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jueves, 24 de marzo de 2011

Patagonia chilena: Aysen, ruta bien austral


En 1984, pobladores descubrieron las cavernas de mármol del lago Carrera

La XI Región de Chile es una isla dentro del país. En Chile, sólo se accede por agua o aire, desde Puerto Montt la Carretera Austral marca el camino. Bosques, cuevas de mármol, fiordos y glaciares.

Se escucha tronar, un bloque de hielo se desprende del glaciar Montt; miles de témpanos flotan por el fiordo y el canal Baker; el río Bertrand transporta 900 mil metros cúbicos de agua transparente por segundo; en Coyhaique llueve, y unos cuantos milímetros se suman a los 1.200 que caen cada año; un nuevo coigüe crece en el bosque caduco que tapiza las laderas del cerro Castillo; las truchas saltan en la calma turquesa del lago Carrera. Un día normal en la zona sur de Aysén, la XI Región de Chile.

Hace cincuenta años, ninguna ruta llegaba hasta estas latitudes. Los pobladores, herederos de la cultura tehuelche –y a la vez gauchos que tomaban mate, jugaban al truco y bailaban chamamé–, circulaban a caballo por senderos trazados por el uso o se movían por el archipiélago, entre fiordos y glaciares, con embarcaciones de madera de lenga o ciprés. Llevar ganado desde Puerto Ibáñez, en el valle homónimo y a pocos kilómetros del paso fronterizo Pallavicini, hasta la ciudad de Coyhaique, la capital regional ubicada 116 kilómetros al noroeste, podía demorar hasta dos meses.

Recién en 1976 se impulsó definitivamente la construcción de la Carretera Austral que la dictadura de Pinochet terminó de delimitar; en 1999 se concluyó el último tramo y finalmente Puerto Montt (Región de los Lagos) se conectó vía terrestre con Villa O’Higgins. Hoy, recorre 1.240 kilómetros, 800 dentro de Aysén. Sin embargo, esta ruta hacia el confín del continente está asfaltada tan sólo hasta la localidad de Villa Cerro Castillo, un pueblo de 800 habitantes situado a los pies de la montaña que comparte su nombre, a 72 kilómetros –de pavimento– desde Coyhaique.

La ciudad de Balmaceda (a 56 kilómetros de Coyhaique), aeropuerto oficial de la región, recibe dos vuelos diarios desde Santiago (que hace escala en Puerto Montt, donde se llena), y cada dos o tres días desde Punta Arenas. Parece mucho para una zona que tiene sólo 100 mil habitantes y es la más vasta en territorio del país. Pero todo tiene su porqué: desde el norte de Chile, Aysén es accesible sólo por agua o por aire. O por Argentina, claro. A esta altura, la cordillera ya no es el límite internacional natural sino el fin accidentado del continente que se hunde en el mar formando archipiélagos y fiordos. Desde este aeropuerto, mirando hacia el este, sólo 300 metros separan de la estepa argentina, casi en el límite entre las provincias de Chubut y Santa Cruz.

Aysén una usina de oxígeno, los turistas son responsables del cuidado del ambiente

Hacia el sur
Desde Coyhaique empieza el recorrido a través de la Carretera Austral hacia el sur de la región. A 50 kilómetros de allí, antes de que el Campo de Hielo Norte empiece a cubrir los picos de la cordillera, la Estancia Punta del Monte ofrece jornadas de turismo rural que arrancan bien temprano con el avistaje de cóndores. El campo de la familia Galillea es una usina de restos arqueológicos tehuelches y un espacio en donde las actividades de una finca patagónica están al alcance del turista: esquila de ovejas y alpacas, cabalgatas, arreo de ganado con perros y el infaltable cordero cocido a la cruz para degustar con la suavidad del cabernet sauvignon chileno.

Todavía quedan lugares en el mundo donde no hay señal de celular y los Blackberrys no reciben mails laborales. Suelen ser espacios con mucho horizonte y silencio, como los que se encadenan entre lagos y valles desde Coyhaique hacia Villa O’Higgins o Caleta Tortel, las dos terminaciones de la Carretera.

El ripio serpentea entre lagos, ríos y montañas hasta la siguiente gran parada, el lago General Carrera, y su primera puerta de entrada, Puerto Tranquilo. Pueblo rutero, este rincón al costado del segundo lago más grande de Sudamérica después del Titicaca (lago Buenos Aires del otro lado de la frontera), ofrece la constante postal del celeste del agua planchada, que, a los ojos, más que en la Patagonia hace sentir en el Caribe, pero con unos cuantos grados menos. Desde Tranquilo salen excursiones hacia el glaciar Exploradores, sobre el que se camina con grampones y, después del estrés de la caminata, se descansa con un whisky on the rocks, del Campo de Hielo Norte. Pero si hay algo por lo que se destaca este enclave turístico manso y en franco crecimiento, es por el paseo, ya sea en kayak o en lancha (eso lo determinará el tiempo), por las cavernas de mármol. A apenas unos minutos de navegación del muelle de partida, los islotes que decoran el lago invitan a pasar a su interior y conocer sus secretos. Paredes de mármol y cuevas de esta roca multicolor sirven de refugio para los navegantes. La paleta de celestes, porque el lago se funde con el cielo, la paz y el silencio abrumador hacen de estas cuevas un lugar mágico.

Es difícil nombrar cada río y lago que cruza esta carretera, tomaría el artículo entero. Pero quien se lance a recorrer el sur vecino tiene que saber que el agua acompaña el camino como un faro que marca cada puerto de llegada, aporta color y baña el valle estepario mixto (llueven 1.000 mm por año) donde echan raíces lengas, coigües y arbustos como el calafate, ñires, tepas y nalcas.

Los cóndores anidan frente al Valle de la Luna. En el horizonte, la Argentina

Próxima estación: pesca con mosca
El lago General Carrera tiene una angostura, y desde allí decide llamarse Bertrand, donde los glaciares Huemul, Huenul y Puentes aumentan el caudal que sigue hacia el Pacífico. Espacio ideal para la pesca con mosca, todo el bañado de este espejo de agua es custodiado desde los 4.058 metros por el cerro San Valentín, el más alto de la región. Cerca, el volcán Hudson amenaza desde su cráter, a 1.905 metros sobre el nivel del mar. En esta zona, tres lodges ofrecen paquetes de hasta una semana a pura pesca deportiva e incluyen actividades como canopy (tirolesa entre las copas de los árboles), canotaje, cabalgatas y escalada de los cerros vecinos.

La carretera coquetea, entra y sale de la cordillera hasta su tramo final, donde decide meterse directamente entre los cerros moldeados por el hielo y terminar frente al mar. Hoy en día, con los glaciares en retroceso, la escultura de las glaciaciones formó los fiordos que, como en Noruega, son ideales para la cría del salmón, y únicos para los amantes de la navegación.

Entre coigües y lengas, ciervos, pudúes, cóndores y alpacas

Pasarela al mar
Sin miedo al frío, pero sabiendo que la valija atesora suficiente abrigo, la siguiente parada es Caleta Tortel, una de las dos puntas de esta ruta patagónica. Previo stop en la ciudad de Cochrane para comprar provisiones y mandar el último mensaje de texto a la familia, para entrar a este pueblo que podría ser escenario de un cuento fantástico, lo mejor es alivianar el equipaje y, sin opción, dejar el auto estacionado a la sombra. Ubicada sobre el fiordo Baker y fundado en 1955 sobre el cerro Tortel, es una ciudad de calles que son pasarelas hechas de ciprés de las Guaitecas (islas del norte de la región) que exigen buenos pulmones para subir y bajar por los pasadizos. Pueblo pesquero y maderero, es el punto de partida para las excursiones embarcadas hacia los ventisqueros (lengua del glaciar que da al mar) Montt y Steffens y la Isla de los Muertos, que guarda el misterio de la muerte de toda una comunidad traída a principios de siglo XX a trabajar en la explotación del ciprés.

Los recorridos hacia el hielo son un paseo entre los fiordos. Con gorra contra el viento sur y una buena campera, es un viaje hacia lo desconocido, hacia una de esas pocas zonas de este planeta que siguen desiertas. La pausa corona el recorrido: se desembarca en una isla desde donde se mira hacia el ventisquero Montt, los anfitriones hacen el asado mientras témpanos flotan alrededor. Lo del whisky ya lo sabemos.

No hay tramo de esta ruta que no asombre con sus colores, no hay pueblo que no resulte amable ni actividad que no termine por ser purificante. Es tan cerca de Argentina que la tonada chilena se suaviza y la ronda de mate, acompañada de pan caliente, se disfruta al ritmo del chamamé o alguna rancherita. Es el Chile lejano, el que sobrevive el invierno con mucha leña y buenos guisos, que invita especialemnte entre septiembre y abril, y también cuando la nieve lo cubre. Igual que en el sur argentino, pero con el mar más cerca. Porque Patagonia hay una sola, y también tiene salida al Pacífico.

Kayak, una de las actividades principales en Aysén

Actividad ofrecida
Estancia Punta del Monte - www.puntadelmonte.cl
Avistaje de cóndores y asado típico, con traslados a Coyhaique, desde US$ 134.

Hacienda Tres Lagos - www.haciendatreslagos.com
Paquetes de pesca. 4 días, 3 noches, base doble, desde US$ 1.335.
5 días, desde US$ 1.640; 6 días, desde US$ 1.950.

Green Baker Lodge - www.greenbakerlodge.cl
Cabalgata hasta el Glaciar Nef. 6 noches, 7 días. Hay partes que se navega. US$ 1.450.
Kayak de travesía, 4 días de navegación. Noche en carpas y cabañas. US$ 1.400 en base doble, con comidas, equipos y tránsfer desde el aeropuerto de Balmaceda.

