De la movida del Trastevere al encanto de Garbatella, un paseo por otras calles de la capital italiana, cerca del centro histórico.
Es de esos atardeceres que uno desea que no terminen nunca. En la Piazza di Santa Maria in Trastevere, en Roma, el sol primaveral entibia las almas de los muchos que, siguiendo casi una tradición, se sientan en la escalinata de la fuente disfrutando de una birra fresca o un helado.
Por los alrededores, las calles peatonales rebosan de gente y en las tiendas de ropa y souvenires hay que esperar para ser atendido. Es el corazón del barrio de Trastevere, que se ha vuelto un recorrido obligado en Roma, una atracción más que se suma a la interminable lista de “imperdibles”, que va del Coliseo al Foro Romano, del Vaticano a la Fontana di Trevi, de las piazzas Spagna y Navona a Campo dei Fiori.
Es que más allá de estos atractivos ineludibles, la capital de Italia merece ser conocida desde ciertos barrios, en sus inicios populares y luego puestos de moda, como el propio Trastevere, pero también Testaccio, Garbatella y San Lorenzo. Pobladas de bares y restaurantes, estas zonas aledañas al centro histórico se convirtieron en centros de la noche y la movida romanas, con el “bonus track” de que en ellos todavía se puede ver a jubilados jugando a las cartas en viejos bares o charlando en plena calle con turistas que descubren el encanto de una “Roma de barrio” y sus mercados callejeros. “Es que recorriendo estos barrios uno puede entender, o al menos imaginar, cómo era la ciudad hace unos 40 ó 50 años”, dice Stefano, tan romano como la salsa alla matriciana y nuestro guía en este recorrido alternativo por la ciudad eterna.
Cruzando el Tíber
Estos cuatro barrios tienen orígenes muy antiguos, ya que fueron parte de los rioni (regiones) de la Roma imperial, que inicialmente eran cuatro pero que el emperador Augusto, antes del año cero, incrementó a 14. Desde el monte Gianicolo se puede obtener una buena panorámica de Roma y, justo abajo, una vista del Trastevere, que fue el rioni XIII y también uno de los barrios más poblados de la antigua Roma, donde vivían comunidades extranjeras, especialmente sirios y judíos, que trabajaban en el cercano puerto Emporium. También fue uno de los primeros en convertirse en un animado centro, ya desde fines de la Segunda Guerra Mundial. No faltan, incluso, quienes arriesgan que a esta altura ya pasó de moda, pero los hechos lo desmienten: sus calles siguen repletas de gente –italianos y turistas– que circulan por bares, trattorías y restaurantes, algunos casi legendarios, como el local original de La Parolaccia, en el número 3 de Vicolo del Cinque.
Tanta gente le suma vida y color a un barrio que supo mantener mucho de la atmósfera de principios de siglo, e incluso en partes conserva el antiguo sampietrini, típico pavimento formado por baldosas de porfirítica negra (sampietrino), creado durante el mandato del Papa Sixto V.
Trastevere invita al recorrido tranquilo, paso a paso, por sus callejuelas estrechas, a partir especialmente de la Piazza di Santa Maria in Trastevere y su basílica del siglo III. Cerca, en el antiguo Bar San Calisto, personas y personajes de distintas generaciones se encuentran para charlar, jugar al ajedrez o compartir el sgroppino, cóctel típico de la casa. “Entre estas mesas, muchos romanos pasamos buena parte de nuestra adolescencia”, confiesa nuestro guía Stefano. El barrio exhibe obras de artistas como Pietro Cavallini, Rafael o Bernini; este último, autor del bellísimo templete circular de San Pietro in Montorio, donde, se dice, fue martirizado San Pedro.
También se pueden ver las colecciones de pintura del Palazzo Corsini; la Porta San Pancrazio y la Porta Settimiana –ambas en la muralla Aureliana–.
