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sábado, 28 de noviembre de 2009

USA-Colorado: El tren que escala montañas


El Manitou & Pikes Peak Railway, en Colorado Springs, es un ferrocarril que trepa la empinada ladera de una montaña de 4302 metros de altura hasta la cumbre. Con una rueda dentada que va por una vía especial montada en el medio de las vías tradicionales, es el tren de cremallera más alto del mundo y funciona desde 1891.

Los viajes en tren, aun en el siglo XXI, conservan un cierto “no sé qué” y un aire romántico de otros tiempos. La sensación del movimiento es placentera, el sonido de la chicharra emociona y, en algunos casos, el viaje puede tener mucha adrenalina si se trata del tren de cremallera más alto del mundo: el Manitou & Pikes Peak. Este peculiar ferrocarril está emplazado en el Pikes Peak, la montaña más visitada de Norteamérica (y la segunda más visitada del mundo, después del Monte Fuji en Japón), 16 km al oeste de la ciudad de Colorado Springs, en el estado de Colorado. Si bien se puede llegar a la cima en auto o a pie (por el Sendero de Barr) la forma más llamativa es, sin dudas, a bordo de este tren que, en un recorrido de 14 kilómetros, trepa hasta los 4302 msnm.

Esta mítica montaña lleva el nombre de su descubridor: Zebulon Montgomery Pike Jr. Este militar y explorador norteamericano lideró, entre 1806 y 1807, la llamada “Expedición Pike” recorriendo el entonces desconocido sudoeste de Estados Unidos. En el viaje Pike se convirtió en el primer americano en conocer las Grandes Llanuras, la alta y amplia meseta al este de las Rocallosas que se extiende por los estados de Nuevo México, Texas, Oklahoma, Colorado, Kansas, Nebraska, Wyoming, Montana, Dakota del Sur y Dakota del Norte. En noviembre de 1806 Pike divisó el gran macizo de granito al que bautizó “Grand Peak” (el “Gran Pico”) y que luego llevaría su nombre. El explorador intentó escalarlo pero no lo logró por ser invierno y no estar debidamente equipado. Recién en el verano de 1820 un botánico, Edwin James, alcanzó la meta en dos días y sin grandes dificultades. Sin embargo, mucho antes de la llegada de Pike, la montaña ya era conocida por los indios Ute (que la frecuentaban cuando iban de caza) y los españoles que habían explorado la zona en 1779.


¿QUE ES UN TREN DE CREMALLERA?
Los primeros trenes de montaña, como los de Suiza, nacieron con un fin meramente turístico, o sea, disfrutar majestuosas vistas desde las cumbres. En cambio, aquellos que cruzaban los Andes eran una herramienta fundamental para establecer vínculos sociales y comerciales. Pero cualquiera haya sido su función, todos debían resolver el mismo problema: trepar escarpadas laderas. Para ello había dos opciones: reducir la pendiente o usar sistemas de cremalleras para aumentar la adherencia entre la locomotora y los rieles. Los trenes convencionales se mueven usando la fricción de las ruedas sobre las vías, provista por la fuerza de la locomotora. En cambio, para trepar agudas pendientes los de cremallera usan una rueda dentada que va por una vía especial (montada en el medio de las vías tradicionales). Estos trenes se diferencian de los funiculares porque éstos, en vez de una rueda dentada central, tienen un cable.


TODO POR UNA BONITA VISTA
Los orígenes del tren Manitou & Pikes Peak están íntimamente ligados con Zalmon Simmons, dueño de la Compañía de Colchones Simmons. Pero este personaje también era inventor y había patentado un aislante para cables telegráficos. A fines de 1880, con el fin de probar su nueva invención, Simmons subió al Pikes Peak en una agotadora travesía de dos días en mula. Tanto lo impresionó la hermosa vista desde la cumbre que pensó que semejante espectáculo debía ser disfrutado por todos pero llegando más cómodamente. Al poco tiempo el empresario de colchones estaba descansando en los baños termales de Manitou Springs cuando escuchó al dueño del hotel mencionar la idea de un ferrocarril de montaña que fuera a la cumbre. A Simmons le gustó la propuesta y ofreció el capital para iniciar la obra. El primer tren de cremallera se había hecho en 1869 para ir a la cima del Monte Washington en New Hampshire. Sin embargo, los suizos adoptaron rápidamente la nueva tecnología y fabricaron varios trenes convirtiendo a Suiza en el país con mayor cantidad de trenes de cremallera del mundo.

