
- Quilmes - Buenos Aires - Argentina
jueves, 17 de mayo de 2012
Argentina - Misiones: Saltos del Moconá

En una región de sierras y cascadas, una falla geológica divide en dos el cauce del río Uruguay y genera el maravilloso espectáculo de los Saltos del Moconá.
La máxima expresión de la selva de Misiones florece en el centro exacto de la provincia. Resiste a pie firme la escalada de desmontes, para ostentar su vitalidad trepada a las sierras, recubriendo arroyos y ríos y resguardando las pequeñas chacras de los agricultores. Bajo ese manto omnipresente, los desniveles del suelo de tierra colorada y roca basáltica dibujan escalones, en los que las aguas se precipitan en forma de cascadas que estallan en ollas naturales.
A lo largo del camino que vincula la costa del Paraná con la mucho menos explorada orilla del río Uruguay, el visitante puede darse por satisfecho con la brumosa panorámica del Salto Encantado, la melodía entrecortada del Salto Siete Pisos o la solitaria irrupción del Salto Paraíso en una atmósfera más que serena, donde revolotean mariposas y, con suerte, se detecta el insistente grito del pájaro yacutinga. No es poco, pero le conviene seguir explorando e ir por más.
Si bien toda esa manifestación sin retaceos de la selva y sus aguas calmas súbitamente enfurecidas se aquieta en la localidad de El Soberbio –ya en el borde mismo del río Uruguay–, el nuevo escenario no es más que un respiro fugaz. Aquí, nada se asemeja a lo que parece a primera vista.
Aunque los mapas indican que el río separa los territorios de Misiones y Brasil, ninguna referencia señala que el lecho verdoso es la columna vertebral de una región que prescinde de las fronteras culturales. El inmigrante europeo, el criollo, el brasileño y el originario guaraní son porciones armónicamente ensambladas de un todo que define la idiosincrasia de cada poblador. Son ellos los que refieren con más entusiasmo a los venerados Saltos del Moconá, surgidos en el punto donde convergen los arroyos Pepirí Guazú y Yabotí con los ríos Calixto y Serapiao. El ruidoso encuentro acontece 80 kilómetros aguas arriba.
Una falla geológica marca un tajo, a la manera de un certero hachazo de cien metros de profundidad, en las nacientes del río Uruguay. El extraño accidente divide el cauce en dos tramos paralelos, por lo cual, a lo largo de 3 kilómetros y medio, las aguas del brazo superior se derraman de costado sobre el nivel más bajo. Así, la naturaleza da forma a otro de los múltiples misterios que laten sobre la “tierra sin mal”, como sabiamente definieron los guaraníes para siempre esta región deslumbrante.
El Corredor Verde que conduce hasta la Reserva de Biósfera Yabotí –escudo protector de las mil hectáreas de bosque nativo del Parque Provincial Moconá– despega una vez que la ruta 7 deja atrás las plantaciones de té que rodean el casco urbano de Jardín América y bordea las casillas mínimas de una aldea guaraní. Bajo el techo de paja de cinco sencillos puestos levantados en la banquina, los descendientes de la cultura mbyá guaraní ofrecen sus artesanías y cultivos.
El guía Rodolfo de la Vega –uno de los cuatro miembros de la Cooperativa de Trabajo de Turismo Moconá– estaciona el vehículo, mientras subraya con crudeza una mancha oscura que sobrevuela la existencia de los pobladores originarios: “Sus trabajos son muy delicados, reflejan su talento y esfuerzo. Pero, lamentablemente, viven en condiciones miserables”. Enseguida, ese contraste se hace ostensible cuando una mujer de piel arrugada y edad imprecisa se acerca con sus cuatro chicos para ofrecer un magnífico crucifijo en caña tacuara y adornos con formas de animales en palo de paraíso.
Primeras cascadas
Unos kilómetros más adelante, todos los tonos de verde posibles colorean la amplia panorámica del Valle de Cuñá Pirú, incluso hasta teñir el horizonte borroneado. Por ese intrincado follaje habrá que seguir avanzando para poder admirar el más vistoso perfil del arroyo Cuñá Pirú. Cerca de Aristóbulo del Valle, el Salto Encantado aparece en secuencias parciales, recortado por los tentáculos de la selva. Dos senderos de alta dificultad se alargan 1.800 metros hasta las cascadas La Olla y del Picaflor, otras piezas vistosas del Parque Provincial Salto Encantado. Menos exigentes, los 365 peldaños de una escalinata bajan hasta el piletón de la caída mayor, para proponer un amable encuentro con mariposas y picaflores sobre las rocas, empapadas por la llovizna del agua volcada desde 62 metros de altura.
La hora de la siesta es un ritual que cumplen rigurosamente los pobladores y también parece empujar a sus madrigueras a los integrantes de la fauna misionera, un multitudinario universo que componen más de mil especies de vertebrados, 116 variedades de mamíferos, 150 tipos de reptiles y anfibios y 230 de peces. Pero en este preciso rato, en el camino hacia El Soberbio, desde la cerrada vegetación sólo asoman el caparazón amarronado de un tatú, el desproporcionado pico verde de un tucán de pecho rojo y tres coatíes, que cruzan el pavimento a los saltos por un túnel “pasafauna”.