El barrio de “la Roma”
Cruzando el Tíber por el Ponte Sublicio llegamos a Testaccio, que antiguamente era un barrio popular con dos plazas, un mercado y mesones que se abastecían en el matadero de la zona, en las últimas décadas se recicló a sí mismo. El nombre proviene del monte Testaccio, formado por fragmentos de 26 millones de ánforas (testae) de los años 140 aC. a 250 dC. El barrio supo ser la puerta de entrada de mercancías de la Roma Imperial, y los barcos, muchos de ellos cargados con aceite de oliva de la Bética (hoy Córdoba), la Tripolitania (Libia) o la Galia, descargaban a orillas del río. Las ánforas vacías se rompían, y sus retazos formaron este monte, de 40 metros.
Quizás, lo mejor de sitios como Testaccio es que han sabido reciclarse sin modificar mucho su fisonomía. Por eso hoy el barrio, de activa vida nocturna, mantiene esos edificios con comunidades de vecinos, portería y patio interior; sus fachadas medio despintadas, los cables cruzando las calles sin pudor, la ropa secándose a la vista de todos y las pizzerías al taglio, para saborear y seguir.
El viejo matadero y frigorífico (mattatoio) es un espacio ocupado que se convirtió en centro social y cultural; cerca funciona el Macro (Museo de Arte Contemporáneo de Roma), en una vieja fábrica de cerveza. Y en la plaza de Testaccio se organiza un mercado popular como los de antes, con carteles escritos a mano y ofertas de comidas, ropa, utensilios.
Junto a la Porta San Paolo, en el Cementerio Protestante o de los Poetas, descansan, entre otros, los restos de Antonio Gramsci y del poeta inglés John Keats. Pero además de estos aires poéticos, Testaccio es también “el barrio de la Roma”, equipo del corazón de tantos romanos. Aquí, entre construcciones populares, pubs, restaurantes y señoras que los domingos preparan su infaltable pasta alla matriciana, el equipo tuvo su primera cancha y en él “quedó nuestro corazón”, dice nuestro guía. Y, al pasar por la Pirámide Cestia, del 12 aC. dobla la apuesta: “Testaccio es el corazón de Roma, un corazón rojo y amarillo”.
Ciudad jardín
“Lo que más me gusta es ver las casas, los barrios. Y el barrio que más me gusta es Garbatella”, dice Nanni Moretti en su película Caro Diario, mientras pasea “in Vespa” por la ciudad eterna.
En Garbatella hay pocos turistas, aunque es seguramente el barrio más pintoresco y original de Roma, con una buena oferta de restaurantes de cocina romana en los alrededores. Pero lo que lo hace único es su arquitectura –bautizada “barocchetto”, por su inspiración en el Barroco–, que es incluso objeto de estudio para muchos estudiantes. Algunos lo describen diciendo que “es un lugar que no pertenecía a nadie, y que hoy es de todos”, aunque también se pueda arriesgar que, probablemente, está destinado a convertirse en uno de los principales distritos culturales de Roma.
Su vida nocturna no es fuerte como en Trastevere o San Lorenzo, pero la presencia de la Tercera Universidad dinamiza la noche con bares y pubs entre la via Ostiense, el Gazometro y el nuevo Palladium, hoy nuevamente teatro. Cerca, cruzando la Ostiense, se encuentra la basílica de San Paolo Extramuros, una de las cinco iglesias más antiguas de Roma y la más grande después de San Pedro, con una monumental nave central revestida en mármol. Es propiedad extraterritorial de la Santa Sede, y alberga la tumba del apóstol Pablo.
Garbatella tuvo origen en el período de entreguerras, y fue un barrio “rojo” y obrero, donde la Resistencia Partisana encontró apoyo incondicional. Se ideó importando el modelo de “ciudad jardín” británico, con viviendas agrupadas, jardines y huertos en común. Desandar sus calles es como trasladarse a un pequeño pueblo de la campiña, y traspasar el portal de algún patio es encontrar, como nos pasa esta vez, a parejas de jubilados arreglando los jardines y dispuestos a la amable charla. Y todo a pocos minutos del Coliseo y el centro de Roma.
