• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

sábado, 31 de agosto de 2013

Oaxaca, México: Mercado de Tlacolula


En Tlacolula ya había mercado antes de la llegada de los españoles, como era costumbre también en otras regiones de México.

El domingo es día de mercado en Tlacolula y desde distintos pueblos llegan mujeres indígenas con flores, especias, verduras, artesanías y animales a vender sus productos.

Entre las sierras que rodean los valles centrales del sur de México, a unos 30 kilómetros de la ciudad colonial de Oaxaca, Tlacolula invita a perderse por callecitas convertidas en bazar ambulante, con colores, sabores y aromas que remontan a tiempos prehispánicos.

De todo hay: chile seco, saltamontes para comer, semillas, ramos de albahaca, tomates, alebrijes, como se conoce a unas coloridas figuras fantásticas talladas en madera, licuadoras, cerámica, bolsos hechos en telar, pavos vivos para el guiso.

No es un mercado montado para turistas con estatuillas prehispánicas y collares étnicos made in China, sino el mercado de los lugareños.

Hasta aquí llegan hombres cubiertos con sombrero y mujeres con trenzas, falda y blusa bordada de colores a comprar los machetes de acero con los que trabajarán en el campo o las sandalias de cuero duro que acompañarán sus pasos.

El pregón y el movimiento son constantes alrededor del templo de Nuestra Señora de la Asunción y la capilla del Santo Cristo de Tlacolula, a la que vale la pena entrar para ver sus relieves barrocos de hoja de oro, las lámparas y el barandal de plata y las esculturas y pinturas de los siglos XVII y XVIII recién restaurados.

 

“Cinco de cebolla, cinco de cebolla“. “Hay veneno: la última cena para las ratas“. “Sin compromiso, mi reina“. “Pruebe unos chapulines“.

Eufemia Hernández Mateo lleva 45 de sus 60 años vendiendo chapulines. Tiene un gran recipiente con estos pequeños saltamontes color rojizo y otro con chapulines más grandes que, según dicen los lugareños, son menos sabrosos -aunque quizás más fotogénicos- porque los buenos son los chiquitos de la temporada de lluvias.

En Oaxaca forman parte del menú. Pero también los turistas los buscan en el mercado, algunos sólo para tomarles fotos y contar la anécdota, otros para sentir su sabor crujiente. Los insectos, importante fuente de proteína, forman parte de la gastronomía local desde antes de que los españoles desembarcaran en lo que hoy es México.

 


Para poder llevarlos a la mesa hay que “pescarlos” de madrugada en los sembradíos de alfalfa. A eso se dedica la familia de Eufemia. ”Se atrapan con unas redes como de pesca, pero más finas, a la una de la mañana cuando ya están durmiendo“, explica, mientras saca un montón de un recipiente, usando una cazuela como cucharón, y los entrega a un comprador en una bolsita de plástico.

Después de atraparlos se limpian con agua fría y se los sumerge en agua recién hervida durante unos cinco minutos en un colador. Luego les agregan ajo, limón y sal y los dejan secar. Con eso ya están listos para comerlos como aperitivo, solos, en pequeñas tostadas o desparramados sobre el queso.

En los puestos del mercado se vende también sal de gusano, canela molida y polvo de mango, pasta para hacer mole, una salsa picante que acompaña distintos guisados, y tejate, una bebida prehispánica espumosa de sabor harinado, algo pesada, que se prepara con maíz, cacao blanco, carozo de mamey, flor de cacao y azúcar.

En Tlacolula ya había mercado antes de la llegada de los españoles, como era costumbre también en otras regiones de México.
 

De hecho, el conquistador español Hernán Cortés quedó impresionado cuando visitó el enorme mercado de Tlatelolco de los aztecas, en lo que es actualmente la capital mexicana, y lo describió en las cartas de relación que escribió al rey Carlos I como un sitio ordenado y con enorme diversidad de productos “donde hay cotidianamente arriba de 60.000 almas comprando y vendiendo”.

En Oaxaca, donde un 60 por ciento de la población es indígena y hay numerosas etnias, como la zapoteca, la mixteca y la triqui, cada pueblo y cada día de la semana tienen su mercado, como Etla los miércoles, Ocotlán los viernes y la ciudad de Oaxaca los sábados.

Se pueden visitar también en esa ciudad los mercados permanentes 20 de Noviembre y Benito Juárez, que, por ser más céntricos, son también más turísticos y un poco más caros, pero igualmente coloridos.

Después de varias horas de paseo por Tlacolula, es probable que empiece a sentirse hambre. Conviene escoger platillos a prueba de visitantes con poco picante y evitando las verduras crudas. Nada como una enorme tlayuda con queso y frijol o como comprar en un puesto de carne un trozo de tasajo para asarlo uno mismo al carbón sobre un anafre y comerlo con una tortilla de maíz calentita.

Al final del día los mercaderes recurren al trueque e intercambian entre sí los productos que les quedaron por los que necesitan. Como en tiempos remotos y con sabor prehispánico.

 
 

DATOS ÚTILES
 ■Cómo llegar:
El aeropuerto más cercano es el de la ciudad de Oaxaca. A Tlacolula se llega por la carretera federal 190 en dirección a Mitla. Se puede ir en taxi, autobús o rentar una camioneta turística para paseos de varias horas en los hoteles.

 ■Qué más ver: En el camino está Santa María de El Tule con un famoso árbol de más de 2.000 años, y unos 15 kilómetros después de Tlacolula se encuentra el sitio arqueológico de Mitla de la cultura zapoteca.

 ■Más información:
 
* Oficina de Turismo de México (http://www.visitmexico.com/es/oaxaca); Secretaría de Turismo de Oaxaca (http://www.oaxaca.travel/).-
 
 
Diario Perfil - Suplento Turismo
Fotos: Web

domingo, 18 de agosto de 2013

Jordania: Petra, escondida entre las rocas

 
Es uno de los destinos más famosos de todo Medio Oriente: una impecable ciudad, absolutamente tallada en la roca, en la que se lucen a la perfección monumentos, templos, teatros y santuarios de la antigüedad árabe.

El llamado "exotismo cinco estrellas" no solo se hizo famoso gracias al aroma de las especias y la estética de los símbolos milenarios de Oriente, sino que, sitios bíblicos, descubrimientos arqueológicos, imágenes de príncipes, historias de beduinos e, inclusive, el sabor dulce de las pipas de agua y la liviandad del Mar Muerto hicieron lo suyo con Jordania.
 Y allí, uno de los destinos más famosos es Petra, un sitio que ofrece un sinfín de alternativas y mucha historia para asimilar y disfrutar.
 


 
La ciudad de piedra
Sin lugar a dudas, junto a las pirámides de Egipto, Petra es el yacimiento arqueológico más bello de todo Oriente Medio. Una maravilla por partida doble. En primer lugar, por sus largos cañones, desfiladeros y miradores con colores cambiantes que viran de rosa al rojo, al amarillo o al azul en sublimes diseños. Por otra parte, conmueve su arquitectura, con vastas tumbas excavadas y talladas en la roca por una civilización aún poco conocida, la de los nómades nabateos. Todo ello sin olvidar algunos vestigios de la ocupación romana.
 
Pero Petra no sólo son sus monumentos, también es una ciudad sorprendente, repleta de viviendas troglodíticas, algunas de las cuales siguen estando habitadas por nómades de forma clandestina.
 
Testigo de la historia de Medio Oriente, este enclave se encuentra a un par de horas de la capital, Amman, en el fondo de una profunda garganta formada en el desierto. Se trata de una impecable ciudad, absolutamente tallada en la roca, en la que se lucen a la perfección monumentos, templos, teatros y santuarios de la antigüedad árabe.
 
Sus paredes de piedra de 100 metros de altura, repletas de escrituras y símbolos, junto a los canales de agua que acompañan el camino son el deleite de miles de visitantes, y fueron también la escenografía ideal para numerosas películas, como la superproducción norteamericana Indiana Jones.
 
Caminando en silencio entre la tierra raída de Petra es posible imaginarse a los comerciantes que atravesaban la zona trasladando especias y sedas de la India, como también el sonido del ajetreo de las caravanas cargadas de marfil y pieles de África. Aún pareciera resonar el eco de aquellos que hace 2000 años se veían obligados a pagar un generoso impuesto por atravesar la antigua Arabia, y que incluso lo hacían con gusto, al ver a los nabateos construir un reino tan refinado, ingenioso y culto.
 
Cuentan que después de ser anexada al imperio romano en el año 106, Petra cayó en el olvido de Occidente allá por el siglo XVI. Y no fue hasta entrado ya el siglo XIX, que un explorador suizo, Johann Lewis Burckardt, logró redescubrir el lugar disfrazado de beduino. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, y la misteriosa ciudad se encuentra ahora rodeada de hoteles y restaurantes de lujo, que de ninguna manera le restan encanto a la experiencia.
 
Los recorridos se pueden hacer a pie o a caballo, desde la mañana muy temprano. Es recomendable reservarse por lo menos tres días para explorar a fondo la zona, ya que hay más de 800 monumentos tallados en la roca, el más llamativo de todos es el llamado "Tesoro". Su fachada, completamente tallada en la roca, está coronada por una urna, que para los beduinos contenía el tesoro de un faraón.
Otro sitio imperdible es el teatro romano, que fue excavado a comienzos de la era cristiana y tenía capacidad para 7000 espectadores. Siguiendo a la derecha aparecen las tumbas reales, que constituyen un verdadero regalo para los ojos, sobre todo desde lejos.
 
