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lunes, 26 de diciembre de 2011

Sudáfrica-Ciudad del Cabo: una nueva maravilla


Ciudad del Cabo, vista panorámica

Urbe con historia, pero cosmopolita y moderna, atrae con playas, colinas, viñedos a su alrededor y una de las nuevas maravillas naturales del mundo: Table Mountain

Si uno despertara dentro del nightclub Asoka, jamás adivinaría en qué ciudad se encuentra. Peinados nuevos, ropa extravagante y música electrónica, en una disco que podría estar en cualquier otra urbe cosmopolita. Si uno amaneciera en una calle del centro podría sentirse en Sydney, Dublín o las afueras de Londres: autos nuevos con el volante a la derecha y construcciones modernas entre casas de estilo victoriano. Si uno abriera los ojos en Ciudad del Cabo sin conocerla, nunca pensaría que está en el continente negro.

La ciudad más europea de Africa carga con ese atributo tras siglos de colonialismo y décadas de apartheid. Su posición estratégica entre Oriente y Occidente resultó tal vez su condena: aventureros, mercaderes, soldados y piratas han pasado por aquí en busca de nuevos rumbos y tierras para plantar... bandera. Sus huellas son indelebles. Otros llegaron desde Asia como esclavos o, en los últimos años, como representantes de grandes empresas. La expansión china en el continente es vertiginosa y aquí se siente con fuerza, al igual que en Johannesburgo. También hay una importante migración de países como Angola, Zimbabwe y Mozambique, y cada vez más viajeros del mundo que vienen por unos días y deciden quedarse para siempre. Las razones están a la vista.

Ciudad del Cabo es una de las urbes más lindas del planeta. Su geografía privilegiada combina mar y montaña, y atrae especialmente en verano, cuando la población se duplica: los 5 millones de habitantes se convierten en 10, ávidos de sol y arena.

Alquilé este auto y me voy para la playa, dice la luneta trasera de un viejo coche a la salida del aeropuerto. Otra luneta: Faltan 23 días para Navidad. La costumbre local de llevar mensajes a cuestas refleja un espíritu veraniego que se anticipa.

En los últimos años, cada vez más gente viene en busca de los viñedos cercanos, que han adaptado sus cascos de estancia a los nuevos tiempos del turismo vitivinícola. Pinotage, alojamiento, piscina y spa; un combo irresistible. Quienes llegan por primera vez a la región (o por segunda o tercera) también incluyen en su recorrido un safari en alguna reserva.

Ciudad del Cabo tiene dos emblemas naturales impedibles. Por un lado, la zona donde se juntan los océanos Atlántico e Indico, que se puede apreciar desde miradores desarrollados para el turismo. Por otro, una de las nuevas 7 maravillas del planeta, conocida como Table Mountain (montaña de la Mesa), que le da un marco inigualable a la ciudad. También es un símbolo Robben Island, a 12 km de la costa, que alternó entre cárcel y leprosario a través de los siglos. En tiempos del apartheid, allí estuvieron detenidos líderes opositores, entre ellos Nelson Mandela.

El Waterfront, un renovado puerto repleto de tiendas de todo tipo, restaurantes y también bares para trasnochar

Calles y vuelta al mundo
El primer intento por subir a la montaña de la Mesa fracasa. Llegamos cerca de las 9.30 hasta el acceso al teleférico, pero está cerrado por el viento en la cima. Suele pasar, dicen en ventanilla. Hay que tenerlo en cuenta y confirmalo por teléfono antes de venir hasta acá, por un camino zigzagueante de 20 minutos.

El cambio de planes adelanta el paseo por la ciudad, que es la segunda más poblada de Sudáfrica, después de Johannesburgo, y una de sus tres capitales, junto con Pretoria y Bloemfontein. Camino al centro atravesamos el barrio malayo, conocido como Bo-Kaap y muy fácil de distinguir: todas sus casas están pintadas de colores chillones. Imposible pasar de largo sin tomar unas fotos y, en lo posible, también un té en algún bar de este micromundo de mezquitas y tiendas de comida árabe.