El ambiente quieto se altera apenas en el pequeño poblado, impregnado del perfume empalagoso de citronella y lemon grass. Los susurrantes saludos y diálogos en portugués empiezan a sonar delante del templo amarillo de la Iglesia Evangélica Luterana y se multiplican sobre la vereda del Museo de las Esencias. Frente a la costanera sombreada por gomeros, chivatos y palmeras, el traqueteo de la balsa que transporta pasajeros y vehículos hasta Porto Soberbo aporta la única melodía al paso del río.
Rumbo a Moconá por la ruta 2, la selva y sus habitantes se desperezan, refrescados por una tímida brisa que asoma bajo el sol atenuado. Sobre la angosta franja acomodada entre el camino zigzagueante y los paredones de roca basáltica de la serranía giran a duras penas las cuatro ruedas de un carro polaco de madera, tirado por dos esforzados bueyes. Sin soltar las riendas, el conductor y sus hijos –de cabellos rubios y ojos claros nítidamente europeos– devuelven el saludo sin ahorrar sonrisas, como señal inequívoca de un buen presagio para los forasteros.
Será que en este apéndice poco explorado de Misiones una pátina de optimismo acompaña los pasos de la gente. O, quizás, los inmigrantes adoptaron los hábitos de preservación de los pobladores originarios y se conforman con extraer de la naturaleza sólo lo necesario para subsistir. Lo cierto es que se los ve a gusto en la tierra que los cobija. Satisfechos, hasta decidieron homenajear el entorno natural con los nombres de sus caseríos: Primavera, La Flor, Puerto Paraíso.
Asoma el Moconá
En la Reserva y Jardín Botánico Yasí Yateré (a 30 km de Moconá), la bienvenida prodigada por Adriana Fiorentini se condice con ese espíritu que irradia esperanza. “No hay mejor lugar que este para criar hijos y disfrutar de la energía que nos brinda la naturaleza”, suelta la mujer con un envidiable rictus distendido y arranca una caminata por senderos que perforan la selva. El trayecto vincula plantas aromáticas, bromelias, más de treinta variedades de orquídeas y 16 tipos de helechos. Un escuálido arroyo amaga con desaparecer debajo de un puente y resurge transformado en una sonora cascada, que interrumpe los silencios del espeso manto vegetal antes de desembocar en el río Uruguay. Por el momento, los Saltos del Moconá siguen modelándose en la imaginación, mientras la fabulosa geografía misionera se dedica a revelar sus pliegues sin ninguna urgencia.
El día se esfuma y obliga a retomar mañana la senda hacia el mayor objetivo. Al sol le queda poca vida en el parque de la Posada La Misión y, otra vez, hay que aguzar el oído para descubrir que un pájaro yacú poí picotea un coco colgado de la copa de una palmera. También se escuchan los últimos trinos de los zorzales, benteveos, tacuaritas y chingolos, en retirada ante el creciente murmullo de los grillos, que llega desde la selva misionera y el Parque estadual do Turvo, en la orilla brasileña.
La camarera Carina sirve un sabroso pastel de papas y departe con los pasajeros en un español afectado por el portugués. Después, se la escucha dialogar en perfecto portugués con sus compañeros de la cocina. El magnífico panorama del río y la costa sigue alumbrado por las estrellas y una luna soñada durante la noche y se desdibuja al amanecer, a expensas de la niebla que genera la humedad reinante.
“Acá la selva se mantuvo más o menos virgen porque el río Uruguay siempre fue poco navegable. Para transportar madera en barcos de gran calado, los campesinos amontonaban la producción en la orilla, a la espera de que el río creciera en invierno”, alecciona de la Vega ya con la mira decididamente apuntada al Moconá.
Por fin, la hora esperada parece haber llegado, después de superar un angosto puente sobre el arroyo Yabotí y una complicada trepada de 800 metros de largo. La primera aparición de los Saltos de Moconá se limita al sonido atronador de agua que se vuelca. Se escucha –pero todavía persiste en ocultarse– a los pies del mirador que corona el trekking de 1.800 metros del sendero Chachí.
Por primera vez cambio el paso y regreso a las corridas –seguido por el guía– hasta el puesto de los guardaparques, decidido a captar de una buena vez ese perfil enfurecido de la selva. Otro camino desciende hasta un embarcadero, donde una lancha se bambolea entre los saltos de una decena de dorados. La embarcación navega entre los enormes bloques de roca basáltica y en un par de minutos se mete de lleno en las aguas agitadas por la cadena de saltos, una sucesión de cascadas que se precipitan desde 3 a 10 metros de altura. Cuanto más avanza por el angosto pasaje de aguas agitadas, más bailotea la lancha y sacude sin piedad a sus pasajeros.
Pero todo es regocijo para los turistas, indiferentes a los baldazos de agua que los empapan. Nada los conmueve más que el espectáculo central del Moconá. Parecen entregados, gritando frases sin sentido, emocionados y exorcizados por la selva.
Diario Clarín - Viajes
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Luis Schpilman
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5:03 p. m.
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lunes, 23 de abril de 2012
Tíbet
Tíbet, conocido como el Techo del Mundo, es una región autónoma de la República Popular China, situada en el Asia Central, cuya capital es Lhasa. Es un conjunto de tierras de gran elevación (más de 4.500 m), rodeada de las cordilleras de mayor altitud de la Tierra.
