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martes, 30 de septiembre de 2008

Riviera Liguriana: El golfo de los poetas


Mary Shelley y Lord Byron lograron en el cielo claro del Golfo della Spezia la inspiración que las neblinas londinenses les retaceaban. D.H. Lawrence vivió allí su gran amor y hoy tiene su propia calle. El aura literaria de Cinque Terre, Tellaro y Portovenere domina la bella Italia.


El poeta inglés D.H. Lawrence lo consideró el lugar más lindo que jamás había visitado: Tellaro, un pueblito medieval en el Golfo della Spezia. En las cartas que escribió desde Italia, entre 1913 y 1914, Lawrence desbordaba entusiasmo, evocando su cálido jardín al borde del mar, donde crecían naranjos y limones: “Estoy tan feliz de haber por fin encontrado este lugar. Es perfecto: una bahía amena, abrigada de un lado por rocas escarpadas, mientras la otra orilla está bordeada suavemente por bosques de olivos”. En su casita rosada, Lawrence y la mujer que él adoró, la alemana Frieda von Richthofen, vivían los mejores capítulos de su amor. La pareja venía huyendo de un escándalo, tras la relación de Lawrence con la entonces casada Frieda, y se refugió en Liguria. Un año más tarde, Frieda se casó con el poeta.

“Afuera de Londres, uno respira mucho más libremente”, afirmaría el poeta, y describe la sobrecogedora alegría de vivir de los nativos, el verde, o, sencillamente, la belleza del paisaje: “Estoy trabajando en mi novela, poco a poco. Va ser una linda novela, una vez que la tenga terminada. Lo que pasa es que aquí está todo tan hermoso que uno no consigue trabajar. Me puse a remar la tarde entera. El mar estuvo bastante agitado, y todavía ahora, el cielo me viene de arriba abajo”.

Hoy, la belleza del llamado Golfo dei Poeti no se ha decolorado, y el escritor sigue vivo en la memoria de la comunidad: En Fiascherino, el partido de Tellaro que le albergó, todavía existe la casita rosada, y una calle portando su nombre lleva directamente al mar. Ahí, acacias y pinos brindan sombra y desprenden abundantamente su aroma característico, el que cualquier visitante del mediterráneo reconocerá siempre: el aroma casi afrodisíaco de la macchia salvaje, que trae consigo el canto de las chicharras sobre sendas polvorosas y la promesa de salvación, en forma de un tacho azul profundo ahí al fondo, en el horizonte.

La Via Lawrence termina justo en una de esas rocas que mencionó el inglés, arriba de la fluorescente bahía esmaltina. Un mirador ideal para contemplar el pueblo de Tellaro, con sus callecitas y casas que se acumulan detrás de la vieja iglesia. Construida en la puntita de la faya, el templo enfrenta bravamente las olas. Antiguamente, sirvió de fuerte contra invasores árabes.


Pero no fue Lawrence el único poeta que se enamoró de estos parajes. Ya sus colegas Percy y Mary Shelley, tal como Lord Byron, habían buscado y encontrado su inspiración en el clima suave. No se necesita precisamente, un escándalo amoroso para escapar de los lluviosos días británicos hacia el sur, donde hasta la débil luz de enero pinta de color salmón, amarillo o bordó las casas estrechas y altas, que son así tan típicas para la Riviera Liguriana.

“Pasamos a lo largo de esta bahía encantadora, bajo la luna del verano, hasta que la tierra parece otro mundo.” El autor de estas líneas, Percy Shelley, y su mujer, Mary, se instalaron en San Terenzo, otra localidad del Golfo de los Poetas, en el 1822. Trágicamente, lo que había arrancado como un sueño, luego se tornó pesadilla. Percy, poco antes de cumplir sus 30 años, se ahogó en las aguas azules de la misma bahía, tras hundirse su barco, el Don Juan. La muerte trágica de este poeta joven, aprofundizó su imagen mítica e inmortal de romántico etéreo.

En ese entonces, el golfo aún no llevaba su apodo literario. Sencillamente, se nombraba Golfo della Spezia, en armonía con la ciudad portuaria La Spezia, el centro naval y económico de la región. Se desconoce el origen de su nombre de pila. Algunos lo atribuyen al mismo Shelley, otros, al escritor local Sem Benelli, quien lo habría bautizado así en 1919.

Lo cierto es que las costas de la bahía y sus pueblos –Lerici, Portovenere y las cercanas Cinque Terre, para mencionar algunos más– han desde siempre atraído a escritores, pintores y demás artistas, y entre otros también a la pionera escritora francesa George Sand –cuyo nombre real era Amandine Dupin, y que vivió un apasionado romance con Chopin–, y el italiano Gabriele d’Annunzio.

Y su magnetismo no se pierde. Se dice que los paisajes mediterráneos guardan en sí la belleza de la eternidad, y no hay quien pueda expresarlo mejor que D.H. Lawrence, quien durante el resto de su vida añoró sus años felices alla italiana.

“Cuando se pone el sol detrás de las islas de Portovenere, convierte el mar en una superficie lechosa. En este momento, las islas centellean como si fuesen amatistas. El Mediterráneo es sencillamente divino.”


Guía para disfrutar
El Golfo de los Poetas está ubicado en el norte de Italia, limítrofe entre las Provincias de Liguria y Toscana. La ciudad más grande de la zona es La Spezia, aunque otras ciudades famosas como Génova, Pisa y hasta Florencia no quedan lejos. Bastante cerca también se encuentran las impresionantes pedreras de mármol de Carrara, donde ya Miguel Angel solía abastecerse.

