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martes, 27 de mayo de 2008

Brasil, en busca de arena y sol

Salvador de Bahia

El hechizo colonial de algunas de las más antiguas ciudades de Brasil se entrelaza con playas paradisíacas y mares transparentes, abriendo un abanico de destinos donde el sol no deja de mostrarse para renovar los más cálidos deseos de distensión.

Las playas son el atractivo ineludible del nordeste brasileño, donde el sol brilla todo el año y el mar depara una paradisíaca diversidad. Pero además, esta región alberga algunas de las más antiguas y famosas urbes del Brasil: Salvador, fundada por los colonizadores portugueses en 1549; Olinda, donde Mauricio de Nassau dejó el sello de la cultura holandesa; Fortaleza, con sus tradicionales "jangadas" cortando el mar; São Luís, y su histórica arquitectura de azulejos lusitanos, y Natal, un punto clave de las incursiones llevadas a cabo por los colonizadores. A través de estas ciudades se va hilando un tumultuoso recorrido de playas e historias, subiendo, paso a paso, desde la magia de Bahía hasta la esperada paz de Río Grande do Norte.

Barrio Pelourinho

Con tradición bahiana
Tierra de innumerables santos y dioses, Bahía es el estado a cuyas costas recalaron por primera vez, el 22 de abril de 1500, las carabelas del descubridor de Brasil, Pedro Alvares Cabral. Es la ciudad que más evoca el ambiente distendido, las fiestas y la heterogénea religiosidad de la región. Salvador, capital del estado y principal puerta de entrada para el turismo, cautiva con su infraestructura hotelera y con su centro urbano más expresivo, el Pelourinho, el afamado barrio declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, y uno de los mayores conjuntos de arquitectura colonial de América Latina.

Más de mil kilómetros de costa e islas tan famosas como Itaparica contornean el litoral de Bahía. Hacia el sur, se destacan el Morro de São Paulo, en la isla de Tinharé, una pequeña aldea llena de encanto y tranquilidad, y la Costa do Cacau, región entre Ilhéus y Canavieiras que debe su nombre a las numerosas haciendas de cacao.

Hacia el norte avanza la "Línea Verde", carretera que une Salvador con el estado de Sergipe. Son 142 kilómetros asfaltados y con buena señalización que discurren bordeando la costa entre inmensos cocoteros, lagunas y ondulaciones de arena. En este camino figuran playas como Arembepe, paraíso hippie de los años 60; Imbassaí, con baños de agua dulce y salada; Praia do Sítio, con excelente infraestructura hotelera, y Praia do Forte, siempre de moda y con sus infaltables tortugas marinas. Tampoco hay que olvidar a Costa do Suipe, a algo más de media hora de Salvador, donde se alzan los servicios de cadenas hoteleras como Renaissance y Marriot.

Recife

Pernambuco, entre el pasado colonial y la modernidad
Profundas historias sobreviven en el estado de Pernambuco, donde se conservan las huellas dejadas por los holandeses durante una ocupación de dos décadas. Su capital, Recife, encarna una perfecta síntesis entre el pasado colonial y la modernidad de una pujante metrópoli. Pero la seducción urbana debe buscarse, sin duda, en Olinda, antigua ciudad declarada en 1982 Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad. Sus imponentes iglesias y los misterios de sus monasterios se extienden por siete colinas, y es más que recomendable perderse entre sus calles.

Para alejarse del cemento y descansar en paisajes rodeados de barreras coralinas, piletas naturales y un cálido mar transparente, la elección acertada será Cabo de Santo Agostinho, 37 kilómetros al sur de Recife, donde puede disfrutarse de actividades como cabalgatas o visitas a la iglesia de São Gonzalo, construida en el siglo XVI, y al antiguo fuerte de São Francisco Xavier.

Como opciones cercanas a Recife, no se puede dejar de hacer una escapada al Porto das Galhinas y, particularmente, a la pacífica playa de Muro Alto, rodeada por palmeras y vegetación de bosques atlánticos. Para pernoctar aquí, es posible dejarse tentar por el Nannai Beach Resort, donde la piscina y un sofisticado restaurante se rodean de cabañas mimetizadas con la naturaleza.

Fortaleza

Playas y sabores en Ceará
Ceará es un estado de economía pujante cuya afamada capital, Fortaleza, posee una de las más importantes redes de alojamientos y restaurantes del nordeste del Brasil. Las "jangadas" (barcos de pesca de vela triangular) ofrecen aquí una imagen característica y la langosta es el plato típico que no se puede dejar de degustar. Contorneando el entorno urbano, se destacan las playas de Meireles, Volta de Jurema y Mucuripe, interconectadas por el singular recorrido de la avenida Beira-Mar, que va hilando restaurantes de mariscos y hoteles entre los que sobresalen algunos sumamente modernos, como el imponente cinco estrellas Seara Praia Hotel, sobre Meireles.

En la cercana Ponta das Dunas, un inmenso complejo acuático con "el tobogán de agua más alto del mundo" y variados entretenimientos da lugar al Beach Park, un resort donde no faltan servicios como canchas de tenis, sauna o spa. Beach Park es una alternativa que puede ser interesante conocer, pero para profundizar en los encantos de Ceará, necesariamente habrá que llegar también a playas como las de Jericoacoara y Nova Tatajuba, ubicadas al oeste de la capital y con acceso exclusivamente por tierra y en vehículos de doble tracción.

Hacia el este, a unos 165 kilómetros de Fortaleza, otra opción que ha ganado fama como una de las más bellas playas de este estado es Canoa Quebrada, una encantadora ciudad balnearia que aún goza de los aires distendidos que supo reunir en los años "70, cuando era considerada el paraíso de hippies y bohemios que llegaban en busca de una paz pura y natural. Es una opción tranquila pero, sin caer en la soledad agreste de Jericoacoara, cuenta con variedad de alojamientos en típicas pousadas o en opciones como el Porto Canoa Resort, un hotel enclavado entre las dunas que bordean la playa.

San Luis

El pasado lusitano en Maranhão
Por su localización, próxima al Ecuador, Maranhão presenta temperaturas medias anuales de 24°C que invitan todo el año a disfrutar de las brisas del mar en un litoral salpicado de playas. Acercarse hasta aquí implica inevitablemente un primer recorrido por la capital del estado, São Luiz. En sus estrechas calles y en sus construcciones, que recuerdan los tiempos del imperio lusitano, esta ciudad considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO preserva unos tres mil edificios protegidos, la mayoría con fachadas donde destacan los azulejos heredados de la colonización portuguesa. Sobresalen el Palácio dos Leões, donde funcionó hasta 1615 el fuerte que protegía la entonces capital de la Francia Equinoccial (como era denominada São Luís durante el dominio francés), la Catedral da Sé, construida por los Jesuitas en 1726, y el Teatro Arthur Azevedo, que en 1817 se convirtió en el primer gran teatro del país.

Además de estos atractivos arquitectónicos, Maranhão reserva agradables sorpresas signadas por la naturaleza, como el Parque Nacional de Lençóis Maranhenses, el delta del Río Paranaíba con sus refugios ecológicos y laberintos de igarapés (canales naturales estrechos entre las islas), y los arrecifes del Parcel de Manoel Luís, tal vez el mayor banco de coral de América del Sur.

Refugiado cerca de un litoral salpicado de playas, Maranhão también esconde un sitio sumamente especial: una extensión de 150.000 hectáreas de arenas blancas de apariencia desértica, pero que debido a un alto promedio de precipitaciones anuales permanece poblado de lagunas transparentes la mayor parte del año.

El Cronista - Viajes & Estilo

viernes, 23 de mayo de 2008

Estambul: Capital de tres imperios

Panoramica de Estambul

Un tour por 3000 años de historia entre templos monumentales y mercados laberínticos, con aromas únicos, en una ciudad asiática y europea, mítica y sobre todo irrepetible

Es una tarde soleada, pero fresca frente al Cuerno de Oro ( Haliç , en turco), canal que divide en dos la parte europea de esta ciudad. Los aromas de la historia y de miles de especias, imaginarios o no, envuelven a este cronista. Se escuchan las sirenas de los ferries y los barcos pesqueros. Al elevar la vista, en la otra orilla se ve la Torre Gálata, un recuerdo más del período bizantino.

Sin esperarlo y procedente de una mezquita cercana se escucha la exclamación Allah Akbar ( Dios es más grande ) varias veces. Luego, otras frases. Es el comienzo del adhan , el llamado a la oración que debe repetirse varias veces al día en el mundo musulmán. En este caso corresponde al ikindi , que se recita a media tarde.

