• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

sábado, 24 de enero de 2009

Cruceros: por la ruta Sudamericana

Crucero Sinfonia
En plena temporada sudamericana de cruceros, los buques que tienen como puerto de salida o destino a Buenos Aires ofrecen a bordo una experiencia de película: deportes, galas teatrales, shows en vivo y buena gastronomía sobre las aguas del Atlántico. Además, las costas de Uruguay y Brasil.

Vivir el mar desde el propio mar, con todo el lujo a cuestas. Esa es la propuesta de las inmensas ciudades flotantes que no paran de llegar a la renovada terminal de cruceros Benito Quinquela Martín, ubicada en Puerto Nuevo, a escasos metros de Retiro. Entre las distintas compañías está previsto que lleguen este año 124 naves, 22 más que en la temporada pasada. Este incremento del 4% a nivel turístico para 2009, será aún mayor la temporada entrante, ya que son 145 los buques anotados para 2010/11. Entre el glamour y lo exótico, los colosos flotantes invitan a una experiencia donde abundan los más destacados servicios y nunca falta el detalle: fabulosas cenas con la luna flotando sobre el océano; shows musicales y teatrales en escenarios para más de 1000 personas; deportes de todo tipo en la explanada de la embarcación; piscinas, jacuzzis, masajes y una infinidad de tratamientos relajantes en el spa. Ah, y como si fuera poco, las imperdibles playas de Uruguay y Brasil.

Crucero Silver Wind

Megabarcos-Megavisitas

Las calles de Buenos Aires se “inundan” de pronto con 13.000 turistas más, y de una sola vez. Es el saldo de la llegada de apenas cinco buques. El Infinity, el Delphin, el Silver Wind, el Norwegian Dream y el Sinfonía ya han dejado en ediciones pasadas la muestra de lo que significa un solo día de desembarco, algo así como destapar un enorme hormiguero. Entre esos gigantes, Costa y MSC se destacan por recorrer las cálidas playas brasileñas, lo que implica saborear los manjares gastronómicos de sus comidas regionales donde abunda el maracuyá, sumergirse en el clima del samba y contagiarse irremediablemente de la alegría carioca.

En su mayoría, estas travesías de placer zarpan desde Buenos Aires o llegan a ella, pasando sí o sí por los increíbles paisajes de Uruguay y Brasil. Playas espectaculares es un requisito de todo viaje en crucero: Río, Santos y Porto Belho; Corcovado, el Pan de Azúcar y todo Copacabana. Sólo o en pareja (no suelen ser viajes familiares, aunque claro que es posible), se puede disfrutar de una copa de champagne y vibrar con la música brasileña como para empezar. Desayunar en la cabina o la cubierta, y prepararse para recorrer Salvador de Bahía, el fascinante Pelourinho y el Mercado Modelo. Comprar allí algunas piezas artesanales únicas, y deleitarse con las historias del centenar de iglesias que se levantaron siglos atrás. Luego, será el tiempo de la blancura soñada para la arena, y del reparador baño en aguas tibias y transparentes. Salvador de Bahía, Buzios, Cristo Redentor, Ipanema, Blumenau, Ilha Bela, Arraial do Cabo, Ilehussiete... la lista es infinita, y siempre sorprendente.

Costa Mediterránea
Estilo Costa
El Costa Mediterránea ha sido la novedad 2009 y una de las dos embarcaciones que la firma italiana Costa Cruceros trajo a Buenos Aires, además del viejo conocido Costa Romántica. Uno de los nueve itinerarios que brinda/rá el debutante hasta marzo, propone la salida desde la terminal naviera porteña con destino a Punta del Este, y allí continuar camino al Norte para visitar las costas brasileñas, Porto Belo, Santos y Río de Janeiro. Se trata de una nave de casi tres cuadras de largo, 1057 cabinas y una capacidad para recibir a 2700 huéspedes. Además de su enormidad, el Mediterránea es sinónimo de fiesta diaria sobre el mar, y una verdadera galería de arte flotante: considerado uno de los barcos avanzados e innovadores de la industria de cruceros, los interiores han sido inspirados en palacios italianos del siglo XVII y XVIII, donde abunda el barroco siciliano a la Siena medieval, y el estilo veneciano a neoclásico. Su hall central está dedicado a la comedia y la danza italiana, con una escultura de 25 metros de alto y una exposición de 48 fotografías tomadas por Angela Cioce de Bari, fotógrafa oficial para los ballets de Maurice Béjart.