Liguria es una región muy recorrida durante los meses de verano, sin embargo, Tellaro, Fiascherino y Lerici supieron guardar tranquilidad y no parecen muy llenos, aunque en realidad lo son. Si bien casi siempre se consigue un lugar para la carpa o una habitación modesta, conviene reservar antes, si uno quiere alojarse en los hoteles más grandes. La noche en cama doble con desayuno para dos, varía entre €85 y 200, según el establecimiento. En temporada alta, un pasaje aéreo Buenos Aires-Roma ronda los US$ 1.500. Otros aeropuertos nacionales son Pisa, Milán, Génova y Torino. Hasta Niza, en Francia, es una opción, para recorrer en coche o tren las rivieras francesa e italiana hasta el Golfo de los Poetas. Una comida típica es el original Pesto Genovese, lo que fácilmente se puede llevar como souvenir. El Castillo de San Terenzo alberga un museo en homenaje a Percy y Mary Shelley, y abundantes son las publicaciones sobre los distintos visitantes literarios. Tambien existen muchos escritores y pintores locales entre cuyas obras se encuentran pequeñas joyas, ideales para recordar los días felices de verano.

Julia Knobloch
Perfil - Turismo
Fotos: Perfil

jueves, 25 de septiembre de 2008

Isla de los estados: El faro del Fin del mundo

Mapa de la isla

En 1884 se instaló en la Isla de los Estados el primer faro que iluminó las aguas en el extremo sur del país. Años después, el San Juan del Salvamento pasaría a la fama como El Faro del Fin del Mundo, porque en él se basó Julio Verne para escribir su célebre novela.

El sol iba a desaparecer detrás de las colinas que limitaban el horizonte hacia el oeste. El tiempo era hermoso. Por el lado opuesto, algunas nubecillas reflejaban los últimos rayos, que no tardarían en extinguirse en las sombras del crepúsculo de bastante duración en el grado 55 del hemisferio austral.

En el momento en que el disco solar mostraba solamente su parte superior, un cañonazo resonó a bordo del “aviso” Santa Fe, y el pabellón de la República Argentina flameó.

En el mismo instante resplandecía una vivísima luz en la cúspide del faro construido a un tiro de fusil de la bahía de Elgor, en la que el Santa Fe había fondeado.

Dos de los torreros del faro, los obreros agrupados en la playa, la tripulación reunida en la proa del barco, saludaron con grandes aclamaciones la primera luz encendida en aquella costa lejana.

(...) Aquí tienes la Isla de los Estados con su faro, que todos los huracanes no lograrían apagar. Los barcos lo verán a tiempo para rectificar su ruta, y guiándose por su claridad se librarán de caer en las rocas del cabo San Juan, de la punta Diegos o de la punta Fallows, aun en las noches más oscuras... Nosotros somos los encargados de mantener el fuego, y lo mantendremos...

Así comienza El Faro del Fin del Mundo, la célebre novela de Julio Verne que también llevó a la fama al San Juan del Salvamento, el primer faro que iluminó las aguas del extremo sur. Pero más allá de la notable ficción literaria, ¿cuál es la historia real?

La caseta octogonal de madera del faro sobre los acantilados de la Isla de los Estados

Estación de Salvataje
La lámpara de aceite que proyectaba luz a través de una ventana-lupa emplazada en la Isla de los Estados se convirtió en 1884, en el único destello austral. Separado de Tierra del Fuego por un estrecho agitado y borrascoso, el San Juan de Salvamento tenía la nada despreciable función de “estación de salvataje”. Su brillo era el único indicio de tierra cercana que tenían los navegantes y la última referencia antes de lo desconocido: la Antártida.

Desde su pedestal guió barcos que vieron allanado el camino hacia el océano Pacífico y su regreso a salvo al continente. Algunos relatos hablan de la presencia en la zona del faro, de piratas que utilizaban a fines de 1800 unas señales falsas para guiar a los buques hasta sus propias manos cuando había tormenta. El encendido del Faro del Fin del Mundo cambió la seguridad en la navegación de la zona y puso fin a estos actos delictivos, aunque no pudo evitar todos los naufragios en una zona verdaderamente complicada para la navegación. Uno de los tesoros mejor guardados es el libro de guardia del faro, que registró, al poco tiempo de haber sido construido, 102 fragatas y 80 barcas en un año, lo que da cuenta de la enorme actividad del lugar. En materia de rescate, se cuenta que cuando alguna embarcación era víctima de las olas gigantescas o de alguna roca imprevista, los fareros y los marineros de la subprefectura naval cercana salían al auxilio de inmediato.

Pero hacia 1902 los fareros ya no fueron necesarios. Un grupo de expertos determinó que la ubicación del San Juan del Salvamento no era la ideal porque la proximidad de algunas islas entorpecía la visión de su linterna. Así fue que, después de 18 años de servicio, la luz del faro dejó de brillar. Sin mucha pena se lo mandó a retiro, y fue reemplazado rápidamente por el faro Año Nuevo, ubicado unos kilómetros más el norte en la isla Observatorio.

Apostadero naval

El Regreso
Pero todo grande sabe de regresos. Casi un siglo después, el contraalmirante Horacio Fisher, junto con Carlos Vairo, director del Museo Marítimo de Ushuaia y su colega del museo del Fin del Mundo, Oscar Zanola, decidieron rescatar los restos del San Juan del Salvamento y construir e instalar una réplica en la capital fueguina. En 1995, se firmó un convenio entre los museos y la Armada Argentina para realizar el relevamiento histórico del faro y los fareros, el muelle, la subprefectura y el personal asignado a ese destino, para rescatar también su memoria. A principios de 1997, el rompehielos Almirante Irízar atracó en el puerto de Ushuaia con los restos del faro a bordo y unos meses después se inauguró la réplica del Faro del Fin del Mundo.

Al año siguiente la sorpresa fue mayor: una donación de un grupo de franceses posibilitó que el Servicio de Hidrografía Naval lograra reencender el faro. Casi 96 años después de su retiro, una moderna luz alimentada con paneles solares volvió a brillar. Hoy el faro se encuentra remodelado y reubicado sobre los acantilados del monte Richardson, a 900 metros de altura, en la costa norte de la isla.

