• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

lunes, 27 de septiembre de 2010

Fort Lauderdale: diversión en la “Venecia americana”


Perfecta para los amantes del mar, Fort Lauderdale tienta con sus hermosas playas, La gastronomía y el circuito de compras.

En Oh my gauze!, un negocio de ropa y decoración en el famosísimo Boulevard Las Olas, tomar fotos de los productos puede considerarse “espionaje”. Es que esta casa vende productos ‘one of a kind’, o sea, artesanales. Y en Estados Unidos, donde casi todo se fabrica en serie, encontrar objetos únicos es un hallazgo.

Quien viaje a Miami debe reservarse un fin de semana para Fort Lauderdale, unos 36 km al norte, sobre el Atlántico. Parece una ciudad flotante, asentada so-bre cientos de canales de agua de mar, lo que le vale el nombre de “La Venecia de América”: por allí navegan góndolas de plástico que poco tienen que ver con las italianas, pero bien valen un paseo. Paraíso para fanáticos del shopping, ofrece artículos más refinados y exclusivos que Miami, con la ventaja de que, además, es un polo de diversión para grandes y chicos.


Pasarla bien aquí es fácil. El 80% de los bares, restaurantes y tiendas es atendido por sus dueños y la ciudad cuenta con transportes confortables. Hay taxis de agua, el sun trolley, que une el downtown con las playas, y los clásicos yellow cabs, que aquí no pasan de largo como en Manhattan.

De sur a norte, el Gran Fort Lauderdale tiene seis playas, cada una con su personalidad: Hollywood, Dania Beach, Ft. Lauderdale, Lauderdale By The Sea, Pompano Beach y Deerfield Beach. La más chic es Ft. Lauderdale; Pompano Beach y Deerfield Beach son ideales para familias con chicos; y para relajarse, la más tranquila es Lauderdale By The Sea. Todas tienen hoteles de diferentes categorías, cabañas con jardines fabulosos y departamentos junto al mar bien equipados, a precios accesibles.


Por dónde empezar

Reemplacemos el nunca bien ponderado city-tour por un sightseeing cruise, a bordo de un taxi-lancha, un yacht de excursión o una góndola: la idea es navegar a lo largo de la Intracoastal Waterway –un canal paralelo al mar– y el New River, para experimentar la fisonomía náutica de Ft. Lauderdale y su Puerto Everglades, donde amarran cruceros imponentes y pequeñas embarcaciones. El puerto es un punto neurálgico y un programa en sí mismo, con restaurantes, boutiques y marinas. Está a tres km del Aeropuerto Internacional Ft. Lauderdale, prácticamente en medio de la zona urbana.

“En el mar, la vida es más hermosa…” decía una viejísima canción, y Fort Lauderdale es indicadísimo para los amantes del océano. Excursiones de pesca, buceo, paseos y safaris ecológicos en airboat, viajes a la isla “All you wish to eat” (Todo lo que desea comer) en el Jungla Queen Riverboat (un barco “a paleta”, como los antiguos del río Mississippi), canotaje, windsurf, natación en el mar o en alguna de las cinco mil piscinas de los hoteles, invitan a usar traje de baño y ojotas desde la mañana hasta la noche.


En tierra firme

Con los chicos, son imperdibles las visitas a Flamingo Gardens, una reserva botánica trazada sobre bellísimos jardines con flamencos rosados, y al Butterfly World, un mariposario con ejemplares insospechados, pájaros coloridos y floresta tropical. Otra salida impostergable –mejor si es con amigos– es la del infalible drink, a la hora del crepúsculo. Las vistas más espectaculares están en los bares de los grandes hoteles, como The Atlantic Hotel, Bahía Mar, Hilton, Hyatt o Sheraton. Para jugar al golf hay varias canchas, y si se trata de azar, el Gulfstream Park o el Hard Rock Hotel & Casino. Sobra entretenimiento y frivolidad, pero también hay “perlas” como las del Museum of Art, con la mayor colección permanente de arte de Copenhague, Bruselas y Amsterdam (CoBrA).