Su población es de casi 3 millones ,la lengua mayoritaria es el tibetano. En el Tíbet se encuentra el pico más alto del mundo, el monte Everest (8.848 m), haciendo frontera con Nepal y constituye un lugar misterioso y exótico para los extranjeros.
Desde comienzos del siglo XX, la tranquila tierra con sus majestuosos paisajes y misteriosa cultura religiosa ha experimentado un vertiginoso aumento del número de viajeros que la visitan.

Lhasa - 拉萨市
Lhasa (tibetano: ལྷ་ས་, chino simplificado: 拉萨, chino tradicional: 拉薩, pinyin: Lāsà). Cuenta con una población de alrededor de 250.000 habitantes. Se encuentra a una altitud de 3.650 metros sobre el nivel del mar, en el valle del río Brahmaputra siendo la segunda ciudad más alta de Asia y una de la séptima más alta del mundo, tanto que la cantidad de oxígeno disponible es sólo un 68% del disponible a nivel del mar.
La ciudad es la sede tradicional de los lamas y lugar donde se encuentran los palacios de Potala, Norbulingka y el Templo de Jokhang, incluidos en el Patrimonio de la Humanidad y es considerado por el budismo tibetano como el centro más sagrado en el Tíbet.
Lhasa quiere decir "lugar de los Dioses", aunque antiguos documentos tibetanos e inscripciones han demostrado que hasta principios del siglo VII el lugar se llamaba Rasa, que significa "lugar de cabra".
Limita al norte con la prefectura de Nagou, al este con la prefectura de Nyingchi, al sur con la prefectura de Shannan, y al suroeste con la prefectura de Xigaze. Comprende los barrios o distritos de Lhünzhub, Damxung, Nyêmo, Qüxü, Doilungdêqê, Dagzê y Maizhokunggar.
ATRACCIONES TURÍSTICAS PARA VISITAR

1- Yambajan (羊八井)
Yambajan es famoso por su gran variedad de aguas termales, desde unas con las más altas temperaturas del país a otras que parecen géiseres hirviendo. Se localiza en una cuenca al pie de las Montañas Nyainqentanglha, unos 90 kilómetros al noroeste de Lhasa. Temprano en la mañana, el pueblo queda cubierto por un vapor blanco y luminoso. Las aguas termales en Yambajan contienen varios minerales, por lo cual se consideran terapéuticas.
Entrada: 30 yuanes (98 yuanes por un baño termal)
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2- Barkhor (八廓)
Barkhor es un pequeño vecindario de calles antiguas y una plaza pública que rodea al templo Jokhang en la zona vieja de Lhasa. La calle más antigua apareció hace unos 1,300 millones de años después que fuera construido el templo Jokhang en el 647, atrayendo a miles de peregrinos budistas. Las calles están repletas de una atmósfera religiosa y muestra a la Lhasa original. Las tiendas venden ruedas de rezos, chubas (ropa tradicional tibetana), cuchillos tibetanos y artículos religiosos.
Consejos de viaje: Recomendable caminar en dirección de las manillas del reloj por la calle. Debido a la gran cantidad de callejones, no es aconsejable permanecer hasta muy tarde en la calle.
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3- Monasterio Tashilhunpo (扎什伦布寺)
El Monsterio budista tibetano de Tashilhunpo se encuentra al pie de los montes Niseri, al sur de Shigatse, la segunda ciudad má grande de la Región del Tíbet.
Su nombre en tibetano significa ‘Cúmulo de Gloria’ y fue ordenado construir en 1447 por Gedun Drub, sobrino del fundador de la secta Gelug del Budismo Tántrico Tibetano. El cuarto Panchen Lama, Lobsang Choekyi Gyaltsen, emprendió una enorme ampliación del monasterio. Desde entonces, se convirtió en la sede de los Panchen Lamas y el lugar donde éstos realizaban sus actividades religiosas y políticas.
Entrada: 55 yuanes
Horario de visita: 9:00 a 17:00 (cierra para el almuerzo de 12:00 a 14:00)
Consejo de viaje: Durante algunas de las importantes fiestas tibetanas, la entrada es gratis. El tiempo recomendado para la visita es de 3 horas.
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4- Glaciar Midui (米堆冰川)
Este glaciar se sitúa en la municipalidad de Yupu, a 100 kilómetros al oeste de la comarca de Bomi. Se encuentra a una altitud entre 2.400 y 6.800 metros.
El glaciar desciende entre diversos paisajes estacionales: montañas nevadas, bosques, lagos, aldeas y templos coexisten en armonía, creando una secuenda de vistas únicas, como si la naturaleza hubiera tomado en sus propias manos un pincel para crear este maravilloso paisaje.
Entrada: 50 yuanes
Consejo de viaje: El recorrido caminando desde la entrada al glaciar demora una hora.
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5- Antiguo territorio de Guge (古格王国)
El reino se encontraba en la ribera sur del río Xiangquan, al noroeste del poblado de Tuolin, zona de Zhaburang, distrito de Alizhada, y está a 19 kilómetros de la capital del distrito.
Fue fundado por los descendientes de la familia real del Reino de Tubo, quienes se escaparon hasta aquí en el siglo X aproximadamente. Durante los cerca de 700 años de su historia, el reino ha fomentado el budismo y resistido contra los enemigos exteriores convirtiéndose en una parte imprescindible de la historia tibetana.