Como si hubiera cumplido con el mandato de Julio Verne “...el faro que todos los huracanes no lograrían apagar”, la caseta octogonal de madera del San Juan del Salvamento ilumina otra vez los mares del sur.

La Confusión
“Muchos suelen confundir el Faro del Fin del Mundo con el faro Les Eclaireurs, pero el primero es el de la historia de Verne, al que hoy es muy difícil llegar. El faro Les Eclaireurs está en una isla rocosa muy visitada en las excursiones náuticas de la zona, pero no es lo mismo”, explica la Lic. Andrea Barrio, de la Dirección de Promoción y Difusión de Ushuaia.

El faro Les Eclaireurs (los exploradores) es el vigía de la bahía de Ushuaia, un icono inmóvil en las movidas aguas del canal de Beagle, que indica el abrupto corte con el mundo conocido y la entrada a los mares y hielos más vírgenes. Frecuentemente es promocionado como el Faro del Fin del Mundo por muchas excursiones que proponen la visita al canal desde Ushuaia, llegando con un catamarán a su esbelta estructura. Una gran diferencia es que este faro no se encuentra habitado, y su enorme torre pintada en rojo y blanco alcanza los 11 metros de altura, donde se ubica una pequeña garita. Su luz es proporcionada por paneles solares, y se emplaza en un islote peñascoso apenas 22 metros sobre el nivel del mar. Allí es posible observar cormoranes y lobos marinos que aprovechan la posta para descansar, y la típica danza grupal de aves sobrevolando el “otro faro”.

La Pluma prodigiosa
Una de las dos únicas piezas de la primera edición francesa de Le phare du bout du monde (El Faro del Fin del Mundo) de Julio Verne que se conocen en el mundo se exhibe con orgullo en la biblioteca del Museo Marítimo de Ushuaia. El antiguo volumen editado en 1905, tras la muerte del francés, luce estelarmente dentro de una vitrina del hall de ingreso al recinto y se lleva todas las miradas de los visitantes locales e internacionales. En su portada reza el título en latín, escrito en óvalo y con letras doradas, y es lo único disponible a la vista tras los firmes vidrios que resguardan la obra. Hay quienes aseguran que el célebre novelista conocía la zona, aunque no habría llegado a visitarla en persona. Otros dicen que fue su lectura y la observación de los mapas de la época, sumados a los relatos de algunos viajeros, los que le dieron precisiones sobre el tema. En su texto menciona varias veces a la Isla de los Estados, incluso nombra “latitudes de cincuenta y cinco grados del hemisferio austral”, una ubicación muy cercana al lugar donde se emplazó realmente el faro.

El libro, que relata la historia de tres argentinos a cargo del Faro del Fin del Mundo y que deben luchar contra un puñado de piratas, fue donado por el Centro de Documentación Julio Verne, de la ciudad de París.

Pablo Donadio
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Pagina 12 / Interpatagonia


Otra vista de la caseta del faro

Otros datos
La Isla de los Estados está ubicada en el Atlántico Sur al este de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Pertenece al Departamento Ushuaia de la provincia argentina de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, estando separada de la Península Mitre por los 24 km del estrecho de Le Maire.

Dado que ha sido declarada Reserva Provincial Ecológica, Histórica y Turística, el acceso está restringido a determinados contingentes turísticos que parten desde Ushuaia, que deben pernoctar en la embarcación.

Geografía
Está ubicada a 54º latitud Sur y entre las longitudes Oeste 63º 47' y 65º 46'. En dirección norte-sur llega a tener sólo 500 m de ancho, alcanzando en su punto máximo 16 km. Tiene 65 km de longitud y se eleva unos 800 m sobre el nivel del mar, representando la última manifestación en el continente americano de la Cordillera de los Andes, antes de hundirse en el mar. Abarca 534 km². La orografía es sumamente accidentada, al igual que su costa recortada por fiordos y bahías, y su clima es perhúmedo, con 2.000 mm de lluvia anuales.

La isla está rodeada por islas menores e islotes, siendo la mayor la Isla Observatorio, a 6,5 km al norte de la Isla de los Estados, con un área de 4 km².

Su vegetación se compone de bosques de guindos (Nothofagus betuloides) y canelos (Drimys winteri), arbustos espinosos (como el calafate (Berberis buxifolia) y el sotobosque de helechos, líquenes y musgos.

La fauna se compone de mamíferos marinos que alcanzan sus costas (pingüinos, lobos marinos de uno y dos pelos, nutrias marinas, gaviotas, cormoranes, petrel) y, en las lagunas interiores, el huillín o nutria de agua dulce (Lutra provocax) y el pez puyen o cuyén (Galaxias maculatus). Además se han introducido cabras (1868) y ciervos colorados (1973).

El Apostadero Naval de Puerto Parry de la Armada Argentina se encuentra en un fiordo profundo y angosto, flanqueado a ambos lados por montañas de más de 600 metros de altura. Es el único sitio habitado en la Isla de los Estados y su función es custodiar a los barcos que navegan por la zona. Tiene una dotación de cuatro marinos que se rota cada 45 días.

Historia
Fue descubierta por Willem Schouten y Jacob Le Maire el 25 de diciembre de 1615, quienes la llamaron País de los Señores de los Estados. El capitán holandés Hendrick Brouwer la circunnavegó en 1643. Isla de los Estados viene de "Stateneiland" en holandés, que es el nombre que se le da al parlamento de ese país europeo. Conocedor de lo peligroso de los mares circundantes, el marino argentino Luis Piedra Buena, quien había rescatado ya a un grupo de náufragos alemanes, construyó en 1862 un refugio cerca de la bahía -casi fiordo- llamada Puerto Cook. Piedra Buena gestionó durante varios años la extracción de aceite de foca y pingüino en la isla.