El distrito universitario
El barrio de San Lorenzo, cerca de la estación Roma Termini, toma su nombre de la cercana basílica de San Lorenzo Extramuros. La presencia de la Universidad “La Sapienza”, que con casi 150.000 estudiantes es la más grande de Europa, le aporta una juventud que mantiene activa la vida nocturna en restaurantes, pizzerías, pubs y clubes. Antiguo barrio obrero, San Lorenzo es hoy el “distrito universitario” de Roma, con aires bohemios, muros pintados con proclamas políticas y sedes de partidos de izquierda.
De día, es un barrio para relajarse, entre restaurantes que ofrecen gnoccis caseros, pizzerías, comercios de ropa informal de segunda mano, o de cosmética japonesa y flores de Bach. Hay centros multifuncionales como Drome, donde se puede ver teatro, navegar por Internet o probar comida vegetariana. O sitios como Formula Uno, que lleva más de 20 años sirviendo pizzas con mozzarella casera o el baccalà (bacalao) frito, típico plato romano.
El acelerado curso de arquitectura romana iniciado de la mano de nuestro guía en el Foro cierra aquí, en el Cementerio Monumental del Verano, con impresionantes tumbas y mausoleos en zonas barroca, romántica y racionalista. Aquí yacen artistas de la talla de Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni o Vittorio de Sica. También ellos habrían disfrutado de este este paseo por una amable Roma de barrio.
Más de cuatro mil puestos callejeros
Entre los mercados populares de Roma –que los tiene, y varios– el más famoso es el de Porta Portese, que funciona todos los domingos desde muy temprano cerca del Ponte Sublicio, en el barrio de Trastevere. Sus orígenes se remontan a la Segunda Guerra Mundial, cuando éste fue el mercado negro de la ciudad. Hoy, principalmente en la Via Portuense pero también en calles aledañas, casi cuatro mil puestos ofrecen, literalmente, de todo, de lo más útil a lo más inservible, y en ese magma, recorriendo con tiempo y paciencia para revolver, se pueden encontrar productos bien decentes a buenos precios. Los stands comienzan a instalarse desde la madrugada, y ya a las siete de la ma-ñana están atestados de discos, muebles antiguos, ropa desde 1 euro, som-breros, camisetas de fútbol, herramientas, radios antiguas, alimentos, bicicletas, souvenires de la Unión So-viética, libros. Conviene ir temprano, porque ya antes de las 11 la multitud comienza a dificultar la caminata. Luego de la una de mediodía los puestos comienzan a ser desmantelados, y todo se liquida a precios rebajados. Bien vale una visita.
Sabores de las calles romanas (Donato De Santis. Chef)
A Roma hay que conocerla a pie, y en ese andar, hay que aprovechar para disfrutar de su cocina, que es muy rica. Y es casi obligatorio comer en la calle; por ejemplo, una pizza al taglio, que son buenísimas, o unos buenos suplí, croquetas de arroz y carne rellenas de mozzarella. La cocina romana es tan simple como sabrosa, y los romanos son tradicionalistas en los sabores: fetuccini a la romana, spaghetis, pizzas, mortadela, coda alla vaccinara (rabo estofado), salsa matriciana, originaria del Abruzzo pero romanizada. La porchetta romana también es muy co-mún y se encuentra en todos lados, aunque probablemente el plato más famoso sea el de los alcauciles, en distintas formas y preparaciones, pero siempre deliciosos. Junto al Trastevere, el ghetto o barrio judío tiene una cocina muy interesante, mitad romana y mitad judía. Y ahora, que empieza el verano, hay que disfrutar de la tradición del grattachecca, una ralladura de hielo saborizada que se vende en vasitos de plástico, con siropes aromatizados y a veces con fruta fresca. En verano es una delicia tradicional de la calle y se ofrece en muchos quiosquitos, especialmente cerca del Tíber. Y siempre trato de pasar por Volpetti, en la via Marmorata, pleno Testaccio. Es una tienda gastronómica con especialidades de toda Italia: trufas, jamones, quesos, pastas, aceites, embutidos, comidas recién cocinadas, listas pa-ra llevar. Una delicia.
