• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

lunes, 26 de abril de 2010

Actividades turísticas poco convencionales

Olvidemos por unos instantes las caminatas por las sierras, tomar sol en la playa, o esquiar en la nieve. El mundo ofrece miles y miles de alternativas para innovar a la hora de realizar actividades turísticas. ¿Se anima a nadar al borde de la caída de una catarata? Hay gente que lo hace en Zimbawe. Probemos con algo distinto. Olvidemos por unos instantes las caminatas por las sierras, tomar sol en la playa, o esquiar en la nieve. El mundo ofrece miles y miles de alternativas para innovar a la hora de realizar actividades turísticas.



Viaje a bordo del rompehielos 'Sampo' en Laponia, Finlandia
Después de 30 años de servir en esta labor, la embarcación fue destinado a brindar excursiones de un día, a través del Golfo de Botnia, partiendo desde el puerto de Kemi. Considerado el único rompehielos turístico en el mundo, ofrece una experiencia única en el ártico.



Safari de tornados, USA

Cada año, los tornados arrasan la parte central estadounidense, siendo uno de los fenómenos climatológicos más imponentes y fascinantes. La propuesta no es otra que aventurarse en la persecución de este fenómeno de la naturaleza.




Nadar junto a las Cataratas Victoria, Zimbabwe

Nadar al borde de un caída de 110 metros parece una invitación para temerarios. Entre septiembre y diciembre los visitantes prueban esta experiencia extrema.




Mezclarse con ballenas y delfines, España

En Gomera, a unos pocos metros de la costa, se puede ver y disfrutar de cerca de estos mamíferos acuáticos. Otra de las razones por las que muchos la consideran una de las islas más bonitas del mundo.



Bucear entre los restos del Titanic, Terranova
La noche del 14 de abril de 1912 quedará marcada en la historia como el día donde uno de los barcos más famosos de la historia naufragó. Hoy es posible visitar sus restos. El viaje completo tiene una duración de 12 días.



Surfear en un volcán, Nicaragua
El volcán más famoso de Nicaragua, Cerro Negro, ofrece la posibilidad a sus visitantes de recorrerlo de una manera diferente. Sus cenizas se asemejan a la nieve, lo que permitirá subirse a una tabla de snowboard y surfear estas peculiares dunas volcánicas.

Urgente24
Videos: You Tube

lunes, 19 de abril de 2010

Isla de Pascua: aislados del mundo



La población más alejada de cualquier otro lugar habitado del planeta recibe cada vez más turistas, pero restringe la llegada de nuevos inmigrantes para preservar su cultura y el patrimonio arqueológico

Llegar al sitio más alejado del mundo es, en sí mismo, todo un reto cargado de curiosidad y adrenalina. Pero aquí, a casi 4000 kilómetros de cualquier otro punto habitado del planeta, hay otros condimentos: a la belleza innata de este archipiélago de origen volcánico se suma su rica cultura polinésica y una historia repleta de leyendas, mitos y misterios.

La isla, enclavada en medio del océano Pacífico Sur y regida por el gobierno chileno desde 1888 -también conocida como Rapa Nui (tierra grande) y Te Pito o Te Henua (ombligo del mundo)- propone cierta ruptura con lo convencional y una incursión hacia cuestiones esenciales de la existencia. En los últimos años, esa oferta la ha convertido en un destino elegido por quienes gustan del turismo arqueológico, ecológico y de aventura.

Con 166 kilómetros cuadrados y una morfología triangular, Pascua posee un clima subtropical, con 20°C promedio en el año, y suele estar atravesada por frescos vientos. Su superficie presenta leves ondulaciones dominadas por tres formaciones volcánicas: Maunga Terevaka (de 511 metros), Poike (de 370 metros) y el Rano Kau (400). En total hay alrededor de 70 cráteres, todos inactivos.

En su mayor parte, la costa está constituida por bordes rocosos y acantilados, y sólo hay unas pocas y pequeñas playas con arena. En algunos puntos altos sobre el litoral o al trepar a alguno de los volcanes se puede admirar un horizonte singular que permite observar la curvatura de la tierra.

Con sólo caminar unas pocas cuadras desde el aeropuerto local Mataveri se llega al centro de la capital, Hanga Roa, donde, entre coloridas casas bajas con techos a dos aguas, proliferan bares y restaurantes de comida típica -se destaca el curanto y diversas preparaciones de atún- y comercios de artesanías y provisiones. Hace apenas unos años se instaló aquí el primer hotel cinco estrellas. Hasta entonces, la oferta se limitaba a pequeños emprendimientos familiares, que aún hoy dominan el mercado de hospedaje



Los sitios de interés de la isla, declarada por la Unesco Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad en 1995, pueden recorrerse en vehículos con doble tracción, cuatriciclos, bicicletas, caballos o simplemente a pie. Si se escoge hacer una caminata matinal hacia la aldea ceremonial de Orongo es posible probar las guayabas silvestres que crecen a la vera del camino y disfrutar de los suaves vientos marítimos (tokerau). Como precaución siempre debe llevarse un rompevientos para protegerse de chubascos tan fugaces como inesperados.

El parque nacional Rapa Nui, creado en 1935, donde hay monumentos y estructuras arqueológicas, viviendas ancestrales, plataformas funerarias y piedras grabadas y pintadas (petroglifos y pictografías), ocupa un tercio de la superficie de la isla. Allí, con un celo cada vez más acentuado, los guías habilitados por la Corporación Nacional Forestal advierten a los visitantes sobre la intangibilidad de dicho patrimonio.