El 6 de octubre de 1868, por una ley aprobada por el Congreso Nacional, se le concede a Luis Piedra Buena la propiedad de la Isla de los Estados como reconocimiento a sus labores humanitarias y de afirmación de la soberanía argentina en las lejanas tierras australes.

El Faro de San Juan de Salvamento fue inaugurado el 25 de mayo de 1884 y funcionó hasta 1889. El faro, más conocido como el Faro del fin del mundo, inspiró a Julio Verne su novela homónima, publicada en 1905. También fue construida una prisión militar en la isla, que funcionó entre 1899 y 1902, y fue trasladada posteriormente a Ushuaia.

El 19 de mayo de 1909 se establece por Decreto la división administrativa de los entonces territorios nacionales, concretando los límites del hoy extinto Departamento Isla de los Estados (dependiente del Territorio de la Tierra del Fuego), que comprendía "(...) las islas del mismo nombre y todas las otras que se encuentren en el Atlántico bajo la soberanía de derecho de la República Argentina".

Wikipedia


jueves, 18 de septiembre de 2008

Oceanos: Reserva mundial en peligro

Al límite. Los mares del Lejano Oriente son los más afectados

Todos los mares del mundo están siendo afectados por la actividad del hombre. El cambio climático, el efecto invernadero y la pesca indiscriminada ponen en vilo a los ecosistemas marinos, cuyas aguas se acidifican vertiginosamente. Un alerta, sin fronteras políticas.

Según recientes estudios, ya no existen áreas en el mundo en las que los océanos permanezcan ajenos a la influencia del hombre.

Todos ellos están sintiendo los efectos de la pesca, la polución, y el calentamiento global causado por el hombre. Algunas regiones están siendo afectadas por todos estos factores, y aún más.

El equipo de especialistas, a cargo de Ben Halpern, de la Universidad de California, Santa Bárbara, acaba de crear el primer mapa global que refleja los diferentes tipos de daños que están sufriendo los ecosistemas marinos.

Los expertos establecieron puntajes para 17 impactos humanos, y los asignó respectivamente a cada región oceánica para revelar el efecto conjunto que están teniendo en la vida marina.

“Los océanos son tan amplios, que supuse que encontraría varias áreas a las que la mano del hombre no haya llegado o que fueran visitadas muy raramente”, dice Halpern. “Pero cuando se mira el mapa, lo que se observan son enormes superficies que están siendo afectadas por las múltiples actividades humanas. Fue una gran sorpresa para mí”, asegura. El proyecto revela que más del 40 por ciento de los ecosistemas marinos están siendo seriamente afectados.

Entre los puntos más críticos se cuentan el Mar del Norte de la costa de Europa y Asia, el Mar Amarillo y el Mar de la China Oriental. El estudio ya fue publicado en el periódico Science.

Entre todos los efectos de la mano del hombre sobre los ecosistemas marinos, el cambio climático es, por lejos, el que está teniendo el mayor efecto, según estimaciones de los investigadores. Los gases del efecto invernadero, como el dióxido de carbono, provocan una suba en la temperatura de la atmósfera y, aunque más lentamente, también en la de los océanos, explican los científicos.

Además, el dióxido de carbono se disuelve en las aguas de los océanos volviéndolos más ácidos, lo que hace más dificultoso para corales, mariscos, y otros animales desarrollar sus caparazones y tejidos.

Remotas, las áreas cubiertas de hielo de la Antártida y el Artico son, según el estudio, las menos afectadas, sobre todo por estar muy poco habitadas y por ser regiones a las que es muy difícil llegar. Pero los efectos del calentamiento global, que serán cada vez más dañinos, también se sienten allí. “Las proyecciones sobre las futuras pérdidas de hielos polares sugieren que el impacto en esas regiones crecerá sustancialmente”, escriben los científicos.

El segundo factor en importancia que afecta a la vida marina es la pesca, agregan: la pesca de arrastre para los animales que habitan los suelos marinos, como los peces de fondo y camarones, es especialmente dañina, ya que el resto del hábitat del fondo oceánico se destruye durante el proceso”, ilustra Halpern.

Los hábitats que están sufriendo los mayores impactos, catalogados como “muy alto” en el estudio, son las plataformas continentales, las aguas poco profundas próximas a las costas terrestres, que alcanzan entre 60 y 200 metros de profundidad.

Otra área que sufre gravemente las consecuencias es la costa noreste de los Estados Unidos, donde la polución, las embarcaciones comerciales y la pesca son las mayores causas del daño.

El Mar del Norte y la costa china son golpeadas por prácticamente todos los factores. Halpern sentencia: “es la tormenta perfecta”.

Elizabeth Babcock es bióloga marina de la Universidad de Miami, y aunque no estuvo involucrada en esta nueva investigación, opina. “Lo más útil del estudio es la posibilidad de mirar el panorama completo y elegir áreas particularmente transparentes, que serían buenos lugares para establecer parques marinos”, dice.

La investigación también podría ser usada para encontrar “áreas que han sido mucho más golpeadas de lo que nadie imagina, que realmente necesitan que prestemos atención y hagamos un esfuerzo por conservarlas”, agrega. “El mapa es útil para que grupos internacionales prioricen dónde invertir su dinero para mitigar estos problemas y conservar las áreas”.

John Pandolfi, de la Universidad de Queensland en Brisbane, Australia, dice que el estudio “arroja luz sobre el hecho de que los ecosistemas marinos no conocen de límites políticos. Por lo tanto, la única forma de avanzar será a partir de un abordaje conjunto a nivel internacional”.

El equipo no midió los efectos de ciertas prácticas, como la pesca ilegal, los deportes acuáticos y la piscicultura. “Esto provoca que sus estimaciones sean demasiado conservadoras, y que la situación probablemente sea peor de lo que vaticinan”, dice Pandolfi. Incluir un mayor número de impactos locales también ensombrecería aún más el panorama, agrega.