A pocas cuadras, un mercado de artesanías al aire libre -el Green Market- ocupa una manzana con puestos muy parecidos entre sí, que venden cuadros de los Big Five, miniaturas talladas y estatuas de tamaño natural, huevos de avestruces pintados a mano y radios artesanales hechas con alambres y tapas de gaseosa. La variedad asombra, pero los precios son un poco más altos que en Bahía Hout, destino del día siguiente.

Long Street es la calle más famosa. Tiene bares con mesas en la vereda, aires turísticos y rastros de un pasado más bohemio. La mayoría de los hostels se ubica a su alrededor y es la zona cervecera preferida por los jóvenes. La actividad nocturna más sofisticada se mudó a Kloof St, continuación de esta misma calle.

Otro paseo muy buscado es Victoria & Alfred Waterfront, un puerto que huele a hortensias. Sus muelles y almacenes de mediados del siglo XIX han sido reciclados y convertidos en restaurantes y tiendas de ropa y diseño. En el lugar hay también un centro comercial interminable, un anfiteatro al aire libre, el mayor acuario del continente y una luminosa vuelta al mundo para disfrutar desde lo alto.

Después de un risotto de frutos de mar y degustación de quesos en Societi, la noche sigue en The Power and the Glory, uno de esos bares de moda que cambian de ubicación cuando se hacen demasiado conocidos, y más tarde en Asoka, para terminar la noche sin saber en qué ciudad estamos.

Cape Point, donde se juntan las aguas

Mares enfrentados
Desayunar frente al Atlántico y almorzar junto al Indico suena a extravagancia, pero es una simple rutina en una de las vías más transitadas por el turismo en la región. Luego del segundo intento fallido por subir a Table Mountain -esta vez llamamos por teléfono antes de ir- llegamos a Camps Bay, a sólo diez minutos del centro. Es una bahía abierta con arena blanca y grandes olas. Mucha gente elige ver aquí la caída del sol sobre el agua, con un trago en alguno de los bares chic de su avenida costanera. Por la hora, nosotros optamos por un desayuno.

Clifton es la bahía más popular y su cuarta playa (4th Beach), la preferida de la mayoría. Camino al extremo sur del cabo aparece Hout Bay, buena parada para comprar artesanías, donde también se contratan paseos a lugares como Seal Island, repleto de focas.

Bandas musicales esperan la llegada de los catamaranes para tocar a la gorra y los artesanos, con calculadora en mano, proponen regatear hasta por una pulsera de hilo. Los precios están en rands y son mejores que en los mercados del centro.

Muchos llegan a Cabo de la Buena Esperanza con la idea de encontrar un show de corrientes enfrentadas. No es tan así. La unión de los océanos es imposible de distinguir, pero el paisaje salpicado por la furia del mar bien vale la visita. También, la foto junto al cartel que acredita que llegamos a este mítico punto del planeta.

Cape Point es el lugar más buscado. Una caminata de 20 minutos alcanza el faro ubicado en la colina. Se puede subir también en funicular, para disfrutar de las ballenas australes entre mayo y noviembre, y de un marco de acantilados imponente -superan los 200 metros- durante todo el año. Algunos dicen ver al Flying Dutchman (el Holandés Errante), un barco que, según la leyenda, fue condenado a navegar para siempre.

Sobre un acantilado junto al cálido Indico probamos atún colorado, ostras, langostinos on the rocks y pescado del día a la plancha. El lugar se llama Black Marlín y fue creado en una vieja estación ballenera. Por un almuerzo y vista increíble pagamos 160 rands cada uno (80 pesos argentinos). Para el café, el lugar ideal es Summer Town, un pueblo a cinco minutos del restaurante. Hasta ahí se puede llegar en tren desde Ciudad del Cabo.

Montaña de la Mesa

Al fin, la Mesa
Un mantel de vapor cubre la cima plana de la montaña de la Mesa, pero no hay viento, de manera que podemos subir. El teleférico es un inmenso dispositivo giratorio con ventanales, que en 5 minutos asciende hasta los 1085 msnm. La velocidad es suficiente como para sentir que uno puede estrellarse contra la roca, pero el arribo es suave y nos introduce en un lugar sin comparación.

La visibilidad al principio es nula, ya que las nubes lo cubren todo. La sensación de estar rodeados de precipicio sólo se confirma cuando comienza a despejarse. Ahora sí: hacia cualquier lado que uno mire, todo es

cielo. Hay que asomarse hasta algunos de los extremos para ver la ciudad, las bahías, Robben Island y las cimas empinadas de los cerros que hacen de centinelas: el pico del Diablo y la Cabeza de León.

