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sábado, 23 de febrero de 2008

Taiwan: con paciencia oriental

Taipei 101 Tower (Taipei Financial Center), con 509 mts de altura, en el año 2003 fue el edificio mas alto del mundo

La más occidentalizada de las provincias chinas tiene el tercer edificio más alto y el ascensor más veloz del planeta. Pródiga en parques naturales, belleza y curiosidades, todavía conserva una de las tribus malayas que poblaron la isla por primera vez. Las mujeres siembran té y los hombres dictan clases de tai-chi. Al corazón de la montaña. Decenas de túneles y puentes construidos sin ayuda de maquinaria atraviesan la principal cadena montañosa de Taiwán. Taiwán es donde Chiang Kai-shek y sus seguidores nacionalistas se refugiaron en 1949 después de huir de Mao Tse Tung y su ejército. Su soberanía sigue todavía en disputa. Es un importante partícipe en el mundo de la alta tecnología. Su capital, Taipei, con una poblacion de 22,7 millones, afirma tener el edificio más alto del mundo. Descansa en placas tectónicas, y es afectado periódicamente por terremotos. Estamos ansiosos por llegar a Taipei. Queremos viajar en el MRT, un moderno subterráneo, y cenar en un restaurante donde la cena culebrea delante de los ojos. Queremos recorrer el Museo del Palacio Nacional, donde abundan los textiles, pinturas, cerámicas, esculturas y la caligrafía que rescató Chiang Kai-Shek antes de que la Revolución Cultural pudiera destruirlo. Y queremos probar un masaje reflexológico de pies.

En el hotel, la llamada para despertarnos a las 6 de la mañana llega en chino. Su-Fang, nuestro guía, espera en el lobby con una gran sonrisa. Los taiwaneses están reunidos a las puertas del monumento al doctor Sun Yat-sen, donde hay artefactos vi
nculados con el papel de Sun como primer presidente provisional de la República de China. Algunas personas practican movimientos tai-chi. Otras se ejercitan con espadas, banderas, o pértigas de bambú. Luego de eso, nos detenemos en el departamento de Su-Fang para tomar un té con su hermana, Marjorie, y unos amigos que se reúnen para la clase semanal de origami. La mesa del comedor está puesta con platos de pastelitos y, hábilmente dobladas, ranas de papel, cigüeñas, tortugas, dragones, peces y flores.

Un corto viaje en el subte MRT, rápido e inmaculado, nos trae al Monumento a la Democracia de Taiwán, construido en honor de Chiang Kai-shek. Un guía recuerda los logros de Chiang mientras observamos sus Cadillac y la tapa de la revista Time de 1938, nombrando a Chiang y a su esposa (una fuerza politica por derecho propio) “Man and Wife of the Year” (El hombre y la esposa del año). Continuamos hacia un vasto salón donde hay una estatua de Chiang custodiada por un guardia de honor.

El siguiente punto de nuestro itinerario es en el edificio más alto del mundo, Taipei 101: 508 metros de ambiciones empresariales altas como el cielo. Diseñado para parecerse a un tallo de bambú, la estructura, como esta especie vegetal, combina la fuerza con la flexibilidad: algo bueno teniendo en cuenta que está edificado en esta tierra propensa a los temblores. Nos subimos al ascensor más rápido del mundo, que asciende desde la planta baja hasta el piso 89 en 37 segundos. Prácticamente no sentimos la velocidad.

Parque Nacional de Taroko

El desfiladero Taroko
Nos dirigimos hacia el mas famoso parque nacional de Taiwán, Taroko, a escasas horas de Taipei en automóvil. El parque se halla bordeando el desfiladero Taroko. Un trabajo todavía en constante progreso geológico, formado con placas tectónicas, que crea las montañas centrales de Taiwán, cortadas por el río Liwu en dramáticas barrancas. Ingresamos en un intrincado paisaje chino, una tierra vertical con capas de árboles y rocas. En el área del parque para los visitantes nuestro guía, Weiling Liu, ha pedido el almuerzo. “Este restaurante se especializa en comida de las montañas, trucha y jabalí, así que deben probarla”, dice Weiling. El camino del parque es una maravilla de ingeniería que involucra 38 túneles y una procesión de puentes. “En aquella época no había maquinaria pesada disponible”, dice, “así que gran parte del camino tuvo que ser construido con el sudor de los trabajadores”. Estamos en ruta hacia el sendero Shakadang, el cual recorre una barranca que flanquea el Puente de los Cien Leones. Sus barandillas están decoradas con estatuas de estos felinos. “Shakadang es una palabra aborigen que designa al diente molar”, nos dice Weiling. “Se refiere a los peñascos que hay en el riachuelo.” Rápidamente los vemos, de un blanco lechoso, muchos del tamaño de pequeños elefantes. ¡Y el riachuelo! Una belleza, de un aguamarina profundo.