Pero no es el llamado de un solitario muecín que convoca a la adoración de Dios desde un único alminar, las altas torres que rodean a una mezquita. En segundos, de decenas y decenas de mezquitas surge también el adhan. Y entonces el llamado parece venir del cielo mismo.

Imposible olvidar que ésta es una ciudad mayoritariamente musulmana, aunque gran número de mujeres no porten el consabido chador, sino jeans de marca y que los jóvenes estén enchufados a sus correspondientes MP3.

Estambul, parte europea y parte asiática, no sólo geográficamente, sino espiritualmente es una constante mezcla de sensaciones. Como la antigua Roma, su predecesora en el status de capital del mundo de los césares y también poseedora de siete colinas, todos los caminos condujeron hacia ella, pero durante 1500 años. Y todos la quisieron conquistar.

Fundada por colonos griegos aproximadamente en el 667 antes de Cristo, en un primer momento se llamó Bizancio. A partir de que Constantino el Grande la convirtió en la nueva capital del Imperio Romano en el 330 de nuestra era, comenzó a conocérsela como Constantinopla. Durante 1125 años y 18 días fue la capital de lo que hoy llamamos Imperio Bizantino. El 28 de mayo de 1453, luego de un asedio de un par de meses, la ciudad fue tomada por las fuerzas otomanas de Mehmet II el Conquistador. Según algunas leyendas, el último emperador bizantino, Constantino XI, murió valientemente en combate. A partir de allí, Constantinopla sería la capital del gran Imperio Otomano hasta que Kemal Ataturk, en 1923, decidió mover la sede del gobierno turco de Estambul a Ankara.

Mezquita Azul

Ecos lejanos
Estambul, separada entre sus partes europea y asiática por el Bósforo, es una ciudad especial para gastar la suela de los zapatos. La topografía ondulante, las calles que desconocen las direcciones rectas, las mezquitas, las iglesias ortodoxas, los museos, sus vistas del Bósforo al atardecer.

Quien visita por primera vez la ciudad nota enseguida una presencia. Es la del prócer de la Turquía moderna, Mustafá Kemal (1881-1938), más conocido como Kemal Atatürk, "el padre de los turcos", que supo sacar al país del atolladero que siguió al desmembramiento del Imperio Otomano. Desde los billetes, gigantografías en algunos edificios públicos y privados, estatuas, el rostro de Atatürk está muy presente.

¿Qué sitios son imperdibles en una visita no demasiado extensa? La iglesia de Santa Sofía, la Mezquita Azul, la Cisterna Basílica, el Palacio de Topkapi, el Harén, el Gran Bazar, la iglesia de San Salvador en Chora, por ejemplo. También, una navegación por el Bósforo puede ser una experiencia imperecedera.


Santa Sabiduría (Foto)
El primer lugar que elegimos para visitar es Hagia Sofía, la iglesia de la Santa Sabiduría, que ocupa un lugar privilegiado en la parte histórica más antigua de Estambul. Mandada construir por el emperador Justiniano hace más de 1400 años, su planta ocupa cerca de una manzana. Según cuentan las crónicas, el soberano dijo en el discurso de inauguración de este templo cristiano ortodoxo: "Le doy las gracias a Dios por haberme concedido la oportunidad de construir un lugar de adoración como éste". Luego de la conquista otomana fue convertida en mezquita hasta que Kemal Atäturk ordenó cerrarla al culto y convertirla en museo.

Tras pagar las diez liras turcas que cuesta la entrada, unos 25 pesos, habrá que recorrer los 15 metros que separan la puerta de acceso al templo de la llamada puerta del emperador, por la que sólo tenía derecho de cruzar el monarca. De repente surge la majestuosa cúpula, de más de 55 metros de altura.

Quien esto escribe no pudo evitar persignarse. Una señora con chador rodeada por varios chicos de unos 10 años miró sonriente al cronista y le dijo algo en turco que no se comprende, y también indica con la mano el lugar donde está el altar.

Hoy, este sitio está ocupado por el mihrab , que en toda mezquita muestra a los fieles la dirección a la ciudad sagrada de La Meca.

A la izquierda, en la esquina noroeste, un pasadizo estrecho o rampa permite el acceso a la galería superior, de donde puede contemplarse desde unos veinte metros de altura la amplia nave principal. También en este lugar hay ejemplos de espléndidos mosaicos cristianos recuperados tras haberse limpiado las capas de cemento que los recubrieron durante los tiempos otomanos. En la baranda de la galería, resguardado por un acrílico para evitar su deterioro, se encuentra un particular graffiti en runas: Halvdan . Data del siglo IX y es el nombre de un vikingo. ¿Quién sería ese guerrero nórdico? Nunca lo sabremos.

Torre Gálata

Entre rezos y arte
Al salir de Santa Sofía ( Ayasofya , en turco), se caminan unos 200 metros y estamos ante una curiosidad que conocen del cine quienes vieron De Rusia con amor , con Sean Connery como James Bond: la Cisterna Basílica ( Yerebatan Sarnici ). Una suerte de catedral subterránea o palacio sumergido, construida el 532 después de Cristo para abastecer de agua dulce principalmente al palacio de los emperadores bizantinos, hoy desaparecido.

El recinto tiene más de 300 columnas de cerca de 8 metros de altura y una capacidad de 80.000 metros cúbicos; en la actualidad se recorren dos terceras partes de su superficie total. Tiene una cafetería y tienda de recuerdos y la entrada es de 10 liras.

Sigamos recorriendo. Con la espalda en la Basílica Cisterna, a la izquierda veremos Santa Sofía. A la derecha, uno de los grandes monumentos de la arquitectura musulmana: la Mezquita Azul o Mezquita del sultán Ahmet.

Construida en el período 1609-1616, con sus domos y semidomos, así como sus 6 minaretes, sus 260 ventanales permiten una diáfana iluminación del interior, que ayudan a destacar los más de 20.000 mosaicos azules Iznik. Es un lugar de culto, por lo que hay que guardar el debido respeto. Habrá que quitarse los zapatos para poder ingresar. La entrada es gratuita.

Palacio Topkapi donde se encontraba el serrallo (harén)

Un rapto en el serrallo
Cercanos entre sí, se encuentran tres puntos inevitables de la ciudad. El primero de ellos, el Palacio Topkapi (entrada: 10 liras), sede del gobierno durante la época de los sultanes. Mandado a construir por Mehmet II, no está estructurado como un solo edificio, sino como un conjunto de edificaciones alrededor de grandes patios. Algunos puntos destacables: la Biblioteca de Ahmet III, los cuartos del Tesoro, la Cámara de los Visires y la Puerta de la Felicidad.

Aunque pegado a Topkapi, los turistas tienen que volver a pagar 10 liras para poder ingresar en el Harén, el serrallo, el sitio donde los sultanes guardaban bajo siete llaves, custodiadas por esclavos eunucos, a sus consortes y concubinas, junto con los hijos menores. Este enredado conjunto de pasillos, habitaciones y salas de estar fue por varios siglos el hogar de por vida para mujeres traídas de todos los confines del imperio. No olvidemos que la palabra harén viene del árabe y significa lo vedado .

Antes de entrar a Topkapi se deberá visitar el Museo Arqueológico (5 liras la entrada), un lugar que le hace honor a Turquía como país cruce de civilizaciones. El recorrido merece una tarde, sobre todo si miramos con detenimiento los objetos sacados de la meseta de Anatolia y de las diversas Troya, no sólo la homérica. Hay incluso un sector para los chicos, con un caballo de madera en escala para ayudar a imaginar las hazañas de Ulises, Aquiles y Héctor.

El Gran Bazar

Laberinto de tiendas
Mucho del exotismo oriental lo vivimos en el Gran Bazar, donde se amontonan sin solución de continuidad las abarrotadas tiendas de recuerdos, que van desde remeras; narguiles, pipas de agua; joyería de oro, muy buscada; alfombras y otros objetos.

En este lugar comimos en un restaurante un sabroso kebab, plato típico sobre la base de carne, con papas y una gaseosa; el restaurante no vendía bebidas alcohólicas, por 20 liras.

El regateo en este laberinto de callejuelas mágicas es casi obligatorio y no hay que preocuparse por el idioma: seguramente el vendedor se hará entender. Una alfombra, con un poco de esfuerzo, puede pasar de 400 euros a 250 en pocas palabras.