Pablo Bizón
Viajes - Clarín
Fotos: Web
Es de esos atardeceres que uno desea que no terminen nunca. En la Piazza di Santa Maria in Trastevere, en Roma, el sol primaveral entibia las almas de los muchos que, siguiendo casi una tradición, se sientan en la escalinata de la fuente disfrutando de una birra fresca o un helado.
Por los alrededores, las calles peatonales rebosan de gente y en las tiendas de ropa y souvenires hay que esperar para ser atendido. Es el corazón del barrio de Trastevere, que se ha vuelto un recorrido obligado en Roma, una atracción más que se suma a la interminable lista de “imperdibles”, que va del Coliseo al Foro Romano, del Vaticano a la Fontana di Trevi, de las piazzas Spagna y Navona a Campo dei Fiori.
Es que más allá de estos atractivos ineludibles, la capital de Italia merece ser conocida desde ciertos barrios, en sus inicios populares y luego puestos de moda, como el propio Trastevere, pero también Testaccio, Garbatella y San Lorenzo. Pobladas de bares y restaurantes, estas zonas aledañas al centro histórico se convirtieron en centros de la noche y la movida romanas, con el “bonus track” de que en ellos todavía se puede ver a jubilados jugando a las cartas en viejos bares o charlando en plena calle con turistas que descubren el encanto de una “Roma de barrio” y sus mercados callejeros. “Es que recorriendo estos barrios uno puede entender, o al menos imaginar, cómo era la ciudad hace unos 40 ó 50 años”, dice Stefano, tan romano como la salsa alla matriciana y nuestro guía en este recorrido alternativo por la ciudad eterna.
Cruzando el Tíber
Estos cuatro barrios tienen orígenes muy antiguos, ya que fueron parte de los rioni (regiones) de la Roma imperial, que inicialmente eran cuatro pero que el emperador Augusto, antes del año cero, incrementó a 14. Desde el monte Gianicolo se puede obtener una buena panorámica de Roma y, justo abajo, una vista del Trastevere, que fue el rioni XIII y también uno de los barrios más poblados de la antigua Roma, donde vivían comunidades extranjeras, especialmente sirios y judíos, que trabajaban en el cercano puerto Emporium. También fue uno de los primeros en convertirse en un animado centro, ya desde fines de la Segunda Guerra Mundial. No faltan, incluso, quienes arriesgan que a esta altura ya pasó de moda, pero los hechos lo desmienten: sus calles siguen repletas de gente –italianos y turistas– que circulan por bares, trattorías y restaurantes, algunos casi legendarios, como el local original de La Parolaccia, en el número 3 de Vicolo del Cinque.
Tanta gente le suma vida y color a un barrio que supo mantener mucho de la atmósfera de principios de siglo, e incluso en partes conserva el antiguo sampietrini, típico pavimento formado por baldosas de porfirítica negra (sampietrino), creado durante el mandato del Papa Sixto V.
Trastevere invita al recorrido tranquilo, paso a paso, por sus callejuelas estrechas, a partir especialmente de la Piazza di Santa Maria in Trastevere y su basílica del siglo III. Cerca, en el antiguo Bar San Calisto, personas y personajes de distintas generaciones se encuentran para charlar, jugar al ajedrez o compartir el sgroppino, cóctel típico de la casa. “Entre estas mesas, muchos romanos pasamos buena parte de nuestra adolescencia”, confiesa nuestro guía Stefano. El barrio exhibe obras de artistas como Pietro Cavallini, Rafael o Bernini; este último, autor del bellísimo templete circular de San Pietro in Montorio, donde, se dice, fue martirizado San Pedro.
También se pueden ver las colecciones de pintura del Palazzo Corsini; la Porta San Pancrazio y la Porta Settimiana –ambas en la muralla Aureliana–.
