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domingo, 22 de junio de 2008

Colombia, un cambio de clima

El riesgo es que te quieras quedar, dice el slogan promocional; al margen de los conocidos conflictos, no se equivoca: desde la intensa capital hasta las más lindas playas caribeñas hay un país que no deja de sorprender

Brad Pitt y Angelina Jolie se enfrentaban a los tiros en una Colombia siniestra. Los personajes ganaron la batalla, pero perdieron amigos: ya no son queridos aquí los señores Smith. Tampoco sus rivales ni otros miles de personajes del cine hollywoodense, siempre más parecidos a Pablo Escobar que a Gabriel García Márquez, prototipos recurrentes de un país con problemas de imagen, aunque con argumentos de sobra para revertirlos.

Es difícil encontrar en el mundo mejores anfitriones que los colombianos. El país tiene, además, playas de agua turquesa, selva, bosques tropicales y ciudades envidiables como Cartagena. Es un lugar vibrante y alegre, que puede disfrutarse al margen de sus conflictos.

El riesgo es que te quieras quedar , asegura su slogan, como una forma elocuente de atraer extranjeros sin tapar la realidad. "Nos escanean dos veces en los aeropuertos y comemos mucho en el avión para que no pienses que somos mulas . Y no, no se vende cocaína en las farmacias", aclara Saúl Cardozo, como broma, pero sin reírse. El es director de Capacitación y Divulgación de la agencia estatal para la promoción del país. Dice que sería más fácil fomentar Botsuana, pero tampoco le interesa. Lleva el pin Colombia es pasión en su camisa y asegura: "El mundo se quedó con la imagen de hace veinte años".

Es cierto, hay que mostrar el bolso antes de entrar a un shopping y la policía que cuida las calles no es precisamente la Guardia Urbana porteña. Pero la situación ha cambiado, sobre todo para el turista. Hace una década nadie tomaba su auto para ir a la playa, mucho menos los extranjeros; hoy se recorre sin problemas gran parte de las rutas, muy protegidas. Tres años atrás, los cruceros pasaban de largo por sus costas; ahora casi todas las compañías promocionan el destino. Es una buena señal: los cruceros no suelen detenerse en ciudades sin garantías, porque cualquier contratiempo es un gran trastorno.

En Bogotá, el circuito turístico es bien sofisticado, mayormente para el viajero de negocios, que es el que predomina. La zona norte es la más concurrida, con sus hoteles, restó y locales Juan Valdez. La ubicación de estas tiendas ( www.juanvaldezcafe.com ), de estilo Starbucks, aunque con granos colombianos y granizados imperdibles, permite conocer la distribución económica y social de la ciudad.

La zona Rosa, con marcas de moda en la calle del Sol, diseño en la 82, discotecas en la 85 y tres centros comerciales, es el núcleo de la movida chic y turística. Allí, la denominada zona T es la más visitada, sobre todo por la noche, incluida la del lunes. El parque de la 93 también concentra bares y restaurantes, donde los fines de semana se corren las mesas para dejarle lugar a la rumba. Es la denominada zona G.

Bogotá es una ciudad inmensa, con más de ocho millones de habitantes. Pero ubicarse es fácil ya que las calles están numeradas. Mirando hacia los cerros, a la derecha está el Sur, donde empieza la numeración, y a la izquierda, el Norte. Si uno se desorienta simplemente debe preguntar: nadie en Colombia parece dispuesto a dejar que uno se pierda; el esfuerzo de las explicaciones sorprende.

Si uno igual tiene que llamar al hotel o un taxi, no escasean las formas de comunicarse. Basta mirar alrededor para encontrar un puesto callejero que promocione minutos a celular , por 200 o 300 pesos (unos 20 centavos de dólar) . A modo de locutorios individuales, muchos bogotanos tienen la changuita de ofrecer su propio teléfono para llamadas públicas. Es fácil encontrarlos: llevan carteles colgados o están en las esquinas, con uno o varios aparatos para utilizar.

Barrio La Candelaria

La zona C
La Candelaria es el casco antiguo y epicentro político. También un viaje en el tiempo, por sus construcciones coloniales con balcones, rejas y celosías. Y por su historia, claro. La plaza de Bolívar es todo un símbolo, al igual que edificios como el Capitolio y el Palacio de Justicia, o la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Es el barrio más bohemio y atractivo, con calles empinadas, estudiantes a toda hora y una decena de hostels. La juventud se destaca, mientras se está reactivando el turismo general, a partir de su sello: Zona C, justamente por Candelaria.

Casi un siglo al pasado se viaja en el Café Pasaje, frente al parque de los Periodistas, donde aún se juntan cachacos con bastones y sombreros, que mantienen su esencia aristocrática y discuten sobre tiempos pasados. De familias típicas bogotanas, se diferencian de los rolos , que también nacieron en la ciudad, pero sus padres o abuelos llegaron de otras regiones, enriqueciéndola con sus diversas culturas.

Entre vendedores ambulantes, algún serenatero sin orquesta y aires de melancolía, el bar es parada también de universitarios, al igual que el San Moritz, un poco más alejado (calle 16, 7). Son sitios ideales para tomarse un tinto, que en Colombia no es vino, sino café negro.

Ambiente clásico, pero algo más turístico, ofrece La Puerta Falsa, restaurante cálido de tiempos de antaño, con tamales riquísimos frente a una ex puerta lateral (quedaron las marcas) de la catedral Primada. En la misma cuadra está Mama Lupe, con manjares dulces, también santafereños. Y en la esquina, el moderno Centro Cultural García Márquez.

Una cuadra hacia la colina se ubica la Manzana Cultural, con la biblioteca Luis Arango y sus libros antiquísimos, además de muy buenas muestras temporales. El Museo del Oro del Banco de la República está en reparación, pero parte de su increíble material puede verse en el Museo de Arte, frente a la biblioteca.

También se encuentra allí el Museo Botero. Pinturas como En el parque y El ladrón se exhiben entre 123 obras del gran artista de origen paisa , cuyas esculturas se encuentran en el segundo piso.

El teatro Colón está en reparación, pero en un par de meses podrá disfrutarse nuevamente de su interior neoclásico, sobrecargado y hermoso.

A La Candelaria se puede llegar, desde el Norte, por la avenida Circunvalar (en taxi, de 8 a 10 dólares), que bordea la ciudad por la colina, evita el tránsito y permite ver el verde bogotano, que no es escaso. También se accede con el Transmilenio ( www.transmilenio.gov.co ), sistema de colectivos público, cuyas estaciones anuncian cuánto falta para el próximo micro y ofrece combinaciones (no hay subterráneos todavía, pero el proyecto avanza). Estos lagos ómnibus tienen carriles exclusivos, de manera que se evitan los atascos de las horas pico, aunque en esos horarios viajar aquí es lo menos disfrutable. Cuesta unos 80 centavos de dólar y las precauciones que hay que tener son las mismas que en cualquier otra gran ciudad del continente.

Para La Candelaria uno puede bajarse en la estación Museo del Oro, de la línea J. A la vuelta, lo mejor es tomarlo en Las Aguas, no sólo porque es la terminal y uno puede sentarse, sino también para extender su paseo por el barrio hasta los alrededores del Portal de las Aguas, con más bares y librerías.

Vista de la ciudad desde los cerros orientales

Pasión de multitudes
Se escucha un gol desde el interior de una imprenta. Con la camiseta xeneize, dos jóvenes miran el partido Atlas vs. Boca mientras atienden al público. El local, sobre la carrera (calle) 5, se llama La Bombonera. No son las únicas remeras azul y oro que pueden verse en el centro; incluso uno podría asegurar que hay más que en Buenos Aires. Pasa lo mismo, por ejemplo, con las de River en Santa Marta, ciudad de Radamel Falcao.