Este cronista quería llevar algo típico del lugar y optó por unos bellos estandartes con versículos del Corán bordados en dorado y con un talismán de la buena fortuna, el ojo de la suerte, en su parte inferior. Luego de mucho regatear consiguió comprar uno por 15 liras. A los pocos pasos, sonrió un vendedor que había visto la compra y ofreció otro con la palabra Allah por 10 liras. Mejor no seguir preguntando...

Taxistas imaginativos
El transporte público es variado en Estambul. Tenemos colectivos, subtes, tranvías. El tranvía, moderno y que atraviesa el sector histórico, es un medio muy cómodo e ideal para disfrutar del recorrido. El cospel, que sirve para cualquier distancia que elijamos, cuesta 1,6 liras turcas. Cuando optamos por el taxi, aunque tienen reloj, en muchos casos convendrá antes preguntar cuánto cuesta un determinado recorrido, ya que los conductores son muy imaginativos en cuanto a asociar una distancia con un precio. Este cronista, en una oportunidad, preguntó el precio por cubrir el trayecto entre los barrios de Fener y Besiktas, unos 6 km. Un taxista pidió, en inglés, 50 liras. Bastó con seguir preguntando para dar con un conductor que cobró sólo 14 liras.

Datos útiles
Cómo llegar
Desde Baires hay vuelos diarios a Estambul, viajando parte en TAM y parte en Lufthansa. Los argentinos no necesitan visa.

Idioma
El turco, perteneciente a la familia de lenguas uraloaltaica, se escribe con caracteres latinos.

Aquí, algunas palabras de uso diario
Hola: Merhaba
Adiós: Hou015Fçakalin
Por favor: Lütfen
Gracias: Teþekkür ederim, saðol
Si: Evet
No: Hayir
Aeropuerto: Havalimaný
Oficina de Turismo: Turizm bürosu
¿Cuánto cuesta?: Bu ne kadar?
Es muy caro: Çok pahalý

En Internet (Páginas en la Web para ayudar a armar el viaje)
www.turquia.net (en español
english.istanbul.com/Guide/GuideMain.aspx (en inglés
www.turquia.com/default.asp (en español)
www.istanbullife.org/index_es.html (diversos idiomas
www.tourismturkey.org (en inglés)
www.kultur.gov.tr/ES / (en español)

Moneda
Cotización de la lira turca (YTL) al 13/5/08
1 US$ = 1.2584 YTL
1 Euro = 1.9427 YTL

Literatura y cine
Algunos libros recomendados:
  • Istambul (guía en inglés), de la serie Eyewitness Travel, de la editorial DK
  • El Imperio Otomano, por Colin Imber, Ediciones B.
  • Estambul, por Orhan Pamuk, Mondadori. Historia de Bizancio, por Joseph Walker, Edimat Libros
  • The Fall of Constantinopla (en inglés), por D. Nicolle y otros, Osprey Publishing.
Algunas películas filmadas en Estambul:
  • De Rusia con amor (1963)
  • Topkapi, con Peter Ustinov (1964)
  • Politiki kouzina (La sal de la vida), con Georges Corraface (2003)

Manuel H. Castrillón (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: web

lunes, 19 de mayo de 2008

Famatina (La Rioja) - Circuito en la precordillera

El camino a La Mejicana es difícil, pero su espectacularidad merece el esfuerzo

De a poco se abre al turismo con increíbles montañas ricas en oro y otros minerales, además de su centenario cablecarril, uno de los más largos del mundo

En este pueblo no se puede tener el oro y el cerro. En sus pocas cuadras, replegadas en el tiempo y acurrucadas al pie de la imponente sierra de los Nevados de Famatina, no hay lugar a dudas: algo pasa con el cerro. Desde hace meses, los vecinos están parando las obras de un enorme complejo minero que extrajerá oro de las entrañas de la montaña. En las paredes, las pintadas rezan El Famatina no se toca , con dibujos naïf que auguran un futuro apocalíptico. También en la plaza los carteles advierten No a la minería, no al cianuro . El pueblo entero se movilizó en contra de la mina, para preservar su estilo de vida y las aguas que bajan de la montaña.

En medio de la árida provincia de La Rioja, Famatina es como un oasis, cuyos nogales y cultivos prosperan gracias a los arroyos que bajan de los nevados, con sus aguas amarillas cargadas de ocre. Curiosamente, tienen el mismo color que el metal de la discordia. Son doradas

Y en busca de alternativas a la minería, Famatina se vuelca lentamente al turismo. No es por falta de atractivos que permaneció hasta ahora más bien al margen, sino por su lejanía, la falta de infraestructura y el poco interés en desarrollar la actividad. Pero ahora las cosas son distintas: a lo largo de la avenida principal, que se topa con la plaza, ya hay una agencia en un local recién pintado y bien puesto, que ofrece excursiones y visitas en toda la región. Algunos vecinos proveen también sus camionetas para recorrer los difíciles y cansadores caminos de montaña, en busca de la otra riqueza del Famatina: los paisajes y los colores increíbles de sus rocas. Las vistas y las fotos también valen oro.

Nevado de Famatina

Todos los colores

Tal vez el cerro de los Siete Colores en Jujuy sea más famoso, pero el Famatina no se queda atrás en matices y tonos. Sin embargo, la llegada es complicada. Desde que el camino que se adentra en el macizo está bajo control de un piquete de vecinos que impiden el acceso al personal de la mina, el lugar ya no tiene mantenimiento y, además, se va desgastando con las crecidas del arroyo cuyo curso sigue y cruza varias veces. Los vehículos todoterreno penan entre las piedras, a escasos kilómetros por hora, y el concepto de turismo de aventura toma todo su sentido a medida que se cierra el valle.

Los choferes de las camionetas son a la vez guías y activistas en contra de la explotación minera. Aprovechan los altos en el camino para mostrar las riquezas que quieren preservar al no permitir la puesta en marcha de la mina: ríos de distintos colores que mezclan sus aguas, puestos trogloditas de pastores, yacimientos de barro ocre, panoramas sobre el valle del río Amarillo. Aprovechan cada parada para cortar plantas medicinales, que luego usarán en sus casas para curar fiebres, dolores de estómago, jaquecas y otros males. Este oro verde es otro bien que quieren proteger y hacer conocer a los turistas, para que entiendan el porqué de su oposición.

En realidad, si el oro es una presencia permanente en las excursiones de aventura por las montañas del Famatina, ya sea en auto, de a caballo o en caminatas, no se lo ve demasiado. Cerca de la barrera de acceso a la montaña, que los vecinos controlan desde hace meses, una familia entera vive de la búsqueda del oro. El padre, ayudado por su esposa e hijos, baja bolsos de barro de la montaña y los lava en un brazo del arroyo: cada semana logra extraer algunos gramos del precioso metal, que vende luego en Chilecito, para vivir en su puesto de montaña, donde el único lujo es un loro que da la bienvenida a los ocasionales visitantes.

José, el último de los búscadores de oro del Famatina, que otrora fueron numerosos y marcaron la historia regional, no es avaro con su tiempo para mostrar su método de trabajo y explicar cómo tiene que pelearle al cerro por algunas minúsculas lentejuelas. Lavando el barro, repitiendo los mismos gestos una y otra vez, al fin del día tiene en su mano algunos destellos dorados que, junto a las pepitas reunidas en otros pacientes días de trabajo, logran pesar algunos gramos y son el pasaporte a un nuevo período de supervivencia.

La Mejicana (foto)
Si la vida de los buscadores de oro no cambió con el tiempo, la de los vecinos del pueblo de Famatina empieza a transformarse con la toma de conciencia de que el turismo puede ser la mejor alternativa a la mina. La iglesia es el orgullo principal de los vecinos, gracias a una imagen de madera articulada de Cristo, traída desde el Alto Perú en el siglo XVII, que se lleva en procesión para Navidad y Semana Santa. La Chaya, versión riojana del Carnaval, durante la cual los vecinos se tiran líquidos y harina por la calle, es otro corte en la tranquila rutina famatinense.

El auge del turismo que vive hoy la Argentina llegó así hasta estos rincones de La Rioja. No muy lejos de Famatina, en Chañarmuyo, se construyó un hotel dentro de una bodega orgánica, para recibir a los turistas que siguen la ruta de los vinos riojanos hasta Chilecito, cercana en distancia, pero lejana en el tiempo.