Aún así, Halpern es optimista: “Mi esperanza es que nuestro estudio sirva como una llamada de alerta para mejorar el manejo y la protección de nuestros océanos, y no como una excusa para rendirse”, dice. “Nuestro objetivo, y nuestra necesidad, para ser honestos, es hacer esto de una forma sustentable, de manera que nuestros océanos se mantengan sanos y continúen proveyéndonos de lo que necesitamos y queremos”.

Mason Inman
Periodista Independiente
Fuente: Diario Perfil

viernes, 12 de septiembre de 2008

Un Rey en las Yungas

El camino, entre la selva

Recorrido por un parque nacional poco conocido, pero que pretende abrirse al turismo; las medidas para asimilar el impacto en la selva.

"Cuando cualquier problema ambiental es analizado hasta sus orígenes, revela una realidad incontrastable: que la raíz de la crisis no se encuentra en la forma en que los hombres interactúan con la naturaleza, sino en la forma en que interactúan entre sí. Que para resolver la crisis ambiental debemos resolver el problema de la miseria, de la injusticia social y de la guerra. Que la deuda con la naturaleza, que es la medida de la crisis ambiental, no puede ser pagada persona a persona en botellas recicladas o en hábitos ecológicamente razonables, sino en la vieja moneda de la justicia social. Que, en fin, la paz entre los hombres debe preceder a la paz con la naturaleza".

La reflexión del biólogo Barry Commoner ilustra, además del prólogo de una de las guías de Parques Nacionales, una filosofía llevada a la práctica por ese organismo estatal en el noroeste argentino, más precisamente en el área de las Yungas.

Las Yungas es un cordón de selva montañosa que baja desde Bolivia dividiendo la Puna de los montes chaqueños a través de unos setecientos kilómetros de selva subtropical, para desaparecer paulatinamente en Catamarca y dejar claro que no sólo en la provincia de Misiones se puede encontrar verdores de trópico. En el noroeste también hay selva.

La cascada Los Lobitos

En esta zona, los Parques Nacionales El Rey, Calilegua y Baritú se muestran como ejemplo de conservación de una biósfera tan rica como frágil, y a su vez dan la pauta de cómo el progreso, en términos tecnológicos y económicos, puede atentar contra la esencia misma de la convivencia del hombre con la naturaleza. lanacion.com recorrió las Yungas y en una serie de tres entregas ofrecerá un panorama de la situación en una zona poco conocida para muchos argentinos y extranjeros, pero que por su presente promete ser un área cada vez más visitada.

El monarca de la tierra. El Parque Nacional El Rey se encuentra a unos 190 kilómetros de Salta capital, en el límite con Jujuy, y para llegar allí hay que lidiar con unos 45 kilómetros de un camino muy complicado. Una vez dentro, se puede disfrutar de su inmensa variedad de verdes, cada vez más intensos cuando se va ganando altura. A su vez, es un lugar ideal para el contacto, siempre desde una distancia respetable, con la fauna silvestre, abundante y variada.

Camino a la laguna Los Lobitos, un lugar paradisíaco, se pueden avistar corzuelas, tapires y pavas de monte. En el río Popayán, los loros aliseros se mezclan con las garzas moras mientras cardúmenes de sábalos nadan en un verde intenso. Hacia el oeste, y mientras las yungas se hacen presentes en la altura, una selva cada vez más espesa permite descubrir tucanes, monos caí y pecaríes.

Otra de las riquezas de El Rey es su historia, junto con sus personajes y la intensa relación que existe entre sus pobladores y esta tierra. El Rey se convirtió en parque nacional en 1948. Hasta entonces, las 44.162 hectáreas que lo comprenden formaban parte de una finca dedicada a la actividad ganadera. Dicha estancia fue adquirida a mediados del siglo XX por un grupo de comerciantes ligados a intereses madereros y sus bosques comenzaron a correr peligro. Las voces que se alzaron en su contra encontraron respuesta y el gobierno peronista hizo que las tierras pasaran a manos de Parques Nacionales. Gran parte de los peones de la estancia se convirtieron en guardaparques baquianos y muchas de sus historias son contadas hoy de primera o segunda mano por los pobladores de El Rey.

Un atardecer en El Rey

Sin dudas, una de las más atrapantes es la de la familia Alzogaray. La leyenda cuenta que Guillermo, un intrépido peón, se las ingenió hace ya muchos años para vengar la muerte de su perro preferido, víctima del instinto de un yaguareté. Armado con apenas un lazo, este hombre se armó de valor, terminó con el animal y así ganó el apodo de "tigrero", afamado cazador y puestero de la estancia El Rey.

Desde aquel hombre, el apellido Alzogaray quedó íntimamente ligado a estas tierras. Hipólito, su sobrino, llegó a ser jefe del Cuerpo de Guardaparques de El Rey y sirvió a este entorno al igual que sus hijos, Angel y Alvaro. En la actualidad, aún se puede conversar con Severo, Constantino y Eusebio Alzogaray, descendientes del valiente peón y que mantienen una relación profunda con el suelo que los vio nacer. Son integrantes de una familia que marcó el desarrollo de este sorprendente lugar y partícipes activos del avance desde la tradicional finca salteña hacia el primer parque nacional de la selva andina.

El turismo, un arma de doble filo. El desarrollo de la actividad turística al interior de El Rey es sin lugar a dudas la apuesta más fuerte de este lugar en los últimos años. "El Rey está perdiendo atractivo, en gran parte por lo precario del acceso", cuenta Sergio Domber, intendente del Parque. Para ingresar, hay que recorrer 45 kilómetros de maltrecho ripio y vadear nueve arroyos que, durante la estación húmeda, son una amenaza para los vehículos al punto de quedar aisladas muchas hectáreas. Por esta razón, un convenio entre la Administración de Parques Nacionales con Vialidad Nacional y Provincial, facilitó el comienzo de una serie de obras que contemplan, además del arreglo del camino, la construcción de varios puentes que ayudarán a sortear la fuerza de los caudales.

