• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

sábado, 25 de abril de 2009

Varsovia, tour para desandar la historia

Días de feria en la plaza Zamkowy, en plena Ciudad Vieja

De una Ciudad Vieja recuperada desde los escombros a grises ejemplos de arquitectura soviética, una capital para conocer por sus calles.

Quien se enamora de Varsovia antes ya se había enamorado de la historia y la cultura contemporáneas de Europa. Un amor lleva a otro... Y para terminar de aprender esta lección sin libros ni hojas no hace falta más que caminar por Okopowa, Prosta, Wawelska o cualquiera de las calles céntricas de la capital polaca, y reparar en la modesta arquitectura soviética de los monoblocks, los añejos retratos colgados de los moradores del gueto o la variedad de monumentos dedicados a hechos y personajes de la Segunda Guerra Mundial.

Las huellas de esa contienda, así como las de la Guerra Fría, predominan aún en un paisaje que difiere de otras ciudades más preparadas para el turismo tradicional, como Cracovia y Gdansk, aunque buena parte del interés de los visitantes esté relacionado justamente con su trágica historia en el siglo XX.

Un ejemplo de esta aparente victoria del pasado sobre el presente: el Palacio de la Cultura y Deportes, edificio tan colosal como gris y apagado, es aún hoy el símbolo más característico de la ciudad. Esto, a pesar de que un político local lo tildó hace un par de décadas de un regalo sin devolución que el dictador de la Unión Soviética Josef Stalin le haría a la sociedad varsoviana por haber aceptado la irremediable invasión del Ejército Rojo en 1945, cuando el varias veces doblegado ejército polaco no tuvo otra opción que llenar el vacío del retiro de las tropas alemanas con el arribo de las soviéticas.

A pesar de que nunca se consideró su demolición, el estado de deterioro en que se encuentra esta típica edificación comunista hace pensar en esta posibilidad, sobre todo si se tiene en cuenta que la pobre factura de los materiales y la mano de obra de su construcción envejecen seriamente al complejo. Sin embargo, los amantes de los contrastes encontrarán en la privilegiada vista de sus balconesterraza una excelente oportunidad para distinguir claramente y al mismo tiempo las edificaciones de estilo antiguo de aquellas levantadas en tiempo récord en los años rojos y, también, de las nuevas torres de oficinas.

El recuerdo del Levantamiento de Varsovia, de agosto de 1944

Distrito heroico
El panorama invita, sin embargo, a bajar velozmente por los ascensores de la mole estalinista -alguna vez, los más rápidos de Europa- para dirigirse a la mejor de las vistas: el barrio Stare Miasto (Ciudad Vieja, en polaco), también sobre la margen occidental del río Vístula.

Declarada en 1989 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la Ciudad Vieja ofrece el encanto de un paisaje urbano europeo al estilo de los cascos históricos de Salzburgo, Budapest o Praga, pero con una diferencia que puede resultar, en un primer momento, algo decepcionante: ninguno de los edificios que allí se ven, por antiguos y legendarios que luzcan, es anterior a la década del 50.

No obstante, lo que la historia le puede quitar de autenticidad se lo devuelve en heroísmo: cada una de las construcciones fue realizada a imagen y semejanza de las anteriores, destruidas por los tanques de guerra de la división especial Waffen SS del ejército nazi. Esta demolición sistemática fue ordenada por el propio Hitler después de producirse la frustrada rebelión conocida como el Levantamiento de Varsovia, donde la resistencia polaca intentó desalojar a los invasores alemanes sin ayuda de las tropas soviéticas.

Como consecuencia de esta devastadora acción -representada en la famosa película El pianista, de Roman Polanski, de ese distrito tan sólo quedaron escombros, que en parte fueron incrustados en las paredes de las casas y los comercios reconstruidos en homenaje al barrio original.

Más allá de su apasionante historia reciente, Stare Miasto es el mejor lugar para caminar, sacar fotos y gastar los zlotys que sí o sí hay que conseguir en territorio polaco, ya que ni los euros ni las tarjetas de crédito se aceptan todavía en muchos bares, restaurantes, museos y locales de venta de souvenirs.

La supervivencia del zloty (que al cambio actual coincide en su valor con el peso argentino) es también fuente de abusos hacia los turistas, ya que en las casas de cambio de la Ciudad Vieja y otros lugares emblemáticos de la ciudad se cobran sobreprecios asombrosos a quienes desean obtener billetes de la moneda nacional. Por eso se aconseja conseguir dinero polaco a través de los cajeros automáticos: cualquier comisión cobrada siempre será menor a la que imponga el empleado de la casa de cambio de turno.

De todos modos, cualquier suma de dinero que se haya podido malgastar se compensa, igualmente, con la generosa oferta gastronómica de los restaurantes de la zona, que en la mayoría de los casos ofrece menús completos por precios que suelen ser de hasta un 40% menos que en la Zona Euro. Esta suerte de promoción varsoviana también se extiende a hoteles, hosterías y albergues, que ofrecen tarifas más bajas en una proporción similar a la de las comidas.

El Palacio de la Cultura y la Ciencia, a todas luces; abajo, la plaza Zamkowy

En tranvía
Para salir de Stare Miasto y apreciar, por ejemplo, las obras de los pintores locales Michalowski, Witkacy y Podkowinski en el Museo Nacional, la mejor manera de llegar allí es con el tranvía. A pesar de que muchos de ellos padecen de una obsoleta apariencia y se encuentran equipados con un sistema de iluminación no mucho más joven que el de los vagones de la línea A de subtes de Buenos Aires, el servicio y la frecuencia son decentes.

Por eso, y porque un pase ilimitado de tres días cuesta sólo 16 zlotys (o pesos), es mucho más conveniente viajar en tranvía que tomar un taxi: el desconocimiento del polaco y la fama de los taxistas varsovianos de cobrar inexistentes cargos adicionales vuelve mucho más soportable el chirriante bamboleo de sus vagones que, después de todo, comparten la calle con otras unidades ultramodernas.

Por este medio, cuyos recorridos se encuentran claramente diagramados en la mayoría de las paradas céntricas, se puede también percibir una imagen integral y acabada del prolijo diseño de sus grandes avenidas, como Jana Pawla II (llamada así en homenaje al papa polaco fallecido en 2005), Aleje Jerozolimskie, Ratuszowa o Solidarnosci (otro tributo contemporáneo, esta vez al movimiento Solidaridad, de Lech Walesa). Esta opción siempre es mejor a la de caminar, ya que la mayoría de las veredas se encuentra en mal estado aunque por una buena causa de largo plazo: las interminables obras en construcción que signan la ciudad. Además, perderse no es muy conveniente si no se domina la lengua polaca.

Otra postal de Varsovia

Por señas
Como sucede en Rusia, Ucrania y las zonas no turísticas de los países de Europa occidental, la noción tan difundida en la Argentina de que con la lengua inglesa se puede sobrevivir en cualquier lado está muy sobreestimada, cuando no errada, en Polonia. Aun entre los más jóvenes. Si bien es cierto que con el inglés se puede salir de un percance en un breve diálogo, también se lo puede hacer en español, alemán o italiano. Más allá de la ayuda inestimable del lenguaje universal de los gestos, el consejo incluido en varios manuales de viajero de aprender frases básicas en polaco no resulta, en absoluto, exagerado, por difícil que parezca sumirse en un mar de consonantes y particulares caracteres.

En cualquier itinerario, y siempre que el buen tiempo acompañe, vale la pena agregar un paseo por los parques cercanos al río Vístula, como el Ujazdowski, el Traugutta o el Praski I Armii. Si bien estos espacios verdes carecen de la espectacularidad de los parques bávaros o londinenses, la armónica distribución de sus arboledas y la limpieza de sus juegos infantiles y asientos le permiten gozar de un buen momento de descanso y reflexión, sin que la inseguridad -aquí un problema menos- perturbe el relax.

Por otra parte, y a diferencia de lo que sucede en Moscú y algunas ciudades del este europeo que aún exhiben secuelas en la difícil transición del comunismo al capitalismo, en Polonia hay una buena noticia: los baños públicos son gratuitos, tanto los de los parques como los de los bares y restaurantes. Esta muestra de progreso y apertura hacia Occidente es una de las más destacadas por el turismo extranjero, que en 2007 llevó a la ciudad 2,8 millones de visitantes, provenientes en su mayoría de Europa.

Sin embargo, aún hay asignaturas pendientes en esta ciudad que vive de su historia y evoluciona con ella. Un claro ejemplo es el zoológico, posiblemente una de las atracciones más promocionadas de la cuidad, pero que no se caracteriza ni por la variedad de sus animales ni por la comodidad y calidad de sus instalaciones.

