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sábado, 30 de mayo de 2009

Argentina: Los Andes a caballo

Alternativas de una nueva edición del legendario cruce de San Martín organizado por el gobierno de San Juan. Una historia nueva para contar.

Uno de los principales motivos que impulsan la realización de esta expedición a través de la Cordillera de los Andes es el de “homenajear al padre de la patria y apreciar cabalmente la magnitud de la gesta realizada 200 años atrás, con las dificultades y contratiempos propios de la época que debió sortear el general San Martín”, explica José Luis Gioja, gobernador de San Juan. También “pretendemos promover la integración con el país hermano de Chile y promocionar al turismo nacional e internacional la belleza y riqueza natural de esta región”.
De hecho, el Cruce de los Andes se realiza, sin interrupción, desde hace 5 años con una notable participación no sólo de aficionados a las cabalgatas de aventura sino también de turistas que desean conocer las vicisitudes que tuvieron que enfrentar en los albores de la independencia.

La travesía comienza en la ciudad de San Juan, desde donde nos trasladamos a la localidad de Barreal, ubicada a 150 km de Plumerillo, punto de partida del cruce sanmartiniano. Este poblado se encuentra a 1.660 metros sobre el nivel del mar, lo que puede ocasionar, en algunos casos, un ligero apunamiento en aquellas personas no habituadas a la altura. Hicimos noche en Barreal y desde allí partimos en los vehículos hacia la estancia Manantiales (80 km), lo que llevó unas dos horas por camino de ripio. Allí se cargaron las mulas y dio comienzo la cabalgata. Para entonces ya estábamos a 3.000 metros de altura.


El punto más alto
La primera experiencia duró unas cinco horas de marcha, donde no faltó ningún ingrediente: tuvimos calor, lluvia, granizo, frío y agua nieve (carrotillo para los lugareños). Todo esto hasta lo que sería el primer campamento en el Refugio Frías, a 3.800 m de altura y dispuesto por el personal de Gendarmería, en tanto que el regimiento de Infantería de Montaña 22, del Ejército Argentino, nos acompañó todo el tiempo.

El segundo día de marcha hacia el Refugio Sardinas no fue menos exigente. Y si bien no hubo ni lluvias ni nieve, el frío se hizo sentir y la altura también, ya que atravesamos el Espinacito a 4.800 metros, el punto más alto del recorrido. El consuelo fue una reconfortante cena preparada por el cocinero del refugio. El esfuerzo que significó este segundo día estaba previsto en el plan de la travesía, y el tercero fue reservado para recuperar energías. Serenatas y bebidas espirituosas en los refugios para combatir las condiciones climáticas amenizaron las noches y permitieron olvidar las tensiones del día, el cansancio, los precipicios y caminos angostos y empinados que cruzamos.


Dos banderas
Al día siguiente y ya repuestos iniciamos el camino hacia la frontera con Chile. Aquí nos encontramos con las autoridades del hermano país, y la emoción se hizo presente. Fue la conmemoración de un gran esfuerzo para un grupo tan heterogéneo que implicó 4 horas de dura cabalgata. Tras la colocación de placas conmemorativas, cantar unas coplas y homenajear las banderas de ambos países, iniciamos el camino de vuelta hacia Sardinas para pasar allí la noche y, al día siguiente, bajar hasta la estancia Manantiales.

El retorno significaba encarar la parte más peligrosa del recorrido, el descenso por un lugar llamado “La Honda”, que debió ser superado en grupos pequeños de cinco personas, cada una acompañada por un gendarme. El desgaste físico fue enorme. Tuvimos que adaptarnos al paso de las mulas que transitaban por un camino de 40 cm de ancho, y que cada cuatro pasos paraban a descansar debido a que a ellas también les costaba respirar. Todo esto al borde de un precipicio que nos hacía fluir la adrenalina por todo el cuerpo, especialmente cuando, a un lado del camino, un par de esqueletos de mulas funcionaban como una macabra advertencia. Pero toda la tensión se diluyó cuando llegamos al refugio y se armó una improvisada peña, con suficiente bebida como para calmar la sed y festejar la finalización de la extenuante jornada.