Crucero Infinity

Itinerarios y Paquetes
En cuanto a costos, si bien el imaginario popular cree que estos viajes son para un público muy reducido, hay alternativas con tarifas similares a otro tipo de viajes, y mucho más frecuentes.
Itinerarios de Costa como los que parten el 2, 10 y 18 de febrero con ocho noches (Buenos Aires, visita a las costas de Punta del Este, Porto Belo, Angra Dos Reis, Río de Janeiro y regreso a Buenos Aires), están disponibles por U$S 1341, con impuestos incluidos.

El paquete Patagonia, (14 noches) que parte el 26 de febrero e incluye Montevideo, Puerto Madryn, Punta Arenas, Ushuaia, Islas Malvinas y regreso a Buenos Aires, tiene un valor de U$S 1941, promocionando el tercer y cuarto pasajero, que sólo pagan impuestos.

Otra opción es la del mini crucero, que ofrece salir el 15 de marzo y pasar tres noches de visita en el país charrúa, con el itinerario Buenos Aires-Punta del Este-Buenos Aires, por U$S 425.

Con estos viajes Costa Cruceros continúa una ambiciosa temporada 2008-2009, triplicando la oferta de cabinas desde el puerto de Buenos Aires: la llegada del Costa Mágica a Brasil suma un total de 28 cruceros, dos minis y seis viajes transatlánticos entre diciembre y marzo. “Estamos atentos para que todo salga a la perfección, y trabajamos en conjunto con los concesionarios, armadores, agencias marítimas, Prefectura, Aduana, Migraciones y Secretaría de Turismo de la Nación. No hay que olvidar que la actividad turística es fundamental como ingreso de divisas y generación de empleo en el país”, sintetizó Luis Angel Diez, interventor de la Administración General de Puertos.

Datos Útiles
MSC Cruceros
(011) 4313-3700
www.msccruceros.com.ar

Costa Cruceros
(011) 4590-7777
www.costacruceros.com

Pablo Donadio
Pagina 12 - Turismo

sábado, 17 de enero de 2009

Esteros del Ibera: Viaje a la madriguera

En kayak, por los humedales que delimitan al este los ríos Aguapey, Miriñay y, al oeste, el Batel-Batelito, de origen paranaense

En el segundo humedal de Sudamérica hay un metro menos en el nivel de agua y dos redes eléctricas lo atraviesan. De noche, los carpinchos se acercan a comer entre los húespedes y los yacarés aguzan los ojos verticales. De día, el misterio de las islas flotantes.

La barca avanza silenciosa empujada por la caña que mueve el guía y barquero Sebastián. De pronto, alguien dice emocionado pero en voz baja: “Ahí hay dos yacarés”. “Son cuatro”, responde el guía acostumbrado a ver en detalle todo lo que lo rodea y señala exactamente donde se encuentran. “Y allí al fondo, lo ven, hay un ciervo.”

Son los Esteros del Iberá, el segundo humedal más grande de Sudamérica, formado por un intrincado sistema de lagunas y canales ubicados en la provincia argentina de Corrientes, un lugar poco conocido hasta para los propios argentinos, de relativamente difícil acceso aún hoy, donde la creación de un parque provincial y el estímulo al turismo permitieron salvar a numerosas especies que en los 80 estaban al borde de la extinción.

En el Iberá hay dos tipos de yacarés, el overo y el negro, de cuero muy cotizado, lo cual hizo mermar la especie

La superficie total protegida de los Esteros (Iberá viene del idioma indígena guaraní, y significa “agua que brilla”) es de 1.300.000 hectáreas. Fueron declarados Reserva Provincial en 1983 y cuentan con 60 especies de mamíferos, 50 de reptiles, 35 de anfibios y 110 especies de peces. Sin olvidar la impresionante cifra de sus 350 especies de aves, que se pueden “cazar” con la cámara fotográfica.