Si la intención es cumplir con los niños, la mejor opción es acercarse a la fosa de los osos que da a Solidarnosci, sin necesidad de abonar los 14 zlotys que cuesta la entrada. Allí, los mamíferos parecen saber que el límite con la libertad es tan sólo una pequeña pared entre su fosa y la tumultuosa avenida. Pero ninguno de ellos, por la mansedumbre de sus miradas pardas, debe siquiera imaginar la tentación de dar el saltito para husmear los brillosos baúles de los Skoda estacionados afuera, colarse en los tranvías para aprovechar la ausencia de los inspectores que jamás suben o pelear a su manera junto a los varsovianos por seguir defendiendo su rica historia y, a la vez, por recibir con los brazos abiertos un futuro que ya ha llegado.

Palacio Lazienki

Cinco postales imperdibles
1. Palacio Lazienki
Conocido como El Palacio Sobre el Agua, esta residencia real es una de las más destacadas y hermosas de Europa. Fue construida por el aristócrata Stanlislas Lubormirski, aunque fue completamente remodelada por el último rey de Polonia, Stanlislas August Poniatowski, que la transformó en su residencia de verano. (Calle Agrykoli 1)

2. Café Filosófico (Jadlodajnia Filozoficzna)
Un gran lugar para salir por la noche y entender la cultura juvenil polaca. Se puede degustar los mejores cafés y cervezas del país, leer literatura actual de Polonia y Europa y, por sobre todo, escuchar en vivo la música de las bandas del momento. (Dobra 33/35)

3. Galería Nacional de Arte moderno Zacheta
Excelente para disfrutar una gran colección de trabajos de arte contemporáneo, que van de Stanislaw Wyspianski a Roy Liechtenstein. La calidad de las muestras hace que aun quienes no son expertos en la materia pueden aprender rápidamente sobre pintura y escultura de este período. (Calle Malachowskiego 3)

4. Confitería Cukiernia A. Blikle
Fundada en 1869 es considerada uno de los mejores lugares de Varsovia, Polonia y Europa oriental para degustar tortas y confituras de todo tipo. Sin duda, una buena manera de explorar la historia del país de un modo diferente. (Calle Nowy Swiat 35)

5. Plaza del Castillo (Plac Zamkowy)
No por obvia, la vista de la plaza del Castillo es menos impactante. Allí se erige la columna de Segismundo III, una de las postales más típicas de Varsovia, que cuesta creer que fue totalmente reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la columna original yace postrada en las cercanías, para quien la desee fotografiar.

Lugares de interés
Museo Nacional de Varsovia Jerozolimskie 3
Tel.: +48 (22) 6211031

Palacio de la Cultura y los Deportes Defilad 1
Tel.: +48 (22) 656-77-41 www.pkin.pl

Adrián Sack
LA Nación - Turismo
Fotos: CORBIS /Francisco J. Toledo/Adrian Sack/ Web


jueves, 16 de abril de 2009

Montevideo - Uruguay: pequeña guía oriental

Avda. 18 de Julio

Una visita a la amable capital uruguaya. De barrio en barrio, un itinerario por las calles montevideanas desde la Ciudad Vieja al Parque Batlle.

La mejor manera de conocer una ciudad es a pie y Montevideo no escapa a esta regla. Al ser muy extendida lo ideal es dividirla en zonas o conocerla en bicicleta. Si es su primera vez y no cuenta con muchos días, comience por la Ciudad Vieja y siga por la avenida 18 de Julio hasta el Parque Batlle (aunque seguramente le lleve dos días hacer este recorrido a pie). En Ciudad Vieja no deje de visitar el tradicional Mercado del Puerto cuyo estilo, con estructura de hierro forjado, recuerda las viejas estaciones de trenes europeas (y si puede cómase una rica parrillada).

En torno de la Plaza Matriz de la Ciudad Vieja –ubicada sobre una península a orillas del río– está el casco antiguo donde aún se conservan edificios coloniales escondidos entre bancos y oficinas. Allí están la Catedral, el Cabildo y museos como el de Torres García, artista uruguayo creador del llamado Universalismo Constructivo. También está el Teatro Solís, inaugurado en 1856, cuya fachada está inspirada en el Teatro Carlo Felice de Génova. Allí nomás surge la Peatonal Sarandí que, como todo el barrio, se convirtió en un bonito centro nocturno luego de años de abandono. La entrada a la peatonal es un vestigio del pasado colonial: la Puerta de la Ciudadela, único remanente de la muralla de Montevideo derribada en 1829. Al otro lado está la Plaza Independencia con la inconfundible estatua ecuestre de Gervasio Artigas.


Parque Rodo

Con la independencia se hicieron transformaciones urbanísticas para borrar el pasado colonial y una de ellas fue trazar la actual Av. 18 de Julio, fecha que conmemora la Jura de la Constitución de 1830. “La” avenida de Montevideo nace en Plaza Independencia y está repleta de negocios, hoteles, bares y librerías. En la esquina de la avenida y la plaza se alza un símbolo de la ciudad: el Palacio Salvo, inaugurado en 1928. Este edificio de 95 metros fue diseñado por Mario Palanti (autor del Palacio Barolo en Buenos Aires) y por mucho tiempo fue el más alto de Sudamérica. En ese solar estaba la confitería La Giralda donde Gerardo Matos Rodríguez presentó el tango uruguayo más famoso del mundo, “La Cumparsita”. Desde la plaza, la 18 de Julio recorre casi tres kilómetros hasta el Bulevar Artigas en el barrio Tres Cruces, donde está el Obelisco a los Constituyentes y uno de los accesos al Parque Batlle. En el trayecto se ven la Plaza de Cagancha (kilómetro cero de las rutas nacionales), el imponente edificio de la Suprema Corte de Justicia (antigua vivienda del empresario uruguayo Francisco Piria), el Palacio Municipal y, más allá, el Monumento al Gaucho, del famoso escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín (padre de la actriz China Zorrilla), donde nace el Bulevar España que llega a Pocitos. La avenida continúa rumbo a Tristán Narvaja (calle del tradicional “mercado de pulgas” de los domingos) y culmina en el Parque Batlle y Ordóñez donde se alza el mítico Centenario. En este estadio –erigido para el centenario de la Independencia– Uruguay ganó la final del primer Campeonato Mundial de Fútbol. El parque fue diseñado por el paisajista francés Carlos Thays y en él está el Monumento a la Carreta de José Belloni.

Estadio Centenario

A Carrasco por La Rambla
La Rambla es una larga avenida y paseo peatonal costero ideal para salir a correr, andar en bicicleta o tomar mate como hacen todos los uruguayos. A lo largo de su recorrido cambia de nombre, de playa y de barrio. Partiendo de Ciudad Vieja y Barrio Sur se llega a Palermo, barrio que alojó grandes contingentes de inmigrantes (en su mayoría italianos) hasta las primeras décadas del siglo XX. Aquí tiene su lugar la comunidad afroamericana, creadora del candombe. Sus integrantes suelen juntarse alrededor del Cementerio Central para tocar los tambores y prepararse para el desfile de Llamadas de Carnaval. Cuando la Rambla se llama Presidente Wilson se está en el Barrio Parque Rodó (homenaje al escritor uruguayo José Enrique Rodó) cuyo espacio verde ocupa gran parte del distrito. Allí están la Playa Ramírez, el ex Parque Hotel (actual sede del Mercosur) y el Teatro de Verano donde se realiza la competencia oficial del Carnaval. Como es sabido el Carnaval (el más largo del mundo porque dura casi 40 días) es el acontecimiento más importante de Uruguay ya que el total de entradas vendidas supera a la suma de todos los eventos culturales y deportivos del país en el año.

Avanzando un poco más se llega a la Rambla Gandhi y al Barrio Punta Carretas llamado así por su prominente accidente geográfico (también Punta Brava). Por largo tiempo la zona sólo era frecuentada por lavanderas y pescadores. Era un área marginal al punto tal que, en 1915, se abrió una penitenciaría que años más tarde fue testigo de varias fugas de película: la de anarquistas en los ‘30 y la de los tupamaros en los ‘70. En 1986 un gran motín hizo que la cárcel fuese desalojada y cerrada para siempre. Recién en 1994 fue transformada en centro comercial y, entre tanto, el distrito se consolidó como un barrio de clase media alta.

Vista area de Montevideo

Pocitos es un tradicional barrio con playa y se ubica a la altura de la Rambla República del Perú. Su nombre responde a los años (comienzos del siglo XIX) en que las lavanderas iban a la playa y lavaban la ropa en pozos que hacían en la arena. Nació como un poblado independiente, al crecer la ciudad se transformó en balneario y después en barrio de clase alta, con sendas residencias que luego fueron reemplazadas por edificios de 10 a 15 pisos que miran al “mar”, como llaman los montevideanos al Río de la Plata. Siguiendo por la Rambla Armenia se llega a la playa Buceo donde desembarcaron, en 1807, los ingleses que tomaron Montevideo y, como Pocitos, su crecimiento despegó como balneario en el siglo XX.