Una visita al estadio Campín es casi obligada para conocer un poco más de la devoción por el fútbol que hay en la ciudad. Allí juegan de local los dos equipos grandes, Millonarios y Santa Fe, de manera que casi todos los fines de semana hay algún partido. Sus estaciones del Transmilenio son El Campín y Coliseo.

También se llama La Bombonera un restaurante de Usaquén, otra zona ineludible. Es casi un pueblo dentro de la ciudad, en la altura y con atractivas propuestas gastronómicas. Un almuerzo dominguero es ideal, para aprovechar el mercado de pulgas y darse una vuelta luego por la curiosa sala Cinema Paraíso.

Otra forma de conocer Bogotá es la ruta ladrillo , guiada por las construcciones del arquitecto Rogelio Salmona, que introdujo el rojo (hoy omnipresente) en la ciudad. O desde los miradores de los cerros orientales. O en teleférico, para descubrir en la altura que la ciudad es definitivamente inabarcable.

Sabores de una capital enriquecida
Si a la diversidad de las capitales se le suman recetas del mundo, chef talentosos y mucha atención en el diseño de los locales, el circuito gourmet está garantizado. Hay zonas para comer muy bien en Bogotá. Algunos clásicos, como Andrés Carne de Res ( www.andrescarnederes.com ), ofrecen rumba después de la comida. Otros son mucho más sofisticados. En las zonas turísticas prevalece la comida norteamericana, con puntos altos como El Corral Gourmet, en el parque de la 93. Pero la cocina de autor es la que crece. Algunos ejemplos:
  • El Artista (carrera 14, 98-5): el chef Julián Bohm habla de amigos cocinando. Su propuesta principal es un menú de ¡diez pasos! Puede empezar por una sopa tai de pollo, con pimienta (mucha) y leche de coco, y seguir con helado de melón, cebiche a la mexicana, carne de res en ají peruano... El menú cuesta 30 dólares. El plato, unos 15.
  • Criterión (calle 69A, 5-75) y Pastelería Rausch (70, 6-37): los hermanos Jorge y Mark Rausch se formaron en Inglaterra y Canadá, respectivamente. El primero se especializó en salados y hoy se ocupa de Criterión, uno de los restó más renombrados. El segundo está al mando de la pastelería, de estilo francés y cocina tan casera como versátil. Se puede crear sándwiches a gusto, con panes, quesos y fiambres variados, que se combinan, por ejemplo, con berenjenas asadas, palta, patés y especies.
  • 29 Cocina y Bar (calle 29 Bis N° 5): en el ascendente barrio La Macarena, pleno centro de la ciudad, el corpulento Daniel Kaplan ofrece, con su cocina a la vista, una carta repleta de delicias, en la que sobresalen los risotto, las carnes y los postres. Formado en Estados Unidos y Chile, se especializa en cocina internacional contemporánea. Por personas, unos US$ 30.
  • Doña Elvira (calle 50, 20): creado en 1934, en el barrio Chapinero, pero fuera del circuito turístico, ofrece comida y ambiente criollos. Sobrebarriga, papas chorreadas, chocochuela (rodilla de res), pescuezo de gallina y chuletas de cerdo, las especialidades. Por persona, desde US$ 12. www.restaurantedonaelvira.com
De rumba, entre el reggaeton y la electrónica
Llega la noche y hay que salir de rumba. Colombia no sería la misma sin ella. Un recorrido puede empezar en zonas chic y tranquilas como la T y la G, donde se bebe y se baila, aunque cierran temprano. O en bares más in, como Escobar y Rosas, en plena Candelaria: con decoración farmacéutica (el local era una droguería), pasó del funk al house, y ahora que está de moda, el espacio quedó chico. Para seguir hasta el amanecer, un buen lugar electrónico es Cha Cha (Av. 7, 32, barrio Chapinero), una disco ubicada en el piso 41 de un edificio vacío (ex Hilton). Tiene una pista grande, con estilo loft, y cuatro ambientes más chicos (dos con vista increíble de la ciudad).

Hay zonas más populares, como la 1° de Mayo, donde predomina el perreo. Porque si la electrónica mueve multitudes y la salsa y el vallenato se mantienen como clásicos, es el reggaeton la estrella de los últimos años, como en toda la región. Baile descarado, con pasado marginal y presente generalizado, tiene en Colombia un lugar de privilegio en las noches de rumba.


Murallas, café y Botero
Colombia ofrece todos los climas, además de playas sobre dos océanos, selvas, montañas, incluso desiertos. Y ciudades, claro, algunas imperdibles. El turismo se vuelca más hacia el Caribe, cuyas aguas bañan las costas de Cartagena y Santa Marta, además de rodear a las islas de San Andrés y Providencia. Pero hay otras zonas cada vez más activas, como los Andes, con fuertes atractivos como Medellín o el llamado Triángulo de Café.

  • Cartagena: rodeada por más de diez kilómetros de murallas, es una de las ciudades más lindas del continente. Fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Exhibe coloridas casas de estilo colonial, con frentes muy cuidados e interiores igual de atractivos. Es mundialmente famosa por novelas de Gabriel García Márquez. Acechada por piratas en el pasado, la defensa permanente le dio una identidad muy particular. Cada casa, por ejemplo, tiene amplios jardines, pensados para los tiempos en que salir era difícil y las familias permanecían mucho tiempo puertas adentro.
  • San Andrés: aguas turquesa, arenas blancas, palmeras y mucha calma se destacan en esta isla, que forma un achipiélago junto con Providencia y Santa Catalina, además de varios islotes y bancos de arena. En el pueblo predominan los balcones, muchos aún de madera, con amplias ventanas y frentes de varios colores, aunque el verde, el azul y el amarillo pastel predominan. Con 13 kilómetros de largo por 3 de ancho está a dos horas en avión de Bogotá. Mucha vida de playa y largas noches propone la isla, repleta de extranjeros.
  • Medellín: la ciudad natal de Fernando Botero, de la eterna primavera como la llaman, tiene entre sus principales atractivos justamente el museo dedicado al pintor y escultor. Su tradicional Feria de la Flor, a principios de agosto, dura unos diez días y es el momento ideal para visitarla, porque se cubre de colores. El Poblado es su colmada zona de restaurantes
  • Triángulo de Café: conformada por los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda, la región se consolida como atractivo a partir del acondicionamiento de haciendas tradicionales en alojamientos de alta gama. Desde 900 hasta 2150 metros sobre el nivel del mar en áreas urbanas, en sus tres capitales (Manizales, Armenia y Pereira) se distribuyen los visitantes de manera bastante equitativa.
Aguas de siete colores, veintisiete islas y muchos sitios ideales para el buceo

Un rosario de islas paradisíacas
Islas del Rosario
A unos 90 minutos en lancha, saliendo desde el muelle de La Bodeguita, en la bahía de Cartagena de Indias, y frente a la ciudad colonial, está el paraíso: las islas del Rosario. Un archipiélago con 27 islas que fue declarado, por su riqueza coralina, como parque natural nacional. Aquí está uno de los arrecifes de corales más importantes de las costas del Caribe de Colombia.

Aguas de siete colores, transparentes y apacibles. Playas de arena blanca y cielos azules y limpios caracterizan esta área insular de Cartagena. Otro mundo, sin duda. Aquí es posible desconectarse para disfrutar a plenitud del silencio de cocoteros y de la belleza incomparable de unos mares de aguas tibias que dejan ver sus tesoros naturales sin mucho esfuerzo.

Los amantes del buceo se lanzan con tranquilidad para recorrer el territorio submarino de estas islas que, según los conocedores, poseen unas 50 especies de coral; cerca de 200, en cada caso, de moluscos, peces y celentéreos, y más de 400 foraminíferos, entre otras especies, que pueblan un complejo hábitat de más de 120.000 hectáreas de lecho marino, pantanos, ciénagas y esteros en los que se encuentran fabulosas praderas y recovecos del mar. Un deleite para los buceadores.