Según datos que manejan los operadores turísticos locales, sólo entre 2007 y el último año, los visitantes de la isla pasaron de 55.000 a 65.000. Llegan aquí atraídos por el enigma de los moais, enormes esculturas funerarias erigidas para brindar protección espiritual a los nativos (hasta ahora fueron halladas 887), en busca de explorar los senderos recónditos de la isla o con la intención de sumergirse en sus cristalinas aguas cuyo lecho costero posee una exuberante variedad de fauna y flora marina.

Con unos 4200 habitantes permanentes -de los cuales casi la mitad son de origen rapanui o polinésico- Pascua se enfrenta así a una crisis de crecimiento: su desafío consiste en ponerse a la altura del fuerte aumento de la demanda turística y, al mismo tiempo, tomar los recaudos necesarios para preservar su patrimonio cultural e impedir la polución de su medio ambiente.

Según la mitología pascuense, la isla habría sido ocupada alrededor del año 400 por Hotu Matu?a, rey que provenía de la isla de Hiva y que llegó aquí con un grupo de súbditos huyendo de un cataclismo.

En el siglo XVIII llegaron varios navegantes occidentales. El primero, el holandés Jacob Roggeveen, que en 1722 bautizó el lugar como isla de Pascua. Le siguieron excursiones inglesas, españolas y francesas. Pero según los isleños, ninguno se afincó en el lugar por su aislamiento y porque no hallaron aquí fuentes de riqueza.

Asomados, por unos días, a los enigmas que plantea el legado ancestral de los nativos y cautivados por la suave belleza de la isla, los forasteros suelen emprender el regreso no sin cierta perplejidad. Al fin y al cabo, en ninguna agencia de turismo les prometieron develar el milenario misterio que sigue intacto en la isla, a la espera de nuevos visitantes.



Crecimiento demográfico
En poco tiempo, el gobierno chileno enviará al Congreso un proyecto para modificar la Constitución trasandina y permitir fijar nuevas reglas migratorias para ingresar en el archipiélago.

Días atrás, el 96,3% de los miembros de la etnia rapanui votó en una consulta popular a favor de la reforma constitucional. De los 706 votantes, 678 se inclinaron por apoyar los cambios para regular permanencia y residencia de visitantes. Sólo se opusieron 26 sufragios, el 3,68% de los votantes, mientras que un 0,28% (2) de las papeletas resultaron nulas.

El plebiscito se enmarca en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que entró en vigor en Chile el 15 de septiembre último y reconoce el derecho de los indígenas a ser consultados sobre las medidas legislativas que les afecten.

La principal preocupación en Hanga Roa tiene que ver con limitar al máximo el crecimiento de la población a partir de migraciones. De hecho, ya existen leyes que no hacen nada sencilla la decisión de alguien venido de afuera de quedarse a vivir en la isla. Por ejemplo, está prohibido a los foráneos comprar o alquilar predios y construir.

Según el último censo de población, realizado en 2002, en la isla viven 3800 personas, pero los cálculos de las autoridades locales indican que en la actualidad habría más de 4200 habitantes.

El crecimiento demográfico, según los lugareños, pone en riesgo la preservación ecológica y cultural de este remoto territorio, además de quitar oportunidades laborales a los habitantes locales.

En agosto último, los pascuenses tomaron una medida drástica: un grupo ocupó durante dos días el aeropuerto local para exigir mayor control migratorio. Enseguida, el gobierno de Michelle Bachelet reaccionó y anunció que los turistas que llegaran a la isla deberían presentar una tarjeta de control migratorio especial. La experiencia comenzó a aplicarse en septiembre, pero un fallo de la Corte Suprema de Justicia declaró esta medida ilegal, arbitraria e inconstitucional. Como alternativa se dispuso que el llenado de la tarjeta sea opcional.


Datos útiles
Dormir, comer, pasear
* Hoteles: la mayoría incluye desayuno y los precios varían de US$ 40 a 100 por la habitación single.

* Curanto: comida horneada sobre piedras enterradas, a base de pescado, pollo, carne, papas, batatas, zapallos y bananas.

* De noche: shows de danzas con ritmos cadenciosos de la Polinesia con bailarinas con polleras de hojas naturales.

* Orongo: es la antigua ciudad ceremonial, en la cumbre del volcán Rano Kau. Allí se realizaba una competencia entre jóvenes nativos por el liderazgo de las tribus, que dio lugar a la leyenda del hombre pájaro.

Pablo Morosi
La Nación - Turismo
Fotos: Web

martes, 13 de abril de 2010

El inolvidable sabor de Vietnam


En la incesante Ho Chi Minh City, un itinerario por sus cocinerías es una buena excusa para conocer y caminar. La esencia austera que distingue la comida vietnamita es la mezcla de su historia con sabores que resultan -para algunos- imborrables.

La primera noche sazonaron sus platos con maestría. Al día siguiente, burlaron la carta y compraron a escondidas los mariscos que nos dieron en el bote. Nos invitaban a descubrir esos sabores que los devolvían a la infancia: Ivan Dang y Vince Duong, dos vietnamitas que escaparon en balsas del régimen comunista, volvían a su país después de treinta años en calidad de turistas y con pasaporte norteamericano.

La memoria es frágil para los sentidos, pero en cuanto al gusto, es implacable. Ajenos al paisaje, Dang y Duong volvían antes que nada para comer. Recordaban los sabores con nostalgia, como la esencia de lo que resignaron.

