Los viajes en tren, aun en el siglo XXI, conservan un cierto “no sé qué” y un aire romántico de otros tiempos. La sensación del movimiento es placentera, el sonido de la chicharra emociona y, en algunos casos, el viaje puede tener mucha adrenalina si se trata del tren de cremallera más alto del mundo: el Manitou & Pikes Peak. Este peculiar ferrocarril está emplazado en el Pikes Peak, la montaña más visitada de Norteamérica (y la segunda más visitada del mundo, después del Monte Fuji en Japón), 16 km al oeste de la ciudad de Colorado Springs, en el estado de Colorado. Si bien se puede llegar a la cima en auto o a pie (por el Sendero de Barr) la forma más llamativa es, sin dudas, a bordo de este tren que, en un recorrido de 14 kilómetros, trepa hasta los 4302 msnm.
Esta mítica montaña lleva el nombre de su descubridor: Zebulon Montgomery Pike Jr. Este militar y explorador norteamericano lideró, entre 1806 y 1807, la llamada “Expedición Pike” recorriendo el entonces desconocido sudoeste de Estados Unidos. En el viaje Pike se convirtió en el primer americano en conocer las Grandes Llanuras, la alta y amplia meseta al este de las Rocallosas que se extiende por los estados de Nuevo México, Texas, Oklahoma, Colorado, Kansas, Nebraska, Wyoming, Montana, Dakota del Sur y Dakota del Norte. En noviembre de 1806 Pike divisó el gran macizo de granito al que bautizó “Grand Peak” (el “Gran Pico”) y que luego llevaría su nombre. El explorador intentó escalarlo pero no lo logró por ser invierno y no estar debidamente equipado. Recién en el verano de 1820 un botánico, Edwin James, alcanzó la meta en dos días y sin grandes dificultades. Sin embargo, mucho antes de la llegada de Pike, la montaña ya era conocida por los indios Ute (que la frecuentaban cuando iban de caza) y los españoles que habían explorado la zona en 1779.
¿QUE ES UN TREN DE CREMALLERA?
Los primeros trenes de montaña, como los de Suiza, nacieron con un fin meramente turístico, o sea, disfrutar majestuosas vistas desde las cumbres. En cambio, aquellos que cruzaban los Andes eran una herramienta fundamental para establecer vínculos sociales y comerciales. Pero cualquiera haya sido su función, todos debían resolver el mismo problema: trepar escarpadas laderas. Para ello había dos opciones: reducir la pendiente o usar sistemas de cremalleras para aumentar la adherencia entre la locomotora y los rieles. Los trenes convencionales se mueven usando la fricción de las ruedas sobre las vías, provista por la fuerza de la locomotora. En cambio, para trepar agudas pendientes los de cremallera usan una rueda dentada que va por una vía especial (montada en el medio de las vías tradicionales). Estos trenes se diferencian de los funiculares porque éstos, en vez de una rueda dentada central, tienen un cable.
TODO POR UNA BONITA VISTA
Los orígenes del tren Manitou & Pikes Peak están íntimamente ligados con Zalmon Simmons, dueño de la Compañía de Colchones Simmons. Pero este personaje también era inventor y había patentado un aislante para cables telegráficos. A fines de 1880, con el fin de probar su nueva invención, Simmons subió al Pikes Peak en una agotadora travesía de dos días en mula. Tanto lo impresionó la hermosa vista desde la cumbre que pensó que semejante espectáculo debía ser disfrutado por todos pero llegando más cómodamente. Al poco tiempo el empresario de colchones estaba descansando en los baños termales de Manitou Springs cuando escuchó al dueño del hotel mencionar la idea de un ferrocarril de montaña que fuera a la cumbre. A Simmons le gustó la propuesta y ofreció el capital para iniciar la obra. El primer tren de cremallera se había hecho en 1869 para ir a la cima del Monte Washington en New Hampshire. Sin embargo, los suizos adoptaron rápidamente la nueva tecnología y fabricaron varios trenes convirtiendo a Suiza en el país con mayor cantidad de trenes de cremallera del mundo.