Otro barrio sobre la costa es Carrasco, nombre de uno de los primeros pobladores de Montevideo que tenía una estancia por allí. Entre 1907 y 1912 se creó el barrio jardín “Balneario Carrasco” (diseñado por Carlos Thays) pero se frenó la obra por la Primera Guerra Mundial y luego la continuó el municipio. En 1921 se inauguró el Hotel Casino Carrasco y comenzaron a surgir lujosas residencias de verano que después se transformaron en morada permanente de la elite.


El Cerro, la Fortaleza y la aguada
Rica es la historia de la Villa del Cerro surgida en 1834 para acoger a miles de inmigrantes. El barrio está en las laderas norte y este del cerro Montevideo y aquí fue tal la proliferación de saladeros en el siglo XIX y la de frigoríficos en el XX que se convirtió en un estandarte de la industria cárnica uruguaya. La edad de oro fue en 1937 (cuando casi la totalidad de sus habitantes vivía, directa o indirectamente, de la carne) y el ocaso ocurrió a mediados de los ‘50 con el fin de la inmigración y el retiro de la Swift. Luego hubo algunas cooperativas pero la estocada final llegó en 1978 cuando el gobierno dictatorial abolió el monopolio del Frigorífico Nacional (creado por el Estado en 1928) y liberó los precios. Así culminó una era en El Cerro y sus habitantes debieron buscar empleo en otros puntos de la ciudad. En los ’90 quisieron reciclar los esqueletos de los antiguos frigoríficos y en 1996 la armada uruguaya instaló su base naval en el viejo Frigorífico Swift.

Si nos remontamos a los orígenes de la ciudad, el Cerro de Montevideo fue siempre un punto estratégico de defensa. Las invasiones inglesas de 1807 motivaron la construcción –entre 1809 y 1811– de la actual Fortaleza General Artigas. La Fortaleza es uno de los símbolos de Montevideo y uno de los paseos más visitados ya que ofrece la mejor vista de la ciudad. Sin embargo, la zona no es muy segura y se aconseja ir durante el día y en vehículo, evitando subir a pie.

La Aguada está próxima al centro de la ciudad y su nombre data de mediados del siglo XVIII cuando había allí varias fuentes de agua. Algunos símbolos del barrio son la Estación Central General Artigas (principal terminal del país hoy en desuso) y la Torre de las Telecomunicaciones, cuyo modernismo y sus 162 metros contrastan con los viejos depósitos que la rodean. Sin embargo, el edificio más bello del barrio (y de Montevideo) es el Palacio Legislativo, inaugurado en 1925 y obra de Vittorio Meano (autor del Congreso de Buenos Aires). Esta monumental y armónica construcción merece una visita por dentro para apreciar hermosos vitrales, coloridos mármoles e impecable mobiliario. Desde allí, por la diagonal Avenida Agraciada, se puede ir al Parque Prado.

Playa en el tradicional barrio de Pocitos

Datos utiles
Gastronomía
No deje de probar un “chivito” al pan o al plato (puede ser de vaca, pollo o cerdo) en cualquier carrito de la calle. También un pancho en La Pasiva (con mostaza de la casa cuya fórmula es un secreto) y, de postre, un helado en La Cigalle.
La pizza es muy buena y se vende por metro o en porciones (Il Mondo Della Pizza, Av. 18 de Julio 922).
Imperdible el sandwich tostado cubierto de muzzarella derretida en cualquier bar.

Mariana Lafont
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Web

martes, 7 de abril de 2009

San Juan - Argentina

El hongo, una de las formaciones más fotografiadas del parque Ischigualasto, que puede visitarse también de noche, en plenilunio


El hongo , principal formación rocosa del parque, se ha convertido en el símbolo turístico de una provincia cuyos atractivos no alcanzan a conocerse en una semana (ni en una vida), pero que puede ser recorrida en pocas jornadas para llevarse una gran impresión, disfrutar de sus paisajes y quedarse con ganas de volver unas cuantas veces.

La propuesta en este caso es una vuelta de 1500 kilómetros, en una semana, con San Juan capital como punto de salida y llegada. Se puede hacer el mismo viaje en cinco días, pero los caminos de montaña y tramos de ripio (pocos, pero imperdibles) dejan el cuerpo aporreado como para acelerar aún más la visita.

El primer destino es verde. Una vez afuera del aeropuerto -lo antes posible porque todos los mosquitos sanjuaninos se reúnen junto a la pista, y no precisamente para admirar los aviones-, la partida es hacia el Este, por la RN 141. A 64 kilómetros está Vallecito, con su curioso santuario de la Difunta Correa, y más allá, por la 510 hacia el Norte, Valle Fértil.

En el camino hasta San Agustín se pasa por Astica, pueblo rodeado de árboles frutales que Gabriela Guerra aprovecha para sus dulces. Desde mandarinas en coñac hasta manzanas al Curaçao Blue, ofrece más variedad que cantidad en su pequeño local, con protagonistas regionales como la sidra, de piel amarilla y carne blanca.

Es fácil orientarse en San Agustín, más aún si uno conoce la capital provincial, porque el orden de las calles principales es el mismo. Ciudad cabecera de Valle Fértil, es aquí donde se alberga la mayor cantidad de turistas que llega para conocer Ischigualasto.

Otra opción cercana para dormir o pasear es La Majadita, paraje con casas de piedra o adobe, al que se llega por un camino soñado para vehículos de doble tracción, aunque no tanto para los comunes. Dicen que se puede atravesar con cualquier auto, pero mejor averiguar el estado del camino antes de intentarlo. En la zona hay hosterías como La Media Luna, escondida entre las sierras, para pasar la noche en calma y sin señal de celular.


Ischigualasto fue declarado por la Unesco, en 2000 y junto con su parque hermano Talampaya, en La Rioja, Patrimonio Natural de la Humanidad. Vale la pena cruzar el límite provincial para conocer también el otro lado.

Además, para seguir hasta el dique Cuesta del Viento conviene salir unos kilómetros de la provincia en busca de la RN 40, y en el camino se atraviesa también parte del área protegida de La Rioja. Hacia el Sur, desde Villa Unión, por la ruta argentina más famosa, se pasa por Huaco, pueblo de Buenaventura Luna, músico popular y cronista de su época a través de sus canciones.

El Viejo Molino fue parte intrínseca de su obra. Patrimonio nacional, está en un domicilio privado y sin timbre, de manera que hay que golpear las palmas para que doña Arsenia salga a contar la historia. "Para la próxima voy a tener CD para que la gente escuche también su música", asegura la mujer, prima política del poeta fallecido en 1955.


Por la RN 150, el turquesa se impone antes de llegar a Rodeo, cuando el lago de Cuesta del Viento se presenta de golpe, como uno de los paisajes más curiosos del país.

Capital del departamento Iglesia, Rodeo cuenta con cabañas en alquiler y fincas como El Martillo, que ofrece cabalgatas, pesca y actividades náuticas, entre ellas rafting en el río Jáchal. Otra buena opción para quedarse es, a 14 km, el hotel Termas Pismanta, complejo administrado en cooperativa, con toques retro, baños termales y una piscina para disfrutar en el agua del entorno imponente.

En el camino hacia Barreal, por la ruta 149, en la zona de Calingasta, hay buenos sitios para unas fotos, como la iglesia de Catalve (en el pueblo), las ruinas de Hilario, testigos de un pasado minero, y el cerro Alcázar.

Después de recorrer la zona del Parque Nacional El Leoncito, con su gran observatorio y su extraña pampa, el retorno a la capital puede hacerse por el camino de Los Berros, hasta la RN 40, para cerrar la travesía entre cerros, sobre ripio y con paisajes que cambian todo el tiempo.


Complejo Astronómico El Leoncito

Una noche en el Observatorio
Los hombres de al lado deben ser científicos no sólo por su mayoría de barbas, sino también por el lugar donde estamos: el comedor del Complejo Astronómico El Leoncito, un sitio atípico para conocer como turistas.

Pasar la noche en este espacio es una propuesta imperdible no sólo para adultos amantes de la astronomía y niños curiosos, por supuesto, sino también para los que buscan algo distinto.

En el sur de la provincia, el Observatorio está en el Parque Nacional El Leoncito. La propuesta con noche incluida empieza a las 17, cuando llegan los turistas, comienzan a alojarse y hacen el recorrido diurno, para conocer el telescopio principal, con cascos y abrigo (fundamental). Luego hay tiempo libre hasta la comida en un pequeño comedor compartido con el personal.