Diariamente, desde el muelle de La Bodeguita zarpan lanchas de turismo que ofrecen paquetes que incluyen el transporte, la estada y la comida en hoteles construidos a orillas de las playas. A los viajeros se les brindan almuerzos típicos de la región: plato de arroz con coco, pescado frito, patacones (tajadas de banana madura) y ensalada.

En una de las islas del archipiélago, San Martín de Pajarales, se encuentra el oceanario, construido por un defensor de esta rica zona, y en el que los visitantes pueden interactuar con especies marinas como delfines. De hecho, aquí nació el primer delfín en cautiverio. Auquí se puede apreciar especies maravillosas como tiburones, tortugas gigantes, rayas y meros.

En Isla Grande, la de mayor dimensión de las del Rosario, hay un hotel para disfrutar el día y la noche. Está dotado de diversos servicios para atender a los niños; piscina, en caso de querer cambiar el panorama de la playa, y habitaciones con aire acondicionado. Hay otros hoteles, en otras islas del archipiélago, con cabañas para seis u ocho personas. Eso sí, sólo ambientes compenetrados con la naturaleza.

Santa Marta, cálida, variada y exuberante
Al ritmo del vallenato se disfrutan las noches de El Rodadero, mientras cerca del centro hay playas, bosques, un pueblo de pescadores y un pico de 5775 metros

El ambiente es familiar y el clima invita a una cerveza. Sobre la arena, un grupo de amigos se ríe a carcajadas, muy cerca de otro que baila a ritmo de vallenato. Es de noche en El Rodadero, pero la playa está bien iluminada, por faroles que incluso dejan ver unos cuantos metros del Caribe.

"Pa los años de la casa, tiempos que no olvidaré, recuerdo que en la terraza, siempre se armaba un bembé...", canta un hombre mayor, secundado por acordeón, caja y guacharaca, los tres instrumentos típicos de este ritmo que tiene aquí mucha historia y grandes referentes.

La brisa ayuda a disfrutar del calor, por eso hay gente hasta tarde, todas las noches, en decenas de grupos repartidos en más de mil metros de costanera, sentados en sillas de plásticos o reposeras. Es gente del lugar, no es una fiesta de publicidad.

El Rodadero es el balneario más importante de Santa Marta. Está a unos diez minutos de la ciudad y es la zona con mayor cantidad de hoteles. En temporada alta, se llena de turistas tanto locales como extranjeros.

Un matrimonio mira la novela de las 22, en su puestito de dulces, repleto de galletas de arequipa y coco. Lugareños corren con sillas, para alquilárselas a los recién llegados. Otros, con sus instrumentos, esperan ser contratados por los grupos de amigos para tocar junto a las rondas de sillas. Hay bandas de hasta ocho músicos, que cobran 50.000 pesos por hora, unos 30 dólares. Por lo visto, hay trabajo para todos.

Los fines de semana, después de la medianoche, la juventud copa la playa. Los bares también se llenan, aunque es La Escollera el lugar más convoncante, una disco bien abierta, tipo casa tropical, en una especie de islote y rodeada de verde. Y para una vista ideal del Rodadero, el restaurante Burukuka, calle 15, 1C, edificio Pevesca, tiene un mirador inigualable.

Puerto de Taganga

La pesca del día
Es una ciudad de pasado colonial y presente divertido y amable, donde pueden caminar sin problemas el Pibe Valderrama, Carlos Vives o Redamel Falcao, cuando visitan su tierra natal.

Para llegar hasta el centro, desde la zona de hoteles, hay que atravesar una colina. Tiene su casco histórico en restauración, aunque un paseo por el centro es igualmente atractivo. También su malecón.

Entre los sitios cercanos está la Quinta de San Pedro Alejandrino, donde pasó sus últimos días Simón Bolívar. Es una estancia convertida en museo, dedicada al Libertador de Colombia.

Tal vez el lugar más encantador de la zona, también a diez minutos de la ciudad, es Taganga. Pueblito de pescadores, es también el lugar con más opciones de buceo por la cercanía de arrecifes y especies de la zona, como el pez ángel, el pez trompeta y la raya.

El lugar es perfecto para pasar una tarde o todo el día, almorzar pargo rojo, bonito o atún, que en muy pocos minutos va del mar a la mesa, acompañado de arroz con coco.

La pesca es artesanal, con chinchorro en muchos casos, incluso con arpones. Todas las familias pescan, o la gran mayoría, y cerca del atardecer ofrecen el espectáculo preferido de los visitantes, que se acercan hasta los botes que llegan, descargan y comparten, en un mercado improvisado que se arma todos los días.

La playa está dividida en dos. De un lado los barquitos, del otro los bañistas, frente al reciclado hotel Ballena Azul. Para alojarse, La Casa de Felipe ( www.lacasadefelipe.com ) es el hostel más buscado por los extranjeros,


Parque Tayrona (Foto)
Antes de adentrarse en el parque hay que hablar de Sierra Nevada, la cadena montañosa con el pico más elevado del mundo cercano a una costa, con 5775 metros de altura, a tan solo 42 kilómetros del mar. Las laderas que caen al mar son parte del Parque Nacional Tayrona, conformando un curioso sistema de ensenadas y acantilados rocosos, comparado aquí con una mano gigante, cuyos dedos reúnen raras especies de flora y fauna, y una inmensa franja coralina.

Senderos entre bosques exuberantes para caminatas cortas o de varias horas van uniendo las diferentes playas, algunas muy atractivas.

Hay tres entradas. Si el ingreso es por El Zaíno, el primer punto saliente es el Cañaveral, que cuenta con su propio lodge (ver aparte) y una pequeña playa, La Piscinita. Allí comienza la picada hacia Arrecifes, donde hay dos restaurantes y lugar para carpas, pero con el ingreso prohibido al agua por las peligrosas corrientes de la zona.

La playa de La Piscina, con aguas cálidas y tranquilas, es una de las preferidas para bañarse, mientras que Neguanje es la más buscada por los amantes del buceo. Para caminatas largas, hay un circuito de ocho horas hasta un pueblo tayrona, donde se estima que vivieron unas 4000 personas.
Todas las casas tienen vista al mar, al igual que la zona de relax

Chozas tayronas devenidas spa
Los ecohabs son parte de un alojamiento de alta gama dentro del parque nacional
El arrullo permanente de las olas al chocar contra las enormes piedras volcánicas que yacen en la playa es la música de fondo de los días de descanso que se escurren sin que uno se dé cuenta en el parque Tayrona. Aquí, además de las carpas de viajeros norteamericanos y europeos que quieren encontrarse con la naturaleza, tienen su lugar quienes se desplazan de un país a otro en busca de comodidades.

En este parque nacional, cuyos servicios turísticos son administrados por la empresa Aviatur (más en www.concesionesparquesnaturales.com ), el confort y el lujo están en los 14 ecohabs , especie de chozas diseñadas con características de la arquitectura tayrona, un pueblo indígena que habitó la región por muchos siglos.

La apariencia, en este caso, engaña, pues aunque desde la playa se vean como simples albergues con techo de hoja de palma, en realidad son casas amobladas de dos pisos.

En el primero están el baño, la sala de estar y una terraza; en el segundo, la zona de descanso, con comodidades como hamaca, cama doble, aire acondicionado y cajilla de seguridad. Por supuesto, desde todas ellas se observa el mar.

Para completar la sensación de relax está el spa, en el que dos masajistas expertas ofrecen a los visitantes tratamientos corporales con sales del Mar Muerto; chocolaterapia, aromaterapia, y otros con yogurt y frutos salvajes.