Además de los mega shoppings como Sawgrass Mills, Galleria Mall o el Seminole Paradise, siguen siendo imbatibles las bou-tiques de Las Olas Blvd. porque venden diseños originales y piezas únicas. Son cuadras para el asombro que van desde la playa hasta el distrito de Artes & Entretenimiento y el Riverwalk. Para comer, las opciones son varias: el St. Tropez bistró; la taberna griega Trata; la pizzería Pronto, con horno a leña; una picada oriental con hummus, tabule, langostinos y manteca de ajo en Mangos; chocolates en Schakolad; café en Kilwins –un clásico desde 1946– o en Starbucks. En Las Olas Blvd. hay mesas en las veredas, sillones para no levantarse, iluminación cálida como la ciudad y brisa que huele a verano eterno.
En este reino de tentaciones y consumismo, da la impresión de que sólo el aire de mar es gratis. Sin embargo, el SunTrust Sunday Jazz Brunch es un concierto gratuito que se arma sobre la playa, el primer domingo de cada mes. Cada uno lleva su canasta y su silla y disfruta del pic-nic musical.

Otra opción es Las Olas Gourmet Market, en Las Olas y la 12th St. Es una feria enorme con puestos de alimentos frescos, orquídeas, verduras de quinta, miel, dulces caseros, aceites de oliva, cerámica mexicana, cupcakes. Y aunque no se gaste un dólar, sólo mirar ya es una fiesta. Fiesta que culmina con la proyección de alguna película o un baile improvisado sobre una terraza.

Sissi Ciosescu (especial)
Clarín - Viajes
Fotos: Web

lunes, 20 de septiembre de 2010

Chile: La gran apuesta de Añihue

Bahía Añihue

Al sur de Chile, una reserva natural de 10 mil hectáreas apuesta a consolidar la próxima tendencia en viajes: mezclar turismo y conservación. Por eso, apoyan a científicos que estudian y cuidan su biodiversidad. Y uno, claro, puede ser parte de ese proceso.

Zarpamos de Quellón hace más de ocho horas. Hemos navegado toda la noche. La barcaza Alejandrina es peor que una micro amarilla. Huele a humedad y aceite quemado. Tiene varias filas de asientos destartalados, una suerte de cafetería donde no dan ganas de asomarse y -esto es inolvidable- un par de televisores que pasan a todo volumen, sin parar, unos compilados de rock de los años ochenta, con sus letras para cantar.

Debemos llegar a Añihue, una poco conocida reserva natural ubicada justo en la desembocadura del río Palena, con 10 mil hectáreas de superficie prácticamente intocadas: fiordos, bahías, bosques, montañas, aves, lobos, delfines, ballenas. Pero, antes, hay que alcanzar Raúl Marín Balmaceda, un diminuto pueblo que apenas se ve en el mapa y que -dice la historia- se llama así en honor a un senador chileno que murió de un infarto durante una sesión en el Congreso, en los años cincuenta. La barcaza Alejandrina se ha movido con vaivenes infartantes. Pero ya estamos aquí y no sirve quejarse: estos parajes australes son, sin duda, para aventureros.


Al pisar las tierras de Raúl Marín, Felipe González (34), el hiperactivo anfitrión de Añihue, nos ayuda con los bártulos y los lleva hasta una lancha que aguarda en el muelle. En ella nos iremos por el único camino que existe hacia la reserva: el mar. Felipe González enciende el motor de la lancha. Raúl Marín Balmaceda, la dichosa barcaza Alejandrina y los compilados de rock quedan atrás para siempre. Navegamos. Todo es verde: el mar, las montañas. Tras unos quince minutos, un pequeño montículo de piedras que aparece junto a la costa nos indica nuestra próxima detención. Hemos llegado, finalmente, a su hogar: la Reserva Añihue.

Felipe González y su familia -su mujer, la arquitecta Antonieta Quirós, y sus dos pequeños hijos- viven en Añihue hace cuatro años. Para ellos, venirse hasta aquí fue una decisión radical. Debían abandonar las comodidades de la ciudad para asumir un intrincado desafío: convertir a esta reserva natural en un nuevo destino turístico de Chile. Pero no uno cualquiera: en Añihue el foco está puesto en la conservación y en la vida ecológica.

González, su familia y un par de amigos que también viven aquí -ninguno con más de 40 años- son auténticas personas "verdes": viven gracias a paneles fotovoltaicos, regulan cada uno de sus consumos eléctricos (el secador de pelo está prohibido, por ejemplo), tienen una huerta orgánica donde producen prácticamente todos los vegetales que consumen, reciclan la basura y la transforman en abono para las plantas, han construido cabañas y talleres con sus propias manos y, por supuesto, no tienen televisión (ni piensan en ella). Sus pertenencias "citadinas" son sólo películas, un devedé portátil con pantalla, internet y teléfono satelital, y -hasta ahora- un par de barritas en la señal del celular, que se captan en un punto preciso cerca del muelle.