Patagonia Jet – www.patagoniajet.com
Excursión en el Jet Boat hasta el glaciar Leones. Full day, US$ 190.

Hostal Costanera (Puerto Tranquilo)
Excursión Catedrales de Mármol, US$ 12.
Trecking con navegación al glaciar Exploradores, US$ 80.
Paseo de día completo al glaciar Leones, con navegación y comidas, US$ 140.

Mariana Jaroslavsky (desde Chile)
Fotos: Perfil
Perfil - Turismo

sábado, 12 de marzo de 2011

México: Aislados en el golfo


Mapa de la Isla

A 150 kilómetros de Cancún, la pequeña isla de Holbox no pierde su tradición pesquera

No es fácil llegar hasta la isla de Holbox, un rincón perdido en el norte de la península del Yucatán, justo en el lado opuesto de las famosas arenas de Cancún, Tulum y Playa del Carmen. Pero al alcanzar este pequeño pueblo de calles de arena, huérfanas de autos, uno tarda pocos segundos en darse cuenta de que el recorrido valió la pena.

Holbox tiene apenas 42 kilómetros de largo y unos 2 de ancho. Era, años atrás, un lugar donde sólo habitaban pescadores. Hoy, los botes se mezclan en una playa eterna con hoteles pintorescos escondidos entre palmeras, hamacas, pelícanos, gaviotas y palapas donde se puede disfrutar de los atardeceres entre micheladas (cerveza con jugo de limón y sal) en un espacio distendido, ideal para bajar un cambio.

Pero llegar hasta aquí es casi una aventura en sí misma. El punto de partida es Cancún. Holbox está a sólo 150 kilómetros de allí, una distancia que en los mapas es corta, pero que en el terreno puede llevar hasta cinco horas recorrerla.

Desde Cancún se puede tomar un autobús lechero o alquilar un auto para viajar hasta Chiquilá, pueblo costero que está frente a la isla. El viaje en autobús demora unas tres horas y media. Desde Chiquilá hay que tomar un ferry, que tarda unos 40 minutos en cruzar las aguas del golfo de México hasta el muelle de Holbox. Una vez en el muelle de la isla basta con tomar uno de los cochecitos de golf que hacen de taxi para llegar hasta la costa o la plaza principal, donde se encuentra la mayoría de los hoteles.

Vista aérea de la isla

Bienvenido, en maya
Ya al llegar al muelle y al cruzar el pueblo uno tiene la certeza de que está lejos del mundo de los resorts y el bullicio de las grandes ciudades costeras. Las calles están cubiertas de arena, hay un cajero automático en toda la isla, los lugareños hablan maya, y la plaza central está dominada por locales que venden artesanías y algunos restaurantes que ofrecen cebiches, pescados, tacos, pizzas o la célebre parrillada de mar, entre otros manjares. Meses atrás se inauguró el primer cine, donde todos los días se anuncia en una cartulina escrita a mano, pegada en la pared, las dos películas que se emitirán esa noche.

El colorido reina en las paredes de todas las casas de la isla, donde viven alrededor de 2000 personas dedicadas a la pesca o al turismo. Hay una pequeña comunidad italiana, dedicada, cuándo no, a la gastronomía y la hotelería.

"A los gringos les venden Cancún, no esto", dice Miguel, mientras prepara una michelada en una de las palapas sobre la playa, donde cuelga un cartel que reza Slow food. Miguel es un mexicano nacido en Oaxaca que se mudó acá hace seis años. Además de atender el lugar ofrece excursiones para ver una de las atracciones de la isla: el tiburón ballena, el pez más grande del mundo.

El tiburón ballena llega a las aguas de Holbox en el verano boreal, de junio a septiembre. A pesar de su nombre y su tamaño atemorizantes, el tiburón ballena, dicen aquí, es un pez dócil y gentil, con el que se puede nadar tranquilamente. Esa es, justamente, la experiencia que brinda Miguel, al igual que muchos otros lugareños. "La piel es como de terciopelo", apunta, luego de sonreír y asentir con la cabeza cuando se le pregunta si tocó alguno.

Holbox, que en maya significa agujero negro, ofrece además de este tipo de vivencias mucha tranquilidad y una atmósfera muy relajada. Un día típico puede empezar con una caminata por la playa para tomar el desayuno en El Cafecito, pequeño café montado por italianos, a unas pocas cuadras de la plaza principal. Para el resto del día, la mayoría de los hoteles venden tragos o cerveza para matar las horas de playa, ya sea en una tumbona, una hamaca, un box con colchón y almohadones o nada más que una toalla sobre la arena.

En el atardecer, luego del regreso de los pescadores, la playa se llena de gaviotas y pelícanos que revolotean sobre los botes de los pescadores. Esta es la mejor hora para acercarse hasta algunas de las palapas para disfrutar de una porción de guacamole o un plato de cebiche mientras el sol se pone en el horizonte dando paso a un cielo repleto de estrellas.

Muelle

Tacos y langosta
La plaza principal del pueblo y sus calles aledañas cuentan con varias opciones para cenar por menos de 20 dólares, en lugares sencillos o sofisticados. El menú de la isla ofrece comederos con algunos íconos de la comida mexicana, como los típicos tacos y quesadillas, pero también langosta, mariscos, cebiches, pescados o, si se prefiere, todo junto en una parrillada de mar.

Pero como la magia del lugar ha sido un imán para muchos extranjeros que se instalaron allí, se encuentran también platos de todas las latitudes y para todos los paladares. Edelyn, sobre la plaza, tiene en su menú una curiosa pizza de langosta. Los nostálgicos pueden acercarse hasta La Parrilla de Juan, rincón argentino en una terraza a pasos de la plaza, donde se pueden degustar bifes. Sin ser el restaurante más atractivo de la isla, Los Pelícanos, con sus pastas con salsa de mariscos, goza de una excelente reputación.

Aunque el pueblo muere a las 22, cuando el silencio se hace aún más profundo, hay algo de espacio para la vida nocturna en las barras y la música de un puñado de bares, que levanta un poco durante el receso del Spring Break norteamericano, cuando jóvenes estudiantes huyen a las playas mexicanas.

Playas

Pies en la arena
Con todo, la extensa playa de la isla, donde la blancura de la arena se pierde en aguas que oscilan entre el celeste y el turquesa, es la joya del lugar. Para quienes busquen un poco de adrenalina en las aguas se pueden tomar lecciones de kite por 75 dólares o alquilar por 25 dólares la hora tablas para remar el océano de pie.

Una larga caminata por la costa hacia el área de la reserva de Yum-Balam lleva a un paraíso tropical donde abundan las iguanas, los flamencos rosados y pelícanos. Es un lugar imperdible para los aficionados al avistamiento de aves.
Estar cerca de la playa es un poco más caro que quedarse en un hotel en la plaza del pueblo, pero vale la pena. Los precios de los hoteles oscilan entre los 75 y 200 dólares en la playa, por encima de los valores que se consiguen lejos de la arena.
Pero muchos de estos hoteles tienen un espíritu de posada, ofrecen tumbonas y hamacas en la playa, mucha madera y velas que se mezclan con telas verdes, celestes, rojas y amarillas. La playa ofrece desde opciones rústicas hasta otras más sofisticadas, pero la mayoría envueltas en la misma filosofía: poca gente, mucha personalidad y detalles de una casa bien cuidada más que de un hotel. Mawimbi es uno de los hoteles recomendables, atendido por una pareja de viajeros italianos, Carmelo y Ornella (habitaciones de 75 a 195 dólares).

Holbox es una joya escondida detrás de horas de viaje, de esas que cuesta encontrar, y que le hacen dudar a uno si será buena idea contarlo. No sea cosa que por el temor a que, dentro de muchos años, a alguien se le ocurra crear un vuelo directo a su pequeño aeropuerto, o construir uno de esos hoteles que ofrecen todo libre a precios que asustan, una avalancha de foráneos termine por espantar la magia de un lugar donde el tiempo parece, por momentos, haberse detenido.

Nadando con tiburones ballena

DATOS UTILES
Cómo llegar
La isla de Holbox queda a 150 kilómetros de Cancún. Hay que llegar hasta el pueblo de Chiquilá (en bus se tarda unas tres horas y media) y allí tomar el ferry, que en 40 minutos cruza hasta la isla.

Rafael Mathus Ruiz
La Nación - Turismo
Fotos: Web

miércoles, 2 de marzo de 2011

Un barco

The World

Esta es la historia supuestamente no interesante sobre el padre de los actuales megacruceros, del primer barco que permite comprar un "bien raíz" y quedarse a vivir, y de las utopías flotantes que se esconden tras esos gigantes del mar.

Al inicio de la novela utópica de William Alexander Taylor de 1901, Intermere, un pequeño vapor navega hacia un banco de niebla tres días al norte del Ecuador y cae en un remolino. "Me sentí siendo arrastrado dentro de las inconmensurables profundidades acuosas", cuenta el héroe. Pierde la conciencia y repentinamente despierta en una hamaca sobre la cubierta de una clase de barco completamente diferente, que tenía "una sucesión de suites y departamentos, ricamente pero sobre todo artísticamente decorados". El héroe imagina por un momento que está casi en el Paraíso, pero la nave, un "merocar" propulsado por "agentes sobrenaturales", resulta ser sólo uno de muchos avances tecnológicos ingeniados por una sociedad perfecta oculta dentro de la tierra.

El salto del transporte impulsado por vapor al yate de lujo pone a Intermere a mitad de camino entre la evolución y el pensamiento utópico: una multitud de autores, arquitectos e ingenieros primero identificaron el paraíso como una isla flotante, luego como una isla asequible a través de barcos, y finalmente como los barcos en sí mismos. El transporte se convirtió en el destino.