Es la marca Gerard s la responsable de proveer al Spa Tayrona de los productos estéticos que allí se usan y venden. Aquí también es posible disfrutar de una excelente comida en su restaurante, que ofrece desde sofisticadas recetas internacionales hasta una sencilla hamburguesa, sándwiches, carnes, pescados o pollo a la parrilla.

Luego de haber disfrutado de un agradable almuerzo, una buena manera de hacer la digestión y desconectarse del mundo es emprender una descansada caminata junto al mar, hundiendo los pies en la arena y los ojos en el horizonte.

También es aconsejable trepar algunos metros hasta una de las rocas que dominan la orilla y contemplar cómo las olas arropan con espumas blancas las redondeces de las piedras y castigan con violencia sus paredes. El lugar, justo frente a los catorce lujosos ecohabs, es sagrado para los indígenas de la zona, que llegan hasta esta pequeña cumbre a presentarles a los dioses ofrendas extraídas de la tierra.

Desde allí arriba, donde alcanzan a aterrizar pequeñas gotas resultantes de los golpes del agua con las piedras, se comprende por qué no es recomendable nadar en la zona. Ante semejante panorama, los visitantes prefieren leer un libro. Otros se inclinan por caminar por la arena o ir a las playas más lejanas.

Los más aventureros piden la ayuda de un guía y toman el camino hacia el sur, entre ásperas rocas volcánicas grises detrás de las cuales salen corriendo iguanas de color verde encendido, y a través de blandas arenas café con leche entre las que están ocultas, en lugar de conchas, piedritas verdes, azules y rojizas.

Datos útiles
  • Embajada de Colombia en Buenos Aires: Carlos Pellegrini 1363, piso 3; 4325-0258. Por e-mail: turismo@embajadacolombia.int.ar
  • Clima: En casi todo el país hay dos estaciones de lluvia: de abril a junio y de agosto a noviembre. Y dos períodos de verano. Bogotá, a más de 2600 metros sobre el nivel del mar, tiene temperaturas que oscilan entre los 5 y 24 grados.
  • Moneda: por un dólar, unos 1600 pesos colombianos
En Internet
www.proexport.com.co y www.turismocolombia.com
www.colombia.com/turismo/sitio/islas_rosario
www.turismocartagenadeindias.com/es/isladelrosario.htm

Martín Wain
Fuentes: La Nación -Turismo /El Tiempo /GDA
Fotos: Felipe Caicedo, Carlos J. Martínez y Martín García /El Tiempo/GDA

domingo, 15 de junio de 2008

Cómo serán los hoteles del futuro

Hotel Burj Al Arab de 7 estrellas - costa de Dubai

La tecnología tendrá un rol clave. Habrá robots-mayordomos, cuartos inteligentes y ventanas contra el efecto del jet lag.

Despertarse con sonidos selváticos y aroma a maracujá, en la habitación 7045 ubicada en el piso 70 de un hotel en pleno Manhattan. No es una escena de una película de ciencia ficción: es el futuro del hotel.

Esta imagen, entre muchas otras más extravagantes, son las que describen los expertos del sector como presagios tecnológicos con que, dentro de no mucho, nos toparemos los viajeros tras hacer el check in en distintos hoteles del mundo.

El año pasado, el Hospitality Design Group y la empresa Gettys, de Chicago, reunieron a 100 expertos de grupos afines al sector hotelero, como Starwood Hotels, Whirlpool y Phillips, con el objetivo de sondear con qué tecnología imaginan que se encontrarán los turistas del futuro en el rubro alojamiento. De esta investigación surgieron 1.000 ideas para desarrollar, acordes a las necesidades futuras, que fueron expuestas en una conferencia realizada en la ciudad de Miami.

Por otra parte, en Argentina, Marca Futuro presentó hace unos meses el prototipo del hotel del futuro, basado en la habitación a medida del huésped, al que se le proporciona un control inteligente para manejar la iluminación, la temperatura, el aroma ambiental, la música, la TV, el chequeo de mails y la reserva de restaurantes o conciertos, sin moverse de la cama de su habitación. De aquí a pocos años, estos proyectos se concretarán.

Grand Hyatt en el rascacielos Jin Nao de Shanghai

Más cambios
Entre las mil ideas de los expertos figura la desaparición de la figura del botones tradicional. que sería reemplazado por un robot mayordomo al servicio del huésped día y noche. ¡Y hasta no hará falta dejarle propina!

Al momento de hacer el check in, es muy posible que las huellas digitales del pasajero se escaneen para agilizar su acceso a ciertas instalaciones, a Internet o, quizás, a un dispositivo inalámbrico, operado por voz y tacto, que sirva para solicitar un servicio dentro del hotel.

De aquí a diez años, en las habitaciones habrá ventanas interactivas que el huésped podrá controlar a gusto, convirtiendo el día en noche o viceversa, por ejemplo. Con un simple movimiento del brazo se podrá bloquear el sonido que proviene del exterior, cambiar la iluminación o agregar árboles a la vista. Las ventanas futuristas (Daylight, de Phillips) incluyen una luz azul, que contrarrestra los efectos del jet lag.

Probablemente los pasillos de los hoteles detectarán la presencia de los huéspedes a través de emisiones de anhídrido carbónico, mientras paneles LCD descenderán del techo formando un cielo con luces que guiarán el camino a la habitación.

Según la tendencia actual, la nanotecnología (la aplicación, investigación y desarrollo tecnológico a escala atómica o molecular) estará presente en el diseño futuro de los hoteles: en las alfombras y en las sábanas, por ejemplo, las nanofibras amortiguarán los ruidos y absorberán la suciedad, se autolimpiarán.

Bañeras que se amoldan al propio cuerpo, azulejos antibacterianos y alfombras en el baño que, por el contacto con la planta del pie, detecten los nutrientes que el huésped necesita, figuran entre las ideas más revolucionarias del hotel del futuro. Y entre las más fáciles de implementar está la de convertir a las habitaciones en vidrieras: los muebles y objetos de decoración, luego de ser testeados, pueden adquirirse al abandonar el hotel. Algunas cadenas ya lo implementaron.

Pero más allá de las especulaciones, ya hay hoteles "high tech" funcionando en el mundo. El 7 estrellas Burj Al Arab, levantado en una isla artificial en la costa de Dubai, fue el primero que anticipó el futuro hotelero, a través de su diseño, su servicio y su tecnología. Burj Al Arab es futurista desde su arquitectura: simula una vela de barco, de 321 metros de altura. En sus habitaciones, redes de sensores activan luces, cortinas y aire acondicionado y las suites tienen sala de cine.

El Grand Hyatt Shanghai, en China, ocupa las plantas que van de la 53 a la 87 del rascacielos Jin Nao, uno de los más altos del mundo. El cuarto de baño de sus habitaciones cuenta con una ducha con pantallas de LCD para seguir las noticias de la CNN durante el baño. En Hong Kong, el Conrad International tiene ciberdetalles en sus habitaciones, como cristales fotograduables para tomar baños de sol en la bañera.

Casi sin darnos cuenta, el futuro va colándose, sin prisa y sin pausa, en nuestros viajes.

Nora Vera
Clarín - Viajes
Fotos: Web

lunes, 9 de junio de 2008

Africa: con banjo, bongo y maraca

La percusión y el ritmo, infaltables en la música negra

Un paseo por la música revela la hermandad afroamericana. La guitarra y los instrumentos de percusión vertebran muchos pentagramas de ambos continentes. El soul y el hip hop arrasan en Kenya. Y hasta el ritmo ritual del trajín comercial remite a nuestro carnavalito norteño.

Hay cosas tan cercanas que a veces no se ven. Del otro lado del Océano Atlántico, a escasas cinco horas de avión de Buenos Aires, Ciudad del Cabo se erige con todo el encanto de su triple postal: la playa donde convergen el Atlántico y el Indico, las montañas como mesas, con su mantel de nubes, y por último la ciudad, con su moderno centro acristalado y suburbios que conservan los colores de la inmigración holandesa: los boers.