A eso de las 22 comienza la parte más impactante: la visualización nocturna, tras una breve caminata, utilizando un telescopio de 14 pulgadas de diámetro. Se ven estrellas, galaxias y nebulosas. Cuando hay luna llena, la visibilidad es mucho menor, pero el lugar luce igual de atractivo.

El complejo está abierto al público por un convenio con la Universidad de San Juan. Arturo Sánchez es guía de turismo, pero su experiencia y conocimiento de astronomía lo convierten en el docente ideal para los novatos.

La opción de alojamiento es por una única noche, en habitaciones pequeñas e hiperlimpias. Todo parece una base espacial. Después del desayuno hay que dejar el lugar y aprovechar para conocer la Pampa del Leoncito, una planicie seca y extraña de 15 kilómetros por 5 de ancho, con el suelo resquebrajado y ningún tipo de arbusto. Allí se puede practicar carrovelismo, con vientos de hasta 80 kilómetros por hora, sobre vehículos comandados por don Toro.

En el complejo astronómico también pueden realizarse visitas diurnas para conocer los telescopios, aunque la actividad principal del lugar es justamente de noche. Su función es brindar servicios a la comunidad científica del mundo, ya que los astrónomos pueden realizar aquí sus programas de observación.


Puerto de Palos: parador, guardería y escuela

Cuesta del Viento, tierra del windsurf
No hay que esperar horas a que sople: el viento está garantizado todos los días. Por eso, explican, esta zona del departamento Iglesia es ideal para hacer windsurf, incluso para tomar clases, porque los ciclos climáticos se conocen de antemano y así es más fácil organizar la enseñanza. "En el país estamos más acostumbrados a las tablas grandes, porque no hay tanta regularidad e intensidad del viento como acá", cuenta Felipe Lamanuzzi, un cordobés que llegó hace diez años y directamente se quedó, sin viaje de adaptación alguno.

El dique de Cuesta del Viento le resultó el lugar soñado, por eso hizo cabecera de playa : armó un parador con su novia y hermano, montaron los palos y techos con ayuda de otros windsurfistas e instalaron la guardería. También la escuela, con pizarrón y todo, aunque con humor e informalidad. No podría ser de otra forma en un ambiente repleto de rastafaris amigos que se quedan a pasar la tarde frente al lago turquesa, en un parador con vista a otro desierto lunar y picos de más de 6000 metros. Su lugar se llama Puerto de Palos. El lago no es sólo un paraíso para los amantes del windsurf, sino también para visitantes en general, que pueden disfrutarlo con otras actividades náuticas o simplemente desde la costa.


Felipe cuenta que aún no volvió el furor de los años 80 por las tablas con velas, pero que está creciendo gracias a lugares como este que empiezan a descubrirse en el país. La propuesta principal de la escuela es un curso de 8 horas, pero también ofrece un programa reducido, de 4, "armado más para viajeros ocasionales que quieren llevarse una buena noción de la actividad".

La cancha de bochas del parque provincial conocido también como Valle de la Luna

Ischigualasto, de día o con Luna llena
El parque provincial Ischigualasto se recorre con vehículo propio, en caravanas que parten cada una hora. Tiene cinco estaciones donde un guía explica las características científicas del lugar, mientras el visitante disfruta de los variados paisajes.

Hay geoformas como El hongo en todas partes, pero las instrucciones del recorrido se dan junto a El gusano , que requiere más imaginación que las otras, porque la forma original se ha perdido. El terreno es dinámico, por eso dejaron de existir también La lámpara de Aladino , El loro y La gallina echada . Todas se desintegraron con la erosión.

El lugar es único en el mundo ya que aquí encuentra la secuencia completa del período Triásico, de la era Mesozoica. En cada pequeña roca puede haber un resto fósil importantísimo, por eso desde su declaración de Patrimonio Natural de la Humanidad, las normas son más estrictas. Antes, dicen, se llevaban elementos como las piedras redondeadas de la llamada cancha de bochas , una de las estaciones más famosas, sobre todo por la curiosidad de que las rocas sólo se hayan encontrado únicamente en este sector.

Valle Pintado es una de las zonas donde más restos fósiles se han encontrado. Sus formas y colores son los más llamativos. El rojo indica la presencia de óxido de hierro, el verde de cobre, y el gris, acumulación de ceniza volcánica. El blanco es por la bentonita, que además de impermeabilizar el terreno le da un brillo especial en los paseos nocturnos, que se realizan durante cinco días seguidos, desde las dos noches anteriores al plenilunio.

Estos paseos de luna llena se deben reservan con anticipación y duran unas dos horas, por un camino diferente al de los paseos comunes. Además de estos circuitos hay una caminata diurna de dificultad media por los cerros morados. Se asciende hasta los 1800 metros, donde suelen verse cóndores andinos que eligen los acantilados para sus nidos. Hasta El hongo se llega casi al final del recorrido. Aquí se destaca el contraste del rojo de las barrancas, de hasta 200 metros, y el gris de la formación rocosa.

Parapente agreste

Historia, bodegas y parapente, en una capital moderna
Las calles son arboladas, con acequias y, sobre todo, anchas. Así fueron reconstruidas, tras los furiosos terremotos de 1944 y 1977. Hasta su catedral es moderna, frente a la plaza principal. Una réplica de cómo eran antes las veredas puede verse frente al Museo Sarmiento ( www.casanatalsarmiento.gov.ar ), en su casa natal, con objetos del prócer durante su período en la gobernación. En una visita a la capital, una idea es averiguar quién se presenta en el auditorio Juan Victoria ( www.auditorio.sanjuan.gov.ar ) para conocerlo y hacer un recorrido por bodegas. Una de ellas, Graffigna, ofrece un museo con su historia.

Junto al dique Ullum se puede volar en parapente, junto con Rodolfo Blanco, el instructor menos marketinero del mundo. La idea es disfrutar en el aire todo el tiempo que se pueda, ya que su propuesta dista mucho de las tradicionales, donde uno solo da una vuelta breve como bautismo .

Los fines de semana se reúnen los pilotos en El Castillito, parador sin príncipes, murallas ni glamour, sino con un cartel gigante de gaseosa y mesas de plástico. Pero son ellos los reyes de la colina, que suben con sus mochilas gigantes hasta la cima del cerro, por un camino que ofrece las mejores panorámicas del dique.

El parapente es aquí "una actividad artesanal, bien agreste -dice Gabriel, uno de los pilotos-. Se creó libre y tiene un formato portátil: uno va con el parapente en su mochila y se larga desde una ladera, sin una plataforma. Lo mejor es que se puede practicar en cualquier época el año"

Martín Wain (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: Enrique Villegas


viernes, 27 de marzo de 2009

Río Negro- Argentina: Travesías por el Alto Valle

En pleno valle del río Negro –el curso de agua más caudaloso de la Patagonia– se realizan flotadas y travesías en kayak para contemplar este hermoso oasis frutal y su gran riqueza ornitológica.

El Alto Valle del Río Negro es una importante zona de producción frutihortícola que abastece, desde hace más de 50 años, tanto al mercado interno como al internacional. Se extiende entre las ciudades de Chichinales y Cipolletti y está plagado de chacras escondidas detrás de interminables filas de álamos que resguardan las más ricas peras, manzanas y duraznos. Aquí el paisaje es el resultado de la combinación entre la naturaleza y el trabajo del hombre a través de cultivos y canales de riego. Y no es casual que una de las actividades más difundidas sea el agroturismo, es decir, paseos y excursiones en las que se visitan chacras y viñedos especializados en “vinos de zonas frías” como la clásica Bodega Canale. También está la posibilidad de vivir el valle desde el río mismo haciendo travesías en kayak o gomones con avistaje de aves incluido. Esta experiencia permite apreciar el gran contraste entre la zona cultivada con frutales y la árida meseta patagónica y su flora característica.


De negro no tiene nada
Su nombre, “Río Negro”, es la traducción literal de “Curru Leuvu”, término utilizado por los habitantes originarios de la zona a pesar de que sus aguas no son de ese color sino más bien verdosas. Este río es uno de los cursos de agua más importantes de la Patagonia y da nombre a la provincia que lo alberga desde su nacimiento hasta su desembocadura. Nace en la confluencia de los ríos Neuquén y Limay y atraviesa 750 km sin recibir un solo afluente pero posee gran cantidad de meandros e islas fluviales. La más grande e importante es la de Choele Choel, en el Valle Medio. Finalmente desemboca en el océano Atlántico, 30 kilómetros al sur de Viedma, capital de la provincia. A lo largo de su extenso recorrido fluye entre las bardas (terrazas) que forma la meseta patagónica en medio de un ancho y fértil valle densamente poblado.

