Cancha de gol del Hotel Llao Llao de Bariloche
Los golfistas que llegan gastan cuatro veces más que los turistas tradicionales. El tango, el asado y el malbec hacen que prefieran Argentina a Escocia.
Más de 5 millones de turistas visitan la Argentina cada año. Muchos frecuentan alguna de las 320 canchas de golf diseminadas a lo largo de todo el territorio y gastan mucho más que otros turistas. No por nada, la Argentina fue distinguida como el mejor destino de golf de América Latina y el Caribe en 2011, por la Asociación Internacional de Tour Operadores de Golf. “Argentina se está consolidando como uno de los destinos preferidos del mundo para practicar golf no sólo por la larga tradición que este deporte tiene en nuestro país, sino también por toda la oferta turística que existe”, explica Susan Marples, Coordinadora de Turismo de Golf del Instituto Nacional de Promoción Turística (Inprotur). “Se trata de un combo muy apreciado por el jugador, quien pasa el día en el court, pero a la noche puede disfrutar de una buena infraestructura turística, gastronómica y de entretenimiento”, continúa la especialista.
Así, junto con Australia, Sudáfrica e India (aunque muy lejos aún de los más tradicionales Escocia, Estados Unidos e Inglaterra), el país registró un aumento del 15 por ciento en esta modalidad durante 2010 y es cada vez más visitado por extranjeros de altísimo poder adquisitivo, que buscan algo más que un palo y un hoyo. “El tango, el asado, la Patagonia y el Malbec hacen que, por ejemplo, un alemán prefiera venir a la Argentina antes que viajar a Escocia, que es la cuna del golf”, asegura Nicolás Iorio, de la agencia WeGolf.
Una vez dentro del país, las regiones más buscadas son Buenos Aires, a la cabeza (donde se encuentran los clubes centenarios, como Mar del Plata, Lomas Athletic, San Andrés –el más viejo de Sudamérica– y Hurlingham), la Patagonia y Mendoza. “El tema de los viñedos y las bodegas funciona como un imán para esta clase de turistas. Por lo general, se trata de grupos de amigos, de entre 35 y 70 años, a los que les divierte jugar al golf y tomar vino. En cierta medida, se trata de viajes de egresados para gente grande”, comenta Iorio. En menor medida, también llegan grupos de mujeres solas (a quienes se les ofrece paquetes de Golf & Spa), parejas y familias enteras. “Podría pensarse que mientras los padres juegan al golf, mandan a los chicos a escuelas de polo”, razona Marples al pensar en el éxito que también despierta nuestro polo entre los extranjeros. “Por lo general, se trata de personas que no conocen el país y cuando vienen se sorprenden, se encuentran con una cultura mucho más europea de lo que se imaginaban, mucho más civilizada, donde la gente camina con traje y celular por el microcentro, donde se come bien y, entonces, deciden volver”, concluye.
En números. Un paquete de seis o siete noches en Buenos Aires arranca en los 1.300 dólares, tarifa basada en hoteles de cuatro estrellas y a la que se le suele sumar una extensión de tres o cuatro noches más en la Patagonia. “Estos valores ya son el doble de lo que vale un viaje tradicional a la Argentina, es decir, sin golf”, afirma Iorio.
Sin embargo, lo más sorprendente es la diferencia de dinero que estos turistas premium gastan durante su estadía. “Se estima que cuatro veces más que el tradicional, ya que no tienen problema en elegir hoteles y restaurantes de primer nivel”, dice Marples. Así, mientras un turista cualquiera gasta un promedio de 106 dólares por día, según el Indec, un jugador de golf no baja de los 450. “Por esta razón, es un segmento muy apreciado que debe crecer”, continúa.
