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lunes, 27 de septiembre de 2010

Fort Lauderdale: diversión en la “Venecia americana”


Perfecta para los amantes del mar, Fort Lauderdale tienta con sus hermosas playas, La gastronomía y el circuito de compras.

En Oh my gauze!, un negocio de ropa y decoración en el famosísimo Boulevard Las Olas, tomar fotos de los productos puede considerarse “espionaje”. Es que esta casa vende productos ‘one of a kind’, o sea, artesanales. Y en Estados Unidos, donde casi todo se fabrica en serie, encontrar objetos únicos es un hallazgo.

Quien viaje a Miami debe reservarse un fin de semana para Fort Lauderdale, unos 36 km al norte, sobre el Atlántico. Parece una ciudad flotante, asentada so-bre cientos de canales de agua de mar, lo que le vale el nombre de “La Venecia de América”: por allí navegan góndolas de plástico que poco tienen que ver con las italianas, pero bien valen un paseo. Paraíso para fanáticos del shopping, ofrece artículos más refinados y exclusivos que Miami, con la ventaja de que, además, es un polo de diversión para grandes y chicos.


Pasarla bien aquí es fácil. El 80% de los bares, restaurantes y tiendas es atendido por sus dueños y la ciudad cuenta con transportes confortables. Hay taxis de agua, el sun trolley, que une el downtown con las playas, y los clásicos yellow cabs, que aquí no pasan de largo como en Manhattan.

De sur a norte, el Gran Fort Lauderdale tiene seis playas, cada una con su personalidad: Hollywood, Dania Beach, Ft. Lauderdale, Lauderdale By The Sea, Pompano Beach y Deerfield Beach. La más chic es Ft. Lauderdale; Pompano Beach y Deerfield Beach son ideales para familias con chicos; y para relajarse, la más tranquila es Lauderdale By The Sea. Todas tienen hoteles de diferentes categorías, cabañas con jardines fabulosos y departamentos junto al mar bien equipados, a precios accesibles.


Por dónde empezar

Reemplacemos el nunca bien ponderado city-tour por un sightseeing cruise, a bordo de un taxi-lancha, un yacht de excursión o una góndola: la idea es navegar a lo largo de la Intracoastal Waterway –un canal paralelo al mar– y el New River, para experimentar la fisonomía náutica de Ft. Lauderdale y su Puerto Everglades, donde amarran cruceros imponentes y pequeñas embarcaciones. El puerto es un punto neurálgico y un programa en sí mismo, con restaurantes, boutiques y marinas. Está a tres km del Aeropuerto Internacional Ft. Lauderdale, prácticamente en medio de la zona urbana.

“En el mar, la vida es más hermosa…” decía una viejísima canción, y Fort Lauderdale es indicadísimo para los amantes del océano. Excursiones de pesca, buceo, paseos y safaris ecológicos en airboat, viajes a la isla “All you wish to eat” (Todo lo que desea comer) en el Jungla Queen Riverboat (un barco “a paleta”, como los antiguos del río Mississippi), canotaje, windsurf, natación en el mar o en alguna de las cinco mil piscinas de los hoteles, invitan a usar traje de baño y ojotas desde la mañana hasta la noche.


En tierra firme

Con los chicos, son imperdibles las visitas a Flamingo Gardens, una reserva botánica trazada sobre bellísimos jardines con flamencos rosados, y al Butterfly World, un mariposario con ejemplares insospechados, pájaros coloridos y floresta tropical. Otra salida impostergable –mejor si es con amigos– es la del infalible drink, a la hora del crepúsculo. Las vistas más espectaculares están en los bares de los grandes hoteles, como The Atlantic Hotel, Bahía Mar, Hilton, Hyatt o Sheraton. Para jugar al golf hay varias canchas, y si se trata de azar, el Gulfstream Park o el Hard Rock Hotel & Casino. Sobra entretenimiento y frivolidad, pero también hay “perlas” como las del Museum of Art, con la mayor colección permanente de arte de Copenhague, Bruselas y Amsterdam (CoBrA).

Además de los mega shoppings como Sawgrass Mills, Galleria Mall o el Seminole Paradise, siguen siendo imbatibles las bou-tiques de Las Olas Blvd. porque venden diseños originales y piezas únicas. Son cuadras para el asombro que van desde la playa hasta el distrito de Artes & Entretenimiento y el Riverwalk. Para comer, las opciones son varias: el St. Tropez bistró; la taberna griega Trata; la pizzería Pronto, con horno a leña; una picada oriental con hummus, tabule, langostinos y manteca de ajo en Mangos; chocolates en Schakolad; café en Kilwins –un clásico desde 1946– o en Starbucks. En Las Olas Blvd. hay mesas en las veredas, sillones para no levantarse, iluminación cálida como la ciudad y brisa que huele a verano eterno.
En este reino de tentaciones y consumismo, da la impresión de que sólo el aire de mar es gratis. Sin embargo, el SunTrust Sunday Jazz Brunch es un concierto gratuito que se arma sobre la playa, el primer domingo de cada mes. Cada uno lleva su canasta y su silla y disfruta del pic-nic musical.

Otra opción es Las Olas Gourmet Market, en Las Olas y la 12th St. Es una feria enorme con puestos de alimentos frescos, orquídeas, verduras de quinta, miel, dulces caseros, aceites de oliva, cerámica mexicana, cupcakes. Y aunque no se gaste un dólar, sólo mirar ya es una fiesta. Fiesta que culmina con la proyección de alguna película o un baile improvisado sobre una terraza.

Sissi Ciosescu (especial)
Clarín - Viajes
Fotos: Web

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