• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

lunes, 31 de agosto de 2009

Taiwan: Un tigre tecnológico

Mapa de Taiwan, enfrente China continental

Crónica de un viaje al mundo high-tech de la isla de Taiwan, uno de los “tigres asiáticos” surgidos en las últimas décadas del siglo XX. Altísimos niveles de industrialización y desarrollo tecnológico y misteriosos templos donde los fieles siguen hablando con los dioses.

Si uno viaja a la provincia de Formosa y comienza a cavar la tierra con una pala sin parar, aparecerá exactamente en la isla de Taiwan, también llamada Formosa. Parece chiste, pero varios taiwaneses me lo comentaron muy en serio, ya que las coordenadas geográficas coinciden exactamente con la isla que los portugueses vieron muy “formosa” en el siglo XVI. Y si de comparaciones se trata, nuestra provincia de Formosa mide exactamente el doble de superficie que su contraparte oriental.

En sus escasos 36.200 km2, Taiwan alberga 23 millones de habitantes que aprovechan palmo a palmo hasta el último resquicio de terreno (es el segundo lugar con mayor densidad del mundo después de Bangladesh). El 63 por ciento de la isla es montañosa, así que ese espacio casi no sirve para vivir. Y para colmo, la estrategia de crecer hacia arriba con rascacielos como en Hong Kong tampoco es del todo práctica, porque están sobre una falla tectónica que convierte a la isla en terreno sísmico.

¿Cómo hacen? Por un lado, los taiwaneses están bien desperdigados por toda la isla, donde casi no quedan terrenos llanos sin ocupar. Un dato curioso es que en Taiwan no hay muchos pueblos pequeños, ya que casi todos se han convertido en ciudades. Otra estrategia llamativa consiste en no crear nuevos cementerios extendidos en el suelo: los hacen verticales en edificios de hasta veinte pisos. Además hay tres ciudades con subte y el espacio bajo tierra no se desaprovecha: en Taipei, por ejemplo, hay un gran mercado de ropa subterráneo. Pero cuando resulta más visible el esfuerzo por hacer rendir hasta el último centímetro de tierra es al viajar por el interior del país, donde se atraviesan pequeñas ciudades con plantaciones arroceras de apenas 40 m2 que rodean las casas de la zona urbanizada. En otras ocasiones se ve la pared de una fábrica marcándole un límite a una plantación. Y es en esa línea del muro de ladrillos que se roza con las hojitas alargadas del arroz donde está el eje de la puja entre el campo y la industria, que en Taiwan se salda claramente hacia el lado industrial.

Taiwan es uno de los “tigres asiáticos” surgidos en las últimas décadas del siglo XX, con un nivel de industrialización y desarrollo tecnológico entre los más altos del mundo. Por eso la agricultura se redujo al mínimo, los alimentos se importan y casi no hay más campo. Por eso proliferan por doquier las fábricas y las ciudades están cada vez más extendidas. Y quizá en un futuro próximo formen una única gran ciudad.

Tunel Hsuehshan

EL TUNEL MAS LARGO
Los taiwaneses tienen una relación muy especial con la tecnología y el avance tecnológico es incluso motivo de orgullo nacional. Las empresas taiwanesas producen, por ejemplo, el 83 por ciento de las notebooks del mundo. Un lugar similar ocupan con los semiconductores para hacer microchips. Pero también hay un goce especial cuando, gracias a la tecnología, doblegan la fuerza de la naturaleza. Entendí eso la tarde que me llevaron a conocer el túnel Hsuehshna, al sudeste de Taipei. La visita estaba en el itinerario y había que ir, pero la experiencia superó las expectativas. No tanto por el túnel en sí –igual a cualquier otro, pero más largo–, sino por servir de ejemplo para entender cuánto vale el tiempo en Taiwan.

El túnel mide 12,9 km y atraviesa una gran montaña de pura piedra. Su construcción fue una proeza ingenieril: fue cavado con un taladro similar a un torpedo gigante que agujereó la montaña de lado a lado en un fino trabajo de 15 años que costó 1,8 billón de dólares y 15 muertos. Hoy, gracias al túnel, se tarda sólo 40 minutos en ir de Toucheng a Taipei. Antes había que tomar una autopista que rodeaba la montaña y el trayecto entre ambas ciudades requería dos horas de viaje. No perder el tiempo y ser puntual son actitudes muy valoradas. Cada día de las tres semanas que estuve en Taiwan, las diferentes traductoras que me acompañaron aparecían en el lobby del hotel a las 9 de la mañana en punto, como si esperaran el momento exacto escondidas detrás de un jarrón. “La puntualidad es casi una obsesión para nosotros y está muy mal visto aquel que no cumple con ella”, me explicaba Amy, una de las traductoras.

Templo Longshan de Taipei

TEMPLOS Y DIOSES
Tanta tecnología y racionalidad económica no están reñidas con la religión, que a veces hasta parecen ir de la mano. Un domingo a la tarde, en la ciudad de Kaoshiung, paseaba por un gran ingenio azucarero convertido en museo –en Taiwan ya no se produce azúcar–, cuando me topé con un templo taoísta muy pequeño, como una casita de un solo ambiente. Su austero frente tenía dos columnas rojas pintadas con ideogramas negros y una línea de lámparas esféricas de papel rojo colgando del techo. Al rato llegó una pareja joven en una motoneta. El se sacó el casco y, sin apagar el motor, entró al templo mientras ella esperaba junto a la moto. En tres minutos el muchacho prendió diez palitos de incienso en un mechero a gas, se arrodilló, hizo cinco reverencias, y los clavó en la arena de un inciensario de bronce. Trámite listo, se pusieron el casco y se marcharon. Ahí nomás llegó otra pareja de mayor edad, también en moto. La mujer estaba completamente pelada y traía varias bolsas de supermercado llenas de frutas. Había manzanas, ananás y variedades exóticas para ofrendar. Mientras ella colocaba un ramillete de bananas sobre una mesa, el marido le sacó una foto. Luego puso música litúrgica en un grabadorcito de 10 centímetros y comenzaron los preparativos para la celebración. Los esposos eran los “maestros” a cargo del templo y me explicaron que ese templo estaba “dedicado al Dios del dinero y la salud... si usted quiere ganar mucho dinero, es a este Dios al que le tiene que pedir”.