Algunos documentos históricos dicen que los españoles vieron tantos sauces en sus costas que lo bautizaron río de los Sauces. Además se impresionaron tanto al ver su barra que retrocedieron hacia un puerto más al sur y concluyeron que era imposible entrar por allí. Sin embargo, el piloto de la Armada Real, Basilio Villarino demostró lo contrario en 1782 y 1783. Una vez pasada la peligrosa desembocadura remontó sus aguas y llegó hasta una zona un poco más arriba de la confluencia del río Limay con el Collón Curá. Medio siglo después, en 1833, una goleta al mando de Nicolás Descalzi remontó el prácticamente desconocido río e hizo un bosquejo hasta la zona de la isla de Choele Choel. Pasó el tiempo y la idea de proseguir las exploraciones del gran río quedó en el olvido hasta que, a partir de 1869, el gobierno solicitó sucesivos reconocimientos. Quince años más tarde, el comandante Erasmo Obligado determinó con aproximada exactitud las condiciones de navegabilidad del río y dio por finalizado el período de exploraciones.


Aguas caudalosas
Con un caudal que oscila entre los 800 y los 1300 m3 por segundo el río Negro es el curso de agua más caudaloso de la Patagonia y uno de los cinco más caudalosos del país. Sin embargo, sus aguas suelen estar tranquilas y son ideales para la práctica de actividades náuticas a vela, motor o remo. Los lugareños suelen disfrutar este remanso en medio de la meseta concurriendo a los diferentes balnearios municipales y los clubes deportivos que se encuentran a la vera del río. Entre tanto, los amantes de la pesca pueden hacer salidas para tentar truchas arco iris, percas y pejerreyes patagónicos.

Los tipos de aves que se pueden observar a lo largo de una flotada en gomón cambian según las condiciones del lugar que, a su vez, varían según qué parte del río sea. En las márgenes, donde el suelo es arenoso y limoso, la vegetación suele estar representada por sauces y olivillos. Estos bosques en galería son el refugio ideal para aves como la paloma torcaza, el carpintero bataraz chico, el carpintero real, cotorras, la garza bruja y el zorzal patagónico. En cambio, en aquellas zonas donde el agua permanece gran parte del año y satura el suelo se generan ambientes pantanosos donde se desarrollan juncales y espartillares o pajonales. Aquí suelen habitar especies como las junqueras, las gallinetas, las pollonas, los varilleros y las gallaretas. Y donde la superficie tiende a ser rocosa la estepa arbustiva o monte domina el paisaje con especies totalmente adaptadas a las condiciones extremas del desierto como el halconcito colorado, el jote cabeza negra y el jote cabeza colorada.


Crónica de una flotada
Nos embarcamos en un sector cercano a Cipolletti para realizar una flotada en gomón hasta Villa Regina, a través de un ecosistema húmedo que alberga gran cantidad de aves. En la época que hicimos la excursión el río estaba mucho más bajo de lo habitual ya que los embalses estaban reteniendo agua. Sin embargo, según explicó el biólogo que nos acompañaba, por esa misma razón pudimos ver un mayor número de aves como macaes, cisnes coscoroba, entre otros. En cambio, en condiciones normales algunos sectores suelen ser muy profundos, con anchos brazos y gran cantidad de islas.

Nos pusimos los salvavidas, cada uno ocupó su lugar y la balsa se dejó llevar por la suave corriente. Enseguida comprobamos el singular marco natural en el que estábamos insertos: a un lado se veía la árida y seca margen de la meseta y al otro la costa verde de sauces. Desde que partimos por la mañana hasta que llegamos a la zona de pernocte no hubo un solo momento en el que no viéramos aves. Las primeras en asomarse fueron las elegantes garzas blancas. Estas aves, junto con otras zancudas (como la garcita blanca chica, la garza mora, flamencos, teros, teros reales y chorlos) suelen elegir aquellos sitios en que el río fluye por brazos más pequeños donde la velocidad y la profundidad es menor y de ese modo se desplazan caminando por el fondo del agua.

Mientras tanto, un inquieto grupo de gallaretas “carreteaba” sobre la superficie del agua como si fueran aviones a punto de despegar. A medida que avanzábamos fueron surgiendo cuervillos de cañada, jilgueros, benteveos, chimangos, teros y jotes que nos miraban desde la costa. Almorzamos en Allen, bajo la sombra protectora de unos sauces y antes de partir visitamos un avistadero cercano. Parecía increíble ver tal concentración de pájaros en tan pequeña laguna. Había cisnes de cuello negro, flamencos, biguaes, patos (picazo, colorado, overo, barcino, maicero, zambullidor chico, entre otros) y loros barranqueros. El plato fuerte fue, sin dudas, el atardecer. Poco a poco se fueron formando grandes y esponjosas nubes teñidas por una suave luz rosada. Entre tanto, las aves se habían transformado en siluetas estilizadas que volaban de un lado a otro mientras un Martín Pescador se zambullía y hacía su última pesca del día.


Datos útiles
Cómo llegar
Por la ruta provincial Nº 6, desde la provincia de La Pampa hasta la ciudad de General Roca.

Recomendaciones:
Se aconseja llevar repelente de insectos, calzado cómodo (y que se pueda mojar), muda de ropa, toalla, antialérgico y prismáticos.

Flotadas
La excursión en el día dura tres horas y media. La flotada con pernocte incluye traslado hasta el lugar de partida, 3 comidas, apoyo logístico por tierra, bolsa de dormir y binoculares. El biólogo se paga a parte. Grupo mínimo: 4 personas.

Empresas:
*Sendas Patagónicas
Mínimo 4 personas (máximo 6 por bote)
(0299) 4775909 (0299) 15 6324315
srivanera@sendaspatagonicas.com

*Marcelo Yoan
(02941) 450480
(02941) 15601108
myoan@infovia.com.ar

*Kayak:
LK Travesías
(02941) 15 665289
lktravesías@yahoo.com.ar

*Flotadas y salidas de Pesca
Nontue Patagonia.
(02941) 462599 i
nfo@nontuepatagonia.com.ar
www.nontuepatagonia.com.ar

*Complejo recreativo Playaventura
www.playaventura.com

Informes:
Cipolletti:
(0299) 4776833
turismoagenciacentro@yahoo.com.ar

General Roca:
(02941) 423195
turismo@generalroca.gov.ar
turismorn@yahoo.com

Mariana Lafont
Pagina 12 - Turismo
Fotos:Web

viernes, 20 de marzo de 2009

Parque Tayrona, Colombia: Caribe para todos


Chozas de lujo, hamacas, ruinas indígenas y selva. El Parque Tayrona promete variedad pero a, fin de cuentas, lo que importan son sus incomparables playas. Postales convertidas en realidad que –con justa razón– siempre son mencionadas entre las mejores del mundo.Había una vez playas de arenas blancas y aguas transparentes donde sólo llegaban hippies. Toda la infraestructura se reducía a un boliche –donde vendían cerveza Águila, cigarros Marlboro y tallarines– y, para alojar, había un par de camas, algunas carpas y decenas de hamacas donde mochileros dormían bajo palmeras que se mecían suavemente por la brisa. Era el Parque Tayrona.

Ocho años después de la última nota de esta revista hecha "desde Tayrona" (Pura paz, por Juan Pablo Meneses, del 4 de febrero de 2001), la realidad es otra, comenzando por lo difícil que resulta escribir el comienzo de esta crónica con el ícono de Messenger parpadeando sin cesar gracias al wi-fi que cubre Cañaveral, el área turística más sofisticada del parque.

En el extremo norte de Tayrona, Cañaveral es locación de los ecohabs o "chozas al estilo indígena", como prefieren catalogar los folletos promocionales. Un vistazo rápido a los ecohabs anota jabones y cremas L'Occitane en los baños y, en los dormitorios, pantallas de plasma con televisión satelital, bases con parlantes para el iPod y, bajo el velador, aparatos que no paran de emitir un sonido tch-tch-tch-tch-tch, que impide que monos, murciélagos y serpientes entren a las flamantes chozas. Porque, es verdad, la sofisticación llegó a Tayrona, pero eso le dio lo mismo a los animales salvajes, que no se han ido.

El segundo día en Cañaveral, donde está la entrada más transitada al parque, empieza a las ocho de la mañana con el objetivo de conocer Pueblito, "la aldea indígena ancestral de los tayronas", según el guía Jorge Moreno.


Flaco como palote, de unos 25 años, Moreno balbucea unas palabras en inglés y hace gestos de pantomima para darse a entender a los cuatro holandeses que completan la expedición: "Son dos horas de caballo hasta Cabo San Juan, más otras dos de trekking, en subida, para llegar hasta Pueblito", dice.

El primer tramo de excursión es bajo un techo de árboles y sobre un barrial que –cuando los pies se mojan, a los cinco minutos de caminata– hace arrepentirse de no haber pagado 10 dólares por un caballo.