Así es el huerto orgánico de Bahía Añihue

Sin embargo, Añihue no les pertenece. Su verdadero dueño es el empresario estadounidense Addison Fischer, quien hasta ahora no ha tenido interés de establecerse aquí (como sí lo tuvo, por ejemplo, otro de su estirpe, Douglas Tompkins, y en una zona muy cercana a Añihue: el parque Pumalín). Hace unos años, Addison Fischer encontró este rincón en la Patagonia chilena, lo compró en 15 millones de dólares y le encomendó su cuidado a Felipe González. Y éste -que ya tenía años de experiencia trabajando como guía de pesca para la familia Dufflocq, dueña de exclusivos lodges en la Patagonia- aceptó sin problemas.

"Para mí esto es un sueño", dice González mientras sortea con su lancha las olas del fiordo Pitipalena, uno de los principales de la zona. "Es una fantasía. Y, claro, queremos compartirla con todos". La fantasía de Añihue puede resumirse así: en un lugar donde todo está rodeado de naturaleza salvaje, la reserva brinda apoyo logístico a científicos interesados en investigar y crear proyectos de conservación. Y, mientras todo eso ocurre, también reciben a pequeños grupos de turistas que quieren ser testigos de cómo se hace este trabajo en terreno y experimentar la vida agraria. Pero con todas las comodidades: cabañas confortables, desayuno a la cama, almuerzos y cenas gourmet en un comedor común donde, incluso, se puede compartir con los científicos. Y, por cierto, con una atención súper personalizada.

Hoy, por ejemplo, hemos salido en busca de ballenas azules y jorobadas (cuya presencia está siendo monitoreada hace dos años por la reserva) y delfines australes (los mares de Añihue están repletos, literalmente, de delfines australes: incluso es posible verlos saltando desde los ventanales de las cabañas). Con nosotros viaja la bióloga alemana Heike Vester, fundadora del proyecto Ocean Sounds (www.ocean-sounds.com), que investiga el lenguaje de los cetáceos. Heike ha pasado ya dos temporadas estudiando delfines y ballenas en los alrededores de Añihue. Así que es parte de la casa: de hecho, ella misma ha instruido a la gente de Añihue sobre cómo se debe realizar un correcto avistamiento de cetáceos.

La zona es habitat de ballenas jorobadas y azules

Navegamos en silencio. Heike lleva una potente cámara fotográfica, un hidrógrafo (instrumento que permite escuchar y grabar los sonidos bajo el agua con gran fidelidad) y nunca se despega de sus binoculares. De pronto, un grupo de delfines aparece a nuestro alrededor. Nos acercamos de inmediato, pero se alejan rápidamente.
-¡Vámonos! -dice la bióloga con voz firme. Felipe González, quien comanda la lancha, se aleja de inmediato. Entonces aprendo mi primera lección como "turista científico". "Si los delfines hubiesen querido estar con nosotros, se habrían quedado aquí", explica Heike. "Pero no. Se iban rápidamente. Eso es una señal: nuestra presencia sólo los estaba estresando. Así es que debemos marcharnos".

Aparte de recibir científicos y turistas, Añihue desarrolla un programa de voluntariado cuyo objetivo también es promover la vida ecológica. Cada verano, abre cupos para quienes quieran pasar un mes aislados de la civilización, pero trabajando en todo tipo de actividades de la reserva: cultivo de huerto orgánico, alimentación de animales, construcción, reciclaje de basura, investigación de flora y fauna. Ese tipo de cosas.

Los pájaros carpinteros son una de las tantas especies de la región

Lo del aislamiento no es sólo un decir. En las 10 mil hectáreas de superficie que comprende la reserva, hay sólo dos sectores habitados: a uno le llaman Toninas, donde está la casa principal y las dos cabañas para turistas; y al otro, Añihue. Los voluntarios viven en Añihue, una inmaculada bahía, rodeada de fiordos, a la que se llega tras una hora de navegación desde el sector Toninas. En Añihue sí que no hay nada: sólo un par de casas de madera y una familia, la de Francisco Gómez (32), su mujer y su hija, quienes también cambiaron para siempre el rumbo de su vida, y hoy se encargan no sólo de hacer una suerte de soberanía en la zona, sino también de guiar y traspasar sus conocimientos a los voluntarios.

Esta vez encontramos a Derek Lactaoen, un estadounidense de 20 años que está en Chile como alumno de intercambio de periodismo, y la chilena Javiera Carreño, de 24, estudiante de ecoturismo. Son los dos voluntarios del mes que, en muy poco tiempo, han debido aprender -y desafiar- la recóndita y salvaje geografía de Añihue.