La relación con los dioses funciona más o menos así: uno pide o pregunta algo a determinado Dios –o a los propios antepasados de cada persona–, a quienes en cada casa se los venera con un altar coronado con el árbol genealógico de la familia, que llega a veces hasta veinte generaciones. Y el Dios –o el antepasado que habita en la casa– responde a través de dos maderitas llamadas puá pué, que tienen un lado plano y otro convexo. Si al lanzarlas ambas caen con la parte plana hacia abajo, la respuesta es “no”. Si cae una para arriba y otra para abajo, es “sí”. Y si caen las dos partes planas para arriba, la respuesta equivale a una carcajada de Dios y se puede tirar una vez más. Esto último le ocurrió a la pobre Lulú, la traductora y guía que me acompañó en esta visita, quien con cara de angustia ante el sarcasmo de Dios rezó un largo rato más y volvió a tirar. Pero recibió la misma respuesta evasiva y ya no le quedaba otra oportunidad. Aunque aprovechó la presencia de la “maestra” del templo para pedirle una excepción. Las reglas en verdad varían según cada templo y en este caso la mujer tomó las maderitas, rezó ella misma con sonidos guturales como de ultratumba para aflojar al Buda Pekong, y con total confianza lanzó y ganó. Frente a la respuesta afirmativa la mujer rió con ganas, al borde de la carcajada, como ostentando el poder de su magia ante un occidental incrédulo. Y Lulú se fue contenta, habiendo escuchado “de boca de Dios” lo que quería ella escuchar. Que “sí”.

Según datos oficiales, en Taiwan hay 4037 templos budistas y 8604 taoístas y cantidad de dioses compartidos por ambas religiones. Entre esos dioses está el Buda Pekong, el Dios del dinero y la salud en el panteón taoísta.

El Taipei 101

EL EDIFICIO MAS ALTO DEL MUNDO
El Taipei 101 es –todavía y por poco tiempo más–, el edificio más alto del mundo. Sobresale por muchas cabezas en el espacio aéreo de la ciudad, que no se caracteriza precisamente por sus rascacielos, ya que está en una zona sísmica. El edificio tiene algo de pagoda posmoderna y se sube casi hasta la cima por unos “ascensores bala” que se elevan a 45 km/h y serían los más rápidos del mundo.

En la noche, desde los ventanales del Taipei 101 se observa el espectáculo de la modernidad en su máxima expresión; un horizonte de luces y sombras donde se vislumbra apenas el esqueleto de una ciudad vacía y despersonalizada, como un fantasmal parque de diversiones en movimiento pero sin gente. Es la imagen de una ciudad muerta.

La mirada cenital desde el 101 debe ser como la de un Dios, pero la verdad es que se ve todo y no se ve nada. Por eso proliferan los telescopios a monedita que violan intimidades. Por unos parlantes suena la trompeta asordinada de Miles Davis y en el negocio de souvenires empleadas con delicadeza de geisha venden de todo, modelo 101: gorra, llavero, el edificio en miniatura, el bolsito, la cajita, el cuaderno, la lapicera, la postal con fotomontaje del turista, el vasito de licor y el chop, las tazas de té y de café, la agenda, el prendedor, la estampilla que ya no sirve, la almohadilla para el mouse, el paraguas, el calendario y lo que pueda llegar a haber escondido bajo el mostrador.

Como corresponde a un edificio high-tech, no hay guías de carne y hueso sino audioguías con una grabación interactiva. El aparatito, con acento madrileño, me lo dice muy claro al oído: “El Taipei 101 representa nuestros objetivos de llegar más allá de la perfección”. Más creíble me resulta cuando explica que el edificio mide 509 metros, que tiene 380 postes estabilizadores que se hunden 80 metros bajo la línea de cimientos, que ocho colosales pilares de acero rellenados con hormigón garantizan la estabilidad, y que las ventanas de cristal doble pueden soportar un impacto de 8 toneladas. Pero lo más asombroso es el gran amortiguador eólico que morigera el balanceo constante del gigante, según cómo sople el viento. Allí mismo, en el mirador, se puede ver su gran bola medular sostenida por cables de acero que funciona como un péndulo para enderezar el edificio, también en caso de terremoto. La bola pendular está cubierta por 41 capas de acero, mide 5,5 metros de diámetro y pesa 360 toneladas.