Por último, El Monasterio está precedido por escaleras que comienzan en una especie de cañón. Hay 788 escalones (son 45 minutos de subida), que una vez superados regalan un paisaje asombroso. Desde allí se llega al Monasterio, un imponente edificio de 45 metros de alto y 50 de ancho, que posee un sendero que permite subir hasta su imponente cúpula. Un momento sublime, pero, por supuesto, no apto para quienes sufren de vértigo. z we

Datos útiles
Cómo llegar: para llegar a Jordania, la primer escala es Europa. El pasaje a Amman desde Madrid cuesta cerca de 600 euros.
 
 Salud: las únicas vacunas necesarias son la del tétanos y la de la fiebre tifoidea. Esta última se puede comprar en cualquier farmacia, y viene en forma de pastillas.
 
Bebidas: el agua es potable en todo el país, aunque es recomendable tomar agua mineral embotellada. Las bebidas alcohólicas están prohibidas por el Islam, pero en las ciudades turísticas, entre ellas en Petra, se consiguen a altos precios. El té es la bebida nacional por excelencia; se ofrece en todos los sitios y por lo general gratis. El tradicional se prepara con mucha azúcar y se sirve en vasos.
 
Comidas: hay muchos restaurantes en los que se puede degustar auténtica comida árabe a precios razonables. Entre las carnes sólo se encuentra el cordero y el pollo. El alimento básico es el pan árabe hecho sin levadura. El plato nacional es el Mensaf, que lleva una base de arroz cubierta con trozos de cordero guisados en su jugo, y todo ello regado con una salsa de yogurt caliente.
 
El sitio oficial de turismo de Jordania es: www.visitjordan.com.
 
Liz Valotta
Diario El Cronista (Argentina)
 

sábado, 3 de agosto de 2013

Pueblos Alemanes en Coronel Suárez, Provincia de Bs. As.-

 

 

Están en las afueras de Coronel Suárez, cabecera del partido homónimo. Son encalves rurales del suroeste de la provincia que surgieron en el paraje Sauce Corto con la 50 familias llegadas de Rusia hacia 1887.

La llanura ulterior, las estancias, los potreros, los rumbos que fatigan los reseros, el paciente planeta que perdura... Así describe un poema de Borges –dedicado a su bisabuelo Manuel Isidoro Suárez, a quien la ciudad debe su actual nombre– el paisaje que circundaba lo que luego sería la pujante Coronel Suárez, allá por el año mil ochocientos treinta y tantos.

Y mirando las fotos de Josi de Lusarreta –una seguidilla de imágenes de estaciones abandonadas y galpones de chapas grises bajo cielos aún más grises, perros omnipresentes y paredes semiderruidas donde la humedad hace aflorar mundos sobrenaturales (como en el Chico Carlo de Juana de Ibarbourou)– podría decirse que Coronel Suárez es también “el epicentro de los amaneceres y las nieblas más envolventes y más bellos” de la provincia de Buenos Aires.

Además de fotógrafa, Josi es propietaria y anfitriona de La Casa Hotel Boutique, una magnífica casona de ocho dormitorios, de estilo francés, que su abuelo Carlos mandó construir circa 1926 y aún conserva los pisos, el mobiliario y el empapelado originales. Hermosa e imponente como es, La Casa cumple felizmente el destino que Josi y sus tres hijos imaginaron para ella: ser un lugar acogedor, familiar, “una casa para venir a dormir”... aunque las amplias salas de la planta baja y los jardines también invitan al dolce far niente en las largas horas del día.

Así, luego de un reparador descanso, salimos a ver lo que vinimos a ver: las vecinas colonias Santa Trinidad, San José y Santa María, un testimonio vivo de la presencia de los alemanes del Volga en nuestro país.
 
 
Gansos y gallinas
 
Memorias rusas
Las tres colonias todavía conservan sus anchos y sobriamente arbolados bulevares, la capilla que opera como axis mundi, las típicas casas de piedra, adobe o ladrillo oscurísimo y galerías adornadas con cenefas, e incluso algunas , muy pocas, hechas con glebas cortadas directamente de la tierra reseca y trenzada de raíces.
Las tres siguen estando pobladas por gentes de ojos azules y pelo rubio o cobrizo. Como Julio Hartman, organizador de los célebres campeonatos de “kosser” –una variante del Knochenspiel o juego de los huesos, un juego tradicional de los soldados rasos cuyo origen se remontaría a la Guerra de los Cien Años y que actualmente, de todos los lugares del planeta Tierra, sólo se practica en Coronel Suárez–.

Sin perder la sonrisa, Julio nos cuenta la dura historia de sus abuelos, que en cierto modo refleja la de todos los colonos volguenses. “Mis antepasados fueron a trabajar la tierra a las estepas rusas, al sur del río Volga, en los tiempos de la emperatriz Catalina II. Pero después los rusos ya no los quisieron allí y les ofrecieron tierras en Siberia... donde había que luchar contra el hielo y el frío y combatir con fuego a los osos para salvar las cosechas... Y luego de muchas tribulaciones, llegaron a América en un vapor sin rumbo”.

Ese misterioso vapor sin rumbo al que alude Julio era el Strasburg, y en él llegaron las primeras 50 familias alemanas que se instalaron en el paraje Sauce Corto, hacia 1887, dividiéndose en las tres colonias que hasta hoy perduran. Labradores de pura raza, los “alemanes del Volga” despejaron pajonales, piquillines y cortaderas para sembrar el así llamado trigo “ruso” y poco a poco fueron construyendo sus casas, distribuidas según el trazado de las antiguas colonias europeas sobre calles de una sola salida. Muchas de esas primeras viviendas pueden verse todavía en la zona de la Manchurria, en la colonia Santa María, y otras construcciones más recientes, de estilo italianizante o neoclásico, en las colonias San José y Santa Trinidad, por lo que conviene llegar munido de mapa para orientarse.
 
 La Parroquia San José Obrero
 
La Parroquia San José Obrero, con sus dos altas torres coronadas por sendas cruces doradas, se yergue desde 1927 en la colonia 2. Tiene 71 vitrales traídos de Europa y bancos suficientes para albergar a 600 personas –aunque el padre Mario subraya con humor que “como muchas otras, esta iglesia tiene un defecto: no la llenamos”–. Su mayor encanto son las “pinturas encubiertas” que, con ojo avezado, pueden descifrarse en las columnas: el rostro de Cristo, la Virgen Niña y el nombre de Imelda Schwindt, el amor secreto del anónimo pintor que decoró pilares, techos y paredes. Dicen que Imelda vivía frente al templo y que él, rechazado por los padres de ella, le susurró al oído: “Cada vez que entres en la iglesia, te acordarás de mí”. Fiel a su promesa, trazó las letras del nombre de la amada imposible en una columna, junto al banco que ocupaba la familia.

Pero si de historia y costumbres volguenses se trata, nada mejor que visitar el Museo La Palmera – Unsere Leude, situado en una reserva natural a un kilómetro del centro de la colonia Santa María. Pedro Schwerdt, su ingenioso director, nos invita a contemplar las deslumbrantes maquetas realizadas por su suegro Alejandro Streitenberger Maier, músico, inventor y filántropo: equipos de trilla accionados por un pequeño motor, carros, casillas, trenes, norias y molinos para la extracción de agua, cosechadoras, un zimbal, un extraordinario porta-reloj y hasta una bizarra y puntillista guillotina en homenaje a la Revolución Francesa. Antes de despedirnos, probamos los deliciosos kreppel –suerte de tortas fritas bien sequitas– que prepara la esposa de Pedro.

Y ya en tren de sabores y buena mesa (las colonias gozan de merecida fama en ese aspecto), dos recomendaciones de cocina de autor: Dominga, de Francisco Ciganda, que cada noche ofrece una sugerencia alemana; y Weimanhauss, de Javier Graft, con sus deliciosos maultaschen y wickelnudells, también sólo por las noches.
 
 
Estación de D´Orbigny
 
Además de los alemanes
Hacia el norte y hacia el sur de Coronel Suárez, siempre por la RP85, los nombres de los pueblos y caseríos por los que el tren ya no pasa proponen un trayecto entre histórico y nostálgico: Bathurst, D´Orbigny, La Primavera, Otoño... A veces del todo abandonados, otras veces inesperados oasis en la mansa planicie enmarcada por serranías distantes. Y siempre los pastos altos y blandos sacudidos por el viento, las vías del ferrocarril como flechas apuntadas a un destino que ya no cumplen, franjas paralelas donde los niños juegan al equilibrista, trochas que gallos y gallinas merodean esquivos.

Cascada es uno de esos pueblos con estación y galpones todavía en pie, y es también una excepción a la regla: el césped de la plaza está cortado al ras, las hamacas oscilan en sus soportes, las casas deshabitadas parecen haber sido pintadas hace poco... Don Hipólito Rojo, empleado del ferrocarril durante “cuarenta y seis años, cuatro meses y cuatro días”, nos aclara el misterio (que perezosamente ya atribuíamos a la laboriosa mano de una cuadrilla fantasma o a la intervención extraterrestre).
 
 “La municipalidad de Coronel Suárez lo mantiene así por pedido de los antiguos pobladores. El 11 de noviembre de cada año festejamos el aniversario de Cascada con asado, orquesta y baile. Y el último domingo de cada mes viene el cura a dar misa en la capilla, como hoy. Y nosotros venimos a escucharlo. Fíjese...”, dice. Y señala hacia la entrada del pueblo, donde empiezan a aparecer los primeros autos y bicicletas de la pequeña caravana de cascadenses que, como en los cuentos con final feliz, regresan (aunque sea por un ratito) al pago que los vio nacer.
 
Datos Útiles
Alojamiento
 La Casa Hotel Boutique.
Av. Alsina 313, esquina Lamadrid.
T: (02926) 42-2222.
lacasadelusarreta@gmail.com
www.lacasa-hotelboutique.com
De Josi de Lusarreta, la magnífica casona familiar de estilo francés cuenta con ocho amplísimas habitaciones de distintas categorías, una de ellas en planta baja.
 