En 1889 se fundó la Manitou & Pikes Peak Railway Company y las obras duraron dos años. En total se compraron seis locomotoras a vapor de la firma Baldwin Locomotive Works de Filadelfia, de las cuales sólo una sigue operando muy de vez en cuando. A partir de la década del ‘30 llegaron la gasolina y las locomotoras diesel y fabricaron un coche con cremallera para 23 pasajeros que funcionaba solo, sin locomotora. El vagón se estrenó en 1938, fue un éxito y se cree que fue el primer coche de este tipo del mundo. Al año siguiente la Compañía General Electric envió la primera locomotora con cremallera diesel-eléctrica y sus respectivos vagones (para 56 pasajeros) que funcionaron entre 1940 y 1965.

La edad moderna del Manitou & Pikes Peak llegó con locomotoras de una empresa de Winterthur, Suiza. El crecimiento sostenido del turismo generó la necesidad de contar con vagones con mayor capacidad. Es así que entre 1976 y 1989 se compraron, nuevamente en Suiza, vagones articulados (grandes coches con un fuelle en el medio) que eran diesel-neumáticos. Gracias a todos estos cambios se aumentaron las frecuencias y, actualmente, los trenes pueden salir hasta ocho veces al día.


EL RECORRIDO
El viaje demora, ida y vuelta, poco más de 3 horas para hacer 15 kilómetros. La primera parte del trayecto es muy empinada y transcurre a lo largo del arroyo Ruxton en el Cañón Englemann. Aquí la vía sigue una vertiente que cae en medio de un bosque de abetos y pinos Ponderosa. Las vías pasan muy cerca de enormes rocas ubicadas a ambos lados del tren que, gracias a la erosión y la imaginación de los pasajeros, se transforman en divertidas caras y figuras. Un poco más adelante se ven las pequeñas cascadas de Minnehaha.

Luego de un continuo ascenso el terreno se hace plano justo donde hay una formación rocosa conocida como la “Puerta del Infierno”. Unos minutos después el tren pasa por “Deer Park” (parque de venados) donde a veces se pueden ver venados pastando. Al llegar a la mitad del paseo, Mountain View, se puede ver la cumbre del Pikes Peak. A partir de allí la vía vuelve a ser empinada y el tren trepa nuevamente teniendo como telón de fondo el lago Moraine y el Monte Almagre. Lo interesante aquí es que se ven Pinus Longaeva o Britlecone, los árboles más longevos del planeta. Estos pinos superan los 3 mil años de edad y no son ni muy altos ni muy anchos. Su corteza amarilla anaranjada es delgada y escamosa, su madera es dura y resinosa (ideal para soportar plagas y enfermedades) y sus hojas verde oscuro son agujas muy resistentes. De lejos, este árbol parece seco por su retorcido tronco y la ausencia de hojas. Ese aspecto poco atractivo es el resultado de las condiciones extremas en las que habita y, de hecho, cuanto peor es su hábitat más tiempo vive, ya que tiene menos enemigos naturales que aguanten dicho ambiente.

Mientras el tren continúa su ascenso, la vista se hace más amplia y la vegetación desaparece. Aquí sobrevive la tundra alpina con musgos, hierbas y diminutas flores silvestres. En cuanto a la fauna, por aquí merodean carneros con grandes cuernos y gran cantidad de marmotas. Estas simpáticas criaturas hibernan pero en verano suelen tomar sol en las rocas y emiten un silbido muy particular cuando presienten peligro. Los últimos kilómetros antes de llegar son increíbles, ya que ofrecen una excelente panorámica. Hacia el Este se ven las Grandes Llanuras, más allá de la frontera entre Colorado y Kansas. Al Sur se divisan las montañas de Sangre de Cristo (el cordón más austral de las Rocallosas), casi llegando al estado de Nuevo México y al Oeste se ve la Cordillera Collegiate.

