• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

lunes, 9 de junio de 2008

Africa: con banjo, bongo y maraca

La percusión y el ritmo, infaltables en la música negra

Un paseo por la música revela la hermandad afroamericana. La guitarra y los instrumentos de percusión vertebran muchos pentagramas de ambos continentes. El soul y el hip hop arrasan en Kenya. Y hasta el ritmo ritual del trajín comercial remite a nuestro carnavalito norteño.

Hay cosas tan cercanas que a veces no se ven. Del otro lado del Océano Atlántico, a escasas cinco horas de avión de Buenos Aires, Ciudad del Cabo se erige con todo el encanto de su triple postal: la playa donde convergen el Atlántico y el Indico, las montañas como mesas, con su mantel de nubes, y por último la ciudad, con su moderno centro acristalado y suburbios que conservan los colores de la inmigración holandesa: los boers.

Apenas superado el Cabo, internarse en Sudáfrica es vivir un mundo de contrastes: los mismos que sugiere la música del continente negro. Del señorío de Pretoria o el ajetreo de gran urbe de Johannesburgo, se llega muy rápido al Parque Kruger, con su agrestes vegetaciones y animales sueltos de todo tipo, entre los cuales el que más cuesta ver es justamente el rey de la selva.

Basta apenas con cruzar un delgado estrecho para estar en Madagascar y sentirse parte de un exotismo que está casi a la vuelta de la esquina, probar la carne de cocodrilo, un poquito más dura que la pechuga de pollo –a su vez manjar favorito de estos reptiles–, tomar algo de piña y dormir al céfiro de la noche.

Grupo de Djembes

La patria de Mandela podría perfectamente ser, para los argentinos, la puerta a un continente misterioso y sensual que poco conocemos. Tan cerca como la misma Ushuaia, Africa parece todavía lejana y exótica. Lo mismo sucede con su música, que, en realidad, está todavía más cerca que su geografía, porque se la encuentra instalada en nuestro propio continente. Para ejemplo, está nuestro tango, inconcebible sin ciertos ritmos negros aportados por esos esclavos que poblaron las casas coloniales y que terminaron de extinguirse con la Guerra del Paraguay.

Pero la esclavitud, como la conquista española, llegó primero al Caribe, y con ella, el ritmo del calipso, que pronto abrevó en las influencias de Inglaterra, Francia y la Península Ibérica. De allí vino el reggae, y en Estados Unidos, el blues y los spirituals, con la fuerte impronta religiosa y sureña.

La mixtura era inevitable, porque los europeos nunca dejaron que esos ritmos rebeldes e incandescentes florecieran solos, sino que intentaron en vano disciplinarlos con armonías y melodías del Viejo Mundo traídas a estas Indias Occidentales. Así se acallaron muchos de los instrumentos de percusión autóctonos de Africa, pero el banjo sobrevivió y tuvo su papel dominante en los orígenes del jazz.

Los productos más altos de esa fusión son el jazz y el tango, pero también se amalgamaron en este crisol los sonidos del soul, el funk, el rap y el mismísimo rock and roll. Es que el ritmo es la base de la música africana, porque refleja esa noche de los tiempos que es pleno día para tantas tribus y etnias que viven un presente muy distinto del nuestro.

Darbukas egipcias

Travesías
Quienes busquen una cuota mayor de exotismo deben cruzar el continente para ir al lugar donde nació su historia: Egipto. Remontar el Nilo, desde su desembocadura en el Mediterráneo hasta su nacimiento en el lago Victoria, no es sólo recorrer el río más largo del mundo: es hacer un viaje con la máquina del tiempo.

Una ciudad caótica e intensa como El Cairo, que a diferencia de las poblaciones europeas ha crecido de afuera hacia dentro, puede provocar vértigo con su tránsito non stop y sus locales abiertos a toda hora, en los cuales uno puede comer una hamburguesa mientras escucha a Julio Iglesias como música funcional.