El último día camino a la estancia Manantiales fue una jornada para disfrutar. Parecía que las mulas percibían que volvían a su hogar y la bajada fue más rápida de lo esperado. En la estancia nos aguardaban las camionetas 4 x 4 que nos llevaron hasta la ciudad de San Juan con la promesa de una paella que se cumplió y fue acogida como corresponde.

Revista Weekend
Textos: Araceli Codesal
Fotos: Web

viernes, 22 de mayo de 2009

China: La muralla interminable

Recientes estudios de la Dirección Estatal de Arqueología, Topografía y Cartografía China descubrieron que la Gran Muralla es aún más larga de lo que se creía. Sus 8851 kilómetros recorren 156 distritos desde el Mar Bohai, al este del país, hasta el desierto de Gobi, en el oeste.

La Gran Muralla China pertenece al grupo selecto de construcciones antiguas –como las pirámides de Giza, Machu Picchu y el Coliseo romano, entre otras– cuya realización en épocas tan lejanas parece imposible de concebir en estos tiempos modernos. Por eso cada nuevo hallazgo en su entorno genera un eco trasnacional y toca las fibras de la historia. Así ocurrió cuando la Dirección Estatal de Arqueología, Topografía y Cartografía China reveló que la zigzagueante serpiente de piedra tiene cerca de 2500 kilómetros más de lo que se creía. Construida en diversos tramos a partir del siglo VI a.C., la Gran Muralla es el mayor emblema de la región, ahora con 8851 kilómetros oficiales de longitud.


DINASTIAS QIN Y HAN
Hacia los siglos VIII y VII a.C., el territorio estaba dividido en cientos de feudos y principados. Con el correr de los años, los desperdigados estados de ese período conocido como el de los Reinos Combatientes, emprendieron la construcción de los primeros paredones para diferenciarse entre ellos y protegerse de invasiones extranjeras. El relato oficial indica que hacia el 221 a.C., el emperador Qin Shi Huang unificó toda China al integrar aquellos reinos en un solo imperio. Pese a ser recordado como un tirano por gran parte de la literatura, Qin reformó la escritura, fijó sistemas de monedas, creó la primera red de canales de riego y fijó límites en sus dominios. Consecuentemente decidió romper las viejas murallas interiores y juntar las porciones exteriores con la intención de centralizar el poder y evitar el resurgimiento del viejo feudalismo. Esa construcción, ya a gran escala y con mano de obra mayormente campesina, costó grandes sumas de dinero y largos años de duro trabajo. A medida que la muralla atravesaba los espacios vacíos de China, los constructores se vieron obligados a improvisar: donde no había piedras, utilizaron capas de tierra compactada contenidas en simples marcos de madera. Tras la muerte de Qin y la caída de su imperio, la primera Gran Muralla fue prácticamente abandonada.

Tiempo después, durante el reinado de Han Wu-di, se reconstruyeron algunos tramos de la antigua muralla por razones vinculadas principalmente al comercio, ya que el muro permitía un buen control de entradas y salidas de los productos y mercancías que circulaban por la legendaria Ruta de la Seda.


LOS MING
Con la dinastía Ming, se retomó la construcción con materiales más nobles. Posteriores incursiones de los mongoles vigorizaron la idea de la muralla, y se destinó a ella considerables recursos provenientes de las arcas del imperio. La serpenteante edificación de esa época se asienta acrobáticamente sobre terrenos que en algunos lugares se elevan a un ángulo de 70 grados. Los modernos hornos de los Ming permitieron producir masivamente ladrillos en vez de tener que cortar individualmente las piedras o utilizar tierra apisonada. Las torres que fueron construidas a lo largo de las paredes, o directamente integradas a ellas, contaban con un sistema de señales de humo para advertir a los soldados de alguna amenaza. Se dice, incluso, que en tiempos de esplendor su extensión fue custodiada por más de un millón de guerreros. Pero los Ming fueron mucho más que hábiles constructores de la muralla. Sus barcos comerciales navegaban tan lejos como la India, Japón, el Golfo Pérsico y el Pacífico Sur, llevando enormes cargas de porcelana, seda, especias y la nueva y asombrosa bebida que encantaría a Occidente: el té. Sin embargo, la dinastía Ming no pudo impedir el avance de las tribus manchúes. En 1644, los manchúes cruzaron la muralla y destronaron a los Ming. Una vez tomada Beijing, derrotaron a la incipiente dinastía Shun junto a otras resistencias menores y establecieron el reinado de los Qing. Desde ese entonces, la gran víbora de piedra quedó prácticamente silenciada, con un fin más intimidatorio que defensivo, y un recorrido más deslumbrante que utilitario.