Estadio de Taiwan, alimentado con paneles solares

FINAL HIGH-TECH
A diferencia de otros países de Asia, Taiwan no es un lugar de grandes contrastes. Todo es más o menos moderno, la historia no está muy a la vista e incluso los templos parecen nuevos. No se ven grandes bolsones de pobreza y tampoco existe, como en Tailandia, el contraste entre la opulencia hipercapitalista y los monjes budistas que caminan en sandalias mendigando por la calle. Aquí la relación entre lo sagrado y lo profano es más natural, e incluso la tecnología ingresa sin pudores en los templos, donde se ven pantallas gigantes de cristal líquido y monjes que buscan en su blackberry una palabra en inglés o atienden sin problemas el celular delante de un Buda. Y hay maquinitas a moneda que entregan un rollito de papel rojo con predicciones taoístas. Al mismo tiempo, se ve gente común en un bar mirando la transmisión en vivo de la jornada completa de la Bolsa de Taipei, para después comprar acciones como quien apuesta a los caballos por diversión. Además hay un diario para chicos llamado The Mandarin Children News. Así es nomás la vida en la isla de Formosa, el punto más alejado del planeta para la Argentina, partiendo desde la provincia de Formosa.


EN LA BOCA DEL DRAGON
Taiwan es una isla del océano Pacífico ubicada entre Japón y Filipinas, justo enfrente de China continental. Históricamente Taiwan fue parte del imperio chino, hasta que Japón la conquistó entre 1895 y 1945. Después volvió a manos de la República de China, pero en 1949 el general Chang Kai Sek –derrotado por Mao– huyó a la isla de Taiwan con un millón de seguidores. No se declararon independientes en un principio, sino que se consideraban “la verdadera China”, cuyo territorio continental planeaban reconquistar. Eso no ocurrió y las Naciones Unidas reconocieron a la República Popular China como la única China, dejando a Taiwan en una especie de limbo diplomático difícil de definir. Aunque en los hechos Taiwan funcione como un país.

DATOS UTILES
Cómo llegar: Desde Buenos Aires se puede llegar a Taipei por la empresa Lan con escalas previas en Santiago, Melbourne, Auckland y Hong Kong.

Más información: Oficina Comercial de Taiwan en Argentina. Av. de Mayo 654 Piso 4 Tel.: 5218-2600 www.taiwan.net.tw

Julián Varsavsky
Pagina 12 - Turismo

domingo, 23 de agosto de 2009

Ibn Battuta, el Príncipe de los viajeros

Ibn Battuta

En pleno siglo 14 llegó a India y China por oriente, al río Volga por el norte y a Tanzania por el sur. Y así, con lo que vio en 30 años de aventuras, se convirtió en el viajero más famoso del Islam.

Ibn Battuta está en graves problemas. La tormenta de nieve se traga a su gente. La caravana -hombres, mujeres, niños- avanza lentamente, casi a ciegas, por el noroeste de Turquía, rumbo a Anatolia. Sus guías lo han abandonado. El sueño de llegar al Mar Negro es ahora una pesadilla. Es 1331.

Abu abd Allah Muhammad Ibn abd Allah al-Lawati at-Tanji Ibn Battuta, nacido en Tánger, Marruecos, en 1304, de origen bereber, familia acomodada, ulema o estudioso de la sharia islámica, sabe lo que debe hacer: los deja.

A estas alturas, Ibn Battuta lleva ya seis años viajando desde el momento en que -al cumplir 21- decidió hacer la hajj, la peregrinación obligatoria a La Meca que cada musulmán debe hacer al menos una vez en la vida. En su caso, ése fue sólo el comienzo de una travesía descomunal que duraría 29 años y lo llevaría a recorrer más de 120 mil kilómetros por territorios equivalentes a 40 países actuales, a asomarse a sitios como China, India, Mali y Tanzania, y que lo convertiría en el viajero más famoso del Islam. El "Marco Polo musulmán". Así le han dicho. "Príncipe de los viajeros", también.

Pero ahora, está en problemas. Y deja a su caravana. Va por ayuda. No hay huella y cada pisada se borra apenas marca la siguiente. Todo parece empeorar, hasta que da con un refugio. Son místicos sufíes. Entra. Pide ayuda en árabe. Nadie le entiende. A punto de desesperar, llega otro, que finalmente ayudará a la caravana. Porque Ibn Battuta lo conoce.

Esto le ha sucedido una y otra vez en estos años: tropezar con conocidos. En el momento más insólito. En Bengala o en China. En el Sahara africano, la Granada española o el río Volga.

Viajes de Ibn Battuta

No es asunto de suerte
A mediados del siglo 14, los musulmanes viajeros son casi una hermandad aparte. "El mundo del siglo 14 es mucho más móvil de que lo que podemos imaginar. Las rutas de caravanas y navegación estaban repletas con viajeros volviendo o internándose en el Oriente", explica Ross Dunn, autor de una de las obras más reconocidas sobre el explorador árabe, The Adventures of Ibn Battuta. Y en ese mundo, "los musulmanes solían verse desde España y África Occidental a Asia Central y el sur de China. Eran viajeros preeminentes", escribe.

Los seguidores del profeta se sienten ciudadanos de Dar al-Islam, "la casa del Islam", todo el mundo musulmán. Viajan con una libertad, seguridad y un espíritu cosmopolita poco conocidos en Occidente entonces, lleno de fronteras y conflictos. En cada rincón del mundo islámico había monarcas bien dispuestos a proteger y garantizar los desplazamientos de comerciantes, pero también de intelectuales y estudiosos de la ley islámica, algunos de los cuales terminaban empleándose como expertos en las ciudades a las que llegaban.Con algo de suerte y talento, podían alcanzar las cortes. Como le ocurrió a Ibn Battuta.

Tánger, donde nació Battuta, era un puerto frecuente para comerciantes genoveses, venecianos, catalanes. Una ciudad cosmopolita. No es raro que aprovechara su oportunidad para salir al mundo.

Esa oportunidad fue la visita a La Meca. El sitio sagrado del Islam fue siempre una especie de "centro de operaciones" para él. Desde aquí planificó sus siguientes pasos, como devoto seguidor del sufismo, y fue agregando escalas y desvíos por interés personal y por negocios.