El sendero decepciona si ver monos –como prometen las guías de viaje– es la idea principal. Tampoco hay aves y, para colmo, la banda sonora es el canto destemplado de Moreno, el guía, quien estropea la gracia de pasear en un bosque tropical.

Después de 45 minutos de lodo el sendero se termina y Moreno deja de cantar, pues hay personas que aún duermen en las cabañas y carpas que se multiplican en el lugar. Se trata de Arrecifes, un área enmarcada por palmeras en la que es común oír "cachai" y "poh", y donde el promedio de edad de los turistas no supera los 25 años.


Más allá de Arrecifes el panorama se vuelve sugerente: continúa bajo cocotales y atraviesa manglares que sólo son interrumpidos por playas de aguas que parecen coloreadas por Photoshop. El mundo se convierte en postal, dando toda la razón a los lectores de esta revista que en diciembre pasado dejaron a Tayrona en el segundo lugar del ranking de las mejores playas del mundo (después de Playa del Carmen) y al diario inglés The Guardian, que también cedió a las playas de este parque el segundo puesto entre las mejores del planeta (tras las Islas Cíes, de España).

Está de más decir que las ganas de lanzarse al agua son irresistibles, pero el guía cantor dice que aún queda mucho camino hasta Pueblito. El sendero por puentes y roqueríos bordea el mar hasta Cabo San Juan.

Son las 10:30 de la mañana y todavía son muchos los que duermen sobre las hamacas de Cabo, que cuelgan a 20 centímetros de un suelo de tierra alfombrado de botellas de ron, latas de cerveza y envases de papas fritas. Más allá, los madrugadores desayunan en compañía de varias moscas y entonces toman sentido las palabras de quien antes de venir a Tayrona te dijo: "No se te ocurra comer fuera de Cañaveral o Arrecifes".

Creado en 1964, el Parque Nacional Natural Tayrona fue hasta fines de los 70 la chacra que abasteció de marihuana a Estados Unidos. El mito cuenta que casi toda la marihuana de Woodstock salió de aquí y que los gringos que llegaron se fumaron medio parque.

Al guía no le gusta ahondar en el tema y, en los descansos rumbo a Pueblito, prefiere hablar de la cultura tayrona: que la palabra significa "hombres de la tierra", que los indígenas son excelentes orfebres, que sus ciudades las construyeron en terrazas, que mantienen hasta hoy su estilo de vida en Pueblito.


Mentira
En Pueblito no hay nada más que las construcciones de piedra y un par de niños y una mujer disfrazados de indígenas, que hablan por celulares con ringtones de canciones de moda, siempre listos para fotografiarse con los gringos. Los holandeses tampoco se tragan el cuento y quieren partir cuanto antes a la playa.

En el camino hacia la playa Jorge Moreno conduce al grupo a un lugar donde unas rocas gigantes forman una gruta: "Es un lugar sagrado. Aquí los tayronas tomaban sus decisiones más importantes", dice.

Uno de los holandeses lo mira con cara de para-de-mentir y bromea: "¿Qué tipo de decisiones tomaban: si en la cena iban a comer espagueti boloñesa o pizza margarita?". Jorge Moreno, el guía, no cantará más.

El camino de regreso es en bajada, cuestión que se agradece, aunque por la noche las rodillas recordarán el esfuerzo de un trekking no recomendable para niños ni personas que nunca hacen ejercicio.


Eso sí, justo es la playa nudista del parque y, como nadie se anima, hay que caminar otros diez minutos para testear el agua: prístina, de temperatura justa, oleaje suave, con cientos de peces de colores (ideal para el esnórquel), piso de arena regular y firme.

"La piscina" es lejos la playa más espectacular de Tayrona y, también, una de las más seguras, porque, cuidado, hay otras más abiertas donde el mar es bravo y que, de manera frecuente, figuran en las páginas policiales de los diarios de Santa Marta.

Atardece temprano en esta región de Colombia y a las cinco de la tarde es hora de sacudirse la arena y partir. La marea está alta y no queda más que meter los pies al agua para llegar hasta Arrecifes, la zona de alojamiento próxima a Cañaveral favorita entre los argentinos y chilenos de presupuesto medio que visitan el parque.

El precio de comer sin riesgos de indigestarse es alto en Tayrona: 8.000 pesos por unos tallarines (pasados en cocción) con salsa de tomates (insípida), que no deben tener un costo superior a 300 pesos chilenos. Lo bueno es que el ambiente es relajado, con gente joven y tranquila que conversa y lee tomando Águila.

Otro aspecto positivo de Arrecifes son su cabañas, baratas y cómodas (40 mil pesos la noche hasta para cinco personas), con un ventilador perfecto para secar las zapatillas y la ropa, y una terraza techada ideal para observar la tormenta que arrasa con las carpas.

El tronar del agua contra el suelo continúa monótono y sólo es interrumpido por una estampida de burros cerca de la medianoche. Por la mañana queda la mitad de las carpas en pie, y sigue lloviendo igual de duro. Por eso, la ropa que tanto costó secar se empapa en un solo segundo.

"No es la mejor época del año. Si no quiere lluvia, tiene que venir en junio y julio", dice el conserje en la despedida de Arrecifes.

Sientes que la mochila pesa el doble, y maldices tu suerte y a las nubes por haberte privado de una linda mañana de playa. Los aullidos de los monos y el canto de los pájaros componen la banda sonora. Entonces, embarrado hasta las rodillas, te das cuenta de que estás solo en medio de la selva, que es una sensación extraña, pero liberadora, y que así recordarás a Tayrona para el resto de tu vida.

Rodrigo Cea, desde el Parque Tayrona, Colombia
Revista del Domingo - Diario El Mercurio - Chile
Fotos: Web

domingo, 8 de marzo de 2009

Las islas de Chiloé: El archipiélago de las leyendas

Puerto de Achao

Las islas de Chiloé y sus bellísimos paisajes. Un territorio de singular identidad, con fantásticas historias y el intenso sabor de su cocina.

Esta extensa y desolada playa en la que rompen, furiosas, las olas del Pacífico sur, parece el sitio ideal para que aparezca el Caleuche, al que, aun sin atrevernos a decirlo expresamente, ansiamos ver. Pero no, parece que hoy tampoco se deja ver. Está sí esa densa bruma que confunde los contornos del mar y el cielo, están el silbido del viento, las constantes nubes que dejan ver el sol entre chaparrón y chaparrón y la silueta de los acantilados con los que la Cordillera de la Costa se zambulle en el mar. Y están los gaviotines, que los habitantes originales llamaban chelles y que, por su paso al castellano (chillwe quiere decir "lugar de chelles" en idioma mapudungun o mapuche) terminó dando nombre a esta tierra tan extraña como fascinante: Chiloé, en el extremo sur de Chile.

Tierra de brujos, leyendas y pescadores, de campesinos y corsarios, Chiloé es un hechizo de praderas verdes, fiordos y canales; un raro paisaje que remite a las colinas de Irlanda o de las highlands escocesas, al sur del Pacífico.

Para ser exactos, hay que decir que Chiloé no es una isla sino un archipiélago que, además de la Isla Grande, comprende un gran número de otras islas e islotes de menor tamaño, que hospedan en total unos 160 mil habitantes. Y albergan, sobre todo, una particular historia, una cultura muy propia -por la mezcla de tradiciones indígenas e hispánicas, por el medio ambiente insular, por el aislamiento en que vivió la zona por mucho tiempo- y una cantidad de leyendas y mitos que asombran por su originalidad y su inventiva.

Como la del Caleuche, ese barco fantasma que, dicen todos aquí, recorre permanentemente los fiordos y canales. Tiene aspecto de velero antiguo, es de color blanco, su cubierta principal está llena de luces, y en él se oye siempre música de fiesta. Para pasar desapercibido, puede transformarse en tronco de árbol, roca o animal marino, o navegar bajo el agua. Según la versión del mito, su tripulación está formada por los brujos de Chiloé, por los muertos en el mar, por esclavos o por quienes pactaron con los brujos para obtener riquezas.

Isla Grande de Chiloé

En la Isla Grande
Es raro ver una ruta que siga derecho hasta hundirse -literalmente- en el mar. Pero es lo que pasa con la ruta 5 chilena, que nace bien al norte -límite con Perú- y recorre el país a modo de columna vertebral. Pero en el puerto de Pargua, frente a la Isla Grande de Chiloé, la lengua de asfalto se sumerge en el canal de Chacao. Allí atracan los ferries que cruzan este célebre canal -en otros tiempos temible para los navegantes, y escenario de más de un naufragio legendario-, para depositar, 35 minutos más tarde, autos, motos, colectivos, camiones y peatones en la otra orilla, donde la ruta 5 emerge de las aguas para seguir viaje hacia el sur.