Apenas superado el Cabo, internarse en Sudáfrica es vivir un mundo de contrastes: los mismos que sugiere la música del continente negro. Del señorío de Pretoria o el ajetreo de gran urbe de Johannesburgo, se llega muy rápido al Parque Kruger, con su agrestes vegetaciones y animales sueltos de todo tipo, entre los cuales el que más cuesta ver es justamente el rey de la selva.

Basta apenas con cruzar un delgado estrecho para estar en Madagascar y sentirse parte de un exotismo que está casi a la vuelta de la esquina, probar la carne de cocodrilo, un poquito más dura que la pechuga de pollo –a su vez manjar favorito de estos reptiles–, tomar algo de piña y dormir al céfiro de la noche.

Grupo de Djembes

La patria de Mandela podría perfectamente ser, para los argentinos, la puerta a un continente misterioso y sensual que poco conocemos. Tan cerca como la misma Ushuaia, Africa parece todavía lejana y exótica. Lo mismo sucede con su música, que, en realidad, está todavía más cerca que su geografía, porque se la encuentra instalada en nuestro propio continente. Para ejemplo, está nuestro tango, inconcebible sin ciertos ritmos negros aportados por esos esclavos que poblaron las casas coloniales y que terminaron de extinguirse con la Guerra del Paraguay.

Pero la esclavitud, como la conquista española, llegó primero al Caribe, y con ella, el ritmo del calipso, que pronto abrevó en las influencias de Inglaterra, Francia y la Península Ibérica. De allí vino el reggae, y en Estados Unidos, el blues y los spirituals, con la fuerte impronta religiosa y sureña.

La mixtura era inevitable, porque los europeos nunca dejaron que esos ritmos rebeldes e incandescentes florecieran solos, sino que intentaron en vano disciplinarlos con armonías y melodías del Viejo Mundo traídas a estas Indias Occidentales. Así se acallaron muchos de los instrumentos de percusión autóctonos de Africa, pero el banjo sobrevivió y tuvo su papel dominante en los orígenes del jazz.

Los productos más altos de esa fusión son el jazz y el tango, pero también se amalgamaron en este crisol los sonidos del soul, el funk, el rap y el mismísimo rock and roll. Es que el ritmo es la base de la música africana, porque refleja esa noche de los tiempos que es pleno día para tantas tribus y etnias que viven un presente muy distinto del nuestro.

Darbukas egipcias

Travesías
Quienes busquen una cuota mayor de exotismo deben cruzar el continente para ir al lugar donde nació su historia: Egipto. Remontar el Nilo, desde su desembocadura en el Mediterráneo hasta su nacimiento en el lago Victoria, no es sólo recorrer el río más largo del mundo: es hacer un viaje con la máquina del tiempo.

Una ciudad caótica e intensa como El Cairo, que a diferencia de las poblaciones europeas ha crecido de afuera hacia dentro, puede provocar vértigo con su tránsito non stop y sus locales abiertos a toda hora, en los cuales uno puede comer una hamburguesa mientras escucha a Julio Iglesias como música funcional.

Locuras de una globalización que no parece haber llegado a las aldeas que, desde el tren superpoblado, se observan en las riberas del Nilo, donde la tracción a sangre, pero humana, sigue siendo el principal medio de transporte de los productos de una agricultura elemental. Asuán –la ciudad de la represa que casi nos deja sin los colosos que salvó la Unesco– sorprende por sus tiendas, con esa música inconfundible del trajín comercial, el mismo que rodea la zona turística de las pirámides, donde uno puede vender a su mujer por un camello. ¡De haberlo sabido!, dirán algunos, o ¡Gracias por el dato!, dirán otros. Pero a no dudar, que el humor está presente entre los más pobres de ese rincón del mundo, incapaces de aceptar la independencia femenina.

Kora de senegal

Ya en el centro, cruzando el desierto, en el corazón del viejo Congo Belga, el Zaire de la época de Mobutu, hoy República Democrática del Congo, laten los tambores de más de una raza, alguna vez reflejados en la Misa Luba que Ariel Ramírez tomó como modelo para su Misa criolla.

Más al sur, reposando sobre el Indico, la vieja colonia inglesa de Kenya, con su parque nacional cerca de la capital, Nairobi, plagado de jirafas, es otro de los atractivos. Kenya limita con Etiopía, Somalia, Tanzania, Sudán y el mismo lago Victoria. En su territorio se ubica uno de los montes más altos de Africa, el que da nombre al país, y se divisa el mítico Kilimanjaro, techo del continente. A su sol perpetuo se suman las cumbres y laderas nevadas, algo poco asociable a este paisaje.

La guitarra es el instrumento por excelencia de la afro-fusión, popular en Kenya, tanto entre swahilis como congoleses. Hoy los derivados del soul y el hip hop están arrasando entre los fans locales. El inglés y la cultura norteamericana ya han empezado a predominar en la rica vida musical –callejera o comercial– de uno de los enclaves más ricos de Africa, paso obligado entre varios continentes.

Y así podrían multiplicarse los ejemplos, para demostrar que las distancias suelen ser más imaginarias que reales en este mundo donde la cultura tiende a estrechar lazos entre los hombres.

Senegal: músico dirigiéndose a la playa para ensayar

Para todos los gustos
Recorrer una selección de música africana nos revela la hermandad del continente negro con el americano. Aquel ritmo tribal nos parece chamamé o marcha; aquella melodía nos remite enseguida a la música brasileña, a su sensualidad encarnada en tantos cantautores entrañables: Vinicius de Moraes, Caetano Veloso, Gilberto Gil, João Gilberto, sin olvidarnos de uno de los máximos músicos de América latina: Heitor Villa-Lobos, capaz de amalgamar Bach con sus raíces y las del propio jazz, ni tampoco del tango brasileño y los chorinhos de Ernesto Nazareth.

Precisamente, el CD dedicado a Africa del sello EMI / Petrol sorprende por la variedad de su antología, que al incluir obras americanas reduce la brecha entre los géneros más actuales de la música popular y comercial y sus antecedentes folclóricos.

El mantra, como repetición ritual de ciertas expresiones evocativas, aparece desde el primer tema, Mesé Maikwaná, al igual que en Kisselengenha. La impronta brasileña se deja oír en Marikuninha, con su ritmo de axé, y las guitarras claras de Madalena, de Santos Junior. Puramente comerciales se revelan Salabude y Pim-Pam-Pum, de Ghorwane (Jorge Cesar), que proponen un estilo más pasatista, con buena percusión y cuerdas y un sonido muy directo. Más interés tímbrico generan, en cambio, La cuna del hombre, de Garry Judd, un tema instrumental casi minimalista al que luego se suma un coro, y que va ingresando, a lo largo de su interesante desarrollo, en zonas más oscuras de la sensibilidad, y también dos temas de Stella Chiweshe: Huvhimi, con su sonoro vibráfono, y Uchiseka, tan cercano a nuestro querido carnavalito.

Daniel Varacalli Costas
Diario Perfil - Turismo
Fotos: Web y Perfil

jueves, 5 de junio de 2008

Manaos-Brasil: zona franca en la selva

Muelle de Manaos

A fines del siglo XIX, el caucho le abrió las puertas del lujo y los caprichos europeos. Pero en 1912, el contrabando de semillas de látex le arruinó la fiesta. Debió esperar hasta1967, cuando fue declarada puerto libre de impuestos, para despertar de la siesta amazónica. Hoy alberga 400 industrias, celosas del cuidado del medio ambiente.