Pero hasta en el siglo XVII, este reino que había vivido su esplendor máximo y contaba con una cultura madura y brillante, desapareció de la noche a la mañana, y hasta hoy día sigue siendo un enigma la razón de su repentina desaparición.
Entrada: 105 yuanes
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6- Gran Cañón Yarlung Zangbo (雅鲁藏布大峡谷)
Debido al acelerado desarrollo turístico del Tíbet, el gran cañón Yarlung Zangbo, abierto formalmente al turismo hace un año, viene atrayendo a un creciente número de visitantes y fotógrafos y se ha convertido en un nuevo sitio turístico de gran atractivo.
La zona turística comienza en el poblado Bayi y termina en el viraje del cañón, atravesando la convergencia de los ríos Niyang y Yarlung Zangbo, con una longitud de 130 kilómetros, ya que no en vano Yarlung Zangbo ostenta el título de cañón más largo del mundo. Esta zona no sólo permite disfrutar de variadas vistas panorámicas del valle y las montañas nevadas de los alrededores, sino que también es muy interesante en tanto que hogar de las etnias minoritarias Luoba y Menba.
Entrada: 150 yuanes (21 de abril – 19 de octubre); 75 yuanes (20 de octubre – 20 de abril)
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7- Lago Namtso (纳木措)
En nuestro mundo, existen unos lugares con el cielo tan puro y el aire tan limpio como si hubieran sido lavados.
Nam Tso significa en el idioma tibetano “lago celestial”. El lago está situado a 4.718 metros sobre el nivel del mar y tiene una anchura este-oeste de unos 70 kilómetros y más de 30 kilómetros de longitud de norte a sur. Cuenta con una superficie de 1.900 kilómetros cuadrados, siendo es el segundo lago de agua salada de China y el más alto de su tipo en el mundo. Los hielos y las nieves fundidas de la montaña Dangla son el suministro de agua del lago Nam Tso, en el cual desembocan también no pocos arroyos grandes y pequeños. El agua del lago Nam Tso es limpia y transparente y de color azul, en perfecta armonía con el cielo, dando a los visitantes la impresión de encontrarse en el paraíso.>>>
Entrada: 120 yuanes (50 yuanes en invierno)
Consejo de viaje: Se recomienda tomar un paseo organizado por el lago.
8- Templo Jokhang (大昭寺)
El templo Jokhang, ubicado en la plaza Barkhor de Lhasa, es el primer templo budista del Tíbet y parte del Palacio Potala. Aunque antiguamente solía llamársele Tsulag Khang ("Hogar de la Sabiduría "), ahora solo se le conoce como Jokhang ("Hogar de Buda"). Es el destino de la peregrinación de los peregrinos tibetanos. Construido bajo la guía del estilo arquitectónico de la dinastía Tang, el templo Jokhang es un complejo de madera de cuatro pisos. Una estatua de Sakyamuni a los 10 años de edad es una de las tres estatuas diseñadas por el propio Sakyamuni.
Entrada: 75 yuanes
Horario de visita: 9:00 - 18:00
Consejo de viaje: El templo se localiza en el mismo centro de Lhasa y el tiempo recomendable para la visita es de dos horas.
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9- Monte Everest (珠穆朗玛峰)
El Monte Everest o Chomolungma es la montaña más elevada del mundo, con sus 8.848 metros de altitud sobre el nivel del mar. Su forma parece la de una pirámide erguida hacia el cielo. Las nieves se encuentran a 5.800 y 6.200 metros de altura en la vertiente norte, mientras que en la vertiente sur se hallan a 5.500 y 6.100 metros.>>>
Entrada: 180 yuanes
Consejo de viaje: Escalar el Monte Everest es extremadamente peligroso, y solo se puede hacer en los periodos entre principio de marzo y finales de mayo, y principios de septiembre y finales de octubre. Un escalador capaz de soportar las adversidades climatológicas podría aventurarse hasta la cima.
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10- Palacio Potala (布达拉宫)
Levantado sobre la colina Hongshan, en el noroeste de Lhasa, capital del Tibet, el Palacio Potala, de 170 metros de altura, está considerado un conjunto de construcciones majestuosas. En el año 637, el líder Songtsen Gampo decidió erigir esta obra para dar la bienvenida a su esposa, la princesa Wencheng. La gigantesca edificación requirió del esfuerzo de unos 7.000 constructores y más de 1.500 artistas y artesanos. El palacio tiene un obvio estilo tibetano y conserva una gran cantidad de tesoros.>>>
Entrada: 100 yuanes (1 de noviembre – 30 de abril); 200 yuanes (1 de mayo – 31 de octubre)
Horario de visita: 9:00 - 16:00, a excepción de los días festivos y durante importantes eventos
Consejo de viaje: Cada día se venden únicamente 2,300 entradas, de las cuales 1,600 están reservadas para agentes de viaje y 700 para la venta a turistas individuales.
Fuentes:
Wikipedia
Spanish.china.org.cn
Imagen Lhasa: Web
Publicado por
Luis Schpilman
en
2:16 p. m.
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viernes, 13 de abril de 2012
Argentina: Sobre rieles
Con el Tren a las Nubes, La Trochita y el Tren del Fin del Mundo entre los más reconocidos, doce ramales ferroviarios recorren las distintas regiones del país. Sus itinerarios, tarifas, las salidas regulares y otros datos útiles para agendarse.