Antes de despedirme, me hicieron una lista de recomendaciones para conocer Ho Chi Minh City. Guiados por sus paladares autóctonos, Dang y Duong fijaron el itinerario de especialidades que debía probar en la ex Saigón.

Así que llegué de tarde, sin haber almorzado. Busqué alojamiento en uno de los cien hoteles y hostales que abundan en Pham Ngu Lao, el barrio donde convergen los mochileros y, dispuesto a tarjar alguno de los platos de la lista, salí a caminar en busca de comida.


Menú internacional

No fue fácil dar con los primeros. Aunque popular en el mundo entero, la comida vietnamita no es la estrella en el barrio más turístico de su capital culinaria. Las decenas de restaurantes, bares y cocinas que animan el incesante ajetreo de Pham Ngu Lao, ofrecen comida turca, italiana, coreana o japonesa, e incluso mexicana antes que un buen plato de sopa o pho.

Un letrero de neón salva la noche: Real vietnamese food. Me siento en una mesa de bambú sobre la calle y pido una cerveza 333 mientras le muestro el cuaderno al garzón del Pao Café Saigon. Al ver la lista, marca dos de las escalas: pho ga y goi cuon.

El mozo trae el pho ga, una sopa que se toma con palitos y cuchara, a base de fideos noodle, trozos de pollo, ajíes y dientes de dragón. Un caldo fresco, aunque caliente, aromatizado por hojas de anís que llegan en un plato aparte para sumergirlas a gusto.

Luego trae los goi cuon, arrolladitos de primavera. Para untarlos no traen soya, sino un aderezo de ají, salsa de tomates y mayonesa, bastante parecido a la salsa golf. La crujiente hoja de papel de arroz envuelve un relleno de camarones y calamares mezclados en un batido de leche que se deshace suavemente en la lengua. "Está picante", me advierte el mozo. "Sí", le alcanzo a responder.


Al mercado

Dejo constancia del primer efecto secundario: ardor en la boca por 40 minutos, romadizo y anulación del sentido del gusto hasta dos horas después. Al anochecer una sopa tiene sabor a nada. Al día siguiente, me dispongo a degustar con aprensiones.

Parto al Mercado Ben Thanh a las 9 de la mañana atravesando el parque 23/9. Calculo un promedio de dos pasajeros por moto y 20 motos por cada auto en la congestión permanente que asedia al centro de Ho Chi Minh City. Logro cruzar la rotonda y entro al mercado por una de las puertas laterales. El calor agrava la sed y quita el hambre.

Aparezco en un gran bazar con decenas de pasillos asignados a mercaderías diversas, racimos de zapatos, textiles replicados de marca, baldes plásticos, sombreros y, a juzgar por el olor, todo un sector de cocinerías con ingredientes locales. El calor y los vapores, el sudor de las carnes fritas y el olor del caldo, me obligan a tomar asiento, respirar hondo y pedir una cerveza. Le muestro la lista a la cocinera. Sólo tiene bánh canh: en Vietnam se toma sopa hasta al desayuno. La cocinera me pasa el bol y me describe con dificultad los ingredientes. Aunque me los señala crudos en la vitrina -en otros locales además están vivos- no reconozco más que algunos. El caldo, con ajo y perejil, inunda un nido de fideos de aspecto anélido, los bánh canh. Creyendo que es pernil, como carne de patas de cangrejo. Por 40.000 VND (mil pesos chilenos), la cerveza reconforta y el sabor del caldo es bueno.


Otra ciudad

Desde el mercado hacia el norte, Ho Chi Minh City cambia su aspecto de ciudad asiática y dibuja su fisonomía con estéticas e ideales occidentales. El área de Dong Khoi, entre el parque Cong Vien Van Hoa y la ribera del río Saigón, es el destino exótico que ambicionaron los franceses en el siglo diecinueve y que encandiló a los norteamericanos hasta que perdieron la cabeza.

Sigo rumbo al Museo de los Restos de la Guerra. En el camino paso junto al templo hinduista de Mariamma, diosa del mar. El calor es fuerte y los templos son lugares frescos. Imagino a Dang y a Duong a los diez años, cada uno en una balsa, abrasados por el sol, con los labios partidos, flotando con sus familias cada uno a un país distinto del que querían. Mariamma los llevó a cada uno a una costa diferente: Dang recaló en las Filipinas y Duong fue asilado en Malasia.

Esperaron años como refugiados antes de ser enviados a Los Angeles, donde se conocieron en la misma escuela. La exhibición del museo abre citando justamente la Declaración de la Independencia de Estados Unidos: todos los hombres nacen iguales, con derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Pero todo lo que sigue a continuación, es el registro cruento de un abuso irreparable -la nada que queda-, esquirlas de una guerra que truncó historias como las de Dang y Duong.

Camino por Vo Van Tan hasta la calle Pasteur. Es hora de almorzar pero sólo encuentro un Jollie Bee, una cadena local de comida rápida que vende hamburguesas. No es la idea.

Torres altas, autos lujosos, tiendas de departamento; en Dong Khoi, la ciudad se trasviste condescendiente a los gustos extranjeros. Más allá, el Palacio de la Independencia habla con orgullo de una derrota, de la caída de los invasores embebidos con el lujo y la opulencia hasta que las fuerzas revolucionarias entraron con sus tanques el 30 de abril de 1975.

Paseando por la cocina del Palacio, imagino a los guerrilleros esa noche preparando la comida. Abriendo despensas y enormes refrigeradores para descubrir sabores desconocidos. Si con agua, hierbas y sobras los vietnamitas han desarrollado una cocina de lujo, esa noche, levantada a pulso, los cocineros ciertamente se dieron un banquete.

