En pleno siglo 14 llegó a India y China por oriente, al río Volga por el norte y a Tanzania por el sur. Y así, con lo que vio en 30 años de aventuras, se convirtió en el viajero más famoso del Islam.
Ibn Battuta está en graves problemas. La tormenta de nieve se traga a su gente. La caravana -hombres, mujeres, niños- avanza lentamente, casi a ciegas, por el noroeste de Turquía, rumbo a Anatolia. Sus guías lo han abandonado. El sueño de llegar al Mar Negro es ahora una pesadilla. Es 1331.
Abu abd Allah Muhammad Ibn abd Allah al-Lawati at-Tanji Ibn Battuta, nacido en Tánger, Marruecos, en 1304, de origen bereber, familia acomodada, ulema o estudioso de la sharia islámica, sabe lo que debe hacer: los deja.
A estas alturas, Ibn Battuta lleva ya seis años viajando desde el momento en que -al cumplir 21- decidió hacer la hajj, la peregrinación obligatoria a La Meca que cada musulmán debe hacer al menos una vez en la vida. En su caso, ése fue sólo el comienzo de una travesía descomunal que duraría 29 años y lo llevaría a recorrer más de 120 mil kilómetros por territorios equivalentes a 40 países actuales, a asomarse a sitios como China, India, Mali y Tanzania, y que lo convertiría en el viajero más famoso del Islam. El "Marco Polo musulmán". Así le han dicho. "Príncipe de los viajeros", también.
Esto le ha sucedido una y otra vez en estos años: tropezar con conocidos. En el momento más insólito. En Bengala o en China. En el Sahara africano, la Granada española o el río Volga.
No es asunto de suerte
A mediados del siglo 14, los musulmanes viajeros son casi una hermandad aparte. "El mundo del siglo 14 es mucho más móvil de que lo que podemos imaginar. Las rutas de caravanas y navegación estaban repletas con viajeros volviendo o internándose en el Oriente", explica Ross Dunn, autor de una de las obras más reconocidas sobre el explorador árabe, The Adventures of Ibn Battuta. Y en ese mundo, "los musulmanes solían verse desde España y África Occidental a Asia Central y el sur de China. Eran viajeros preeminentes", escribe.
Los seguidores del profeta se sienten ciudadanos de Dar al-Islam, "la casa del Islam", todo el mundo musulmán. Viajan con una libertad, seguridad y un espíritu cosmopolita poco conocidos en Occidente entonces, lleno de fronteras y conflictos. En cada rincón del mundo islámico había monarcas bien dispuestos a proteger y garantizar los desplazamientos de comerciantes, pero también de intelectuales y estudiosos de la ley islámica, algunos de los cuales terminaban empleándose como expertos en las ciudades a las que llegaban.Con algo de suerte y talento, podían alcanzar las cortes. Como le ocurrió a Ibn Battuta.
Tánger, donde nació Battuta, era un puerto frecuente para comerciantes genoveses, venecianos, catalanes. Una ciudad cosmopolita. No es raro que aprovechara su oportunidad para salir al mundo.
Esa oportunidad fue la visita a La Meca. El sitio sagrado del Islam fue siempre una especie de "centro de operaciones" para él. Desde aquí planificó sus siguientes pasos, como devoto seguidor del sufismo, y fue agregando escalas y desvíos por interés personal y por negocios.
Como parte de la clase de los ulema y con el prestigio de la cultura norafricana a su favor, Ibn Battuta era recibido con respeto en África Oriental, Sureste Asiático e India, donde la institucionalidad islámica estaba aún desarrollándose. En India, Ibn Battuta fue empleado por el sultán de Delhi, un pintoresco personaje, tan religioso como excéntrico, que desconfiaba de los musulmanes indios para las tareas de Estado.
En 1334, el aventurero llegó a India y ganó posiciones sociales fácilmente, hasta que perdió la simpatía del sultán por aliarse con un conocido disidente: terminó condenado a muerte.
En la rihla, libro del género de viajes donde narra sus experiencias, Ibn Battuta recuerda esos días difíciles: recitó 33 mil veces la misma plegaria durante su primer día de detención, y pasó otros cinco leyendo el Corán, "de tapa a tapa cada día, sin probar más que agua".
Funcionó
Hacia 1341, emprendió viaje a China, con el perdón y apoyo del sultán. Luego de un accidentado viaje, Ibn Battuta llegó a las islas Maldivas, donde se involucró en otro complot. De nuevo, sin éxito.
Volvió a Tánger en 1349. Dos años después partió nuevamente. Ya no se podía estar quieto, y se largó a recorrer durante 80 días el temible Sahara Occidental.
Sólo el sultán de Marruecos pudo detenerlo. En 1354, de regreso en Fez, le ordenó que escribieras sus viajes para él. Había oído las historias en torno suyo, y quería los detalles. Ibn Battuta, que no era escritor, se las dictó a un joven ulema, Ibn Juzayy, al que había conocido antes en España, y con el que ahora tropezaba -como siempre- en Fez.
El libro que resultó, popularizado como A través del Islam, lo convirtió en leyenda. Y en sus páginas se encuentra un modo de ser islámico tan abierto y cosmopolita que sigue siendo, para Occidente, todo un descubrimiento.
Leer
* A través del Islam, Ibn Battuta-Ibn Juzayy.
* The Adventures of Ibn Battuta: A Muslim Traveler of the 14th Century, de Ross Dunn (University of California Press).