Durante todo el siglo XIX y principios del XX, la dificultad para acceder a esta zona, que se recarga únicamente del agua de lluvia y no de acuíferos ni de ríos, la hicieron un lugar de refugio de los animales y también de algunos personajes fuera de la ley, hasta el punto de que la leyenda perdura, y hay quien afirma sin dudar, que todavía quedan “forajidos” que viven en las islas más apartadas.

Pero el valor del cuero de algunas especies, sobre todo del yacaré (una especie de caimán), del que existen dos tipos, el overo y el negro (el más cotizado por su cuero); el lobito de río (similar a la nutria); o el carpincho, que es el roedor más grande del mundo, hizo que las poblaciones mermaran de forma muy peligrosa. Lo mismo ocurrió con el yaguareté, una especie de felino ya extinguido en esta zona, o el aguará guazú (un cánido de patas largas y cuerpo desgarbado), que fueron perseguidos por los ganaderos para proteger a sus animales de sus ataques.

La leyenda dice que la zona, casi impenetrable, fue refugio de forajidos

Desde que se creara la reserva la situación ha ido cambiando –incluso pese a la falta de apoyo político en muchas ocasiones–, y las poblaciones se han ido recuperando, pero aun así los Esteros no están preparados para el turismo masivo, cosa que sus propios habitantes defienden, porque hacer una infraestructura mayor implicaría la destrucción del entorno, por ejemplo ante la necesidad de un nuevo tendido de luz que se sume a los dos ya existentes y que atraviesan el parque, pese a ser en teoría un área protegida.

Además, el cambio climático y el avance de la desertificación también se hacen notar aquí, pues el nivel de la laguna se encuentra actualmente un metro por debajo del que debería tener.

Las hosterías, todas con un estilo campestre, rodeadas de árboles y algunas con piscina para el caluroso verano, ofrecen paseos en lancha, en canoas, a caballo, o caminatas por la zona. El relax está garantizado, porque no hay –literalmente– nada que hacer entre las excursiones, salvo disfrutar del entorno y la tranquilidad, y el día queda pautado por las comidas que ofrecen los mismos alojamientos y las salidas.

Carpinchos, los mayores roedores del mundo, tomando un descanso

Por la noche es conveniente ir con linternas para no sorprenderse ante los animales como los carpinchos, que se acercan hasta los alrededores de las casas para comer el césped, y para poder ver los ojos de los reptiles y anfibios que se reúnen en las orillas de la laguna.

La mejor época para ir es durante el invierno y primavera australes (de mayo a noviembre), ya que durante el verano las temperaturas llegan a marcar 40 grados en un entorno húmedo y habría que convivir con nubes de mosquitos. Importante es ir protegido además del sol, incluso en épocas de frío.

Uno de los misterios de los Esteros del Iberá son sus embalsados. Se llama así a las islas flotantes formadas por camalotes y otras plantas que se enredan entre sí y forjan una plataforma sobre la que llegan a crecer plantas grandes, pero que en realidad no lo hacen en tierra firme, sino en islas de sólo centímetros o pocos metros de profundidad.

Baqueanos. Los guías y barqueros conocen mejor que nadie el lenguaje del río. Ven indicios de vida aun donde nadie podría reconocerlos

Los animales están adaptados a ello y pueden caminar sin problemas, pero para el ser humano puede ser peligroso si no se conoce dónde pisar. Cuando hay tormentas o viento las islas se mueven, formando nuevos canales y modificando cada vez el paisaje, lo que hacía en el pasado que se creyera que la zona estaba embrujada. A ello se suman leyendas como la del Pombero, un personaje pequeño que lleva un gran sombrero y que ataca a quienes dañan a los pájaros.

Otros de los atractivos son los monos aulladores o carayá, los ciervos de los pantanos, las simpáticas liebres, las comadrejas, la imponente boa curiyú y la venenosa yarará, además de innumerables garzas, patos y cormoranes.

Agua que brilla, tal el significado guaraní de Iberá. En 1,3 millón de hectáreas, hay 60 especies de mamíferos, 50 tipos de reptiles, 35 de anfibios y 350 variedades de aves que se dejan “cazar” con la cámara.