Como parte de la clase de los ulema y con el prestigio de la cultura norafricana a su favor, Ibn Battuta era recibido con respeto en África Oriental, Sureste Asiático e India, donde la institucionalidad islámica estaba aún desarrollándose. En India, Ibn Battuta fue empleado por el sultán de Delhi, un pintoresco personaje, tan religioso como excéntrico, que desconfiaba de los musulmanes indios para las tareas de Estado.

En 1334, el aventurero llegó a India y ganó posiciones sociales fácilmente, hasta que perdió la simpatía del sultán por aliarse con un conocido disidente: terminó condenado a muerte.

En la rihla, libro del género de viajes donde narra sus experiencias, Ibn Battuta recuerda esos días difíciles: recitó 33 mil veces la misma plegaria durante su primer día de detención, y pasó otros cinco leyendo el Corán, "de tapa a tapa cada día, sin probar más que agua".

Funcionó
Hacia 1341, emprendió viaje a China, con el perdón y apoyo del sultán. Luego de un accidentado viaje, Ibn Battuta llegó a las islas Maldivas, donde se involucró en otro complot. De nuevo, sin éxito.

Volvió a Tánger en 1349. Dos años después partió nuevamente. Ya no se podía estar quieto, y se largó a recorrer durante 80 días el temible Sahara Occidental.

Sólo el sultán de Marruecos pudo detenerlo. En 1354, de regreso en Fez, le ordenó que escribieras sus viajes para él. Había oído las historias en torno suyo, y quería los detalles. Ibn Battuta, que no era escritor, se las dictó a un joven ulema, Ibn Juzayy, al que había conocido antes en España, y con el que ahora tropezaba -como siempre- en Fez.

El libro que resultó, popularizado como A través del Islam, lo convirtió en leyenda. Y en sus páginas se encuentra un modo de ser islámico tan abierto y cosmopolita que sigue siendo, para Occidente, todo un descubrimiento.

Ibn Battuta en algun lugar de Africa

Leer
* A través del Islam, Ibn Battuta-Ibn Juzayy.

* The Adventures of Ibn Battuta: A Muslim Traveler of the 14th Century, de Ross Dunn (University of California Press).

Mauricio Alarcón
El Mercurio - Chile (Revista del Domingo)
Imagenes: Web

domingo, 16 de agosto de 2009

Para cargar las pilas

Adaptador de CA universal para viajes marca Belkin

Cada país tiene sus propias reglas en lo que a voltajes eléctricos se refiere. Aquí, una guía para no sorprenderse con la batería baja, el secador inutilizable o el celular en cero.

El equipaje de mano de un viajero suma, año tras año, una serie de elementos muy particulares –que nadie disfruta llevar– pero pocos pueden eludir: diversos tipos de cargadores imprescindibles para recargar una larga lista de equipos electrónicos.

Así, en la maleta no pueden faltar los transformadores capaces de acumular energía en la baterías de la cámara digital, de la videofilmadora; del reproductor de mp3 o del DVD portátil; para del teléfono celular, la notebook y hasta la afeitadora o la depiladora. Y la lista sigue.

El problema es que, como a todo viajero le ha pasado, es muy común llegar al lugar de destino, querer poner a cargar un equipo sin batería y darse cuenta de que el enchufe del hotel es incompatible con nuestro adaptador.

También es posible que el voltaje sea diferente y los 220 volts de Argentina se conviertan en los 110 volts de Estados Unidos o los 230 volts de Bélgica. Algo similar ocurre con la frecuencia, que puede variar de 50 a 60 hertz. Estos problemas, de todos modos, ya no son tan graves porque la mayor parte de los cargadores modernos es capaz de manejar esas diferencias en forma automática o por medio de un selector.


Pero seguramente el gran dolor de cabeza lo causarán los formatos de los diversos enchufes. Ocurre que los estándares son diferentes en cada país y las dos patitas redondas y paralelas se convierten en dos o tres planas y orientadas en variados ángulos.

Las combinaciones son muchas y no siempre se llega al destino con tiempo suficiente como para salir a recorrer casas de electricidad. O, en el hotel, pueden no tener suficientes adaptadores para abastecer a todos los pasajeros.

En cualquiera de estos casos, no está de más ser previsor y averiguar el voltaje, la frecuencia y el tipo de enchufe que se utiliza en el país de destino. Además, si se hace con tiempo suficiente, es posible conseguir los adaptadores necesarios antes de partir, de manera de llegar preparados para la contingencia.Dime dónde vas...
En Internet hay varios sitios donde es posible consultar los sistemas eléctricos que tiene cada país y ver gráficamente el formato de enchufe que utilizan.

Para empezar a entender las opciones, es posible leer un documento ubicable en http://en.wikibooks.org/wiki/Guide_to_Electrical_Equipment_for_Travelers.

Pero si se quiere tener la información más completa, el recurso central se ubica en http://www.kropla.com/electric2.htm. Allí se puede consultar una completa lista que, país por país, cubre en detalle una enorme cantidad de destinos.

En esa página –además de describir qué voltaje y frecuencia se usa en cada nación– se explica con claros dibujos cuál de 13 diferentes tipos de enchufes se encontrará en las paredes del hotel, posada, hostel o guest-house.

Otra página con mucha información sobre este tema, en diversos países de Europa, es http://goeurope.about.com/cs/electricity/l/bl_electricity.htm. Y para Israel, una opción es http://www.megavolt.co.il/Tips_and_info/visitor.html.