Otra medida, cuenta Domber, es el desarrollo de la infraestructura dentro del parque. Para fines del año próximo, se estima que se van a terminar de construir más casas para guardaparques, un camping, un centro de investigación científica y una estación de informes que facilitará la tarea de guía para los visitantes.

Consultado por el potencial impacto que la llegada del turismo masivo puede causar sobre la fauna y flora del lugar, Domber habla de un "plan de concientización". Esto se traducirá en un despliegue de cartelería informativa, planes de educación ambiental y, sobre todo, la idea de "compatibilizar un rango de actividades recreativas en función del impacto que puedan llegar a causar los turistas sobre el lugar". "No creo que la llegada del turismo sea masiva, al menos en el corto plazo, pero de todas formas debemos estar preparados", afirma el intendente.
La hostería El Rey

Dentro del desarrollo turístico de El Rey, seguramente jugará un rol preponderante la impactante hostería ubicada en uno de los puntos más altos de la vieja estancia. El edificio, de marcado estilo colonial, se comenzó a construir en 1957 y fue inaugurado siete años más tarde, bajo la presidencia de Arturo Illia. Dejó de funcionar en 1982 y en la actualidad se busca lanzar una licitación que permita su reacondicionamiento, siempre respetando los estilos y tradiciones de un lugar que, por historia y entorno, merece un cuidado especial.

El Rey es un lugar digno de ser visitado, recorrido y disfrutado. De las autoridades que lo administran, tanto como de la propia conciencia de aquellos que decidan visitarlo, dependerá la conservación de un entorno maravilloso y quebrantable una vez que las puertas se abran.

Tomás Rivas (Enviado Especial)
La Nacion
Foto: Prensa A.P.N

domingo, 7 de septiembre de 2008

Panama: Un país entre dos océanos

Vista del Canal

De la capital a Bocas del Toro y Portobelo, un recorrido por este multifacético y cautivante destino. El magnífico Canal, las playas y la selva.

No es fácil elegir una sola postal de estas tierras. Hay tantas imágenes como viajeros posibles, porque lo maravilloso en Panamá es que aquí todo está cerca de una ciudad cosmopolita recostada sobre el Océano Pacífico: la propia Panamá, fundada en 1519 por Pedro Arias de Avila, incendiada por el pirata Henry Morgan en 1671 y refundada luego al pie del cerro Ancón, donde hoy está el Casco Viejo poblado de edificios de los siglos XVIII y XIX que ahora están reciclándose.

Desde esta ciudad donde hoy vive la mitad de los tres millones de panameños, todo -las selvas, las playas, los sitios históricos- está a una hora de distancia, o menos. Por caso, los bosques de los parques nacionales que bordean el Canal de Panamá -como el parque San Lorenzo, el Chagres, el Soberanía, el Barro Colorado, el Camino de Cruces- son un paraíso para los entusiastas de la vida silvestre que hacen safaris fotográficos, los observadores de pájaros y los aficionados al Canopy, un deporte que consiste en viajar de árbol en árbol montado en un arnés que se desliza sobre cables de acero.

En uno de estos parques, cerca del lago Alajuela y en la naciente del río Chagres, viven los indios emberá: hoy son famosos por sus tallas en semillas de tagua (una especie de marfil vegetal), pero hubo un tiempo en que el patriarca de la tribu enseñaba técnicas de supervivencia a los soldados estadounidenses. Así es, en la Zona del Canal había doce bases militares, muchas de ellas transformadas ahora en hoteles de lujo.

Las esclusas de Miraflores
En las afueras de la capital panameña están las esclusas de Miraflores, paseo turístico con restaurante, museo y mirador privilegiado del Canal de Panamá, una de las grandes obras de ingeniería del siglo pasado. Comprimida entre las esclusas que tienen la altura de un edificio de diez pisos, el agua funciona aquí como un gigantesco ascensor que -en las esclusas de Gatun, cerca del Océano Atlántico- puede elevar a los buques hasta una altura de 26 metros sobre el nivel del mar.

Este canal fue el sueño de muchos gobernantes, desde el emperador español Carlos V hasta el presidente estadounidense Teddy Roosevelt, que lo concretaría entre los años 1904 y 1914.

Anualmente pasan por aquí 14.000 barcos que pagan peajes por 1.800 millones de dólares. Para los panameños, el Canal es más que una maravilla de la ingeniería, es una metáfora del país y de su historia.

Playas de Bocas del Toro

Surf, snorkel y reggae
A una hora de vuelo están las playas de Bocas del Toro en el Caribe panameño, cerca de Costa Rica, donde el viajero se topa con un antiguo pueblo de la United Fruit en la isla Colón, la más visitada del archipiélago.

Es verdad: estas playas parecen diseñadas para los turistas que quieren fotografiar a los delfines, hacer surf, buceo con snorkel, o bailar reggae hasta el amanecer en los boliches. Excéntrico, el viajero eligió oír leyendas lugareñas contadas por el poeta Raul Houlstan y la pintora Annick Hasaerts, dueños de "Mar e Iguana", una galería de arte.

En el pueblo se respira la música del calipso antillano. Y aún se oye hablar el inglés guari guari, un dialecto nacido hace cien años de la convivencia entre los afroantillanos que llegaron aquí desde Jamaica, los españoles y los indios guaymíes. En resumen, hay que visitar Bocas del Toro antes de que el actual boom inmobiliario en la zona termine con su magia.

El viajero cree que también un viaje en tren puede ser mágico. Es el caso del Panama Railroad, ochenta kilómetros que unen Panamá con la ciudad de Colón sobre el Caribe, el mismo recorrido que los mineros usaban para ir a California en el siglo XIX durante la "fiebre del oro".