En 2002, cuando el buque de 43 mil toneladas bruto The World zarpó de un muelle de Oslo bautizado por un triunvirato de sacerdotes noruegos con un cóctel de agua bendita y champaña, eso marcó la primera vez en que era posible ser dueño de un bien raíz a bordo de un barco. El lanzamiento fue saludado con fanfarrias.
"Una aldea global en el mar", dijo el Boston Globe.
"Utopía a flote", dijo Macleans.

Volé a Noruega para conocer al hombre que había hecho aflorar barcos utópicos desde la mesa de dibujo. Knut Kloster Jr. se reunió conmigo en el aeropuerto usando una gorra de capitán baja a la altura de la frente, de manera que yo pudiera reconocerlo. Era extraño encontrarse con el mismísimo Kloster. Él era el padre de la industria de cruceros moderna, y el visionario vástago de una de las familias navieras más antiguas de Noruega.

"Me alegra no tener que usar más este sombrero", dijo Kloster.
En el camino hacia Oslo, él se sintió obligado a señalar el nuevo tren rápido de la ciudad, y durante el siguiente par de días mantendría su actuación como un reacio guía turístico. Kloster tenía casi 80, pero era un hombre grande, firme y alerta, que se movía inteligentemente a través de las calles, murmurando recriminaciones hacia los conductores que no se manejaban con el sistema de intersecciones no señalizadas. Nos sentamos en el lobby de mi hotel para iniciar nuestro debate. Casi todo mi debate con Kloster sería acerca de lo que debatiríamos en el evento de que decidiéramos, en conjunto, que la suya era una historia que valía la pena ser contada. Me agradó muchísimo.

Kloster no tenía gran respeto por la coherencia, y aún en nuestra primera conversación se distraía por cualquier cosa. "Desde luego es una historia interesante", dijo a propósito del esquema del gran megacrucero que él había propuesto por primera vez en los años 70. Ese no era The World. Era un plan que originalmente tenía el nombre código Phoenix Project, y respecto del cual Kloster había gastado decenas de millones de dólares a lo largo de los años.

Entonces, exactamente en el momento siguiente, él dijo, "soy un fracaso. Fracasé. Tú no conseguirás lo que sea que estés buscando de mí. Ya no estoy interesado en los cruceros".
Me llevó al único parque en Oslo donde podía pasear sin correa a su pastor alemán, un jardín escultórico lleno de piezas de Gustav Vigeland. Subimos juntos a la obra central, Monolith Plateau, que mostraba una gran columna de granito con cuerpos apilados y entrelazados, gente ayudándose unas a otras, apoyándose sobre los otros.

"Es acerca de la vida", dijo Kloster. "¿Quieres tomarme una foto?".
Le dije que no tenía cámara.
"Bien". Estaba terriblemente aliviado. "Pensé que querrías tomarte una foto".
Familias y jóvenes se reunían alrededor de la estatua, sumándose al collage de formas.
"Es acerca de la vida", dijo Kloster nuevamente.

La literatura utópica está tan llena de barcos y naufragios que ninguna historia sobre las utopías flotantes estaría completa sin la historia de un viaje. Mi viaje comienza cuando un repartidor burló el umbral de mi puerta y dejó una caja en mi vestíbulo. Descubrí la intromisión con un toque de temor. Dentro de la caja había otra caja, envuelta como un regalo con un hilo dorado. Dentro había un portadocumentos de cuero estampado con un curioso símbolo. Y adentro estaba mi invitación para The World.

Me encontré con el barco en Luleå, Suecia, en el golfo de Bothnia. El pueblo no era exactamente un destino turístico, y la única palabra que mi taxista necesitó por dirección fue "barco". En un momento dado, The World debiera tener una población de 200 huéspedes y 250 tripulantes, dándole un promedio de pasajeros por tripulante único. Excepto que no había pasajeros, realmente. Los apartamentos en The World alcanzan precios de 1 a 8 millones de dólares, y muchos de los residentes usan el barco como su segunda casa -o tercera, o cuarta-.

The World rodea el mundo incesantemente, siguiendo eventos mundiales y parando en puertos que la mayoría de los cruceros ignoran. Como Luleå. Por lo tanto, a veces acepta humildes instalaciones, y estaba ahora amarrado junto al pueblo, pasado unas vías ferroviarias rotas y alineado con un viejo rompehielos llamado Twin Screws.

El taxi pasó por la barrera de control temporal del barco, manejada por miembros de su fuerza de seguridad reclutada entre Gurkas. Corrí hasta la pasarela porque estaba lloviendo. Una multitud de residentes se acurrucaba dentro, apretados en la zona de seguridad de a bordo, esperando para desembarcar. Había sido informado de que la privacidad es la máxima prioridad del barco, pero los residentes parecían suficientemente amistosos, relucientes y alegres, aunque no como turistas, y con un resplandor sobre ellos. El resplandor de saber que el tiempo te pertenece.

En mi segundo día en Noruega, en el living de su casa de Oslo, Kloster y yo nos embarcamos nuevamente en un debate sobre los debates de esta historia que eventualmente deberíamos tener.

La casa me recordaba una dacha rusa: espacios ampliamente abiertos, muebles correspondientes a una amplia variedad de siglos y culturas, obras de arte originales en las paredes que intimidaban a los observadores por parecer ligeramente familiares. Kloster estaba dudando de sí mismo otra vez, y yo me encontré a mí mismo ofreciendo conversación a un serio utopista quebrado.

El imperio naviero de Kloster comenzó con hielo. El abuelo de Kloster transportó bloques a través de cargueros desde el norte de Noruega antes de la época de la refrigeración, y su padre cambió el negocio hacia el petróleo cuando se descubrieron depósitos en el Mar del Norte. Por un tiempo, la flota de buques-tanque de los Kloster fue tan grande como cualquiera en el mundo. Kloster estudió arquitectura naval en el MIT, y se hizo cargo de los negocios de la familia a los 30. Él llevó la compañía en nuevo rumbo casi de una vez, construyendo un barco de casi 9 mil toneladas llamado Sunward para llevar jubilados británicos a Gibraltar. El espíritu visionario de Kloster se asomó incluso entonces. El Sunward ofrecía servicios inusuales para un ferry: cabinas para pasar la noche, restaurantes a bordo.

El plan Gibraltar se bloqueó cuando Franco reclamó la península. Como británicos y españoles libraron una Guerra Fría en miniatura, Kloster se quedó con un barco, pero nadie lo ocupaba.
En Florida, el futuro fundador de Carnival Cruise Line, Ted Arison, tenía precisamente el problema opuesto. Había construido una infraestructura para llenar un hoyo en la industria de cruceros caribeña, pero el buque israelí que había alquilado fue llamado a servir como transporte de tropas en la Guerra de los Seis Días de 1967. Tenía el destino, pero no un barco.

Arison telefoneó a Kloster, y tres semanas después el Sunward llegó a Miami. La sociedad fue salvajemente exitosa -agregaron el Starward, el Skyward y el Southward-, pero Norwegian Cruise Line se liquidó en la corte. Kloster y Arison eran diferentes clases de capitalistas. Arison era despiadado, motivado por el lucro y la competencia. Kloster rompía en lágrimas sobre la cubierta del Sunward, leyendo The greening of America de Charles Reich. Kloster sostenía el capitalismo como una fe, pero templándola con consciencia y con la creencia de que la industria de los cruceros estaba posicionada de manera única para combatir contra la alienación cultural y el malestar, para convertirse en un medio para la comunicación global.

La disputa legal terminó con Arison retirándose por un tiempo y con Kloster mudándose a Florida para hacerse cargo del negocio. En 1972, tuvo la visión de una clase de barco completamente nueva. En un discurso llamado La forma de las cosas por venir presentado a agentes de viajes británicos en Viena, Kloster citó a Emerson y estableció planes para "un diseño ultramoderno" de casco dividido como el de los catamaranes, que podría ofrecer tener al mismo tiempo un observatorio para astronomía y una sala de observación submarina para el estudio de la vida marina. Los barcos no eran más que sólo barcos. Los buques del futuro, le dijo Kloster a los agentes, debían servir como un "nexo" para tres grupos de personas: los que visitan los barcos, los que viven y trabajan en ellos, y aquéllos que son visitados por los barcos.

En 1979, NCL estaba lista para ir tras esas palabras. La compañía compró el último gran transatlántico, el France, refaccionándolo y rebautizándolo como Norway. Esta nave marcó un cambio de paradigma. Hasta ese momento, se creía que 20 mil toneladas era todo lo grande que un crucero podía ser para conseguir beneficios. El Norway triplicó esa cifra y el negocio resultó bastante bien. La nave incorporaba una variedad de tiendas y boutiques a lo largo de "calles" llamadas Champs-Elysées y Fifth Avenue. Kloster aclamó al "megabarco" como "un destino en y fuera de sí mismo".

Treinta años más tarde, Kloster era el tipo agradable que había fallado al final. Arison se había recuperado, usando dinero que legítimamente le había permitido a Kloster iniciar lo que eventualmente se convertiría en la más grande compañía de cruceros del mundo. En los 80, Kloster apostó todo lo que tenía al Phoenix Project, su visión de una utópica ciudad flotante, y perdió.

Kloster tuvo dos hijos, los cuales han ofrecido innovadoras ideas para los cruceros. El mayor, también llamado Knut, tuvo la visión de The World. El más joven propuso una especie de resort playero flotante. Como padre de estos gemelos pródigos, Kloster niega que cualquiera de esas ideas tenga algo que ver con el Phoenix Project. En mi cabeza, The World completaba la historia que el anciano Knut estaba reacio a contar.