Durante el camino de llegada y partida por una carretera de ripio hacia la cercana ciudad de Mercedes (desde donde se accede), las vizcachas, roedores con rayas negras en forma de antifaz, parecen saludar desde las puertas de sus madrigueras el paso de los desconocidos, como si custodiaran un secreto camino hasta las profundidades de la laguna.

Romina Lopez La Rosa
DPA
Reproducido en el Diario Perfil -Turismo

sábado, 10 de enero de 2009

Sydney, la magnífica

Vista del edificio de la Opera, la bahia y parte de la ciudad de Sidney

Un recorrido por la principal ciudad australiana, entre sus emblemáticos edificios, puertos y playas. Excursiones y paseos urbanos.

En el Hyde Park Barracks Museum de Sydney, un edificio que a principios del siglo XIX funcionó como dormitorio para los presos enviados desde Inglaterra, Jenny asegura que a los convictos no se los vigilaba tanto. Muestra las colecciones de grilletes y látigos, explica cómo funcionaban los cajones donde encerraban a los más rebeldes durante semanas o meses, pero insiste en que en general los presos se movían a sus anchas por los campos que hoy ha borrado la ultramoderna zona céntrica de Sydney. "En realidad, la cárcel era toda Australia", dice la guía con una sonrisa ingeniosa.

La historia de la Australia moderna empieza cerca de allí, más de 200 años atrás, en uno de los tantos puertos que hoy copan la orilla sur de la bahía de Sydney. Curiosamente, el Circular Quay (Muelle Circular, también conocido como Puerto de Sydney) es a la vez el lugar más antiguo y más moderno de la principal ciudad de Australia. Allí atracaron, en 1787, los once barcos que transportaban a la variopinta fauna de convictos (asesinos, falsificadores, niños ladrones de queso o harina) que se convertirían en los pioneros de la inmigración europea. Ahí mismo hoy se ven decenas de veleros que surcan las aguas cristalinas de la bahía de Sydney, ferrys repletos de turistas parten hacia las playas de Manley y, en un extremo, la Opera de Sydney, uno de los edificios más emblemáticos del siglo XX.

"El sol no sabía cuán hermosa era su luz hasta que la vio reflejada en este edificio", dijo alguna vez el arquitecto Louis Kahn sobre la Opera de Sydney, fuente de orgullo -y hasta arrogancia- para muchos australianos. El perfil de ese edificio que imita las velas hinchadas de un barco imaginario, ese pabellón con algo de fortaleza espacial, es casi tan conocido como la Torre Eiffel, el Coliseo romano u otras joyas de la arquitectura mundial. En realidad, la Opera es mucho más que eso: desde cerca se descubre que no es uno sino dos edificios idénticos (aunque en escalas distintas), que también albergan una imponente sala de conciertos con interiores de eucalipto y uno de los órganos más grandes del mundo, además de otras tres salas pequeñas dedicadas a la música y las artes escénicas que incluyen un pequeño teatro redondo, con el escenario en el centro, reservado para obras contemporáneas.

Harbour Bridge: puente ubicado sobre la Bahía de Sydney, el cual conecta al centro financiero con la costa residencial y comercial de la ciudad

El interior de la Opera sorprende tanto como el exterior. Desde los enormes ventanales, unos gigantescos ojos de vidrio tiznado, se ven varios veleros que buscan refugio ante la inminencia de una tormenta que ha oscurecido el día. Los interiores del edificio están en plena remodelación, aunque paradójicamente la idea sea devolverle el aspecto que debería tener según el proyecto original.

La historia de este grandioso edificio es también una historia de frustraciones. Ese extremo del muelle estaba desaprovechado cuando en 1957 el gobierno de New South Wales (el estado cuya capital es Sydney) convocó a un concurso para la construcción de un edificio para una casa de ópera. El ganador fue un desconocido arquitecto danés, Joern Utzon, cuyo currículum apenas sumaba unos cuantos premios de arquitectura en Copenhague. Sus sencillos bocetos, en algunos casos poco más que unos apurados trazos en lápiz, eran de una ambición que se adelantaba a la arquitectura de su tiempo. Pero lo cierto es que ni Utzon ni los ingenieros encargados del proyecto sabían exactamente cómo construir las carcasas de cemento que imitan a unas gigantescas velas. El resultado fue que el presupuesto pasara de siete a 102 millones de dólares y que el plazo para la construcción se estirara de tres a dieciséis años. También, que la obra se convirtiera en terreno de chicanas políticas que acabarían forzando a Utzon a renunciar, por lo que otro arquitecto fue el que terminó el proyecto. La parte amarga de la historia es que Utzen murió (a fines de 2007) sin haber visto nunca terminado el edificio que él había imaginado medio siglo antes, ya que nunca regresó a Sydney. En las visitas guiadas, un video homenajea a Utzon y el equipo que construyó el edificio. El lugar elegido para proyectar la imagen es una de las imponentes soportales curvos sobre los que se apoyan las características carcasas. Todo un gesto.