Llegar a Chiloé al anochecer puede no ser recomendable si no se conoce la ruta -el tránsito de buses y camiones es intenso-, aunque puede ser una ventaja si se tiene la suerte, por ejemplo, de ver aparecer la luna tras la Cordillera de los Andes, reflejada mágicamente en las aguas. O llegar a última hora a una cabaña encaramada en la cima de una colina de las afueras de Castro, para contemplar las lucecitas tintineantes en el fiordo y sorprenderse con el paisaje de las primeras luces de la mañana: praderas verdes que se hunden en un mar azul surcado por coloridos barcos de pescadores, casas de madera como de cuento y esbeltas torres de iglesias -de madera, como todas las iglesias de la isla-. Aquí afortunadamente la modernidad parece haber llegado -asfalto, autos cero km, señal de celular en todos los rincones, bancos, servicios- suavemente, como con respeto, sin destruir lo que en tantos años logró conservarse.

Castro y los palafitos
La mayoría de los pueblos y ciudades del archipiélago se concentran en la Isla Grande, como Castro, que con cerca de 40 mil habitantes, es la capital de la provincia de Chiloé desde que, en 1982, le arrebató ese título a Ancud. Fundada en 1567 en la zona central de la isla, Castro es la tercera ciudad más antigua de Chile con existencia continuada, y su historia mezcla huilliches y chonos -habitantes originarios de la zona- con conquistadores españoles, jesuitas, franciscanos y piratas: en el año 1600, la población fue ocupada durante dos meses por el corsario holandés Baltazar de Cordes, para ser luego nuevamente arrasada por otro holandés: Hendrick Brouwer.

En Chiloé, además, se construyó la goleta Ancud, primer buque de guerra fabricado en Chile, que desde el archipiélgo partió para tomar posesión, en 1843, del Estrecho de Magallanes, a nombre de la naciente república. La tripulación, compuesta fundamentalmente por chilotes, fundó el Fuerte Bulnes, actual Punta Arenas.

Hoy, las callejuelas en subibaja de Castro concentran comercios y servicios, entre las clásicas construcciones en madera tapizadas con vistosas tejuelas de alerce, dotadas de balcones y miradores y pintadas de colores. El centro neurálgico es la plaza central, frente a la Iglesia de San Francisco -Patrimonio de la Humanidad-, cuyo templo primitivo fue destruido por un incendio en 1902 y reconstruido en 1912. Para protegerla, el exterior fue cubierto con chapas, pero su interior se conserva totalmente de madera -incluidos el vía crucis y los ornamentos-, y es deslumbrante. Sus torres se elevan a 42 metros de altura, y se ven desde varios km a la redonda.

Un encantador paseo es el que desanda la avenida Pedro Montt, a dos cuadras de la plaza pero varios metros más abajo, a orillas del mar. El paseo visita el puerto, la feria artesanal y los palafitos, singulares construcciones de madera sobre pilotes enterrados en el fondo del mar, que surgieron para aprovechar mejor la ribera durante la expansión comercial del siglo XIX, y de los que hoy sólo quedan algunos ejemplos en Castro y en Mechuque, una de las islas Chauques. Una bellísima postal de los palafitos, y del centro de Castro encaramado en la cima de la colina, se consigue desde la península de Ten-Ten, un par de km al norte.

Pero hay que ir atento, porque si a la vera del camino se aparece un hombre pequeño y deforme cuyas piernas terminan en muñones, porta un hacha de piedra o bastón de madera y luce un gorro cónico, es el Trauco. Este personaje mitológico, se dice, habita en los bosques cercanos a las casas y se dedica a enamorar a las mujeres, aunque no es tan atento con los hombres: con su aliento, puede dejarles la boca torcida o condenarlos a muerte.

El mercado de artesanías Lillo se luce con trabajos en madera, vistosos tejidos en lana y cestos y canastas hechos con fibras vegetales. Además, en el mercado del puerto se encuentra una gran variedad de mariscos, y los varios restaurantes de Castro son una buena opción para adentrarse en la rica gastronomía chilota, que utiliza la papa en casi todas sus versiones y se basa en mariscos, pescados y carnes de vacas, cerdos y corderos que se crían en el campo.

Durante el verano, y los domingos durante el resto del año, varios sitios ofrecen curanto en hoyo, el plato más típico de Chiloé. Se prepara en un hoyo en la tierra donde se colocan piedras calientes y, encima, donde se colocan piedras calientes y, encima, capas de pescados, mariscos, carnes, embutidos, vegetales y legumbres, cada capa separada por hojas de una planta típica llamada pangue o nalca o, en su defecto, de parra o repollo. Un espectáculo no sólo por su sabor, sino también por su larga y compleja preparación.

Mapa Isla de Chiloé
La ciudad de los tres pisos
La ruta 5 serpentea hacia el sur por lo alto de la meseta, y 15 km al sur de Castro, un desvío baja hasta Chonchi, un puerto conocido como "la ciudad de los tres pisos" por sus fuertes desniveles, con la llamativa iglesia celeste y amarilla de San Carlos de Borromeo, que hace equilibrio en la pendiente.

Cerca de Chonchi parte la ruta -asfaltada hace poco- que se interna 40 km hacia el oeste, hasta el Parque Nacional Chiloé, a orillas del Pacífico abierto. Desde el puesto de guardaparques parten senderos que se internan en el bosque valdiviano, una densa vegetación formada por árboles siempreverdes, arbustos y plantas trepadoras, donde habitan el pudú, uno de los ciervos más pequeños del mundo, y el zorro chilote o de Darwin, en peligro de extinción. Aquí está la extensa y desolada descripta playa en el comienzo de esta nota, que remite al fin del mundo.

Sólo 19 km al norte de Castro está Dalcahue, un encantador pueblo estirado sobre la costa, que deslumbra con la Iglesia de Nuestra Señora de Los Dolores y su portal de 9 arcos, Patrimonio de la Humanidad. Y una feria de más de cien años de tradición, donde los artesanos de las islas exhiben una gran variedad de tejidos de lana y artesanías en madera tallada.

El transbordador es el medio que todo el mundo utiliza para cruzar a la isla Quinchao -5 minutos de viaje-, con los vistosos poblados de Curaco de Velez -famoso por sus maestros carpinteros, constructores de casas y barcos- y Achao, con Santa María de Loreto, la más antigua de las iglesias chilotas que permanecen en pie, construida alrededor de 1730. En la corta avenida costanera se suceden restaurantes que, dicen, permiten saborear las mejores ostras de todo el archipiélago.

Arquitectura tipica de la Isla

Brujerías
Hace miles de años, Chiloé era tierra firme, dice la leyenda. Hasta que apareció, desde sus dominios marinos, Caicai Vilu, la serpiente del mal, enemiga de la vida terrestre, e inundó el territorio. Entonces Tenten Vilu, la serpiente del bien, diosa de la tierra y la fecundidad, elevó el nivel de la tierra. Producto de esta lucha, que duró muchos años, los valles quedaron sepultados bajo el mar, y los cerros convertidos en bellas islas.

Este origen mitológico parece haber marcado a fuego la historia del lugar. Se dice, por ejemplo, que aún hoy la Fiscalía de Castro recibe de tanto en tanto denuncias por brujerías, una práctica que en Chiloé tiene una larga tradición, que se remonta a la llegada de los españoles, cuando la zona estaba habitada por chonos, cuncos y huilliches, quienes no abandonaron completamente sus ritos pese a adoptar el catolicismo. Muchos de estos mitos, así como los conocimientos sobre el uso de las plantas como medicina o veneno, se mantuvieron en secreto.

Y tanta fue su influencia que, en 1880, el gobernador de Chiloé decidió llevar a juicio a varios acusados de integrar "La Recta Provincia", una sociedad de brujos que regulaba la hechicería en el archipiélago, que contaba con numerosos integrantes y ejercía gran influencia entre los campesinos. Acusados y encarcelados varios de sus miembros, la brujería fue perdiendo poder oficialmente, pero sus mitos perduran hasta hoy en parte de la población.

Al sur del Parque Nacional Chiloé se extienden densos bosques que, para la mente del viajero ávido de leyendas, bien pueden ser el hábitat perfecto para el Trauco, el Invunche, la Fiura, la Voladora o la Viuda, entre muchos otros personajes mitológicos.

Más al sur, la larga ruta 5 encuentra su fin en Quellón, ciudad fundada en 1905 por una compañía que extraía alcohol de la madera de los bosques. Hoy es el principal puerto de la Isla Grande, base de la poderosa industria salmonera y de la extracción de productos de mar. Habría que ver si los tripulantes del Caleuche acuerdan con el fuerte desarrollo industrial que, a partir del famoso salmón del Pacífico, está adquiriendo este mítico archipiélago.