Comidas
WeimannHaus.
Av. 11 de Mayo 1295. Colonia Santa María.
T: (02926) 49-4360.
FB: WeimannHaus.
El chef Javier Graft deleita a sus comensales con típicos platos volguenses. Viernes y sábado por la noche, domingos al mediodía.
Dominga.
Av. Alemanes del Volga 4475. Colonia San José.
T: (02926) 42-1055.
FB: Dominga Restó.
Francisco Ciganda tiene cada día una sugerencia alemana. Todos los martes, degustación de fiambres y pastas volguenses. Martes a sábado sólo noche; domingos mediodía y noche.
Artemio Gramajo
Brandsen y Belgrano.
T: (02926) 42-3011.
Pastas y regionales. El único que queda felizmente abierto pasadas las dos de la tarde.
 
Museo
Museo La Palmera
A la vera del arroyo Sauce Corto. Colonia Santa María.
T: (02926) 15 40 7377.
lapalmera@sanjosecoop.com.ar
www.museoalemanesdelvolga.blogspot.com.ar
Abierto los fines de semana de 14 a 18. Para otros horarios y días, concertar cita con su director, Pedro Schwerdt.

Teresa Arijón.
Revista Lugares
Edición 204
Fotos: Nacho Arnedo

martes, 16 de julio de 2013

Tips para optimizar los gastos en las vacaciones de invierno

 
Ese oasis que significa el descanso de las vacaciones de invierno en el medio de un año cargado de trabajo y responsabilidades puede volverse un foco de problemas si no se toman las decisiones financieras correctas que dependen en gran medida de la información y la planificación que podamos realizar con anterioridad a la fecha de partida.
 
Aquellos que tengan la suerte de viajar al exterior del país, se encontrarán (como sucede desde octubre del 2011) con problemas para hacerse de las divisas necesarias para afrontar los gastos en el destino elegido. Deberán entonces tener en cuenta algunas limitaciones existentes a la hora de usar las tarjetas de crédito o débito, medio de pago utilizado por los argentinos que viajan fuera del país para aprovechar el tipo de cambio oficial con el que se computan los consumos.
 
Quienes hayan optado por el descanso en alguna de las tantas provincias hermosas de nuestro país, tendrán que administrar bien su dinero para no caer en el consumismo desmedido potenciado por el actual modelo económico y la sensación de "desprendimiento" habitual en períodos vacacionales, con el fin de no pasar luego el segundo semestre del año trabajando para pagar lo gastado durante el descanso. A continuación veremos algunos consejos sencillos y prácticos al respecto.
 
Vacaciones en el interior: separar entre gastos primarios y secundarios
El ahorro puede darse en varios frentes de manera simultánea.
Un esquema muy útil es subdividir los gastos totales en gastos primarios y gastos secundarios.
Los gastos primarios son aquellos derivados del pasaje, estadía, traslado y excursiones.
La opción más popular (pero también, más costosa) es la de comprar directamente un "paquete armado".
 
Pero también existe otra posibilidad mucho más económica: el "hágalo usted mismo", que tiene además la ventaja de poder manejar los tiempos y vincularse más con la gente del lugar.
Internet es un canal ágil y gratuito para averiguar cualquier precio, desde la habitación de un hotel 3 estrellas en Salta hasta el alquiler de un auto en Mendoza.
 
Contactarte con las entidades municipales de turismo del lugar que elijas para vacacionar también puede ser una buena idea, ya que allí te podrán informar sobre actividades y excursiones, pases con descuentos para numerosos lugares de atractivo turístico y te guiarán en todo lo que necesites para una mejor estadía
 
El ahorro generado por tomarse el tiempo de averiguar precios y eventualmente contratar servicios directamente en el lugar de destino, puede cubrir varios días de gastos secundarios (viáticos, comidas, salidas, regalos).
 
Luego, para optimizar estos últimos, es recomendable calcular cuánto dinero hay disponible para gastar durante el viaje y luego dividirlo en partes iguales, una por cada día de vacaciones.
 
Viajes al exterior: lo que tenés que saber de las tarjetas de crédito/débito
Para el Gobierno, los gastos que los argentinos realizan en el exterior representan una fuga de divisas, y por ello es que se han aplicado limitaciones e impuestos que fueron cambiando (leáse endureciéndose) a lo largo del tiempo, sumiendo a la gente en un estado de confusión con respecto al uso de los plásticos en el extranjero.
 
Tarjeta de débito:
En primer lugar, es importante aclarar que no existen al día de hoy mayores restricciones para gastos en el exterior con tarjeta de débito que las que aplica el propio banco emisor del plástico a sus clientes basándose en saldo disponible o límite de gasto diario. Todo gasto realizado se pasará a la cotización oficial de la moneda que rige en el lugar donde se efectuó el mismo más un 20% de impuesto establecido por la AFIP.
 
¿Cómo se puede saber cuál es el tipo de cambio que se terminará aplicando para los gastos? La mejor manera es realizar un gasto pequeño al llegar al país elegido para las vacaciones y ver luego de manera online cuál fue el cambio de referencia utilizado al día siguiente (por más que el dinero se debita en el momento, suele aparecer recién a las 24hs en el resumen online).
Con respecto a las extracciones de divisas con tarjeta de débito, las mismas solo son factibles si se tiene una cuenta corriente en dólares asociada a la misma.
Caso contrario, el plástico solo servirá para realizar consumos pero no para hacerse de dinero físico.
 
Tarjetas de crédito:
Tampoco existen mayores restricciones para la compra con tarjetas de crédito que las que se aplican en la Argentina, referente a límites de gastos mensuales de los usuarios.
Al igual que con el débito, los gastos se computan a tipo de cambio oficial (la diferencia es que hayan sido realizadas en la moneda que sea siempre se pasan a dólares) más un 20% de impuesto, que luego puede ser recuperado dependiendo de la situación fiscal de cada uno (por ejemplo, para los responsables inscriptos es más fácil que para los monotributistas).
 
Con tarjetas de crédito sí es posible retirar dinero en dólares o en la moneda de curso del país visitado, pero hay que tener en cuenta dos aspectos importantes:
  • Es necesario haber gestionado un PIN antes del viaje con el emisor de la tarjeta. Esto se realiza con un simple llamado telefónico y puede incluso gestionarse desde el exterior, pero siempre es mejor hacerlo antes para evitar contratiempos
  • El Gobierno ha establecido un límite de 50 dólares (o su equivalente) para países limítrofes y 800 dólares para países no limítrofes
Esto no quiere decir que gestionando el PIN un viajante se asegura poder retirar 800 dólares si se encuentra vacacionando en un país no limítrofe porque el monto también dependerá de los limites que los emisores del plástico le apliquen a sus clientes (el más común es del 10% del promedio del límite general de compra que tiene el cliente con su tarjeta). Esto también puede averiguarse antes de viajar con un llamado telefónico.
 
Es importante tener en cuenta los gastos que el retiro produce: a los 5 dólares aproximados que cobran las tarjetas hay que sumarle el costo que aplique el cajero del exterior.
 
Conclusión
Como se ve, viajar tranquilo y lograr desconectarse tiene que ver con poner en orden primero los aspectos financieros del viaje.
Tener presente los gastos primarios y secundarios, no endeudarse para viajar, gastar solo lo que se tiene y realizar algunas averiguaciones en el banco con un simple llamado para quienes viajan al exterior y piensan usar sus tarjetas de crédito/débito puede significar la diferencia entre las vacaciones soñadas y un viaje lleno de problemas y contratiempos..
 
Nicolás Litvinoff  / Estudinero
Publicado en el Diario La Nación (Argentina)

domingo, 16 de junio de 2013

Formosa - Argentina: Humedales y Observación de aves

Una gira de cinco días por lo profundo de la norteña provincia de Formosa, recorriendo bosques y humedales en el corazón del Gran Chaco Americano para observar su diversa avifauna en el Parque Nacional Río Pilcomayo, el bañado La Estrella y el riacho Pilagá.
 
Una figurita difícil, al alcance de la vista en lo profundo de Formosa: el surucuá aurora.
 
Practicar birdwatching –según la denominación internacional– o pajareo en buen criollo, es lo que nos atrajo a la capital de Formosa. Esta modalidad de viaje, con millones de seguidores en el mundo, recurre a las mismas silenciosas técnicas de los cazadores, con la diferencia de que a las aves no se les toca una sola pluma. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, 46 millones de personas practican birdwatching –o pajarean– en ese país. El objetivo principal es dispararle al ave... pero sólo con una cámara de fotos. Y finalmente subir las imágenes a esa suerte de álbumes posmodernos de figuritas que son los fotoblogs de estos fanáticos y detectivescos viajeros, que ostentan así a sus “presas”: cuanto más exóticas y difíciles, mejor.
 
La idea del viaje es compenetrarnos con el ambiente de la región fitogeográfica conocida como Gran Chaco Americano, esa planicie que mide 1.000.000 de kilómetros cuadrados con bosques subtropicales que tienen estación seca y conforman la segunda zona boscosa más extensa del mundo después de la Amazonía (abarca las provincias de Santiago del Estero, Chaco, norte de Santa Fe, Córdoba, partes de Salta, San Juan y La Rioja y Paraguay).
 
La provincia de Formosa está precisamente en el corazón geográfico del Chaco Americano, surcada por ríos y poblada por hombres de las culturas wichí y qom. Según datos de la Asociación Aves Argentinas, en Formosa viven 520 de las especies de aves de la Argentina (el 47 por ciento del total del país). Por eso en la provincia hay quince sitios AICA (Areas de Importancia para la Conservación de las Aves).
 


La pértiga es el “motor” de las piraguas para descubrir la diversidad biológica del Gran Chaco Americano.
 