"Cuando llegamos llovía sin parar. Y se mantuvo así durante varios días. Fue duro: no era lo que esperábamos", cuenta Javiera, mientras lava los platos del almuerzo, una de sus tareas cotidianas. "Aquí hemos tenido que hacer de todo: desde salir a buscar leña hasta carnear chanchos. Y ahora estamos aprendiendo sobre lombricultura. Por eso, más que trabajo, esto ha sido toda una experiencia".

A la mañana siguiente, salimos con dos buzos del equipo Frontera Azul -Eduardo Sorensen y Fernando Luchsinger-, que trabajan en un documental para TVN sobre el desconocido mundo submarino chileno.

Antes de partir en la lancha, junto a Felipe González, Felipe Delpiano (el segundo a bordo, diseñador santiaguino que también le dio un vuelco a su vida y hoy vive ingeniándoselas para construir lo que sea con maderas en desuso) y los buzos, observamos atentamente una carta de navegación, donde están marcados varios puntos en que se han visto ballenas azules.
-¡Tal vez podamos bucear con ellas! -dice entusiasmado Sorensen, aunque sabe que lograrlo no es, para nada, tarea fácil. Subimos los equipos a la lancha. Tanques de oxígeno, cámaras de video. Felipe González enciende el motor, ajusta su GPS y zarpamos. Unos minutos más tarde estamos frente a unos islotes conocidos como Tres Marías, uno de los mejores puntos de buceo de la reserva, también indicado en la carta.

Dos delfines australes nadan con el volcán Melimoyu de fondo

"Es sorprendente la biodiversidad del fondo marino", dirá más tarde el buzo y fotógrafo submarino Eduardo Sorensen. "Sobre todo porque esta zona, desde Melinka hacia el sur, ha sido súper afectada por el tráfico de barcos y la sobreexplotación pesquera. Aquí había centollas, corales látigo, esponjas, erizos, y muy buena visibilidad. Las especies estaban muy bien conservadas".

Aunque las ballenas no hayan aparecido esta vez, las palabras de Sorensen dejan a todos satisfechos: hemos constatado, en terreno, cómo Añihue aún se mantiene intocada.
-Es la razón por la que estamos aquí -dice Felipe González, y enciende nuevamente el motor.
En la ruta de regreso, un grupo de delfines australes vuelve a aparecer alrededor. Tras varios días en la reserva, verlos juguetear junto a nuestra lancha se ha vuelto una costumbre.

El proyecto
Impulsado por la Fundación Melimoyu, un proyecto privado busca convertir toda esta zona -donde se encuentra la Reserva Añihue- en un nuevo Parque Marino y Área Marina Protegida para Chile (a la fecha, el único que existe es el Parque Francisco Coloane, en la Región de Magallanes). El objetivo es conservar la rica biodiversidad de la zona e impedir el avance de la industria salmonera. Los límites propuestos van desde el sector de Punta Yeli hasta el río Santo Domingo, frente al Golfo del Corcovado. El proyecto ya fue presentado ante la Conama y aún se encuentra en estudio.
Más información, www.melimoyufoundation.com

Hay dos cabañas para recibir turistas

Cómo llegar

La Reserva Añihue está cerca de Puerto Raúl Marín Balmaceda, Aysén, y es accesible sólo por mar.

A Raúl Marín se puede llegar por tierra desde La Junta, en avioneta desde Puerto Montt o en los barcos de Naviera Austral, que salen desde Quellón y demoran desde 8 horas (tel. 65/270 430).

Cabañas para dos personas, con pensión completa: $180.000 diarios. Programa para dos personas por 5 noches, con comidas y tres excursiones, $1.300.000. Traslado ida y vuelta en lancha a la reserva desde Raúl Marín, $50.000 hasta 10 pasajeros. La temporada va de diciembre a marzo.
Tel. satelital (02) 196 02 93; www.anihuereserve.com

Sebastián Montalva Wainer
desde Reserva Añihue, Región de Aysén
Revista del Domingo - Diario El Mercurio - Chile
Fotos: El Mercurio
Nota de Turismo Virtual: la moneda que se cita en esta nota es el peso chileno. La cotizacion es 1 U$S = a 497.15 $ chilenos (20/9)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Chocolate: Divino regalo


El regalo de Quetzalcoatl a Moctezuma dio la vuelta al mundo, donde cada país lo transformó según sus costumbres y lo enriqueció con nuevos saberes y recetas. Hoy el chocolate invita a una recorrida golosa por algunos destinos que lo ponen en el centro de sus atractivos turísticos y gastronómicos.