El circuito tiene algunos desniveles, pero es mayormente plano. Es con una gran piedra cuyo pico fue talado. Los senderos unen los mejores miradores hacia los distintos frentes. El principal -que sale en todas las fotos desde abajo- es de tres kilómetros. Hay un bar con mesas de madera a la intemperie y un local de suvenires.

En circuitos de trekking de variada dificultad, se asciende del pueblo a la cima en dos o tres horas.

La montaña puede ser el lugar perfecto para empezar 2012. El último teleférico de este año subirá a las 23 del 31 de diciembre y descenderá dos horas más tarde, después del brindis.

El barrio malayo Bo-Kaap

Vinos, Leones, y Peces que masajean
Hay dos cocodrilos que se perdieron hace tres años durante una inundación y aún no aparecen. Los huéspedes de Santé, un resort en una región de viñedos (a una hora de la ciudad), no se muestran preocupados por eso, mientras andan en canoa en la laguna que integra varios emprendimientos turísticos. Al lado, por ejemplo, hay un parque de leones que no se escapan, pero se hacen oír.

Creado hace diez años, Santé es un resort ecofriendly de 4 estrellas. Muchos vienen únicamente a pasar el día y disfrutar del spa, como cuatro mujeres que llegan en helicóptero todos los meses, se hacen masajes, las uñas y las manos, y regresan sin pernoctar. Uno de los servicios curiosos del spa es la terapia Dr. Fish Nibble. Hay que poner los pies dentro de una pecera y un cardumen se ocupa de limar las asperezas.

Estadio Soccer City

DATOS UTILES
Dónde dormir
  • The Table Bay: en V & A Waterfront, una propuesta de cinco estrellas, de la cadena Sun International. Más, en www.suninternational.com
  • Santé: hotel, resort & spa. Más, en www.santesa.co.za

Dónde comer
  • Societi: bistró sofisticado y con ambiente cordial, bar de tragos y terraza. www.societi.co.za
  • Black Marlín: junto al mar, imperdible en el paseo al Cape Point. www.blackmarlin.co.za

Qué hacer
  • Montaña de la Mesa: cuesta 195 rands (100 pesos argentinos) subir y bajar en teleférico. Horarios e información (por ejemplo, si está cerrado o abierto según el clima), en www.tablemountain.net Comprando los tickets desde el sitio hay 10% de descuento.
  • Robben Island: para información de acceso y el museo, www.robben-island.org.za

Más información
La moneda sudafricana es el rand: 2 rands equivalen a 1 peso argentino, aproximadamente

Martin Wain
La Nación - Turismo
Fotos: La Nación y Web

lunes, 5 de diciembre de 2011

Buenos Aires: Turismo Subterráneo


Aduana Taylor

La Manzana de las Luces, el Museo del Bicentenario y una red de túneles olvidados son parte de una nueva manera de conocer la Ciudad: ingresando al pasado.

Los museos, las milongas, los cafés notables y los parques; el teatro, el cine y los recitales. Los amantes de Buenos Aires saben que la Reina del Plata tiene muchas caras y que la variedad de propuestas resulta infinita. Pero tal vez su costado más oculto, el menos conocido, es el que tiene que ver con su pasado.

Guardado bajo el cemento del desarrollo de Buenos Aires, que pasó de ser una aldea a una gran ciudad en menos de cien años –a principios del siglo XIX tenía 40 mil habitantes, a fines, más de 500 mil–, el pasado de la capital se recorre a pie en un itinerario por los más antiguos adoquines porteños, entre Montserrat y San Telmo.

Donde hoy se encuentra el monumento al genovés Cristóbal Colón, frente a la Casa de Gobierno, se encontraba el fuerte (construido en el siglo XVIII) y luego la Aduana Taylor. Abierto de 11 a 19, el Museo del Bicentenario, esa especie de nave de acrílico que se ve en el lugar donde la Av. L. N. Alem se convierte en Paseo Colón, es un paseo por la historia de Buenos Aires, desde las comunidades originarias, el pasado del fuerte, la Aduana y, como un extra, el único trabajo que el muralista mexicano Alfredo Siqueiros realizó en la Argentina: Ejercicio Plástico. Se entra por Hipólito Yrigoyen 219.