Una vez en la cima, el tren para y, al bajar, se siente el frío (aun en verano). Si el día está despejado (y no hay mucho smog en Denver) se pueden ver los rascacielos del downtown de la capital de Colorado. Se puede permanecer en la cumbre una media hora como máximo para recorrerla y sacar las fotos obligadas porque si se permanece más tiempo muchos comienzan a sentir los efectos de la altitud (dolores de cabeza o náuseas). En la cima hay una confitería y un negocio de souvenires que, en temporada alta, albergan a unas mil personas por día. Allí arriba uno se asombra de tanta amplitud. Mire donde mire el horizonte no tiene fin y los grandes cordones montañosos forman una perfecta maqueta. En la cima, a 4302 metros de altura, uno se siente un punto microscópico y cae en la cuenta de lo alto que ha llegado “a bordo de un tren”.

Mariana Lafont
Pagina 12 - Turismo

sábado, 21 de noviembre de 2009

La cuna de Quetzalcóatl

Mercado de Tepoztlán

El pueblo de Tepoztlán está a sólo 40 minutos de la capital mexicana y tiene un microclima muy particular, pero no sólo por sus condiciones meteorológicas. Una atmósfera mágica lo envuelve: dice la leyenda que allí nació Quetzalcóatl, el dios-hombre, la serpiente emplumada. Y también cuentan que hasta los ovnis se aparecen por allí.

Sobre “Tepoz”, como dicen familiarmente los locales, se cuentan muchas leyendas: se mostró varias veces en el Discovery Channel como sitio de apariciones frecuentes de ovnis; se lo conoce también en México como un pueblo de la etnia nahuatl muy combativo, que se autoacuarteló y declaró “independiente” hacia finales del siglo pasado, tras vencer la llamada “guerra del golf”; y por último, su condición de ser, en el registro inverificable de la tradición, el lugar de nacimiento del dios-hombre Quetzalcóatl, el pájaro serpiente, hace 1200 años. Otro punto a favor de Tepoz para extranjeros y mexicanos es su proximidad a la capital del país (a sólo 40 minutos por ruta), sin que por ello haya perdido la cualidad de ser un lugar completamente aislado, autónomo, pueblerino, natural, agreste y místico.

Pinturas artesanales
MUNDO APARTE
El autobús que sale de Ciudad de México comienza a subir la montaña hasta alcanzar casi los 3000 metros; nos movemos en un bosque de pinos semioculto por la niebla fría. Empezamos a descender del otro lado, poco a poco: abajo a la derecha, en el fondo de un valle, se ve la ciudad de Cuernavaca. Pronto nos internamos en otro valle mucho más extraño, el La pirámide del Tepozteco La temperatura es cálida y el bosque de pinos se convierte en una selva. Emergiendo aquí y allá vemos montañas como fortificaciones y castillos, con torres y atalayas de muros rojizos. Tepoz, y los pueblitos aledaños de Santo Domingo y Amatlán, están en el cuenco llano de un extenso valle fértil, circundado por espectaculares murallas de piedra roja, sierras erosionadas por la lluvia hasta modelarse en paredes, gargantas y pináculos. Esta geografía es particular y única del valle de Tepoztlán, y contribuye a esa sensación de “mundo aparte”. Tepoztlán significa “lugar del cobre”, y a su abundancia se debe el color de las montañas. Lo geólogos dicen que todo el valle es el cráter gigante de un volcán que explotó hace miles de años; las sierras de formas extrañas que rodean el valle serían los muros derrumbados y fundidos del cráter.