Son más modestos que el célebre Expreso de Oriente, pero tienen un encanto que no decae desde el punto de partida hasta la estación final. Desde el afamado Tren a las Nubes (en Salta) hasta el Ferrocarril Austral Fueguino, los trenes turísticos de la Argentina proponen un viaje incomparable, que transita por historias fundidas con leyendas, sueños, recuerdos de la infancia –con pinceladas de nostalgia– y las imágenes cambiantes de los paisajes naturales.
El vagón abre su espacio generoso a familias, grupos de amigos y pasajeros solitarios, para compartir una aventura matizada por traqueteos, silbatos y bocinas, que sacuden el silencio de ámbitos bucólicos. Mientras tanto, la red ferroviaria recupera parte de su esplendor, con la recuperación de ramales en Entre Ríos y la creación de un tren turístico muy cerca de Merlo, en San Luis.
Tren a las Nubes
El mundialmente famoso ramal que une Salta capital con San Antonio de los Cobres en siete horas, deja de correr entre el 4 de diciembre y mediados de marzo. Sus vías y puentes, instalados sobre la ladera de cerros multicolores, llegan a 4.200 m sobre el nivel del mar. El viaje suele ser matizado con recitales de música andina a la gorra. Al llegar a la Puna, la locomotora y el convoy avanzan más allá de la estación final –donde los turistas son abordados por una multitud de vendedores de artesanías y platos típicos–, para maniobrar sobre el viaducto La Polvorilla y prepararse para el regreso. Hay que tener en cuenta que el trayecto asciende desde los 1.200 m de altura en el punto de partida hasta 4.200 m. Por eso, para evitar el apunamiento, antes de partir conviene comprar “coca y bica”; es decir, bolsitas de hojas de coca y bicarbonato.
Tren del Fin del Mundo
A 8 km al oeste del centro de Ushuaia, un soplido de vapor y el agudo chillido de la bocina anuncian el comienzo de la mágica aventura en vagones de lujo desde la estación Fin del Mundo. La locomotora avanza a paso de hombre y acelera cuando corre a la par del río Pipo. Se pega a la roca de la montaña para cruzar el torrente caudaloso y transparente y se detiene en la estación La Macarena. Una guía anuncia una parada de 15 minutos, suficientes para trepar hasta una cascada, apreciar la reconstrucción de un asentamiento yámana, fotografiarse con el fondo blanco del monte Susana y comprar chocolates en un coche-boutique. Un rato después, el tren corre sobre el típico suelo de turbal de la isla y llega a la entrada del Parque Nacional Tierra del Fuego.
A 8 km al oeste del centro de Ushuaia, un soplido de vapor y el agudo chillido de la bocina anuncian el comienzo de la mágica aventura en vagones de lujo desde la estación Fin del Mundo. La locomotora avanza a paso de hombre y acelera cuando corre a la par del río Pipo. Se pega a la roca de la montaña para cruzar el torrente caudaloso y transparente y se detiene en la estación La Macarena. Una guía anuncia una parada de 15 minutos, suficientes para trepar hasta una cascada, apreciar la reconstrucción de un asentamiento yámana, fotografiarse con el fondo blanco del monte Susana y comprar chocolates en un coche-boutique. Un rato después, el tren corre sobre el típico suelo de turbal de la isla y llega a la entrada del Parque Nacional Tierra del Fuego.
Tren de la Selva
Este tren ecológico sale de las cercanías del Centro de Visitantes del Parque Nacional Iguazú y recorre 7 km a 20 km por hora, para depositar a los pasajeros en las pasarelas que llevan hasta la Garganta del Diablo, el salto más impactante de las Cataratas. Construido en Inglaterra, el tren con capacidad para 120 viajeros consta de una locomotora impulsada a gas, que arrastra cuatro vagones techados con asientos de madera. Está totalmente abierto, para que los turistas puedan mantener un contacto directo con la vegetación.
Este tren ecológico sale de las cercanías del Centro de Visitantes del Parque Nacional Iguazú y recorre 7 km a 20 km por hora, para depositar a los pasajeros en las pasarelas que llevan hasta la Garganta del Diablo, el salto más impactante de las Cataratas. Construido en Inglaterra, el tren con capacidad para 120 viajeros consta de una locomotora impulsada a gas, que arrastra cuatro vagones techados con asientos de madera. Está totalmente abierto, para que los turistas puedan mantener un contacto directo con la vegetación.
Paraná a Conc. del Uruguay
La gran novedad del año. Este servicio, reinaugurado en junio de 2010, pasa por 24 estaciones, para atravesar el centro de la provincia de Entre Ríos y unir los ríos Paraná y Uruguay en 7 horas y media. Se trata de un moderno modelo 0 km, construido en Córdoba, que -entre otras comodidades- está dotado de aire acondicionado. Por ahora, sólo tiene una frecuencia semanal: los viernes desde Paraná y los domingos con partida en Concepción del Uruguay. Este emprendimiento está acompañado por el reacondicionamiento de un antiguo vagón postal, adaptado como vagón cultural itinerante, con salas para proyecciones y reuniones, exposiciones de artesanías y fotografías, investigaciones, libros y espacio ambiental.