Dice un proverbio mexicano que “la vida sin chocolate no es vida”. Bien lo sabrán los herederos de Moctezuma, el destinatario del divino regalo que hoy se consume en todo el mundo y de las formas más variadas: líquido y en taza, como manda la tradición, pero también en barra, con leche, con frutos secos... y hasta con oro. A lo largo de los siglos, el chocolate llegó a los lugares más remotos del mundo, y sin importar los cambios de clima o latitud fue adoptado con fruición e imaginación innovadora. Por eso hoy se pueden visitar algunas fábricas y chocolaterías cuyos productos son emblemáticos de los países más diversos, aunque todos nazcan de las mismas coloridas vainas del cacao.

RAMAS DE BARILOCHE
En nuestro país estamos tan acostumbrados a verlo “de toda la vida” que ya no nos parece una rareza, pero a los recién llegados siempre les llama la atención el tradicional chocolate en rama de Bariloche. Blanco o con leche, sus bastones arrugados como auténticas ramitas de árbol son uno de los productos más populares de la ciudad que, gracias a la influencia suiza y centroeuropea, se convirtió en la capital argentina del chocolate. Cuenta la tradición que, como otros inventos populares, nació de casualidad, cuando a Aldo Fenoglio se le cayó chocolate en la mesa por accidente y, para ensuciar menos, no lo levantó sino que lo dejó secar y luego lo raspó con una espátula. Ya convertido en tradición, el proceso se puede ver en las vidrieras de Bariloche, y también en algunas de Buenos Aires, donde los maestros chocolateros acumulan las ramas con maestría. En la ciudad rionegrina, además de las muchas y tentadoras chocolaterías artesanales del centro, se puede visitar el Museo del Chocolate de la Avenida Bustillo, donde se muestra paso a paso el método de elaboración.

CHOCO BRASIL
Vitoria, la capital del estado brasileño de Espíritu Santo –al norte de Río de Janeiro– se levanta sobre una isla frente al continente, unida con el municipio continental de Vila Velha a través del puente Terceira. La ciudad es interesante como punto de partida para conocer el parque estatal de Pedra Azul, los pueblos de Domingos Martins y Venda Nova do Inmigrante, y el circuito histórico-religioso del centro. Pero también porque aquí se levanta, entre las casas bajas de Vila Velha, una fábrica cuyos productos son bien conocidos para los paladares argentinos: la de chocolates Garoto, fundada en 1929 por el inmigrante alemán Heinrich Meyerfreund. Hay visitas guiadas (en horarios a consultar) por la fábrica, que durante la recorrida permite tomarse algunas fotos con muñecos gigantes de algunos personajes de Garoto. Finalmente, se pueden comprar en el negocio algunos de sus productos más tradicionales y también otros que no siempre llegan a las cajas de exportación, como los deliciosos bastoncitos de chocolate con sabor a dulce de leche y las canastitas especiales de la época navideña.

DELICIA SUIZA
Los expertos aseguran que el chocolate amargo es el más puro y beneficioso, el que aprecian los auténticos conocedores. Pero en todo el mundo son legión quienes agradecen a Henri Nestlé el invento del chocolate con leche, un exquisito placer muy a la suiza. Este invento, junto con el chocolate con avellanas y la máquina para mezclar cacao y azúcar, hicieron del país alpino uno de los más refinados productores del mundo.

En Broc, cerca de Friburgo, se visita la fábrica de Cailler, la marca más antigua de Suiza, que tiene unos dos siglos de historia. El establecimiento se levanta, junto a un museo, en el sitio que eligió el nieto del fundador, Alexandre-Louis Cailler, para estar cerca de las granjas productoras de leche fresca. Paso a paso, se puede conocer allí toda la historia de la industrialización del chocolate, y naturalmente se termina con una degustación que es un auténtico imán para los aficionados al fruto de los dioses. También en Vevey se puede conocer una chocolatería famosa: se trata de Poyet, especialista en pralinés, bombones... y en los zapatos de Charlie Chaplin, un residente famoso de la ciudad. Y quien quiera dar un paso más allá, puede iniciarse en los secretos y técnicas del chocolate en la casa Dürig de Lausana, que sólo trabaja con productos de alto tenor en cacao y permite realizar un taller para llevarse a casa un chocolate hecho con las propias manos. Por si fuera poco, Suiza ofrece tomarse de mayo a octubre el Tren del Chocolate, que con sus vagones de la Belle Epoque recorre el trayecto de Montreux a Gruyères y Broc.

