• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

martes, 30 de junio de 2009

Mirada rápida a San Diego-California


ES LA CIUDAD-BALNEARIO MÁS FAMOSA DE LA COSTA OESTE POR SUS NUMEROSAS PLAYAS Y ATRACCIONES

Del 12 de junio al 5 de julio en el Del Mar Fairgrounds de San Diego se realiza la sexta feria más grande de la nación y el máximo evento del condado. En esos 22 días se llevan a cabo actividades diversas, como festivales de música, exposiciones, entre otros certámenes que atraen a expositores, compradores y visitantes de todo el país.

Si está pensando conocer algo diferente en las próximas vacaciones, San Diego es una gran alternativa. Se ubica al suroeste de California y es la segunda ciudad más grande de este megaestado estadounidense. El condado está justo al norte con la frontera mexicana, limitando con la conocida Tijuana. Es un destino con kilómetros de playas y agradable clima mediterráneo todo el año, con temperaturas promedio durante el día de 21 ºC que en el invierno raramente descienden bajo los 10 ºC.

Elegante y soleada, San Diego es en verdad una ciudad para todos. Puede pasar un día entero conociendo los diversos museos en el Parque Balboa, jugando golf, visitando el popular zoológico, gozando de una de sus playas o diversos shopping centers. También puede salir de la ciudad e ir a Torrey Pines State Reserve, una zona natural protegida para admirar las aves y los árboles más extraños. Y entre los meses de diciembre a marzo se pueden observar los maravillosos grupos de ballenas que pasan por su costa diariamente.

El transporte en San Diego es completo: sistemas de tren ligero, autobuses, tren coaster y el famoso servicio de ferrocarril Amtrak para salir de la ciudad. Además de autopistas de alto nivel interconectadas con todo el país.


ATRACCIONES
Para comenzar con la aventura no dude en pasear a través del embarcadero, donde podrá visualizar grandes embarcaciones navales y de comercio.

No puede faltar la excursión al Parque Balboa, que es el corazón cultural de San Diego, con construcciones que datan originalmente de la Exposición Universal de 1915. Este lugar alberga 15 museos, nueve teatros y centros de arte, así como el famoso zoológico de San Diego. Este último recibe más de 500 mil visitantes al año, en un horario corrido desde las 9:30 a.m. hasta las 4:30 p.m. todos los días, el cual se extiende algo más en el verano.

Gaslamp Quarter, con sus 16 manzanas, es una zona victoriana restaurada del centro de la ciudad. La mayoría de los edificios se han convertido en galerías, restaurantes, bares, tiendas de calidad y espacios teatrales que se pueden recorrer a pie o en una carroza halada por caballos. Al este de esta zona se encuentra el Petco Park, donde se levanta el estadio de los San Diego Padres (equipo profesional de béisbol). Otro barrio interesante para ir es el Little Italy, donde las residencias y los pintorescos restaurantes están decorados al estilo italiano.

Mission Bay Park es el parque más grande de la bahía. Ofrece una gran variedad de actividades incluyendo rutas para caminar y trotar y áreas de juego para niños. Es un sitio muy popular para volar cometa o hacer picnic. No deje atrás la diversión familiar, pues aquí podrá visitar parques de diversiones que a todos les encanta, como el Wild Animal Park o el famoso Sea World (cuyo clon en Orlando fue tema central de la semana pasada), que atrae a grandes y a chicos con sus juegos acuáticos, acuarios y espectáculos con animales.


ARENA, MAR, SOL Y MUCHO MÁS
A lo largo de sus 113 kilómetros de litoral, San Diego tiene playas y aguas inmejorables ya sea para navegar, surfear, nadar, pescar, montar a caballo o simplemente para descansar sobre la arena leyendo un buen libro. Las más bellas playas se encuentran en La Jolla y Coronado, y para los que les gusta sentir la adrenalina existen excursiones de buceo, vuelos en globos y hasta experiencias en combate aéreo.

Los amantes a las compras podrán encontrar en Coronado los mejores centros comerciales y muchos hospedajes de lujo como el histórico Coronado Hotel. La Jolla, por su parte, es una bella área con exclusivas residencias en las colinas que lo dejarán boquiabierto y numerosas tiendas y boutiques de alta calidad.

