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sábado, 4 de octubre de 2014

Los olvidos más insólitos en los hoteles de lujo



Historias de huéspedes que se olvidaron al partir miles de pesos, juguetes sexuales, un manuscrito de una novela, y hasta ¡sus hijos!; qué significan estos "actos fallidos"

Un escritor olvidó un manuscrito original completo de una novela, un señor se dejó un sable antiguo, una familia partió sin uno de sus hijos, una mujer se fue sin los billetes de la venta de su casa, un huésped de unos 50 años se dejó el oso de peluche con el que dormía, un novio a punto de casarse se olvidó las alianzas. Estos son sólo algunos de los olvidos más insólitos sucedidos en hoteles de lujo.

Para el psicoanálisis los olvidos son actos fallidos y tienen una intención porque los hechos psíquicos siempre ocurren "para algo", tienen un sentido. Así lo entendía Sigmund Freud, que explicó que la pérdida de objetos suele ocurrir cuando estamos en malos términos con quien nos lo ha regalado y ya no queremos nada que nos recuerde a esa persona, o cuando perdemos el afecto que le teníamos a ese objeto y queremos reemplazarlo por otro nuevo o mejor. Pero no es bueno generalizar y, como declaman los psicoanalistas, hay que abordar el caso por caso para ver cómo opera el inconsciente de cada persona.

Los hoteles, esos lugares que, como decía Aldo Paparella, el director de la película Hoteles, son sitios de paso, un recordatorio del carácter transitorio de nuestra estancia en el mundo, también testimonian nuestros fallidos. LA NACION conversó con responsables de hoteles de lujo para conocer algunas de esas experiencias cotidianas de los viajeros.

El gerente de Relaciones Institucionales y vocero corporativo de Hoteles Alvarez Argüelles, Mario Marchioli, cuenta que condujo cinco hoteles en cinco ciudades del país. "En los olvidos de los huéspedes hay un patrón universal", dice. Enumera una larga lista de olvidos frecuentes: ropa, cosméticos, teléfonos celulares, cargadores de celulares, libros, anteojos, documentos personales, llaveros, cedés, paraguas, pañales, remedios, máquinas de fotos, calzoncillos sucios, guantes, gorras, sombreros. Precisa que, en general, las prendas que se envían a la lavandería son candidatas a quedarse.

Y relata una historia que sí le resulta extraordinaria. "Una mañana de 2012, se acerca a mi oficina el Jefe de Pisos y me trae un sobre con $ 57.000 olvidados en una caja fuerte de una de las habitaciones que se había desocupado hacía 48 horas. Llamamos por teléfono al pasajero para informarle y no se había percatado de eso. Fríamente comunica que alguien autorizado pasaría a retirarlo. Al día siguiente, lo retiró una empleada del casino donde habitualmente concurría a jugar", relata, aún con cierto asombro. Un detalle: "El huésped en ningún momento agradeció nuestra deferencia".

Pero este hotelero dice que, también, hay otro tipo de olvidos: los que complican al huésped y al hotel. Como ejemplo, menciona una alianza de casado. "El pasajero se la quita, la guarda en un cajón de la mesa de luz y se la olvida. El reclamo es desesperado, implora y se pone a disposición total para el retorno de forma discreta del emblemático anillo", comenta Marchioli. De esos casos hubo varios.

Otra categoría es la de los objetos que rara vez se reclaman. "De los 28 años que tengo de gerente, nunca vuelven por las dentaduras postizas y las prótesis dentarias olvidadas. También entran aquí los juguetes sexuales, que no los reclaman, obviamente, por vergüenza", apunta. Dice que, además, es común que después de alguna fiesta en el salón principal del hotel se encuentren corpiños, bombachas o una sandalia. Tampoco tienen dueño.

También es recurrente que los huéspedes se dejen juguetes sexuales en el Hotel Madero. Aclaran que si están en el tacho de la basura los tiran y si no procuran contactar al huésped, con la incomodidad propia de esa situación.

En el Hotel Emperador también, más allá de los olvidos de objetos comunes que lideran el ranking, recuerdan dos como los más llamativos: un manuscrito original de una novela completa de 400 hojas y un sable antiguo de gran valor y de gran porte. Ambos pasajeros, extranjeros ellos, se dieron cuenta de sus descuidos recién en el aeropuerto.

Según cuentan en el hotel, el escritor se olvidó su trabajo en la caja fuerte de su habitación. Como en la recepción tenían su mail, le escribieron y le enviaron el paquete a su país de residencia. Al año siguiente, llegó al hotel un ejemplar del libro publicado con una cálida dedicatoria para el Hotel Emperador.

El señor del sable antiguo, un empresario, coleccionista y jugador de polo, alcanzó a llevarse su exótica compra porque en el aeropuerto de Ezeiza se dio cuenta de su olvido y llamó al hotel. Para tranquilidad de todos, llegaron a tiempo de alcanzarle el sable y el huésped no perdió su vuelo.