Chilecito es una ciudad pujante, que atrapa todo lo que puede del mundo actual para volcarlo en la vida de sus habitantes: una de sus ideas es habilitar un camino que permita seguir el tendido del cablecarril La Mejicana, una verdadera obra maestra de ingeniería, que permitía bajar minerales desde las montañas hasta Chilecito en vagonetas a lo largo de 35 kilómetros, con un desnivel de 3500 metros. Las nueve estaciones del cablecarril siguen en pie, y una de las excursiones tradicionales que salen de Famatina tiene como objetivo llegar hasta una de ellas, cuando el tiempo y, sobre todo, el estado del camino lo permiten.

La Mejicana operó en los primeros años del siglo XX y fue uno de los cablecarriles más largos del mundo: ahora, aunque hace tiempo que no está en actividad, su terminal en Chilecito fue convertida en un pequeño museo, donde se conservan herramientas, mapas, fotos y algunos recuerdos de una obra que fue una verdadera epopeya, además del símbolo de una nación pujante que modernizaba hasta sus rincones más lejanos, hoy adormecidos en estos recuerdos.

Quebrada de Chañarmuyo

Uvas de Chañarmuyo
Al pie de la sierra de Famatina, el pueblito está apenas formado por un puñado de casas que bordean una vereda angosta a lo largo de la ruta. Es un oasis en medio de la aridez de las montañas gracias a las acequias y las aguas que bajan de las montañas. Los cardones conviven con un centenar de hectáreas de viñedos, que producen vinos cada vez más apreciados por los consumidores de la Argentina y el mundo. Como los demás vinos riojanos, los de Chañarmuyo resaltan las bondades de un clima donde las temperaturas son ideales, el sol abundante y el agua cristalina. El único peligro es el granizo, de ahí que las plantas se vean bajo la protección de las redes que buscan impedir eventuales daños. La bodega se complementa con un hotel, con habitaciones repartidas a lo largo de una galería cubierta por vides con uvas de mesa. Este nuevo emprendimiento está creciendo rápidamente y atrae cada vez más visitantes que quieren combinar degustaciones y visitas a la bodega con una buena mesa y un hotel confortable.

Datos útiles
Cómo llegar
Aerolíneas Argentinas vuela a La Rioja, desde allí, son 196 km a Chilecito por ruta asfaltada, y luego otros 50 km al pueblo de Famatina.

Información:
Casa de La Rioja en Bs.As
Av. Callao 745
4815 1929 / 4813 3417/18/19
Días y Horarios : lunes a viernes, de 9 a 18 hs.
casadelarioja@fibertel.com.ar

En Internet
www.larioja.gov.ar/municipios/mu-fam/mfam.htm
www.larioja.gov.ar/turismo

Pierre Dumas
La Nación - Turismo

Fotos: Pierre Dumas y Web

miércoles, 14 de mayo de 2008

Excursión a los secretos pampeanos

Santa Rosa, capital de la Provincia de la Pampa

Santa Rosa, Parque Luro y los pueblos de Toay y Victorica en un recorrido por la provincia de la inmensa llanura.

Como si se tratase de una bella mujer, se vuelve difícil entender cuál es el embrujo de La Pampa. Quizá su juventud: no fue reconocida como provincia hasta 1951. Quizá, su rara etimología cultural, moldeada por etnias aborígenes, por la implacable Conquista del Desierto que encabezó el general Julio Argentino Roca y por el carácter firme de los colonizadores europeos, que adoptaron la tradición gauchesca y transformaron la llanura en valle de sueños.
Misteriosa, no se deja ver. Se muestra, en algunos rincones, próspera y organizada. En otros, salvaje como el puma que se esconde en los montes.

Sofisticada y campera
Santa Rosa, la capital provincial, es a la vez sofisticada y campera, como tantas ciudades del interior. En ella conviven el estilo clásico del Teatro Español, levantado a principios del siglo XX, con el modernismo del Centro Cívico, donde se destacan las intervenciones del reconocido arquitecto Clorindo Testa.
En el quehacer cotidiano, la 4x4 del chacarero se mezcla con los coches de los empleados públicos y comerciantes. Por allá atrás, hace su entrada la vieja y querida chata, medio desvencijada, pero que todavía tiene cuerda para un rato más. Además, su entrecano conductor seguramente no la cambiaría por nada.

Mientras tanto, en una heladería, dos hombres rubios como el trigo, con camisa blanca y riguroso jardinero azul, disfrutan del caos controlado de la ciudad. Saborean ese helado que nunca llegará al lugar donde viven: la colonia menonita cercana a Guatraché, que puede visitarse con guía y está a unos 170 kilómetros de la capital pampeana, yendo por la ruta provincial 1. Allí, los moradores de origen germánico y rígidas tradiciones cristianas, mantienen las costumbres rurales decimonónicas. Austeros y fieles al trabajo sacrificado, cultivan el campo, elaboran quesos artesanales y producen muebles en madera de reconocida calidad. Nada de Internet, nada de televisión, nada de 4x4...

Por su capacidad hotelera e infraestructura gastronómica, Santa Rosa bien puede ser tomada como eje de operaciones, para desde allí partir cada mañana a los distintos rincones de la provincia. Es que La Pampa tiene un claroscuro: del lado luminoso, vale decir que despierta el espíritu aventurero, porque muchos de sus atractivos aún no fueron descubiertos por las grandes corrientes turísticas que surcan los caminos en otras latitudes. Del lado apagado, es justo señalar que no abundan las agencias de turismo receptivo, ni los paquetes organizados para varios días, por lo que tiene sus vueltas tratar de armarse circuitos preestablecidos.


En el Parque Luro (foto)
La Reserva Natural Parque Luro, a 35 kilómetros de la capital provincial, se transforma en la primera experiencia de sabor intenso. Las 1.600 hectáreas abiertas a la exploración están pobladas por unos 2.500 ejemplares de ciervos colorados que, entre marzo y abril, protagonizan el espectáculo de la brama (ver Imperdibles). Además, el Parque Luro, de 7.600 hectáreas en total, es la mayor reserva de caldenes del mundo, el árbol típico de La Pampa, reconocido por la extraordinaria dureza de su madera. Allí se combina el paisaje boscoso con una imponente laguna y áreas de médanos, y cohabitan, en armonía matemática, 160 especies de aves (carancho, halcón rojo, benteveo, flamenco, jote, loro barranquero, etcétera) con zorros grises, zorrinos, chanchos jabalíes y algunos pumas que, para alivio de los excursionistas, suelen esconderse en la espesura del monte y no se acercan a los visitantes.

Por otra parte, esta Reserva Natural ofrece la posibilidad de visitar el Museo El Castillo, una mansión estilo Luis XVI, con detalles de lujo, que perteneció a Pedro Olegario Luro, un médico nacido en Buenos Aires que en los primeros años del siglo pasado organizó allí el primer coto de caza del país, denominado estancia San Huberto, para el cual trajo ejemplares animales de Europa, entre ellos los ciervos colorados. Con los años, en 1936, las tierras y el castillo pasaron a manos del noble español Antonio Maura y Gamazo, fundador del Tortugas Country Club. Entre 1965 y 1973, la hija del emprendedor ya fallecido, Inés Maura de Roviralta completó la venta del actual predio al estado provincial para que se concrete la voluntad de su padre: que esas tierras se conviertan en el Parque Nacional Los Caldenes, que con el tiempo llevará el nombre de su primer propietario y mentor.

Iglesia Maria Auxiliadora - Toay

Por los pueblos
La localidad de Toay, a menos de 10 kilómetros de Santa Rosa y que supo soñar con ser capital del territorio hace unos cien años, ofrece atractivos que deben coordinarse con antelación, como cabalgatas por los bosques de caldenes y visitas a diferentes estancias. Las calles del casco urbano y sus casonas proponen un viaje en el tiempo a los pueblos rurales de los años 20. La Biblioteca Popular funciona en lo que fue un almacén de ramos generales que conserva intactos muebles de aquella época. La reconocida escritora y poetisa Olga Orozco, que recibió el premio a las letras Juan Rulfo en 1998 –un año antes de morir– es la cara de su Toay natal. La vivienda de su infancia se transformó en la Casa Museo que hoy conserva su biblioteca de 4.500 volúmenes, con ejemplares firmados por autores de la talla de Octavio Paz y Victoria Ocampo.

Victorica, 150 kilómetros al norte de Santa Rosa y a 30 de San Luis, combina el orgullo de haber sido el primer pueblo de La Pampa, fundado como una avanzada militar en 1882 por el coronel Ernesto Rodríguez, con el de haber albergado en sus tierras a indios ranqueles, cuyos descendientes, con el renacer de las culturas autóctonas tras décadas de sometimiento, mantienen vivas tradiciones milenarias como las "rogatorias", rituales para pedir auspicio a los dioses.