Durante la primera navegación de The World, el barco golpeó el mismo arrecife de The floating island de Julio Verne. Su compañía administradora perdió 100 millones luchando contra el ambiente en la industria de los viajes post 9/11. Sus acreedores los embargaron, tratando de manejar el barco ellos mismos, y perdieron otros 150 millones. El futuro se veía desolador hasta que los residentes tropezaron con la misma solución que los millonarios de Verne: ellos lo compraron. "El barco ahora es una cooperativa", dijo el San Francisco Chronicle.

Puse un pie a bordo de The World justo a tiempo para asistir a la ceremonia de reconocimiento de la tripulación en el Colosseo, el teatro del barco. El staff casi completo se había reunido, así que el Capitán Ola Harsheim, un hombre que lucía exactamente como los autorretratos de Van Gogh, podía ofrecer congratulaciones a varios miembros de la tripulación por sus años de servicio. Los alojamientos de los tripulantes, en las cubiertas inferiores del barco -las cubiertas sin terrazas-, hicieron fácil comparar a The World con la versión flotante de los falansterios del utopista Charles Fourier, cuya visión burguesa mantenía las distinciones de clases. E. M. Cioran había descrito una vez los falansterios estilo hotel de Fourier como "el más efectivo purgante que conozca", sin embargo un benigno espíritu de "comunidad" estuvo en labios tanto de los residentes como del staff de The World durante toda mi estadía. Estamos todos en el mismo bote, dijeron.

Luego de la ceremonia, me mostraron mi apartamento. Era uno de muchos a bordo que habían sido creados a partir de dos apartamentos/estudios durante un periodo de reorganización, y como mi cuarto era un espejo de cada uno de los otros apartamentos tenía una extraña cualidad duplicadora. Tenía dos baños y dos terrazas con dos puertas correderas. Tenía dos televisores pantalla plana, pero sólo una cocina, una botella de champaña esperando por mí, y sólo una bañera (tamaño doble).

Un número de espejos estratégicamente ubicado expandían el espacio, proveyendo otra fuente de duplicaciones -o cuadruplicaciones-, con el resultado de que en un momento yo podía mirar a través de las puertas de un cuarto y no estar completamente seguro de que yo realmente estaba parado ahí, y en otro momento mirar dentro de una sala y experimentar una clase de temor vampiresco al no ver un reflejo donde esperaba verlo. El apartamento era como una hogareña casa de la risa, lo que es otra manera de decir que a veces me perdía dentro. Era una de las propiedades más pequeñas a bordo.

Me paré en una de mis terrazas justo cuando un sueco, abajo en el muelle, tomó una foto del barco conmigo en él. En algunos puertos, The World es un espectáculo. Lewis Mumford: "La máquina autónoma, en su doble capacidad como instrumento universal visible y objeto de un trabajo colectivo invisible, se ha convertido a sí mismo en una utopía".

Este artículo fue compilado en The Best American Travel Writing 2010. Una crónica de J.C. Hallman

Diario El Mercurio - Chile
Revista del Domingo


martes, 22 de febrero de 2011

Mont Saint Michel: una isla encantada frente a las costas de Baja Normandía



En medio de una bahía, la ciudadela medieval de Mont Saint Michel sorprende con su arquitectura y sus paisajes. Es el segundo destino turístico de Francia.

En el segundo destino turístico más visitado de Francia viven menos de 50 personas. La riqueza arquitectónica y la belleza natural de esta pequeña isla de menos de 1.000 metros de circunferencia llaman la atención.

Mont Saint Michel , en medio de una inmensa bahía y rodeado de las más grandes mareas europeas, es diferente de todo.
Reconocida como una de las obras más prestigiosas de la arquitectura de la Edad Media y uno de los centros más importantes de espiritualidad, se ubica en la región de la Baja Normandía –en el límite con la Bretaña francesa–, a 360 km de París.

La singular silueta del Mont Saint Michel, con la abadía situada en la cima de la colina de apenas 92 metros de altura, comienza a distinguirse a lo lejos, desde la ruta.

El paseo es sin duda particular: el camino asciende en forma circular y, entre restaurantes, boutiques y museos, se distinguen los kilómetros de arena y ríos que rodean el monte. En pocos minutos, el agua que sólo se veía cerca del horizonte comenzará a ascender y únicamente será posible dejar este lugar a través de una ruta que lo comunica con tierra firme.

Antes de construida esta vía de acceso, la pequeña isla rocosa quedaba totalmente incomunicada cuando subía la marea, razón por la cual, en la Edad Media, Mont Saint Michel fue utilizado como prisión.


Su historia, llena de mitos y leyendas, se nutre de los misterios que generan las arenas movedizas que circundan el monte, de las repentinas nieblas que esconden súbitamente toda la isla y de las mareas que ascienden “a la velocidad de un caballo a galope”.

El paseo por el lugar comienza una vez que se traspasan los muros de la ciudadela, cuando las laberínticas calles comienzan a ascender. Entonces, el viajero queda inmerso en un mundo medieval tan bien conservado que sólo advierte el salto temporal al ver las cámaras de fotos digitales o la vestimenta de alguno de los más de tres millones de turistas que visitan el lugar cada año, cifra llamativa comparada con las apenas 41 personas que lo habitan.

Unos pasos antes de las puertas de la fortificación, un cartel exhibe el horario de las mareas. Si se piensa recorrer los alrededores del monte, es fundamental recordar a qué hora comienzan a ascender, dado que los tres ríos que conforman la inmensa bahía –Couesnon, Sélune y Sée– la invaden, aíslan y transforman partes del terreno en arenas movedizas. Por ello, una buena opción es contratar una caminata guiada.


La colorida calle Grand Rue, con negocios, museos y casas del siglo XV, es la principal arteria que lleva al atractivo central: la Abadía Benedictina, en lo alto de la colina. Construida en el año 709 luego de una aparición que tuvo Aubert, obispo de Avranches, la abadía comenzó a recibir sacerdotes con el propósito que le rezaran al arcángel San Miguel.

Recién 200 años más tarde llegaron los monjes benedictinos, quienes ampliaron la construcción a una enorme iglesia que comenzó a ser visitada por gran cantidad de peregrinos. Durante la Edad Media se sumarían al peregrinaje reyes, príncipes y caballeros de los reinos de Francia y de toda Europa.

En su origen, la abadía exhibía un estilo pre-románico, pero al ampliarse pasó a fusionar tres estilos –románico, gótico y gótico flamígero–, lo que la convierte en uno de los sitios más admirados por los arquitectos.

Antes o después de visitar la abadía, hay que detenerse unos minutos a observar el espectáculo de las velocísimas mareas. El agua que se acerca a gran velocidad rodea la colina, los kilómetros de arena se transforman en mar, y el paisaje cambia radicalmente, casi de forma cinematográfica.

En algunas horas, el agua comenzará a retirarse y entonces se podrá volver a caminar por la arena, desde donde se obtienen fantásticas panorámicas del monte y de la inmensidad que lo circunda.

Una muy buena opción es observar las mareas desde alguno de los bares del monte mientras se disfruta de un buen calvado, una variedad de brandy elaborado con manzana, la bebida más popular de Normandía.

Sandra Lion (especial)
Clarín - Viajes
Fotos: Web

domingo, 13 de febrero de 2011

Estambul: muchas ciudades, en una


La capital política de Turquía es Ankara, pero Estambul concentra el turismo

La capital turca tiene un pie en cada continente. Mezquitas que son basílicas, estadios como coliseos, mujeres despechadas y otras con velo. Contrastes de una pasión milenaria.

Acá hay un estrecho que separa la ciudad en dos continentes, hay barcos por todos lados, hay un fuerte que rodea un buen pedazo de la urbe, casas a las que se accede en lancha, un casco moderno en el que se potencia una proyección primermundista y otro más antiguo que reluce el costado histórico. Acá hay un bazar en el que la gente pierde la cordura. Un bazar que implica, de entrada nomás, entregarse al descontrol.

Porque ahí sí que todo es un gran descontrol: los vendedores gritan, los turistas regatean, hay peleas, risas, discusiones. Se trata de uno de los mercados más antiguos y grandes del mundo (45 mil metros cuadrados). Trabajan en el lugar más de 20 mil personas, la mayoría en alguna de las 3.600 tiendas distribuidas sobre 64 calles laberínticas que desembocan en 22 salidas diferentes. Es imposible no perderse: pasan, por día, más de 250 mil individuos.

En este bazar, en realidad, el regateo es ficción pura. Los comerciantes parten de un precio insólito y terminan cediendo a un precio acorde, con una falsa postura de resignación. Afuera, en los alrededores, se descubre el secreto. Una cajita de especias que los vendedores dicen que cuesta 30 liras turcas (y luego venden a 15), en las callecitas aledañas sale 10 (y el precio no es negociable). Pero recorrer el lugar vale la pena. Y hasta puede convertirse en una terapia de descarga. Los orígenes del Gran Bazar se remontan a la época de Mehmed II, cuando en 1455 construyó cerca de su palacio el antiguo bazar (Eski Bedesten). Se vende de todo: remeras, lámparas, las mencionadas especias, prendas locales, telas, alfombras, antigüedades, bijouterie, perfumes, bolsos, cuero... Hay casi cien variedades de productos diferentes. La esencia del comercio turco al servicio del turista. Un sueño.

Topkapi, un palacio que es la mitad de Mónaco. (Der.) Farolitos de cerámica, desde € 5

Acá hay taxistas descontrolados, hombres que juegan durante horas al backgammon (tradición local), mujeres despechadas y mujeres tapadas de pies a cabeza. Hay bares nocturnos en la calle, al aire libre, con música local, en los que la gente fuma tabaco perfumado en narguile y baila, y otros, también al aire libre, mucho más europeizados, con vista al estrecho, debajo de un puente y con una entrada de 50 liras turcas (casi 130 pesos). Acá hay estadios de fútbol que parecen coliseos renovados y hoteles con shoppings incorporados. También casitas muy chicas, barrios humildes y sectores que parecen descampados.

