Un sinfín de bellezas naturales se combinan con una cultura de matices coloridos en el estado de Ceará, al norte del país del carnaval. Los paseos en buggy, el baile del forró y la gastronomía variopinta son los atractivos de uno de los rincones brasileños que aún conserva, intactos, sus mejores encantos.
En el estado de Ceará, al norte de Brasil -y a poco más de tres grados al sur del Ecuador- el calor no sofoca. En la tropical costa cearense es posible suspirar sin barreras ya que el aire prodiga caricias cálidas. El sol es casi omnipresente en la denominada "tierra de la luz", un apodo vinculado al hecho de que Ceará fue la primera provincia en abolir la esclavitud en Brasil, en 1884. Quien desee maravillarse con las bellezas que la naturaleza cearense muestra a cada paso, deberá estar dispuesto también a madrugar, ya que el sol se muestra en todo su esplendor a partir de las cinco de la mañana para ocultarse poco después de las 17.
Vale la pena, pues, sumergirse en el sueño dorado de esta región cuya capital es Fortaleza, la quinta urbe más grande de Brasil y que, como toda metrópolis, es bulliciosa. Pero, para equilibrar los tantos, no está permitido construir edificios de más de 25 pisos, por lo que es posible contemplar y disfrutar del cielo abierto, aquí y allá. Al mismo tiempo, sin embargo, la arquitectura apela al recurso de la cerámica para cubrir el exterior de las torres, estrategia que parece ser la mejor manera de protegerlas de la salinidad típica de las ciudades de la costa. Tantos retazos de colores, superpuestos, suelen abrumar la vista.
Pasear y hasta trotar por la avenida Beira Mar, en la costa de las Praias Do Meireles y Mucuripe, es una alternativa interesante tanto para el día como para la noche. Allí, además, es posible recorrer los puestos de la feirinha, un mercado de artesanías e indumentaria a la vera del mar. También sobre esa exclusiva vía se ubican algunos de los hoteles más lujosos de la ciudad, así como los bares y restaurantes que ofrecen la variopinta gastronomía del norte de Brasil, donde abundan el camarón, el cangrejo y la langosta en maridaje con caipirinha, jugos y frutas como el maracujá, el mango y la acerola, entre otros manjares autóctonos. Por su parte, Praia do Futuro se destaca por sus hermosas playas, donde reina la tranquilidad, el mar bravo (aunque a primeras horas de la mañana es manso como una laguna) y la paz. Allí, además, se ubican las barracas -paradores- que suelen pertenecer a lujosos hoteles, como el Vila Galé, y donde es casi imposible negarse a degustar los sabores más exquisitos. Por la noche, los bares y las discos invitan a continuar con la celebración de la vida, esta vez, bajo las estrellas. Pirata es uno de los lugares más famosos de Fortaleza: en un primer momento, atrapan la mirada del visitante los múltiples adornos consecuentes con la consigna corsaria. Al instante, también se aprecia la música que interpretan hasta cinco bandas en vivo que se van sucediendo sin que el sonido alegre descanse. Allí todos bailan y la interacción no es una opción sino el pulso que marca la propuesta de la disco que inunda con su fiesta la noche de los lunes.
Cultura forte
Para aprovechar mejor la estadía en la ciudad vale la pena combinar el disfrute de la playa con las ofertas culturales, sobre todo cuando el sol se esconde y aún quedan varias horas del día por delante. Para ello, nada más propicio que realizar una morosa recorrida por el centro histórico, donde abundan museos, iglesias e instituciones del Estado que son fieles testigos de la historia brasileña y su cultura, atravesadas por la impronta portuguesa y holandesa. En el trazado de Fortaleza se destaca el Teatro José de Alencar, que data de 1910 y posee un estilo art nouveau donde se luce tanto la estructura metálica que hace de fachada como el conjunto de escaleras, palcos y frisos de hierro fundido en el interior. Vale aclarar que José de Alencar fue un reconocido escritor local del siglo XIX, a quien se decidió homenajear por su aporte a la narrativa de Brasil (de hecho, cada palco recibió el título de algunos de los textos del literato). A este espacio cultural de referencia se anexó el Centro de Artes Escénicas de Ceará (CENA), un ámbito para la formación, investigación y producción cultural.