La gran novedad del año. Este servicio, reinaugurado en junio de 2010, pasa por 24 estaciones, para atravesar el centro de la provincia de Entre Ríos y unir los ríos Paraná y Uruguay en 7 horas y media. Se trata de un moderno modelo 0 km, construido en Córdoba, que -entre otras comodidades- está dotado de aire acondicionado. Por ahora, sólo tiene una frecuencia semanal: los viernes desde Paraná y los domingos con partida en Concepción del Uruguay. Este emprendimiento está acompañado por el reacondicionamiento de un antiguo vagón postal, adaptado como vagón cultural itinerante, con salas para proyecciones y reuniones, exposiciones de artesanías y fotografías, investigaciones, libros y espacio ambiental.
Tren de las Sierras
Originalmente, el recuperado Tren de las Sierras unía la ciudad de Córdoba con Cruz del Eje. Había sido inaugurado en 1892 para el transporte de carga y pasajeros y dejó de funcionar en 1977. El tramo rehabilitado treinta años después permite llegar hasta los sugerentes paisajes de las Sierras Chicas y la parte más austral del Valle de Punilla: el trayecto de 52 km se completa en dos horas y cuarto hasta la orilla norte del lago San Roque y la estación Cosquín. El proyecto definitivo -a realizarse en dos etapas- contempla la extensión hasta Cruz del Eje, con paradas intermedias en Valle Hermoso, La Falda, Huerta Grande, La Cumbre y Capilla del Monte, entre otros pueblos serranos.
Originalmente, el recuperado Tren de las Sierras unía la ciudad de Córdoba con Cruz del Eje. Había sido inaugurado en 1892 para el transporte de carga y pasajeros y dejó de funcionar en 1977. El tramo rehabilitado treinta años después permite llegar hasta los sugerentes paisajes de las Sierras Chicas y la parte más austral del Valle de Punilla: el trayecto de 52 km se completa en dos horas y cuarto hasta la orilla norte del lago San Roque y la estación Cosquín. El proyecto definitivo -a realizarse en dos etapas- contempla la extensión hasta Cruz del Eje, con paradas intermedias en Valle Hermoso, La Falda, Huerta Grande, La Cumbre y Capilla del Monte, entre otros pueblos serranos.
Tren de la Costa
Propone un medio confortable y silencioso para recorrer la costa norte del Gran Buenos Aires y llegar a Tigre y el Delta. Una opción para compartir enfamilia es dejar el auto en Mitre (la primera estación, junto a la avenida Maipú, en Olivos), abordar el tren y disfrutar de las atracciones del Parque de la Costa, en Tigre. Allí, en la última estación, esta el Mercado de Productores Sabe la Tierra, con puestos de venta de productos orgánicos y piezas recicladas, bar y actividades ecológicas para los chicos. Abre los sábados de 10 a 18. También hay que tener en cuenta la feria de antigüedades instalada sobre el andén de la estación Las Barrancas y la reserva natural Ribera Norte, a tres cuadras de allí.
Propone un medio confortable y silencioso para recorrer la costa norte del Gran Buenos Aires y llegar a Tigre y el Delta. Una opción para compartir enfamilia es dejar el auto en Mitre (la primera estación, junto a la avenida Maipú, en Olivos), abordar el tren y disfrutar de las atracciones del Parque de la Costa, en Tigre. Allí, en la última estación, esta el Mercado de Productores Sabe la Tierra, con puestos de venta de productos orgánicos y piezas recicladas, bar y actividades ecológicas para los chicos. Abre los sábados de 10 a 18. También hay que tener en cuenta la feria de antigüedades instalada sobre el andén de la estación Las Barrancas y la reserva natural Ribera Norte, a tres cuadras de allí.
De V. Elisa al Palacio San José
La locomotora a vapor y sus dos vagones de madera del histórico Ferrocarril Central Entrerriano volverá a correr a fines del verano. Une Villa Elisa con la estación Caseros en seis horas ida y vuelta. Antes de llegar a la última estación, el tren se detiene en el cruce de las vías con una ruta de tierra, donde espera un micro, que lleva a los pasajeros hasta la entrada al Palacio San José, que perteneciera a Justo José de Urquiza. Allí se realiza una visita guiada y después los visitantes son transportados hasta el tren, para iniciar el regreso. El viaje entre campos cultivados y criaderos de pollos, es matizado por el relato de la historia del ramal, a cargo de un guía. En Villa Elisa se realiza además, un paseo en zorra para 14 personas, que diariamente de 9 a 12.30 y de 15 a 18.30 recorre 3 km en media hora ida y vuelta.
La locomotora a vapor y sus dos vagones de madera del histórico Ferrocarril Central Entrerriano volverá a correr a fines del verano. Une Villa Elisa con la estación Caseros en seis horas ida y vuelta. Antes de llegar a la última estación, el tren se detiene en el cruce de las vías con una ruta de tierra, donde espera un micro, que lleva a los pasajeros hasta la entrada al Palacio San José, que perteneciera a Justo José de Urquiza. Allí se realiza una visita guiada y después los visitantes son transportados hasta el tren, para iniciar el regreso. El viaje entre campos cultivados y criaderos de pollos, es matizado por el relato de la historia del ramal, a cargo de un guía. En Villa Elisa se realiza además, un paseo en zorra para 14 personas, que diariamente de 9 a 12.30 y de 15 a 18.30 recorre 3 km en media hora ida y vuelta.