Si cuenta con más tiempo, a menos de dos horas se encuentra Los Ángeles, con todos sus atractivos que no se reducen a los muy promocionados Hollywood y Beverly Hills. Una visita a esta metrópoli dependerá de cuánto tiempo libre disponga el viajero.


Marisol Tudela Quesada
Diario El Comercio (Peru)
Fotos: web

lunes, 22 de junio de 2009

Egipto: La ciudad al borde del desierto

Impresiones de un cronista por las calles de El Cairo. El pulso de una ciudad que deslumbra con sus contrastes de cara a las eternas pirámides.

Arena. Muchísima. Un océano de arena. Esa es la primera, inevitable impresión que se tiene de Egipto, el mítico país africano, desde la ventanilla del avión que se aproxima al aeropuerto de El Cairo. Y una leve sensación de pena -como entienden la palabra los mexicanos, que mezclan en ella los sentidos de tristeza y vergüenza- no por Egipto, sino por la Argentina, que se ve verde, inmensamente verde y fértil desde los aviones. ¿Cómo es posible, se pregunta uno, que dos paisajes tan radicalmente opuestos produzcan grados de desarrollo más o menos parecidos? Casi todo es arena en Egipto: el 95 por ciento del territorio es desierto.

El Cairo, no. Atravesada por el mítico Nilo, se junta en la ciudad mucha gente. Dice Mahmud, el chofer que ahora nos pasea por allí, que en El Cairo por la mañana hay 22 millones. Pero que por la tarde, 40 ó 50. Llegan de localidades cercanas en tren, en bus, en autos, en motos, en camionetas, en combis, en bicicletas. Es lo que vemos ahora, lo que nos atasca ahora, lo que convierte a nuestra espectacular 4x4 en una trampa deluxe.

Mahmud va abriéndonos paso en el alegre caos de tránsito en el que nadie, pero nadie, se priva de tocar la bocina. Mahmud tampoco. Es gracioso el apego a la bocina, es como un ritual compartido por todos. Bip bip beeee bonk bip bip. Se toca bocina para pedir paso, para apurar al de adelante, para avisar que uno está ahí, que está por pasar por la derecha o por la izquierda. Para agradecer a otro que acaba -con un bocinazo- de darle paso a uno. Muchas veces la bocina también es un comentario sobre la manera de manejar de otro, que suele contestar con la suya. La bocina en El Cairo, más que una herramienta de manejo, es un medio de opinión.


Postales de El Cairo
Los únicos privilegiados son los automovilistas. Hay muchas autopistas, la ciudad parece recién asfaltada, no agarrás un bache, y "los semáforos y los policías de tránsito están de adorno", según Latif, nuestro guía en la ciudad. Los peatones se las arreglan como pueden para no morir en el intento de cruzar una calle, pero milagrosamente el tránsito fluye.

Primer consejo: si anda de a pie y tiene que tomar un taxi, olvídese del taxímetro y pacte el precio con el chofer de antemano. Y regatee el precio, intente bajarlo a la mitad de lo que dice el chofer y luego vaya negociando hasta llegar a un acuerdo. En El Cairo todo se regatea, pero ese es un capítulo aparte, del que hablaremos más adelante.

Más tarde o más temprano, los colores de todos los edificios tienden al color arena. Es que en la ciudad llueve apenas unas gotas unos seis días al año, entre octubre y marzo. Y en primavera y otoño, que son en los mismos meses que acá pero a la inversa, la ciudad es castigada con tormentas de arena. Los edificios, entonces, nunca se lavan con la lluvia y la arena va desgastándolos, cubriéndolos de ocre. Nadie, o casi nadie, se molesta en lavar o pintar las paredes.

