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martes, 8 de septiembre de 2009

Marruecos: arte con aire de mar

Vencida por el paso del tiempo, la pequeña ciudad al norte del país revivió gracias al International Cultural Moussem. Los artistas, que cada año le otorgan color y texturas al festival, mezclan lo exótico con lo religioso.

La medina de Asilah se disfruta con un libro en una mano y un cóctel en la otra. El diseño, la movida artística y el exotismo árabe la transformaron en el enclave de mayor personalidad en Africa del Norte.

Era una tarde dominical bastante fresca, y la estrecha terraza de Casa García, un pequeño restaurante de mariscos en el poblado portuario marroquí de Bazar Atlas tenía un aire enrarecido. Marroquíes vestidos a la moda y con grandes gafas de diseñador contra el sol disfrutaban de pescado a la parrilla, mientras un grupo de turistas inglesas intercambiaban besos de aire. A mi alrededor, meseros con chaquetas blancas y delgadas corbatas de moño negras se deslizaban entre las mesas cubiertas de manteles blancos, sirviendo vino blanco de botellas frías y apetitosos cuencos llenos de ostras frescas.

Si bien tales escenas de glamour han dado brillo a la reputación de Asilah como un elegante centro de diversión para la elite del norte de Africa, no hace mucho tiempo este antiguo puerto fortificado padecía de oscuridad social y turística. En los años 70, sólo se mencionaba de pasada, pero ahora, la medina de Asilah se ha trasformado en un refugio clandestino para los ricos y famosos que se ocultan tras las gruesas puertas labradas de sus exóticas mansiones de vacaciones, para relajarse en sus terrazas de color azul eléctrico con un libro en la mano y un cóctel en la otra.

Buena parte de este cambio radical se remonta a 1978, cuando dos amigos locales –Mohammed Benaissa, fotógrafo y diplomático, y Mohammed Melehi, artista y curador– tuvieron la idea de invitar a diversos artistas a pintar murales en las deterioradas paredes de la población.

Esto fue creciendo hasta convertirse en un festival artístico que se prolonga durante todo el verano, con conciertos de flamenco, exposiciones de diseño y lecturas de poesía, que atrae a artistas y aficionados de gran parte del Oriente Medio y de Occidente.

El festival, llamado International Cultural Moussem de Asilah, es hoy uno de los sucesos más grandes de este tipo en Africa del Norte, y atrae a más de 100 mil asistentes tan diversos como artistas bereberes, la realeza de Arabia Saudita y coleccionistas japoneses.

Los callejones de la medina de Asilah son los mejores escaparates para los artistas y pintores. Exhiben durante todo el año, no sólo para el festival

Durante dos meses, desde julio a septiembre, Asilah se transforma en un pueblo repleto de artistas y viajeros ansiosos de vida social.

Hasta sitios tan lejanos como Tánger tienen completamente reservadas sus plazas hoteleras con meses de antelación, al igual que las residencias de tipo islámico y andaluz, con patios, en la medina.

Lo cierto es que antes de que el festival tomara auge, las murallas de la población se estaban derrumbando y la medina estaba inundada de basura, víctima de la indiferencia.

Ahora, Asilah es considerada una de las ciudades más limpias de Marruecos.

La blanca y brillante medina incluso fue honrada con el Premio de Arquitectura Aga Khan, en 1989. Entre las verdaderas gemas restauradas de esta parte vital de la civilización está el Palacio de la Cultura, una fortaleza con ventanales verdes y un impresionante salón de presentaciones artísticas.

Además, los llamativos murales de vivos colores, pintados en casi cada esquina, renovados y aumentados para cada festival.

Pero los encantos de Asilah no están confinados en forma alguna al festival. En las mañanas, el sonido de las olas llega hasta las murallas del siglo XV. Es hora de ir a las amplias playas de arena dorada, llenas de chicos y de gente. Para quienes busquen más soledad, lo mejor es ir en auto a Paradise Beach, a media hora de distancia, y disfrutar ahí de la puesta del sol. Durante el festival, en cambio, se llena de acampantes y puestos de comida.

El Dar Malak, un café con vista privilegiada al Océano Atlántico

Pero si bien Asilah es un lugar para meditar y leer un buen libro en los días de la temporada baja, no por eso es un mal lugar para ir de compras. A diferencia de los zocos de Marrakesh y Fez, donde uno se marea por el increíble volumen de objetos que se ofrecen en venta, Asilah sólo tiene una docena de tiendas de artesanías, pero cada una de ellas tiene material bien escogido y casi siempre inusual.

El visitante podría pasar horas en Alkamra, por ejemplo, una verdadera cueva de Alí Babá con tesoros que su dueño, Mohammed Aziz Acharoui, reúne de lugares que abarcan prácticamente todo el norte de Africa. Algunos artículos recientes en su tienda incluían caras de madera de feroz expresión, artículos primitivos de escenas locales talladas sobre vidrio, y un collar con trozos de coral del tamaño de pelotas de golf de un color anaranjado brillante y grandes cuentas de turquesa.

El señor Acharoui también tiene dos bodegas en las afueras de la medina, donde guarda objetos de gran tamaño como fuentes de bronce y otros, destinados a un grupo escogido de diseñadores y decoradores de interiores de varios países.

De regreso en la medina, el Bazar Atlas tiene una colección excelente de viejas alfombras bereberes y cerámica de las Montañas Atlas.

La diseñadora francesa Françoise Dorget llegó aquí por primera vez hace 20 años, impresionada por lo que llamó el revoltijo de formas geométricas al estilo de Paul Klee. Hoy, además de comprar, trabaja con artesanos locales en edificios viejos, para convertirlos en alojamientos de vacaciones. Pese a la reciente y cada vez mejor reputación de Asilah, sorprendentemente no hay hoteles dentro de la medina. Pero eso está cambiando. La ciudad dio recientemente a Tomás Alía, un diseñador madrileño, permiso para inaugurar el primer hotel dentro de la medina. El Dar el Amal tiene siete suites de lujo, una terraza en el techo con vista al mar y atractivos interiores de estilo marroquí moderno. Pero el dueño dice que, como la propia Asilah, el Dar el Amal es casi un secreto bien guardado.

Por las callejuelas de Asilah

Con moros en la costa
Los primeros restos arqueológicos encontrados en la zona de Asilah se remontan al siglo II a.C., cuando nada hacía prever las mezclas étnicas y culturales que terminarían en esa región marroquí. Los fenicios, primeros habitantes en dejar rastros por allí, tuvieron que convivir luego con griegos y cartagineses. Gracias a estas influencias, la ciudad pasó a transformarse en un centro de alto estatus social y económico. Gracias al próspero comercio, además, tuvo su propia moneda. Y los romanos, que llegaron un siglo más tarde, aún no la habían bautizado así. El nombre –lugar de tierra arcillosa– llegó más tarde, en el año 712 cuando, conquistada por los árabes, se convirtió en un importante enclave comercial para los mercaderes del sur de España y las regiones vecinas.

Es allí cuando la prosperidad económica hizo surgir la cultural: una generación de escritores y sabios hicieron que sentara las bases de las que hace gala hoy. Con intereses más materiales, los portugueses se instalaron allí hacia 1471 y la transformaron en una fortificación dedicada al comercio en la ruta del oro sahariano.

España, por su parte, se la disputó luego a los árabes casi hasta fines del siglo XIX. Hoy, parece un cuento de Las mil y una noches.

Gisella Williams
The New York Times / Travel



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