Al atravesar el muelle hacia el otro lado de la Opera, diez minutos de caminata conducen del siglo XXI al XIX. Sobre los riscos que se levantan al otro lado del Puerto de Sydney está The Rocks -la zona donde se establecieron los primeros europeos- y su aire colonial. Callejones como la Cambridge Street, con sus casas adosadas de viejos ladrillos mezclados con tablones de madera y balcones de hierro, o las escarpadas Argyle Stairs, unas escaleras cavadas por los convictos entre medio de las rocas, son los restos del mundo de los pioneros. La zona es especialmente atractiva al anochecer, cuando desde sus callejuelas oscuras de pronto aparecen las luces de la parte céntrica de Sydney o se ve el reflejo de la Opera en las aguas calmas de la bahía.

The Rocks tiene sus leyendas criminales e historias de fantasmas, pero la más antigua de ellas habla de una noche de juerga y se remonta a la primera noche que los convictos británicos pasaron en las inmediaciones de Port Jackson (como se conocía entonces al Puerto de Sydney).

Cuentan que se desató una tormenta y los presos se refugiaron en las cuevas y recovecos del risco que luego llamarían The Rocks.

Pero cuando la tormenta se intensificó y comenzaron los rayos y vientos que todavía son habituales en Sydney, los presos improvisaron una fiesta y bebieron hasta la madrugada. Sea cierto o no, los bares más antiguos y pintorescos de la ciudad siguen abiertos hoy en The Rocks. Se los conoce como Hotels, porque además de bebida dan comida y hospedaje, y entre los imperdibles están el Hero of Waterloo, con su viejo piano, interiores de piedra cruda y barra de madera, o el Lord Nelson, donde fabrican su propia cerveza a la vista de la clientela.

El paseo por The Rocks puede coronarse con una caminata por George Street, conocida -quizá sin demasiado rigor- como "la calle más antigua del Pacífico".

Se pasa por la Cadman's Cottage (un edificio de 1816, el más antiguo de Sydney), restaurantes y tiendas tan multiculturales como la población de esta ciudad (a cada paso se ve cómo el flujo de inmigración africana y asiática han sumado todavía más variedad a este país de inmigrantes) y se llega al Queen Victoria Building, un paseo comercial de finales del siglo XIX, adornado con vitrauxs, techos vidriados y las más elegantes casas de ropa y restaurantes.

A diferencia de la antigua The Rocks, repleta de calles escarpadas y casas que parecen montadas unas sobre otras, las zonas modernas de Sydney tienen sectores bien diferenciados, anchas veredas por las cuales circulan durante todo el día muchos peatones y espacios verdes que dan aire entre el cemento y la modernidad. Sin embargo, no por ello pierden carácter y la mejor prueba de ello son los puertos más cercanos al Circular Quay.

Si este es el núcleo histórico y turístico de la ciudad, el Puerto de Darling (a unos quince minutos de caminata, hacia el oeste) es el más elegante. En las terrazas de los bares y restaurantes que rodean esa estrecha lengua de mar, se amontonan los oficinistas que bajan al caer la tarde del centro financiero de Sydney.

Sydney Aquarium

El lado salvaje
Pero además, en este núcleo cosmopolita y refinado se puede husmear en la Australia más salvaje y profunda. En el Sydney Aquarium, un túnel atraviesa una pileta repleta de tiburones, tortugas gigantes y rayas que parecen nubes de tormenta al pasar por encima del tubo. Al lado, en el Wildlife World, están los animales característicos de Australia: cucarachas gigantes, las víboras más venenosas del mundo, canguros, una súper ave conocida como Cassowary y koalas. El cuidador de estos últimos ("no-son-osos", repite a modo de mantra) imita la torpe forma que tienen de correr mientras asegura que son muy veloces. También cuenta una anécdota que repite cada vez que oye la palabra "koala": parece que con el crecimiento de las zonas urbanas estos animales autóctonos han encontrado nuevos antagonistas, nada menos que perros y gatos, con los que se suelen trenzar sorpresivamente en casas y jardines.

Elizabeth Bay

Paseos en velero
Al otro lado del Circular Quay, hacia el oeste, está Elizabeth Bay, un puerto mucho menos concurrido, rodeado por un enorme parque, donde están las casas más lujosas de la ciudad, cafés autodenominados gourmet y los principales clubes náuticos. Desde allí salen los paseos en velero por la Bahía de Sydney, una excursión imperdible que permite acercarse a la desembocadura del mar, avistar animales como los fairy o small penguins (los pinguinos más pequeños que se conocen) y también tener la que posiblemente sea la vista más imponente de la ciudad: desde el agua.
Algo más alejado está Bondi, un pequeño pueblo de veraneo con arena dorada en el que se le rinde culto al surf, tanto que la pequeña franja destinada a los nadadores está marcada por dos banderas clavadas en la arena, a modo de gueto. Para el que no guste de tanto vértigo, hay un paseo marítimo entre rocas que recorre, desde allí, varios balnearios más pequeños aunque igualmente surferos.

Al caer la tarde, los lugareños de Sydney recomiendan acercarse a algunos de los numerosos parques de la ciudad, aprovechar el fresco y la salida de los pájaros. Sin embargo, la oferta tiene trampa. Si Australia es el país de los canguros y los koalas, también lo es de unos enormes murciélagos que se lanzan a sobrevolar los parques y cuya aparición es capaz de helar la sangre. Se sabe, pese a la modernidad, a su futurista ópera y a los altos edificios espejados, el corazón de esta ciudad sigue teniendo algo salvaje. Como estos murciélagos, como aquellos reos de hace dos siglos.

Blue Mountains

Excursiones

Aunque no les quite nada de su atractivo, resulta que las Blue Mountains (el impactante parque nacional que está a unos 100 kilómetros de Sydney) no son ni 'azules' ni 'montañas'. En realidad, sus cumbres (de hasta mil metros de altura, lo que las hizo una frontera natural para los pioneros) son las partes altas de un cordón rocoso similar al Cañón del Colorado, sólo que tapizado del verde de plantas y árboles. El azul tampoco se refiere a sus piedras o a su tierra, de un rojo cobrizo, sino al aura que se aprecia sobre todo en las tardes: al evaporarse el aceite de los eucaliptos que pueblan estas montañas, se desprende una niebla azulada que le da al paisaje una sensación de ensueño.

Aunque la atracción más popular es la zona de las Three Sisters (un valle acondicionado con rasgos de parque de diversiones), vale la pena detenerse a contemplar ese fenómeno en lugares más apartados como el mirador de Point Pilcher. Además de pájaros de colores y una enorme variedad de plantas, en esta zona protegida es posible ver -y acercarse- a los canguros que están en las reservas.

Vuelo Transpolar
Qantas, la principal aerolínea de Australia y una de las más antiguas del mundo, volvió a la Argentina después de seis años con un vuelo directo entre Sydney y Buenos Aires (13 horas). Así, Qantas se convirtió en la primera aerolínea que ofrece vuelos sin escalas entre Australia y América del Sur. Para los amantes de los paisajes, la aventura empezará antes de llegar a destino ya que el vuelo transpolar deja varias postales y experiencias inolvidables: anocheceres separados por apenas unas dos o tres horas del amanecer, panorámicas aéreas de los bosques y lagos de la Patagonia argentina y un paso por los paisajes del sur de Chile son sólo algunas de las imágenes que aparecen a través de las ventanillas. También, cerca de la Antártida se ven los icebergs y fragmentos que se desprenden del polo y vagan, como balsas, por los mares del Sur.

