ofrece la Argentina la transforman en uno de los mejores lugares del mundo para el turismo aventura. Dentro de esta amplia gama de actividades, el trekking es una de las especialidades que mayor cantidad de adeptos ganó en los últimos años.

Caminatas moderadas o exigentes sobre paisajes naturales como sierras, valles, montañas, quebradas, bosques, orillas de arroyos, ríos y lagos, y el permanente contacto con la naturaleza, son la excusa ideal para aquellos que estén aburridos de las clásicas vacaciones en la playa.

Si usted es una persona poco amiga del sedentarismo y pretende siempre tener un motivo para estar en movimiento, seguramente encontrará en el trekking la opción justa para esperar con mayor ansiedad la llegada de sus días de descanso.

Antes de lanzarse de forma descontrolada a su práctica, existen algunos puntos sustanciales que debe conocer a la hora de practicar trekking (o senderismo, en su término más básico).

En primer lugar, deben diferenciarse los términos “senderismo” de “trekking” aunque su espíritu sea bastante similar. Por un lado, el senderismo está constituido por caminatas cortas, con un máximo de 6 horas, que se realizan por senderos bien marcados y delimitados. En esta clase de “paseos caminando” no existe ningún tipo de dificultad técnica. Cualquier persona, más allá de su condición física, no necesitará un equipamiento especial. Bastará una buena mochila, una botella de agua y un abrigo.

El trekking, en cambio, presenta más exigencias. “Trekking es una travesía, un desplazamiento de una o varias personas por una distancia grande con una cierta cantidad de equipamiento. Esto se debe a que quizá la expedición se prolongue por varios días, o por la dureza de la travesía”, explicó Carlos Pelli, de BFP Activo, titular de Relaciones Institucionales de la Asociación Argentina de Ecoturismo y Turismo de Aventura (Aaetav) y guía especializado desde hace 13 años.

“Una sesión de trekking puede durar solo un par de horas de caminata moderada o, por el contrario, prolongarse por varios días de expedición. Así también varían sus niveles de dificultad, desde principiante hasta profesional avanzado”, añadió Pelli.

En la actualidad, existen variados circuitos en Argentina que permiten recorrer la estepa patagónica, caminar por glaciares, trepar coloridos cerros norteños y explorar la Cordillera de los Andes, entre otros atractivos. ¿Cuáles son los mejores lugares para practicar trekking? Por un lado, están los circuitos tradicionales. Ellos son: “La Vuelta de Ushuaia”; “La Ruta de las Lagunas”, en el Chaltén”; “Plaza Francia, en el Aconcagua”; “Champaquí”, en Córdoba; “Los Tres Picos”, en Sierra de la Ventana; “Bosques Nativos”, en el Parque Nacional Lanin y “Refugio del Nevado de Chañi”.

Por otro lado, en el Noroeste también existen varios circuitos que se fueron transformando, con el correr de los años, en puntos obligados, como por ejemplo, el trekking de la Quebrada a la Selva - Quebrada de Humahuaca y Parque Nacional Calilegua. La excursión comienza sobre un terreno desértico y tierra árida y finaliza en el interior de una majestuosa selva.

“Para empezar, hay un trekking muy bueno como el de la Vuelta de Ushuia ($ 1.000 pesos por persona con impuestos incluidos), que dura 3 días y que está muy bueno. Otro clásico es el ascenso a los Tres Picos, en Sierra de la Ventana ($ 400), una salida típica de fin de semana largo. Para los más avanzados, sin dudas, el trekking a Plaza Francia, en el Aconcagua ($ 970) “, puntualizó Pelli.

Para este experto, el trekking sería el fútbol de los deportes de montaña. “Para hacer un picado se necesita una pelota, cuatro remeras para hacer los arcos y ya está. Para hacer trekking sólo se necesitan ganas de caminar y un buen calzado para que los pies no pasen ningún tipo de facturas al término de la jornada”, concluyó.

Así, bosques, selvas, quebradas, volcanes o extensos llanos representan escenarios ideales para hacer trekking. Argentina es uno de los mejores lugares para practicarlo. Solo hay que animarse a dar el primer paso.

El ABC del trekking
Lanzarse abruptamente a la práctica de cualquier deporte sin conocer cuál es el estado actual de su físico representa un riesgo. Y el trekking no es la excepción.