Al salir ya son las tres y busco una apuesta segura. A 20 metros del Palacio, con abundante carta en platos tradicionales y una tropa de garzones diligentes, Quan An Ngon está recomendado en Lonely Planet. Al revisar la lista, encuentro una de las sugerencias de Dang y Duong: Com tâm (arroz partido; la chuleta que viene salteada a la plancha es el acompañamiento). Con música incidental y ambiente climatizado, el servicio es rapidísimo aunque la comida no sorprenda mayormente. Sigo caminando por el bien cuidado Dong Khoi desconociendo esta cara de la ciudad. A juzgar por las fachadas, podría ser cualquier lugar del mundo. Paso el Hotel Continental, después La Ópera coronando la avenida Le Loi, y a las cuatro de la tarde las calles están vacías, salvo por un par de vendedores y algunos inconscientes que caminamos a la hora de más calor. Pero tras alejarme del centro, doblo en una esquina y por fin, llegando al río, vuelve a aparecer Vietnam: ruido, gente, cocinerías y un mercado callejero.



Comida rápida

Los verdaderos restaurantes vietnamitas suelen ser cocinas pequeñas con pisitos plásticos sobre la vereda dedicados principalmente a una especialidad, la sopa o pho, por ejemplo, y en el trayecto de una caminata de 5 horas no apareció jamás el puestecito que supuestamente ofrece bánh xèo hace décadas. Bánh xèo es la pizza vietnamita. En ninguna carta especifica ingredientes y no ha sido fácil dar con ella.

Muestro la lista en un par de locales y ninguno tiene la supuesta pizza. Finalmente, en un restaurant de "comida italiana", descubro que hacen platos vietnamitas. Les pido si pueden prepararme uno aunque no esté en el menú. Nadie se hace problemas.

Desconfío de la descripción: una pizza es una pizza, justamente, en cualquier lugar del mundo. Y lo que llega, en nada parecido a una pizza, es una especie de taco que debe confeccionarse a mano rolando distintas capas de ingredientes al modo de, digamos, un habano. Sobre la hoja de una tortilla aceitosa, un omelette delgado en el que asoman tallos verdes, se ponen -a simple vista- camarones, cebolla, tocino, diente de dragón y hojas de menta y de anís. Se enrolla la tortilla con los ingredientes y ésta se envuelve en una hoja de lechuga que se unta en una salsa. Embetunado hasta los dedos, es un bocadillo interesante, pero no soy capaz de terminarlo. El sabor de la salsa -ajo, pescado, calamar y ají- hace el conjunto inolvidable.


La picá

Último día y me dirijo a Cholón, al mercado del barrio chino de Saigón, quizás el barrio chino más grande del mundo. Abrazado al chofer de la taximoto, la ciudad se extiende de sus márgenes históricos y aparece ineludible el presente cotidiano. Los cargadores cruzan las calles a ciegas, entre camiones distribuidores y vendedores ambulantes, en una zona de permanente tráfico, movimiento e intercambio.

El Binh Tay Market debe ser el proveedor del proveedor de los proveedores de los mercados chinos que abundan por el mundo con menaje y réplicas del original. Una ciudad dentro de la ex Saigón, pero en chino.
En la zona de alimentos, pasando las bateas con anguilas vivas, el olor a mariscos disecados y carnicerías con moscas pero sin refrigerador es apestoso. Me siento en el puesto 19, donde una anciana asintiendo me asegura que tienen bún riêu.

Había pensado dejar este plato para un restaurante caro, elegante, pero no he visto ninguno y parto a Hanoi esta misma tarde. Sale la orden, otra vez sopa: noodles, camarones, cerdo, cangrejo, hierbas, tomates -el caldo es rojo- e hígado de vaca. Sabe bien, pero es difícil sustraerse del entorno, en especial para un occidental acostumbrado a ciertas convenciones de salubridad.

Pago los 32.000 VND (850 pesos chilenos, bebida incluida) De regreso al centro, pienso dónde comeré después de ver el Museo de la Revolución. Leo sobre un lugar junto al mercado de Ben Thanh, el Pho 2000, que vendría siendo como La Picá de Clinton en Santiago. Pero no: quiero algo sólido, frito, que no se pueda sopear.

Recuerdo el entusiasmo de mis amigos vietnamitas cuando me describieron sus platos favoritos. Me falta probar los dos que encabezaban su lista: el nem nýong (una deliciosa variación de arrolladito primavera, relleno con zanahoria, fideos transparentes, champiñones negros y un poco de carne de cangrejo) y el bún cho (tiras de cerdo a la parrilla para untar en un pocillo con aceite, azúcar, pimienta y sal). El entusiasmo de Dang y Duong se me ha contagiado: necesito conocer estos sabores que fueron los sabores de su niñez.

Cae la tarde y finalmente lo encuentro: en el Bun Cha Ha Noi tienen nem nýong y el bún cho es la especialidad. Es un local chiquito, abierto a la calle, en un espacio que podría ser un taller de bicicletas, con fotografías de la dueña y los cocineros abrazados a una celebridad. Motos estacionadas en la vereda. Siete mesas plásticas mirando a la calle. El ventilador encendido, las luces apagadas y el aroma inolvidable que Dang y Duong recuerdan como una comida vietnamita de verdad. Los verdaderos restoranes vietnamitas son las cocinerías de las veredas.

