El puerto de Angra dos Reis
Al sur de Río de Janeiro, la bahía ofrece 365 islas para recorrer, muchas deshabitadas y otras con muy pocas construcciones; Isla Grande, una de las más conocidas, fue durante años centro de cuarentena de esclavos africanos y después se construyó una prisión, que mantuvo al turismo alejado
A 150 kilómetros al sur de Río de Janeiro, como si fuera una árbol, la bahía de Angra dos Reis se ramifica en dos mil playas de esas de postal caribeña, con arenas blancas y palmeras, que están distribuidas entre el continente y 365 islas. "Puedes visitar una por día durante un año", dice Leonardo, un poblador local, en una descripción cuantitativa que poco importará a quien navegue en las aguas que rodean esas islas y se estremezca al percibir los incalculables tonos de azul y verde del mar.
De fondo podrá escuchar el rugir del motor de la embarcación y el viento se llevará sus palabras. Deberá gritar. O dejar de hablar y sólo observar, tal vez con los ojos entrecerrados por el sol, la inmensidad del mar y la densa mata atlántica en el continente y en los relieves montañosos de las islas.
En la isla Gipoia, un pequeño muelle permite acceder al restaurante Canto das canoas.
La bahía, descubierta un 6 de enero de 1502, fue nombrada en honor al Día de Reyes. Y a pesar del paso de los años desde la conquista, sus islas mantienen esos aires vírgenes y puros que se aprecian en selectos lugares del mundo. En la gran mayoría no hay construcciones edilicias, ni siquiera baños, y por ley sólo está permitida la estada de un máximo de personas por día en cada una, que depende de la extensión de la isla. El resultado de la evidente intención de mantenerlas intactas queda a la vista, y no es difícil imaginarse, al desembarcar en sus playas, lo que sintieron los conquistadores portugueses cinco siglos antes.
Un paseo por las aguas del Atlántico entre las islas puede ser tranquilamente la actividad de un día entero. Arranca alrededor de las 11 y termina cerca de las 17. En el puerto de Angra se ofrecen tres opciones de traslado: sumarse a una excursión en barco; tomar una lancha privada con tripulación y capacidad para quince personas -ideal para quienes viajan en grupo-, o bien rentar un velero sin tripulación. La excursión incluye visitas a las atracciones más llamativas de la zona, como islas paradisíacas y famosas por sus dueños: la que pertenecía a la revista Caras (que luego cambió de lugar) o la del célebre cirujano plástico Ivo Pitanguy. También se puede saltar de la embarcación y nadar hasta islas de nombres indígenas como Cataguas y Botinas, o zambullirse con equipos de buceo para encontrarse con la fauna marina del lugar.
El trayecto final consiste en desembarcar en alguna de las pocas islas que poseen comodidades para turistas. La de Gipoia, a 20 minutos del puerto, es una de las destacadas en este sentido. En sus tierras fue construido un restaurante, Canto das Canoas, donde se puede almorzar a metros del mar en un entorno rústico y natural. El plato recomendado por sus dueños es la moqueca de pescado con banana (una especie de guiso), pero hay opciones menos agridulces para paladares más conservadores, como pollo y carne con arroz.
Las playas de Mangaratiba
Actualmente, Angra está dividida en tres distritos: Angra Cunhambebe, Ilha Grande y Mambucaba. El primero es el centro, cuyo eje principal es el puerto desde donde salen las embarcaciones para recorrer las islas. Es un punto comercial formado por algunas ferias de artesanías, un shopping, tiendas y bancos. Los hospedajes que se ofrecen en la parte continental están constituidos principalmente por resorts all inclusive para familias que quieran pasar mucho tiempo de relax puertas adentro, pero también hay posadas y hostels, opciones más económicas para aquellos que busquen recorrer la bahía. En este caso es importante que lleven en la mochila grandes cantidades de agua: el clima en Angra es cálido todo el año y aunque en verano las temperaturas máximas oscilan entre los 27°C y los 30°C, el nivel de humedad hace que el calor se sienta aún más. Para aquellos/as de melenas abundantes es recomendable llevar un buen secador de cabello. La potente humedad, responsable de la impresionante flora de la zona, también causará estragos en los peinados.
Preservación más grande
Si este artículo fuera un libro, Isla Grande debería constituir un capítulo aparte, lo suficientemente extenso como para fundamentar lo que sus pobladores insisten en repetir: se requiere de años para conocerla por completo. Y al menos de una semana para aprovechar una visita corta. Su nombre lo indica: con 24 km de largo y 15 de ancho es la más extensa de la zona, y por mucho. Guilheme Pires, un morador de 25 años dedicado al turismo de la isla, evidente y sinceramente enamorado del lugar donde vive, asegura que ni siquiera él la recorrió entera. Basta preguntarle al pasar sobre las actividades que se pueden realizar para que lance una ráfaga de opciones sin dudar un segundo. Hay 106 playas, a las que se puede acceder a pie, atravesando caminos entre la selva, en barco o en bicicletas alquiladas. Paseos para visitar los predios donde funcionaban las prisiones de la isla. Cascadas escondidas entre la mata atlántica que invitan a sumergirse para refrescarse de las caminatas por la selva. Aguas transparentes ideales para bucear.