A 25 kilómetros de esta localidad, sobre la ruta provincial 105, se encuentra el Parque Indígena Leuvucó. Se trata de un territorio en el que alguna vez vivieron 6.000 ranqueles y donde descansan los restos del último cacique de la zona, Mariano Rosas, que había sido educado y protegido por el caudillo bonaerense Juan Manuel de Rosas. Es en la zona de lago Leuvucó, precisamente, donde hacia 1869 el coronel Lucio V. Mansilla realizó por iniciativa propia un acercamiento a la vida de las comunidades aborígenes, que luego plasmó en el famoso escrito "Excursión a los indios ranqueles", donde aquel hombre de sangre europea parece dudar acerca de la presupuesta brutalidad de aquellos aborígenes que desmayaban a las vacas de un golpe para que no sufrieran al ser degolladas.

De regreso a Santa Rosa, la noche capitalina abunda en ofertas de ocio y entretenimiento. La más imponente, probablemente, sea la del Casino Club, un gigante que parece haber sido trasplantado (sin anestesia) desde Las Vegas: tiene 5.000 metros cuadrados, 20 mesas de ruleta, 6 de black jack y 328 máquinas tragamonedas. Además, todas las semanas presenta espectáculos musicales.

Después de haber recorrido algunos kilómetros, la puerta queda definitivamente abierta. Empieza a comprenderse el misterio pampeano.

Parque «Los Pisaderos» en Victorica

Datos útiles
Cómo llegar
Aerolíneas Argentinas tiene un vuelo semanal a Santa Rosa, los miércoles. Desde Retiro parten a diario servicios semi-cama, cama y suite de las empresas Pullman General Belgrano, Alberino y Chevallier, entre otras.

Info Web
www.turismolapampa.gov.ar
www.lapampa.gov.ar
www.santarosavyt.com.ar
www.lapampaestancias.com
www.catulpa.org.ar

Ezequiel Viéitez
Clarín - Viajes
Fotos: web

lunes, 12 de mayo de 2008

San Antonio (Texas-EE.UU) histórica, pintoresca y orgullosa

Fuerte El Alamo

Personal, cálida, original, distinta. Así definen los sanantoninos a su ciudad. No por nada, suelen decir con mucho orgullo, que San Antonio es junto con Nueva Orleáns, San Francisco y Boston una de las únicas cuatro metrópolis que no se pueden comparar con ninguna otra de Estados Unidos.

La aseveración no parece equivocada, y seguramente deba parte de esa gran personalidad a su impronta histórica, a la mezcla de culturas y tradiciones, entre las que las raíces latinas destacan sobre la impronta sureña -más de las dos terceras partes de la población es de origen mexicano-, y a ese aire provinciano que se advierte en sus habitantes. Porque aquí, donde nuestro ManuGinóbili es ídolo absoluto y donde los Spurs son la principal atracción deportiva, las huellas del pasado hispánico siguen presentes invadiendo casi todos los aspectos de la vida cotidiana, conviviendo en perfecta armonía con la modernidad típica de una ciudad rica y pujante.

Al buscar esos rastros del ayer aparece, indiscutido, el emblema imperecedero de la historia texana: El Alamo. Originalmente concebido como la misión de San Antonio de Valero, de ahí el nombre de la ciudad, fue rebautizada por los soldados hispano-mexicanos originarios de la región de Alamo de Parras, en Coahuila, México, que a fines del siglo XVIII fueron enviados aquí como destacamento de apoyo durante la guerra de la independencia mexicana y que le dieron ese nombre por su similitud con la iglesia de su pueblo natal.

La historia quiso que décadas después el convento se convirtiera en fortaleza, y que esas paredes que habían albergado a indígenas y sacerdotes fueran mudos testigos de la más famosa batalla entre la milicia secesionista texana, con David Crockett a la cabeza, y el ejército mexicano comandado por el general Antonio Santa Ana, y que terminó, el 6 de marzo de 1836, con la muerte de los 190 rebeldes que resistieron el asedio durante 13 días.

Pese a su emplazamiento en el corazón de la ciudad, a cinco minutos a pie del centro, en los amplios jardines que rodean el predio impera un silencio casi solemne. Ahí todavía se conserva la iglesia original, el santuario, las acequias, un aljibe y parte de las barracas principales. En el interior de los edificios funciona un muy cuidado museo, en el que es posible conocer de manera interactiva la historia de la región y de El Alamo, y observar una buena colección de objetos relacionados con su historia.

Misión San José

Más rastros
También se puede sondear parte de ese pasado en las afueras de la ciudad, en el Parque Histórico Nacional Misiones de San Antonio. Ahí se conservan, en perfecto estado, las que fueron las cuatro principales misiones de la región: Concepción, San Juan de Capistrano, San Francisco de la Espada y San José. Estas fueron fundadas en los primeros años del 1700 por las órdenes salesianas, franciscanas y jesuitas, y al recorrerlas es posible interiorizarse sobre las particularidades de estos establecimientos, muy similares en concepción, funcionamiento y administración a las que se establecieron en nuestro país. Caracterizadas por la sobriedad y la sencillez, en las construcciones se recrea la vida cotidiana, y la relación entre los indígenas y los sacerdotes.

Volviendo al centro de San Antonio, el Palacio del Gobernador Español es una construcción típicamente hispano-colonial del siglo XVIII, que fue calificada por la National Geographic Society como el edificio más hermoso de todo San Antonio. Como si hubiese sido construida ayer, sorprende desde la entrada con una puerta tallada que es una verdadera obra de arte en sí misma y tiene unos enormes jardines con un aljibe típicamente criollo.

Hacia el Sur, está La Villita, que fue el primer barrio de la ciudad en el que se asentaron los pobladores que llegaban de todas las regiones del estado. Hoy es el sitio elegido por los jóvenes y los artistas, y en sus tranquilas calles se respira cierto aire de bohemia. Por eso sus pintorescas construcciones fueron convertidas en galerías de arte, tiendas de ropa de autor, estudios de diseño y negocios de artesanías, junto con restaurantes y bares.

Bien cerca, la Plaza del Mercado tiene una feria artesanal imperdible y es "el" lugar para disfrutar de la gastronomía tex mex al estilo local.

Casi en las afueras de la ciudad, en el barrio King William es posible encontrar las raíces de la fuerte inmigración alemana, que llegó a la región a mediados del siglo XIX. Este barrio, que supo ser el más elegante de la ciudad, conserva gran parte de las mansiones construidas por los ricos comerciantes germanos y hoy es una de las zonas residenciales más exclusivas de la ciudad. Perderse en sus calles es un verdadero placer, ya que permite descubrir rincones de gran belleza; por ejemplo, los viejos puentes que cruzan el río en varios tramos.

En King William y a la vera del río está la Guenther House, una construcción de 1860, típicamente alemana, construida al lado del que fue el primer molino de harina del estado, el Pioneer Flour Mills, y que fue completamente restaurada y convertida en pequeño museo, casa de té y restaurante.

Torre de las Américas (228 metros de altura)

El mejor presente
Pero como no todo es historia, San Antonio también muestra orgullosa su presente en ese otro emblema de la ciudad que es el River Walk. Trazado a lo largo del río San Antonio, el paseo comenzó a idearse poco antes de la Feria Mundial, que se hizo aquí en 1968, para celebrar los 250 años de la fundación de la ciudad, como una forma de cambiarle la cara a esa zona céntrica que estaba bastante deteriorada, funcionaba como patio trasero de las edificaciones. Para eso se convocó a quienes tenían propiedades a la vera del río para que trabajaran junto con el gobierno local en la restauración de las fachadas, la limpieza de los fondos y la recuperación de las zonas más deterioradas.

El plan dio como resultado un atractivo paseo, que en la actualidad suma más de cinco kilómetros en los que se intercalan zonas gastronómicas y paseos de compras con otras de descanso y recreación, mientras las embarcaciones turísticas recorren el río de ida y vuelta decenas de veces por día. Y se estima que el recorrido se irá ampliando hacia las nuevas zonas residenciales que se suman a la ciudad para conformar un cordón de casi 17 kilómetros en los próximos años.