Acá uno puede ir caminando por la que podría considerarse la calle más temible del mundo, con gatos, basura, miradas y oscuridad, y desembocar, de pronto, en otra cortada con jóvenes bailando, pubs, luces de colores, boliches de dos plantas y restaurantes de paso. Sucede cada noche en Taksim, un sector camaleónico de la ciudad en el que, cuando cae el sol, se bebe al ritmo turco, por las calles aledañas de la famosa peatonal Istiklal (una suerte de Florida ancha, de dos kilómetros de extensión). Y digo camaleónico ya que, de día, esta zona es otra historia. Istiklal simboliza la globalización y reivindica el costado más occidental de la ciudad. Pelear un precio en cualquier negocio de sus cuadras podría despertar carcajadas hasta en el vendedor de menor jerarquía. Las principales marcas textiles están distribuidas en locales de dos y hasta tres plantas y no existen las ofertas porque todo es caro.

Santa Sofía, desde la fuente

Acá hay decenas de mezquitas, pero hay una, la Mezquita Azul, única. Fue construida a principios del siglo XVII y tiene 23 metros de diámetro más otros 43 de altura. Posee más de 20 mil azulejos de color azul que adornan la cúpula y la parte superior (de allí el nombre) y más de 200 vidrieras. Los versos del Corán distribuidos por diferentes lugares redondean la decoración interna. En la Mezquita Azul, la ortodoxia religiosa turca barre los conceptos diurnos de Taksim: las mujeres tienen que taparse la cabeza para entrar y también tienen que llevar los hombros ocultos. Nadie puede ingresar al lugar con calzado.

Síntesis del contraste permanente en cada rincón, exactamente en frente de la imponente Mezquita Azul, se halla la basílica de Santa Sofía, antigua catedral cristiana de Constantinopla, que se convirtió en mezquita en 1453 y en museo en 1935. Otra obra soberbia, criatura preferida del arte bizantino.

Mezquita azul. Uno de los dos únicos templos de Turquía con seis minaretes

Acá hay un bazar de especias con más de noventa tiendas, una rambla interminable, un rincón top de restaurantes demasiado parecido a Las Cañitas, estaciones de tren demasiado parecidas a las argentinas (salvo por la puntualidad del servicio), decenas de avenidas con grandes bulevares en el medio, decenas de cortadas en las que apenas pasa un auto, autopistas infinitas y dos puentes que separan Europa de Asia. Hay un palacio, denominado Topkapi, que es un delirio de ostentación. Fue el centro administrativo del Imperio Otomano desde 1465 hasta 1853: vivían allí más de cuatro mil personas. Está formado por pequeños edificios y cuatro patios, con distintas finalidades. En el primero el acceso era público, en el segundo se realizaban grandes convenciones (hay diez salas que oficiaban, en su momento, como cocinas imperiales), en el tercero sólo podían ingresar los altos dignatarios y en el cuarto se relajaba el sultán de turno. La vista de este último sector, obviamente, da al Bósforo. La superficie total del complejo es de 700 mil metros cuadrados, casi la mitad de la extensión de Mónaco.

El Gran Bazar, de la época de Mehmed II

Acá hay una cisterna (la cisterna de Yerebatán) que, en su momento, fue capaz de albergar 90 mil metros cúbicos de agua, hay castillos, negocios que ofrecen los famosos baños turcos (cuestan alrededor de 50 euros) y un puerto majestuoso, de los más congestionados del mundo (130 buques diarios, sin contar tráfico local). Acá, en definitiva, hay de todo. Porque de eso se trata Estambul: opciones infinitas, contrastes permanentes, intensidad. Un crisol cultural y étnico. Hasta en el lado asiático, el menos turístico, tiene sus desproporciones sociales y estéticas: Üsküdar y Kadiköy, los dos barrios más grandes, sin ir más lejos, tienen sectores muy humildes y a la vez zonas residenciales (como Moda).

Alguna vez Napoleón Bonaparte dijo: “Si la tierra fuera un solo Estado, Estambul sería la capital”. Y no es casual. Al margen de su siempre creciente masa poblacional (una de las mayores capitales de Europa, con más de 14,5 millones de habitantes), la distingue el simple hecho de ser una de las metrópolis con más historia.

Backgammon, pasión del mundo árabe, nunca falta en los espacios públicos

Nunca nadie podrá retratar con exacta fidelidad este lugar interminable. Todas las contradicciones políticas (apoyar o no el ingreso a la Unión Europea), religiosas, estructurales y arquitectónicas que se descubran son parte de la identidad local. No se puede esperar menos de una ciudad que, además de estar dividida en dos continentes por un simple estrecho (el Bósforo), también está dividida en su sector europeo por un hermoso estuario (Cuerno de Oro). Muchas ciudades en una. De eso se trata Estambul.

Germán Beder (desde Estambul)
Diario Perfil - Turismo

domingo, 6 de febrero de 2011

Zanzíbar, una revelación


Un viaje a esta isla de Tanzania, sin grandes expectativas, termina con la convicción de haber encontrado las playas más lindas del mundo

Antes de conocerla, si pensaba en Tanzania imaginaba un país llano, desértico y de pocos colores. Si eventualmente decidí viajar allí fue sólo por el deseo de subir el Kilimanjaro, volcán de 5895 metros que limita con Kenya en el punto más alto del continente africano.

Desde hace diez años, para mí las vacaciones son sinónimo de montañas. Con todas las cordilleras que existen por recorrer, nunca contemplé la posibilidad de desperdiciar un verano yendo a otro destino. Las ciudades nunca me cautivaron. Las playas me gustaban un poco más, pero no terminaban de conmoverme como las montañas.

Hasta que conocí Zanzíbar. Antes de la expedición al Kilimanjaro, me dispuse a averiguar sobre qué hacer en los días libres que tendría. Así supe de esta isla frente a la costa este de Africa, a 70 kilómetros de Dar es Salaam, la ex capital de Tanzania.

Leí entonces que por esa parte del Indico estaban las playas más espectaculares del mundo. Después, al conocerlas, lo comprobé. Puedo decir que Zanzíbar es el lugar más lindo del mundo... que visité hasta hoy.

El agua es más que turquesa. Es celeste. Y decir que la arena es blanca sería quedarse corto. Al borde del mar, mujeres con velos y atuendos de mil colores y hombres con monitos atados con una soga, como si fueran perros, pasan caminando sin siquiera inmutarse por la presencia de los cruceros con turistas. Las vacas desfilan también por la playa y los delfines nadan en el mar tan cerca que casi se los puede tocar.

Los tanzanos son tranquilos, alegres y muy serviciales. Por su calidez parecen latinos, pero más respetuosos y serenos. Aun así, más del 95 por ciento de la población es musulmana y hay que ser cuidadoso al vestirse y comportarse porque nuestras costumbres pueden ser tomadas, en algún caso, como una ofensa. Uno se siente un pobre acelerado frente a ellos, que constantemente responden pole pole (despacio, despacio en idioma swahili) ante cualquier consulta o pedido al ritmo occidental.

Nadar con delfines
Nos alojamos por 25 dólares por persona en un hotel pequeño, familiar y austero, pero frente al mar y junto a dos o tres barcitos donde se puede comer todas las noches, sobre la arena, pescado y mariscos con cerveza local.

Nada de lo que temíamos a priori nos perturbó: no hacía un calor insoportable (la temperatura nunca superó los 28°C), no llovió y no vimos un solo mosquito en todo el viaje. Claro que para eso elegimos una buena época: la estación seca, que va de junio a octubre.

Pasamos en Zanzibar cuatro días y cinco noches, pero hubiéramos querido quedarnos un mes. No bien llegamos hicimos una excursión inolvidable: en lancha, empezamos a recorrer el mar en busca de delfines. Cuando los encontrábamos, nos zambullíamos en el agua con snorkels y patas de rana y nadábamos junto a ellos. La sensación al estar tan cerca de estos animales no se parece a ninguna.

Otro día visitamos el mercado de especias de la ciudad. Los colores y aromas que se perciben caminando por sus pasillos angostos son una fiesta para los sentidos. Y en las tiendas de artesanías se pueden comprar verdaderas obras de arte por pocos dólares. En casi todas los comerciantes hablan inglés y algo de italiano, ya que la mayor parte de los turistas viene justamente de Italia.

En general, los precios son bajos en la isla y en toda Tanzania. Lo caro, en todo caso, es llegar. Pero una vez allí, con 60 o 70 dólares diarios se puede vivir muy bien.

Cuando empezamos a averiguar para comprar los pasajes en Buenos Aires, muchas agencias no sabían ni dónde queda el Kilimanjaro. Otros nos ofrecían tarifas exorbitantes en alguna de las pocas aerolíneas que vuelan hasta allí. Finalmente conseguimos un precio bastante razonable (1600 dólares, con impuestos) y este itinerario: Buenos Aires-Johannesburgo-Dar es Salaam-Kilimanjaro. La ida fue ágil dentro de todo: 9 horas y media hasta Johannesburgo; escala de 1 hora y media; 3 horas y media de vuelo hasta Dar es Salaam, y casi sin espera un vuelo interno por nuestra cuenta de sólo 30 minutos hasta Zanzíbar. A los cuatro días tomamos el barco de regreso a la ciudad para completar el último tramo, Dar es Salaam-Kilimanjaro, de una hora y media.

Para el regreso, las escalas fueron aún más largas. ¡Dos días para llegar a Buenos Aires!

Zanzíbar es un excelente destino para ir con amigos o en pareja, pero no se ven familias con niños. Seguramente se debe en parte a que hay que aplicarse muchas vacunas para entrar en Tanzania. La única obligatoria es la de la fiebre amarilla, pero se recomiendan siete más.