El barrio de “la Roma”
Cruzando el Tíber por el Ponte Sublicio llegamos a Testaccio, que antiguamente era un barrio popular con dos plazas, un mercado y mesones que se abastecían en el matadero de la zona, en las últimas décadas se recicló a sí mismo. El nombre proviene del monte Testaccio, formado por fragmentos de 26 millones de ánforas (testae) de los años 140 aC. a 250 dC. El barrio supo ser la puerta de entrada de mercancías de la Roma Imperial, y los barcos, muchos de ellos cargados con aceite de oliva de la Bética (hoy Córdoba), la Tripolitania (Libia) o la Galia, descargaban a orillas del río. Las ánforas vacías se rompían, y sus retazos formaron este monte, de 40 metros.
Quizás, lo mejor de sitios como Testaccio es que han sabido reciclarse sin modificar mucho su fisonomía. Por eso hoy el barrio, de activa vida nocturna, mantiene esos edificios con comunidades de vecinos, portería y patio interior; sus fachadas medio despintadas, los cables cruzando las calles sin pudor, la ropa secándose a la vista de todos y las pizzerías al taglio, para saborear y seguir.
El viejo matadero y frigorífico (mattatoio) es un espacio ocupado que se convirtió en centro social y cultural; cerca funciona el Macro (Museo de Arte Contemporáneo de Roma), en una vieja fábrica de cerveza. Y en la plaza de Testaccio se organiza un mercado popular como los de antes, con carteles escritos a mano y ofertas de comidas, ropa, utensilios.
Junto a la Porta San Paolo, en el Cementerio Protestante o de los Poetas, descansan, entre otros, los restos de Antonio Gramsci y del poeta inglés John Keats. Pero además de estos aires poéticos, Testaccio es también “el barrio de la Roma”, equipo del corazón de tantos romanos. Aquí, entre construcciones populares, pubs, restaurantes y señoras que los domingos preparan su infaltable pasta alla matriciana, el equipo tuvo su primera cancha y en él “quedó nuestro corazón”, dice nuestro guía. Y, al pasar por la Pirámide Cestia, del 12 aC. dobla la apuesta: “Testaccio es el corazón de Roma, un corazón rojo y amarillo”.
Ciudad jardín
“Lo que más me gusta es ver las casas, los barrios. Y el barrio que más me gusta es Garbatella”, dice Nanni Moretti en su película Caro Diario, mientras pasea “in Vespa” por la ciudad eterna.
En Garbatella hay pocos turistas, aunque es seguramente el barrio más pintoresco y original de Roma, con una buena oferta de restaurantes de cocina romana en los alrededores. Pero lo que lo hace único es su arquitectura –bautizada “barocchetto”, por su inspiración en el Barroco–, que es incluso objeto de estudio para muchos estudiantes. Algunos lo describen diciendo que “es un lugar que no pertenecía a nadie, y que hoy es de todos”, aunque también se pueda arriesgar que, probablemente, está destinado a convertirse en uno de los principales distritos culturales de Roma.
Su vida nocturna no es fuerte como en Trastevere o San Lorenzo, pero la presencia de la Tercera Universidad dinamiza la noche con bares y pubs entre la via Ostiense, el Gazometro y el nuevo Palladium, hoy nuevamente teatro. Cerca, cruzando la Ostiense, se encuentra la basílica de San Paolo Extramuros, una de las cinco iglesias más antiguas de Roma y la más grande después de San Pedro, con una monumental nave central revestida en mármol. Es propiedad extraterritorial de la Santa Sede, y alberga la tumba del apóstol Pablo.
Garbatella tuvo origen en el período de entreguerras, y fue un barrio “rojo” y obrero, donde la Resistencia Partisana encontró apoyo incondicional. Se ideó importando el modelo de “ciudad jardín” británico, con viviendas agrupadas, jardines y huertos en común. Desandar sus calles es como trasladarse a un pequeño pueblo de la campiña, y traspasar el portal de algún patio es encontrar, como nos pasa esta vez, a parejas de jubilados arreglando los jardines y dispuestos a la amable charla. Y todo a pocos minutos del Coliseo y el centro de Roma.