TORRES EN LA NIEBLA
La muralla deslumbra a los miles de visitantes que llegan por año. Escala crestas de montañas, pasa sobre ríos y penetra en valles hondonados, ocultando su intermitente silueta bajo la niebla. En ese compilado de nubes asoma cada tanto la estructura de castillo de algunas de las 25 mil torres de vigilancia. Su trazado se extiende al este del país desde el Mar Bohai (bahía del mítico Mar Amarillo) hasta el desierto de Gobi, en el oeste, cruzando 156 distritos pertenecientes a 10 provincias. Aunque las dimensiones varían en los distintos tramos, la altura promedio de sus muros oscila entre los siete y ocho metros de altura, con una base de seis metros de espesor. En su recorrido la muralla está posteada por los torreones de comunicación, puertas fortificadas y almenas defensivas. Tiene tres pasos: la ciudadela de Jiayu, que da comienzo oficialmente a la Gran Muralla, es de 1372 y está formada por una doble pared cuadrada de ladrillo y tierra, de más de 700 metros. El paso Shanhaiguan fue otra importante fortaleza en torno de la muralla, ubicada cerca de los bordes de la zona oriental. El último es el paso Juyong, que tenía la función de defender las colinas de la capital, Beijing. Algunos relatos cuentan que los miles de obreros que contribuyeron a la construcción de los diferentes tramos y pasos utilizaron los materiales cercanos disponibles en los alrededores: piedras con un alto grado de metales (incluso plata) cerca de Tian Ling Liao; piedra caliza en cercanías de Beijing, y granito, cerámicas y ladrillo cocido en sectores orientales.


TECNOLOGIA DE PUNTA
“Ha habido investigaciones y observación de tramos en varias oportunidades. La muralla es una construcción muy importante para el país”, afirma Han, uno de los responsables de la embajada de China en Argentina. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, y recientemente consagrada una de las Siete Nuevas Maravillas del mundo moderno, la Gran Muralla sigue asombrando. El nuevo tramo detectado fue el descubrimiento más importante del proyecto de planificación del departamento de patrimonios nacionales chinos, que se puso en marcha a principios de 2007 para su protección. Seguimiento satelital y avanzados instrumentos de exploración revelaron sobre finales de 2008 la existencia de algunos tramos ignorados en montañas y desiertos del accidentado suelo chino. “Las obras modernas de carretera y ferrocarril la han afectado”, señaló su director, Shan Qixiang. Si bien se pueden visitar enormes tramos, sólo un pequeño porcentaje está en pie (un 20% en condiciones aceptables y un 30% con muchas ruinas), mientras el resto ha sido erosionado y/o destruido por el hombre a lo largo del tiempo. La Gran Muralla atraviesa provincias como Liaoning, Hebei, Shanxi, Gansu y Shaanxi, además de la región autónoma de Mongolia Interior, Tianjin y Beijing.

Pablo Donadio
Pagina 12 - Turismo

miércoles, 13 de mayo de 2009

Borneo: Ecoturismo en la región de Sarawak

Comunidad de Long Bedian

Crónica de una visita a la comunidad de Long Bedian, en las profundidades de la selva del Borneo malayo. Aunque la tala de árboles es la principal actividad, los habitantes de la región de Sarawak quieren evitar la deforestación de la jungla que, de desaparecer, afectaría los ciclos pluviales de forma devastadora.