Tren Patagónico
Una aventura de 16 horas por la estepa patagónica, desde Viedma hasta la Cordillera. El servicio cubre parte del histórico ramal turístico que vinculaba Buenos Aires con Bariloche desde 1934. El primer antecedente había sido un ramal de trocha ancha, que desde 1908 partía de San Antonio Oeste (cerca de Las Grutas) y llegaba hasta la costa del lago Nahuel Huapi. En 1924 fue extendido el tramo Constitución-Carmen de Patagones. Entre las principales ventajas del tren actual, hay que consignar la posibilidad de llevar el auto, un vagón-comedor (ofrece un Menú Turístico), el camarote y la diversidad de tarifas: Económica, Primera Clase y Pullman.
Una aventura de 16 horas por la estepa patagónica, desde Viedma hasta la Cordillera. El servicio cubre parte del histórico ramal turístico que vinculaba Buenos Aires con Bariloche desde 1934. El primer antecedente había sido un ramal de trocha ancha, que desde 1908 partía de San Antonio Oeste (cerca de Las Grutas) y llegaba hasta la costa del lago Nahuel Huapi. En 1924 fue extendido el tramo Constitución-Carmen de Patagones. Entre las principales ventajas del tren actual, hay que consignar la posibilidad de llevar el auto, un vagón-comedor (ofrece un Menú Turístico), el camarote y la diversidad de tarifas: Económica, Primera Clase y Pullman.
Tren Histórico a Vapor
Conducido por una locomotora fabricada en Escocia en 1912. Se toma en la estación de trenes de Bariloche y completa un trayecto de 40 km hasta la estación Perito Moreno, donde se realiza una caminata de 300 metros hasta la orilla de una laguna, se observan aves y los guías brindan información sobre la flora y la fauna de la zona. El viaje empieza a disfrutarse con espectaculares imágenes del lago Nahuel Huapi y los picos nevados de la Cordillera, como los cerros Catedral, Tronador y Capilla. Media hora después de la partida, el paisaje empieza a ser dominado por el neneo, el coirón amargo y el abrojo (típicas especies de la estepa), con aislados bosques de cipreses. Se hace una parada junto al río Ñirihuau, que, encajonado en la roca y atravesado por un puente, se presta para tomar fotografías.
Conducido por una locomotora fabricada en Escocia en 1912. Se toma en la estación de trenes de Bariloche y completa un trayecto de 40 km hasta la estación Perito Moreno, donde se realiza una caminata de 300 metros hasta la orilla de una laguna, se observan aves y los guías brindan información sobre la flora y la fauna de la zona. El viaje empieza a disfrutarse con espectaculares imágenes del lago Nahuel Huapi y los picos nevados de la Cordillera, como los cerros Catedral, Tronador y Capilla. Media hora después de la partida, el paisaje empieza a ser dominado por el neneo, el coirón amargo y el abrojo (típicas especies de la estepa), con aislados bosques de cipreses. Se hace una parada junto al río Ñirihuau, que, encajonado en la roca y atravesado por un puente, se presta para tomar fotografías.
Tren de Basavilbaso
El ramal que vincula en dos horas Basavilbaso con Villaguay –en el centro de Entre Ríos– acaba de ser extendido hacia la costa del río Uruguay y ahora llega a Concordia. El paseo puede complementarse perfectamente con una visita al Circuito Histórico de las Colonias Judías, cuya base –establecida a fines del siglo XIX– es Basavilbaso. En este pueblo eminentemente ferroviario y sus alrededores se mantienen en pie tres sinagogas, una cooperativa agrícola, el Cementerio Israelita y varias casas históricas. La impronta de los pioneros judíos que se afincaron en las zonas rurales de Entre Ríos también se puede descubrir en Villaguay y en pequeños pueblos rurales, como San Gregorio, Villa Domínguez, Carmel, Ingeniero Sajaroff y Villa Clara.
El ramal que vincula en dos horas Basavilbaso con Villaguay –en el centro de Entre Ríos– acaba de ser extendido hacia la costa del río Uruguay y ahora llega a Concordia. El paseo puede complementarse perfectamente con una visita al Circuito Histórico de las Colonias Judías, cuya base –establecida a fines del siglo XIX– es Basavilbaso. En este pueblo eminentemente ferroviario y sus alrededores se mantienen en pie tres sinagogas, una cooperativa agrícola, el Cementerio Israelita y varias casas históricas. La impronta de los pioneros judíos que se afincaron en las zonas rurales de Entre Ríos también se puede descubrir en Villaguay y en pequeños pueblos rurales, como San Gregorio, Villa Domínguez, Carmel, Ingeniero Sajaroff y Villa Clara.
La Trochita
Si bien el recorrido completo original desde Ingeniero Jacobacci (Río Negro) hasta Esquel, en Chubut, dejó de funcionar, después del cierre de centenares de ramales a principios de la década del 90 consiguió recuperar dos tramos para pasajeros en territorio chubutense: uno de ellos parte de Esquel y llega hasta Nahuelpan, una comunidad mapuche cuyos pobladores ofrecen sus artesanías alrededor de la estación. A su vez, el servicio que sale de El Maitén –a reiniciarse en enero– propone un viaje de tres horas ida y vuelta hasta Desvío Thomae, combinado con una visita al museo y los talleres ferroviarios y a un galpón donde se reúnen artesanos locales. Inaugurada en 1945, La Trochita o Viejo Expreso Patagónico es una reliquia compuesta por locomotoras a vapor belgas y alemanas y vagones de madera construidos en 1922.