El distrito universitario
El barrio de San Lorenzo, cerca de la estación Roma Termini, toma su nombre de la cercana basílica de San Lorenzo Extramuros. La presencia de la Universidad “La Sapienza”, que con casi 150.000 estudiantes es la más grande de Europa, le aporta una juventud que mantiene activa la vida nocturna en restaurantes, pizzerías, pubs y clubes. Antiguo barrio obrero, San Lorenzo es hoy el “distrito universitario” de Roma, con aires bohemios, muros pintados con proclamas políticas y sedes de partidos de izquierda.
De día, es un barrio para relajarse, entre restaurantes que ofrecen gnoccis caseros, pizzerías, comercios de ropa informal de segunda mano, o de cosmética japonesa y flores de Bach. Hay centros multifuncionales como Drome, donde se puede ver teatro, navegar por Internet o probar comida vegetariana. O sitios como Formula Uno, que lleva más de 20 años sirviendo pizzas con mozzarella casera o el baccalà (bacalao) frito, típico plato romano.
El acelerado curso de arquitectura romana iniciado de la mano de nuestro guía en el Foro cierra aquí, en el Cementerio Monumental del Verano, con impresionantes tumbas y mausoleos en zonas barroca, romántica y racionalista. Aquí yacen artistas de la talla de Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni o Vittorio de Sica. También ellos habrían disfrutado de este este paseo por una amable Roma de barrio.
Más de cuatro mil puestos callejeros
Entre los mercados populares de Roma –que los tiene, y varios– el más famoso es el de Porta Portese, que funciona todos los domingos desde muy temprano cerca del Ponte Sublicio, en el barrio de Trastevere. Sus orígenes se remontan a la Segunda Guerra Mundial, cuando éste fue el mercado negro de la ciudad. Hoy, principalmente en la Via Portuense pero también en calles aledañas, casi cuatro mil puestos ofrecen, literalmente, de todo, de lo más útil a lo más inservible, y en ese magma, recorriendo con tiempo y paciencia para revolver, se pueden encontrar productos bien decentes a buenos precios. Los stands comienzan a instalarse desde la madrugada, y ya a las siete de la ma-ñana están atestados de discos, muebles antiguos, ropa desde 1 euro, som-breros, camisetas de fútbol, herramientas, radios antiguas, alimentos, bicicletas, souvenires de la Unión So-viética, libros. Conviene ir temprano, porque ya antes de las 11 la multitud comienza a dificultar la caminata. Luego de la una de mediodía los puestos comienzan a ser desmantelados, y todo se liquida a precios rebajados. Bien vale una visita.
Sabores de las calles romanas (Donato De Santis. Chef)
A Roma hay que conocerla a pie, y en ese andar, hay que aprovechar para disfrutar de su cocina, que es muy rica. Y es casi obligatorio comer en la calle; por ejemplo, una pizza al taglio, que son buenísimas, o unos buenos suplí, croquetas de arroz y carne rellenas de mozzarella. La cocina romana es tan simple como sabrosa, y los romanos son tradicionalistas en los sabores: fetuccini a la romana, spaghetis, pizzas, mortadela, coda alla vaccinara (rabo estofado), salsa matriciana, originaria del Abruzzo pero romanizada. La porchetta romana también es muy co-mún y se encuentra en todos lados, aunque probablemente el plato más famoso sea el de los alcauciles, en distintas formas y preparaciones, pero siempre deliciosos. Junto al Trastevere, el ghetto o barrio judío tiene una cocina muy interesante, mitad romana y mitad judía. Y ahora, que empieza el verano, hay que disfrutar de la tradición del grattachecca, una ralladura de hielo saborizada que se vende en vasitos de plástico, con siropes aromatizados y a veces con fruta fresca. En verano es una delicia tradicional de la calle y se ofrece en muchos quiosquitos, especialmente cerca del Tíber. Y siempre trato de pasar por Volpetti, en la via Marmorata, pleno Testaccio. Es una tienda gastronómica con especialidades de toda Italia: trufas, jamones, quesos, pastas, aceites, embutidos, comidas recién cocinadas, listas pa-ra llevar. Una delicia.
Pablo Bizón
Viajes - Clarín
Fotos: Web
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