La pequeña ciudad fundada por Pedro de Mendoza en 1536 se edificó sobre las barrancas del arroyo Tercero del Sur, conocido como el Zanjón de Granados. En 1580, sobre su cauce se delimitó un solar que entregó el mismo Juan de Garay a Juan González.

Después de siglos de aristocracia, su destino fue conventillo y vinería, hasta que en 1985 se encontró, 4 metros bajo tierra, al entubamiento del zanjón realizado a fines del siglo XVIII, además de cientos de elementos que permiten develar usos y costumbres de la antigua Buenos Aires.
Aduana Taylor

En 1500 metros cuadrados distribuidos entre dos manzanas (una puerta de entrada es la Casa Mínima, ingreso angostísimo sobre el Pasaje San Lorenzo), la obra de ingeniería olvidada que se creyó una red de túneles secretos, ubicada en Defensa 755, organiza visitas guiadas de lunes a viernes y los domingos.

“Estos espacios permiten ir más allá de la historia de la ciudad como planeamiento. Hablan de la vida cotidiana de la gente en el pasado, elementos que no se encuentran en las fuentes escritas”, asegura la arqueóloga Flavia Zorzi, voluntaria del área de Patrimonio de la Ciudad de Buenos Aires.

El arqueólogo Daniel Schávelzon, fundador y director del Centro de Arqueología Urbana (CAU) y autor del libro Túneles de Buenos Aires, Historias, mitos y verdades del subsuelo porteño trabaja desde hace tres décadas en la desmitificación del sustrato de la Ciudad de Buenos Aires e intenta develar la verdadera función que cumplieron y cumplen las supuestas redes de canales y pasajes secretos ocultos bajo el suelo de la urbe.

Según él, el contrabando era una actividad corriente y la Ciudad por el siglo XVII era tan pequeña que encuentra ridícula la idea de que esclavos negros hayan trabajado a escondidas de los restantes 1.800 habitantes para cavar túneles y contrabandear (con presunta participación de las autoridades).

Además, junto con el CAU trabaja en la arqueología de rescate, lo que significa que cada vez que se hace un pozo para construir un edificio en la Ciudad y se encuentran restos arqueológicos, si la fortuna es buena, Schávelzon se entera y con su grupo de trabajo van hacia el rescate de la memoria de estas latitudes.

En 1894 se prohibieron los pozos y aljibes y la mayoría fueron rellenados con basura. Hoy, esos rellenos son un libro abierto del pasado y las piezas valiosas que se restauran pasan a ser exhibidas en organismos públicos como privados. La basura habla de la dieta alimenticia, de la vajilla, de costumbres. “En el Convento Santa Catalina encontramos variedad de aves. Parece que las monjas comían muchos pichones de palomas, loros y piches”, asegura el arqueólogo especialista en restos óseos Mario Silveira desde su escritorio-laboratorio del CAU en Ciudad Universitaria.

El Parque Lezama y una antigua casa en Bolívar 373 fueron importantes centros de excavación. La tanguería Michelangelo, construida sobre terrenos que pertenecían al convento Santo Domingo, además de entretener con espectáculos del baile compadrito, pone a la vista un interesante acervo que habla de las comunidades aborígenes de la zona y conserva recuerdos del Almacén Huergo.

Túnel Manzana de Las Luces

Pero si hablamos del subsuelo porteño, de intrigas y misterios, la Manzana de las Luces se lleva todas las medallas. Una red de túneles inconclusos que se cree que fue construida por los jesuitas para escapar de algún posible ataque invasor se encuentra debajo de los edificios encerrados entre las calles Perú, Moreno, Bolívar y Alsina.

Encima funcionaron las casas virreinales, la Procuraduría de Misiones, el primer periódico, la primera Universidad de Buenos Aires y el Congreso de la Nación y todavía funcionan el Colegio Nacional Buenos Aires y la Iglesia de San Ignacio. Los túneles, con fama de cámaras de tortura utilizadas por los monjes para infieles y herejes, se ubican a 6 metros bajo tierra, datan del siglo XVIII y se visitan solamente los domingos.

Mariana Jaroslavsky
Diario Perfil - Turismo
Fotos: Web