Por lo demás, tanto en Zanzibar como en el resto de Tanzania siempre caminamos tranquilos por la calle, a cualquier hora. Es un país muy pobre, pero no vimos delincuencia ni violencia en ningún momento.

La gente vive tranquila con poco. Con casi nada. Por ejemplo, nunca escuchamos un insulto en la calle a pesar de que presenciamos problemas de tránsito. En definitiva, no son modernos, pero en muchas cosas son más civilizados que nosotros.

Durante esos días en Zanzíbar queríamos detener el tiempo y quedarnos para siempre en ese momento y en ese lugar. Vivíamos atontados. Parecíamos chicos abriendo regalos a cada instante, sorprendiéndonos constantemente con algo cada vez más encantador.

Carolina Rossi
La Nación - Turismo
Fotos: Web

La autora es entrenadora personal y escribe desde una columna de entrenamiento para la revista Brando. Tuvo un 2010 agitado: subió el Aconcagua en febrero, el Kilimanjaro en octubre y corrió la maratón de Nueva York en noviembre.

domingo, 30 de enero de 2011

Stewart Chiron: El señor de los cruceros


Stewart Chiron es The cruise guy, "el tipo de los cruceros", que es también el nombre de la web donde comenta cada estreno en el mundo de los barcos de placer. Con más de 20 años en esto, aquí aconseja cómo aprovechar esta manera de viajar y ver el mundo.

Si alguien no sabe de antemano a lo que se dedica Stewart Chiron, la respuesta de su secretaria en Miami podría sonar inquietante y hasta llevaría a ofrecer condolencias. Ella dice: "él ya no está en tierra".

El estadounidense Stewart Chiron es un experto en cruceros. Una autoridad que se ha ido forjando luego de 23 años dedicados a explorar esta manera de conocer el mundo. Así, suma 171 viajes a bordo de estos barcos de placer, con los que ha se ha movido por todas las rutas imaginables. De esta manera se convirtió en "el tipo de los cruceros" o The Cruise Guy, que es también el nombre de su reconocido sitio (www.cruiseguy.com), que creó a mediados de los noventa, donde Chiron va dando cuenta de estrenos y tendencias en estos barcos, de los que traen y de lo que les falta, y recopila las mejores ofertas disponibles en el mercado.

De padres neoyorquinos, la profesión actual de Chiron parece curiosa por varias razones. De partida, nació doblemente lejos del mar: en el estado de Nebraska, casi en el centro de Estados Unidos (es decir, sin costa), y dentro de una base de la Fuerza Aérea en Offutt, Bellevue. Pero, además, el primer crucero que se le ocurrió hacer al entonces adolescente Chiron ni siquiera lo entusiasmó demasiado.

Antes de entrar a la Florida International University, Stewart tomó un corto viaje para visitar uno de esos sitios que se tiende a calificar de "soñados": Bahamas. ¿El resultado? "No entendía por qué la gente quería viajar así durante semanas, cuando yo apenas había pasado un día".

La transformación vino después cuando ya estaba en la universidad y consiguió un trabajo de oficina en una de las navieras más tradicionales del país. Entonces, sólo en ese momento, su idea inicial comenzó a transformarse. Había descubierto un mundo.

Lo dice al teléfono, desde la cubierta de su última misión: reportear los detalles del Disney Dream, el primer barco que la línea de cruceros del Ratón Mickey estrena en más de una década y que acaba de zarpar -con todos los personajes de la familia Disney- desde Cabo Cañaveral.

A pesar del descubrimiento y de su floreciente entusiasmo con las naves, tuvieron que pasar casi 14 meses antes de que Chiron tuviera la oportunidad de trabajar verdaderamente sobre uno de estos barcos. Recién entonces empezó a nacer "el tipo de los cruceros".

Stewart Chiron

Catador de barcos
Stewart Chiron cuenta que se metió en este mundo cuando la industria de los cruceros aún era un mercado emergente. "Era como la época del Wild West, donde todo era posible. Las líneas de cruceros y las principales agencias de viajes todavía estaban en manos de privados y el espíritu empresarial prosperaba. Había muy pocas empresas que alcanzaban el éxito en este negocio. Las oportunidades eran interminables", cuenta ahora, todavía lleno de entusiasmo por esos años.

Entonces, reporteando y viviendo- la forma en que crecía la popularidad de esa forma de viajar, Chiron empezó a captar la atención de los medios y terminó convirtiéndose en su invitado frecuente. Su currículum personal hoy anota apariciones reiteradas en televisión (NBC, FOX, CNN, entre otros) y en diarios (The New York Times, The Wall Street Journal y The Washington Post, son parte de su larga lista), pero ahora también es objetivo frecuente de las propias compañías de cruceros, que lo convocan para que pruebe sus servicios. Y él, de paso, les dice qué falta, qué sobra y qué cosas no estaría de más tener a bordo.

En los barcos, Chiron trata de parecer un pasajero normal, así que evita los rituales. Apenas se sube, dice, "me preparo para la diversión". Aún así, siempre recuerda que esto es trabajo. Lo que hace, explica, es casi como ser un crítico de restoranes.

"Ando en estos barcos para probarlos, para ver qué es lo nuevo que tienen, lo bueno, lo malo. Así puedo explicarle a los viajeros cómo son en realidad", dice con simpleza, y explica el sentido de esta manera de moverse y lo que, asegura, es también la clave de su atractivo.

"Con tantos cruceros diferentes a disposición de la gente, en realidad hoy encuentras barcos para todos los que quieran viajar. Y lo mejor es que no tienes que empacar, desempacar, ni hacer check in o check out como en los hoteles cada vez que cambias de lugar; pero tampoco despiertas siempre en el mismo aburrido lugar, ni siquiera a la misma hora cada día".

Para Stewart, moverse en estos barcos es como comprar un auto. Es una gran inversión de dinero, así que es mejor dedicarle tiempo a la búsqueda. Después de todo, los viajeros estarán en el barco que elijan por tres, cuatro noches, a veces una semana y más incluso, "así que se necesita tomar la decisión correcta".

"Más y más personas descubren que viajar así es una opción bastante razonable frente a otras alternativas de vacaciones que son o terminan siendo muy caras", dice y enumera las que para él son las principales ventajas de los barcos. "Tienes entretenimiento a bordo, hay muchas actividades que realizar y recibes tus comidas. Además, hay innumerables opciones adicionales, como restoranes de especialidades, que se están desarrollando para que los pasajeros puedan personalizar sus vacaciones, para que encuentren exactamente lo que quieren, lo que están buscando".

-¿Cuáles son los destinos emergentes en el mundo de los cruceros?

"A medida que más barcos se introducen, hay más itinerarios y destinos disponibles. Asia está lleno de posibilidades. América del Sur, el Pacífico Sur -incluyendo Australia y Nueva Zelandia- tienen un potencial grandísimo. Y está el caso de la Antártica, que está ganando muchísima popularidad".

Sobre nuestro continente, cree que esta forma de viajar ha ido ganando espacios, a pesar de la fuerte competencia de precios de las aerolíneas. Y sitios "Hay mucho que no sabemos de Sudamérica", dice y apunta a sitios como Galápagos, un destino muy atractivo, pero todavía inusual para muchos barcos. Y está Chile. "Cuando la gente menciona su deseo de conocer Alaska, les pregunto si saben algo de los glaciares en Chile y no tienen idea".

-Con tantos sitios que has visto desde la cubierta, ¿cuáles son tus favoritos?

"Hawaii. Es un gran lugar para conocer arriba de un crucero. Eso sí, igual recomiendo pasar algún tiempo en tierra, antes o después del barco".

A pesar de su experiencia, Chiron reconoce que está cada vez más sorprendido por las innovaciones de los barcos, y que no le sorprendería encontrar pronto cosas como show de delfines a bordo.

-¿Cuáles son los que más te han llamado la atención en tu vida de experto y pasajero?

"Bueno, están los nuevos Oasis of the Seas y Allure of the Seas, de Royal Caribbean, los más grandes e innovadores del mundo. La clase Solstice de Celebrity Cruises, que incluye al Solstice, Equinox y Eclipse, es muy llamativa por el estilo de sus barcos: elegantes, pero no pretenciosos. Habría que considerar uno que es clásico: el Queen Elizabeth, de la Cunard Line, majestuoso, con una historia interesante y estupenda cocina. Hay otros como el Odyssey y el Sojourn, de los cruceros Seabourn, que son de los más lujosos, y está el Sea Dream que da la impresión de estar en un yate privado".

Entre los barcos que Chiron conoce bien también cuenta a Holland America ("posiblemente en la misma categoría que Celebrity"), Costa (muy fuerte entre los pasajeros europeos), NCL y Princess ("son estupendos: en NCL, la experiencia varía según el barco, y Princess siempre será conocido por El Crucero del Amor"). Y aunque no es muy devoto de la tendencia de los cruceros temáticos, dice que algunos barcos como los de MSC han sido especialmente exitosos atrayendo pasajeros de esta manera.

-¿Qué le diría alguien que ha hecho 171 cruceros a quienes piensan hacer el primero?

"Los cruceros han llamado la atención de familias, y hoy visitan casi todas las regiones del mundo. Yo les diría que no lo duden y que se vayan de viaje así. Seguro será el primero de muchos".


Caribbean Princess

Algunos consejos
1. Investigue en internet, pero no reserve online: hay demasiadas ofertas que muchas veces no están disponibles en la red.

2. Use a los expertos: las agencias realmente pueden ayudar a encontrar el barco adecuado a las expectativas de cada uno.

3. Sea flexible con las fechas: es clave para dar con alternativas que pueden ser más económicas.

4. Compre lo antes posible: en el caso de los barcos, mientras más adelantado reserve, más posibilidades tiene de conseguir buenos precios.