Sea cual sea la página a consultar, nunca está de más comenzar cada tramo del viaje con las pilas y las baterías bien cargadas.


Direcciones on line
*http://en.wikibooks.org/wiki/Guide_to_Electrical_Equipment_for_Travelers

*http://www.kropla.com/electric2.htm

*http://goeurope.about.com/cs/electricity/l/bl_electricity.htm

*http://www.megavolt.co.il/Tips_and_info/visitor.html

Enrique Garabetyan
Diario Perfil - Turismo
Fotos.Web

lunes, 10 de agosto de 2009

La gran aventura: Crucero por el mediterraneo

Coloso de los mares, el MSC Splendida mide 333 mts. de largo y 38 mts. de ancho

Túnez, Malta y Sicilia, en el viaje inaugural del sofistica
do barco MSC Splendida. Las instalaciones, los rituales a bordo y los paseos en los puertos.

Hace apenas unas cuantas horas, la eternamente bella Sofía Loren había cortado las cintas con los colores de Italia y un botellón de champán se había estrellado contra la proa del barco. Hace apenas unas cuantas horas habían actuado el bailaor flamenco Joaquín Cortés y el tenor José Carreras, y un descomunal despliegue de fuegos artificiales dibujaba estelas en la noche del domingo. Hace apenas unas cuantas horas, el MSC Splendida, el gigantesco barco de la compañía italiana de cruceros MSC, era bautizado con todos los honores en el puerto de Barcelona.

Y ahora, a las dos en punto de la tarde de un caluroso lunes de julio, la sirena del barco anuncia que ha llegado la hora de hacerse a la mar. Alguien insiste: "¿Podrá flotar este barco?" La broma tiene cierto asidero. Hay que ver de cerca la imponente silueta de esta nave. Con 138.000 toneladas, 18 pisos, 333 metros de largo, 38 de ancho y 67 de alto, más que un barco parece un edificio caprichosamente construido sobre el mar. Para darse una idea de la magnitud de este coloso metálico de color blanco, basta con saber que su largo supera a la torre Eiffel dispuesta en forma horizontal y que su altura es similar a la de un rascacielos de 23 pisos.

Por fin, como para disipar cualquier duda, a una velocidad de 30 km por hora, el MSC Splendida empieza a flotar, y a abrirse paso por el Mediterráneo en su primer viaje oficial. La cubierta del piso 15 está repleta de cruceristas -españoles en su mayoría, pero también hay ingleses, italianos, franceses, alemanes- que toman fotos y filman el inicio de la travesía. Nadie quiere quedarse sin las primeras imágenes de la aventura.

El puerto de Barcelona, lentamente, va quedando atrás. Las agujas de la Catedral y las de la Sagrada Familia, el trasbordador y las montañas, los modernos edificios y las antiguas casitas, se empiezan a desdibujar en el horizonte catalán. Comienza un tiempo distinto: el de la dolce vita que proponen los cruceros. Por delante esperan cuatro días y cuatro noches de placeres en alta mar y de puertos que esperan en el horizonte.

Esas son, justo, las coordenadas por las que se deslizan los cruceros. Por un lado, el increíble catálogo de actividades y servicios a bordo y, por otro, los puertos que la nave va hilvanando. En nuestro caso, visitaremos Túnez, la isla de Malta y Messina, en Sicilia, donde conoceremos el delicioso pueblo de Taormina. El viaje finalizará en Civitavecchia, cerca de Roma.

Acquapark

En la ciudad que flota

La denominación ciudad flotante para definir a los cruceros ya es un lugar común. Pero de eso se trata el MSC Splendida, ni más ni menos, de una verdadera ciudad flotante. Una abreviada enumeración de las instalaciones del barco debería incluir varios restaurantes, cafés, casino, bares, heladería, negocios, espectáculos de todo tipo, canchas de fútbol, tenis y squash, cyber y teatro.

Hay más: piletas, jacuzzis, spa, gimnasio, discoteca, biblioteca, bombonería, bowling, cine en 4 d, simulador de Fórmula 1, y diversos salones de juegos para los más chicos.

En alta mar, las horas se consumen según las estrictas reglas del dolce far niente. En otras palabras, todo se reduce a la tarea de decidir qué trago tomar, en qué pileta zambullirse, qué menú elegir para la cena o a qué espectáculo asistir. Más o menos, ese es el tenor de los esfuerzos que demanda la vida en un crucero.

Mini golf

Africa a la vista
A las 14 del martes, el barco llega al primer puerto: La Goulette, en Túnez. Primero visitamos La Medina, el antiguo mercado árabe de la ciudad. Nuestra guía, una morocha alta y de ojos verdes, llamada Wafa (en español significa fidelidad y se pronuncia guapa) advierte antes de entrar a ese infinito laberinto de tiendas que nos manejemos con cuidado. "No es que sea un lugar inseguro, pero es muy fácil perderse", aclara. Y habrá que darle la razón, el mercado se extiende en zigzag por kilómetros y kilómetros. Un laberinto repleto de negocios de artesanías, alfombras y vestimenta típica.

Luego de recorrer el mercado y comprar algunos recuerdos, partimos hacia Sidi Bou Said, a media hora de la ciudad de Túnez. La pequeña villa, asentada sobre una colina que balconea al Mediterráneo, sorprende con el contraste de las paredes blancas y el azul profundo de puertas y ventanas. El viajero cumple el ritual de tomar un té de menta con piñones en la terraza de un bar y adivina que ya nunca se olvidará de la inusitada belleza de Sidi Bou Said.