Los folletos turísticos son siempre algo engañosos, ya se sabe. Las playas son paradisíacas y lucen espléndidamente limpias, el cielo siempre es azul y los habitantes locales siempre sonríen. Los folletos de Sarawak (Borneo, Malasia) que encontré en el aeropuerto de Miri presentaban a su población local frente a unas largas casas de madera en las que parece reinar una armonía perpetua, mientras sus moradores realizan sus actividades cotidianas adornados con trajes tradicionales. Así que cuando nuestro guía nos presentó a Jok, el que iba a ser nuestro chofer en los próximos dos días, como un auténtico orang ulu, no pude evitar una mirada desconfiada por los jeans y la camiseta que llevaba. Tenía, eso sí, unos ojos rasgados y risueños y una sonrisa permanente difícil de resistir. Tímido al inicio –los primeros cinco minutos quiero decir–, terriblemente locuaz más tarde, Jok se expresaba con un inglés de acento imposible del que había que intuir las bromas que, sin cesar, escapaban de su boca. Un tipo simpático y listo.


Selva profunda
La comunidad de Jok se llama Long Bedian. El nombre de la etnia designa a quienes viven “río arriba”, aunque también son conocidos como kayan, el nombre con el que marcharon de Apau Kayan, en Kalimantan, la zona de la isla de Borneo perteneciente a Indonesia. Abandonaron Kalimantan cuando los terrenos de cultivo quedaron exhaustos y se instalaron en diversas zonas del norte de Sarawak, sobre todo en los alrededores de los ríos Baram, Rejang y Tubau, donde todavía viven en sus largas casas comunales.

Durante la II Guerra Mundial y la ocupación japonesa, algunos miembros de estas comunidades abandonaron sus tierras para emigrar al interior de la selva, cruzando el pequeño cañón del río Durian, que también da nombre a esa fruta de olor indescriptible que se encuentra en todos los mercados. Allí, aislados del mundo, los kayan pudieron preservar un estilo de vida que se ha conservado, hasta hace muy poco tiempo, lejos de miradas e injerencias.

Los orang ulu, como los dayak y otras tribus de Borneo, han vivido desde tiempos inmemoriales en cabañas de madera de muchos metros de longitud, que acogían a gran parte de los miembros de la comunidad. Cada familia disponía de un espacio, pero el corredor era la zona común a lo largo del cual se podían llegar a alinear hasta 68 puertas. Con el tiempo, algunas de estas largas casas se han convertido en objetivo de un turismo ávido de pureza etnográfica, pero sin dejar de ser una mera representación de lo que un día fue. Long Bedian, escondida en lo más profundo de la selva, accesible solamente tras más de cuatro horas de carretera sembrada de agujeros y cráteres o a través de casi un día de navegación fluvial, ha quedado muy lejos de los circuitos turísticos de las grandes agencias, y las largas casas que aún quedan en el pueblo no intentan imitar los estilos de antaño; son casas modernas, reales, como sus habitantes, que a pesar de no llevar los hábitos tradicionales siguen manteniendo el espíritu de hospitalidad de siempre.

Como para confirmar esa afirmación, Jok nos invita a visitar su casa. La mayoría del más de millar y medio de orang ulu que viven en Long Bedian se convirtieron al cristianismo en los años ’50 del siglo XX, así que la amplia sala principal de la casa familiar de nuestro particular cicerone es un extraño y colorido altar sin más lugar donde reposar que un sofá y un par de sillas. En una sala anexa se encuentra la cocina, con una larga mesa de madera alrededor de la cual se sienta toda la familia. Arriba quedan los sencillos dormitorios. Eso es todo. Nada es superfluo. Jok vuelca su energía, de momento, en otros proyectos que tienen que ver, y mucho, con su comunidad y el futuro de ésta: una serie de alojamientos en mitad de la selva gestionados por los propios habitantes de Long Bedian, 12 cabañas de madera bautizadas como Temyok Rimba Resort, austeras pero con lo imprescindible para pasar algunos días en mitad de la selva. Mientras tanto, Jok sigue trabajando de chofer para transportar hasta aquí a esos turistas occidentales y un tanto accidentales que buscan, de verdad, perderse en lo auténtico. Y este rincón del planeta lo es.