El lema de la ciudad podría ser "Que viva la mezcla". La mixtura, la hibridación, la capa sobre las capas anteriores se ven a simple vista. En su arquitectura y su gente, El Cairo está llena de imágenes árabes, pero en sus calles también está Occidente, la cultura británica y la francesa, lo musulmán y lo cristiano. Mujeres -sobre todo jóvenes- vestidas con trajecitos de ejecutiva, a paso apurado y cargando portafolio; mujeres cubiertas de pies a cabeza de negro, con guantes negros y apenas una rendija en los ojos que les permite ver; hombres con túnica (galabeia) y turbante o trajes Armani. Rascacielos elevándose a ambas márgenes del Nilo al mismo tiempo que los minaretes de cantidad de mezquitas. Desde esas torres se llama cinco veces al día a rezar a los musulmanes y en la ciudad se mezclan entonces el sonido de las bocinas con miles de voces entonando esa letanía que puede ponerle a uno la piel de gallina y que dice en árabe "Alá es grande" y otras alabanzas. Y entonces en esos cinco momentos del día, en cualquier sitio, donde sea que el llamado al rezo encuentre a los fieles, se ve a hombres, mujeres y niños arrodillarse y pegar la frente en el piso, en dirección a La Meca, mientras otros siguen en lo suyo. Por ejemplo, tomando té, jugando backgamon y fumando el tabaco aromatizado de una shisha (las clásicas pipas refrigeradas con agua conocidas como narguiles). Mezcla y tolerancia. Nadie censura, todos conviven.

El 80 por ciento de la población egipcia es musulmana; el 15 por ciento, cristianos coptos; el 5 por ciento restante se divide en otras religiones. Los musulmanes, a su vez, se dividen en dos grupos: los chiitas, que siguen las enseñanzas de Mahoma, y los sunitas, que son mayoría y que siguen las de otro profeta, Alí.

No son menores estas cuestiones religiosas. La gente se las toma muy en serio y cumple con todos los preceptos. Contrariamente al cliché según el cual es peligroso meterse con pinta de turista en una callejuela perdida, por cualquier barrio de El Cairo se puede caminar seguro a toda hora. ¿La razón? La obediencia religiosa reduce drásticamente la violencia y el delito. Los fieles no delinquen. Aunque, ojo, nunca falta algún infiel.


Con vista al Nilo y a la historia
Ya hemos hablado demasiado de El Cairo sin hablar de las pirámides. Uh, las pirámides... Desde el balcón de la habitación en el piso 23 del Hotel Four Seasons Nile Plaza se ven, abajo, el Nilo y enfrente, un poco a la izquierda, como imágenes fantasmagóricas en medio de una bruma que parece la del tiempo, las tres pirámides: Keops, Kefrén y Micerino. Es difícil sacarles los ojos de encima. Uno sabe que están ahí, misteriosas, desde hace más de 4.500 años, y que probablemente no volverá a verlas en su vida. Quiere retener esa imagen en la retina para siempre. Pero hay muchas cosas en Egipto que recuerdan que nada es para siempre. Así, a kilómetros de distancia, las pirámides son perfectas, geometría pura, ideal. Pero cuando se acercan aparece el desgaste, el deterioro. Y sin abandonar su grandeza, lo que transmiten es otra cosa.

Para llegar a ellas, en la zona de Giza, hay que tomar desde el centro de la ciudad la avenida de las Pirámides. Uno mira hipnotizado lo que pueda ver del barrio de Giza y de pronto, detrás de las casas, aparecen. Es decir: hay gente que vive a metros de ellas. ¿No es raro? Allí están Keops, Kefrén y Micerino. Uno se pregunta cuántas décadas pasarán antes de que la ciudad las rodee junto con las otras seis pirámides más chicas, sin nombre, que completan el conjunto. No son las únicas, claro: hay 123 pirámides en Egipto, distribuidas en cincuenta kilómetros cuadrados.

Hoy, en este mundo lleno de arquitectura mastodóntica y rascacielos cada día más interminables, no parecen taaaaan altas. La mayor, la Gran Pirámide de Keops, tenía una altura de 146 metros, que la erosión redujo hasta ahora a 137. Sí impresionan otros números que la definen: la base es de 230 metros por lado; está construida con 2.700.000 piedras, algunas de las cuales pesan 20 toneladas, encajadas unas sobre otras sin ninguna clase de cemento. Unos 100.000 obreros tardaron 30 años en construirla. Tiene ocho cámaras funerarias, una de ellas, a sesenta metros de profundidad, y dos huecos que fueron entradas pero que hoy son pasillos truncos. "En su paso por Egipto, Napoleón le rompió la nariz a la esfinge que está en el frente de las tres pirámides. Y los ingleses, por su parte, le cortaron la barbilla, que está en el Museo Británico", lamenta el guía, Latif.