Caminamos por la avenida Revolución, en realidad una callecita empedrada, y vamos pasando casas coloniales, tiendas y lugares para comer dentro de las antiguas casonas, el ex Convento de la Natividad, el Zócalo. Nos metemos a un cafecito simpático, donde se escuchan voces de todas partes: hablan castellano con acento chileno, francés, alemán, italiano, brasileño. Vamos confirmando lo que nos habían contado: que este pueblo reúne una comunidad de extranjeros impresionante, y en gran proporción latinoamericanos. Algunos comenzaron a llegar atraídos por la fama de lugar “centro energético”. En efecto, desde tiempos prehispánicos dicen que en este valle “los duraznos son de los duendes”. El lugar –se dice– tiene propiedades electromagnéticas que favorecen las curaciones y la meditación. Una práctica habitual entre visitantes y lugareños es la de salir a caminar descalzos por la montaña, para “cargar energía”. La explicación más científica de estas cuestiones dice que la extraordinaria cantidad de cobre del suelo crea condiciones electromagnéticas especiales.

La pirámide del Tepozteco

UN TEMPLO PREHISPANICO
Si al caminar por la calle alzamos la vista vamos a ver en lo alto de un risco, como un vigía de piedra a 400 metros por encima del pueblo, una pirámide: es la Pirámide del Tepozteco, un templo prehispánico. Según algunos, la pirámide era un observatorio tlahuica; según otros, un templo sacrificial en honor a Tepoztécatl, dios azteca de la fertilidad, las cosechas y el pulque (una bebida alcohólica que se obtiene de la destilación del maguey). Allí arriba se celebra “El reto del Tepozteco”, una de las dos fiestas tradicionales del pueblo, el 7 de septiembre. En esta festividad completamente pagana la gente se reúne cerca de la pirámide a beber pulque y hacer música, en honor al dios Tepoztécatl, algo así como el Dionisos azteca. La otra es una festividad católica, la “Fiesta del Templo”, que consiste en representaciones teatrales en lengua nahuatl y que, curiosamente, se celebra al día siguiente, el 8 de septiembre. Originalmente se pretendía que suplantara a la celebración pagana, pero sólo se logró que el pulque empezara a correr desde la noche anterior.

La visita a la pirámide es interesante no sólo por la ruina arqueológica sino por el camino en sí, que atraviesa durante una hora un paisaje espectacular. Cubierto de lajas por los constructores prehispánicos, el sendero se interna en la montaña y en el bosque nativo, a la sombra de peñascos y torres, en lo profundo de cañadones cavados por ríos. Por la mañana temprano una niebla desdibuja nuestro andar. Nos sorprenden las raíces aéreas, las lianas, los helechos y musgos; la vegetación es tan selvática todo el año porque las gargantas entre los altos muros de roca permiten la conservación de la humedad. Después de subir y subir, a 2100 metros sobre el nivel del mar, finalmente llegamos a la última etapa donde nos reciben un grupo de animalitos rarísimos y simpáticos, una familia de tejones o algo así, semidomesticados por los turistas que día tras día les dan de comer. La pirámide no es muy grande pero es bien proporcionada y espectacularmente situada. Trepamos los escalones del templo, y desde este balcón podemos admirar todo el valle, las montañas y el pueblo a nuestros pies. Esta vista panorámica única es otra buena razón para hacer el esfuerzo de subir.

Sin embargo, no es la única excursión posible; la zona está llena de senderos antiguos que atraviesan la sierra y llegan a otros pueblos, a pozas de agua, o a manantiales. Para los que se quieran aventurarse un poco más lejos, a pocos kilómetros de Tepoztlán existen varios centros de aguas termales conocidos en todo el país, más o menos agrestes u organizados, que valen la pena visitar; por ejemplo, Las Estacas, Las Huertitas, Palo Bolero, Las Cascaditas, Oaxtepec.