A RODAR
Partimos desde Formosa capital en la camioneta Defender de nuestro guía Puli, rumbo a las selvas en galería del riacho Pilagá, a 30 kilómetros de la ciudad. Llegamos a Mojón de Fierro, un pequeño poblado rural donde los pobladores se dedican a la agricultura y a la carpintería artesanal, y allí nos embarcamos en dos piraguas conducidas por Puli y Pablo Mensía, el otro guía especializado en descubrir aves que nos acompañaría en la gira.
 
Las piraguas avanzan entre bosques en galería donde distinguimos palos blancos, laureles, timbós, mataojos, lapachos rosados y ñandipas guazú. Un grupo de cuatro tucanes –una figurita que no es de las más fáciles– aparece comiendo frutitos entre las ramas de un ingá; son un buen presagio para la jornada. Más tarde vemos una familia de monos carayá –macho con tres hembras y dos crías– cruzando el riacho casi por encima nuestro, mientras usan como puente las ramas de los árboles entre una orilla y la otra.
 
Navegamos en silencio. Las aves cantan pero no se ven y Pablo las identifica a ciegas: “Un saí común, un espinero grande y un arañero picopálido”. Luego oye un tangará común y con su vista de lince lo divisa con su cuerpo amarillo y la cabeza violeta cantando sobre una rama. Sobre la costa, una figurita más fácil: un grupo de urracas bebe indiferente a nuestro paso. Un martín pescador nos cruza a vuelo rasante: “El chico”, aclara Puli, agregando que en la zona hay tres especies de esta ave colorida de pico agudo y notable habilidad para capturar sus presas.
 
Tras una curva del sinuoso riacho Pilagá nos espera una colonia de boyeros yapú con sus enormes nidos pendiendo de delgadas ramas, fuera del alcance de sus predadores sobre el cauce de agua. Un surucuá aurora con su hermoso plumaje se deja fotografiar a discreción: esta especie es pariente del quetzal de Guatemala y construye sus nidos dentro de los termiteros kupi-i en la copa de los árboles, en simbiótica relación con las termitas.
 
Con el atardecer aparece el estridente canto del muitú, una pava grande de monte y muy terrícola que vuela muy poco. Esta ave fue declarada Monumento Natural provincial, ya que está en peligro de extinción. Las oímos, pero no las vemos.
 
Con las últimas luces divisamos un ipequí o ave de sol nadando delante nuestro, pero se deja ver apenas unos segundos y se sumerge para desaparecer en el agua. Varios minutos después resurge, ahora 20 metros más adelante.
 
Todo es amplitud y silencio en el mirador de la laguna Blanca, en el Parque Nacional Río Pilcomayo.

HACIA EL PARQUE NACIONAL
Ya sin luz partimos hacia el Parque Nacional Río Pilcomayo. A la hora y media de viaje llegamos a la localidad de Laguna Blanca, donde está previsto pasar la noche en un hotel. Los birdwatchers –o “pajarólogos”– son necesariamente madrugadores: en caso contrario, no verán gran cosa hasta llegado el atardecer. Con el sol saliendo en la planicie tras las palmas de caranday ingresamos al Parque Nacional. Así como las aves en la selva son coloridas y esquivas, en la sabana de pastos bajos su aspecto es más sobrio y menos llamativo, ya que en el plano abierto no deben llamar mucho la atención porque corren el riesgo de atraer a los predadores. Entonces la atracción del sexo opuesto se hace con bailes y trinos, como es el caso del jilguero y el hornero.
 
Las primeras aves en mostrarse son de la familia de los Tyranidos o “papamoscas”, porque cazan insectos en vuelo realizando un característico “vuelo elástico”. Con esta precisa técnica capturan un insecto velozmente y vuelven a posarse en la misma rama de la que partieron. La primera especie en mostrarnos sus habilidades es una monjita blanca, luego una monjita gris y por último un churrinche macho con su fulgurante rojo escarlata.
 
Claro que no todas las aves vuelan en la sabana. Frente a la camioneta pasa corriendo una enorme perdiz colorada que salta unos metros –lo que le permiten sus cortas alas– alertada por nuestra presencia. Luego nos cruzan a veloz carrera dos chuñas de patas rojas con sus largas patas, la versión sudamericana del correcaminos. Una familia de ñandúes anda en la lejanía: es un macho con sus cuatro hembras.
 
El Parque Nacional Río Pilcomayo protege una valiosa muestra de los distintos ambientes del Chaco húmedo u oriental. Luego del almuerzo recorremos un sendero que se interna en el “monte fuerte”, dominado por quebrachos colorados chaqueños, lapachos y urunday. Estos bosques de maderas duras son el hogar de numerosas aves como el pájaro carpintero (hay aquí más de diez especies), cuyos toc-toc fuertes y secos se oyen a la distancia. El carpintero negro de dorso blanco está entre los más frecuentes y divisamos uno con los binoculares. Mientras tanto el estridente trino de la ratona grande –un ave pequeña de potentes pulmones– nos indica que una anda cerca entre las palmas caranday, ya que su vida depende de estas plantas.
 
Camino a la Laguna Blanca, dentro del Parque Nacional, se cruza delante del vehículo un grupo de pecaríes de collar. Esta laguna es el paisaje más bonito del parque, un espejo de agua de 800 hectáreas con una gran diversidad de aves, que forma parte de la red Ramsar de humedales de importancia internacional.
 
Al avanzar por las pasarelas que bordean la laguna nos flanquea un alto pajonal de huajó y totora de hasta cuatro metros de altura, el hogar propicio para aves como el federal, el angú y la pollona azul. Una infinidad de aves acuáticas parecen jugar a las escondidas asomándose entre la vegetación. Nuestro guía Puli anota cada uno de los avistajes en su libreta de campo y, si tiene dudas, chequea comparando con las fotos su guía de aves.
 
Puli descubre el singular gorjeo de la choca listada y utiliza un reproductor mp3 de sonidos para engañar al ave, que responde al llamado como si dialogara, desafiante y marcando su territorio. Pero el guía aclara que este truco debe utilizarse con máxima precaución, ya que puede alterar el comportamiento de las aves.
 
El atardecer enrojece al cielo mientras dos yacarés overos nadan culebreando en la superficie, cerca de la orilla. A esa hora salen de su letargo estos reptiles de hábitos nocturnos, que durante el día acumulan calor tomando sol en la orilla. Con el crepúsculo comienzan la caza, principalmente de peces. Para ver el globo incandescente del sol hundirse en el horizonte subimos a un mangrullo sobre la costa.
 
El bañado La Estrella, el tercer humedal de Sudamérica y refugio de vida silvestre
 
LA ESTRELLA DE FORMOSA
A la mañana siguiente partimos hacia la ciudad de Las Lomitas, la puerta de ingreso al bañado La Estrella, un humedal de 400.000 hectáreas que es el plato fuerte de la provincia. Después del Pantanal de Brasil y los Esteros de Iberá, es el tercer humedal en importancia de Sudamérica. Nutrido por los desbordes del río Pilcomayo, el bañado La Estrella es un oasis húmedo dentro del paisaje semiárido del Chaco Americano.
 
Unos kilómetros antes de llegar al bañado nos detenemos en un establecimiento rural ganadero de la zona que los guías llaman “el campo de Don Mario Rodríguez”. Allí Don Mario nos invita a recorrer un sendero por el bosque de quebrachos y palo santo donde hay también árboles autóctonos como el guayacán, el itín y el mistol. Estos bosques son el hogar de aves como el esquivo matico –con el cuerpo negro y la cabeza naranja– y los loros habladores a los que vemos en sus nidos. Además habitan entre los espartillares la corzuela o guazuncho (un pequeño cérvido) y osos hormigueros gigantes.
 
Al mediodía Mario nos espera con sopa paraguaya –un soufflé de harina de maíz con cebolla, queso y choclo– y un crepitante asado de cordero. De postre: mamón en almíbar con queso criollo. Después de una siesta de lujo en hamacas al aire libre, partimos hacia el bañado La Estrella.
 
Al atardecer todas las aves del mundo parecen darse cita en este inabarcable humedal. Los champales –arboledas secas de pie en las aguas, cubiertas por enredaderas– son bullangueros y llenos de vida. En una tarde vemos centenares de aves, acaso miles. Unas 300 especies habitan los bañados alborotándose cada amanecer y atardecer, con ensordecedores conciertos de graznidos como el chillido histérico del tero, el grito vigilante del chajá –siempre en pareja– y el silbido agudo y estridente del caracolero.
 
También se oye a veces como un golpeteo de madera –es el pico de las cigüeñas jabirú– e incluso su aleteo, como el de aquellas dos que nos sorprenden a diez metros sobre nuestra cabeza, provocándose en el aire como buscando pelea. Bajo las transparentes aguas también se ven sábalos y pirañas, que en la costa son pescadas a picotazos por el jabirú. Otras especies comunes son el pato real y los tres siriris: el de vientre negro, el pampa y el colorado. Las espátulas rosadas y los negros biguás comparten los árboles secos. En otros hay garzas blancas mezcladas con garzas moras y brujas.
 
Espátula rosada, una de las aves más vistosas que se avistan en territorio formoseño
 
EN FORTIN SOLEDAD
Desde Las Lomitas retomamos viaje por 70 kilómetros hasta la localidad de Fortín Soledad. De manera sutil pero permanente, los paisajes van cambiando y ahora dominan la escena el quebracho colorado santiagueño y el blanco, el algarrobo y el palo santo. También hay muchas cactáceas como el cardón, que alcanza los seis metros, el ucle y el quimil.
 
El paisaje cambia otra vez y el ambiente se transforma en un interminable oasis verde de palmares y champales inundados. Nuevamente nos embarcamos, ahora conducidos por el guía baqueano Carlos Maldonado, quien impulsa el bote con una pértiga. Ya de entrada estamos rodeados de aves y los largavistas son innecesarios. Centenares de aves acuáticas se alimentan caminando por las aguas o vuelan de un lugar a otro, desde patos y cigüeñas como el jabirú hasta las pequeñas jacanas que caminan ruidosamente en grupo sobre la vegetación flotante.
 