En 4 x 4 hacia las ballenas
Camino al "desierto rojo" hacia el sur, se puede confirmar lo que uno vio desde el avión: si se aleja del Nilo, Egipto es, sobre todo, arena. Vamos en tres 4 x 4 hacia el área protegida de Wadi El-Rayan, unos 170 kilómetros al sudoeste de El Cairo.

El viaje sirve para ver otro Egipto, mucho más en contacto con el desierto. Pero, sobre todo, por las maravillas del lugar que la UNESCO declaró Patrimonio Mundial. Después de pagar tres dólares en la entrada, penetramos el desierto puro, total, en el que cuesta distinguir del resto de la arena la senda por la que avanzamos. Nos acompaña un vehículo de la policía, no se puede entrar solo. Unos 40 kilómetros más adelante llegamos a Wadi El Hitan (el valle de las ballenas), donde hay fósiles completos de basilus saurus, las antiguas ballenas, de hace 45 millones de años, cuando esto que ahora es desierto era parte del mar Mediterráneo. Uno de los signos de aquel pasado marino es un sector llamado "Desierto de hongos", un conjunto de formaciones rocosas con forma inequívoca de hongos: lo que serían los "tallos" estaban sumergidos en el mar; lo que serían las cabezas, estaban sobre la superficie. Se hallaron 407 esqueletos fosilizados de la especie. Pero lo que más impresiona del lugar es el silencio absoluto, el vacío, la sensación de pequeñez e insignificancia personal. La certeza de que todo, siempre, se convertirá en arena. Algo de esa sensación parece haber en el camino de regreso a la ciudad: todos piensan, nadie dice nada en la 4 x 4. Ya está cayendo la noche cuando volvemos a ver, llegando a El Cairo, las siluetas ya familiares de las pirámides, construidas como parte de un sueño imposible de ganarle al tiempo, de alcanzar la eternidad. Ahora sabemos que ni siquiera el mar es eterno.


El más alla
También son sueños de eternidad los que en alguna medida se exponen en el extraordinario Museo Egipcio de El Cairo. Allí pueden verse miles de piezas arqueológicas vinculadas con la creencia de los antiguos egipcios de que después de la muerte había otra vida y que necesitaban el cuerpo para ella. Por ejemplo, artísticas camas para embalsamamiento. Ricos o pobres, con mayores o menores cuidados según sus posibilidades, todos los muertos eran embalsamados y encomendados al dios Anubis, que regía ese universo. Luego, se los enterraba con sus objetos de uso cotidiano, alimentos y bebidas. Hasta se exhiben momias de mascotas embalsamadas.

Pero sin duda las piezas más espectaculares del museo están en las salas dedicadas a las riquezas con las que fue sepultado el joven faraón Tutankhamón. Por ejemplo, la bellísima máscara de oro, tallada y con una delicada falsa barba trenzada, que cubría el rostro de su momia. Pesa 11 kilos de oro macizo. Y su sarcófago, también de oro, 100 kilos. Son cuatro cajas, una dentro de otra –como muñecas rusas– para proteger mejor el cuerpo del faraón.

Hoy la relación entre la vida y la muerte es para los egipcios muy otra. Una prueba es un antiguo cementerio cerca del centro, llamado la Ciudad de los Muertos. Desde hace años, unas cien mil personas sin techo tomaron las bóvedas como vivienda. Allí, junto a muertos ajenos, desayunan, cuelgan a secar su ropa o miran televisión.

Otro lugar que es un deber visitar es la ciudadela de Saladino, espectacular fortaleza erigida sobre una colina alrededor del año 1200 para proteger a su pueblo de las invasiones de los cruzados. Desde allí se tiene la mejor panorámica de la capital egipcia.

En esa misma colina está la Mezquita de Alabastro de Mohamed Ali, construida entre 1822 y 1840. Lo más impactante de este templo musulmán es la nada, el vacío. Hay vitreaux abstractos, una enorme araña de caireles, alfombras, silencio, luz, vacío. Un lugar y una atmósfera ideales para la plegaria y la meditación.