“En primer lugar, la mejor recomendación que puedo dar es que la persona debe ser sincera consigo misma”, apuntó Carlos Pelli, de BFP Activo, encargado de Relaciones Institucionales de la Asociación Argentina de Turismo de Ecoturismo y Turismo Aventura (Aaetav) al ser consultado sobre los consejos que debe tener en cuenta cualquier persona interesada en iniciarse en la práctica de trekking.

Pelli, guía especializado desde hace 13 años, señaló que si bien cualquier individuo puede practicar esta especialidad, casi ninguno puede empezar practicándola “en el Aconcagua”.

“Si una persona se cansa corriendo tres vueltas manzanas no va a poder empezar haciendo el trekking a Plaza Francia, la pared sur del Cerro Aconcagua. Es fundamental que cada persona conozca sus limitaciones y sea sincero sobre su actualidad física. Por eso, es recomendable empezar por los trekking más básicos y luego ir incrementando el grado de exigencia”, añadió.

El especialista consideró que también es imprescindible “informarse” sobre el lugar al que se irá a practicar este deporte para no encontrarse con ningún tipo de sorpresa cuando llegue el momento de ponerse el calzado y empezar a caminar.

“Es aconsejable conocer cada uno de los detalles del sitio elegido para realizar la práctica. Por otro lado, antes de hacer trekking, se deben completar varios documentos para dejar constancia si la persona sufre de algún tipo de alergia”, añadió.

La tercera recomendación, luego de llevar adelante las dos primeras, es elegir una actividad que sea acorde al estado físico de cada uno. “Se debe tener bien en claro qué es lo que se quiere hacer, pero también elegir una actividad o excursión que esté en sintonía con el estado físico de cada uno. Es indistinto empezar haciendo senderismo o trekking, pero no es indistinta la capacidad física que cada uno posee”, concluyó.

Carlos Altea
Diario El Cronista
Fotos: Diario El Cronista

miércoles, 16 de enero de 2008

Salta: Tren de las Nubes

Plano del recorrido

El Tren a las Nubes, el tercero en altura en América Latina y el cuarto en todo el mundo, atraviesa vertiginosas montañas de la Cordillera de los Andes entre espectaculares paisajes.

El recorrido
Parte de la ciudad de Salta, a 1187 metros sobre el nivel del mar, y termina en el viaducto La Polvorilla, en la Puna, el tramo más esperado, porque es donde el tren parece escalar el cielo. Las características de este viaducto son notables: mide 224 metros de largo y 70 de alto, pesa nada menos que 1600 toneladas, es curvo y sin barandas.

Tratándose de un recorrido de larga duración, hay muchos más atractivos que hacen que reciba 30.000 visitantes por año. El tren se interna por los silenciosos escenarios puneños, que muchas veces se atraviesan a 2500 metros sobre el nivel del mar.

Luego de sendas paradas en cada uno de los pintorescos pueblos situados junto a la vías donde es aprovechado por los habitantes de esos lugares para ofrecer a trevés de sus pintorescos puestos, artesanías, vestimentas y productos regionales para adquirir como recuerdo del interesante viaje. El recorrido completo es de 434 kms, el tren alcanza el punto más alto de su recorrido en el viaducto "La Bomba" a 4000 metros sobre el nivel del mar. Para luego arribar a San Antonio de los Cobres, capital del departamento de "Los Andes", ubicado al pie del famoso "Cerro Terciopelo".

Continuando con el viaje y dejando atrás a "Mina Concordia" se llega al viaducto "La Polvorilla". Siendo esta, sin lugar a dudas, la mejor atracción del viaje. A veces aparecen nubes bajo el viaducto. Fenómeno al cual se debe el nombre: "Tren a Las Nubes". Increíbles paisajes de montañas, mesetas, ríos y arroyos, surgen de los ventanales del tren, conformando un cambiante panorama natural Durante el trayecto se sirven las famosas empanadas salteñas, deliciosa muestra de la gastronomía regional.

Locomotora General Motors, modelo GT 22 CU, en la Estacion Salta

Estaciones
Inicio del recorrido desde la ciudad de Salta:(1.187 m.s.n.m)

Campo Quijano: Localidad conocida también como el Portal de los Andes y que le da el nombre a la cuarta estación. Es tradición que los lugareños saluden al tren cuando hace sonar su bocina.

El Alisal: (1.800 m.s.n.m.) Su nombre se debe a la presencia de los pintorescos árboles alisos que se aprecian como paisaje. El tren realiza el primer zigzag, ganando altura por medio de un retroceso.