Ascensores en zonas comunes

Modelo para armar
Y mientras el barco deja estelas en la mar, los pasajeros van estableciendo sus rutinas y preferencias a bordo. La cantidad de actividades es abrumadora, pero tiene la ventaja que cada pasajero pueda armar un programa a medida.

Luego de un suculento desayuno, se puede por ejemplo emprender una caminata por el piso 15, leer en alguno de los salones, relajarse en el solarium con vista al mar o simplemente disfrutar de un café o un trago. Un programa más activo puede incluir partidos de tenis, fútbol o squash. Los más chicos tienen su mundo propio: según la edad, pueden optar entre tres clubes, una piscina exclusiva con parque de agua y el centro de juegos Polo Norte.

Después del almuerzo, la tarde puede empezar en la piscina y luego continuar en el gimnasio, el spa, en la sala de Internet o en el centro de fitness, donde hay consolas Nintendo Wii y cuatro estaciones Wii Fit. Y entre las actividades organizadas, concursos de baile, karaoke, cursos de arte y campeonatos de fútbol.

"El desafío es que a toda hora, el huésped tenga una actividad que sea de su agrado. Ya sea una propuesta teatral, un concurso o una fiesta", cuenta el porteño Carlos Podestá, director de Entretenimiento del crucero.

Antes de la cena, vale la pena dar un distendido paseo por el hall principal del barco. Se trata de un espacio central que integra un sector de los pisos quinto, sexto y séptimo mediante una escalera decorada con cristales Swarovski. En ese sofisticado sector se puede disfrutar de un cuarteto femenino de piano, contrabajo y dos violines, visitar la Galería de Arte, disfrutar de un café en L'Espresso o tomar un helado junto al rumor de las fuentes en la bellísima Piazzetta.

Y después de la cena, entre otras opciones se puede elegir entre los shows que se presentan en el teatro Strand, con capacidad para 1.600 personas, probar suerte en el casino, escuchar jazz o ir a bailar a la disco Club 33.

Camarote con vista exterior

La isla dorada
Otra mañana. Esta vez es la fascinante isla de Malta la que aparece frente al ventanal del camarote. Tenía razón el capitán del barco cuando aconsejaba no perderse la entrada al puerto de La Valletta. Desde el barco, Malta parece una ciudad tallada en la piedra color miel. En el mirador Altos Jardines de Barraca, admiramos la zona del puerto conocida como Las Tres Ciudades. Luego caminamos por las históricas calles de La Valleta, entre bellísimos edificios, fuentes y catedrales construidas por los Caballeros de la Orden de San Juan. En la Mdina, la Ciudad del silencio, antigua capital de Malta, disfrutamos de palacios y fortalezas medievales.

Todavía queda tiempo para darse un chapuzón en las templadas y calmas aguas de la playa Golden, una bahía de 300 metros cerrada por acantilados y repleta de barcitos. A las seis en punto, cuando la sirena del barco coincide con las campanadas de una iglesia, dejamos la enigmática isla de Malta.

Interior de un camarote

Un ejército insaciable
La cantidad de huéspedes que puede alojar el barco asusta. Hay casi 4.000 almas distribuidas en 1.637 cabinas (82% con vista al mar). Sin embargo, en ningún lado se ven aglomeraciones ni nadie se queda sin lo que fue a buscar; ya sea una reposera junto a la pileta o un plato de comida.

Las amplias instalaciones del barco seguramente permiten la feliz convivencia. Pero también habrá que reconocer la ciclópea tarea de los casi 1.500 tripulantes que atienden a esa legión de cruceristas que a toda hora piden tragos, consumen toneladas de comida y desordenan hasta el último camarote.

No debe ser sencillo alimentar a 4.000 pasajeros. Y menos si para buena parte de ellos, a juzgar por lo que se puede ver, la comida es uno de los mayores atractivos del barco. "Es como darle de comer a un ejército", dice Giuseppe Serpe, uno de los responsables del departamento de Comidas y Bebidas, parado en medio de la inmensa cocina del restaurante La Reggia, uno de las cuatro del barco. Allí trabajan 200 personas. No es para menos: cada día se consumen dos toneladas de carne, una de pescado y una y media de frutas. "Cada día tenemos un nuevo desafío", se enorgullece Serpe.

Disco

Tesoros grecorromanos
Estamos en la isla de Sicilia, en el puerto de Messina. Desde allí emprendemos un viaje de 45 minutos hasta Taormina. En el camino pasamos por Forza D'agro, un pueblito que parece detenido en el tiempo, famoso porque allí Al Pacino filmó algunas escenas de El Padrino III. Llegamos a Taormina, admirada por Goethe, y quedamos sorpendidos por la belleza de ese pueblito de trazado medieval, con angostas calles que suben y bajan, y deliciosas casitas que parecen colgadas de la colina. Imperdible el anfiteatro grecorromano y la vista que se puede disfrutar desde allí del Mediterráneo y el volcán Etna.

Gimnasio

Ultimas imágenes
El crucero entra en su cuenta regresiva. El puerto de Civitavecchia espera en el horizonte. Será el final de los días felices de alta mar. Aún queda tiempo para disfrutar del paso por el espectacular estrecho de Messina y para participar de la cena de gala, ese ritual de los cruceros donde todos se visten con sus mejores galas y se baila hasta el amanecer.

La silueta de Civitavecchia ya se adivina en el horizonte cercano. Luego vendrá el mareo de tierra, esa sensación que sobreviene a la navegación; el cuerpo se había acostumbrado al movimiento del barco y ahora en tierra firme le cuesta desacostumbrarse. Nada grave. Mucho más duro es desacostumbrarse a los placeres de la vida a bordo. Otra vez envuelto en la rutina, los recuerdos de la dolce vita en alta mar vuelven y vuelven a la memoria del viajero. Como un mundo perfecto que se resiste a olvidar.