Carlos detiene la marcha y exclama: “¡Una curiyú!”. La divisa entre unos arbustos que sobresalen del agua. Se trata de una anaconda amarilla, una boa pariente menor de la verde famosa gracias al cine que habita en Venezuela. Las anacondas criollas son más modestas, pero llegan a superar los tres metros de longitud y los días de sol se enroscan sobre los champales, aprovechando el calorcito.
Luego de una navegación de varias horas desembarcamos en un islote dentro del bañado a disfrutar la sombra de unos añosos algarrobos blancos. El almuerzo es un picnic de empanadas de charqui y un budín de pan con dulce de leche. El guía nos muestra una imponente águila negra y más lejos un aguilucho pampa con su característica cabeza blanca.
 
De regreso merendamos sobre la embarcación un bizcochuelo muy proteico de harina de algarroba producida por una comunidad wichí. Frente a nosotros revolotean miles de aves.
Durante cuatro días, Carlos ha venido anotando cada uno de los avistajes de las distintas especies de aves.
 
Hacemos la check-list final, según dicen los expertos, o “la cuenta” en buen criollo, y Puli lee los resultados en voz alta: “Habiendo recorrido 985 kilómetros hemos visto 139 especies y una cantidad total de aves incontable, una cifra nada despreciable para ustedes, que es su primera salida en viajes de birdwatching. Hemos pajareado de lo lindo. Bienvenidos sean al extraño y ecológico mundo de los pajarólogos”.

DATOS UTILES
Cómo llegar:
Desde Buenos Aires hay vuelos diarios a Formosa capital. Desde Retiro, varias empresas de micro van a Formosa o directo a Las Lomitas. Cuesta $630 el semicama y $690 el cama.
 
Excursiones:
Un paquete de cinco días con la empresa El Jabirú –incluyendo traslados desde Formosa capital a Mojón de Fierro, Laguna Blanca, el Parque Nacional Río Pilcomayo y Las Lomitas, más navegaciones, guía y viandas, almuerzos y meriendas– cuesta $3500 por persona en base doble, $3000 en base cuádruple y $2800 en base séxtuple (no incluye alojamiento).
 
Una excursión de un día al Bañado La Estrella partiendo desde Las Lomitas con navegación y almuerzo cuesta $650 por persona en base doble y $530 en base cuádruple. Más información: (03718) 477001 y (011) 15 50137526. www.eljabiru.com.ar
 
Cuándo ir: Por las crecidas periódicas del Bañado La Estrella, la época de invierno es la mejor. Entre mayo y septiembre se dan los mejores avistajes.
 
Diario Pagina 12
Suplemento Turismo
Fotos: Pagina 12

miércoles, 10 de abril de 2013

Cómo hacer que la tecnología te ayude en tus viajes



Desde las videollamadas de Skype hasta las aplicaciones de mensajería instantánea y la cartografía digital, un recorrido por los servicios on line que transformaron los usos y costumbres de los viajeros

Visitar un centro de información turística, mandar una postal y llamar a los familiares tal vez eran algunas las tareas que cualquier persona tenía en mente cuando se encontraba de viaje en el extranjero. Nada de eso cambió demasiado en los últimos años: se realizan consultas sobre cuál es el mejor hotel (y el más económico, por supuesto), se comparten fotos de las vacaciones en la playa y los llamados internacionales siguen vigentes.

La diferencia está en los recursos utilizados, desde el uso de las conexiones inalámbricas a Internet hasta las computadoras portátiles, los dispositivos móviles y los diversos servicios on line como Skype y Facebook, entre muchos otros. Todos se encuentran cada vez más presentes en la vida diaria de las personas y, dada su naturaleza omnipresente a nivel global, también se adaptan a la perfección en las travesías que emprenden los viajeros.

Cambios de hábitos
"Lo que cambiaron fueron las plataformas, en la forma de contar las historias. No pondría tanto énfasis en la tecnología o los dispositivos en sí", explica Jorge Gobbi, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y autor del sitio Blog de Viajes , que cubre temas relacionados con el turismo y los viajes.

"Antes se utilizaban las recomendaciones boca a boca, un mecanismo que encaja a la perfección en sitios como Facebook y Twitter. También ocurre con plataformas de fotografía como Flickr o Instagram, que aprovechan el recurso visual y la posibilidad de la publicación en tiempo real. Los recuerdos y las experiencias de un viaje ya no se cuentan al regreso, sino mientras se viaja, lo que genera más empatía con otras personas", agrega Gobbi.

Lo usual es que toda consulta para planificar un viaje comience en una búsqueda en la Web, es una tendencia habitual en la mayoría de los casos. "Existe muchísima información disponible, pero a su vez para ciertos destinos en el extranjero, e incluso dentro de la Argentina, hay una ausencia de datos básicos", explica Gobbi.

En general, los viajeros apuntan a información más estructurada de forma previa, tales como pasajes, alojamiento y transporte público, entre otros datos. En cambio, las consultas más específicas se refinan en búsquedas que se complementa con blogs, sitios de viajes especializados y incluso las redes sociales, para definir aspectos relacionados con el lugar de destino en fotos y videos.

"No obstante, un cambio de hábito también se refleja en el traslado de la planificación de la etapa previa al momento de arribar a destino. Mucha información suele ser consultada durante el viaje desde dispositivos móviles con aplicaciones como Foursquatre, Tripadvisor o Yelp, por mencionar algunas".


Experiencias tecno en el camino
"Durante dos meses trabajé como ayudante de electricista en Israel, y durante mi paso por Bulgaria, en una granja orgánica que contacté por Internet para costear mi travesía", cuenta Ignacio Cretini, licenciado en Economía y estudiante de posgrado en Desarrollo Económico.

" Helpex es un sitio interesante, que ofrece un listado con las ofertas laborales destinadas a viajeros que deseen costear sus gastos de forma temporaria. Sin embargo, sólo es útil en aquellos destinos en donde la legislación laboral no es tan estricta. En países como Estados Unidos, Francia o Reino Unido las opciones son más limitadas", explica Cretini, que también utilizó Couchsurfing.org para conseguir hospedaje sin costo.

"Cuando paraba en hosteles aprovechaba el acceso Wi-Fi, lo utilizaba para todo: ver mapas, navegar en la Web, chequear mensajes de correo electrónico y realizar llamadas por Skype. Asimismo, en los bares y cafés que frecuentaba también contaban con este tipo de conexiones. En algunas ocasiones volvía a pasar por el frente de estos comercios y, de forma ocasional, aprovechaba para realizar un pequeño llamado o ver los mensajes que me llegaban a Facebook", cuenta este viajero.

"Después de definir y planificar mi destino, investigo los comentarios de sitios como Tripadvisor y los contrasto con la información disponible en guías como Lonely Planet", cuenta Natalia Karg, una licenciada en Administración de Empresas que inició su travesía en Nueva Zelandia, para luego visitar Australia, el sudeste asiático y China.

"Viajé con un iPhone, que me servía para mantenerme comunicada con Skype, Whatsapp y Facebook mediante una conexión wi-fi", cuenta Karg, que además llevé una netbook, pero sólo la usaba para realizar una copia de resguardo de las fotos"

"Tanto Foursquare como las aplicaciones gratuitas para el transporte público y de las aerolíneas también me sirvieron mucho para recorrer países como China e Indonesia", y destaca que sitios como Skyscanner le permitieron establecer las mejores rutas de viaje con los pasajes más baratos y convenientes.

Durante su travesía también organizó un foro en donde cada uno de los compañeros de viaje registraba sus propias experiencias, pero al final Facebook terminó siendo la plataforma ideal para publicar las fotos de forma rápida y sencilla, con sus amigos y familiares.


Recursos para tener a mano
Los viajeros frecuentes suelen echar mano a la gran oferta de aplicaciones de las principales aerolíneas, que disponen de la información de los vuelos junto a otros datos adicionales, tales como las millas acumuladas o la posibilidad de reservar hoteles y autos. A su vez, tanto Google como BlackBerry disponen de forma integrada servicios como Google Now o BlackBerry Travel, que permiten planificar los viajes bajo la misma modalidad, con los horarios de partida en tiempo real.

En cuanto a la cartografía digital, el recurso estrella de todo viajero, Google Maps y Nokia Maps son las aplicaciones destacadas en este segmento; son gratis y tienen información contextual dividida en mapas que agrupa la distribución del transporte público, puntos de interés y hasta la posibilidad de ver los mapas sin tener la necesidad de estar conectado a Internet (ante la ausencia de un acceso inalámbrico Wi-Fi o para evitar cargos adicionales de roaming).

Y en este punto, para evitar un abultado resumen de cuenta del celular, la mayoría de los celulares modernos permite deshabilitar el uso de la red móvil en el extranjero (pasándolos al Modo Avión ). Internet permite que, desde cualquier acceso Wi-Fi, uno pueda mantenerse comunicado usando videollamadas (Skype, FaceTime o incluso BlackBerry Messenger, que ahora permite establecer llamadas de voz) o utilizar un servicio de chat multiplataforma como Whatsapp, Line, Google Talk u otro de los tantos servicios de mensajería instantánea disponibles para teléfonos móviles .

Para aquellos que añoran a la distancia a sus amigos y familiares se encuentran las videollamadas de Skype, un pionero a la hora de acortar los gastos en las comunicaciones a distancia. Google dispone de Hangout, que permite voz y video simultáneo entre dos o más participantes, mientras que Apple cuenta con la aplicación nativa FaceTime para sus dispositivos.