Visto desde arriba, Manaos es un páramo de cemento perdido en la inmensidad de la selva, rodeado de ríos que serpentean, se separan, se vuelven a unir y se abren paso entre los árboles milenarios que no se rinden frente a la avanzada del hombre. Vista desde abajo, no es muy diferente. La selva se hace sentir al segundo de descender del avión: la ropa se adhiere instantáneamente al cuerpo, las manos comienzan a sudar y el calor sofoca. Pero es hasta aclimatarse, aseguran los lugareños. Y es cierto, 24 horas después uno siente que siempre ha vivido con un 90 por ciento de humedad en el aire. Entonces es posible recorrer una ciudad en la que conviven el esplendor europeo de fines del siglo XVIII y las industrias que llegaron de a cientos de todas partes del mundo, a partir de que se declaró a la capital del estado de Amazonas “zona franca libre de impuestos”, durante la década del 60.

El contraste puede ser violento en un principio, pero luego da a esta ciudad que se asoma tímida en medio de la selva tropical más grande del mundo un toque distintivo, una personalidad única y una riqueza incomparable para el turista que quiera revivir la historia, la próxima y la más lejana, en cada rincón de Manaos.

Su historia. La ciudad de Manaos (“madre de Dios”), creada en el siglo XVII como un fortín portugués, comenzó a tomar importancia en el mapa mundial a partir del descubrimiento del caucho, materia prima para los neumáticos de autos. Así surgió, casi de un día para otro, una clase adinerada, a la que se conoció como “los señores del caucho”. Gracias al boom automotor, su fortuna creció a tal punto que estos pocos privilegiados comenzaron a soñar con algo así como una sucursal de Europa en medio de la selva sudamericana, con París como modelo a seguir. Se construyeron palacios, el Mercado Municipal –réplica del desaparecido Les Halles de París–, el puerto flotante y el Teatro Opera del Amazonas, una de las obras arquitectónicas más imponentes de la historia, no sólo por sus materiales, sino también por el desafío que implicó construirlo. La obra tardó diez años y concluyó en 1862, después de una inversión de diez millones de dólares y el trabajo de cientos de albañiles y artesanos. Entre los materiales, importados de Europa, se cuentan hierro forjado en Glasgow para sus columnas, cristales y arañas de Bohemia, mármoles y porcelanas italianas, y 66 mil azulejos franceses con los que se construyó su maravillosa cúpula azul y verde, entre cientos de otras suntuosidades. Además, trabajaron en la ambiciosa obra decenas de artistas, encargados de pintar las decoraciones de los enormes salones interiores. Por ese entonces, las mayores compañías de teatro y música del mundo viajaban para presentarse aquí. Hoy sigue activo, y todos los viernes los espectáculos, menos glamorosos que antaño, atraen a los habitantes de Manaos.

Plaza de San Ignacio

Aunque por décadas pareció que la prosperidad no tendría fin, la historia siempre termina por probar lo contrario. Manaos no fue la excepción: en 1912 Henry Wickman, explorador británico, sacó de contrabando 70 mil semillas del árbol que daba el látex. Germinaron nada menos que en los Jardines Reales Británicos, y ahí acabó la historia para la París amazónica.

O al menos esa parte de su historia, porque después de la inevitable decadencia, y cual Ave Fénix, la ciudad renació de entre sus cenizas cuando fue declarada, en 1967, mientras en el país regía la dictadura militar, “zona franca libre de impuestos”, con incentivos fiscales y medidas de fomento de inversiones. Entonces se permitió el libre ingreso de todo tipo de piezas para la fabricación de productos industriales y electrónicos, y las marcas internacionales llegaron dando nacimiento a un polo de desarrollo industrial en medio de la mayor selva del mundo, que alberga a más de cuatro mil especies vegetales y otras tantas de animales, y que en algún momento fue el hogar de siete millones de indios, de los que ya no queda casi rastro.

Su presente. Hoy en Manaos viven cerca de dos millones de personas. Unos pocos son nacidos y criados, pero la gran mayoría es producto de la migración interna. Ellos llegaron a la capital de Amazonia en busca de una fuente de trabajo en alguna de las 400 industrias allí radicadas y una mejor calidad de vida que en las grandes metrópolis como San Pablo. Quienes llegaron hace tiempo se lamentan al ver la avanzada del cemento, la proliferación de shoppings y el congestionado tránsito por sus calles principales. Recuerdan con nostalgia la época en la que no era necesario caminar más que unos pocos pasos para sumergirse entre los árboles de más de 12 metros de alto, las lianas y las cañas de bambú de 40 metros de altura, y perderse escuchando los sonidos de ararás y demás pájaros, que aún hoy se pueden encontrar entre los pedazos de selva que se abren paso apenas la ciudad se distrae un momento. Sin embargo, rescatan que, gracias a la abundancia de fuentes de trabajo, la tala es menor y el cuidado del medio ambiente toma mayor protagonismo que en el resto del estado (los tachos de basura diferenciados están en cada esquina). De hecho, en Manaos aún se conserva el 98 por ciento de la selva, mientras que en otras ciudades ese porcentaje apenas trepa al 30.

La ciudad hoy combina aquellos palacios victorianos de señores holandeses e ingleses, que decoran la parte antigua, donde también se erigen en torno a la plaza –lugar elegido por los jóvenes de la ciudad para disfrutar las siempre calurosas tardes– la Opera y la Iglesia de San Ignacio, con modernos edificios, comercios y el bullicio del regateo en el Mercado Municipal, donde se compran y venden desde mp3 y televisores hasta frutas (plátanos gaviola o açaí, sobre todo), verduras (mandioca) y pescados típicos de la región, como el tucunaré, el tambaqui o el popular piracurú, que puede alcanzar hasta tres metros y pesar lo mismo que media res y se lo come como si fuera una costilla de cerdo en vez de un pez de agua dulce, firme y sabroso (es servido, como la estrella de la carta, en la mayoría de los restaurantes de la ciudad). También abunda el guaraná en polvo, un energizante natural muy frecuente en todo Brasil, autóctono de esta zona, los talismanes del culto Umbanda y las hierbas medicinales preparadas con recetas aborígenes.

Teatro Opera

Su mayor atractivo. Desde su puerto flotante, construido en 1902 de tal manera que puede fluctuar hasta 14 metros –dado que las fuertes lluvias entre diciembre y marzo alteran considerablemente el nivel del agua– parten las barcazas para realizar el paseo más atractivo de la ciudad: el Encontro das Aguas, un recorrido por el río Negro, a la vera del cual descansa Manaos, hasta su confluencia con el Solimoes, donde nace el Amazonas según la cartografía (aunque en general se considera como su origen los deshielos de los Andes). El trayecto son seis kilómetros, en los cuales se disfruta de la vista de varias casitas de colores elevadas sobre palafitos por las bruscas subidas del agua, propiedad de los pescadores, y gasolineras flotantes –“es que los ríos son nuestras rutas”, explica el guía– y, cuando el paisaje comienza a parecer monótono, se divisa el motivo por el cual la mayoría de los turistas llega a Manaos. El fenómeno es extraño, una línea divisoria, tan perfecta que parece trazada con regla, separa a un río del otro. Distintas temperaturas, caudales y velocidades impiden que se amalgamen (la velocidad del río Negro es de un kilómetro por hora y su temperatura, 22 grados, mientras que el río Solimoes corre a 2,5 kilómetros por hora y su temperatura es de 19 grados). Por largos kilómetros, después del encuentro, el río Amazonas corre con dos colores de agua bien diferenciados, uno negro y otro café. Con suerte, se podrán observar los dos tipos de delfines que habitan sus aguas, los Tucuxi y los Rosa, que sólo se encuentran aquí, cuando su capricho manda.