Muriel Alarcón
Revista del Domingo
El Mercurio - Chile
Fotos e imagen: El Mercurio y Web

martes, 25 de enero de 2011

Argentina: Las nuevas aventuras de Los Antiguos



La localidad, más conocida por las chacras frutales, ahora se agita con circuitos para bicicletas, rappel y salidas en kayak

El enorme espejo turquesa del lago Buenos Aires y la tierra especialmente fértil en este rinconcito santacruceño irrumpen en el árido y monocorde paisaje patagónico con cortinas de álamos verdes que delimitan las chacras donde se produce y exporta fruta fina. Es el lugar más austral de la Argentina donde se puede encontrar cosecha tardía de cerezas. Y es también un lugar ideal para combinar descanso y aventura.

Se trata de Los Antiguos, localidad en el norte de Santa Cruz sobre las márgenes del lago Buenos Aires y a sólo 3 kilómetros de la frontera con Chile. Hasta allí se puede llegar por la ruta nacional 40 que recorre las provincias cordilleranas o bien por la costera ruta nacional 3 hasta Caleta Olivia, y transitar los 359 kilómetros por la RP 43 hasta desembocar en la comarca.

Con poco más de cinco mil habitantes, Los Antiguos desarrolló su economía en torno a la fruta fina que se exporta desde las chacras y la incipiente actividad turística.

En 1991, las cenizas del volcán Hudson provocaron la partida de familias enteras que perdieron ganado y cosechas completas. Pero con el paso del tiempo el lugar se recuperó. La ceniza se mezcló con la tierra y algunos creen que hasta la mejoró. Hoy solo quedan huellas en la memoria de algunos pobladores.

En los últimos tiempos, al ya instalado circuito de agroturismo se sumó el turismo aventura. Por lo que durante el verano es posible combinar un circuito en bicicleta entre las chacras de frutas finas, remar en kayak en el transparente Buenos Aires o bien realizar un recorrido por la ruta 41, un fino camino de montaña que transita sobre el límite entre la Argentina y Chile.

Según datos oficiales, Los Antiguos cuenta con 576 plazas de alojamiento entre hosterías 3 estrellas superior, cabañas de 3 y 2 estrellas, hoteles y hostels, y algunas plazas más en trámite, además de restaurantes y lugares de comida rápida. Incluso una de las hosterías ofrece servicio de spa.

El nombre de Los Antiguos refiere a raíces culturales ancestrales y a las bondades climatológicas del lugar. Es una traducción del vocablo tehuelche I keu kenk o I keu konk, que significaría mis antepasados o los antiguos . Existe una tradición oral actual que cuenta que ese nombre hace referencia al hecho de que el lugar era elegido por los tehuelches para pasar los últimos años de sus vidas.



Frutos del país
A pie, en auto o en bicicleta se pueden visitar quince chacras que poco a poco se han ido convirtiendo al agroturismo. Sus propios dueños relatan a los turistas el proceso del cuidado de los cerezos, la floración y la recolección. El paseo suele incluir una degustación de dulces de frutos caseros y licores regionales. Al final es casi imposible no comprar alguno de estos productos.

"Creemos que va a ser una temporada muy buena, hemos tenido muy buenos fines de semana con el turismo regional y el turismo extranjero ha comenzado a venir desde noviembre", detalla, optimista, Marina Basalo, secretaria de Turismo de Los Antiguos.

El promedio de estada es de dos noches. Para alargar ese número, desde el verano último se ofrecen actividades de turismo aventura en el hotel Antigua Patagonia, en el ingreso a la ciudad sobre el lago Buenos Aires. Pero los programas no sólo están disponibles para quienes se alojan allí, sino que se abren a todos los turistas de la localidad.

"Alquilamos kayaks desde el muelle de la hostería. Cada turista sale acompañado por un instructor y se incluye el traje de neoprene porque el agua del lago suele ser muy fría, incluso en verano", cuenta Marcelo Torres, gerente de Antigua Patagonia.

Un turno de kayak por las cristalinas aguas, que en sus lugares más profundos supera los 400 metros, puede costar no más de $ 60 por persona.

Allí también, con vista al lago, si hay fuerzas y ganas de divertirse se puede intentar subir en la palestra de 4 metros con la ayuda de instructores para bajar en rappel, y suele improvisarse tirolesas para hacer más divertido el momento.
En tanto que para este año se incorporaron circuitos de cicloturismo que se adaptan a distintos gustos y grados de resistencia. Se recorren las chacras, los miradores, las vistas al lago y los dos ríos que atraviesan este pueblo con acequias que le agregan un sonido cristalino a la siesta.


Ubicación estratégica
Los Antiguos es parte del corredor de la ruta 40, que pasa a sólo 50 kilómetros de allí, en la localidad de Perito Moreno. Además se encuentra a 3 kilómetros del paso fronterizo con Chile y desde allí se visita la laguna Jeinimeni, reserva nacional chilena a la que se puede acceder con vehículos altos. El paisaje es deslumbrante y se encuentra a 60 kilómetros de Los Antiguos.

Otra opción es realizar el Paso de las Llaves, parte del recorrido sur del lago que en el sector chileno toma el nombre de General Carreras y cambia su aspecto apacible por el de profundos acantilados que caen al agua.

Desde Los Antiguos se puede, con precaución, animarse por la ruta 41, totalmente de ripio, por momentos apenas un senderito en la montaña. Es una travesía ideal para completar en un día. Si bien no son más de 170 kilómetros se puede ir parando a lo largo del camino y disfrutar el cambio de paisaje, que se registra entre los 200 metros sobre el nivel del mar hasta los 1500 metros, el punto más alto del recorrido. En la Secretaría de Turismo, una casa alpina sobre la avenida principal, se puede buscar una hoja de ruta para hacer más fácil y atractiva la senda cordillerana.

Al final del recorrido se llega a uno de los lugares más sorprendentes de la provincia: los lagos Posadas y Pueyrredón, separados por un fino istmo de tierra y comunicados por un breve arroyo. Allí podrá alojarse en las estancias turísticas de la zona o bien en la oferta de la localidad de Hipólito Yrigoyen o Lago Posadas, como le dicen los vaquianos. Desde el viaje puede avanzar en busca de la ruta 40 a sólo 90 kilómetros desde Hipólito Yrigoyen hasta llegar al parador de Bajo Caracoles. Si el día está despejado, el imponente cerro San Lorenzo romperá la monotonía del horizonte con sus cumbres de nieve eternas.

Si ninguna de estas actividades alcanza hay que recordar que Los Antiguos es un sitio ideal para la pesca deportiva en los ríos de la zona y en el lago Buenos Aires, que no tienen veda de pesca en ningún período del año.


DATOS ÚTILES
Cómo llegar
En avión desde Buenos Aires hasta Comodoro Rivadavia y desde allí por ruta hasta Los Antiguos cerca de 500 km

Vía Terrestre
Desde la Ciudad de Buenos aires se accede por RN Nº 3 hasta la ciudad de Caleta Olivia y de esta toma la RP Nº 12 hasta enlazar con la RP Nº 43.
Desde Bariloche por RN Nº 40 pasando por Rio Mayo hasta empalmar con la RP Nº 43.
Desde Calafate por RN Nº 40 hasta la localidad de Perito Moreno se toma la RP Nº 43.
Distancias hacia Los Antiguos:
Buenos Aires: 1732 Km.
San Carlos de Bariloche: 851 Km.
Esquel: 590 Km.
Calafate: 680 Km.

Dónde alojarse
En Los Antiguos, Hostería Antigua Patagonia; Chacra Refugio de Rocas; hotel Los Antiguos Cerezos. También están los complejos de cabañas Lago Buenos Aires, Dos Soles, Geute Ketel y El Rincón de los Poetas. Además hay hosterías y bungalows y la opción del camping municipal

Más información
Secretaría de Turismo de Los Antiguos, 02963 -491261
ww.losantiguos.gov.ar
www.santacruzpatagonia.gob.ar

Mariela Arias (Corresponsal en Río Gallegos)
La Nación
Fotos: Web

lunes, 17 de enero de 2011

Celulares en movimiento: las mejores herramientas para viajeros, en la pantalla del teléfono


Mapas y guías, pero también aplicaciones para tomar un vuelo, convertir una moneda o encontrar los baños más adecuados en determinada ruta, entre otras mil opciones listas para descargar y usar

Había una vez un tiempo en que los teléfonos celulares servían para hablar. Hoy se usan para hacer el check-in de un vuelo y recibir la tarjeta de embarque, para saber dónde estacionamos el auto, para prevenir embotellamientos en autopistas, para encontrar un hotel donde alojarse, un restaurante donde calmar nuestros antojos o, incluso, un baño cercano para salvarnos de una urgencia. Y de paso para hacer o recibir llamadas, si aún queda tiempo.

Sería imposible tratar de abarcar las miles y miles de aplicaciones disponibles para los llamados teléfonos inteligentes o smartphones. Para darse una idea de la magnitud del fenómeno, basta con saber que sólo desde el Apple Store se han descargado hasta hoy 4000 millones de programas para unos 150 millones de dispositivos, con 75 países de alcance.
Y eso, decíamos, solamente para iPhone y iPod (comercializados por Apple). Sin contar los BlackBerry, Android, Nokia, Microsoft y otros equipos que también cuentan con millones de usuarios.

Otra distinción por tener en cuenta es que algunas aplicaciones funcionan en ciertos países, o ciudades, y en otros no. Que algunas son gratuitas y otras pagas. Que las hay para todos los rubros, desde el financiero (BillMinder o BillTracker, por ejemplo, ayudan a controlar las cuentas, cosa de no sufrir más por ese recibo que se venció o por el servicio que cortaron) hasta el de salud (SunSmart, sin ir más lejos, alerta sobre las radiaciones ultravioletas).