Chorrillos: El tren realiza el segundo zigzag para ganar altura en su camino ascendente.

Puerta de Tastil: Lleva el nombre de las ruinas de Santa Rosa de Tastil, una de las más importantes de la provincia que se encuentran a pocos kilómetros.

San Antonio de los Cobres: (3.775 m.s.n.m.) Antiquísima población ubicada junto al río del mismo nombre. También se accede a ella desde Salta ciudad por la ruta Nacional N° 51. El pueblo lleva este nombre por hallarse en los alrededores de la famosa Sierra Cobre, rica en este mineral, este lugar ofrece todo su esplendor de leyenda y riqueza mineral. Pueden adquirirse en ella muy buenas prendas típicas tejidas en lana y fibra de alpaca, llama y vicuña.

Mina Concordia: La locomotora es desprendida de los coches para ubicarse al final, empujando los coches hasta el viaducto y quedar adelante para poder retornar hacia Salta.

Viaducto La Polvorilla: (4.200 m.s.n.m) Maravillosa obra de ingeniería que describe un arco sobre el que se asientan las vías del ferrocarril, de 224 metros de longitud en curva por 63 de altura. El tren llega con la máquina atrás para efectuar el retorno. Se recomienda caminar lentamente cuando el tren se detiene permitiendo que los pasajeros desciendan debido a la altura y falta de oxígeno.

Puntos recomendados


• Quebrada del Toro (foto)
A tan solo 24 Kms. al oeste de la ciudad de Salta , por la ruta nacional
54 y enclavado al pie de la cordillera, se accede a Campo Quijano , un pueblo que conjuga atractivos naturales y culturales muy representativos del sentir salteño, que invita a disfrutar la belleza natural de sus distintos parajes y rincones. Así lo anticipan el pintoresco pueblo gaucho de La Silleta , y sus fincas para pasar un día de campo y descansar; el verdor inigualable de Cámara y la frescura del espejo Las lomitas , en donde no solo se practican deportes náuticos, también se puede disfrutar de sus instalaciones y pasar un día en familia saboreando las comidas típicas de la zona. Un camino salpicado por ceibales y hondonadas que llevan a la villa veraniega Río Blanco, de arquitectura colonial que data de 1914; a un costado la obra férrea de espectacular envergadura, por la cual semana a semana transita el tren a las nubes. En el mes de Abril se realiza la Fiesta de la Pachamama y en noviembre se celebra el día de la Tradición, con destrezas Gauchas y venta de comidas regionales y artesanías.

• Santa Rosa de Tastil (foto)
Pasando la localidad de Campo Quijano, conocida también como El Portal de los Andes, que antecede a la imponente Quebrada del Toro , la ruta lleva a Santa Rosa de Tastil , uno de los sitios pre-incaicos más importantes de la región, que contara con más de 2000 habitantes, ruinas y museos para los amantes de la arqueología. Tam
bién se puede visitar un campo de grabados rupestres con representaciones de la vida precolombina y el calendario solar, lunar y venusiano de las comunidades andinas. Santa Rosa de Tastil celebra el día de Santa Rosa de Lima, una festividad religiosa con misachicos y donde se realiza el "Baile Ritual del Suri". Algunas manifestaciones artísticas de la cultura andina se conservan en 4.800 bloques de piedra. Estas representaciones con sentido mágico religioso fueron realizadas entre el 900 y 1.500 en unas colinas cercanas al poblado preincaico donde también se resguardan más de 400 construcciones habitacionales de piedra con sinuosas callecitas que convergen en el centro de una de las laderas. Los dibujos en las piedras talladas representan los distintos cultos que los andinos ofrecían a sus dioses. Así intentaban dar mensajes a sus divinidades haciendo rogativos y pidiendo fertilidad y abundancia a la tierra. Las llamas (camélidos) son los motivos más frecuentes que se encuentran en las piedras grabadas de Santa Rosa de Tastil. Otros motivos rupestres son los felinos, ofidios, suris (ñandúes), figuras geométricas meandriformes (zigzag). En las rocas también hicieron representaciones de figuras humanas y de máscaras. El petroglifo más importante es el de la "Bailarina de Tastil" que está en el Museo Antropológico de Salta, detrás del monumento a Güemes en la ciudad de Salta. En las colinas de Tastil, no obstante, se encuentra otro no menos valioso: "El Calendario", un dibujo circular con símbolos que todavía no fueron descifrados.