En las islas islas de Angra no está permitida la presencia de más de 360 personas por día
Y excursiones de escalada para alcanzar los puntos altos del relieve de la isla, una actividad que refuerza la idea de variedad del lugar. Guilherme alcanzó varias veces el pico de Papagaio, uno de los más elevados, a 985 metros -el más alto es el pico da Pedra D'água, con 1035 metros-. Él aconseja subir durante el día y pasar la noche en la cima, para despertar con la salida del sol, pero esa opción no está incluida en las excursiones oficiales. En general duran 5 horas entre la ida y la vuelta, y están recomendadas para aventureros en buen estado físico que deseen divisar las maravillas de la isla desde las alturas.
Como sólo se puede acceder a la isla por vía marítima -con excepción de celebridades como la cantante Xuxa y Ayrton Senna, que en los años ochenta solían llegar en helicóptero para disfrutar de sus playas sin pasar por el centro-, en Isla Grande no hay un solo auto. En cambio abundan las bicicletas y carretillas de diferentes tamaños, que utilizan los pobladores locales para trasladar las valijas de los turistas recién llegados, así como los víveres que traen las embarcaciones al puerto, hasta los restaurantes y hoteles.
Para llegar desde Angra puede tomarse un paseo de escuna, que tomará aproximadamente cincuenta minutos, o bien una lancha, que reducirá el viaje a la mitad del tiempo. Pero también hay embarcaciones que se toman en Río y desde otras ciudades costeras con puerto, como Paraty. El punto habitual de entrada es la Vila do Abraão, también llamada capital de la isla, centro comercial del lugar que contiene todas las estructuras necesarias para visitantes: posadas, hoteles, electricidad, Internet, agencias de excursiones, restaurantes y comercios, y hasta la posibilidad de pagar con tarjeta de crédito y débito. Pero como en muchas ciudades, el centro no es únicamente comercial, sino también histórico. En sus calles se levantan iglesias de la época de la Colonia, casas antiguas y un paisaje portuario que incita a cualquiera a fotografiar con aires de profesional. También se pueden alquilar taxi boats, pequeñas lanchas que hacen traslados del centro a las playas más alejadas y a los hoteles que dan al mar y están más alejados de la isla.
Las islas Botinas, o Gemelas, en la bahía de Angra dos Reis, pueden visitarse en las excursiones en lancha que se ofrecen en el continente
Los jóvenes que busquen salidas nocturnas no encontrarán grandes discotecas ni bares sofisticados. Pero descubrirán, cuando caiga la noche, concurridas fiestas en las playas con música provista por los paradores o los hostels ubicados frente a la costa: incluso la movida nocturna sigue la onda natural que se impone en el lugar.
En este sentido, Isla Grande se distingue del resto de las islas de la bahía. En su caso, no fueron tanto las decisiones políticas y económicas, sino las circunstancias históricas las que propiciaron su preservación natural. Durante el siglo XIX era un lugar de paso, especialmente para depositar a los esclavos que los portugueses llevaban en barco de África a tierras americanas.
La isla funcionaba como centro de cuarentena antes de desembarcar en el continente, para albergar a los que llegaban enfermos de lepra y otras enfermedades contagiosas habituales en la época. Más adelante, a principios del siglo XX, se construyó allí una prisión: la Colônia Penal de Dois Rios (1903), que en 1940 se transformó en la Colonia Penal Cândido Mendes, famosa y polémica en Brasil por haber sido destino de los presos políticos durante el régimen militar de 1964. Y no fue sino hasta 1994 que el gobierno derribó el edificio donde funcionaba el presidio y emprendió una estrategia para impulsar el turismo y la investigación ambiental en la zona. Es decir que tuvo que pasar medio milenio para que las aguas, selvas, morros, escarpadas, pontones, planicies, ríos y grutas de la isla fueran redescubiertos como atractivos turísticos.
Las prisiones y el centro de cuarentena la habían transformado en un lugar poco deseable para turistas o constructores y posibles pobladores, lo que permitió que sus tierras permanecieran prácticamente intactas durante más de 500 años.
Tal vez por eso Guilherme asegura que allí, las vibraciones son diferentes que en otros lugares. "¿Escuchan el silencio?", pregunta, y se queda quieto. Luego invita a inhalar profundamente. "¿Lo sienten?", vuelve a interrogar. Es cierto, el aire que se respira en la isla es distinto del que reina en el continente no sólo porque es puro, sino también porque es denso y húmedo, aromático y fresco al mismo tiempo. Son múltiples sus matices, aunque probablemente no tan variados, armoniosos y apasionantes como los del resto de la bahía de Angra dos Reis.
Una vista nocturna de Mangaratiba, a pocos kilómetros del centro de Angra dos Reis
DATOS UTILES
Paseos
- Paseo en lancha por las islas de Angra, con tripulación incluida, cuesta 600 dólares. Si la capacidad está completa cuesta 50 dólares por persona. Es mejor que el paseo de escuna porque es personalizado. Los navegantes pueden elegir dónde parar y por cuánto tiempo. Ideal para quienes quieran bucear.
- Paseo de escuna (en barco) por las islas de Angra: 35 dólares por persona. Se viaja con grupos de turistas y las paradas están estipuladas con antelación, por tiempos determinados.
- Almuerzo en la isla Gipoia, 50 dólares por persona con postre
- Almorzar en Ilha Grande, 15 dólares.
- Viaje en lancha de Angra a Ilha Grande, 15 dólares.
Brenda Struminger
Diario La Nación - Turismo
Fotos: La Nación
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