También de esos días es la Torre de las Américas. Con 228 metros de altura, fue emblema de la Feria Mundial del 68 y con el tiempo se transformó en una postal obligada de San Antonio. Desde arriba se tiene la mejor vista de la ciudad y sus alrededores, y ahí mismo funcionan un restaurante giratorio y un teatro 4 D, en el que se presenta la sensorial The Skies Over Texas , un recorrido en cuatro dimensiones por el estado.

Por supuesto, San Antonio no sería la misma sin los Spurs y los Spurs no serían lo mismo sin Ginóbili. Eso se intuye en las calles al cruzarse cada tanto con algún fanático que pasa luciendo la camiseta blanca y negra con el número 20 en la espalda, pero se torna certeza ni bien uno se acerca al AT& T Center, en el margen noreste de la ciudad, un día de partido: ahí sí, las camisetas que se alternan son las de Manu y las del moreno Tim Duncan en un duelo mano a mano que no parece tener ganador, mientras cada tanto se cuela alguna del petiso Parker, confirmando que el argentino es aquí un ídolo. Y la certeza se torna emoción cuando, dentro del estadio, se puede sentir cómo las casi 20.000 personas que desbordan la capacidad en uno de los juegos por los Play Off corean al unísono el nombre del bahiense. Es entonces cuando uno no puede dejar de sentirse, al menos por un rato, un poco sanantonino.

Escultura: antorcha de la amistad

Datos útiles
  • La visita a El Alamo demanda unas dos horas y se puede acceder caminando desde el centro de San Antonio. La entrada es gratuita.
  • Las misiones de San José, San Juan Capistrano, Concepción y San Francisco se encuentran más alejadas y es conveniente tomar un tour para recorrerlas. No cobran entrada.
  • La entrada al Museo Nacional de la Guerra del Pacífico tiene un costo de US$ 7 por persona y se puede recorrer en unas dos horas.
Diego Cúneo (Enviado especial)
La Nación- Turismo
Fotos: La Nación

miércoles, 7 de mayo de 2008

Nueva Zelanda: El señor de los paisajes

Toda la belleza salvaje de Milford Sound, en el Parque Nacional de Fiordland

Detrás de una naturaleza desbordante y plena de contrastes, con glaciares, volcanes o playas a pocos kilómetros entre sí, se descubre una sociedad moderna y consciente del medio ambiente

Nueva Zelanda es uno de esos países en los que uno puede imaginarse una vida: limpio, seguro, multicultural, sin pobreza ni ostentación millonaria, sede de ciudades vibrantes, jardines generosos, mesas bien servidas, amabilidad sin artificios.

Y los paisajes. Rudyard Kipling alguna vez los calificó como la octava maravilla del mundo. Pero pasarían más de 100 años para que esos escenarios de cuento -que no por nada fueron los elegidos para filmar la taquillera triología de El Señor de los Anillos, entre otras películas de fantasía-, se convirtieran en el principal producto de exportación de Nueva Zelanda. Un país que, se mire por donde se mire, queda lejos de todas partes.

Desde la Argentina, lo más fácil es viajar vía Chile, y desde allí son 11 horas de vuelo. No parece tanto. Aunque, claro, al aterrizar en suelo kiwi se descubre que hay un día entero que se evaporó por arte de magia. Es decir, si se viaja un jueves, por ejemplo, se llega invariablemente un sábado.

Misterios del tiempo aparte, el país de los All Blacks recibe 2,4 millones de turistas por año. No es poco, en una nación de apenas cuatro millones de habitantes. Sucede que en su apretada y accidentada geografía, las dos grandes islas, que sumadas a un puñado de otros islotes conforman el Estado de Nueva Zelanda, concentran desde volcanes y glaciares hasta playas de arena negra, bosques subtropicales e incluso su propia cadena de Alpes. Y al ser un territorio compacto, con rutas impecables y facilidad de transporte, en un mismo día es posible, por ejemplo, saltar de una pista de esquí a una tabla de surf.

Pero no basta con tener una naturaleza privilegiada: hay que saber aprovecharla. Algo que los neozelandeses saben hacer, y muy bien.

De hecho, casi un tercio de Nueva Zelanda, cuyo tamaño es comparable a Gran Bretaña o Japón, cae bajo el manto de parque forestal, reserva marina u algún otro tipo de área protegida. Hay 14 parques nacionales en total, todos con acceso gratuito, y en cualquier punto del país siempre existe uno a corta distancia.

Sobran opciones para disfrutar de cada rincón de las islas. Y para hacerlo desde todos los ángulos, medios y presupuestos imaginables: trenes panorámicos que zigzaguean entre picos nevados y cumbres escarpadas, helicópteros que sobrevuelan lagos humeantes, barcos que surcan costas rasgadas por fiordos, gomones que flotan en grutas subterráneas, parapentes que planean sobre campos salpicados de ovejas (dicen que hay 15 por cada habitante), catamaranes especiales para ver ballenas... Y para los cultores del trekking y el ciclismo, todo Nueva Zelanda es un enorme circuito de senderos y miles de kilómetros marcados, señalizados y vueltos a marcar.

Una curiosidad: cuevas con gusanos fluorescentes

Semejante profusión de naturaleza también puede alternarse con un rosario de ciudades y pueblos que desmienten la fama de aburrida y previsible que se le ha atribuido a Nueva Zelanda, una ex colonia británica que aún conserva la fidelidad a la reina y la tradición de manejar por la izquierda.

Más allá de la cosmopolita Auckland, la mayor ciudad y a donde llega el 80% de los visitantes internacionales, también está la capital del país, Wellington, tan famosa por sus numerosos festivales e intensa actividad cultural (tiene más de 50 museos y galerías, entre ellos el renombrado Te Papa Tongarewa), como por la ferocidad de sus vientos, pues comparte con Chicago el apodo de Windy City.

O Christchurch, la ciudad más grande de Isla Sur, también conocida como la más inglesa fuera de Inglaterra. Es una delicia pasear por sus jardines botánicos, recorrer el río Avon en canoa, perderse entre sus iglesias de estilo gótico o tomarse un trago en los bares de The Strip, a orillas del río.

También en la Isla Sur, Queenstown es otra parada imperdible. Proclamada la Capital del Turismo Aventura, tiene bien ganada su fama: desde esquí a rafting y paracaidismo, no hay actividad que no se practique en los alrededores de la villa alpina. Incluso dicen que aquí fue donde el neozelandés A. J. Hackett inventó el bungee jumping (Hackett es el mismo que en 1986 se lanzó atado a un elástico desde la Torre Eiffel). Desde Queenstown parten las excursiones a los fiordos de Milford Sound y Doubtful Sound, reservas naturales de una belleza sobrenatural.

De todos modos, la gran ventaja competitiva de Nueva Zelanda va más allá de paisajes impactantes. Su imagen verde y su énfasis en el turismo sostenible son la principal apuesta de un gobierno preocupado por cuidar sus tesoros naturales y minimizar el impacto tanto en el medio ambiente como en la comunidad.

"Cada sector de la economía está enfocado para ser sostenible. Pero el turismo debería liderar el camino", asegura el ministro de Turismo, Hon Damien 0´Connor.

¿Cómo ser sostenible? A través de varias iniciativas, desde la reducción sustancial de las emisiones de carbono -el Estado se comprometió a recortar las del transporte a la mitad para 2040, además de ser unas de las primeras naciones en introducir vehículos eléctricos- hasta pequeños cambios que hoy son palpables en la mayoría de los hoteles neozelandeses: detectores de movimiento para encender o apagar luces, productos de limpieza libres de químicos, uso de papeles ecológicos y jabones biodegradables, la opción de no lavar las toallas todos los días, indicaciones sobre cómo ahorrar agua, etcétera.

La naturaleza en su esplendor

"Ser sostenible es más que reciclar o usar bombitas de bajo consumo -aclara, sin embargo, John Delaney, director de Green Globe, un programa que regula y certifica proyectos ecoturísticos en 42 países-. Es simplemente ser más eficiente."

Delaney subraya que las comunidades juegan un papel clave en el turismo sostenible. En este sentido, Kaikoura, un pequeño poblado de la Isla Sur, se convirtió en la primera localidad que obtuvo la certificación de Green Globe.

Con apenas 3400 habitantes, Kaikoura recibe 1,6 millones de visitantes por año (el avistamiento de ballenas es la vedette del lugar). Para minimizar el impacto que esto significa en su infraestructura y medio ambiente, adoptó una serie de medidas que en un principio pecaban de ambiciosas, pero que alcanzaron resultados sorprendentes. Entre ellas, Kaikoura hoy recicla el 65% de la basura (incluso tiene un desfile de moda en el que se muestran vestidos realizados a partir de esos deshechos), y se propuso la reducción total de residuos para 2015. También plantó dos millones de árboles para compensar la emisión de dióxido de carbono, incluyendo al turista en su iniciativa: vende árboles a los visitantes, que tras sembrarlos pueden seguir su crecimiento a través de Internet.