EL CACAO DE MARIA ANTONIETA
En el corazón de la Rive Gauche parisiense, un precioso local de majestuosa insignia, exhibe con orgullo el emblema de Chocolats-Debauve et Gallais. La vidriera es una sucesión de tentaciones: bombones del chocolate elaborado a partir del cacao más puro, rellenos con tentadoras ganaches, llaman poderosamente la atención de la vista y el gusto. El visible aire noble se explicita en una placa en el frente que reza, junto a una flor de lis: “Casa fundada en 1800. Debauve et Gallais. Proveedores oficiales de los antiguos reyes de Francia”. Todo empezó con el farmacéutico de Luis XVI, Sulpice Debauve, que inventó unos medallones de chocolate llamados pistoles (monedas) a pedido de María Antonieta, para sortear el disgusto de la reina a la hora de tomar remedios de dudoso sabor. Años después, cuando la guillotina ya había hecho estragos entre la aristocracia, Debauve se asoció con su sobrino Jean-Baptiste Gallais y abrió su primera chocolatería, pronto famosa en Alemania, Inglaterra, Italia y Suiza. Todavía hoy, en manos de la familia Poussin, heredera de los fundadores, Debauve et Gallais elabora artesanalmente las pistoles de María Antonieta, uno de los iconos de su vidriera, a partir de cacao de Colombia, Venezuela, Guatemala, Costa Rica y las islas caribeñas.

BESOS DE CHOCOLATE
Un célebre cuadro de Francesco Hayez que retrata a una pareja besándose inspiró igualmente célebre caja de bombones Baci, de Perugina. Es decir, besos de chocolate, con corazón de avellana, siempre acompañados por papelitos satinados con frases que oscilan entre lo romántico y lo kitsch. Hace tres años, para celebrar el centenario de la marca, se fundó la Casa del Chocolate Perugina, que incluye un Museo del Chocolate donde se cuenta la historia del producto y de la empresa, una fábrica de chocolate que permite asistir a la fabricación de los famosos bombones, y una escuela de chocolate, donde cada visitante puede realizar sus “baci” personalizados y aprender a confeccionar otros dulces con la exquisita materia prima de Perugina. Todo el complejo está en el distrito San Sisto de Perugia, en el centro de Italia.

Siempre en Italia, también Turín está considerada como la ciudad del chocolate. Una tradición que nació en 1560, cuando Emanuele Filiberto de Saboya hizo servir simbólicamente a la ciudad una taza de humeante chocolate para celebrar el establecimiento de la capital ducal. Con el tiempo nació el Bicerin, una bebida caliente a base de café, cacao y crema de leche, y en el siglo XIX se inventó un sistema que mezclaba cacao, vainilla, agua y azúcar para transformar el chocolate en tabletas sólidas. El producto estrella de Turín es hoy el gianduiotto, que une el cacao con la avellanas de la región de Langhe, envuelto en un tentador papel dorado. La ciudad y sus alrededores son el mayor centro italiano de elaboración de chocolate, con una producción anual de 85.000 toneladas (el 40 por ciento del total nacional), realizada en conjunto por las grandes industrias y las pequeñas casas artesanales. Todos los años se realiza una kermesse del chocolate, con fiestas, degustaciones y eventos, llamada CioccolaTò, y es posible también probar las mejores producciones en los locales históricos gracias al ChocoPass, que permite 22 degustaciones en tres díasz

DATOS UTILES
  • Museo del Chocolate: Avenida Bustillo 1200, Bariloche. Tel. (02944) 439204. En temporada alta, lunes a domingo de 10 a 20. Visitas guiadas a partir de las 10 de la mañana, www.museodelchocolate.com.ar
  • Chocolates Garoto: Central de Visitas, Tel.: + (27) 3320-1709. Entrada: 10 reales. Informes en visitas@garoto.com.br
  • Maison Cailler: Rue Jules Belelt 7, Broc. Informes: +41 (0)269215151, e-mail broc.visites@ch.nestle.com. Entrada gratuita, abierto de 9.30 a 16 www.cailler.ch
  • Confitería Poyet: Rue du Théatre 8, Vevey. Informes al +41 (0)219213737 www.confiseriepoyet.com
  • Dürig Chocolatier: Avenue d’Ouchy 15, Lausana. Informes: info@durigh.ch; www.durig.ch
  • Debauve et Gallais: 30 Rue des Saints-Pères, París.
  • Casa del Chocolate Perugina: Via San Sisto 42, San Sisto (Perugia), www.perugina.it

Graciela Cutuli
Pagina 12- Turismo

lunes, 6 de septiembre de 2010

Dinamarca: Bornholm, la isla inesperada

Las ruinas de Hammerhus, del siglo XII

Bornholm es toda una curiosidad del mar Báltico, con misteriosas iglesias redondas, cálido microclima y sorprendentes playas


Hace algunos años solía decirse que si todos los habitantes del planeta se pararan hombro a hombro, cubrirían una superficie igual a la de isla de Bornholm. Hoy, por el crecimiento demográfico, algunos deberían mojar los tobillos en las aguas de la costa o tomar prestada la isla vecina Christiansø. Aun así, sus habitantes siguen repitiendo el mismo dato curioso sobre este lugar perdido en el corazón del mar Báltico.