Desde el resort, a apenas 30 minutos de caminata desde las cabañas, entre árboles gigantescos que ocultan la luz del sol, se llega a la cascada de Nawan, un delicioso lago donde se puede nadar, o como ellos prefieren definirlo, un spa natural en el que relajarse escuchando los sonidos de la jungla. Pero hay otros trekkings, algunos de varias horas de recorrido, y otras visitas. La misma comunidad que auspicia este proyecto de turismo enraizado en la naturaleza es uno de los mayores atractivos del lugar, y su media docena de calles parecen concentrar ahora la vida comunitaria que un día se vivió en las casas de los orang ulu.

Casa Comunal: son lugares donde viven varias familias, incluso pueden considerarse un pequeño poblado.

Vida comunal

Una construcción alargada y porticada, con diferentes divisiones, hace las veces de centro comercial: el café, el restaurante, la tienda de artesanía, la de alimentos, el tabaco... Ninguna se cierra al frente, solamente unas persianas pintadas de azul y blanco colgadas del porche protegen el interior del justiciero sol tropical del mediodía. A lo largo del pasillo que une los diversos establecimientos, sentada sobre los alargados bancos, la gente se reúne a charlar, a ver pasar la tarde, a intercambiar noticias e información o, como los niños, a seguir con los ojos abiertos de par en par el último culebrón mexicano que pasan por televisión. Sonríen, pero sólo a las sonrisas. Las mujeres más mayores conservan sus tatuajes tradicionales en manos, brazos y piernas, y las orejas perforadas por anchos objetos que aumentaron su tamaño hasta extremos insospechados. También los hombres adornaban sus orejas con dientes de leopardo, pero eso fue antes de que adoptaran el cristianismo como estilo de vida. Ahora esas prácticas son minoritarias entre ellos.


Paraiso de biodiversidad
En Long Bedian, a pesar de su relativamente corta historia, ya saben lo que son los proyectos de gran envergadura y los vaivenes de una economía de mercado. A finales de los años ’60, toda esta área comenzó a vivir de las técnicas de plantación modernas y de las granjas, mientras desde la misma comunidad se impulsaban políticas de atención social, como la construcción de escuelas, bibliotecas y hospitales, servicios hasta entonces desatendidos. Tras una década de estabilidad, y como resultado de la educación recibida por los más jóvenes, algunos miembros emigraron a las ciudades para continuar sus estudios o conseguir mejores trabajos, hasta que, cercanos ya los ’80, con la llegada de la industria maderera, los jóvenes prefirieron quedarse en áreas cercanas y trabajar para éstas. Y esa industria, que trajo dinero, ha traído también la destrucción de la principal riqueza del país: su increíble naturaleza.

Malasia se encuentra entre los 17 países que albergan el 70% de la biodiversidad del planeta. Tiene más de 12.000 especies florales, 1100 helechos, unas 300 de mamíferos salvajes, 750 de reptiles, 165 de anfibios y más de 300 de peces de agua dulce. Pero todo este patrimonio natural se ve amenazado por la urbanización creciente y la deforestación.

Desmonte de bosques nativos

Preservar un tesoro natural
Los grandes bosques que cobijan buena parte de esta riqueza están siendo destruidos a un ritmo insostenible. Según un organismo de la ONU, solamente en la década de los 90 Malasia perdió el 13,4% de su masa forestal, y el ritmo aumenta sin cesar. El resultado es que más de 170 especies endémicas se han extinguido ya y muchas otras, como muchos animales, están próximas a la extinción.

Los habitantes de la región de Sarawak, donde se ubica la comunidad de Long Bedian y los orang ulu, saben lo que significa esto. En los años ’30, en sus selvas se vieron los últimos rinocerontes de Java y de Sumatra (Rhinoceros sondaicus y Dicerorhinus sumatrensis). Hoy quieren preservar el tesoro que aún conservan, pero para eso necesitan desarrollar alternativas a la destructora industria maderera, al dinero fácil que ésta promete y también los cambios acelerados que conlleva. Si en los años ’60 la población de Long Bedian no pasaba del medio millar, el censo del año 2002 reflejaba cómo el número de habitantes se había triplicado y, aunque los orang ulu siguen siendo la etnia mayoritaria, otros pueblos han llegado al reclamo del trabajo y el dinero: kayams, kelabits, penams, kenyahs y otros.