En 1889 se fundó la Manitou & Pikes Peak Railway Company y las obras duraron dos años. En total se compraron seis locomotoras a vapor de la firma Baldwin Locomotive Works de Filadelfia, de las cuales sólo una sigue operando muy de vez en cuando. A partir de la década del ‘30 llegaron la gasolina y las locomotoras diesel y fabricaron un coche con cremallera para 23 pasajeros que funcionaba solo, sin locomotora. El vagón se estrenó en 1938, fue un éxito y se cree que fue el primer coche de este tipo del mundo. Al año siguiente la Compañía General Electric envió la primera locomotora con cremallera diesel-eléctrica y sus respectivos vagones (para 56 pasajeros) que funcionaron entre 1940 y 1965.
La edad moderna del Manitou & Pikes Peak llegó con locomotoras de una empresa de Winterthur, Suiza. El crecimiento sostenido del turismo generó la necesidad de contar con vagones con mayor capacidad. Es así que entre 1976 y 1989 se compraron, nuevamente en Suiza, vagones articulados (grandes coches con un fuelle en el medio) que eran diesel-neumáticos. Gracias a todos estos cambios se aumentaron las frecuencias y, actualmente, los trenes pueden salir hasta ocho veces al día.
EL RECORRIDO
El viaje demora, ida y vuelta, poco más de 3 horas para hacer 15 kilómetros. La primera parte del trayecto es muy empinada y transcurre a lo largo del arroyo Ruxton en el Cañón Englemann. Aquí la vía sigue una vertiente que cae en medio de un bosque de abetos y pinos Ponderosa. Las vías pasan muy cerca de enormes rocas ubicadas a ambos lados del tren que, gracias a la erosión y la imaginación de los pasajeros, se transforman en divertidas caras y figuras. Un poco más adelante se ven las pequeñas cascadas de Minnehaha.
Luego de un continuo ascenso el terreno se hace plano justo donde hay una formación rocosa conocida como la “Puerta del Infierno”. Unos minutos después el tren pasa por “Deer Park” (parque de venados) donde a veces se pueden ver venados pastando. Al llegar a la mitad del paseo, Mountain View, se puede ver la cumbre del Pikes Peak. A partir de allí la vía vuelve a ser empinada y el tren trepa nuevamente teniendo como telón de fondo el lago Moraine y el Monte Almagre. Lo interesante aquí es que se ven Pinus Longaeva o Britlecone, los árboles más longevos del planeta. Estos pinos superan los 3 mil años de edad y no son ni muy altos ni muy anchos. Su corteza amarilla anaranjada es delgada y escamosa, su madera es dura y resinosa (ideal para soportar plagas y enfermedades) y sus hojas verde oscuro son agujas muy resistentes. De lejos, este árbol parece seco por su retorcido tronco y la ausencia de hojas. Ese aspecto poco atractivo es el resultado de las condiciones extremas en las que habita y, de hecho, cuanto peor es su hábitat más tiempo vive, ya que tiene menos enemigos naturales que aguanten dicho ambiente.
Mientras el tren continúa su ascenso, la vista se hace más amplia y la vegetación desaparece. Aquí sobrevive la tundra alpina con musgos, hierbas y diminutas flores silvestres. En cuanto a la fauna, por aquí merodean carneros con grandes cuernos y gran cantidad de marmotas. Estas simpáticas criaturas hibernan pero en verano suelen tomar sol en las rocas y emiten un silbido muy particular cuando presienten peligro. Los últimos kilómetros antes de llegar son increíbles, ya que ofrecen una excelente panorámica. Hacia el Este se ven las Grandes Llanuras, más allá de la frontera entre Colorado y Kansas. Al Sur se divisan las montañas de Sangre de Cristo (el cordón más austral de las Rocallosas), casi llegando al estado de Nuevo México y al Oeste se ve la Cordillera Collegiate.
Una vez en la cima, el tren para y, al bajar, se siente el frío (aun en verano). Si el día está despejado (y no hay mucho smog en Denver) se pueden ver los rascacielos del downtown de la capital de Colorado. Se puede permanecer en la cumbre una media hora como máximo para recorrerla y sacar las fotos obligadas porque si se permanece más tiempo muchos comienzan a sentir los efectos de la altitud (dolores de cabeza o náuseas). En la cima hay una confitería y un negocio de souvenires que, en temporada alta, albergan a unas mil personas por día. Allí arriba uno se asombra de tanta amplitud. Mire donde mire el horizonte no tiene fin y los grandes cordones montañosos forman una perfecta maqueta. En la cima, a 4302 metros de altura, uno se siente un punto microscópico y cae en la cuenta de lo alto que ha llegado “a bordo de un tren”.
Mariana Lafont
Pagina 12 - Turismo