Allí comienza toda una nueva travesía, que suele tener como destino final el Parque Ecológico Janauary, y que permite conocer los igapós (floresta inundada) y los igarapés (arroyos). El otro camino que eligen los más aventureros es subirse a una de las barcazas mayores, con hamacas paraguayas, para sumirse en las profundidades de la selva y desentrañar sus misterios. Pero ése es otro capítulo, que poco tiene que ver con Manaos, puerta de entrada a la mayor selva del mundo, una ciudad digna de visitar, recorrer y descubrir de a poco.

Los Ríos Negroo y Solimoes corren 6 kms. sin mezclarse

Polo industrial
El polo industrial que se desarrolló en Manaos, capital del estado de Amazonia, y que ya cuenta con más de 400 industrias (Nokia, Mercedes Benz, Sony, Honda, etc.), tuvo su origen en 1967, cuando el gobierno militar declaró a la zona libre de impuestos. El motivo fue, según aseguran los lugareños, poblar la ciudad ante los rumores de un ataque comunista. La jugada salió bien, y en poco tiempo llegó gente de todas partes de Brasil para instalarse en una zona en la que el entorno es más amigable y el estrés de la ciudad no se siente, al menos no con tanta intensidad. Hoy las fuentes de empleo directas superan las 100 mil.

Hubo condiciones, eso sí: las industrias debían tener especial cuidado del medio ambiente, y así lo hicieron. Entre todas, la más proactiva al respecto es la fábrica de Nokia, donde se produce 1 millón de teléfonos por año y trabajan 1.500 personas. Aquí se adoptó una política medioambiental que se usa como ejemplo para aleccionar al resto, ya que se controla fuertemente el uso de energía –el 80 por ciento de las luces se apaga a las 18 horas y hay sensores para saber cuándo no se la está utilizando racionalmente–, el consumo de agua –en los últimos dos años se logró una reducción del 30 por ciento reemplazando los grifos tradicionales por otros con sensores–, se utiliza papel reciclado, se está trabajando en un nuevo proyecto para poder reciclar baterías y se mantiene una política de educación ambiental para los empleados. La idea de esto es que puedan luego llevar la costumbre a sus casas y así lograr un efecto multiplicador.

Datos utiles
Cómo llegar
La línea aérea Tam ofrece pasajes, con escala en San Pablo.

Dónde alojarse:
Una habitación en hotel cinco estrellas, desde US$ 120. También existe la opción de alojarse en un hotel en medio de la selva, a los que se accede sólo por barco (desde US$ 330).

Souvenirs
En el Mercado Municipal se pueden conseguir todo tipo de artesanías autóctonas de la región, como pequeñas barcazas o canoas con pirañas disecadas. Además, hay talismanes del culto umbanda y hierbas medicinales.

Qué comer
Los pescados amazónicos son la especialidad en la mayoría de los restaurantes: tambaquí, piracurú y pacú se sirven al horno, fritos o en milanesa. La caldeirada de peixe es una mezcla de pescado, verdura y legumbres, aderezado con especias.

Perfil -Turismo
Fotos: Perfil

domingo, 1 de junio de 2008

Archipiélago de las Galápagos

La famosa tortuga gigante, símbolo de estas islas del Pacífico

El mítico archipiélago y parque nacional ecuatoriano deslumbra hoy al visitante igual que lo hizo alguna vez con Charles Darwin; un paraíso natural no siempre cuidado, pero que aún tiene otra oportunidad de ser preservado

Hace unos años, un querido amigo, muy viajero y excelente compañero para travesías no convencionales, acababa de retornar de su visita a las Islas Galápagos y protestó: "Pagué tanto para ver tan poco". Creí comprenderlo: Carlos, empresario hotelero, residía en Puerto Madryn, zona ideal para ver ballenas, mamíferos marinos y pingüinos a escala mayorista. No era fácil impresionarlo...

Ahora, después de un par de días en las mismísimas y legendarias Islas Galápagos, no puedo dejar de pensar que Carlos debió perderse algo. Quizá fue mala suerte, la época del año equivocada o un tour errado. Porque, a pesar de su decepción, este archipiélago del océano Pacífico es verdaderamente mágico.

Las Galápagos hoy forman parte del territorio de la República del Ecuador, de cuya costa continental distan unos mil kilómetros. Todos los días llegan allí aviones con su carga completa de turistas. La gran mayoría, norteamericanos y europeos, como lo fueron también sus primeros exploradores y quienes las depredaron hasta el espanto.

Hoy son otros los tiempos y son otros los peligros. La presión del turismo duplica la cantidad de visitantes que las autoridades consideran sustentables para un ecosistema tan delicado. Y aunque los viajeros suelen tener un perfil culto y respetuoso por la naturaleza, traen aparejada indirectamente una sobreexposición por parte de los habitantes locales y otros emprendimientos involucrados.

Quienes las recorran hoy ya no las verán como las conocieron Berlanga, Dampier, Cowley o el mismísimo Darwin. Y el proceso sigue: es probable que su entorno natural se siga deteriorando hasta un punto crítico y las islas pierdan interés o deban cerrarse a la ocupación humana durante décadas para su recuperación.

Por ahora, casi todo el archipiélago ha sido convertido en un parque nacional, incluyendo muchos sectores de ingreso totalmente restringido. Existen fundaciones que también trabajan para la conservación del hábitat. Pero la herencia de la depredación de la fauna silvestre -políticamente correcta en nuestro mundo hasta no hace mucho tiempo- y las consecuencias de permitir y hasta fomentar asentamientos urbanos y agropecuarios pusieron en riesgo la perdurabilidad de este laboratorio natural, considerado la cuna de la teoría darwiniana.

Puerto Baquerizo Moreno

Aun así, las Galápagos conservan todavía la magia de un escenario de fantasía, una especie de parque temático de la época de Adán y Eva. No es que sean tantas ni tan extravagantes las especies de animales y plantas. Lo que llama la atención es su mansedumbre. Aves, lobos marinos, reptiles y las tortugas gigantes que dan nombre al archipiélago ignoran a los humanos que se les acercan. Y hasta parecen posar para las cámaras con cierto exhibicionismo. Excepto, quizá, para mi amigo Carlos...

Directamente bajo la línea del ecuador, la temperatura es elevada, pero no tanto. Y la humedad varía fuertemente dependiendo si uno se encuentra al este o al oeste de cada isla o en las lomas del interior. De diciembre a mayo el clima es más cálido y lluvioso, el resto del año es más ventoso y seco, pero cada mes tiene el atractivo de algún tipo de actividad particular en la fauna. El suelo es mayormente rocoso y volcánico, y tanto plantas como animales están adaptados a un ambiente con una tremenda escasez de agua dulce. La falta de ríos y manantiales fue, quizá, la bendición que alejó al hombre durante siglos y conspiró para el fracaso de los intentos de explotación organizados.

Hay dos modalidades básicas para visitar las Galápagos. La más completa y costosa es a bordo de un crucero. Docenas de barcos de variado porte, incluyendo veleros, realizan recorridos de varios días alrededor de las islas, con algunos desembarcos.

La otra opción es una estada terrestre en Puerto Ayora, isla Santa Cruz, donde hay varios hoteles de buen nivel. En general, los paquetes de hospedaje incluyen la cena y excursiones diarias en lanchas a diversos puntos cercanos, con comida a bordo. En ambos casos, salvo recuerdos y bebidas, los gastos extra son pocos.

Puerto Ayora, isla Santa Cruz

Excursiones, traslados y más
Metropolitan Touring es una de las compañías más importantes que organizan el turismo a Galápagos. Cuenta con varios barcos grandes y opera el hotel Finch Bay, cercano a Puerto Ayora.