Calles internas

MITOS Y MEDITACIONES
De nuevo en el pueblo entramos a una tienda de artesanías, cuya dueña nos cuenta algunas leyendas de la zona. A sólo diez minutos de Tepoztlán, en Amatlán –donde habría nacido el mítico Quetzalcóatl–, está la Poza de Quetzalcóatl y se dice que el dios-hombre se bañaba en sus aguas. Cerca de allí hay una especie de grieta vertical en la montaña que los lugareños llaman una puerta o “portal dimensional”; se supone que en ciertas circunstancias esa puerta se abre y nos deja pasar a la otra dimensión. Este sitio, junto con los relatos de apariciones de ovnis es una muestra más del anecdotario estilo X Files con el que cuenta Tepoztlán. Además, hay quienes dicen que “en este pueblo son todos brujos”. Y no exageran; en pocos días allí nos cruzamos con un par de brujos tepoztecos, que curan con rezos y temazcal (una especie de sauna indígena ritual), y con un par de brujas “tepostizas” que curan con hierbas, ungüentos y elixires. Esta atmósfera favoreció la creación de varias posadas tipo spa y ashram o centros de meditación. En medio del monte y al pie de las sierras del pueblo de Amatlán, por ejemplo, se puede dormir en plena naturaleza semiacampando en confortables tipis, esas amplias carpas cónicas de los indígenas de Norteamérica.

Convento Dominico de la Natividad
Joya colonial
En el centro de Tepoztlán existe una joya de la arquitectura religiosa de la época de la conquista española, el ex Convento Dominico de la Natividad. El monasterio y la iglesia fueron construidos por los monjes de la orden entre 1560 y 1588. La iglesia todavía funciona como tal, y los chicos del pueblo juegan en su jardín que solía ser, en los tiempos de la evangelización, una capilla abierta. Las imágenes labradas en la fachada plateresca son muy interesantes: mezclados con los sellos de la orden dominica pueden verse símbolos indígenas, flores, el sol y la luna, estrellas y animales. El bellísimo monasterio hoy es un museo; adentro permanece el silencio y el olor a azahar de los patios sombreados con naranjos, los frescos en los muros con dibujos ingenuos y armónicos, y la temperatura fría de los claustros oscuros, de paredes gruesas y ventanas pequeñas. Desde el segundo piso hay una vista inolvidable de todo el valle, el pueblo y las montañas alrededor.

Florencia Podestá
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Web

viernes, 13 de noviembre de 2009

Cómo recorrer Roma sin gastos

¿Qué se puede hacer en la antigua ciudad sin entrar en gastos extras? A continuación algunas opciones turísticas en la capital italiana sin costo alguno.


1) El Foro romano: Era el mercado principal y centro de negocios en tiempos antiguos, donde se iba a la banca, el comercio, y las compras. Entrar en el foro es libre, pero el ingreso al Coliseo y el Palatino son pagos.


2) Appia Antica: Paseo de la antigua carretera de Roma el domingo, cuando no se permiten autos. Hay un montón de objetos antiguos para ver en la caminata pacífica, y hay visitas guiadas, incluso libre de la salida Via Appia Park y en el Parque Parco dell’Appia Oficina.


3) La Bocca della Verita:
Es una antigua máscara de mármol pavonazzetto, colocado en la pared del pronaos de la Iglesia de Santa María de Cosmedin en Roma el año 1632. La escultura, datable alrededor del siglo I, tiene un diámetro de 1,75 metros y representa un rostro masculino con barba en el cual los ojos, la nariz y la boca están perforados y huecos. Tampoco se tiene certeza acerca de su utilidad antigua: si era una fuente o parte de un impluvium o incluso una cloaca (hipótesis surgida a raíz de su cercanía a la Cloaca Máxima)

4) La Fontana de Trevi: Es la mayor (con 25,9 m de alto y 19,8 de ancho) y más ambiciosa de las fuentes barrocas de Roma. Según la actual división administrativa del centro de Roma, está situada en el rio de Trevi

5) La Escalinata di Spagna: Se encuentra en la plaza más famosa de Roma y en ella se encuentra la embajada española ante la Santa Sede, que da nombre a la plaza. La conocida escalinata sube hasta la iglesia de Trinità dei Monti y la barroca Fontana della Barcaccia