En materia de viajes, la oferta es igualmente abrumadora. Pero en la era 2.0, no está de más tomar nota de algunos programas que pueden simplificarnos la organización de las vacaciones, sean éstas en una playa, una montaña, una megaciudad o lejos de todo rastro de civilización.

El boarding pass, en el celular
En los aeropuertos el uso de los servicios de base móvil están en plena expansión Cada vez más aeropuertos (por ahora de Europa y Estados Unidos) dan la posibilidad de recibir el boarding pass en el teléfono celular, con un código de barras que certifica la identidad del pasajero, sin necesidad de trámites, filas y de tener que imprimir la tarjeta. Se calcula que para fines de este año el 32% de los pasajeros realizará el check in online vía celular (a través de un sistema que lee el código de barras en la pantalla del teléfono).

Además, también se puede recibir un mensaje de texto con información sobre la puerta a la que ha llegado el avión, ubicar por satélite la posición del pasajero en el aeropuerto o indicarle cuánto tiempo tiene de caminata hasta el sector desde donde parte la siguiente conexión.
El 37% de los aeropuertos comunica status de vuelos al celular del pasajero. Lo implementarán a fines de 2011 un 21% más.

Con el sello nacional
Argentina late con vos es el nombre del nuevo eslogan con el que el Instituto Nacional de Promoción Turística (Inprotur) comenzó a promocionar el país, y que promete ser mucho más que una frase pegadiza.

Primero, porque la campaña incluye la renovación total de su página web (www.argentina.travel ), que ahora cuenta con un lenguaje visual totalmente novedoso y la posibilidad de una mayor interacción con los usuarios, fundamentalmente a partir de redes sociales como Facebook, Twitter y Orkut.

Segundo, porque también incorporó la aplicación Argentina Tourist Guide, que permite a los turistas visitar el país de una forma más dinámica y rápida, y que se puede bajar gratuitamente del sitio de Apple Store.

"Con todas estas actualizaciones, estamos trabajando para homologar la presencia de la Argentina en el mundo", señaló el secretario ejecutivo del Inprotur, Leonardo Boto, al tiempo que remarcó que las aplicaciones (por ahora en sus versiones inglés y español) también estarán disponibles en breve para BlackBerry y Android.

Básicamente, estas herramientas permiten identificar de manera fácil los principales puntos de interés de cada provincia e incluso localidad (con la ayuda de mapas interactivos), encontrar alojamiento, cargar baterías de juegos, cruzar fotos o compartir experiencias con amigos, entre otras funciones.

El contenido está dividido en los ejes temáticos que se utilizan para posicionar al país: Argentina Natural, Activa (asociada a actividades deportivas), Auténtica (Patrimonios de la Humanidad y Turismo Cultural, desde fútbol a tango), Gourmet y de Reuniones.
Según subrayó Boto, sólo seis países cuentan con aplicaciones de este tipo en materia de turismo, aunque a nivel privado existen desarrollos similares en las principales ciudades del mundo.

Discovercities
La guía perfecta para peatones, ideal para recorrer una ciudad a pie o en transporte público. Esta aplicación es capaz de calcular el estado del tráfico y, en función del resultado, recomendar al usuario que haga el trayecto en ómnibus, tren o subte. Indica cuáles son las paradas más próximas, así como la periodicidad del servicio y el tiempo que se tarda en llegar a destino. En América latina, está disponible en varias ciudades de México y Brasil, además de Buenos Aires, Santiago de Chile y Caracas (Nokia, gratis con el equipo y iPhone).

Sitorsquat
Puede sonar insólito, y tal vez lo sea, pero a la hora de ir al baño en tierra desconocida, esta aplicación será más que bienvenida. Sitorsquat (que puede traducirse como "sentarse o ponerse en cuclillas"), en efecto, brinda indicaciones para encontrar el WC más cercano. Tiene registrados más de 97.772 baños de todo el mundo, desde Mozambique a París. (Gratis, para iPhone y BlackBerry).

G-Park
¿Cuántas veces nos olvidamos dónde estacionamos el auto? Para los más distraídos, basta con tocar una función que dice Park Me! apenas se encuentra un lugar donde estacionar. Más tarde, al volver, se presiona Where Did I Park?, y voilá!, el iPhone indicará cómo llegar hasta el auto. (US$ 0.99, para iPhone)

Tripit
Lo llaman el asistente personal de viajes, ya que recoge y organiza en una única aplicación toda la información relacionada con los mismos. Parece sencillo, y lo es, aunque no por ello deja de ser útil. ¿Cómo funciona? El usuario reenvía todos los datos de su itinerario, desde los mails de la aerolínea (o tickets electrónicos) hasta los de reserva de hotel, alquiler de auto, entradas de espectáculos y otros servicios contratados, a plans@tripit.com. Tripit, a su vez, los devuelve con el viaje ordenado en un solo documento, agregando mapas, información meteorológica, eventos en el destino y hasta imágenes del lugar. (Gratis, para iPhone, BlackBerry y Android.)

FlightTrack
Se acabaron las llamadas para decir que el vuelo está retrasado, que llegamos bien, que ya nos pueden pasar a buscar, que no nos busquen nada porque el vuelo se canceló... Con esta aplicación, cualquiera -desde el pasajero hasta su familia- puede obtener información actualizada en directo sobre vuelos de todo el mundo. FlightTrack consulta los mapas de vuelo con radar meteorológico, comprueba las puertas de embarque, chequea retrasos o cancelaciones, estima horarios de despegue y aterrizaje y accede a información aérea como el tipo de avión, la velocidad y la altitud (US$ 4.99, para iPhone y BlackBerry).

Flashlight
Si a uno lo agarra la noche más oscura paseando o un repentino corte de electricidad, este programa permite convertir el teléfono en una linterna. Y con un detalle: se pueden elegir los colores de las luces. (Gratis).

Aroundme
Paradas de taxis, farmacias, bares, hospitales... Aroundme indica todos los establecimientos que nos rodean en un radio de unos 3 km. De esta forma, si uno está en una ciudad que no conoce lo puede usar para buscar el cajero más cercano, trazar la ruta hasta el mismo e incluso llamar a ese banco para comprobar su horario (Gratis, para iPhone).

Waze
No es exactamente la versión local de MapsBuddy, pero Waze también funciona en la ruta, más precisamente en las de Argentina. Se trata de una aplicación gratuita que agrupa a conductores y pasajeros para que colaboren entre sí. De esta manera, los usuarios pueden actualizar los mapas, compartir datos sobre lo que está sucediendo en tiempo real con el tráfico, informar sobre las últimas condiciones de la ruta (con cierre de calles y congestionamientos), entre otras alertas (Gratis, para BlackBerry, IPhone, Android y Nokia)

Mapsbuddy
Hace capturas de Google Maps y así ofrece alternativas en la ruta para acortar caminos, encontrar estaciones de servicio, restaurantes, cajeros, museos y todo lo que se necesite en el camino (gratis, para iPhone).

Word Lens
Parece más el truco de un ilusionista que un programa de software. Con la ayuda de la cámara integrada dentro del smartphone de Apple, esta aplicación traduce palabras dentro de textos de manera instantánea. No requiere más que apuntar a la palabra que se quiere traducir con la cámara del Iphone y éste la traduce al instante. Por el momento, la aplicación sólo ofrece traducción directa del inglés al español y viceversa, aunque está previsto que se incorporen más idiomas en el futuro, incluido un lector para ciegos. Ah, y funciona sin necesidad de estar conectado a Internet. (Gratis, para IPhone).

Urbanspoon
¿Sushi, vegetariano o tai? A la hora de elegir dónde comer en Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá o Australia, este programa identifica restaurantes y locales de comida rápida en los países mencionados. Se pueden ver los precios, el menú y las críticas gastronómicas (para iPhone, gratis)

Gateguru
Para hacer las esperas en los aeropuertos más soportables, ayuda a encontrar entretenimientos y servicios en la terminal donde uno se encuentra, desde el libro más conveniente para leer en el avión hasta el mejor suvenir para llevar a casa. También localiza cajeros automáticos, enchufes para cargar baterías y áreas de descanso, entre otros servicios. Los usuarios pueden sumar más datos, votar las sugerencias más útiles e incluso agregar fotos de los lugares que ya aparecen en Gateguru (gratuito, para iPhone).

Currency
Permite consultar la cotización de más de 90 divisas del mundo entero (Android y IPhone, gratis).

Liligo
Es un metabuscador de viajes que brinda la posibilidad de acceder en forma permanente a la oferta de más de 250 webs de viajes, con la opción de reservar y comprar pasajes en el momento. (Gratis, iPhone)

NYC Way
Exclusiva para turistas de la Gran Manzana y neoyorquinos por igual, tiene absolutamente todos los datos actualizados de la ciudad, desde entretenimiento hasta localización de cámaras de seguridad. Para no perderse nada de nada. (Gratis, para iPhone, Android y BlackBerry).

Road Trip Fun
Un alivio para padres, su función es entretener niños en la ruta, sobre todo en ese instante decisivo en que empiezan a ponerse sencillamente insoportables. Descarga decenas de juegos para que las horas en el auto pasen más rápido, tales como el I Spy (Yo espío) 20 Questions (20 preguntas) y License Plates (Patentes). (US$ 0,99, para productos Apple)

Booking
La improvisación no es buena, pero nunca se sabe y tener una app enfocada a la búsqueda de alojamientos puede ser muy útil, no tanto para hacerlo el mismo día del aterrizaje, pero sí para organizarlo con tiempo sin necesidad de estar buscando en miles de webs.

Teresa Bausili
La Nación - Turismo
Imagen: Web