Este hotel merece un párrafo aparte pues es uno de los mejores resorts de todo Ecuador. Es el único hotel en Galápagos con todos los servicios y playa propia, y aunque se ubica a sólo unos cientos de metros del puerto, su único acceso es por agua, aislándolo completamente del movimiento del pueblo. Se llega en los botes del hotel o en bote taxi hasta un pequeño muelle desde donde comienza una larga pasarela entre los manglares que conduce a las cabañas. Mónica, una hermosa ecuatoriana de ojos verdes como el mar de Galápagos, es la gerente. Ella y sus compañeros de trabajo, todos muy jóvenes, reciben a los recién llegados con la mayor simpatía y están prestos a organizar cualquier plan que tenga el visitante. Según Mónica, aunque la mayoría de sus huéspedes son americanos y europeos, "los latinoamericanos se sienten muy a gusto. Modales parecidos y, fundamentalmente, el mismo idioma crean de inmediato lazos de afecto con el personal. Cada despedida tiene algo de nostalgia".

El tema del idioma no es menor. Entre las islas exóticas que pueden visitarse en los mares del mundo, no son muchas aquellas donde el argentino puede sentirse cómodo hablando en su lengua. Aquí no es necesario buscar un argentino -que, además, no abundan- o algún latinoamericano exiliado para entenderse en un comercio o restaurante.

El ingreso al archipiélago se suele efectuar a través del aeropuerto de la isla Baltra, donde llegan varios vuelos diarios desde Quito y Guayaquil, en el continente. El visitante debe someterse a una estricta revisión para evitar la entrada de elementos contaminantes del hábitat local y pagar la entrada al parque, que, para argentinos, asciende a US$ 50 (el doble para no latinoamericanos). Un bus lo llevará hasta un embarcadero cercano donde una lancha lo cruzará a isla Santa Cruz. Nuevamente en un bus se atraviesa la isla de Norte a Sur hasta Puerto Ayora donde se toma el crucero o se arribará al hotel.

Esta localidad es una pequeña ciudad cuyo centro puede recorrerse en algún rato libre. Hoteles, comercios de souvenirs y restaurantes se despliegan a lo largo de la avenida Charles Darwin. Amerita una caminata ya que puede verse algo de la vida local: adolescentes jugando volley en la Costanera o pescadores comerciales limpiando los pescados recién traídos para la venta, rodeados de pelícanos que esperan que se les tire algún descarte, como si fueran perritos esperando un hueso.

Ese cruce de Santa Cruz es una excursión en sí misma. De la costa se asciende hasta el centro de la isla, a algunos cientos de metros sobre el nivel del mar, donde la temperatura es menor y las lloviznas son habituales. Se visitan dos cráteres y un bosque endémico en peligro. Dependiendo del momento del año, es posible que se visite un área habitada por tortugas.

La capital de la provincia de Galápagos es Puerto Baquerizo Moreno, en la isla San Cristóbal. Se puede llegar allí navegando o en avión. También cuenta con hoteles y servicios turísticos.

Los sitios de visita autorizados por el Parque Nacional se diseminan por varias de las islas y están estrictamente reglamentados en cuanto a las posibles actividades, como avistamiento de colonias de animales y buceo. Hasta los veleros privados tienen restricciones en cuanto adónde navegar. Las agencias y los hoteles organizan las excursiones, y es poco lo que puede hacerse por cuenta propia.

Iguanas

Religiosos, piratas y hombres de ciencia
Todavía se menciona el mito poco convincente de que los incas las visitaron hace muchos siglos. Pero lo comprobado es que Tomás de Berlanga, cuarto obispo de Panamá, las descubrió en un viaje al Perú en 1535. Una calma de varios días en los vientos provocó que la corriente lo arrastrara a unas islas desconocidas, donde desesperadamente buscó agua. Una tras otra, las islas lo defraudaron, ofertándole apenas el jugo de unos cactos y unos charcos remanentes de las últimas lluvias. De todas formas, luego de otras peripecias logró regresar al continente para contar su historia al rey en una carta del 26 de abril de 1535. En ella mencionaba que en la primera isla, el 10 de marzo, no hallaron "sino lobos marinos, e tortugas e galápagos tan grandes, que llevaba cada uno un ombre encima, e muchas higuanas que son como sierpes." (sic) De una segunda isla dice: "Muchos lobos marinos, tortugas, higuanas, galápagos, muchas aves de las de España pero tan bobas que no sabían huir, e muchas tomaban a manos lo mas della está lleno de piedras muy grandes, que parece quen algun tiempo llovió Dios piedras". Luego de algunas visitas esporádicas, le llegó el turno a piratas y corsarios en los siglos XVI y XVII. En la década de 1680 Dampier y Cowley fueron los más notables ya que dejaron descripciones y mapas. Encontraron agua e iniciaron la dieta de tortugas gigantes que se mantuvo por un cuarto de milenio, especialmente como medio de aprovisionamiento de carne fresca en las largas travesías marítimas. A partir del siglo XVIII aparecieron los balleneros y loberos. Y a ellos se sumaron en 1832 los colonos ecuatorianos. Resultado: efectos catastróficos sobre lobos marinos y tortugas, y la introducción de especies ajenas que agravan hasta hoy el desequilibrio. Se calcula que de 1684 a 1860, más de un millón de tortugas fueron sacrificadas.

La Estación Científica Charles Darwin en Puerto Ayora se ocupa de la reproducción asistida de estos reptiles y merece ser visitada. Es, además, hogar del famoso Lonesome George, último ejemplar de una de las especies de tortugas gigantes del archipiélago. El Solitario Jorge es originario de Isla Pinta. ¿Acaso esto significa que cada isla tiene su propia especie de tortugas? Un rotundo sí. Bienvenidos al mundo de la teoría darwiniana o de la supervivencia de los más aptos.

Aunque Charles Darwin estuvo sólo un mes y medio (1835) en las islas, merodeando y recolectando muestras, comenzó la incubación de un nuevo paradigma de la biología y del pensamiento humano en general. Las observaciones de campo y las muestras -algunas de las cuales pertenecen en realidad a otros miembros de la expedición del Beagle- se conjugaron para aparecer por escrito en 1859 con el título de El origen de las especies. Cada isla tenía su propia variedad de pinzones, con picos adaptados al alimento preponderante. Y cada isla tenía su propia variedad de tortugas, reconocibles por el dibujo y la forma de su caparazón, vaya a saber por qué.

Otros animales peculiares pueden verse sólo en Galápagos. Iguanas que nadan y albatros que no vuelan deben tener su explicación evolutiva en los libros, pero mucho mejor es poder verlos de cerca con toda facilidad, como ocurre en Las Encantadas, como llamó Herman Melville a las islas a mediados del siglo XIX. El autor de Moby Dick conoció las islas navegando en el ballenero Acushnet cuando era un joven de 21 años. Esa aventura se transformó en letra escrita en un corto relato llamado The Encantadas or, Enchanted Isles.

Los últimos 180 años las islas fueron testigos de muchas historias extrañas. Cada una merecedora de ser guión de una novela. Presuntos emperadores, colonos, asesinatos, una dudosa baronesa, penitenciarías, más cadáveres, reyezuelos, base militar estratégica en la Segunda Guerra Mundial, etcétera. El escritor norteamericano John Woram publicó Charles Darwin Slept Here, en inglés, donde se desentrañan en un lenguaje muy ameno muchos de los misterios de la historia de las islas. Woram dirigió la publicación de un mapa histórico de las Galápagos que acaba de aparecer en Buenos Aires.

Albatros

Datos útiles
Oficina de Turismo de Ecuador en Buenos Aires: 4342-1779.

En Internet
Información turística:
www.vivecuador.com

Historia de las Galápagos:
www.galapagos.to Estación Charles Darwin:
www.darwinfoundation.org

The Nature Conservancy, en Ecuador:
www.nature.org/wherewework/southamerica/ecuador_es /

Sergio Zagier
La Nación - Turismo
Fotos: Web / La Nación