Guillermo Tomoyose  
Diario La Nación (Argentina)
Fotos: Web

domingo, 17 de marzo de 2013

Grecia


En Atenas-Plaza de Sintagma, Los évzones ( Guardia Nacional)

De cuna de la civilización a meca de mieleros, los íconos más buscados por los turistas no se ven afectados por la crisis. Desde la Acrópolis y su nuevo museo hasta las cautivantes islas de Mykonos y Santorini, con un raudo pasaje por la enigmática Creta, hay una buena noticia y es que más allá de los índices económicos, los tesoros griegos están blindados a fuerza de belleza.

Llego a Atenas pocas semanas antes de las elecciones, cuando la salida del euro es un tema caliente y la crisis le ha dado larguísimos y funestos centímetros a Grecia en la prensa del mundo. Políticos y economistas hablan del “modelo argentino”, de manera que la mirada ansiosa de la gente al saber que vengo de aquí no tarda en llegar. “¿Y? Están mejor, ¿verdad?”.

El default del 2001 debe figurar segundo o tercero en el ranking de sucesos famosos de Argentina, haciendo peligrar la posición de Natalia Oreiro, Messi o Gardel, siempre después de Maradona, claro. No es para enorgullecerse, pienso. Pero ¿cómo será ser oriundo del país de Homero, de Aristóteles, de Alejandro Magno, estudiar a Zeus en el colegio y al caballo de Troya en lugar de la batalla de San Lorenzo? ¿Cómo es tener 50 siglos de historia? Ser la civilización que forjó la noción de clásico que hoy maneja Occidente. Estudiar el siglo de Pericles –el V a.C.– en lugar de nuestro reciente bicentenario. Estar en la etimología de tantísimas disciplinas (de la matemática a la astronomía) y sus consabidos teoremas, alegorías, poéticas, retóricas, fábulas y otras tantas esdrújulas que los griegos dieron a las ciencias y las artes. Sin ellos no habría narcisismo, ni talón de Aquiles, ni mito de Prometeo, ni Oráculo de Delfos. Ni Maria Callas. Ni Juegos Olímpicos. 

Recuerdo el “todos somos griegos” del poeta Shelley. Me sobreviene la ansiedad. “No voy a poder con tanto”, me digo después de hospedarme en el Grande Bretagne, en plena plaza Syntagma, el centro mismo de Atenas. Es un edificio histórico que es hotel desde 1874; fue ocupado por los nazis durante la II Guerra Mundial entre 1941 y 1944 y recuperó luego su fasto, alojando a reyes, presidentes, actrices y otros personajes célebres. Fue absolutamente remozado en 2003, justo antes de los Juegos Olímpicos de 2004, cuando reabrió como miembro de The Luxury Collection. Frente a mi balcón está el Parlamento y desde el restaurante del último piso, la vista del Partenón a la hora del desayuno me deja pasmada. No sabía que la Acrópolis era tan omnipresente: se la ve de todas partes. Hasta hoy, nunca se me había antojado visitarla. Ahora no veo la hora de hacerlo.

Acrópolis y su Museo
La entrada principal está en vértice suroeste, detrás del teatro de Herodes Ático. Por los demás flancos, son paredes verticales de piedra que le sirvieron de defensa durante siglos. Camino por esas piedras lustrosas por los siglos de los siglos, y me cuesta creerlo. Pienso en los iconos de las ciudades, la tour Eiffel, la estatua de la Libertad, el Cristo en el Corcovado. Todos inventos del urbanismo moderno. Este, en cambio, es anterior a la idea de que las ciudades tuvieran que representarse, tener una postal de sí mismas.  

La estructura del Partenón que hoy está en pie –siempre apuntalada con andamios y grúas que trabajan en la reconstrucción– es la que Pericles mandó rehacer, tras el ataque de los persas, a los arquitectos Ictino y Calícrates y al gran escultor Fidias. El templo funcionó luego como iglesia cristiana, mezquita, polvorín, y se mantenía bastante entero hasta 1687, cuando la bala de un cañón del general veneciano Morosini dio directamente sobre el techo y lo desplomó. Sin embargo, el mayor daño fue el que le infringió Thomas Bruce, más conocido como Lord Elgin: se llevó gran parte de las esculturas y vendió en Londres 19 figuras del pedimento, 15 metopas y 56 bloques del friso. Así es como el British Museum conserva hoy 75 de los 160 metros originales y una de las cariátides del Erecteión, entre tantas otras piezas que en el nuevo Museo de la Acrópolis figuran  representadas –in absentia– con las iniciales BM sin más. Como si la tenencia de todo ese patrimonio griego en manos inglesas se resumiese en esas dos letras.

Con el BM como una cuestión de estado –Grecia le reclama al Reino Unido la devolución de las piezas del Partenón desde principios de 1980– , Atenas concretó finalmente en 2009, y tras ocho años de trabajos, el Nuevo Museo de la Acrópolis. En realidad es también una respuesta al argumento inglés que objetaba que la ciudad carecía de un museo que pudiese exhibir de forma adecuada todas esas piezas. Ahora sí. Podrá desentonar de afuera (es un mega rectángulo de vidrio negro que contrasta con las casas bajas del barrio de Makryanni), pero por dentro es una gloria. Los hallazgos de las colinas de la Acrópolis están en la primera galería, que tiene una anchísima escalera vidriada y lleva la Galería Arcaica. 

Allí, el gran logro es que todas las piezas están exhibidas como en un “bosque de estatuas”, sobre pedestales que el visitante puede rodear apreciando todos sus ángulos. Iluminadas con luz natural, es muy grata la experiencia de pasearse entre ofrendas votivas a Atenea, observar los restos del friso del Hekatompedon (el Partenón anterior) y detenerse a aprender cómo trabajan con rayo láser, y a la vista del público, en la limpieza de las cinco cariátides del Erecteión: las quitaron de allá arriba, donde dejaron réplicas, y las trajeron aquí para su cuidado y mejor apreciación. El chan chan esperado está en el último piso, donde una enorme superficie de las dimensiones reales del Partenón reproduce aquí abajo la disposición que todos los originales –y las réplicas– tenían allá arriba. Y lo mejor es que por las ventanas se lo ve, magnífico y en pie. El gesto de observar el friso, los pedimentos y las metopas aquí a la altura de los ojos y girar la cabeza para imaginarlos en ese icono mundial de la cultura es exquisito. Hasta las 17, además, suele haber guías especializadas en arqueología como para hacer preguntas. No valen la más obvia y es cómo hace 25 siglos pudieron los hombres hacer algo así.

El otro museo de visita imprescindible es el Arqueológico Nacional, que se complementa con el de la Acrópolis: son 10 mil metros cuadrados de reliquias valiosísimas como el original de la máscara de Agamenón, los frescos minoicos de Santorini, una importante colección de arte cicládico, y la imponente estatua de Zeus o Poseidón –no se sabe bien– hallada en el mar frente a Eubea en 1928. Conocerlos ambos obliga a dedicarle por lo menos media jornada a cada uno. El resto bien puede dedicarse a recorrer las históricas calles de Plaka, con su calzada de mármol brillante y sus muchos negocios y tabernas, Monastiraki y Kolonaki, el barrio más chic.

 Teatro de Epidauro

La Argólida
Puede que no vaya con tiempo suficiente para correrse hasta los magníficos monasterios de Meteora –como en mi caso–, pero la Argólida no se le niega a nadie. Está a tiro de piedra de Atenas, apenas después del Golfo Sarónico, y en una sola jornada puede verse el Canal de Corinto, el Teatro de Epidauro y la Acrópolis de Micenas. La bella ciudad veneciana de Nauplia es un excelente punto de partida para quien va por cuenta propia. Situada a 12 km de Argos –considerada la ciudad griega que ha sido habitada de manera ininterrumpida durante más tiempo–, Nauplia fue la primera capital tras la independencia (1833/34) y ofrece un romántico entramado de callecitas angostas y balcones floridos. A 30 km, entre carreteras que atraviesan campos sembrados de olivos y pistachos, se llega al Teatro de Epidauro, uno de los mejor conservados del mundo helénico. Entre pinos y eucaliptus, su acústica formidable permite que arrojando una moneda en el centro de la orquesta se escuche perfectamente desde las filas más altas. Cuando se representan obras antiguas, aún hoy, y ante 14 mil espectadores, no es preciso utilizar micrófonos. 

El museo de Micenas cierra –hasta bien entrado el verano– a las 15, por lo que es preciso apurarse para llegar antes, y es menester haber leído un poco de historia para comprender mejor qué es lo que uno tiene delante de los ojos. Nada menos que el reino más poderoso de Grecia entre el 1600 y 1200 a.C. De pie frente a la conmovedora simpleza de la Puerta de los Leones recuerdo las palabras de Javier Reverte en su Corazón de Ulises: “No hay, quizás, una entrada tan imponente en el mundo para el palacio de un rey. Ni tan sencilla. Pero la grandeza no precisa nunca de barroquismos”. Este es el lugar donde el Mito se encuentra con la Historia. Un poco más allá visitamos el Tesoro de Atreo, que se presume también como la tumba de su hijo Agamenón, hermano de Menelao. Es en realidad un tholos, una construcción circular a la que se ingresa por un corredor monumental de 40 metros de largo. Oscura y desierta, cuesta imaginar esta cámara con forma de panal haya estado revestida por pinturas. Pensar en Agamenón regresando con Casandra. “Micenas, la rica en oro”, la llamó Homero. Y hubo que esperar a que Schliemann  encontrara sus tesoros, primero en Troya y luego aquí, para darle crédito. La Ilíada, compruebo, no es pura literatura.


Mykonos
El de las Cíclades es el archipiélago que integran Mykonos, Santorini, Naxos, Ios, Andros y Paros, entre otras. Llevan ese nombre por su disposición en círculo (kyklos) alrededor de la isla de Delos, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de esta sección del Egeo. Es una de las islas más fashion y glamorosa, y a diferencia de Santorini, que tiene más de un centro urbano digno de visita (Oia y Fira, por lo menos), Mykonos tiene sólo Mykonos, razón por la cual va un consejo: para que no les quede como la “hermana pobre” de Santorini, vayan primero Mykonos. 