La industria maderera sigue siendo una fuente importante de ingresos para muchas familias de la zona, así como la recogida de coco en las cercanas plantaciones, pero muchos han tomado conciencia de la necesidad urgente de preservar algo que pertenece a todos y se están dedicando a labores tan tradicionales como el cultivo de la famosa y exquisita pimienta con denominación de origen. El turismo responsable, como nueva fuente de potencial riqueza, debería ser una de las alternativas viables al inexorable avance de las masivas talas. En nuestras manos queda. Y en las suyas, por supuesto.

Maribel Herruzo
Pagina 12 - Turismo
Fotos: Web

domingo, 3 de mayo de 2009

India - Bangalore encendida

Vendedores de flores en uno de los coloridos mercados de Bangalore, la tercera ciudad en población de la India

Centro de una revolución tecnológica, pero también de inalterables tradiciones, una ciudad para descubrir en el sur de este inagotable país

Hay quienes viajan a la India en busca de espiritualidad. Otros aspiran a descubrir una cultura exótica. También están los que llegan por negocios. Y de estos últimos, la mayoría aterriza acá, en el Silicon Valley del país.

Capital del estado de Karnataka, su nombre oficial es Bengaluru, aunque resulte más conocida por la versión anglificada: Bangalore. Con una población que ronda los 7,2 millones de habitantes, está al sur de la India, a 2061 km de Nueva Delhi y 998 km de Mumbai (ex Bombay). Y es considerada la ciudad más moderna y el centro de la revolución tecnológica del país.

Empresas dedicadas a las tecnologías -como HP, Infosys, Microsoft e IBM, entre otras- tienen sus oficinas aquí y protagonizan el crecimiento que desde la década del 90 colocó a la región como el motor que lleva adelante al país, gracias a profesionales especializados y costos que atraen inversiones de todo el mundo.

Así, en Bangalare los opuestos se encuentran y se funden con naturalidad. Los grises de construcciones semidestruidas caen frente a los colores vivos de los templos que aparecen cada pocas cuadras, decorados con algunas de las deidades de la cultura hindú. Las zonas en obra se mezclan con grandes shoppings donde los carteles de publicidad encienden la metrópolis.

Visitar Bangalore es una experiencia que afecta los cinco sentidos. Y no hay quien salga ileso de ella. Porque las imágenes de la ciudad cargan algo de tristeza y la indigencia espera sentada en cualquier rincón, entre ruidos de bocinas que ensordecen día y noche, mientras que el progreso trabaja incansablemente. Porque olores a veces nauseabundos se mezclan con una nube de combustión. Porque lo que para un extranjero puede parecer peculiar, en la India es lo cotidiano: si los autos no suelen respetar a los peatones, basta con que una vaca pise el pavimento para que todo se detenga.

Es imprescindible estar atento. No porque se trate de un lugar peligroso, sino porque sus calles tienen pocos semáforos, muchos vendedores, mendigos acostados en unas veredas casi invisibles, destruidas, angostas u ocupadas por algún puesto de comida. Y siempre hay que estar alerta, al acecho de los simpáticos monos que corretean libres por la ciudad y que fácilmente podrían llevarse la cámara de fotos de algún turista.

Una visita típica puede comenzar por el Palacio de Bangalore. Hay que ingresar por un parque hasta llegar a esta edificación de 1887. El estilo de su arquitectura Tudor fue inspirado en el castillo de Windsor y sus salas están abiertas desde 2005 para los que quieran visitarlo. Al valor de la entrada (12 dólares) hay que sumarle un recargo por fotografías (30 dólares), aunque siempre existe la opción de no pagar el plus y guardar la cámara en la mochila...

