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domingo, 6 de diciembre de 2009

Hong Kong

El Buda gigante es una de las principales atracciones de la montañosa isla de Lantau, la más grande del archipiélago de Hong Kong

Futurista y monumental, la región es uno de los grandes centros financieros de Asia; combina un régimen occidental y pujante con tradiciones ancestrales de sello oriental


En el ascensor del Harbour Plaza Hong Kong Hotel no existe el piso cuatro, ni el 14, números de mala suerte según la superstición china (debido al parecido fonético del cuatro con la palabra que significa muerte). Porque a pesar de que todos aquí insisten en que "esto es Hong Kong, no China", la impronta del vecino asiático, del que Hong Kong volvió a formar parte en 1997, es difícil de ignorar.

Está a las vista en el bullicio de sus mercados, atiborrados de imitaciones de relojes y carteras y frutos de mar y patos que cuelgan cabeza abajo, siempre con el regateo como ritual de compra. Está a la vista en sus coloridos festejos, con el Año Nuevo chino a la cabeza, pero también en otras celebraciones tales como el cumpleaños de Confucio o las regatas de Tuen Ng (el barco del dragón). Está a la vista en la compulsión al juego (los casinos estarán prohibidos, pero a las casas de apuestas no les va nada mal); en la predilección por platos como la sopa de aleta de tiburón o el nido de golondrina; en la práctica extendida del tai chi chuan; en valores tradicionales como el respeto a la familia, la cortesía y el salvar las apariencias (saving face).

Pero Hong Kong, ciertamente, no es China. Ciento cincuenta y cinco años de dominio inglés (1842-1997) dejaron su sello en este archipiélago que se esparce en el delta del río Perla, sobre la costa sur del Mar de China, y que cuenta con nada menos que 260 islas (la de Hong Hong es la más conocida y poblada, pero ¡solamente son diez las islas habitadas!).

Nombres como Victoria o Salisbury, un sistema legal basado en el derecho anglosajón, una elite financiera en la que operan más de 1000 firmas británicas, los double deckers, la costumbre de manejar por la izquierda, el apego a las normas (cualquier transgresión, desde tirar un papel al viento o escupir en la calle, equivale a unos US$ 60 de multa), son sólo algunos de los legados de la época colonial.

No es China, tampoco, porque aquí existen derechos impensados en el mainland o continente, tales como el de protestar en público o criticar a los líderes. Semejante concesión es parte de la fórmula ideada por Deng Xiaoping "un solo país, dos sistemas", cuando el Reino Unido restituyó Hong Kong a Pekín, en1997. Entre otras licencias, el acuerdo les permite a los hongkoneses mantener un sistema capitalista bajo la egida de una ideología comunista.

Un monje del monasterio budista de Po Lin

"Acá, capitalismo total", dice una y otra vez Alex Cheung, el guía que durante cinco días acompañará al grupo de periodistas por la jungla de luces de neón, las exclusivas casonas de la aún más exclusiva Repulse Bay, las aldeas de pescadores, los relucientes malls o el cosmopolita SoHo hongkonés. "Ronaldinho supo venir mucho de rumba por aquí", comenta Alex a propósito del SoHo, y de inmediato saca a relucir -en la pantalla de su celular último modelo- una foto en la que se lo ve, pura sonrisa, junto al astro brasileño.

La condición capitalista de Hong Kong, cuya Bolsa es la segunda en importancia en Asia (detrás de Tokio), forma parte del carácter intrínseco de la isla. Se adivina desde su mismo estatus de SAR (Región Administrativa Especial; lo tendrá hasta 2047), que implica que no tiene alcalde ni gobernador, sino un CEO que administra el territorio cual empresa; hasta su inagotable propensión al lujo, el consumo y los récords.

Entre estos últimos, vayan algunos ejemplos: es la ciudad con más Rolls-Royce y Ferrari per cápita en el mundo, la tercera en celulares por persona, la que cuenta con el restaurante flotante más grande, la escalera mecánica más larga (800 metros, está al aire libre), el mayor show permanente de luces y sonidos (logró su lugar en el Guinness), el puente colgante más pesado (55.000 toneladas, un piso para autos y otro para trenes). Ni hablar de la pasión por las compras y las marcas: tiene 13 locales Gucci, además del Louis Vuitton y el Zara más grandes de Asia.

Es el único lugar del mundo, por si lo anterior fuera poco, donde se han pagado 1.600.000 euros por una patente de auto con el número 8, el de la suerte y la prosperidad, según la creencia china. Los precios exorbitantes también alcanzan a las propiedades, sobre todo si se tiene en cuenta que el espacio es limitado: 1100 km2 para siete millones de habitantes.

En la isla de Lamma no circulan autos y sobreviven los ritmos de otros tiempos

Eso no impide que todo el tiempo aparezcan más y más edificios: cuando un terreno se revaloriza, lo viejo se derriba sin mayores remordimientos. Así, se levantan gigantes que trepan hasta las nubes y se construyen a velocidad de vértigo con andamios de bambú, que se cubren en el exterior con espejos y cristal y que se orientan en el interior según la filosofía del feng shui.