Aldea Bunun (foto)
Enfilamos hacia el valle del Rift Oriental, rumbo a la aldea Bunun. Durante la década pasada este asentamiento de aborígenes se ha transformado en un sitio turístico. Los miembros de la tribu Bunun descienden de algunos de los habitantes originales de Taiwán, que encontraron su camino hacia la isla hace más de 5.000 años, muchos desde el archipiélago malayo. Los Bunun son una de las 13 tribus originales reconocidas por el gobierno.

Estatuas similares a tótems nos reciben en la puerta del modesto pueblo de edificios bajos, donde encontramos miembros de la tribu Bunun tejiendo textiles y tallando sillas de madera con forma de figuras humanas. Nos apresuramos a conseguir asientos en un pequeño teatro al aire libre. Unos niños en ropas tribales, rojas y azules y negras, van al escenario. Mientras se hacen oír los tambores en lo que parece un ritmo de la Polinesia, los niños comienzan a cantar.

Como muchos pueblos aborígenes, las tribus de Taiwán, que constituyen el dos por ciento de la población, fueron por mucho tiempo una minoría despreciada. Eso está cambiando. En 1999, Taiwán fue anfitriona de la Conferencia sobre los Derechos de los Pueblos Aborígenes, y actualmente los tribeños pueden hacer oír su voz sobre los asuntos políticos a través de un consejo especial.


Vacaciones en Kenting (foto)
En cuatro horas hemos viajado de Bunun hasta el moderno centro vacacional de Kenting. Vamos al hotel California, que se parece a una hostería para jóvenes, ubicado en la calle principal. El hotel tiene cierto encanto. El vestíbulo es una juguetona combinación de bar, negocio de venta de artículos de playa, y cibercafé. Kenting tiene una rambla. Su calle principal se transforma en una zona peatonal cuando se desarrolla el festivo mercado nocturno. Decenas de vendedores venden cabezas de pato asadas, patas de pollo, minúsculas conchas marinas con los animales cocinados en su interior, como también ropas, recuerdos y otras cosas.

Una de las razones por las cuales los turistas vienen aquí es para visitar el parque nacional Kenting, el primero de Taiwán. Es una mezcolanza de áreas costeras con corales, cuevas y afloramientos de roca. En el centro de visitantes del parque, vemos un video de la geología regional, que incluye inusuales riscos de rápido declive y ríos de arena, y sobre la fauna, encabezada por una asombrosa variedad de pájaros –alrededor de 310 especies– que comparten el atestado espacio aéreo con alrededor de 216 clases de mariposas.


Alishan, tierra de gigantes
(foto)
Alishan es una de las cordilleras más altas de Taiwán y llegamos al centro del Parque Nacional donde se encuentran luego de un largo viaje a través de colinas onduladas, escalonadas con campos de té. Allí las mujeres, que se protegen del sol usando sombreros de bambú, recogen las hojas de plantas de té. El té oolong, que crece en este clima de montaña fresco y húmedo, es considerado el mejor de Taiwán.

Nos albergamos en el hotel Alishan House. En el medio de la noche, una extraña sensación nos despierta. Al prender la luz, veo que la cama se está moviendo. Es un terremoto. Nos ponemos la bata y los zapatos para escapar, pero enseguida el temblor cesa.

El susto pasa enseguida cuando pensamos que en pocas horas estaremos en el clímax del viaje, explorando los senderos de Alishan. No solamente hacemos una vigorosa caminata. También recorremos el sendero de una de las montañas más altas del mundo y encontramos algunos de los más antiguos habitantes de la Tierra: los gigantes cipreses formosanos (o rojos), venerables árboles que han resistido siglos –y en algunos casos milenios– a tifones, terremotos, desprendimientos de tierra y explotaciones forestales. El primer gigante que vislumbramos tiene 25 metros de alto. Con 1.500 años de antigüedad, es relativamente joven. El árbol más viejo de aquí germinó alrededor de la época de Cristo. Alcanza 45 metros de altura y su circunferencia es de 12 metros.


Lago Sun Moon (foto)
Estamos en el lago Sun Moon, el amado “cielo de luna de miel” de Taiwán. Optamos por la rara Casa Llena, propiedad de una artista taiwanesa y de su esposo. Esa noche cenamos a la luz de las velas debajo de la pérgola del jardín. La propietaria, Yi-Jen Lin, nos sirve una sabrosa calabaza con melón muy dulce, mango condimentado con aceite shiitake, pescado frito y hongos salpicados con aceite de ostras. “Nosotros preparamos frutas para reflejar las cuatro estaciones”, dice Yi-Jen. Inmediatamente pensamos que hemos visto un montón en este pequeño territorio, pero a la vez nos hemos perdido mucho. No llegamos a la costa del Norte y sus pueblos de pescadores. O al bosque de bambú en Hsitou.

—Jayne, ¿estás pensando lo que yo estoy pensando?

—Absolutamente, Marilyn. Necesitamos retornar. Pero no quiero esperar hasta ganar un viaje gratis para poder hacerlo.

Jayne Wise / Marilyn Terrell
National Geographic Traveler
Reproducida en Diario Perfil-Turismo
Fotos: Web

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