6) Vaticano en vacaciones: Mientras que los museos del Vaticano por lo general cobran entrada, se pueden visitar gratis el último domingo del mes


7) El Panteón: Originalmente un templo pagano, convertido en una iglesia en 608 AD. Es el monumento mejor conservado de la Roma imperial, totalmente reconstruida por el emperador Adriano alrededor del año 120 en el sitio de un antiguo panteón erigido en el año 27 AC por Agripa general Augusto


8) Piazza Navona y Piazza Campo dei Fiori: Son las dos más famosas de Roma. Piazza Navona, que sigue el trazado de un circo antiguo y contiene dos famosas fuentes de Bernini, cobra vida en la noche, mientras que el Campo dei Fiori (el campo de las flores) es la mejor experiencia durante las horas de mercado. Va a comer mucho más barato en el Campo dei Fiori, donde se encuentran comidas para llevar stands y tiendas de alimentos de todo el mundo


9) Paseando por los barrios-Trestevere: 'EL' barrio italiano de Roma. Las calles son estrechas y sinuosas a veces, aunque con más frecuencia que a la larga conducen a la Plaza de Santa María, sede de uno de las iglesias más antiguas de Roma. Esta plaza es el centro indiscutible de Trastevere


10) Paseando por los barrios II-Testaccio: Es un antiguo barrio construido alrededor de una colina de fragmentos de ánforas desechadas por los comerciantes época romana, que atracó en el puerto cerca del Tíber antiguo. Recientemente, talleres y clubes de moda han sido talladas en la base de este cerro. Testaccio está convirtiéndose rápidamente popular entre los jóvenes.


Fuente: Urgente 24 (recopilado de http://www.turistea.com)

martes, 3 de noviembre de 2009

Un tropico en Alaska

Agreste. El gobierno de Alaska alquila cabañas a US$ 35 la noche, que incluyen un horno a leña, algunas literas, una mesa con bancos, una alacena y un leñero fuera de la casa. Sólo resta disfrutar de la naturaleza y esperar ver los osos.

El Bosque Nacional Tongass es una selva tropical, pero fuera del trópico. Entre frutas finas, glaciares, osos gigantes y leyendas de aparecidos concentra la mayor biomasa planetaria.

Mientras sacaba del agua el remo del kayak en la bahía Thomas Bay del sudeste de Alaska, me detuve por un instante para escuchar el suave murmullo de la lluvia cayendo sobre el agua. Delgadas capas de niebla se posaban sobre las colinas cubiertas de abetos y hierbas de cicuta, tapadas por la neblina del lugar. De fondo, el gemido del arroyo Cascade Creek resonaba constantemente como recordatorio de que esta zona de Alaska es verdaderamente una selva tropical que recibe más de 250 centímetros de lluvia anuales. El clima es propicio para los patos y, sobre la playa rocosa de la bahía, una fila de aves acuáticas se sumergía y reaparecía con pescados en el pico. Inclinando la cabeza hacia atrás, deglutían la comida con sus largos pescuezos.

Mi marido, mi hijo y yo habíamos llegado temprano a la cabaña ese mismo día en un taxi acuático desde Petersburg, un pueblo de pescadores en el extremo norte de la isla Mitkoff en el Pasaje Interno de Alaska, aproximadamente 16 millas aéreas hacia el sudoeste de nuestro destino. La única manera de llegar era por vía aérea o marítima, exactamente lo que queríamos. Al planificar nuestro viaje en familia, mi intención era la de salir de los lugares habituales e ir a algún lugar sin electricidad, calles ni turistas como para poder experimentar la verdadera y auténtica Alaska. Pero con un niño de nueve años, cuya única experiencia de acampar era haber pasado algunos días en una carpa armada en nuestro jardín, irnos de mochileros a la selva no parecía ser la alternativa más práctica.