Con una extensión de casi 600 km2 y una ubicación privilegiada, al sur de Suecia y al norte de Polonia, Bornholm es un destino elegido por más de medio millón de turistas cada año. Esta exclusiva isla danesa, con playas de arena blanca, acantilados y gran vegetación, guarda memorias de la era neolítica, ruinas medievales, recuerdos de la ocupación nazi y rastros de un bombardeo por fuerzas soviéticas.

Es la roca visible más antigua del mundo, producto de una actividad volcánica hace más de 1700 millones de años. Su gente es atenta y tiene ese carácter relajado típico de los que viven lejos de las grandes ciudades. Cuentan con bandera propia no oficial y un dialecto de poco uso porque los jóvenes de hoy creen que no es cool hablarlo. Por sus calles se oye danés y la gran mayoría maneja el inglés, sólo son algunos nativos mayores los que no quieren desprenderse del bornholmsk, su particular jerga.

El clima de esta zona es ideal si se compara con el de Suecia y Dinamarca. Aunque sea común pensar que esta parte del planeta vive extensos períodos de nieve y oscuridad, Bornholm tiene su microclima, cálido y con largos días de sol. Rodeada de océano, de abril a septiembre es cuando más disfrutan del clima veraniego, aunque si hay que elegir un mes, el mejor paravisitarla es, sin duda, julio.

Arena fina, un paisaje poco familiar para los daneses

Todo sol
Este sitio, incluso para los daneses, es un destino exclusivo. Nicolas Rasmussen es un danés que este verano viajó a la isla por primera vez. "A nosotros nos encantó visitar Bornholm porque hay sol -cuenta-, se puede andar todo el día en bicicleta, ver montañas, es como estar en Dinamarca disfrutando de todo lo que nos falta en el país."

Para una mirada argentina, este destino podría ser el equivalente a lo que significa para un porteño visitar el glaciar Perito Moreno: un lugar turístico con naturaleza, único, con una oferta de paisajes diferentes, que enorgullece, y para el que hay que ahorrar durante algunos meses.

Las playas bordean gran parte de la isla y a diferencia del resto de la costa europea, donde llegar al mar implica caminar un buen rato sobre piedras para después hacer equilibrio en sus orillas, Bornholm tiene playas soñadas: arena fina y blanca, agua cálida que llega a los 24 grados en verano, más un entorno con mucho verde.

Al sur de la isla, Dueodde es famosa por tener las arenas más lindas. Para llegar a ellas, una pasarela de madera, a lo largo de 500 metros de camino entre bosque y dunas, nos lleva directo al mar. En su entrada hay un faro abierto para todos los que tengan ganas de subir en busca de una vista privilegiada del sur de la isla.
Productos locales

Si nos encontramos en este sitio al mediodía, antes de visitar el faro o cruzar el camino hasta el mar, es recomendable hacer una parada en un típico bar de la zona para degustar la especialidad del lugar: arenque ahumado y salmón. La mostaza es otro producto típico de aquí, para tenerlo en cuenta a la hora de los aderezos. Y cuando llega el postre, o en cualquier momento del día, son imperdibles las frutillas danesas dulces y jugosas.

Cuando el sol baja, el paseo que más les gusta a los chicos son las fábricas de caramelos. Svaneke Bolcher, en la ciudad de Svaneke o Karamel Kompagniet, en Gudhjem, tiene una variedad de lo más sofisticada. Fábrica y negocio comparten el mismo espacio y mientras se observa la elaboración de estos dulces también se pueden comprar caramelos de chili, saborizados con varios tipos de flores, moca, leche con maní, sin azúcar, con crema y el típico sabor danés del regaliz.

Las iglesias redondas son el ícono de este particular destino. Cuatro construcciones medievales repartidas por el territorio resultan el punto turístico más buscado. Østerlars es famosa que por su gran tamaño y antigüedad; se dice que fue la primera en ser edificada, cerca del año 1150. Olsker, con 26 metros, es la de mayor altura. Nylars es la mejor conservada y, por último, Nyker, la iglesia más pequeña.