Independencia y cultura propia
La isla de Chiloé, para muchos, poco tiene que ver con el resto de Chile. Sus fiordos, su arquitectura, sus mitos y creencias son absolutamente únicos, lo cual no sorprende, ya que su historia también es diferente. Los movimientos independentistas de comienzos del siglo XIX fueron entusiastamente abrazados por los criollos, hartos del monopolio español y de la rígida administración colonial. Chile formalmente se independizó en 1818, pero Chiloé prefirió seguirle siendo leal al rey de España. Durante seis años, fracasaron tres invasiones a la isla por parte de Lord Cochrane, del capitán Ramón Freire y del general Beauchef, y recién en 1826 Chiloé capituló. Esta resistencia le valió a sus habitantes, los chilotes, cien años de olvido por parte del gobierno central. Esta insularidad y atraso, sin embargo, crearon una identidad propia en la zona, que aún perdura. En efecto, los chilotes conservaron sus mitos, la vieja tradición brujeril y las costumbres de reunirse alrededor de la cocina a leña y recoger mariscos -mariscar- cuando baja la marea. A pesar de que se habla de construir un puente para unir la isla con el continente -proyecto algo quimérico debido a su enorme costo-, el chilote prefiere seguir como está, viviendo su propia cultura y sin las "invasiones" turísticas de la posmodernidad.

Datos útiles
Como Llegar
LAN Chile de Bs. As. a Puerto Montt (vía Santiago), US$ 649.
Bus de P. Montt a Castro (4 hs), aprox. US$ 9 (incluye ferry).
Cruce en ferry de Pargua a Chacao, aprox. US$ 12 por vehículo.

Información
www.chiloe.cl
www.chiloeweb.com
www.proturchiloe.co.cl
www.trayenchiloe.cl

Clarín - Viajes
Fotos: Web

lunes, 2 de marzo de 2009

Nepal: Los secretos del reino sagrado

Plaza Durbar

El esplendor natural de Nepal y la intensa religiosidad de su gente sorprenden en un viaje de Katmandú al Himalaya.

Según la leyenda, este antiguo reino nació de una flor de loto que flotaba, solitaria, en el lago que alguna vez ocupó el valle de Katmandú. Hoy, Nepal hechiza con su cultura milenaria, con el misticismo que se percibe en la vida cotidiana de sus habitantes, con sus valles fértiles y montañas majestuosas que resultan una escalera al cielo de todas las religiones y las creencias orientales.

Ya no quedan rastros de los hippies que hicieron de Nepal un sitio de culto, allá por los alocados años 60, y colocaron a este rincón de Asia dentro del mapa del turismo internacional. Los jóvenes extranjeros que solían apoltronarse en las serpenteantes y angostas callejuelas de Katmandú, la capital de este territorio de armonía y meditación, ahora han sido reemplazados por turistas mucho más convencionales que experimentan una gran fascinación por la belleza y la historia de este país, en el que perviven leyendas como la del Yeti, el abominable hombre de las nieves, y Kumari, la diosa-niña elegida entre las jovencitas de la casta sakya.

Lo que ya no perdura es la enigmática penumbra nocturna que invadía el territorio durante la noche por falta de electricidad, una oscuridad sutil que llamaba la atención de los recién llegados cuando al salir del aeropuerto de Katmandú no se veían las casas ni las calles. En ese primer contacto, el Nepal nocturno emergía misterioso envuelto en brumas que durante el amanecer eran disipadas por los suaves rayos del sol que entibia al reino.


Maravillas de Katmandú
Un lugar imperdible en Katmandú es la plaza Durban. Sus templos de madera tallados crean un ramillete de maravillas poblado por seres de formas impensadas que atrapan la mirada de los viajeros occidentales. Entre ellos se destacan el Taleju, construido en 1549; el Hanuman Dhoka, antiguo palacio real; el Kashtha Mandap, realizado con la madera de un solo árbol; el Ashok Binayak, construido en honor al dios-elefante y el Jagannath, famoso por sus tallas de motivos eróticos. En los alrededores de la plaza hay decenas de tiendas de artesanías y muy aceptables restaurantes populares en los que probar algunas de las delicias que componen la gastronomía nepalesa, que se parece mucho a la india. La base de casi cualquier comida es el arroz, que se combina con diferentes clases de currys y vegetales saltados, además de rarezas como la carne de yak.

El hechizo que produce Nepal comienza, sin dudas, dando vueltas al azar por las callejuelas zigzagueantes de la capital y por las áreas en que que están las famosas stupas (templetes para reliquias de forma semiesférica, cuya cúpula tiene mástiles que sostienen parasoles) como la de Swayambu, decorada con ojos gigantes que evocan la mirada de Buda. A diario, los creyentes de la ciudad -que son muchísimos- se reúnen frente a los espacios de las divinidades para esperar que aparezcan sus amadas deidades y los bendigan, entretanto cantan extasiados frente a las imágenes del panteón hinduista: Krishna, Shiva, Vishnu o Ganesha.

Aunque la religión y el misticismo constituyen los elementos más sorprendentes de una visita a Nepal, las opciones van mucho más allá de los templos y los ritos populares. Gracias a su enorme belleza natural, el territorio nepalés es ideal para realizar excursiones de trekking y paseos en bicicleta por la selva o escalar alguna de las montañas que integran las cadenas del Himalaya.

Parque Chitwan

De la selva a las montañas
Nepal conserva la belleza de las construcciones antiguas y la magia de los mercados donde vendedores y paseantes marchan de un lado a otro intercambiando desde flores de alta montaña hasta chales hilados tan finamente que pasan por un la circunferencia de un anillo. Tanto la capital del reino como las otras pequeñas urbes, cuentan en la actualidad con hoteles cinco estrellas, muchos de ellos ocupados por escaladores que van a desafiar las nieves eternas y los pasos de montañas, o a recorrer con mochilas al hombro los valles y los pequeños pueblos del interior.

Más allá de Katmandú están los sembradíos y selvas vírgenes como las del Parque Chitwan, en el Terai. Esa región, plagada de bosques de bambú y arrozales, resguarda rinocerontes de un cuerno, distintas clases de cocodrilos y tigres de Bengala. Además, tiene paisajes maravillosos conformados por ríos serpenteantes, parcelas cultivadas y la majestuosa silueta de picos como el Everest y el Annapurna, que pueden ser observados desde el aires gracias a un vuelo de una hora realizados en pequeños aviones.

Reserva Natural de Sagarmartha

El valle de Pokhara
Por su parte, la Reserva Natural de Sagarmartha (declarada patrimonio mundial por la Unesco) es la puerta de ingreso a Tibet, Bhutan y Sikim, y a sitios religiosos donde es posible hacer retiros espirituales. Allí se pueden presenciar ceremonias inolvidables en santuarios donde hileras de monjes, acompañados por niños aspirantes a religiosos, permanecen en posición de loto repitiendo una plegaria matizada con el tañido agudo de una campana o un gong que rompe el monocorde sonido de la oración o del mantram.

Finalmente -y asumiendo que la idea de finitud en Nepal tiene un valor absolutamente relativo-, existe otro verdadero imperdible: se trata del valle de Pokhara. Se sugiere visitarlo.

Desde allí parten las excursiones hacia el macizo de Annapurna, y también hacia la ciudad de Namche Bazar, conocida como la capital de los sherpas, y a Kirtipur, una pequeña y encantadora urbe famosa por la milenaria tradición de los telares y su Universidad Tribhuvan.

Territorio enigmático, techo del mundo, el turista encontrará en Nepal no solamente una cultura exótica y paisajes arrebatadores, sino una forma diferente de vivir la vida.

En el reino de Shangri-la, las sonrisas son suaves y habituales. Y para visitarlo es fundamental saber usar la palabra namasté, cuyo significado es "bienvenido", "adiós" y "gracias", una palabra hermosa que se dice con las palmas unidas en el centro del pecho e inclinando la cabeza como en una reverencia.

Valle de Pokhara

Datos útiles
Lo curioso
Decenas de miles de animales se sacrifican durante la fiesta religiosa de Dasain, que tiene lugar durante octubre.

Visado
Los ciudadanos extranjeros, a excepción de los de la India, requieren de visa (la misma puede ser tramitada en la India o bien al llegar a Nepal).

Quienes practican montañismo deben solicitar un permiso especial cuando el trayecto de su viaje impone desvios de las principales carreteras del país. Las mejores épocas para viajar son de octubre a noviembre, y febrero a abril.

Informacion
www.nepal.es
www.welcomenepal.com
www.turismodenepal.com
www.visitnepal.com

María Teresa Morresi
Clarín - Viajes
Fotos: web