Datos útiles
Donde alojarse: El excelente hotel Four Seasons Nile Plaza ofrece habitaciones dobles desde 360 dólares diarios (entre el 21 de agosto y el 21 de setiembre) y 440 dólares (entre el 1° de julio y el 20 de agosto). Y una amplia gama de tarifas que llega hasta 15.000 dólares por noche en la lujosísima Royal Suite.

Visa: Los argentinos necesitan visa para ingresar a Egipto. Se tramitan en la Embajada Egipcia, Virrey del Pino 3140. Informes al teléfono 4553-3311. Tarda dos días y se paga un arancel de 30 dólares. La otra opción es obtenerla directamente en el Aeropuerto de El Cairo. Allí la entrega es inmediata y cuesta 15 dólares.

Moneda: La moneda es la libra egipcia, y la cotización es 5,65 libras por dólar.

Info web:
www.mfa.gov.eg/
www.airfrance.com/
www.egyptair.com/
www.fourseasons.com/caironp/

Eduardo Villar (Enviado Especial)
Diario Clarín - Viajes
Fotos: Web

domingo, 14 de junio de 2009

Lo mejor de Miami, los 10 imperdibles

La gran ciudad del estado de Florida seduce con playas soñadas, islas selectas y lujosos centros de compras. Es el ícono del estado de Florida y la ciudad de los Estados Unidos más hispana y caribeña. Es que en Miami se conjugan el constante crecimiento de una urbe con rascacielos, barrios selectos y playas seductoras; glamorosos centros comerciales y deportes acuáticos de moda; animada vida nocturna y propuestas para toda la familia.


1-Miami Beach
Turística por donde se la mire, Miami Beach se encuentra a la orilla del mar, plagada de hoteles y departamentos para vacaciones. Se destaca el Distrito Histórico de Art Decó, con cientos de edificios que forman un circuito artístico y arquitectónico. Con una gran diversidad de bares y centros nocturnos, en los hoteles se consigue la guía "This week in Miami Beach" para no perderse nada. En cuanto a vida nocturna, South Beach - conocido como SoBe- es un vecindario obligado, que se ganó un lugar en el mundo fashion porque allí vivió y murió el diseñador Gianni Versace. Ocean Drive es la calle más fotografiada de SoBe, frente a una concurrida playa, bordeada de históricas joyas de arte decorativo.


2-La "Pequeña Habana"
La mayor influencia que recibió Miami en la década del 60 fue de los refugiados cubanos disconformes con la Revolución. Se establecieron en el extremo sur en el área llamada "Pequeña Habana" (Little Havana). Allí predomina el ritmo de la salsa, los hombres juegan al dominó en el parque y la brisa lleva aroma de cigarro y café, que puede acompañarse con un pastelito de guayaba. Además, el arte culinario -es famoso el restaurante Versailles- y la vida artística remiten a la cultura cubana, con mezclas de otras influencias caribeñas. Por eso, la cocina floribeña en el distrito latino es una fusión única. Y se habla español en todas partes.


3- La isla de Key Biscayne
En el condado Miami-Dade, la isla de Key Biscayne tiene atracciones turísticas populares, playas fantásticas y puertos deportivos que ofrecen desde alquilar embarcaciones hasta excursiones de buceo. La navegación a vela es un clásico en Hobie Beach; y Crandon Park es un enorme parque playero que incluye paseos, tenis y ciclovías. En la punta norte de la isla, un parque estatal protege al histórico faro y a su playa. Si bien Miami Seaquarium fue una las primeras atracciones marinas de Florida, mantiene al día sus programas con delfines, orcas y exposiciones. Además, cada año se disputa aquí el prestigioso torneo de tenis Masters de Miami.


4- El antiguo Coconut Grove
Se trata de uno de los barrios más antiguos de Miami, con un animado centro comercial y bulliciosa vida nocturna. Construida en 1916, Villa Vizcaya y sus Jardines figuran entre las mayores atracciones turísticas.


5-Bayside, mercado y puerto
Bayside es la puerta de entrada de los numerosos cruceros que arriban al puerto de Miami. Aquí se encuentra Bayside Marketplace, ofreciendo una festiva atmósfera para ir de compras, cenar, o bien, abordar una embarcación turística para divisar las mansiones de las celebridades escondidas entre islas a lo largo de McArthur Causeway. Como es el caso de la famosa Fisher Island. Parrot Jungle Island y el Museo de los Chicos son atracciones cercanas y para toda la familia.