De pobre en realidad no tiene nada, excepto que la configuración volcánica y de altura de los pueblos de Tera –el nombre clásico de Santorini– es bastante más espectacular que la de esta ciudad blanca que sorprende por su homogénea belleza, su contraste con el azul, su brillo. Aquí no hay buses que se mueven de un lado a otro, ni hay manera de recorrer la ciudad que no sea a pie. Es inevitable perderse en el enjambre de pasajes irregulares con nombre en griego que, al cabo de un rato, a cualquiera se le antoja un verdadero laberinto. 

Yo llego primero a Mykonos de carambola y no adrede, pero preparada como estaba para la belleza de Santorini, no había guardado expectativas. Y cuando abro la ventana de mi cuarto en el hotel Petassos Beach y veo la puerta azul y el balcón blanco y atrás el mar del mismo azul, entro en una sintonía de emoción con el lugar tan fuerte... Es un sitio en el que la mano del hombre se sumó a lo concebido por la naturaleza. Es como si Dios se hubiese puesto de acuerdo con nuestra raza a ver qué podía aportar cada uno a la hora de rendirle culto a la belleza. No es el Edén de las palmeras y las aves cantoras, los frutos ubérrimos y el arroyo cristalino. Aquí el Creador puso el mar, y el Hombre esos cubitos blancos de ventanas azules. Una santa rita fucsia por aquí, una roja por allá, y ya está. No hace falta más. O sí. El rinconcito donde se instalaron en el siglo XVI unos molinos de leyenda, justo enfrente de la hilera de restaurantes donde rompe el mar. 

Le dicen Little Venice, y es el lugar donde todos se reúnen para ver el atardecer. La gente aplaude en el preciso instante en el que el sol se pone en el mar. Es la culminación de un día perfecto. Como parecen ser todos aquí desde hace décadas. El paraíso griego tiene la manga ancha y reúne a jóvenes y viejos, orientales y occidentales, gays y heteros, blancos y negros, ricos y no tanto. Los pobres de billetera y espíritu, en cambio, harán bien en rumbear para otra parte. Música lounge, yate y playas nudistas es una trilogía cotidiana que le agrega una pincelada de color a esta ofrenda moderna a la diosa Afrodita.

 
Bandera griega en la Isla de Santorini

 Santorini
Aquí no hay que imaginar figuras de marfil de Atenea ni concebir a los personajes de la Ilíada. En cambio, la mente debe viajar hasta el 1613 a.C para concebir una de las erupciones volcánicas más fuertes de la historia. La redonda isla de Strongili –que así se llamaba– vio hundirse su centro, dejando a la vista una caldera con elevados acantilados en su parte oriental. Los restos hallados en las ruinas de Akrotiri dan cuenta de este fenómeno. La isla se repobló, pero la actividad volcánica continuó esporádicamente y así se desprendieron y formaron las volcánicas islas vecinas de Palia y Nea Kameni, en el centro de la caldera. En 1956, cuando nadie lo esperaba, un terremoto 7.8 en la escala de Richter acabó con Oia y Fira, los principales poblados, que se han ido recuperando al compás del turismo, desde 1970 hacia adelante.

Será por haber sufrido tanto que Santorini es tan espléndida, porque por más prevenido que uno esté, no hay cómo no rendirse a sus pies. Los atardeceres en Oia (pronúnciese Ía) figuran en todos los rankings del planeta. La gente llega con horas de anticipación al Castillo (“Castle”, así le dicen a las ruinas de algo que se le parece, y es “el” lugar donde se apostan de a cientos): cuando está por llegar el minuto clave no cabe un alfiler y el aire se corta con cuchillo. 

En Fira, la capital, la vista de la caldera desde las alturas es tan onírica que parece ajena a este mundo, parte de uno más bello y mágico, sin dudas. Si Mykonos es un laberinto que se obstina en hacernos perder para llevarnos, encandilados, hacia inesperadas salidas al mar azul, los pueblos de Santorini son como hormigueros a cielo abierto, construidos en color tiza, rosadito, crema, sobre una elevación por la que siempre, de todas partes, se asoma el mar. Son expansivos y ambiciosos, inquietantes. Están, claro, las cúpulas añil de las iglesias. Las joyerías. Las bodegas donde probar los vinos blancos de la isla. Pero también las playas de arena negra –Perissa y Kamari– o roja. Esta última, más conocida como Red Beach, es de acceso peatonal y, a diferencia de las demás, con servicios bastante limitados. Para llegar hay que ir hasta Akrotiri y caminar por un sendero un poco pedregoso (no recomendable para niños pequeños).

Antes de despedirse de Santorini, resulta provechoso conocer Amoudi Bay, un pequeño puerto con coloridas tabernas que regala otro panorama, muy diferente del que brindan las alturas de Oia y Fira, pero también encantador.


Creta
Voy a Creta por dos días y me siento un poco como si hiciera lo mismo en la Patagonia. En el mapa parece pequeña, pero puesta a investigar, hay tanto para ver. Es la isla del Minotauro, de la importante Garganta de Samaria –el desfiladero más largo de Europa–, de la bella playa de Elafonesis, las ciudades venecianas de Hania y Rethymnon y la isla de Spinalonga, el último lazareto del continente. 

Primero y antes que nada, Cnosos. Es fácil llegar desde Heraklio, la capital de Creta. Hay colectivos todo el tiempo, y no está a más de 15 minutos de viaje. Cnosos estuvo entre las intenciones del codicioso Schliemann, pero no pudo concretarlo y la gloria se la llevó, recién en 1900, el británico Arthur Evans. También muy cuestionado por su reconstrucción del sitio, lo cierto es que para los comunes mortales las áreas “a todo color” –como el fresco del toro, el de los grifos (mitad águila, mitad león) o el de los delfines en el Megarón de la Reina– ganan mucho en interés. Antes o después, siempre es bueno completar la visión con un paso por el Museo Arqueológico que si bien está en refacción desde 2006, concentra en unas pocas salas algunas de las obras más importantes como el fresco del salto del toro, el Príncipe de los Lirios, o el disco de Festos. 

Antes de que termine el día combino alquilar un auto con guía/chofer. Al día siguiente, me encuentro con Maria, una joven de 25 años con la que en menos de 24 horas hago un curso acelerado de Creta. Trepamos a Anogia, para tener una visión de lo que es un pueblo de montaña. A poco de andar encontramos a uno de los señores vestidos de negro con el sariki en la cabeza que posa para la foto muy orgulloso. Probamos el queso local, conversamos con otro parroquiano mientras come mandarinas y agita su komboloi; seguimos hacia la costa. Almorzamos un souvlaki al paso en Rethymnon y nos aproximamos a algunas de las playas que están en el camino hasta que arribamos a nuestra meta: ver el atardecer en Hania. Eterna enemiga de Heraklion, Hania no es capital, pero tiene esa bahía con uno de los faros más antiguos de Europa. Mientras Maria toma otro frappé, nos divertimos buscando palabras en español que tienen origen griego. “Faro” es una de ellas. Pero son tantas que el entretenimiento se prolonga todo el camino de regreso. Pentagrama, Cátedra, Tragedia, Conciencia, Palimpsesto, Espasmo. Es de noche al volver a Heraklio. Crisis, sí, es cierto. Pero también Tesoro y Paraíso.

Soledad Gil
Revista Lugares
Edición 197
Fotos: Web

domingo, 17 de febrero de 2013

Brasil: La postal perfecta, playas vírgenes, arena blanca y palmeras en Angra dos Reis

 
                              El puerto de Angra dos Reis.  Foto: / Martín Mangudo - Banco de Imágenes Embajada del Brasil en Buenos Aires
El puerto de Angra dos Reis
 
Al sur de Río de Janeiro, la bahía ofrece 365 islas para recorrer, muchas deshabitadas y otras con muy pocas construcciones; Isla Grande, una de las más conocidas, fue durante años centro de cuarentena de esclavos africanos y después se construyó una prisión, que mantuvo al turismo alejado
 
A 150 kilómetros al sur de Río de Janeiro, como si fuera una árbol, la bahía de Angra dos Reis se ramifica en dos mil playas de esas de postal caribeña, con arenas blancas y palmeras, que están distribuidas entre el continente y 365 islas. "Puedes visitar una por día durante un año", dice Leonardo, un poblador local, en una descripción cuantitativa que poco importará a quien navegue en las aguas que rodean esas islas y se estremezca al percibir los incalculables tonos de azul y verde del mar.
 
De fondo podrá escuchar el rugir del motor de la embarcación y el viento se llevará sus palabras. Deberá gritar. O dejar de hablar y sólo observar, tal vez con los ojos entrecerrados por el sol, la inmensidad del mar y la densa mata atlántica en el continente y en los relieves montañosos de las islas.
 
                                   En la isla Gipoia, un pequeño muelle permite acceder al restaurante Canto das canoas.  Foto: / Martín Mangudo - Banco de Imágenes Embajada del Brasil en Buenos Aires
  En la isla Gipoia, un pequeño muelle permite acceder al restaurante Canto das canoas.
 
La bahía, descubierta un 6 de enero de 1502, fue nombrada en honor al Día de Reyes. Y a pesar del paso de los años desde la conquista, sus islas mantienen esos aires vírgenes y puros que se aprecian en selectos lugares del mundo. En la gran mayoría no hay construcciones edilicias, ni siquiera baños, y por ley sólo está permitida la estada de un máximo de personas por día en cada una, que depende de la extensión de la isla. El resultado de la evidente intención de mantenerlas intactas queda a la vista, y no es difícil imaginarse, al desembarcar en sus playas, lo que sintieron los conquistadores portugueses cinco siglos antes.
 