Resulta bastante común que en los puntos turísticos se cobre un permiso para usar la cámara de fotos y en el caso del Palacio de Bangalore, quien todavía no haya ingresado y quiera fotografiar la fachada seguramente escuche la queja de alguno de sus guardias pidiendo que primero pague la entrada.

Otro sitio para visitar es el Templo del Toro, o Bull Temple, uno de los más antiguos y famosos de la ciudad. El colorido y los detalles de su construcción alegran el paisaje. Allí se puede admirar la estatua del sagrado toro Nandi, hecha en una solo pieza de granito y que mide 4,5 metros de altura y poco más de 6 de largo. Dicen que tocarla trae buena suerte.

En el camino se puede pasar frente a Vidhana Soudha, sede de la Legislatura, para tomar una foto de este edificio monumental. Y otro imperdible: el palacio del sultán de Tipu, construido en 1791, completamente en madera y rodeado por una gran vegetación.

Cuando termina este recorrido básico, todavía queda tiempo para pasear por el gran número de parques que le dieron fama a Bangalore como la Ciudad Jardín. Entre ellos, los dos más importantes para tomar nota: el parque Cubbon, una especie de Central Park indio, y Lal Bagh, el jardín botánico de la ciudad.

Palacio de Bangalore, inspirado en Windsor

Con la primavera
Un grupo de gente corre y grita cerca de una calle hipercomercial. Sus caras sonrientes y sus ropas están teñidas de colores. Participan de la fiesta de Holi, que se celebra cada año cuando llega la primavera para ahuyentar las malas energías y colorear las positivas. El festejo comienza con la primera luna llena de marzo, cuando la gente sale a las calles a tirarse con polvos de colores, de los que no se salva casi nadie que pase cerca.

El espectáculo visual es grandioso. Uno puede quedar paralizado observando todo lo que lo rodea. Más allá de fiestas como la de Holi, el colorido que llevan las mujeres es infinito. Entre los hombres, algunos visten doti (paño blanco anudado en la cadera) y es difícil no distraerse contemplando las carretas tiradas por ox, los tuk tuk (ver recuadro) que pueblan las avenidas, todo entre la escenografía de los enormes anuncios de empresas multinacionales.

La buena noticia es que todos los avisos y las señales de tránsito están escritos en inglés y subtitulados en hindi, o viceversa. No hay problemas para guiarse y entender. La mayoría de la población habla inglés, que junto con el hindi son las lenguas oficiales del país. Se dice que en la India se manejan muchas lenguas, algunas catalogadas como regionales o minoritarias, y más de 2000 dialectos. Una verdadera Torre de Babel, aunque la Constitución del país sólo reconoce 22 idiomas, entre ellos el sánscrito.

Mayur conduce un taxi, le interesa saber desde qué países llegan los que visitan su tierra y aunque con un acento, a veces difícil, su inglés se entiende. Cuenta que Bangalore recibe un gran número de turistas de negocios. "No se ven viajeros paseando por la calle, para la mayoría es mejor conocer la ciudad arriba de un taxi o en tuk tuk y no hacerlo a pie" dice.

Maneja del lado derecho, como los conductores ingleses, una herencia más que les ha dejado tantos años de ocupación británica. Vale recordar que la India fue colonia de Gran Bretaña utilizada como base militar, hasta 1947, año de su independencia.

Hablando de tradiciones, Mayur no tarda en pasar a temas más personales y cuenta que su matrimonio no fue libre: "Esto es muy común aquí, más del 70% de los matrimonios son arreglados por los padres. Yo, a mi mujer, la conocía porque era una amiga de mi hermana, así que estuve de acuerdo con el casamiento".

Como Mayur, Bangalore nos sorprende. Esta ciudad del sur de la India, multifacética, es considerada la más rica de todo el país. Aquí convergen la tradición junto a las nuevas tecnologías en un ritmo arrollador. Bangalore es el ejemplo perfecto de la metrópolis como un juego de opuestos, de contrastes, que impactan y conmueven.