Museo Santa Rosa de Tastil
El yacimiento arqueológico de Santa Rosa de Tastil tiene un museo. Sobre la ruta nacional 51, camino a Chile, y a cien metros del sitio se encuentra el museo de sitio "Santa Rosa de Tastil" que cuenta la historia de la cultura andina que vivió en esa zona. En la
única sala que tiene el museo se exhiben trabajos de investigación, excavaciones, clasificación y restauración. Las cerámicas, textiles o metales encontrados fueron de uso funerario y religioso con excepción del material lítico (puntas de flecha e instrumentos de moler). Allí, también se puede ver una muestra de tejidos de la zona. La industria textil se destaca como una de las más importantes de este pueblo agropastoril que fuera eje del intercambio comercial entre las regiones puneñas y valles adyacentes.

• San Antonio de los Cobres (foto)
Ya en la puna se levanta San Antonio de los Cobres, con su iglesia, su flamante escuela y hostería, y los obradores de las minas, gasoductos y alguna otra industria de la zona. El Tren se detiene y los artesanos venden sus productos regionales. El tejido es la principal fuente de trabajo de las mujeres en la zona. Es una costumbre ancestral
que se transmite de generación en generación. Aquí se teje el legendario barracán, una tela gruesa hecha con lana de llama o de oveja que se caracteriza por el entramado de colores naturales en el que priman el blanco, el negro y el marrón. El barracán se usa en la confección de trajes, sacos y ruanas (una especie de chal) y tapados. En los últimos años algunos diseñadores locales, regionales, nacionales e internacionales lo han utilizado para confeccionar sus prendas de vestir y los han presentado en desfiles de modelos. En San Antonio la mayoría de las mujeres teje pulóveres, chalecos, medias, guantes, gorros, ruanas y frazadas, entre otras prendas, con la lana de oveja o de llama. Para confeccionarlas usan, en general, tres tipos de técnicas: el telar para ruanas y frazadas, las dos agujas para pulóveres y chalecos, y cinco agujas para guantes y medias. Muchas tienen "viejos telares" de cardón (madera típica de la zona) y otras aprendieron técnicas más modernas que reducen sus horas de esfuerzo, pero ninguna quiere abandonar la costumbre de tejer con agujas de madera de tola (arbusto de altura que sirve como combustible) porque "no hacen doler las manos" al ser flexibles.

Desde San Antonio, se puede continuar hacia Jujuy, por la RN40 con dirección norte. Se atravesará el paisaje blanco de Salinas Grandes, para luego regresar a través de Purmamarca. (Jujuy). Este trayecto puede realizarse en auto particular o en travesías o safaris que salen regularmente todas las semanas.

Historia
Esta colosal obra de ingeniería ferroviaria fue construida en un principio con el objetivo de unir el Norte argentino con Chile. Se dispuso su inicio allá por marzo de 1921 a través de un decreto del entonces Presidente Hipolito Yrigoyen. Había que vencer a una de las cordilleras más elevadas del planeta, lo que significó un enorme desafío para la época.

El trazado diseñado por el ingeniero norteamericano Ricardo Fontaine Maury, con su cantidad de rulos, viaductos, túneles y otras sinuosidades es muchas veces comparado, por su complejidad, con la Torre Eiffel y otras maravillas creadas por el hombre, que son iconos de un lugar.

Maury, proyecto la traza teniendo en cuenta el principio de adherencia de las ruedas del tren a las vías y por las leyes de la física, desechando el sistema mecánico de cremallera comúnmente usado para que las formaciones ferroviarias puedan trepar con solvencia las alturas. No utiliza ruedas dentadas, ni siquiera para las partes más empinadas de la subida, porque las vías están dispuestas de una manera peculiar circulando por un sistema de zigzag y espirales.

El trabajo a 3500 m.s.n.m. no fue sencillo en un clima extremadamente riguroso. Después de 11 años de trabajo el 7 de noviembre de 1932 fue inaugurado el viaducto La Polvorilla, que se eleva a 42000 m.s.n.m. Finalmente en enero de 1948 se unen las vías argentinas y chilenas, tras 27 años de durísimo trabajo se inaugura de manera oficial.