Una noche, descubrí en Internet que el gobierno de Alaska ofrecía cabañas a precios económicos (US$ 35 la noche). La casilla que más me llamó la atención fue la de Cascade Creek en el Bosque Nacional Tongass, una franja de 6.879.655 de hectáreas sin ningún camino o ruta terrestre. La descripción de la página web prometía la posibilidad de recoger frutos rojos con vistas de la vida silvestre y un camino de montaña con acceso a cascadas, un cañón, lagos de agua cristalina y áreas alpinas frecuentadas por cabras de montaña. Enseguida, lo reservé.

Y así fue que a las 8 de la mañana de un día brumoso de agosto, los tres nos embarcamos en una aventura por dos noches. Cargábamos bolsas de dormir y colchonetas, una hornalla portátil y utensilios de cocina, comida para tres días (incluyendo unos meros que habíamos pescado en una excursión de pesca la tarde anterior) y bidones de agua potable. En el bote había dos kayaks que habíamos alquilado para nuestra estadía. Tongass Kayak Adventures nos alcanzó hasta la cabaña, nos agregó una bolsa de cobertores de neoprene, chalecos salvavidas y otros implementos de remo incluyendo un botiquín de emergencia y una radio para pedir ayuda en caso de necesidad.

Mientras nos acercábamos, podíamos divisar la pequeña casilla de color marrón en un extremo de la playa rocosa en forma de medialuna. Del otro lado, vimos al arroyo Cascade Creek que desembocaba en las grises aguas glaciares de la bahía. Al frente de la casilla, había una piragua amarrada y la chimenea echaba humo. Como los huéspedes de la noche anterior aún estaban allí, dejamos nuestro equipaje afuera y decidimos inspeccionar el sendero del arroyo de Cascade Creek al otro lado de la bahía. Mientras caminábamos por la playa, un par de águilas peladas salieron volando desde los árboles y sobre la bahía. La lustrosa cabeza de una foca se asomó a la superficie para observarnos de cerca. Según un libro de senderos de montaña que compré en Petersburg, el primer kilómetro y medio del camino es considerado como el más fácil, así que empezamos a caminar primero sobre un sendero suave y mullido, pasando troncos recubiertos de musgo y liquen y luego seguimos caminando sobre tarimas instaladas por el Departamento Forestal. Las tarimas estaban recubiertas por un engranaje de plástico negro para facilitar la adherencia. Nos pareció una exageración hasta que cruzamos el puente de madera sobre una catarata y nos dimos cuenta de que el sendero se volvía mucho más empinado. Llovía.

Acuatico, se alquilan kayaks y se recomienda el trayecto en ferry por la Vía Marítima de Alaska.

Según la descripción del sendero, después de haber caminado aproximadamente 4 kilómetros, llegaríamos a una confluencia que nos conduciría al Lago Falls. Allí encontraríamos una canoa con la que nos desplazaríamos hasta otro sendero que eventualmente nos conduciría al Lago Swan. Pero con el camino taponado de troncos que dejó alguna tormenta, se nos hacía difícil darnos cuenta de cuánto habiámos caminado y decidimos pegar la vuelta e ingresar a la cabaña. En el interior, había dos literas (una simple y una doble), una mesa con bancos, un mostrador y un horno a leña (también había un horno a diesel). Una caja pegada a la pared en la parte de afuera servía para almacenar la comida. La galería al frente de la casilla daba a la bahía de Thomas y a la playa. Estábamos rodeados de arbustos cargados de moras. Un pequeño arroyito bajaba hacia la bahía.

Mientras llovía, nos entreteníamos leyendo el libro de huéspedes. Uno, 20 años antes, había escrito: “Llovió todos los días”. Un visitante alegó haber encontrado un oso en una de las camas. Y, en 1997, un cazador registró que el motor de su bote se había roto, sus alimentos y cigarrillos habían desparecido y no tenía manera de establecer contacto con el mundo exterior. “Nunca más me iré de viaje sin decirle a nadie a dónde voy”, escribió.