Un paseo por las aguas del Atlántico entre las islas puede ser tranquilamente la actividad de un día entero. Arranca alrededor de las 11 y termina cerca de las 17. En el puerto de Angra se ofrecen tres opciones de traslado: sumarse a una excursión en barco; tomar una lancha privada con tripulación y capacidad para quince personas -ideal para quienes viajan en grupo-, o bien rentar un velero sin tripulación. La excursión incluye visitas a las atracciones más llamativas de la zona, como islas paradisíacas y famosas por sus dueños: la que pertenecía a la revista Caras (que luego cambió de lugar) o la del célebre cirujano plástico Ivo Pitanguy. También se puede saltar de la embarcación y nadar hasta islas de nombres indígenas como Cataguas y Botinas, o zambullirse con equipos de buceo para encontrarse con la fauna marina del lugar.
 
El trayecto final consiste en desembarcar en alguna de las pocas islas que poseen comodidades para turistas. La de Gipoia, a 20 minutos del puerto, es una de las destacadas en este sentido. En sus tierras fue construido un restaurante, Canto das Canoas, donde se puede almorzar a metros del mar en un entorno rústico y natural. El plato recomendado por sus dueños es la moqueca de pescado con banana (una especie de guiso), pero hay opciones menos agridulces para paladares más conservadores, como pollo y carne con arroz.
 
                                    Las playas de Mangaratiba.  Foto: / Martín Mangudo - Banco de Imágenes Embajada del Brasil en Buenos Aires
                                    Las playas de Mangaratiba
 
Actualmente, Angra está dividida en tres distritos: Angra Cunhambebe, Ilha Grande y Mambucaba. El primero es el centro, cuyo eje principal es el puerto desde donde salen las embarcaciones para recorrer las islas. Es un punto comercial formado por algunas ferias de artesanías, un shopping, tiendas y bancos. Los hospedajes que se ofrecen en la parte continental están constituidos principalmente por resorts all inclusive para familias que quieran pasar mucho tiempo de relax puertas adentro, pero también hay posadas y hostels, opciones más económicas para aquellos que busquen recorrer la bahía. En este caso es importante que lleven en la mochila grandes cantidades de agua: el clima en Angra es cálido todo el año y aunque en verano las temperaturas máximas oscilan entre los 27°C y los 30°C, el nivel de humedad hace que el calor se sienta aún más. Para aquellos/as de melenas abundantes es recomendable llevar un buen secador de cabello. La potente humedad, responsable de la impresionante flora de la zona, también causará estragos en los peinados.
 
Preservación más grande
Si este artículo fuera un libro, Isla Grande debería constituir un capítulo aparte, lo suficientemente extenso como para fundamentar lo que sus pobladores insisten en repetir: se requiere de años para conocerla por completo. Y al menos de una semana para aprovechar una visita corta. Su nombre lo indica: con 24 km de largo y 15 de ancho es la más extensa de la zona, y por mucho. Guilheme Pires, un morador de 25 años dedicado al turismo de la isla, evidente y sinceramente enamorado del lugar donde vive, asegura que ni siquiera él la recorrió entera. Basta preguntarle al pasar sobre las actividades que se pueden realizar para que lance una ráfaga de opciones sin dudar un segundo. Hay 106 playas, a las que se puede acceder a pie, atravesando caminos entre la selva, en barco o en bicicletas alquiladas. Paseos para visitar los predios donde funcionaban las prisiones de la isla. Cascadas escondidas entre la mata atlántica que invitan a sumergirse para refrescarse de las caminatas por la selva. Aguas transparentes ideales para bucear.
 
                                   En las islas islas de Angra no está permitida la presencia de más de 360 personas por día.  Foto: / Martín Mangudo - Banco de Imágenes Embajada del Brasil en Buenos Aires
En las islas islas de Angra no está permitida la presencia de más de 360 personas por día
 
Y excursiones de escalada para alcanzar los puntos altos del relieve de la isla, una actividad que refuerza la idea de variedad del lugar. Guilherme alcanzó varias veces el pico de Papagaio, uno de los más elevados, a 985 metros -el más alto es el pico da Pedra D'água, con 1035 metros-. Él aconseja subir durante el día y pasar la noche en la cima, para despertar con la salida del sol, pero esa opción no está incluida en las excursiones oficiales. En general duran 5 horas entre la ida y la vuelta, y están recomendadas para aventureros en buen estado físico que deseen divisar las maravillas de la isla desde las alturas.
 
Como sólo se puede acceder a la isla por vía marítima -con excepción de celebridades como la cantante Xuxa y Ayrton Senna, que en los años ochenta solían llegar en helicóptero para disfrutar de sus playas sin pasar por el centro-, en Isla Grande no hay un solo auto. En cambio abundan las bicicletas y carretillas de diferentes tamaños, que utilizan los pobladores locales para trasladar las valijas de los turistas recién llegados, así como los víveres que traen las embarcaciones al puerto, hasta los restaurantes y hoteles.
 
Para llegar desde Angra puede tomarse un paseo de escuna, que tomará aproximadamente cincuenta minutos, o bien una lancha, que reducirá el viaje a la mitad del tiempo. Pero también hay embarcaciones que se toman en Río y desde otras ciudades costeras con puerto, como Paraty. El punto habitual de entrada es la Vila do Abraão, también llamada capital de la isla, centro comercial del lugar que contiene todas las estructuras necesarias para visitantes: posadas, hoteles, electricidad, Internet, agencias de excursiones, restaurantes y comercios, y hasta la posibilidad de pagar con tarjeta de crédito y débito. Pero como en muchas ciudades, el centro no es únicamente comercial, sino también histórico. En sus calles se levantan iglesias de la época de la Colonia, casas antiguas y un paisaje portuario que incita a cualquiera a fotografiar con aires de profesional. También se pueden alquilar taxi boats, pequeñas lanchas que hacen traslados del centro a las playas más alejadas y a los hoteles que dan al mar y están más alejados de la isla.
 
                                   Las islas Botinas, o Gemelas, en la bahía de Angra dos Reis, pueden visitarse en las excursiones en lancha que se ofrecen en el continente.  Foto: / Martín Mangudo - Banco de Imágenes Embajada del Brasil en Buenos Aires
Las islas Botinas, o Gemelas, en la bahía de Angra dos Reis, pueden visitarse en las excursiones en lancha que se ofrecen en el continente
 
Los jóvenes que busquen salidas nocturnas no encontrarán grandes discotecas ni bares sofisticados. Pero descubrirán, cuando caiga la noche, concurridas fiestas en las playas con música provista por los paradores o los hostels ubicados frente a la costa: incluso la movida nocturna sigue la onda natural que se impone en el lugar.
 
En este sentido, Isla Grande se distingue del resto de las islas de la bahía. En su caso, no fueron tanto las decisiones políticas y económicas, sino las circunstancias históricas las que propiciaron su preservación natural. Durante el siglo XIX era un lugar de paso, especialmente para depositar a los esclavos que los portugueses llevaban en barco de África a tierras americanas.
 
La isla funcionaba como centro de cuarentena antes de desembarcar en el continente, para albergar a los que llegaban enfermos de lepra y otras enfermedades contagiosas habituales en la época. Más adelante, a principios del siglo XX, se construyó allí una prisión: la Colônia Penal de Dois Rios (1903), que en 1940 se transformó en la Colonia Penal Cândido Mendes, famosa y polémica en Brasil por haber sido destino de los presos políticos durante el régimen militar de 1964. Y no fue sino hasta 1994 que el gobierno derribó el edificio donde funcionaba el presidio y emprendió una estrategia para impulsar el turismo y la investigación ambiental en la zona. Es decir que tuvo que pasar medio milenio para que las aguas, selvas, morros, escarpadas, pontones, planicies, ríos y grutas de la isla fueran redescubiertos como atractivos turísticos.
 
Las prisiones y el centro de cuarentena la habían transformado en un lugar poco deseable para turistas o constructores y posibles pobladores, lo que permitió que sus tierras permanecieran prácticamente intactas durante más de 500 años.
 
Tal vez por eso Guilherme asegura que allí, las vibraciones son diferentes que en otros lugares. "¿Escuchan el silencio?", pregunta, y se queda quieto. Luego invita a inhalar profundamente. "¿Lo sienten?", vuelve a interrogar. Es cierto, el aire que se respira en la isla es distinto del que reina en el continente no sólo porque es puro, sino también porque es denso y húmedo, aromático y fresco al mismo tiempo. Son múltiples sus matices, aunque probablemente no tan variados, armoniosos y apasionantes como los del resto de la bahía de Angra dos Reis.
 
                              Una vista nocturna de Mangaratiba, a pocos kilómetros del centro de Angra dos Reis.  Foto: / Martín Mangudo - Banco de Imágenes Embajada del Brasil en Buenos Aires
Una vista nocturna de Mangaratiba, a pocos kilómetros del centro de Angra dos Reis
 
DATOS UTILES
Paseos
  • Paseo en lancha por las islas de Angra, con tripulación incluida, cuesta 600 dólares. Si la capacidad está completa cuesta 50 dólares por persona. Es mejor que el paseo de escuna porque es personalizado. Los navegantes pueden elegir dónde parar y por cuánto tiempo. Ideal para quienes quieran bucear.
  • Paseo de escuna (en barco) por las islas de Angra: 35 dólares por persona. Se viaja con grupos de turistas y las paradas están estipuladas con antelación, por tiempos determinados.
  • Almuerzo en la isla Gipoia, 50 dólares por persona con postre
  • Almorzar en Ilha Grande, 15 dólares.
  • Viaje en lancha de Angra a Ilha Grande, 15 dólares.

Brenda Struminger
Diario La Nación - Turismo
Fotos: La Nación