¿Cómo lograr que esos 5,3 millones de turistas que visitan el país año a año tengan su réplica en las canchas de golf? ¿Cómo hacer para que la Argentina, líder en el área a nivel regional, también lo sea a escala global (actualmente se ubica en el puesto número 15)? Abrir la mentalidad, coinciden los especialistas. “Acá los clubes son muy tradicionales, muy exclusivos y muy cerrados a la persona que no es socia. Y eso es un poco lo que hay que cambiar, modernizarse, tener presencia en Internet. Idealmente, tendrían que aplicar también el revenue management, es decir, apuntar a la mayor ocupación posible, como en los aviones, donde se establecen distintos precios según la ubicación de los asientos –explica Iorio–. Esto permitiría que el lunes a las 10 de la mañana, cuando los courts están vacíos, la tarifa sea más barata, mientras que el sábado al mediodía, sea bastante más elevada.”
Laura Blanco
Río Negro: Swinging en el Llao Llao
En Bariloche se adaptó la tecnología LED para iluminar canchas de golf y poder jugar de noche. La pelota tiene un timer y también se enciende con cada golpe.
Jugar al golf? La elección se multiplica por miles en la Argentina, de sur a norte y de este a oeste. Pero, ¿de noche? ¿Es posible? Desde el año pasado, un lugar ofrece la posibilidad de vivir esa nueva experiencia en el país. En Bariloche, al pie del pico nevado del volcán Tronador y con el lago Nahuel Huapi de testigo, el campo de golf del emblemático Hotel Llao Llao (recientemente distinguido con la norma ISO) aparece iluminado dos veces a la semana durante el verano. ¿Luces? ¿En una cancha de centenares de yardas?
La idea, nacida en Estados Unidos, llevó más de un año de trabajo para ser adaptada a las posibilidades locales. En una primera etapa, la empresa encargada de desarrollar el proyecto probó con lo obvio: metros de cables surcaban los fairways para abarcar toda la superficie necesaria; pero no parecía un modo viable de iluminar la cancha. “Era muy caro hacerlo así, y además no se lograba el brillo que buscábamos. Entonces optamos por explorar una solución propia”, explica Guillermo Tessman, el ideólogo, mientras por la ventana del Club House de la cancha se aprecia una gama de colores luminosos que vigilan el andar de los golfistas.
El golf nocturno es posible, al fin y al cabo, gracias a la tecnología LED; pequeñas estacas iluminadas por dentro demarcan el tee de salida de cada hoyo, el fairway, los búnkers y el green, y también suben hasta la bandera. En cada sector el color de la luz es diferente, para que el jugador sepa exactamente en qué lugar del recorrido anda su pelota.
La pelota… Tal vez allí esté el aspecto más sofisticado de esta innovación. Cada bola también posee en su interior luces de LED, que se activan con el golpe. Desde ese momento, un timer colocado dentro de la misma se activa por diez minutos, tiempo suficiente para que el jugador, además de ver el recorrido por el aire, pueda llegar hasta ella para seguir jugando. ¿Y si el próximo tiro se produce antes de los diez minutos? El timer arranca otra vez de cero.
Las luces funcionan gracias a las baterías que se colocan. Aquí juega la ecología: todas son recargables, y la empresa tiene un convenio con otra que se encarga de reciclarlas cuando se agota su vida útil (veinte horas aproximadamente). “Nuestra tecnología produce luz fría, reutilizable, de bajo consumo y mucha potencia”, amplía Tessman.
El carácter lúdico de la experiencia, también, crece a la sombra de las estrellas. “El jugador se planta distinto de día que de noche. A esta hora vienen sólo a divertirse, se sorprenden con lo que les va pasando, se ríen mucho. No existe esa concentración típica de una competencia”, compara el desarrollador. Y se puede comer, además: al final de los cinco hoyos preparados para jugar con la luna de testigo, cada viernes aparece desde la cocina una fondeau de queso, para arrancar, y otra de chocolate. Y eso sí que se festeja más que un hoyo. El menú para dos personas tiene un valor de 300 pesos, e incluye una copa de vino.
La práctica del golf nocturno puede desarrollarse desde fines de diciembre y hasta fines de febrero en la cancha que rodea la nave central del famoso hotel, todos los viernes desde las 21. El costo, para los huéspedes, es de 90 pesos, y de 120 pesos para los visitantes. Los que salen de jugar, diferencias de hándicap al margen, se igualan en algo: las ganas de volver a vivir la curiosa aventura.
Andres Eliceche (Desde Bariloche)
Notas de Perfil-Turismo