Locuras de una globalización que no parece haber llegado a las aldeas que, desde el tren superpoblado, se observan en las riberas del Nilo, donde la tracción a sangre, pero humana, sigue siendo el principal medio de transporte de los productos de una agricultura elemental. Asuán –la ciudad de la represa que casi nos deja sin los colosos que salvó la Unesco– sorprende por sus tiendas, con esa música inconfundible del trajín comercial, el mismo que rodea la zona turística de las pirámides, donde uno puede vender a su mujer por un camello. ¡De haberlo sabido!, dirán algunos, o ¡Gracias por el dato!, dirán otros. Pero a no dudar, que el humor está presente entre los más pobres de ese rincón del mundo, incapaces de aceptar la independencia femenina.

Kora de senegal

Ya en el centro, cruzando el desierto, en el corazón del viejo Congo Belga, el Zaire de la época de Mobutu, hoy República Democrática del Congo, laten los tambores de más de una raza, alguna vez reflejados en la Misa Luba que Ariel Ramírez tomó como modelo para su Misa criolla.

Más al sur, reposando sobre el Indico, la vieja colonia inglesa de Kenya, con su parque nacional cerca de la capital, Nairobi, plagado de jirafas, es otro de los atractivos. Kenya limita con Etiopía, Somalia, Tanzania, Sudán y el mismo lago Victoria. En su territorio se ubica uno de los montes más altos de Africa, el que da nombre al país, y se divisa el mítico Kilimanjaro, techo del continente. A su sol perpetuo se suman las cumbres y laderas nevadas, algo poco asociable a este paisaje.

La guitarra es el instrumento por excelencia de la afro-fusión, popular en Kenya, tanto entre swahilis como congoleses. Hoy los derivados del soul y el hip hop están arrasando entre los fans locales. El inglés y la cultura norteamericana ya han empezado a predominar en la rica vida musical –callejera o comercial– de uno de los enclaves más ricos de Africa, paso obligado entre varios continentes.

Y así podrían multiplicarse los ejemplos, para demostrar que las distancias suelen ser más imaginarias que reales en este mundo donde la cultura tiende a estrechar lazos entre los hombres.

Senegal: músico dirigiéndose a la playa para ensayar

Para todos los gustos
Recorrer una selección de música africana nos revela la hermandad del continente negro con el americano. Aquel ritmo tribal nos parece chamamé o marcha; aquella melodía nos remite enseguida a la música brasileña, a su sensualidad encarnada en tantos cantautores entrañables: Vinicius de Moraes, Caetano Veloso, Gilberto Gil, João Gilberto, sin olvidarnos de uno de los máximos músicos de América latina: Heitor Villa-Lobos, capaz de amalgamar Bach con sus raíces y las del propio jazz, ni tampoco del tango brasileño y los chorinhos de Ernesto Nazareth.

Precisamente, el CD dedicado a Africa del sello EMI / Petrol sorprende por la variedad de su antología, que al incluir obras americanas reduce la brecha entre los géneros más actuales de la música popular y comercial y sus antecedentes folclóricos.

El mantra, como repetición ritual de ciertas expresiones evocativas, aparece desde el primer tema, Mesé Maikwaná, al igual que en Kisselengenha. La impronta brasileña se deja oír en Marikuninha, con su ritmo de axé, y las guitarras claras de Madalena, de Santos Junior. Puramente comerciales se revelan Salabude y Pim-Pam-Pum, de Ghorwane (Jorge Cesar), que proponen un estilo más pasatista, con buena percusión y cuerdas y un sonido muy directo. Más interés tímbrico generan, en cambio, La cuna del hombre, de Garry Judd, un tema instrumental casi minimalista al que luego se suma un coro, y que va ingresando, a lo largo de su interesante desarrollo, en zonas más oscuras de la sensibilidad, y también dos temas de Stella Chiweshe: Huvhimi, con su sonoro vibráfono, y Uchiseka, tan cercano a nuestro querido carnavalito.

Daniel Varacalli Costas
Diario Perfil - Turismo
Fotos: Web y Perfil

No hay comentarios: