Un recorrido por la principal ciudad australiana, entre sus emblemáticos edificios, puertos y playas. Excursiones y paseos urbanos.En el Hyde Park Barracks Museum de Sydney, un edificio que a principios del siglo XIX funcionó como dormitorio para los presos enviados desde Inglaterra, Jenny asegura que a los convictos no se los vigilaba tanto. Muestra las colecciones de grilletes y látigos, explica cómo funcionaban los cajones donde encerraban a los más rebeldes durante semanas o meses, pero insiste en que en general los presos se movían a sus anchas por los campos que hoy ha borrado la ultramoderna zona céntrica de Sydney. "En realidad, la cárcel era toda Australia", dice la guía con una sonrisa ingeniosa.
La historia de la Australia moderna empieza cerca de allí, más de 200 años atrás, en uno de los tantos puertos que hoy copan la orilla sur de la bahía de Sydney. Curiosamente, el Circular Quay (Muelle Circular, también conocido como Puerto de Sydney) es a la vez el lugar más antiguo y más moderno de la principal ciudad de Australia. Allí atracaron, en 1787, los once barcos que transportaban a la variopinta fauna de convictos (asesinos, falsificadores, niños ladrones de queso o harina) que se convertirían en los pioneros de la inmigración europea. Ahí mismo hoy se ven decenas de veleros que surcan las aguas cristalinas de la bahía de Sydney, ferrys repletos de turistas parten hacia las playas de Manley y, en un extremo, la Opera de Sydney, uno de los edificios más emblemáticos del siglo XX.
"El sol no sabía cuán hermosa era su luz hasta que la vio reflejada en este edificio", dijo alguna vez el arquitecto Louis Kahn sobre la Opera de Sydney, fuente de orgullo -y hasta arrogancia- para muchos australianos. El perfil de ese edificio que imita las velas hinchadas de un barco imaginario, ese pabellón con algo de fortaleza espacial, es casi tan conocido como la Torre Eiffel, el Coliseo romano u otras joyas de la arquitectura mundial. En realidad, la Opera es mucho más que eso: desde cerca se descubre que no es uno sino dos edificios idénticos (aunque en escalas distintas), que también albergan una imponente sala de conciertos con interiores de eucalipto y uno de los órganos más grandes del mundo, además de otras tres salas pequeñas dedicadas a la música y las artes escénicas que incluyen un pequeño teatro redondo, con el escenario en el centro, reservado para obras contemporáneas.
Harbour Bridge: puente ubicado sobre la Bahía de Sydney, el cual conecta al centro financiero con la costa residencial y comercial de la ciudad El interior de la Opera sorprende tanto como el exterior. Desde los enormes ventanales, unos gigantescos ojos de vidrio tiznado, se ven varios veleros que buscan refugio ante la inminencia de una tormenta que ha oscurecido el día. Los interiores del edificio están en plena remodelación, aunque paradójicamente la idea sea devolverle el aspecto que debería tener según el proyecto original.
La historia de este grandioso edificio es también una historia de frustraciones. Ese extremo del muelle estaba desaprovechado cuando en 1957 el gobierno de New South Wales (el estado cuya capital es Sydney) convocó a un concurso para la construcción de un edificio para una casa de ópera. El ganador fue un desconocido arquitecto danés, Joern Utzon, cuyo currículum apenas sumaba unos cuantos premios de arquitectura en Copenhague. Sus sencillos bocetos, en algunos casos poco más que unos apurados trazos en lápiz, eran de una ambición que se adelantaba a la arquitectura de su tiempo. Pero lo cierto es que ni Utzon ni los ingenieros encargados del proyecto sabían exactamente cómo construir las carcasas de cemento que imitan a unas gigantescas velas. El resultado fue que el presupuesto pasara de siete a 102 millones de dólares y que el plazo para la construcción se estirara de tres a dieciséis años. También, que la obra se convirtiera en terreno de chicanas políticas que acabarían forzando a Utzon a renunciar, por lo que otro arquitecto fue el que terminó el proyecto. La parte amarga de la historia es que Utzen murió (a fines de 2007) sin haber visto nunca terminado el edificio que él había imaginado medio siglo antes, ya que nunca regresó a Sydney. En las visitas guiadas, un video homenajea a Utzon y el equipo que construyó el edificio. El lugar elegido para proyectar la imagen es una de las imponentes soportales curvos sobre los que se apoyan las características carcasas. Todo un gesto.
Al atravesar el muelle hacia el otro lado de la Opera, diez minutos de caminata conducen del siglo XXI al XIX. Sobre los riscos que se levantan al otro lado del Puerto de Sydney está The Rocks -la zona donde se establecieron los primeros europeos- y su aire colonial. Callejones como la Cambridge Street, con sus casas adosadas de viejos ladrillos mezclados con tablones de madera y balcones de hierro, o las escarpadas Argyle Stairs, unas escaleras cavadas por los convictos entre medio de las rocas, son los restos del mundo de los pioneros. La zona es especialmente atractiva al anochecer, cuando desde sus callejuelas oscuras de pronto aparecen las luces de la parte céntrica de Sydney o se ve el reflejo de la Opera en las aguas calmas de la bahía.
The Rocks tiene sus leyendas criminales e historias de fantasmas, pero la más antigua de ellas habla de una noche de juerga y se remonta a la primera noche que los convictos británicos pasaron en las inmediaciones de Port Jackson (como se conocía entonces al Puerto de Sydney).
Cuentan que se desató una tormenta y los presos se refugiaron en las cuevas y recovecos del risco que luego llamarían The Rocks.
Pero cuando la tormenta se intensificó y comenzaron los rayos y vientos que todavía son habituales en Sydney, los presos improvisaron una fiesta y bebieron hasta la madrugada. Sea cierto o no, los bares más antiguos y pintorescos de la ciudad siguen abiertos hoy en The Rocks. Se los conoce como Hotels, porque además de bebida dan comida y hospedaje, y entre los imperdibles están el Hero of Waterloo, con su viejo piano, interiores de piedra cruda y barra de madera, o el Lord Nelson, donde fabrican su propia cerveza a la vista de la clientela.
El paseo por The Rocks puede coronarse con una caminata por George Street, conocida -quizá sin demasiado rigor- como "la calle más antigua del Pacífico".
Se pasa por la Cadman's Cottage (un edificio de 1816, el más antiguo de Sydney), restaurantes y tiendas tan multiculturales como la población de esta ciudad (a cada paso se ve cómo el flujo de inmigración africana y asiática han sumado todavía más variedad a este país de inmigrantes) y se llega al Queen Victoria Building, un paseo comercial de finales del siglo XIX, adornado con vitrauxs, techos vidriados y las más elegantes casas de ropa y restaurantes.
A diferencia de la antigua The Rocks, repleta de calles escarpadas y casas que parecen montadas unas sobre otras, las zonas modernas de Sydney tienen sectores bien diferenciados, anchas veredas por las cuales circulan durante todo el día muchos peatones y espacios verdes que dan aire entre el cemento y la modernidad. Sin embargo, no por ello pierden carácter y la mejor prueba de ello son los puertos más cercanos al Circular Quay.
Si este es el núcleo histórico y turístico de la ciudad, el Puerto de Darling (a unos quince minutos de caminata, hacia el oeste) es el más elegante. En las terrazas de los bares y restaurantes que rodean esa estrecha lengua de mar, se amontonan los oficinistas que bajan al caer la tarde del centro financiero de Sydney.
Sydney Aquarium El lado salvajePero además, en este núcleo cosmopolita y refinado se puede husmear en la Australia más salvaje y profunda. En el Sydney Aquarium, un túnel atraviesa una pileta repleta de tiburones, tortugas gigantes y rayas que parecen nubes de tormenta al pasar por encima del tubo. Al lado, en el Wildlife World, están los animales característicos de Australia: cucarachas gigantes, las víboras más venenosas del mundo, canguros, una súper ave conocida como Cassowary y koalas. El cuidador de estos últimos ("no-son-osos", repite a modo de mantra) imita la torpe forma que tienen de correr mientras asegura que son muy veloces. También cuenta una anécdota que repite cada vez que oye la palabra "koala": parece que con el crecimiento de las zonas urbanas estos animales autóctonos han encontrado nuevos antagonistas, nada menos que perros y gatos, con los que se suelen trenzar sorpresivamente en casas y jardines.