Matías Celedón (desde Vietnam)
El Mercurio - Chile (Revista del Domingo)

martes, 6 de abril de 2010

El patrimonio cultural de América

Acaso menos conocidos y visitados que otros, 10 sitios, declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, proponen un viaje al pasado para descubrirlos y preservarlos.


1. Colombia - Parque Arqueológico de San Agustín
Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995, San Agustín, en el sur del departamento de Huila, a 520 kilómetros de Bogotá, fue habitado desde antes de la era cristiana por diferentes culturas, de las que sólo se conocen los vestigios que hoy se exhiben. En el parque se puede recorrer senderos que conservan la flora típica regional y se visitan las mesitas, (sectores) donde se encuentran esculturas y tumbas de personajes de la cultura agustiniana.

El parque arqueológico tiene una extensión de 78 hectáreas, y uno de sus principales atractivos es la fuente ceremonial del Lavapatas, una de las obras artísticas más complejas de esa sociedad desaparecida. Este sería un lugar sagrado, donde se realizan baños rituales de curación. En una ingeniosa obra de ingeniería hidráulica se pueden ver figuras talladas en piedra y bañadas por agua en distintos niveles. A Neiva, la capital departamental, se vuela todos los días desde Bogotá. De ahí, para llegar al parque hay que viajar 217 kilómetros. Instituto de Antropología e Historia, www.icanh.gov.co

2. Brasil - Ouro Preto y la Estrada Real
Es casi seguro que usted conoce Ouro Preto, aunque no lo sepa: ahí se graban las telenovelas históricas sobre el Brasil colonial. Esta ciudadela barroca fue el corazón de la fiebre del oro que vivieron los brasileños en el siglo XVIII, cuando se extrajeron casi 1500 toneladas en unos cien años. Eso según los estudios modernos, los mismos que dicen que el 80% de esa cantidad terminó en Portugal. Lo que quedó en Ouro Preto alcanzó para levantar una ciudad alucinante, llena de palacetes, iglesias señoriales y tesoros artísticos. Tanto que la ciudad es ahora la escala más famosa en el circuito llamado Estrada Real, ruta que pasa por los principales hitos del tráfico de oro y diamantes. En Ouro Preto, el recorrido ideal parte en la plaza Tiradentes (rodeada de joyerías) y continúa en el Museo de la Inconfidencia, donde se recuerda la primera intentona independentista de Brasil. Más tarde hay que visitar Nuestra Señora del Pilar por los 300 kilos de oro que decoran su interior, en un despliegue que combina estilos barroco, rococó y neoclásico. Esta es sólo una de las 22 iglesias de la ciudad. En San Francisco de Asís se atesoran obras de Antonio Francisco Lisboa, Aleijadinho, el mayor artista colonial del país. Desde aquí puede visitar otras ciudades de la Estrada Real. Esenciales son Congonhas y Diamantina, donde vivió la esclava más famosa de Brasil: Xica da Silva. Desde Belo Horizonte, la capital del estado de Minas Gerais, hay casi 100 kilómetros hasta Ouro Preto. www.ouropreto.org.br , www.estradareal.org.br

3. Chile -Iglesias de Chiloé
Las iglesias nacieron y se desarrollaron en Chiloé, el archipiélago del sur de Chile, con una sorprendente personalidad. Muchas fueron construidas a partir del siglo XVII y su arquitectura mezcló los planos de los religiosos españoles y el conocimiento de los artesanos de ribera de la isla, expertos fabricantes de barcos que adaptaron sus técnicas a la construcción de templos en maderas nativas (coigüe, ciprés o mañío, altamente resistentes a las lluvias en la zona, que a veces parecen un estado permanente). Aún hoy sorprende encontrar estos edificios característicos, levantados sin clavos, donde todo se sostiene en el ensamblaje. Este estilo dio origen a la Escuela Chilota de Arquitectura en Madera, y para conocerla más a fondo, la Fundación de Amigos de las Iglesias de Chiloé desarrolló la Ruta de las Iglesias, circuito que permite conocer y visitar varios de estos templos, incluidos cinco declarados Patrimonio de la Humanidad entre 2000 y 2001. Las iglesias de esta ruta se concentran especialmente en la zona oriental de la isla Grande de Chiloé, e incluye los templos de Colo (San Antonio), Tenaún (Nuestra Señora del Patrocinio, San Juan (San Juan Bautista), Dalcahue (Nuestra Señora de los Dolores) y Castro (San Francisco), además de otras edificaciones religiosas y atractivos de la isla, como las zonas donde aún se conserva la tradición de los artesanos constructores. De Santiago hay que volar a Puerto Montt y luego tomar un ferry para cruzar a la isla. La Ruta de las Iglesias considera un tramo de 187 kilómetros desde Ancud, en el extremo norte de la isla Grande de Chiloé. www.rutadelasiglesias.clwww.iglesiasdechiloe.uchile.cl

4. Perú - Chavín de Huántar
Entre la cordillera Blanca y el cañón del río Marañón se expande el Callejón de Conchucos, en el departamento de Ancash, 462 kilómetros al nordeste de Lima, en el corazón de los Andes. Es una zona que alberga paisajes de ensueño, pueblos cargados de tradición y destinos ideales para practicar deportes de aventura. Sobre esta ruta está el Monumento Arqueológico de Chavín de Huántar, que fue un lugar para ceremonias y rituales de los sacerdotes guerreros de la cultura Chavín, que floreció entre los siglos X y IV a.C. Su arquitectura en piedra incluyó hasta una técnica antisísmica. Se destacan representaciones como el lanzón monolítico (deidad principal de esta cultura) y las cabezas clavas o guardianes. A partir de este año, el circuito será iluminado en fechas especiales como Semana Santa, fiestas patrias y fines de semana largos. El sitio se visita de martes a domingo, entre las 9 y las 17, y lo más recomendable es ir también al Museo Nacional de Chavín, que exhibe piezas originales. Chavín de Huántar está a 2,5 horas de Huaraz. www.turismochavin.com.pe