Casino
MSC Yacht Club
Entre los detalles de lujo y confort que ofrece el MSC Splendida se destaca el Yacht Club, un exclusivo sector con servicios diferenciados para sus huéspedes. Este espacio, una especie de club privado con servicio seis estrellas, está en los pisos 15 y 16, y cuenta con 99 suites con amplios balcones con vista al mar. El diseño del MSC Yacht Club responde a la idea de brindar privacidad y atención exclusiva a sus huéspedes y que éstos, a la vez, tengan la posibilidad de acceder al resto de las instalaciones del crucero. El sector cuenta con un restaurante de diseño panorámico, el Top Sail Lounge, piscina con solarium y jacuzzis. Cada cabina dispone de un servicio de mayordomo las 24 horas, cuyas prestaciones van desde el lavado y planchado de ropa hasta acercar cada mañana el diario elegido por el pasajero o servir el tradicional té inglés por la tarde. Las suites cuentan con minibar gratuito, Tv interactiva de pantalla ancha, consola Nintendo e Internet, Más detalles: cuartos de baño de mármol, sábanas de algodón egipcio y cinco modelos de almohadas para elegir.

Piscinas

Datos útiles
Cuanto cuesta
Promoción por reserva anticipada, vigente hasta el 14 de agosto, para salidas del 12 y 19 de octubre en crucero MSC Splendida, siete noches por el Mediterráneo, US$ 1.067 por persona en hab. doble (camarote con balcón con vista al mar). Tarifa normal, US$ 1.707. Cabina en Yacht Club, en suite luxe, US$ 4.212. Salida desde Barcelona todos los lunes hasta el 9/11, visitando La Goulette (Túnez), La Valetta (Malta), Messina/Taormina (Italia), Civitavecchia/Roma (Italia), Génova (Italia) y Marsella (Francia).

Que incluye
La tarifa del crucero incluye cuatro comidas diarias, jugo y café de dispenser, uso de piscinas, hidromasajes, gimnasio, shows, entretenimientos, casino, teatro y disco. No incluye bebidas envasadas, propinas, teléfono, Internet ni excursiones en los puertos a los que arriba el barco.

Información
MSC Cruceros: Paraguay 610, piso 18. Teléfono: 54-11-5256-3700.
www.msccruceros.com.ar
info@msccruceros.com.ar

Eduardo Diana
Clarín - Viajes
Fotos: web

sábado, 1 de agosto de 2009

Cazadores de eclipses


Cada vez son más los aficionados a ver cómo se oculta el sol detrás de la luna en diferentes confines del planeta. También, las agencias que ofrecen viajes para disfrutar del espectáculo

El 22 de julio, el eclipse total de sol más largo del siglo XXI oscurecerá el cielo en una estrecha franja de las masas terrestres de Asia y el océano Pacífico. Un disco negro del más allá reemplazará al sol durante casi seis minutos y medio, y desde la India, pasando por China hasta el mar de la costa meridional del Japón, los aventureros embelesados se aglutinarán para verlo. Y yo no perdería la oportunidad de ser uno de ellos.

Mi primer eclipse total de sol fue en Hungría en 1999, apenas pasado el mediodía de un claro día de verano. Mi amigo Tamás y yo estábamos visitando a sus padres en Zánka, un pueblo a orillas del lago Balatón, y cuando se acercó el momento estábamos de pie, charlando en el patio, expectantes, pero ahora me doy cuenta de que no estábamos preparados.

A medida que la luna ocultaba más y más al sol, el cielo se tornó de un violeta fulgurante. Las cigarras, confundidas por el crepúsculo al mediodía, comenzaron con su canto vespertino. La temperatura descendió bruscamente y corrió una brisa repentina. Cuando el eclipse fue total, me quité las lentes especiales -una medida de seguridad fundamental-, miré hacia el sol y tambaleé, la cabeza me dio vueltas.

La transformación de la realidad en un eclipse total de sol es indescriptible. Estaba atónita, desorientada, totalmente conmovida, como si me hubiera deslizado por un agujero de gusano hacia un universo alternativo. Me sentía como un actor involuntario de un episodio de La dimensión desconocida.

Al cabo de unos minutos, el sol dejó de ocultarse detrás de la luna y todo volvió a la normalidad. Y tan repentino como comenzó, así finalizó mi primer eclipse total de sol. Pero al igual que otros miles de personas en el mundo, quedé hechizada.

Un número creciente de cazadores de eclipses, o umbráfilos, como también se los conoce, viajan a los confines del planeta especialmente para ver eclipses totales de sol y entonces se llenó de operadores turísticos para llevarlos hasta allí. Además de darnos la emoción de estar bajo la sombra de la luna, o umbra, el eclipse se convierte en la pieza central de un viaje de aventura en regiones exóticas.

Los umbráfilos han ido en busca de eclipses hasta los lagos de Kazakh, las sabanas de Zambia y los desiertos de Argelia. Contratan cruceros para que los lleven hasta el Atlántico Norte, el Caribe y el medio del Pacífico. Sobrevuelan el Polo Norte, con la cara pegada a las diminutas ventanillas para ver un eclipse desde 10.000 metros de altura.

Los mitos sobre eclipses son muy pintorescos: el sol y la luna que pelean o hacen el amor, lobos hambrientos o serpientes que devoran la luz. Pero el antiguo relato chino, que cuenta que el eclipse es causado por un dragón que se traga al sol, parece muy apropiado. Los fanáticos de los eclipses están dispuestos a invertir el tiempo y el dinero que se necesite en busca del dragón.