"La mayoría de los turistas que vienen a Nueva Zelanda tienen que atravesar medio globo para hacerlo -dice O Connor-. Entonces, una vez que están acá, queremos ofrecerles lo mejor. Y el turismo sostenible es parte esencial de ese valor agregado."

En el país hay 15 ovejas por cada habitante

Auckland y la diversidad (Virginia Lauricella)
Con propuestas que van desde bungee jumping sobre una de sus avenidas más importantes hasta parques de verde imposible para alejarse de todo, esta ciudad es una verdadera amalgama.

Las influencias asiáticas y polinesias se hacen evidentes con solo caminar por las céntricas Albert o Queen. Cuadras enteras con restaurantes chinos, tai, japoneses, todo en ideograma. El sushi, incluso, se vende en bandejas en la calle por pocos dólares. La raíz europea se mantiene, por ejemplo, en restaurantes como A Little Italy y The Occidental, cuyos mejillones enormes gozan de gran fama.

El culto al deporte y la naturaleza, sustentado por estrictísimas leyes de conservación, se respira en toda esta ciudad dominada por la torre más alta del hemisferio sur, Sky Tower.

Allí se puede caminar por la cornisa o saltar desde la cima; un combo incluye ambas, por 240 dólares. Los menos intrépidos pueden circular por bloques de vidrio incrustados en el piso del observatorio, a 186 m de altura, donde un cartel advierte: "Son tan fuertes como el cemento". Es recomendable subir para ver el atardecer. Bellísimo.

La ciudad más importante del país, con 1,3 millones de habitantes, cuenta con el acuario subterráneo Kelly Tarlton s, entre sus atracciones. Hay ferries a puntos de la costa, como la victoriana Devonport o islas como Waiheke, ideal para un día de playa. Una excursión por Bay of Islands, imperdible.

Datos útiles
  • La isla Norte es la más poblada de las dos, y su clima es cálido subtropical, mientras que la Isla Sur es más fría y montañosa. Hay servicios diarios de ferry para cruzar de una a otra. De punta a punta, son 1600 km.
  • El 15% de la población es de origen maorí y el 6,5 proviene de las islas del Pacífico.
  • El deporte nacional de Nueva Zelanda es el rugby, aunque el país también registra el mayor número de embarcaciones por habitante.
  • La moneda es el dólar neozelandés. Un DNZ equivale a US$ 0,80.
Comidas
Aunque hay más de 60 variedades de pescados y mariscos, el plato nacional es el cordero, que se sirve asado o en guisos. Sus vinos han ganado reputación en los últimos años. Una buena noticia para el bolsillo argentino: en Nueva Zelanda no se acostumbra dejar propina.

En Internet
www.tourismgovt.nz
www.newzealand.com/travel
www.greenglobenz.org
www.kaikoura.co.nz
www.realjourneys.co.nz

Teresa Bausili -Enviada especial
La Nación - Turismo
Fotos: gentileza Real Journeys

domingo, 4 de mayo de 2008

España-Malaga: El caminito del Rey



Un camino mortal que recorren turistas al borde de un fantasmal abismo

En Málaga, España, existe un paso peatonal construido en las paredes de un desfiladero. Se extiende por tres kilómetros y tiene tramos de apenas un metro de ancho a 100 metros de altura. Es conocido como "El caminito del Rey" y el paso del tiempo y el abandono de su mantenimiento hizo mella en él. El paso peatonal no tiene baranda, algunas secciones se derrumbaron y su fama es alimentada, precisamente, por su peligrosidad.

Este paso de peatones conocido como el Caminito del Rey fue construido para que entre el Salto del Chorro y el Salto del Gaitanejo, ambos pertenecientes a la Sociedad Hidroeléctrica del Chorro, se pudiera facilitar la comunicación, el transporte de materiales, la vigilancia y el mantenimiento del canal, es decir, que permitiese al personal ir de uno a otro con facilidad.



Esta gran obra de ingeniería fue construida entre 1901 y1905 y el nombre que recibe se debe a que Alfonso XIII lo atravesó cuando vino a inaugurar la presa del Conde del Guadalhorce en 1921.

Este voladizo o balconcillo es perfectamente visible desde la vía férrea y todo aquel que lo visita sale admirado de su arriesgada construcción y de los pintorescos paisajes que desde allí se vislumbran. Siguiendo la pasarela, se pasa por un puente muy pintoresco que se divisa desde la carretera de Álora al Chorro. Desde el puente se sigue el camino peatonal instalado en la roca vertical que termina en la línea férrea de Córdoba a Málaga.

Desde hace años, muchos turistas se dirigían a él motivados por recorrer este camino que fue creado por el rey Alfonso XII. También tiene una zona de escalada, una de las más importantes de Europa. Esto propició numerosos accidentes (algunos mortales) a lo largo de los años y acrecentó su leyenda negra.



En 1999 y 2000 se produjeron sendos accidentes mortales que costaron la vida a cuatro personas. Esto indujo a la Junta de Andalucía a cerrar los accesos al camino, demoliendo su sección inicial. Sin embargo, esta medida no consiguió detener a los aventureros, que siguen encontrando la manera de acceder a él.

Tampoco es efectiva una multa de 6.000 euros que se impone por transitar por las vías y los túneles del tren por las que se puede volver del Caminito.

Islas Griegas


Un panorama con los principales atractivos de 10 magníficas islas. Los pueblos, las playas y los sitios arqueológicos.

Pueblos blancos aferrados a rocas empinadas. Pequeñas embarcaciones se mecen en puertos sin apuro. Viñedos y olivares. Calles escalonadas que trepan hasta templos en ruinas. Y por supuesto, playas idílicas. Todas estas postales pertenecen a las magníficas islas de Grecia, que comparten también un mar azul hipnótico y un clima seguramente bendecido por los dioses del Olimpo. Por eso, luego de una impostergable visita a Atenas y los vestigios del pasado de gloria en el continente griego, las islas conforman un rosario de perlas preciosas para conocer.

Hay más de 3 mil islas e islotes en Grecia, de las cuales sólo cerca de 200 se encuentran habitadas. La mayoría se extiende por el mar Egeo. Se dividen en nueve grupos: del Golfo Sarónico, las Cícladas, Eubea, las Espóradas, del Egeo septentrional, del Egeo oriental, el Dodecaneso, Creta y las Jónicas. A continuación, una selección de diez esplendorosas islas para disfrutar y aproximarse al pensamiento, la historia, la cultura, la mitología y las costumbres griegas:

EGINA
Casi en el centro del golfo Sarónico, Egina es una de las islas más cercanas a Atenas y una de las primeras en recibir al turismo. Con 83 km2, fue famosa por su escuela de escultura y el templo de Afea, uno de los más importantes de la Antigüedad. En la actualidad se conservan algunas columnas, restos de construcciones y cimientos de un altar. De la gran cantidad de iglesias y monasterios del lugar -el primero del país en acuñar moneda-, se destaca el de San Nectario, a 6 km del centro. ¿Un consejo? Comprar pistachos en el mercado y tomar un helado.


MYKONOS
Bella y sofisticada. A casi cuatro horas de ferry desde la capital griega, Mykonos es la isla más deseada del grupo de las Cícladas, dispuestas en forma de círculo (Kyklos) en el mar Egeo alrededor de la sagrada Delos. Promediando la década del 60, el mundo recién supo de sus playas irresistibles y sus casas blancas, de la mano de los Onassis y del jet set internacional, que la convirtieron en uno de sus refugios preferidos. Las capillas con cúpulas -dicen que hay cerca de 700-, los molinos de viento y las casas cúbicas con ventanas de madera azul intenso y balcones floridos son atractivos únicos para los miles de turistas que desembarcan de los cruceros cada verano, arrebatándole a la isla su antiguo aura de exclusividad. En Hora, su capital, los bares y las tabernas se suceden al ritmo intenso de la vida nocturna, y el barrio Pequeña Venecia no descansa jamás. Las playas tampoco defraudan a nadie. Hay playas nudistas, para familias, gays y amantes de los deportes náuticos o de las fiestas.