Elizabeth Bay Paseos en veleroAl otro lado del Circular Quay, hacia el oeste, está Elizabeth Bay, un puerto mucho menos concurrido, rodeado por un enorme parque, donde están las casas más lujosas de la ciudad, cafés autodenominados gourmet y los principales clubes náuticos. Desde allí salen los paseos en velero por la Bahía de Sydney, una excursión imperdible que permite acercarse a la desembocadura del mar, avistar animales como los fairy o small penguins (los pinguinos más pequeños que se conocen) y también tener la que posiblemente sea la vista más imponente de la ciudad: desde el agua.
Algo más alejado está Bondi, un pequeño pueblo de veraneo con arena dorada en el que se le rinde culto al surf, tanto que la pequeña franja destinada a los nadadores está marcada por dos banderas clavadas en la arena, a modo de gueto. Para el que no guste de tanto vértigo, hay un paseo marítimo entre rocas que recorre, desde allí, varios balnearios más pequeños aunque igualmente surferos.
Al caer la tarde, los lugareños de Sydney recomiendan acercarse a algunos de los numerosos parques de la ciudad, aprovechar el fresco y la salida de los pájaros. Sin embargo, la oferta tiene trampa. Si Australia es el país de los canguros y los koalas, también lo es de unos enormes murciélagos que se lanzan a sobrevolar los parques y cuya aparición es capaz de helar la sangre. Se sabe, pese a la modernidad, a su futurista ópera y a los altos edificios espejados, el corazón de esta ciudad sigue teniendo algo salvaje. Como estos murciélagos, como aquellos reos de hace dos siglos.
Blue Mountains
ExcursionesAunque no les quite nada de su atractivo, resulta que las Blue Mountains (el impactante parque nacional que está a unos 100 kilómetros de Sydney) no son ni 'azules' ni 'montañas'. En realidad, sus cumbres (de hasta mil metros de altura, lo que las hizo una frontera natural para los pioneros) son las partes altas de un cordón rocoso similar al Cañón del Colorado, sólo que tapizado del verde de plantas y árboles. El azul tampoco se refiere a sus piedras o a su tierra, de un rojo cobrizo, sino al aura que se aprecia sobre todo en las tardes: al evaporarse el aceite de los eucaliptos que pueblan estas montañas, se desprende una niebla azulada que le da al paisaje una sensación de ensueño.
Aunque la atracción más popular es la zona de las Three Sisters (un valle acondicionado con rasgos de parque de diversiones), vale la pena detenerse a contemplar ese fenómeno en lugares más apartados como el mirador de Point Pilcher. Además de pájaros de colores y una enorme variedad de plantas, en esta zona protegida es posible ver -y acercarse- a los canguros que están en las reservas.
Vuelo TranspolarQantas, la principal aerolínea de Australia y una de las más antiguas del mundo, volvió a la Argentina después de seis años con un vuelo directo entre Sydney y Buenos Aires (13 horas). Así, Qantas se convirtió en la primera aerolínea que ofrece vuelos sin escalas entre Australia y América del Sur. Para los amantes de los paisajes, la aventura empezará antes de llegar a destino ya que el vuelo transpolar deja varias postales y experiencias inolvidables: anocheceres separados por apenas unas dos o tres horas del amanecer, panorámicas aéreas de los bosques y lagos de la Patagonia argentina y un paso por los paisajes del sur de Chile son sólo algunas de las imágenes que aparecen a través de las ventanillas. También, cerca de la Antártida se ven los icebergs y fragmentos que se desprenden del polo y vagan, como balsas, por los mares del Sur.
Datos útilesDónde alojarseDiamant Hotel
14 Kings Cross Road, Potts Pint.
Tel. 612 9295 8888
www.diamant.com.au
Dónde comerThai-Nesia, en el 234 de Oxford Street, es un pequeño restaurante thailandés que lleva abierto más de viente años y tiene como especialidad el pollo con chiles. Una curiosidad: no venden bebidas, pero se pueden comprar en una licorería vecina y llevarlas a la mesa.
Harry's Cafe de Wheels (Cowper Wharf Roadway 2011) es una rústica panchería abierta desde 1938, muy popular en las trasnoches.
ExcursionesAustralian Eco Adventures organiza salidas a las Blue Mountains todos los días (www.ozeco.com.au). Para paseos en velero desde Elizabeth Bay, Eastsail ofrece varias salidas diarias (www.eastsail.com.au).
Informaciónwww.cityofsydney.nsw.gov.au
www.australia.com
www.australia-alternativa.com
Juan Manuel Bordón
Clarín - Viajes
Fotos: Web