Varios enigmas giran en torno de estos templos. Los historiadores sostienen la hipótesis de que estas estructuras no sólo fueron destinadas a prácticas religiosas, sino que tuvieron una función defensiva por los sucesivos ataques piratas que sufrió esta zona durante años.

Desde las rutas cercadas por infinitos campos de trigo se pueden distinguir, con sus paredes blancas y techos oscuros, envueltas en una tranquilidad que no se inmuta ni siquiera con los visitantes.

Templos blancos, íconos del lugar

Tres épocas, un lugar
Las industrias principales de la isla son el turismo, la pesca y la agricultura. Los colores de sus cultivos dominan los campos, y no se encuentran parcelas de tierra sin trabajar. A pesar de que son los turistas quienes aportan uno de los mayores ingresos, esta zona no se ve llena de resorts y grandes cadenas hoteleras como sucedería si se tratara de un territorio norteamericano. Todo lo contrario, aquí se mantiene con armonía lo natural y virgen, donde la mano del hombre interfiere, pero lo menos posible.

Al norte de la isla, Hammerhus es el centro de su historia medieval. Esta construcción del siglo XII sirvió como residencia del arzobispo de Lund, y terminó siendo objeto de disputa entre varios gobernantes durante los 500 años posteriores a su edificación. En 1746 su castillo fue abandonado y quedó abierto para que los habitantes de Bornholm tuvieran la libertad de llevarse materiales del lugar hasta 1822.

Hoy, las ruinas de esta fortificación son las más grandes de Europa del Norte, situadas en un mirador excepcional, ideal para sentarse sin medir el tiempo, en un silencio casi respetuoso, y deleitarse con un escenario de mar, montañas y soledad.

Mirador: Vista Privilegiada

El camello y el león
Desde estas alturas hay dos formas de acceder al mar. Aunque aquí, envueltos por acantilados y rocas, no hay lugar para playas, un espectáculo diferente nos espera. Podemos tomar el camino por la ladera, entre pastores y ovejas, o elegir el sendero que baja por una escalera hasta llegar a las conocidas piedras Kamelhovederne y Løvehovederne, con formas de camello y león, respectivamente.

Como toda piedra famosa que remite a formas conocidas, la asociación es discutible. El camello, con esmero, puede reconocerse, de costado y mirando en dirección al Hammerhus. Para distinguir al león se necesita un poco más de imaginación o tomar un barco que hace recorridos por la costa. Según dicen, mar adentro se observa mejor ese perfil. Habrá que hacer el paseo para comprobar si el león realmente está ahí o quedarse a contemplar la naturaleza que rodea este sitio, algo que también vale la pena.

Ciertas excavaciones arqueológicas indican que esta región fue habitada varios siglos años a.C. Por los caminos que tomemos, si prestamos atención, se pueden verse rocas talladas con símbolos en tinta roja y varios elementos geométricos. Los arqueólogos aún no logran descubrir el significado de estos grabados, pero se sospecha que muchos pertenecen a la era de bronce, de 1800 a 500 años a.C.

Al igual que Dinamarca, Bornholm fue ocupada por las fuerzas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. En la ciudad de Rønne, al norte de la isla, otras huellas un poco más actuales son las que dejaron su pasado como base militar nazi. Allí se pueden ver restos de fortines que nunca fueron utilizados.

Cómo llegar
Avión: Bornholm tiene su propio aeropuerto a 5 minutos en auto de Rønne. Wingsof Bornholm, Cimber Sterling y Norwegian Airlines ofrecen varios vuelos por semana a la isla.

Barco: desde Suecia se tarda 2 horas y media; Dinamarca, 6 horas y media; Polonia, de 5 a 6 horas, o Alemania, 3 horas y media.

Bus: desde Copenhague, pasando por la ciudad sueca de Ystad. Esta opción debe combinarse con el ferry.

Tren: DBS, empresa de ferrocarriles danesa, realiza viajes conectando Copenhague y Ystad con destino a Bornholm. El recorrido total es de 3 horas y ofrece hasta cinco salidas por día.

Dónde dormir
Las casas de campo son las más buscadas a la hora de elegir hospedaje. Las reservas se realizan con un año de anticipación, en especial entre junio y septiembre. Otras opciones son los departamentos, hoteles, B&B y campings.

Información: A pocos pasos del puerto se encuentra la oficina de información turística, donde la mayoría de los mapas y folletos son gratuitos para poder diagramar el recorrido

Texto y Fotos: María Fernanda Lago
La Nación - Turismo