5. Bolivia - Ruinas arqueológicas de Tiwanaku
Las ruinas de Tiwanaku pertenecen a una antigua civilización preincaica que se inició entre el 1500 y 1400 a.C., una de las primeras del continente. Están a 70 kilómetros al noroeste de La Paz, a 3885 metros sobre el nivel del mar y aún reflejan el esplendor de su cultura. Entre los hitos de la ciudadela están el templete semisubterráneo (con muros adornados con 175 cabezas de piedra caliza que muestran rasgos de diversas etnias) y el más famoso, la Puerta del Sol. Trabajada en un solo bloque de piedra de 10 toneladas, fue parte de una edificación mayor que pudo estar en la cima de la pirámide de Akapana. La visita puede terminar en el Museo Regional de Tiwanaku, que exhibe piezas de cerámica, piedra y metal, o fabricadas con huesos y restos humanos. El viaje por carretera asfaltada dura más de una hora, aproximadamente. www.redboliviana.com

6. Argentina - Manzana y estancias jesuíticas de Córdoba
El Camino de las Estancias Jesuíticas permite conocer, además de impactantes obras de arquitectura colonial, una historia de especial interés para el continente. La Compañía de Jesús se instaló en Córdoba en 1599 y comenzó a realizar una vertiginosa tarea de formación religiosa y laboral que derivó en la creación de una universidad y varios colegios. Para sostener a estas instituciones, los jesuitas formaron emprendimientos productivos, grandes establecimientos agrícola-ganaderos, con estancias construidas entre 1616 y 1725 alrededor de una iglesia o capilla. Parte de estas edificaciones se mantiene en buen estado, algunas tienen museos y constituyen el corazón de este circuito declarado Patrimonio de la Humanidad en 2000.

Son cinco las estancias: Colonia Caroya, Jesús María, Alta Gracia, La Candelaria y Santa Catalina, la más importante y uno de los mejores ejemplos del barroco colonial. También forma parte del circuito la Manzana Jesuítica en la ciudad de Córdoba, que incluye la iglesia de la Compañía de Jesús y el Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, el mejor lugar para comenzar el recorrido. Conocer las cinco estancias toma unos tres días, porque se ubican en diferentes sentidos: es posible alcanzar tres en una misma salida, yendo hacia el Norte, por la ruta 9 (Jesús María, Colonia Caroya y Santa Catalina, en un recorrido de unos 180 kilómetros desde Córdoba capital). La entrada a las estancias no supera los 6 pesos, y el ingreso a la Manzana Jesuítica cuesta 8. Ideal es ir en auto. www.cordobaturismo.gov.ar

7. Venezuela - Ciudad Universitaria de Caracas
En la Ciudad Universitaria de Caracas se concentra una buena parte del patrimonio arquitectónico moderno de la capital de Venezuela. Este conjunto urbano data de la década del 50 y agrupa los edificios sede de la Universidad Central de Venezuela, la principal casa de estudios del país. La Unesco lo declaró patrimonio en 2000 por el principio de la integración de las artes que guió el diseño del arquitecto Carlos Raúl Villanueva. En un recorrido por sus instalaciones, que puede durar dos o tres horas, es posible apreciar obras de artistas plásticos como Alexander Calder, Victor Vasarely, Víctor Valera, Oswaldo Vigas, Francisco Narváez y Jean Arp, entre otros. La Universidad también tiene un interesante jardín botánico con 400.000 especies vegetales, que sirve de pulmón vegetal a la ciudad. Es recomendable visitarla de día (entre las 8 y las 16), cuando hay actividades académicas, para poder ingresar en los edificios. Para orientarse, en el conjunto del aula magna y la plaza cubierta hay guías. Las visitas son gratuitas y se puede llegar en metro, desde las estaciones Plaza Venezuela o Ciudad Universitaria. Está en la parroquia San Pedro del municipio Libertador de Caracas.

8. Uruguay - Colonia del Sacramento
Colonia es una joya y todo el departamento guarda rincones tan inolvidables como poco conocidos. La ciudad abarca todo lo que se cobijaba tras las murallas construidas por orden del portugués Manuel de Lobo, para disputarle a Buenos Aires el tráfico por los ríos de la Plata y Paraná. Por casi cien años, esta ciudadfortaleza fue invadida y negociada. Ahora, los invasores son turistas, que con algo de suerte pueden ver un espectáculo o desfile de militares históricamente ataviados, luego de recorrer los museos, uno tras otro, repletos de cosas de la época de la Colonia.
www.colonia.gub.uy