6- Los Parques Nacionales
El Parque Nacional Biscayne fue creado para preservar la bahía Biscayne, que ostenta uno de los santuarios de buceo de EE.UU., entre islas y arrecifes de coral. También hay paseos en embarcaciones con fondo transparente y kayaks. Por su parte, el Parque Nacional Everglades cuenta con hidrodeslizadores, ideales para navegar sobre los pantanos y recorrer el manglar. Cercana, la tribu indígena Miccosukee atrae con un curioso casino y, durante el día, permiten a los turistas compartir sus comidas y danzas típicas, y exhiben su destreza frente a los cocodrilos que abundan allí.


7-El sofisticado Coral Gables
Coral Gables es un municipio poblado principalmente por las clases media-alta y alta. Conocido por sus restaurantes, galerías de arte y tiendas especializadas, figura entre las primeras urbanizaciones planificadas del país, construida con la piedra caliza del lugar. La cantera, convertida en piscina veneciana, tiene románticos puentes y cascadas.


8- Joe's Stone Crab
Este restaurante es muy conocido por sus abundantes porciones y el postre Pie de Key Lime, un clásico de Florida. Si bien la especialidad de Miami son los pescados y los mariscos, hay restaurantes de excelente calidad y diversidad. Como el Martínez, que sirve tapas, está de moda y su chef es argentina.


9-Dolphin Mall
A 8 km del aeropuerto, Dolphin Mall es ideal para hacer compras antes de partir a muy buen precio, ya que es un outlet de grandes marcas. En la "ciudad del shopping", se destacan, entre tantos otros, Ball Harbor Mall, Coconut Grove, The Falls, Aventura Mall, Bayside Marketplace y Cocowalk.


10- Bal Harbour
A mediados del siglo pasado ya era el refugio de celebridades como Frank Sinatra o Duke Ellington. Ubicado entre South Beach y Fort Lauderdale, Bal Harbour alberga en la actualidad maravillosas playas y embarcaderos, junto a suntuosas mansiones. En la Segunda Guerra Mundial las tierras estuvieron ocupadas por la Fuerza Aérea, importante ingrediente histórico del glamoroso paraíso.

Vigencia de la tentación (Alejandro Stilma)
En Miami, los cubanos aturden con su parloteo, las autopistas apabullan con sus perspectivas en fuga, los shoppings succionan con sus vidrieras y el mar imanta con sus playas abiertas al Atlántico. Todo eso y algo más: el imaginario de una «capital de latinoamericanos en los Estados Unidos. Una ciudad de oportunidades a la que la crisis le asestó, como al resto del país y del mundo, un buen llamado de atención. Pero en alguna parte, alguien debe haber escrito que a Miami no se le puede arruinar la fiesta. Tal vez por eso sigue vigente y tentadora: «tentar , justamente, es parte de su ADN. Y argumentos no le faltan para que se cumpla ese mandato.

Clarín - Viajes
Fotos: Web

domingo, 7 de junio de 2009

Maranhão-Brasil: la ciudad y las dunas


Atractivos de un nordeste brasileño desconocido. Sierras, dunas, mar y una ciudad Patrimonio de la Humanidad.


Siendo uno de los estados del nordeste brasileño, a Maranhao no le faltan paraísos. Idílico por donde se lo mire, las sorpresas saltan una tras otra en cada paseo, en cada recorrido, gracias a que el turismo aquí no es armado: en sus playas, la selva y la ciudad colonial de Sao Luis, capital “estadual”, no hay complejos hoteleros de lujo ni luces de neón que desvirtúen la esencia de una visita maranhense. ¿Y cuál es esta esencia? La de la rusticidad, la del descubrimiento del lugar a través de su naturaleza extrañamente intacta y la cotidianeidad en ciudades y pueblos, la de poder detenerse a tomarle una foto a un artesano callejero sin que éste, a cambio, pida un real por la instantánea, la de sentarse a beber una cerveza (Bohemia y Skol entre las mejores de una larga lista de opciones espumosamente deliciosas) en un bar o restaurante del que cualquier lugareño es habitué, o bien la de encontrarse con pescadores artesanales navegando en precarios botes impulsados por velas de lona o plásticas que, a diferencia de otros destinos verdeamarelos, no tienen publicidades estampadas de compañías de celulares, petroleras o financieras.