Mauricio Alarcón
El Mercurio - Chile (Revista del Domingo)
Imagenes: Web
Ibn Battuta está en graves problemas. La tormenta de nieve se traga a su gente. La caravana -hombres, mujeres, niños- avanza lentamente, casi a ciegas, por el noroeste de Turquía, rumbo a Anatolia. Sus guías lo han abandonado. El sueño de llegar al Mar Negro es ahora una pesadilla. Es 1331.
Abu abd Allah Muhammad Ibn abd Allah al-Lawati at-Tanji Ibn Battuta, nacido en Tánger, Marruecos, en 1304, de origen bereber, familia acomodada, ulema o estudioso de la sharia islámica, sabe lo que debe hacer: los deja.
A estas alturas, Ibn Battuta lleva ya seis años viajando desde el momento en que -al cumplir 21- decidió hacer la hajj, la peregrinación obligatoria a La Meca que cada musulmán debe hacer al menos una vez en la vida. En su caso, ése fue sólo el comienzo de una travesía descomunal que duraría 29 años y lo llevaría a recorrer más de 120 mil kilómetros por territorios equivalentes a 40 países actuales, a asomarse a sitios como China, India, Mali y Tanzania, y que lo convertiría en el viajero más famoso del Islam. El "Marco Polo musulmán". Así le han dicho. "Príncipe de los viajeros", también.
Pero ahora, está en problemas. Y deja a su caravana. Va por ayuda. No hay huella y cada pisada se borra apenas marca la siguiente. Todo parece empeorar, hasta que da con un refugio. Son místicos sufíes. Entra. Pide ayuda en árabe. Nadie le entiende. A punto de desesperar, llega otro, que finalmente ayudará a la caravana. Porque Ibn Battuta lo conoce.
Esto le ha sucedido una y otra vez en estos años: tropezar con conocidos. En el momento más insólito. En Bengala o en China. En el Sahara africano, la Granada española o el río Volga.
No es asunto de suerte
A mediados del siglo 14, los musulmanes viajeros son casi una hermandad aparte. "El mundo del siglo 14 es mucho más móvil de que lo que podemos imaginar. Las rutas de caravanas y navegación estaban repletas con viajeros volviendo o internándose en el Oriente", explica Ross Dunn, autor de una de las obras más reconocidas sobre el explorador árabe, The Adventures of Ibn Battuta. Y en ese mundo, "los musulmanes solían verse desde España y África Occidental a Asia Central y el sur de China. Eran viajeros preeminentes", escribe.
Los seguidores del profeta se sienten ciudadanos de Dar al-Islam, "la casa del Islam", todo el mundo musulmán. Viajan con una libertad, seguridad y un espíritu cosmopolita poco conocidos en Occidente entonces, lleno de fronteras y conflictos. En cada rincón del mundo islámico había monarcas bien dispuestos a proteger y garantizar los desplazamientos de comerciantes, pero también de intelectuales y estudiosos de la ley islámica, algunos de los cuales terminaban empleándose como expertos en las ciudades a las que llegaban.Con algo de suerte y talento, podían alcanzar las cortes. Como le ocurrió a Ibn Battuta.
Tánger, donde nació Battuta, era un puerto frecuente para comerciantes genoveses, venecianos, catalanes. Una ciudad cosmopolita. No es raro que aprovechara su oportunidad para salir al mundo.
Esa oportunidad fue la visita a La Meca. El sitio sagrado del Islam fue siempre una especie de "centro de operaciones" para él. Desde aquí planificó sus siguientes pasos, como devoto seguidor del sufismo, y fue agregando escalas y desvíos por interés personal y por negocios.
Como parte de la clase de los ulema y con el prestigio de la cultura norafricana a su favor, Ibn Battuta era recibido con respeto en África Oriental, Sureste Asiático e India, donde la institucionalidad islámica estaba aún desarrollándose. En India, Ibn Battuta fue empleado por el sultán de Delhi, un pintoresco personaje, tan religioso como excéntrico, que desconfiaba de los musulmanes indios para las tareas de Estado.
En 1334, el aventurero llegó a India y ganó posiciones sociales fácilmente, hasta que perdió la simpatía del sultán por aliarse con un conocido disidente: terminó condenado a muerte.
En la rihla, libro del género de viajes donde narra sus experiencias, Ibn Battuta recuerda esos días difíciles: recitó 33 mil veces la misma plegaria durante su primer día de detención, y pasó otros cinco leyendo el Corán, "de tapa a tapa cada día, sin probar más que agua".
Funcionó
Hacia 1341, emprendió viaje a China, con el perdón y apoyo del sultán. Luego de un accidentado viaje, Ibn Battuta llegó a las islas Maldivas, donde se involucró en otro complot. De nuevo, sin éxito.
Volvió a Tánger en 1349. Dos años después partió nuevamente. Ya no se podía estar quieto, y se largó a recorrer durante 80 días el temible Sahara Occidental.
Sólo el sultán de Marruecos pudo detenerlo. En 1354, de regreso en Fez, le ordenó que escribieras sus viajes para él. Había oído las historias en torno suyo, y quería los detalles. Ibn Battuta, que no era escritor, se las dictó a un joven ulema, Ibn Juzayy, al que había conocido antes en España, y con el que ahora tropezaba -como siempre- en Fez.
El libro que resultó, popularizado como A través del Islam, lo convirtió en leyenda. Y en sus páginas se encuentra un modo de ser islámico tan abierto y cosmopolita que sigue siendo, para Occidente, todo un descubrimiento.
Leer
* A través del Islam, Ibn Battuta-Ibn Juzayy.
* The Adventures of Ibn Battuta: A Muslim Traveler of the 14th Century, de Ross Dunn (University of California Press).
Mauricio Alarcón
El Mercurio - Chile (Revista del Domingo)
Imagenes: Web
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