9. Paraguay - Ruinas jesuíticas de Santísima Trinidad del Paraná
En el sur del país, muy cerca de Encarnación y a unos 30 kilómetros de la frontera argentina con Posadas, se encuentran las ruinas jesuíticas de Santísima Trinidad del Paraná. Construida en 1706 fue la última reducción de esa orden en el país, y permanece como un recuerdo vivo de aquellos tiempos gracias al buen estado de algunas edificaciones. Con la mayor iglesia construida por los jesuitas en esta parte del continente, el casco histórico cuenta también con una plaza imponente, un colegio, casas de antiguos habitantes indígenas, un cementerio y una huerta. La iglesia tiene un altar tan impresionante como sus arcadas y columnas. En la antigua sacristía hay un museo con esculturas, objetos y una maqueta de la misión. Recorrerlas lleva cerca de dos horas. Una recomendación es evitar la temporada estival, por las altas temperaturas. La mayor oferta gastronómica y hotelera en la zona se encuentra en Encarnación, tercera ciudad en nivel de importancia económica en el país. Está conectada, a través del puente Roque González de Santa Cruz, con la ciudad de Posadas. Por la ruta 6, que parte de Encarnación (ciudad enfrentada a Posadas), el viaje en auto es de apenas 20 minutos. También se puede llegar en ómnibus, que salen desde Encarnación hacia Buena Vista, Santa Rita y Ciudad del Este, y pasan por Trinidad. Las ruinas están en el kilómetro 31 de la ruta 6.
www.paraguaynatural.com.py

10. Ecuador - Santa Ana de los Ríos de Cuenca
En un valle de la cordillera de los Andes, al sur de Ecuador, aparece Santa Ana de los Ríos de Cuenca, ciudad colonial -conocida simplemente como Cuenca- fundada en 1557, que mantiene el trazado urbanístico original, diseñado por los hombres del emperador Carlos V. La mayor parte de sus edificios son del siglo XVIII, pero la arquitectura se modernizó con el empuje que le dio a la economía, en el siglo XIX, la exportación de quinina y de sombreros de jipijapa, también conocidos como sombreros Panamá. Quedan en pie algunas edificaciones del siglo XVIII, como los dos conventos de clausura, parte de la antigua catedral y algunas pocas casas particulares. El centro cuenta con 26 edificios de valor monumental, 602 de valor arquitectónico y 830 de valor ambiental. Según la Unesco, que la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1999, se distingue la belleza de su centro histórico, con un tipo particular de arquitectura republicana y la armonía que guarda con su entorno geográfico. Con mujeres que aún lavan sus vestimentas tradicionales en el río Tomebamba, la ciudad es conocida como la Atenas del Ecuador por ser cuna de artistas y cuenta con muchos encuentros culturales cada año. A 450 kilómetros de Quito, es la tercera ciudad más grande del país. Al aeropuerto de Cuenca llegan vuelos diarios desde Quito y Guayaquil. En ómnibus hay cerca de diez horas desde la capital y unas cinco desde Guayaquil. Las carreteras están en un estado aceptable. www.cuenca.com.ec


Y todo comenzó con una represa egipcia...
En 1959, la decisión de construir la represa egipcia de Asuán puso los pelos de punta a la Unesco, que lanzó una campaña internacional para evitar que el extraordinario templo de Abu Simbel -un auténtico tesoro de la civilización egipcia- fuera arrasado por los raudales del Nilo.

Finalmente, y gracias a las donaciones de 50 países, el templo fue desmontado y trasladado a una zona más alta y segura (el costo de la campaña ascendió a 80 millones de dólares).

El éxito de este faraónico esfuerzo (nunca mejor aplicado el término) inspiró el desarrollo y la adopción, en 1972, de la Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco, que fue ratificada por 184 países.

En un principio había dos movimientos: uno que se inclinaba por la conservación de los sitios culturales, y un segundo que bregaba por la conservación de la naturaleza. Finalmente, todas las partes lograron ponerse de acuerdo para incluir ambos aspectos, cultural y natural, en el texto de la convención.

Más de 30 años después se agregó formalmente la categoría de patrimonio inmaterial, también llamado patrimonio viviente, que vendría a ser la rama intangible del patrimonio cultural. Estaría compuesto, básicamente, por manifestaciones culturales populares que contribuyen a configurar la identidad de los pueblos, y que en muchos casos corren graves riesgos de desaparecer, como podría ser la tradición oral de Gelede, en Benin.

No es el caso del tango en nuestro país, que está más vivo que nunca, pero que de todos modos recibió la distinción de la Unesco hace menos de un año. Otras expresiones culturales que también fueron declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad son la caligrafía china, el Carnaval de negros y blancos en Colombia, el candombe uruguayo, la procesión de la primavera de las reinas de Gorjani en Croacia o la ceremonia indígena de los voladores en México.

¿Qué efectos prácticos conlleva esta distinción? Ninguno, más allá del reconocimiento de contar con un patrimonio que es valorado a nivel universal.

Sin embargo, en el caso del patrimonio cultural tangible y bajo determinadas condiciones, los sitios pueden obtener financiación para su conservación. El dinero se obtiene del llamado Fondo del Patrimonio Mundial, que a su vez se nutre de las contribuciones obligatorias de los países que forman parte de la convención.

Una de las campañas más largas de salvaguardia tuvo lugar en Venecia entre 1966 y 1993, después de las grandes inundaciones de 1965 (se restauraron docenas de edificios, entre ellos, el Palacio del Dux).

¿Cómo se seleccionan los bienes culturales? El proceso no es ni sencillo ni corto, pero alcanza con saber que los candidatos -que son presentados por los estados miembros- deben tener un sobresaliente valor universal y cumplir con al menos uno de una lista de 10 requisitos, desde representar una obra maestra del genio creativo humano hasta contener áreas de excepcional belleza natural e importancia estética .

Pero atención que la distinción no es para siempre: si un país no cumple con las obligaciones derivadas de la convención corre el riesgo de que sus sitios sean retirados de la lista del Patrimonio Mundial.