De cascadas, selvas y mar
En Maranhao hay cuatro destinos imperdibles. Uno de ellos, quizás el menos promocionado –injustamente– frente a las maravillas de los restantes, es el de la Chapada das Mesas, en la región sur del estado y muy alejado del mar. Allí, en medio de impresionantes formaciones rocosas y cañones rodeados de selva (o floresta, como se dice en portugués) se descubren decenas de cachoeiras o cascadas (las más destacadas son las de Santa Bárbara, Itapecuruzinho y Pedra Caída, esta última con un salto de 50 m de altura) con piletones que invitan a constantes zambullidas en increíbles aguas transparentes en medio de la soledad más absoluta, y riachos de arenas doradas que zigzaguean entre el verde tropical. Carolina, Riachao e Imperatriz son pequeñas poblados con una mínima aunque cómoda infraestructura de alojamiento, restaurantes y lojas (locales) de artesanías, que sirven de base para un recorrido que recompensará con creces el viaje.


Capital colonial
Como otras tantas ciudades del Brasil, Sao Luis es el resultado de luchas coloniales. La fundó el francés Daniel de la Touche en 1612 pero inmediatamente fue invadida por los holandeses, que la perdieron frente al reino del Portugal después de tres años de guerra en 1644. A pesar del tiempo transcurrido, la ciudad vieja (separada de la parte “nueva” por la bahía Sao José) mantiene más de 3.000 construcciones de los siglos XVII, XVIII y XIX, obviamente con una arquitectura netamente portuguesa. Caminar por sus calles empedradas que mantienen el trazado original del siglo XVII es, nunca mejor dicho, viajar en el tiempo, ser recibido por un pasado siempre presente. Por eso, en 1997 la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad.
Los principales edificios históricos a visitar son la Catedral metropolitana o Igreja da Se (siglo XVII); el Palacio dos Leoes, actual palacio de gobierno del estado, construido en el siglo XIX en el mismo lugar donde los franceses habían levantado el fuerte de la ciudad en 1612; y la Fonte das Pedras (Fuente de las Piedras): en sus primeros años de vida, Sao Luis no tenía una red de agua potable, por lo que se construyó esta fuente. Por entonces, era común ver a los esclavos africanos llegar varias veces al día con barriles para distribuir el líquido vital en las casas, e incluso ver a las esclavas lavando la ropa de sus señores. Hoy, la Fonte das Pedras es uno de los monumentos mejor conservados de la ciudad.

Pero no hay que contentarse con conocer estos edificios. Para disfrutar de Sao Luis lo mejor es caminar sus angostas callejuelas en desnivel, admirando caserones ornamentados con los coloridos azulejos centenarios que le dan el apodo de Ciudad de los Azulejos, balcones y tejados anaranjados ennegrecidos por el paso de los años; entrar en decenas de locales de artesanías o detenerse a conversar con artesanos callejeros... Y para la noche, entre miércoles y domingos, degustar la gastronomía maranhense (guisos de camarón, cazuela de leche de coco, arroz cuxá, gallina caipira y otros) en bares antiquísimos que despliegan mesas en calles y veredas acompañando con espectáculos de música, para después divertirse en pubs desbordantes de alegría con ritmos que van del reggae al forró, pasando por el samba, la bossa y la música popular brasileña o MPB.

A tres horas en micro de Sao Luis o 45 minutos en avioneta para cuatro pasajeros, se encuentra el poblado de Barreirinhas. Rústico, pequeño, con sólo dos calles asfaltadas y las restantes de arena, es puerta de entrada a otro de los paraísos de Maranhao: el Parque Nacional Dos Lencois, un paisaje sorprendente de 150.000 hectáreas de médanos de hasta 30 m de altura, a cuyos pies hay otras tantas miles de lagunas color esmeralda. Desde el aire se tiene una vista inmejorable: el océano Atlántico de un lado y el río Preguica y la espesa selva preamazónica que se extiende del otro, encierran a este mar de arenas doradísimas al que no se puede obviar una visita. Para llegar al parque hay que abordar una jardinera (camión 4x4 cuya caja dispone de filas de asientos) y cruzar, primero, el río Preguica a bordo de una balsa.