Una cuota de misticismo

Las mejores ofertas para ver eclipses están por lo general organizadas por operadores que conocen las condiciones del lugar, que puede resultar caótico para el turista, y cuentan con transporte seguro, confiable, y la mejor hotelería y puntos de observación. Como las nubes pueden oscurecer la vista de un eclipse, los operadores organizan las excursiones en lugares de climas más despejados. La mayoría ofrece conferencias sobre el aspecto científico del eclipse y el arte de observarlo, incluido el mantra vital para los novatos: no molestar con cámaras y otras distracciones; a sentarse y a disfrutar.

La experiencia evoca un lenguaje cargado de misticismo y fascinación. "Un eclipse es una visión fugaz del mundo desde fuera de nuestra perspectiva usual", dijo Liz O?Mara, ejecutiva neoyorquina y veterana de tres eclipses. "Desde esa posición estratégica puedo ver con más facilidad nuestro lugar en el universo", agregó.

Glenn Schneider, astrónomo del Observatorio Steward de la Universidad de Arizona, que vio 27 eclipses totales de sol, hizo un comentario en términos científicos: "La totalidad es más fuerte que los opioides y las feromonas".

La alineación perfecta de la Tierra y la luna que oscurece el sol en los eclipses totales ocurre sólo cada 16 meses aproximadamente, y no dura más de siete minutos y medio (por lo general, sólo tres o cuatro), y es visible desde menos de un 1% de la superficie terrestre. El último que se vio desde la ciudad de Nueva York fue en 1925 y duró no más de un minuto; el próximo se producirá en 2079. Si usted es muy joven y goza de buena salud, podrá esperar que el eclipse llegue a usted. De lo contrario, tendrá que ir en su busca.


Dimensión desconocida
Y lo perseguimos. En marzo de 2006, Tamás y yo nos encontramos en Ghana para ver nuestro segundo eclipse. Volamos hasta Accra, la capital, y fuimos en ómnibus hasta Cape Coast, 150 km al sur. En lugar de unirnos al grupo de buscadores de eclipses en la playa, en las afueras de la ciudad, compartimos el momento con unos pocos residentes: las cuatro personas que componían el staff del hotel Mighty Victory. A medida que la luna se deslizaba tapando la superficie del sol crecía mi ansiedad. ¿Sería tan sobrecogedor como la vez anterior?

No debí preocuparme. Cuando el último diamante del sol se ocultó detrás de la luna, estaba otra vez transportada a la dimensión desconocida; en esta oportunidad, durante 3 minutos 20 segundos

El eclipse de este año será el primero en compañía de sus buscadores, seremos 86 umbráfilos guiados por Rick Brown, un comerciante de Long Island. Nos reuniremos en un punto de observación en las afueras de Wuhan, China, después del amanecer. Juntos, haremos rituales para alejar las nubes; nos pondremos las lentes especiales, y aguardaremos allí. En el momento del eclipse total, hasta los veteranos más avezados gritan con fervor religioso.

Todo parece un poco exagerado, hasta que se ve uno.

Bill Kramer, un consultor de computación de Ohio que tiene un sitio en la Web para seguidores de eclipses, se describe como un cínico sobre la mayoría de las cosas que pretenden ser maravillosas, salvo esta experiencia. "Un eclipse -comentó- es lo único que en verdad cubre las expectativas.".


Con la vista en China
Un sitio en la Web completo para buscadores de eclipses es www.eclipsechasers.com . Para ver fechas y mapas de eclipses pasados y futuros en Google consultar eclipse.gsfc.nasa.gov/solar.html .
Las lentes especiales son fundamentales cuando el eclipse no es total; una fuente es www.rainbowsymphonystore.com .

Después del 22 de julio, los próximos tres eclipses totales se producirán el 11 de julio de 2010, sobre el Pacífico Sur; el 23 de noviembre de 2012, sobre el norte de Australia, y el 3 de noviembre de 2013, sobre Africa central.

Esta es una muestra de los tours con observación del eclipse en China. Los precios se calculan por persona, y el alojamiento, en base doble: MWT Associates ( www.melitatrips.com ), de Melita Thorpe, que organiza este tipo de excursiones desde hace más de veinte años. Su viaje del 13 al 26 de julio (US$ 5785, incluida la tarifa aérea desde Nueva York) abarcará la vista del eclipse cerca de Three Gorges Dam, un crucero de siete días por el río Yangtsé y conferencias dadas por editores de la revista Astronomy .

Rick Brown?s Eclipse Safari ( www.eclipse-chasers.com/esafari ), el décimo viaje para observar eclipses organizado por Brown, del 14 al 27 de julio (US$ 3495, no incluye la tarifa aérea) comprende la observación del eclipse desde una universidad en las afueras de Wuhan; un crucero de tres días por el Yangtsé; paradas en la Gran Muralla; Tiananmen Square, y conferencias dictadas por Glenn Schneider, del Observatorio Steward, y Sheridan Williams, autor de Total Solar Eclipse 2008 & 2009. A Classic Tours Collection ( www.aclassictour.com ) organiza este tipo de viajes desde hace más de 25 años. El del 19 de julio al 2 de agosto (US$ 2695, sin aéreo) incluye la observación del eclipse cerca de Hangzhou y una conferencia dictada por Jay Pasachoff, profesor de Astronomía del Williams College.

Christina Koukkos (Traducción de Andrea Arko)
The New York Times
Fotos: web