Frente al Parlamento, un típico rickshaw

Tuk tuk, ¿quién es?
Los tuk tuk o rickshaw -carros de tres ruedas con los colores del taxi porteño- son el medio de transporte más popular y económico para recorrer Bangalore y otras ciudades de la India. Los conductores hablan en inglés y llevan un taxímetro que, en general, no usan cuando se trata de pasajeros turistas. Por eso es importante preguntar cuánto nos cobrarán antes de subir.

Es posible organizar un city tour a medida en uno de ellos. Aunque, si el bolsillo lo permite, no por mucha diferencia también se lo puede hacer en taxi. Los lugares por visitar no están a grandes distancias y es fácil recorrerlos en una sola tarde.

Experiencia picante
Para los amantes del picante, éste es el paraíso gastronómico. Para quienes no pasan un grano de chili o pimienta al comer afuera se debe aclarar y repetir que el plato sea preparado sin condimentos o directamente afirmar: "Soy alérgico a la comida fuerte".

Por supuesto que no hay carne vacuna en el menú de los restaurantes indios. Las carnes que se ofrecen son de cordero, cerdo o pollo. En la carta se diferencia con un círculo rojo las comidas no vegetarianas y uno verde para las que están hechas sólo con verduras.

Shiva trabaja en un restaurante de comida india. Guarda su anotador de pedidos y sonríe cuando se le pregunta por la carne vacuna. "La vaca es un Dios para nosotros, ella es nuestra madre, nos alimenta desde pequeños con su leche. Nosotros le rezamos y le agradecemos porque es sagrada".

Entonces, las hamburguesas de McDonald?s, ¿de qué están hechas? "De cordero", responde Shiva. Aunque si uno va con la idea de comerse una doble carne doble queso, es probable que en las opciones sólo encuentre hamburguesas de pollo y muy picantes.

Los restaurantes, que no abundan, están reservados usualmente para extranjeros. Los locales comen en las calles, desde fruta ya pelada hasta comida con un poco más de elaboración, pero esto no resulta apto para estómagos extranjeros, a menos que viajen vacunados contra hepatitis A y quieran correr el riesgo de experimentar una indigestión india.

Datos útiles
Dónde comer
* Los locales de comidas rápidas ofrecen menú por el equivalente a tres pesos argentinos. En un restaurante de comida típica, el plato ronda los diez pesos.

* Queen´s Restaurant es una buena opción, en la calle Church, donde se puede degustar platos tradicionales.

* Legend of Sikandar, en Garuda Mall, ofrece comida típica del centro y norte de la India. Se puede comer por 18 pesos el plato más elaborado.

Dónde comprar

* La rupia es la moneda de la India. La equivalencia es aproximadamente 100 rupias-6 pesos argentinos.

* Para los amantes del shopping, Bangalore cuenta con varios Malls para visitar: Cosmos, Lido, Golapan, Prestige Eva y Sigma. Pero los más recomendables para recorrer son The Forum, uno de los más grandes, y Garuda Mall.

* Para comprar vestidos, sedas, zapatos típicos o alguna artesanía de recuerdo, la mejor opción es tomarse un tuk tuk y bajarse en Commercial Street, un negocio al lado del otro para encontrar lo que busca.
Recomendaciones

* La embajada de la India en Buenos Aires pide que todo argentino se vacune contra la fiebre amarilla. Al llegar a destino piden certificado de vacunación, por lo tanto quien viaje desde la Argentina sin vacuna será puesto en cuarentena.

* Las temperaturas son de un promedio de 33°C en verano y 14°C en invierno. Es aconsejable llevar ropa liviana y en el caso de las mujeres es preferible evitar escotes y polleras cortas.

* Antes de tomar un tuk tuk o un taxi hay que ser claro y firme con el destino. Es muy común que el conductor quiera imponer adónde ir y uno termine en un negocio de sedas para turistas en lugar de llegar a la calle comercial.

* En los templos hay hombres que se acercan para guiar el paseo. Pero en un momento del paseo el guía espontáneo pide una suma de dinero (a veces irrisoria). Si alguien en la entrada de un templo se acerca es mejor preguntar cuánta plata va a pedir.

Texto y fotos: María Fernanda Lago
La Nacion - Turismo