Este emprendimiento ferroturístico, hoy de renombre mundial, nace por iniciativa de las autoridades del Ferrocarril General Belgrano, quienes en noviembre de 1971, resuelven hacer correr un tren experimental con funcionarios y periodistas. El 16 de julio de 1972 -hace 29 años- se realiza el primer viaje oficial turístico, lo que se mantendrá por 18 años, hasta 1990, cuando los ferrocarriles del Estado son privatizados. Desde 1991, el emprendimiento turístico "Tren a las Nubes" permanece en manos de capitales privados. El Tren a las Nubes dejó de funcionar en julio de 2005, cuando en el paraje de Mina Concordia 500 pasajeros -en su mayoría turistas- quedaron varados, sin locomotora de respaldo y sin plan de contingencia.

Frente a esta situación, las autoridades salteñas le revocaron la concesión a las empresas responsables y el tren permaneció dos años fuera de circulación, hasta octubre del 2007, donde gano la
concesión del nuevo servicio una UTE denominada Ecotren, y que a partir de marzo del 2008 el Tren de las Nubes volverá a hacer el recorrido turístico completo, desde Salta capital hasta el viaducto la Polvorilla.

Viaducto La Polvorilla

Ficha Técnica
El tren está compuesto por una locomotora General Motors, modelo GT 22 CU, y 10 vagones de primera clase calefaccionados

Capacidad: 640 pasajeros.

Velocidad: 35 km/h promedio.

El recorrido de casi quince horas ida y vuelta, atraviesa 21 estaciones, 29 puentes, 21 túneles, 13 viaductos, 2 rulos y 2 zigzag, denominación técnica de los sectores en que el tren marcha hacia atrás y adelante alternativamente para poder ascender. El primer zig zag se utiliza para superar la primera gran rampa y permite un ascenso de 54 metros de altura en un recorrido de tan solo 900 metros. Después de la zona de El Candado, el convoy comienza a atravesar la montaña por el primero de los túneles, a través de 218 metros de largo.

Estaciones: 21: Salta, Alvarado, Cerrillos, Rosario de Lerna, Campo Quijano, V. Toledo, El Alisal, Chorrillos, Ingeniero Maury, Gobernador Solá, P. De Tastil, Tacuara, Meseta, Diego de Almagro, Incahuasi, Cachinal, Muñano, Los Patos, San Antonio de los Cobres, Mina Concordia y La Polvorilla.

Servicios de a bordo:
1 Guía de informes técnicos, sobre las obras de alta montaña.
1 Guía de informes turísticos.
1 Guía general, traductor de Alemán, Ingles, Francés e Italiano.
1 Coordinador turístico.
1 Coordinador ferroviario.
1 Coordinador general de viaje y azafatas en cada coche.
Con servicio de bar y comedor, conjuntos folklóricos, circuito de vídeo para transmisión en todos los coches, Atención sanitaria, con médicos, paramédicos y enfermeros.

Los vagones del tren tienen asientos revestidos en pana azul. Y en la parte exterior llevan ploteadas gigantografías con motivos andinos; imágenes de collas, de llamas en el campo o del típico cardón de la zona. La formación contará con coche comedor, en el que se podrá degustar la cocina de altura (a base de quinoa, papa andina y llama). Además, habrá un coche enfermería, especialmente diseñado para contingencias, apoyado logísticamente por 15 camionetas 4×4, y ambulancias. La empresa concesionaria Ecotren pretende aprovechar el tendido del tendido del viejo ramal C-14 para que el tren salga desde Salta, pase por Antofagasta y el Desierto de Atacama, en Chile; siga por Huyuni, en Bolivia, y termine en Machu Picchu, Perú. Otros proyectos de Ecotren son la construcción de un hotel de sal en las Salinas Grandes, y organizar temáticamente las estaciones: en una habrá una escuela para conductores de 4×4, desde otra partirán travesías todo terreno y otra se dedicará a las cabalgatas.

Datos Útiles
Comienzo de temporada: marzo de 2008.
Un pasaje costará $ 360 y el servicio incluye desayuno y almuerzo; para los salteños, $ 180
Informes en: info@trenalasnubes.com.ar

Este artículo fue elaborado en base a las fuentes más abajo citadas:
http://www.trenalasnubes.com.ar/home.htm
http://www.argentour.com/es/provincia/salta/tren_a_las_nubes.php
http://argentinaxplora.com/destinos/salta/trenubes.htm
www.clarín.com

Fotos: Web