Luego el vehículo se interna en la selva siguiendo un camino de arena hasta que la primera duna aparece cerrando el paso. Y allí comienza el show. Los lencois reciben este nombre por la similitud que la disposición de los médanos tiene, vistos desde el aire, con las ondas de un lienzo agitado por el viento. Montaña tras otra, y entre cada una esos cálidos espejos de agua dulce que se forman en la época de lluvias, de enero a junio. No hay vegetación aquí ni puntos de referencia.


El delta del río perezoso
Junto al Parque Nacional hay otros lencois pero más pequeños, nada menos que 50.000 hectáreas. Y justo allí existe un pequeño caserío de pescadores artesanales de río llamado Vasouras, donde pueden apreciarse sus rudimentarias chozas construidas con hojas de palmera burutí. Visitados los lencois, conviene salir de Barreirinhas para alojarse en cualquiera de las rústicas posadas ubicadas en la lengua de arena que separa el mar del Preguica. Desde sus embarcaderos parten las lanchas que navegan el río en busca de varias poblaciones en las que el turista es bienvenido con el saludo y la sonrisa de sus habitantes a cada paso.

Preguica, en portugués, significa perezoso. Y el curso tiene ese carácter: baja muy lento y calmo hasta su desembocadura en el mar. Una de las aldeas que hilvana en su recorrido es la de Tapuio, donde la familia Silva explica, en un molino artesanal comunitario, cómo es el proceso para transformar la mandioca en harina o farofa. La navegación sorprende con mil verdes increíbles en cada orilla, con pobladores bañándose y lavando ropa y vajilla en el Preguica, y con la aparición constante de botes de madera impulsados con velas de colores vivos (rojo, amarillo, anaranjado) o motores fuera de borda dedicados a la pesca de especies de río, incluidos enormes y carnosos cangrejos que capturan entre los manglares.

Y así la lancha llega a Mandacarú, otro caserío de calles de arena que se diferencia de los demás por la cantidad de artesanías confeccionadas en madera, conchas de caracol y tejidos de hoja de palmera que se ofrecen a la venta, y por el faro que con casi 40 m de altura resulta un perfecto mirador hacia los cuatro puntos cardinales. Al este, el Atlántico rompiendo contra las arenas de los lencois; al norte, el Preguica con mil meandros uniéndose al mar; al sur y al oeste, el dominio del verde selvático que se extiende tierra adentro, cobijando mil secretos y sorpresas que en los próximos días se seguirán develando. Lo dicho: a Maranhao no le faltan paraísos, lo que falta es tiempo al turista para descubrirlos.


Un mundo por descubrir ( Shirley Bosc, Guía de turismo de Maranhao)
El Brasil fascina a las personas de todo el mundo: fútbol, playas y naturaleza, cultura, la alegría de su pueblo y mucho más. Pero aún existen preciosidades intocadas. El más apasionante de esos secretos es el estado del Maranhão. Cada pedacito del Maranhão revela nuevas sorpresas. El Parque Nacional Dos Lençóis es el único desierto del mundo que cobija miles de lagunas de aguas cristalinas en un escenario indescriptible. Otra belleza es la Floresta de los Guarás, puerta de entrada para la Amazonia, un verdadero santuario ecológico donde habitan el guará, un ave de un rojo intenso que da nombre al lugar. La Chapada das Mesas es una prueba más de que la naturaleza es apasionada por Maranhão: en este paisaje de formaciones rocosas y rica vegetación se revelan decenas de cascadas, una invitación irrecusable tanto para el ocio cuanto para la aventura. Por otro lado está Sao Luís, la capital, puerta de entrada al estado. Su inestimable patrimonio histórico y arquitectónico, la expresividad de su cultura popular y la hospitalidad de su gente cautivan a los visitantes, deslumbrados por fuentes, escaleras y caserones azulejados.

Pablo Caprino
Revista Weekend
Fotos: Web