NAXOS
La isla más grande y fértil del archipiélago de las Cícladas -tiene 428 km2- fue habitada por primera vez por los tracios, quienes introdujeron el culto al dios Dionisio. Centro de la civilización cicládica (3200-2100 aC.), su capital cuenta con monumentos de épocas diversas. En la entrada del puerto sobresale la Portara, la puerta que pertenecía al inacabado templo de Apolo, o al palacio de Ariadna, según la tradición. Con callejuelas empinadas, la ciudad de Jora está dominada por un castillo veneciano de 1207, del que se conservan algunas puertas y torres. En la antigua Escuela Mercante funciona el Museo Arqueológico.


DELOS
Si hubiera que elegir una palabra para describir esta isla de las Cícladas sería sagrada. El sitio donde Leto dio a luz a los dioses Apolo y Artemisa atrae a una multitud de visitantes que llegan hasta allí para admirar los bellos monumentos. Muy cercana a Mykonos, la isla fue el centro político y religioso desde el siglo IX aC. Después de pasar por manos atenienses, macedonias, egipcias y romanas, entre tantas otras, a partir del 69 aC. sólo sirvió como refugio para piratas. Recién hacia 1400 dC. llegaron los primeros viajeros que descubrieron sus valiosas ruinas, y a partir de 1872 la Escuela Arqueológica Francesa comenzó a realizar excavaciones sistemáticas en busca de tesoros arqueológicos. En el noroeste se encuentran los Propileos y el Agora, y a continuación, se levantan los restos de la Vía Sacra con las bases para las ofrendas. Entre santuarios y templos, todas las miradas buscan la célebre Calle de los Leones, que conserva cinco de los nueve felinos originales de mármol. Junto al gimnasio y al estadio, el barrio más poblado era el del teatro (quedan en pie 17 de las 26 gradas), donde las viviendas de la época helenística y romana eran decoradas por mosaicos que aún pueden apreciarse en las casas de los Delfines, de las Máscaras, del Tridente y de Dionisio.


SANTORINI
Conocida también como Thera o Thira, la famosa isla con forma de medialuna del Egeo fue rebautizada por los mercaderes venecianos hacia el Medioevo, en honor a la patrona Santa Irene. Del grupo de las Cícladas se destaca por su configuración geológica, ya que tiene el suelo cubierto por materia volcánica. Precisamente, sus acantilados y playas de arena negra son consecuencia de una erupción volcánica en 1450 aC., y no son pocos los que sospechan que éste fue el reino perdido de la Atlántida. El intenso movimiento turístico y la animada vida nocturna no han interferido en su fisonomía apacible y en la hospitalidad de sus 13 mil habitantes. Su capital es Thira o Firá y fue construida en forma de anfiteatro. Se comunica con el puerto mediante un camino empinado de anchos peldaños, adonde se puede subir con un teleférico, o bien, a lomo de burro. Ninguna de las dos experiencias serán olvidadas jamás. Desde lo alto, la vista es superlativa: el puerto, la costa rocosa y las casas blanquísimas con cúpulas y ventanas pequeñas. Como si no bastaran las catedrales católica y ortodoxa, los castillos venecianos y las excursiones hacia el volcán de Nea Cameni, Santorini tiene el pueblo de Ia: a la hora del ocaso, con un vaso de vino en la mano, todos celebran la puesta del sol. Y aplauden.


TASOS
Es una de las islas más turísticas de Grecia, con 379 km2 y 95 km de costa. Abundante vegetación, playas extensas y un oleaje límpido son sus principales características. Entre las montañas (el monte más elevado es el Psarió, con 1.127 metros) y el mar yacen unos quince pueblos, antiguos y nuevos. Sobre el puerto actual se levanta una estatua de Dionisio de la época arcaica, y sobre el antiguo puerto comercial, cerca del Agora, se alza el santuario de Poseidón. Se observan también restos de las viejas murallas que rodeaban Limenas, la capital. El primer teatro del siglo V aC., la acrópolis con templos de Apolo y Atenea, y el de Heracles, integran un recorrido delicioso.
LESBOS
Es famosa por haber sido la patria de la poetisa Safo, cuyos poemas describían su amor apasionado por sus compañeras. De ahí surgió el término lesbianismo. Es la tercera isla más grande -detrás de Creta y Eubea-, con 320 km de costa. Aunque su suelo es montañoso, cuenta con húmedos y fértiles valles plagados de olivos. Al nordeste del Egeo, la isla es visitada también por sus numerosas fuentes termales y por el bosque petrificado de Singri. Como en la mayoría de las islas griegas, la capital (en este caso, Mitilene) es también el puerto principal de Lesbos. Tierra de poetas, filósofos, historiadores y músicos, alcanzó su apogeo en los siglos VII y VI aC.


RODAS
Es la isla más grande del Dodecaneso. Según la mitología, Rodas nació del amor entre Helios y la ninfa Rhode. Su nombre siempre remite al impactante Coloso, la estatua que se erigía en la entrada del puerto y que fuera considerada como una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. La isla es hoy un importante centro turístico internacional, con bellas playas, pueblitos encantadores y bares y restaurantes bulliciosos.


CRETA
Como en toda Grecia, la historia es inseparable de la mitología. Pero quizás en ninguna isla esto es tan palpable como en Creta, la mayor del país y la quinta del Mediterráneo: tiene 8.261 km2 y más de mil km de costas. Cerca de la capital Heraklion se levanta el Palacio de Knosos, cuya forma laberíntica inspiró a la leyenda de Teseo, su enamorada Ariadna y el temible Minotauro. Centro de la milenaria civilización minoica, Creta tiene magníficas playas y pueblos para deleitarse.


CORFU
Aquí se puede presenciar uno de los crepúsculos más impactantes de Grecia. Dominada por dos macizos montañosos, Corfú forma parte de las Islas Jónicas y cuenta con valles verdes, llanuras y bahías. Todo es imperdible en esta isla. Las callecitas estrechas, la panorámica que ofrece la avenida del puerto junto a la muralla –que pertenece a las fortificaciones de la ocupación veneciana–, el Listón que remite al dominio francés con cafés acogedores y, por supuesto, las fantásticas playas. Inevitablemente, Corfú es otra buena razón para no querer irse de Grecia.


La buena mesa
La cocina griega es una de las más célebres del mundo por la sabia combinación de sus sabrosos ingredientes. En la tierra del olivo es difícil hallar un menú sin aceitunas o el preciado aceite. Y ningún plato luce sofisticado: cada región e isla le imprimen a la gastronomía una sencillez milenaria y singular. Por ejemplo, la mousaka es una exquisita mezcla de carne picada, berenjenas, papas, tomates y albahaca. ¿Otro clásico? La ensalada griega, con aceitunas, tomates, queso de cabra y hojas de parra. Mientras el cerdo es la base de la cocina en Creta, los postres son muy dulces y llevan miel y nueces, como los loukoumades (buñuelos bañados en miel) y los surtidos de guindas y pistachos acaramelados. En Santorini se pueden probar las agkinares a la polita (corazones de alcaucil con aceite de oliva) y la fava (puré de lentejas amarillas con alcaparras y aceite). Las especialidades de Corfú son el sofrito (estofado de carne con aceite de oliva, tomate y ajo) y el pastitsio, con carne, queso y salsa blanca. Para beber, nada como un vaso de vino, pero también vale un mezedes (aperitivo) o el ouzo, un aguardiente típico.

Viaje a la tierra de los mitos
Hay viajes que uno se debe de toda la vida y que, al concretarlos, generan una intensa sensación de "retorno".Como si a fuerza de soñar con un lugar, ya se lo conociera. Será por las leyendas mitológicas que me contaba en la infancia mi abuela Olga; será por mis dudas existenciales que siempre mitigó la filosofía; será por mi nombre, Diana, la diosa romana que alude a la griega Artemisa. Lo cierto es que cuando pisamos Grecia, sentí que había vuelto -¡por fin!- a la tierra de los mitos. Así fue que en Creta parecía deambular la sombra del Minotauro por el laberinto de Knosos. El aura del Coloso de Rodas se mantenía en pie, como en las películas. ¿Y qué decir de Mykonos y Santorini? Cortaban la respiración con su arquitectura inmaculada, sus callejuelas escalonadas y sus playas perfectas. Sin embargo, no sabía de los ocasos dorados en el mar azul ni de los cafés de cara a cualquier puerto, uno más conmovedor que el otro. Menos aún, de los pueblos de piedra recorridos a lomo de burro.

Clarín - Viajes
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