Luego de un paseo en kayak por la tarde, cocinamos la cena, grillando mero en una fogata a leña que logramos mantener encendida a pesar de la lluvia. Para aclimatarnos al lugar, nuestro agente de viajes en Petersburg nos había dado un libro: La historia más extraña que jamás haya sido contada, de Harry D. Colp. Había sido un buscador de oro en la zona, a principios del siglo XX. Mientras la noche de verano lentamente se extinguía (teníamos alrededor de 16 horas de luz de día), nos acostamos. Yo encendí una lámpara y comencé a leer las memorias de Colp en voz alta. Resulta que la tranquila bahía en la que nos estábamos alojando era conocida por los lugareños como la Bahía de la Muerte ya que un derrumbe había sepultado una aldea de 500 indígenas Tlingit en 1750. Y, aparentemente, sus fantasmas merodeaban la zona desde entonces. En cada capítulo, Colp contaba acerca de varios buscadores de oro que habían venido a la zona y que habían perdido la razón por culpa de los espíritus malignos.

Sin embargo, la única visita que nosotros recibimos fue la de un pequeño crucero que pasó por la bahía sin detenerse y la de una serie de marsopas que se desplazaban elegantemente en el agua. Ni siquiera el puercoespín sobre el cual nos habían advertido hizo su aparición.

Todo era tan tranquilo que al día siguiente nos quedamos dormidos. Cuando nos despertamos, salimos a recoger algunos arándanos para agregarle a los panqueques del desayuno y luego nos fuimos en kayak hacia la costa de Scenery Cove (Caleta con Vista Panorámica) y el Glaciar Baird, en el extremo norte de Stikine, vestigio de lo que una vez fueran las enormes sabanas de hielo que cubrían gran parte de Norteamérica en la época del Pleistoceno. Si el día anterior había sido lluvioso, éste ya parecía digno de un récord.

En la mañana del último día salió el sol, así que fuimos en el kayak hasta la isla Ruth. Cuando nos acercábamos al extremo rocoso del sur de la isla, apareció frente a nosotros un curioso grupo de focas dándonos un show. El taxi acuático estaba reservado para el mediodía y cuando regresábamos, vimos el crucero de la noche anterior anclado en la playa cerca del arroyo Cascade Creek. Mientras que cargábamos nuestros kayaks en el bote para emprender el regreso hacia Petersburg, oímos el estruendoso ruido de un hidroavión que aterrizó junto al crucero, llevando más turistas. Debe ser una linda experiencia pero para mí no se compara con la cabaña y el sonido constante de la lluvia cayendo sobre el techo de Alaska.

Arroyo Cascade Creek, de origen glaciar, desemboca en las aguas de la bahía Thomas

Remoto y entre osos
Cuando comencé a planificar nuestra escapada a Alaska con mi familia, una de las cosas que quería era pasar algún tiempo en un lugar alejado al que no se pudiera acceder por tierra y sin gente alrededor. Irnos de mochileros parecía una idea algo desalentadora (había leído el libro Camino a los parajes remotos, en el que John Krakauer relata la muerte de Christopher McCandless en la zona virgen de Alaska) pero hospedarnos en una cabaña me pareció la forma ideal de combinar el deseo de escapar del mundanal ruido con algo de comodidad.

En realidad, esto es relativo. Aunque las cabañas son ciertamente más cómodas que una carpa, por lo general no tienen electricidad ni cañerías ni calefacción más allá de una estufa a leña. Cuentan con literas, pero no hay colchones, hornallas para cocinar ni utensilios de cocina. Lo aconsejable es llevar bolsas de dormir, colchonetas, una hornalla u horno portátil, así como implementos de cocina y todos los alimentos y agua necesarios para su estadía (o un filtro de agua). En general es fácil conseguir leña, pero no hay garantías de que así sea.

Para empezar a planificar el viaje es útil consultar el sitio www.recreation.gov y allí ir al apartado del Departamento de Parques y Esparcimiento al Aire Libre del Estado de Alaska (dnr.alaska.gov/parks/cabins/index.htm)

Amy Virshup
The New York Times - Travel