A pocas cuadras de allí se ubica la Catedral Metropolitana que, como casi todas en Brasil, hace alarde de una arquitectura admirable. Su construcción no fue tarea fácil: hubo que esperar 40 años para verla en todo su esplendor. Hoy, bajo sus monumentales techos gótico-romanos, cinco mil personas pueden participar en las misas diarias. Otro templo relevante es la Iglesia del Rosario, la más antigua de Fortaleza, construida en el siglo XVIII por esclavos africanos y que conserva el altar original de madera así como los portales, las lámparas y la imaginería. También merece la pena visitar el Museo de Fortaleza -ubicado en el Farol del Mucuripe, una construcción de la época colonial-, el De Ceará -con un rico acervo de piezas históricas y antropológicas-, el Artur Ramos, también conocido como Casa de José de Alencar, con más de 200 objetos africanos e indígenas, además de documentación y manuscritos del famoso escritor. También en el centro histórico de la ciudad se encuentra el Centro Cultural Dragão do Mar, inaugurado hace poco menos de diez años, donde se aunan un espacio para el arte local, el Memorial de la Cultura Cearense, el Museo de Arte, un cine-teatro, un anfiteatro, un taller de arte e incluso el planetario.
Edén escondido
Fortaleza es interesante para soltar amarras hasta por tres días y, desde allí, descubrir rincones más desolados donde la naturaleza apabulle todos los sentidos con su belleza. Canoa Quebrada es, sin duda, uno de esos reductos que conquistan a primera vista. Se trata de una villa emplazada 165 kilómetros al este de Fortaleza -en el municipio de Aracati-, entre dunas y con una ubicación privilegiada de cara al mar que demuestra que la inmensidad puede ser explícita. Desde hace tres años, el acceso a este pequeño paraíso perdido se hizo más sencillo gracias a que se pavimentó el camino (antes sólo se podía llegar en burro o en buggy). Descubierta en los años "70 por hippies que sintieron que allí podían construir su sociedad utópica, Canoa Quebrada es reconocida por su iconografía, que muestra una luna y una estrella. Ese dibujo habría sido grabado en acantilados por los nuevos habitantes, quienes entendían que en ese lugar se respiraba una energía especial. Quien pase por allí, se irá con un halo victorioso, dicen los lugareños.
Como sea, las playas de Canoa Quebrada, sus paradores Bom Motivo y Chega Mais, sus coloridas posadas (las mejores poseen piscinas con vistas panorámicas) y las falesias (acantilados y montañas de arenas coloridas y petrificadas) son un espectáculo. Será por eso, quizás, que la avenida principal se denomina Broadway. Allí, en alrededor de siete cuadras, se alinean los bares y los restaurantes con ambientaciones simples y acogedoras, que se alternan con puestos callejeros y locales de artesanías. Durante el día, los paseos en buggy son ideales para poder curiosear los 74 kilómetros de playas de Canoa Quebrada, pasando por el Quenho - estrecho y precioso camino entre falesias hasta Punta Grossa, donde dunas color salmón compiten con la inmensidad del mar. También vale la pena tomar la excursión que combina una recorrida en buggy por extensiones de arena que remiten al desierto, o a lo que uno imagina que el desierto es, con oasis que maravillan la mirada del viajero. Ver a lo lejos la fusión del mar y el río Jaguaribe es señal de que se está llegando a la siguiente estación de la aventura: un paseo en barco que aporta tranquilidad luego del paseo agitado por las dunas. La conciencia ecológica es el denominador común en la villa estelar, donde no está permitido elevar construcciones de más de un piso u ocho metros de altura. El último jalón en este recorrido se ubica al noroeste, a 37 kilómetros de Fortaleza. Es Cumbuco, en el municipio de Caucaia, una antigua colonia de pescadores en cuyas dunas magníficas es posible realizar ski-bunda, atados a un arnés, en vertiginoso descenso -y zambullida- en las aguas felices de la laguna de Parnamirim.
Jesica Mateu
El Cronista - Turismo
Fotos: Web
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