Datos útiles
Dónde alojarse
Diamant Hotel
14 Kings Cross Road, Potts Pint.
Tel. 612 9295 8888
www.diamant.com.au

Dónde comer
Thai-Nesia, en el 234 de Oxford Street, es un pequeño restaurante thailandés que lleva abierto más de viente años y tiene como especialidad el pollo con chiles. Una curiosidad: no venden bebidas, pero se pueden comprar en una licorería vecina y llevarlas a la mesa.

Harry's Cafe de Wheels (Cowper Wharf Roadway 2011) es una rústica panchería abierta desde 1938, muy popular en las trasnoches.

Excursiones
Australian Eco Adventures organiza salidas a las Blue Mountains todos los días (www.ozeco.com.au). Para paseos en velero desde Elizabeth Bay, Eastsail ofrece varias salidas diarias (www.eastsail.com.au).

Información
www.cityofsydney.nsw.gov.au
www.australia.com
www.australia-alternativa.com

Juan Manuel Bordón
Clarín - Viajes
Fotos: Web

viernes, 2 de enero de 2009

Arequipa-Peru: En un pueblo blanco

El mirador de la Cruz del Cóndor en el Cañón del Colca, es uno de los puntos en donde mejor ver la grieta de más de 3 mil metros que se abre en la tierra peruana.

La segunda ciudad más visitada del Perú es pionera en la producción textil y cuna de Mario Vargas Llosa, entre otros ilustres. Allí se encuentra el Cañón del Colca, una de las mayores profundidades del planeta.


Las casonas, iglesias y conventos son el principal atractivo del centro histórico de Arequipa.

En el camino del Inca

Arequipa es la capital regional y provincial y, con 3 mil km2, el área tiene el segundo lugar por su extensión. Es la segunda más visitada del país. Su nombre deriva de la lengua quechua arequipai, que significa “sí, quédense”. Una frase que se acopla perfectamente a la realidad del lugar, ya que en las delgadas calles, en las paredes blancas y en el espíritu peruano, se percibe una extraña y potente fuerza que invita a quedarse.

Arequipa, que vio nacer al escritor Mario Vargas Llosa y a Pedro Paulet, padre de la aeronáutica moderna, fue fundada en 1540 y también recibe el apodo de “Ciudad Blanca” por sus múltiples edificaciones hechas de piedra de sillar blanco, un material de lava volcánica petrificada arrojada por el volcán Misti. Además de éste, otros dos picos dominan la escenografía: el Chachani y el Pichu Pichu.

La zona lidera la producción de lana de camélidos

El Valle del Colca es otro de los grandes atractivos de la región, donde se asentó una gran cantidad de pueblos andinos, y donde se encuentra una de las mayores profundidades del mundo: el Cañón del Colca (3.400 m).

Sin duda, la altura de la región resulta un gran atractivo para los turistas oriundos de zonas bajas, pero también un problema para los que sufren de apunamiento. Por eso, para evitar ese malestar, los lugareños recomiendan hacer un alto de uno o dos días en Arequipa antes de continuar subiendo hacia Cusco o Macchu Pichu.

Los flamencos rosados o perihuanas son algunos de los habitantes más frecuentes de la Reserva Nacional

En el año 2000, los habitantes de Arequipa, que en la actualidad suman un millón doscientos mil almas, tuvieron un nuevo motivo de orgullo, ya que el centro histórico de la ciudad fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El kayac es uno de los deportes más desarrollados en los ríos y rápidos de la región

La brújula

Coordenadas
La ciudad de Arequipa se encuentra en el extremo suroeste del Perú a una altura de 2.360 metros, enclavada en un fértil valle entre el área costera del Desierto de Atacama y los contrafuertes de la Cordillera de los Andes Occidentales. En sus alrededores, ganan fama las playas de Camaná y Mollendo, donde se encuentra Mejía, el balneario más destacado de la ciudad.

Hoteles
En un hotel 3*, la habitación doble cuesta desde US$ 45; en uno de 4*, el cuarto con base doble se consigue a partir de US$ 103.

Uno de los atractivos que más cortan el aliento de los turistas es la Catarata de Sitia, que se desploma con toda su furia en el Cañón del Cotahuasi, una hendidura de “apenas” 3.535 metros de profundidad.

Laura Gambale
Diario Perfil - Turismo
Fotos: Perfil