BILLETES MUY BIEN GUARDADOS
Los huéspedes de Cariló Village Apart Hotel & SPA también se olvidan muchas cosas. A veces las dejan en el solárium, en los alrededores del SPA o en el bungalow; otras ni se dan cuenta de que perdieron las cosas y nadie las reclama. Pero la gerente general y fundadora del hotel, Marianne Durnhofer, dice que lo que más le llamó la atención fue el caso de una señora argentina que luego de hospedarse en el hotel llamó porque se había olvidado el dinero de la caja de seguridad de la habitación.

"Le pasaron con la gerente, que le preguntó cuánto dinero era. La señora dijo algo así como 25 o 30 mil pesos a dinero de hoy, de esto hace diez años", relata. "Nosotros dedujimos que fueron al casino, ganaron el dinero, lo guardaron en la caja de seguridad y luego se lo olvidaron". Por suerte para ella, todos los billetes estaban allí y la mujer pudo recuperarlos.

"También hay mucha gente que reclama cosas cuando se está yendo y después las encuentra cuando llega a su casa en el fondo de su valija. Por suerte nos avisan", dice Durnhofer. "La realidad es que uno cuando se va de vacaciones se relaja y es normal que tienda a olvidarse cosas", opina.

En Loi Suites Recoleta también recuerdan como llamativo el caso de una mujer joven que dejó una gran suma de dinero, organizada como una rosca gigante, olvidada sobre la cama de su habitación. "Eran muchos miles", recuerdan en el hotel. Y hacen memoria para aportar detalles. "La encargada de housekeeping (limpieza) me avisa que al entrar en una habitación cuyo huésped ya había hecho check out encontró una abultada suma de dinero sobre la cama. Pusimos todo en un sobre y tratamos de contactar a la mujer que se había registrado, pero sin resultados", relatan en el Loi Suites Recoleta.

Una hora más tarde, la huésped se presentó con la cara pálida en la recepción del hotel diciendo que necesitaba entrar urgente a la habitación. "Todos estábamos enterados de lo ocurrido por lo que fui a hablar con ella y le expliqué que ya estaban todos los billetes a salvo", cuentan. El dinero era el monto total de una transacción inmobiliaria. Recuerdan que cuando le dieron el sobre con la plata, la mujer lo agarró, dio las gracias y salió casi corriendo con el sobre en la mano. Entonces, la frenaron y le dijeron que se tomara un vaso de agua y que lo guardara en la cartera. "Estaba shockeada. Se sentó y les dijo que tenían razón, que estaba muy nerviosa. Había vendido una casa".

MI POBRE ANGELITO EN LA VIDA REAL
En CasaSur Art Hotel cuentan una historia que podría inspirar a un guionista de cine. "Una vez un matrimonio se olvidó a sus hijos en otra habitación", recuerdan, aún asombrados por el descuido. "Bajaron a hacer check out, pagaron, subieron al taxi y a los 10 minutos volvieron a buscar a sus hijos". Ellos se habían quedado jugando, ajenos a todo, en la habitación.

En Hoteles Alvarez Argüelles, Marchioli también conserva relatos inspiradores de la película Mi pobre angelito. Según dice "no deja de ser habitual en una familia numerosa que llega con su vehículo olvidarse a algún hijo". Y agrega: "Demoran entre 15 y 30 minutos en retornar nerviosos a rescatar a uno de sus hijos olvidado". Está la vergüenza, el pedido de disculpas y la partida lo más rápido que se puede.
A prueba de los fallidos que enuncia Freud, en CasaSur Bellini revelan lo vivido hace un tiempo por una pareja que estaba por casarse. "El novio salió para la iglesia y se olvidó nada menos que los anillos en el cuarto", cuentan. Como en una película, finalmente le alcanzaron las alianzas a tiempo y la pareja concretó la boda. Luego de eso le perdieron el rastro. No pueden dar fe de continuidad o ruptura, tras un inicio con ese simbólico olvido.

OSITOS CARIÑOSOS
Los osos de peluche olvidados, un juguete pensado para entretener a los chicos, también merecen su apartado. En el Buenos Aires Grand Hotel recuerdan que fue un momento extraño el día en que un huésped dejó en evidencia su particular costumbre: pese a tener unos 50 años, dormía con un oso de peluche, no con cualquiera, siempre con el mismo. Al punto que el día que se lo olvidó en el hotel, llamó para que se lo enviaran a su casa.

En el exclusivo Los Cauquenes Resort, de Ushuaia, también tienen una historia con peluches. "Se trataba de un peluche que era un ratón blanco. Los huéspedes eran franceses, la hija tenía 5 años, y el peluche era suyo. Se dieron cuenta a los tres días de hacer el check out y se comunicaron con urgencia para que se lo mandáramos", comentan. La pequeña lo extrañaba para dormir. El ratón partió en una encomienda por correo a París.

Así sucede mil veces. Algo que uno dice: "De esto no me tengo que olvidar". Al final, se lo olvida. ¿Son actos fallidos con un sentido, hay en ellos una intención? Es más bien una pregunta para deshilvanar en el diván..

Verónica Dema
Diario La Nación - Argentina (Sección Sociedad) 
Foto: Web

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