Esa, la del skyline tipo Manhattan, es la postal más difundida de la isla. Menos popular es la imagen del Hong Kong de los edificios setentosos, aquellos con la ropa colgando de las ventanas al mejor estilo napolitano. Se repite con mayor frecuencia a medida que uno se aleja de la glamorosa isla y se adentra en las otras dos partes que conforman el territorio de Hong Kong: la alborotada península de Kowloon, con sus negocios de electrónica, joyerías, bares y mercados abiertos las 24 horas, y los Nuevos Territorios, donde reside poco más del 50% de la población de Hong Kong, y que se encuentran pegados a China continental.

De esta última, precisamente, llegan más de la mitad de los veintipico millones de turistas que visitan Hong Kong anualmente Este año fue apenas un poco más flojo que 2008, en parte por la crisis económica mundial y en parte por la gripe A. O, si se quiere, porque en 2009 no existe ningún ocho para asegurar la prosperidad

Todas las noches, el show de luces y sonidos ilumina el skyline de Hong Kong. Arriba, el Centro de Convenciones

Seis imperdibles

Presenciar La Sinfonía de Luces
Todos los días, partir de las 20, la ciudad se convierte en una gigante escenografía surcada por rayos láser, haces de colores y reflectores que iluminan 33 rascacielos del puerto de Victoria, a ambos lados del río que divide la isla de Hong Kong y la península de Kowloon. El arco iris de luces, sincronizado hasta la perfección con música sinfónica -puede escucharse sintonizando radios, iPods o celulares-, se disfruta tanto a desde el agua, a bordo de un ferry, como en la orilla donde se extiende el Paseo de las Estrellas, en Kowloon (en la versión local del boulevard hollywoodense están, por ejemplo, las huellas de las manos del actor hongkonés Jackie Chan).

Subir al Monte Victoria en tranvía
Túneles subterráneos; ferries; taxis cuyas puertas se abren solas ante los pasajeros; trenes submarinos; ómnibus, subtes ...forman parte de una red de transporte que funciona con maravillosa perfección. Pero nada como subirse al antiguo tranvía (lleva 100 años funcionando), que trepa por la empinada ladera del monte Victoria, cuyo pico se encuentra a 554 metros, en medio de una frondosa vegetación. Se trata de una de las zonas residenciales más caras de Hong Kong, y entre otras razones se entiende por qué: cuenta con una de las vistas más excepcionales de la isla. Desde allí se divisa, por ejemplo, el Centro de Convenciones, con aires muy similares a la Opera de Sydney, o la torre del International Finance Center, diseñada por César Pelli, que pronto será superada en altura por el World Commercial Center (tendrá 510 metros).

Visitar el Buda gigante
Así se conoce esta mole de bronce que alcanza los 26 metros y 200 toneladas. Construido en 1993, se alza junto al Monasterio Budista de Po Lin, encaramado en la cima de una montaña de la isla de Lantau (isla que dobla en tamaño la de Hong Kong, aunque tiene apenas 25.000 habitantes).A los pies de la estatua hay Starbucks, gift shops y otros negocios que no dejan dudas sobre el carácter comercial del paseo, que de todos modos vale la pena. Sobre todo por las panorámicas que regala el viaje en los funiculares de piso transparente (unos US$ 12 ida y vuelta), entre ellas la del futurista aeropuerto de Hong Kong (diseñado por Norman Foster e inaugurado en 1998).

Conocer la otra cara de Hong Kong
Sí, hay un Hong Kong distinto, lejos de las aglomeraciones, con selvas subtropicales, playas de arena blanca y ritmo pueblerino. No es mala idea recorrer algunas de las islas vecinas para comprobarlo. Un buen ejemplo de ello es Lamma, una isla de pescadores con casas sobre pilotes, sin autos, donde se puede comer mariscos frescos a buenos precios, a 30 minutos en ferry desde la isla de Hong Kong

Pescado disecado y también tiburón, manjares de la gastronomía local

Hacer shopping callejero

Los mercados más dispares se abren incansables en el distrito de Mongkok, en la alborotada Kowloon: el Mercado de las Flores, el Mercado de los Pájaros, Ladies Market... La carrera inagotable del regateo permite comprar de todo, desde imitaciones de carteras hasta las chucherías más absurdas (como el buda que hace pis, el traje de Hello Kitty para perros o el reloj con la cara de Mao).

Entrar en el templo de Man Mo
Construido en 1847, el templo taoísta es uno de los más antiguos de la isla y rinde tributo a los dioses de la literatura (Man) y de la guerra (Mo). En su interior hay ofrendas de frutas; nubes y nubes de humo de incienso atufando a los dioses, y un sabio que recibe consultas por 10 dólares de HK (US$ 1,4).

En internet
www.discoverhongkong.com

Teresa Bausili (Enviada especial)
La Nación - Turismo
Fotos: Teresa Bausili

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