Fue lo que sucedió en 2009 con el Valle del Elba, en Dresde, donde la construcción de un puente en el corazón del paisaje cultural no logró conservar el valor universal excepcional por el que se inscribió .

Hasta ahora, la Unesco otorgó su preciado galardón a 890 sitios, de los cuales 689 son culturales, 176 naturales y 25 mixtos. Están distribuidos en 148 países, con Italia a la cabeza: tiene 44 sitios catalogados como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Lista completa de los sitios declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en América del Sur

Argentina


* Misiones jesuíticas guaraníes: San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María Mayor

* Cueva de las Manos, río Pinturas

* Manzana jesuítica y estancias de Córdoba

* Quebrada de Humahuaca

Bolivia

* Ciudad de Potosí

* Misiones jesuíticas de Chiquitos

* Ciudad histórica de Sucre

* Fuerte de Samaipata

* Ruinas arqueológicas de Tiwanaku

Brasil

* Ciudad histórica de Ouro Preto

* Centro histórico de Olinda

* Misiones jesuíticas guaraníes: São Miguel das Missoes

* Centro histórico de Salvador de Bahía

* Sanctuario de Bom Jesus do Congonhas. Brasilia

* Parque Nacional Serra da Capivara

* Centro histórico de São Luís

* Centro histórico de Diamantina

* Centro histórico de Goiás

Chile

* Parque Nacional Rapa Nui

* Iglesias de Chiloé

* Barrio histórico de Valparaíso

* Salitreras de Humberstone y Santa Laura

* Ciudad minera de Sewell

Colombia

* Puerto, fortalezas y conjunto monumental de Cartagena de Indias

* Centro histórico de Santa Cruz de Mompox

* Parque arqueológico de Tierradentro

* Parque arqueológico de San Agustín

Ecuador

* Ciudad de Quito

* Centro histórico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca

Paraguay

* Misiones jesuíticas de la Santísima Trinidad de Paraná y Jesús de Tavarangue

Perú

* Ciudad del Cuzco

* Santuario histórico de Machu Picchu

* Sitio arqueológico de Chavín

* Zona arqueológica de Chan Chan

* Centro histórico de Lima

* Líneas y geoglifos de Nazca y Pampas de Jumana (1994)

* Centro histórico de la ciudad de Arequipa

* Ciudad sagrada de Caral-Supe

Uruguay

* Centro histórico de Colonia del Sacramento

Venezuela

* Coro y su puerto

* Ciudad universitaria de Caracas

Conservación y turismo

El patrimonio cultural constituye la suma de expresiones materiales e inmateriales con que un pueblo define su idiosincrasia, por lo que abarca un panorama integral en el que se funden diversos horizontes: histórico, antropológico, arqueológico, espiritual, artístico, científico, tecnológico.

Un ejemplo de esta definición es la Quebrada de Humahuaca, en la que confluye un marco paisajístico de excepcional belleza con una de las acumulaciones más densas y completas que el país puede exhibir tanto en materia de patrimonio material como inmaterial: en la primera categoría se cuentan desde asentamientos prehispánicos (Tilcara o Los Amarillos) y capillas coloniales con magníficas pinturas del período (Uquía y Purmamarca) hasta una variada oferta museológica (Tilcara) y conjuntos escultóricos monumentales (Humahuaca); en cuanto al acervo inmaterial, éste se manifiesta en rituales festivos y religiosos -carnavales, misachicos, procesiones, ofrendas- que señalan el rico sincretismo étnico y cultural de la región mediante músicas y danzas de inusual colorido.

La declaratoria de protección de un monumento o sitio valoriza al bien en cuestión, con el fin primario de salvaguardarlo de la destrucción, del deterioro o de intervenciones indebidas, y el objetivo final y permanente de ponerlo en valor.

Tal operación concita en forma inmediata la consideración pública, y con ella la especulación económica respecto del turismo potencial que el nuevo monumento habrá de aportar a la región en que se encuentra y a la comunidad allí residente.

Y aquí estamos ante un tema delicado: por un lado, hay un legítimo derecho de los habitantes del lugar a beneficiarse directa o indirectamente con el flujo de visitantes, así como un derecho más general del público al conocimiento y disfrute del bien; pero a la vez hay un estricto deber de protección del mismo bien, que obliga a compromisos que regulen el acceso al mismo y los modos de controlar su manejo. Para comprender el tenor de los acuerdos que deben establecerse nos basta con un símil explicativo: ¿podríamos entrar en una sala teatral colmando, además de los espacios asignados, los pasillos y vías de escape? Seguramente no. ¿Eso restringe la ganancia del dueño de la sala y nuestro libre albedrío de acceder a la misma? Seguramente sí; sin embargo, las leyes y el sentido común nos obligan a aceptar tales reglas.

El turismo no puede eximirse de sujetarse a normas semejantes. Ya las hay en destacados sitios de patrimonio natural, que poseen severas restricciones numéricas para su visita, como es el caso de las islas Galápagos, en Ecuador, y de las Fernando de Noronha, en Brasil, y se está estudiando un régimen similar para las ruinas de Machu Picchu, en Perú, antes de que hordas indeterminadas de caminantes arrasen con las andenerías y senderos tallados en la piedra viva.

Por último, recordemos las fábulas de nuestra niñez: cuando la gallina de los huevos de oro fue abierta en canal para apropiarse de un golpe de su tesoro ésta perdió, junto con su vida, toda capacidad de continuar generándolo.

Alberto Petrina
Director Nacional de Patrimonio y Museos (Argentina)

La Nación - Turismo
Fotos: Web