Construido entre los años 1850-1855 por empresarios estadounidenses, este ferrocarril mereció una crónica de Mark Twain, que recordaba a los miles de trabajadores muertos al tender las vías sobre los pantanos de la región, en una época donde reinaban la fiebre amarilla y el paludismo.

Otra cita cercana es el histórico puerto caribeño de Portobelo, donde -entre los años 1596 y 1740- se embarcaban los cargamentos de plata del Potosí en ruta hacia Cádiz, oportunamente saqueados por Francis Drake, Herny Morgan y Edward Vernon.

Avenida Balboa, Ciudad de Panama

Imágenes del Trópico
Lo dicho, no es fácil elegir una sola postal del país. Treinta grados y un sol acompañado de humedad, casi un enero porteño, esperan al viajero a la salida del aeropuerto de Tocumen, en la ciudad de Panamá. Es el trópico, seis meses de estación seca y otros seis de lluvias, una geografía y una historia latinoamericana siempre al borde.

El trópico: plátanos de hojas siempre verdes, la visión de la Avenida Balboa -en memoria del primer europeo que cruzó el Istmo de Panamá y vió el Océano Pacífico, en 1513- sobre la bahía que bordea la ciudad, repleta de rascacielos nuevos. El arte popular que aflora en la decoración de los "Diablos Rojos", los ómnibus urbanos fileteados como viejos demonios típicos de Corpus Christi .

Al viajero lo sorprende esta ciudad estrecha y larga -casi 70 kilómetros de un extremo al otro- con un bosque a metros de la zona bancaria. La explicación tiene que ver con la historia: hasta 1999, cuando se fueron los estadounidenses, una frontera separaba a la ciudad de la Zona del Canal. Era una calle que antes se llamaba Avenida 4 de Julio y ahora, Avenida de los Mártires, por la veintena de personas que murieron en las protestas antiestadounidenses de 1964.

En la práctica, desde 1904 la moneda oficial es el dólar. Y el trópico es también ese pequeño paraíso del consumo libre de impuestos que prometen los shoppings -Albrook, Multiplaza- a los compradores de aparatos electrónicos.

La Riviera Panameña
El trópico es casi una visión de Miami en la espectacular Riviera Panameña, esa hilera de hoteles de playa -en Farallón, en Santa Clara- ubicada a cien kilómetros al oeste de la ciudad, donde nadan los turistas estadounidenses, europeos y latinos en plan mielero.

"Panamá se queda en ti", dicen los anuncios. El recuerdo puede tomar la forma de una mola, ese tejido de algodón de colores brillantes y diseños geométricos elaborados por los indios Kuna, que viven en las islas caribeñas cercanas al Darién.

El recuerdo, si uno tiene sensibilidad para el pasado, puede estar en la Librería History & Co, de Elisa Pineda y Marc de Banville, dos coleccionistas de todo aquello relacionado con el Canal de Panamá: viejos libros, fotografías, monedas, estampas y hasta bonos franceses emitidos por la empresa de Lesseps, el creador del Canal de Suez que fracasó cuando quiso hacer lo mismo en Panamá, durante la década de 1880.

El trópico anida en los restos de Panamá Viejo, que brillan bajo el sol: la torre de una iglesia, las paredes de piedra de alguna mansión, lo único que quedó en pie luego del ataque del pirata

Datos útilies
Visita al Canal
A 15 minutos de la ciudad de Panamá está el Centro de Visitantes de las Esclusas de Miraflores, abierto todos los días de 9 a 5. Mayores US$ 8; menores de 17, US$ 5; menores de 5, gratis.

Instituto Panameño de Turismo
www.visitpanama.com
telefonos: (507) 526-7122 y 7121.

Portobelo, a orillas del Caribe
Hoy puede pasar por una tranquila aldea de pescadores a orillas del Caribe, pero la bahía de Portobelo -entrevista por Colón en 1502- alojó el mayor puerto español en Centroamérica desde su fundación en 1597 hasta fines del siglo XVIII. Aquí se concentraba la flota de galeones que iba y venía de Cádiz con los tesoros de oro y plata de México y Perú. Felipe II la fortificó con baterías y lo mismo hicieron otros reyes españoles al menos hasta 1751, de esa época son las murallas, cañones y fuertes que hoy ven los turistas. También atrae la torre Mirador del Perú, o el viejo edificio de la Real Aduana, hecho en 1630. Hay un buen museo del sitio, con videos, restos arqueológicos y maquetas de las fortalezas. La iglesia de San Felipe atesora la imagen religiosa del Cristo Negro, una talla de casi dos metros que cada 21 de octubre convoca a miles de personas en el Festival del Cristo Negro. En Navidad, carnavales y el 20 de marzo -día del santo del pueblo- se hace en Portobelo la fiesta de Los Congos, donde los negros recuerdan teatralmente la época de la esclavitud. Por todo esto, Portobelo merece una visita.

Mucho más que un canal
Como parte de un multidestino que es la propia Centroamérica, "tan pequeña y tan grande", Panamá atrae porque su oferta es muy variada. Muchos llegan para hacer inversiones aprovechando nuestro sistema bancario y las zonas francas de los puertos. Otros vienen a comprar electrónicos a buen precio en nuestros shoppings y se encuentran con una ciudad vibrante. También hay un turismo ecológico, de sol y playas, y de aventura en las montañas y selvas. Y tenemos paisajes inolvidables en Chiriquí, el golfo de San Blas y el archipiélago de Bocas del Toro. Además, se destaca el turismo histórico y cultural, que quiere revivir las leyendas de piratas en Panamá, Portobelo y San Lorenzo. También se puede visitar a etnias indígenas, como los kunas y los emberá. Panamá es además un paraíso del buceo, el surf y el avistaje de pájaros. En 2008 estamos recibiendo a un millón y medio de turistas; hace cuatro años no superábamos el millón. Y ya podemos afirmar que el turismo es la primera industria de Panamá.

Eduardo Pogoriles
Clarín - Viajes
Fotos: Clarín y Web

martes, 2 de septiembre de 2008

Turismo Paleontológico y Geológico en Neuquén, una perspectiva

Representación en tamaño real del esqueleto del Giganotosaurus Carolinii en el museo de Villa el Chocón
Desde hace unos pocos años se viene desarrollando, lentamente, en la provincia del Neuquén una actividad que era impensable hace unos 15 años atrás. Estamos hablando del Turismo Paleontológico, un recurso que es una alternativa económica a las zonas desérticas de nuestro país y obviamente a nuestra paleontológicamente rica provincia del Neuquén.

Hoy podemos decir que la provincia se encuentra en los lugares de vanguardia en cuanto al recurso paleontológico, gracias a la labor incesante de paleontólogos, que han permitido el aporte continuo de colecciones permitiendo la construcción de museos e incrementado ellos mismos con piezas espectaculares año tras año.

Este desarrollo de la Paleontología como ciencia no ha sido acompañado por las obras de infraestructura necesarias para que el turista se sienta cómodo en los lugares que visita. No hay suficiente información de ruta, las mismas en algunos lugares no son de lo mejor, la calidad de los servicios es baja, no hay hotelería para albergar a los visitantes, etc.

Este problema se origina en que estas ciudades del desierto están solo preparadas para albergar a la gente del petróleo, comerciantes y son utilizadas como ciudades de paso hacia la zona cordillerana. De esta manera, nunca se prepararon para recibir a los turistas que se quedarían a pernoctar y a visitar los recursos paleontológicos de la zona.

Plaza Huincul al herbívoro más grande del mundo, el Argentinosaurus huinculensis

Obviamente hay mucho por hacer y todo es solucionable, siempre y cuando se tomen los recaudos necesarios para ofrecer al turista lo que viene a buscar. Hoy la provincia posee 5 museos paleontológicos, todos ellos en diferentes rutas provinciales y nacionales lo que permite que los visitantes siempre puedan al menos visitar algo de la paleontología del Neuquén.

En Neuquén hay cuatro museos dedicados especialmente a los dinosaurios: Villa El Chocón, Lago Barreales, Plaza Huincul y Rincón de los Sauces y uno dedicado con énfasis a los reptiles marinos que convivieron con los dinosaurios en la ciudad de Zapala.

Cada museo tiene su característica propia que lo individualiza con respecto a los otros. Villa El Chocón tiene como estrella paleontológica al carnívoro más grande del Mundo, el Giganotosaurus carolinii, y sus numerosas huellas de dinosaurios, Plaza Huincul al herbívoro más grande del mundo, el Argentinosaurus huinculensis, Rincón de los Sauces al titanosaurio mas completo del mundo, y finalmente, Lago Barreales, que no sólo muestra piezas fósiles espectaculares sino que posee el herbívoro gigante mas completo del mundo, el Futalognkosaurus dukei, una de las manos de carnívoros más espectaculares, el Megaraptor namunhuaiquii, el más antiguo titanosaurio, el Andesaurus delgadoi, y decenas de especies únicas que son referencia en el mundo. Esto independientemente de su Proyecto Dino, la única excavación de dinosaurios abierta permanentemente en el mundo. Por su parte Zapala posee una de las colecciones de reptiles e invertebrados marinos mas importantes de Sudamérica.

A pesar de todo este espectro paleontológico los circuitos están poco desarrollados, no hay servicios, carteleria adecuada, ni información para el turista y muchas veces, no saben como llegar a esos destinos. Lo interesante de esta problemática es que queda mucho por hacer y lo bueno sería planificarlo con profesionales en las distintas temáticas involucradas para que este producto paleontológico sea diferente y con atractivos especiales.

Rincon de los Sauces: Museo Paleontológico Argentino Urquiza

Hoy la paleontología es parte del turismo del desierto neuquino pero hay otra rama de las Ciencias Naturales que está virgen y que sería un complemento excelente. Nos estamos refiriendo al Turismo Geológico, muy desarrollado en Europa pero casi inexistente en Argentina. Neuquén es considerado hoy como un libro abierto de la geología donde se pueden observar y tocar todas las rocas y estructuras geológicas de esta Ciencia.

La geología a diferencia de la paleontología está presente en cada rincón de la provincia, y sino podemos hacernos preguntas simples pero con pocas respuestas por ejemplo, en nuestros valles, (ríos Limay, Neuquén y Rio Negro):
  • ¿Porqué el área cultivada se recuesta sobre su orilla norte y no sobre la Sur?
  • ¿Porqué existen los grandes bajos y cuál es su origen?
  • ¿Porqué hay dinosaurios en la superficie si tienen millones de años de antigüedad?
  • ¿Cuantas chimeneas volcánicas posee el complejo Auca Mahuida?, etc.
Si nos vamos hacia la cordillera nos preguntaremos:
  • ¿Qué antigüedad tienen los lagos?
  • ¿Podrá exisitir el mito del Nahuelito?
  • ¿Qué había antes?
  • ¿Cuándo y Cómo se origina la cordillera de los Andes?
  • ¿Porque hay fósiles marinos en las cercanías de Zapala y hasta un arrecife coralino?
  • ¿Qué significa?, etc.
La geología responde todas estas preguntas que le dan al turismo un sesgo de Ciencia y didáctica.

Neuquén, es por excelencia la provincia geológica y paleontológica mas importante de la Argentina, solo es necesario conocerla y saber explicarla para que en un futuro no muy lejano sea un gigantesco Parque Natural dónde la Ciencia, la Naturaleza y el Conocimiento se unan para dar un Turismo de excelencia.

Jorge O. Calvo
Geólogo de la Universidad Nacional del Córdoba
Master en Ciencias de la Universidad de Illinois en Chicago
Doctor en Zoología de la Universidad Federal de Rio de Janeiro

Fotos: Web