Si bien el recorrido completo original desde Ingeniero Jacobacci (Río Negro) hasta Esquel, en Chubut, dejó de funcionar, después del cierre de centenares de ramales a principios de la década del 90 consiguió recuperar dos tramos para pasajeros en territorio chubutense: uno de ellos parte de Esquel y llega hasta Nahuelpan, una comunidad mapuche cuyos pobladores ofrecen sus artesanías alrededor de la estación. A su vez, el servicio que sale de El Maitén –a reiniciarse en enero– propone un viaje de tres horas ida y vuelta hasta Desvío Thomae, combinado con una visita al museo y los talleres ferroviarios y a un galpón donde se reúnen artesanos locales. Inaugurada en 1945, La Trochita o Viejo Expreso Patagónico es una reliquia compuesta por locomotoras a vapor belgas y alemanas y vagones de madera construidos en 1922.
Ferrocarril Piedra Baya
Construido y atendido por sus dueños, recorre 1.100 m de un campo privado, sobre el faldeo de la sierra Comechingones, a 10 km de Merlo y a 6 km de Carpintería, en San Luis. El paseo de tres horas ida y vuelta termina con una merienda de repostería alemana en la casa de los anfitriones. El tren consta de una réplica de locomotora a vapor y dos vagones, que transitan una trocha de 26 cm, por un monte virgen de molles, talas, espinillos, cocos y chañares. Los guías cuentan la historia del tren e ilustran sobre la flora y fauna local. En Monte Bajo –la estación final–, se puede disfrutar de una espectacular panorámica de la sierra y el valle.
Construido y atendido por sus dueños, recorre 1.100 m de un campo privado, sobre el faldeo de la sierra Comechingones, a 10 km de Merlo y a 6 km de Carpintería, en San Luis. El paseo de tres horas ida y vuelta termina con una merienda de repostería alemana en la casa de los anfitriones. El tren consta de una réplica de locomotora a vapor y dos vagones, que transitan una trocha de 26 cm, por un monte virgen de molles, talas, espinillos, cocos y chañares. Los guías cuentan la historia del tren e ilustran sobre la flora y fauna local. En Monte Bajo –la estación final–, se puede disfrutar de una espectacular panorámica de la sierra y el valle.
El encanto de viajar en libertad
(Richard Campbell, del Ferroclub Argentino)
Básicamente, el viaje en tren otorga la innegable ventaja de la libertad para moverse. El pasajero tiene la posibilidad de caminar, charlar, estar solo o acompañado, compartir un café. Además, el viaje se torna muy placentero por el contacto con la comunidad.
(Richard Campbell, del Ferroclub Argentino)
Básicamente, el viaje en tren otorga la innegable ventaja de la libertad para moverse. El pasajero tiene la posibilidad de caminar, charlar, estar solo o acompañado, compartir un café. Además, el viaje se torna muy placentero por el contacto con la comunidad.
En medio de los paisajes más soñados de la Argentina, se percibe la función social y recreativa que cumple el tren. Ese espíritu se preserva, aunque la combinación ideal tuvo su apogeo entre las décadas del 60 y del 90, cuando se podía llevar el vehículo a un precio accesible y en la estación terminal arrancaba un inolvidable paseo por una región espectacular. Recuerdo el tren-dormitorio que unía Buenos Aires con Tucumán, primera etapa de un viaje en auto por todo el Noroeste.
En general, las nuevas generaciones desconocen la magia del tren. Quedan impactados al verlo pasar. Y mucho más cuando lo abordan: descubren otras dimensiones, sonidos, olores, los silencios del campo al llegar a una solitaria estación, el guarda uniformado, el acontecimiento incomparable de la llegada y la partida. Pese al cierre de numerosos ramales, los trenes turísticos y de larga distancia que siguen en pie conservan ese encanto. Eso los diferencia de cualquier otra forma de viajar.
Canciones en el andén y a bordo
(Zamba Quipildor - Músico )
Con el poeta Eduardo Ceballos, en la estación de Salta les cantábamos y relatábamos historias de nuestra provincia a los viajeros del Tren a las Nubes. Cantábamos zambas y bagualas, como “Recuerdos salteños”, “Estoy de vuelta” y “Carpas de Salta”, que describen a la perfección el paisaje y la manera de vivir de los pueblos que une el tren hasta la puna. Al pasar por Cerrillos, les contábamos sobre las carpas del Carnaval y los artistas que las impulsaban. Y entonábamos “La cerrillada”, que plasma el carácter del carnaval de Cerrillos. En Rosario de Lerma –donde se realiza el Entierro del Carnaval, con ofrendas a la Pachamama–, nos largábamos con “La tabacalera”, que homenajea la vida dura de los trabajadores que cultivan tabaco. Los músicos y los poetas han sido mensajeros de los paisajes inigualables, las costumbres y la cultura de Salta.
(Zamba Quipildor - Músico )
Con el poeta Eduardo Ceballos, en la estación de Salta les cantábamos y relatábamos historias de nuestra provincia a los viajeros del Tren a las Nubes. Cantábamos zambas y bagualas, como “Recuerdos salteños”, “Estoy de vuelta” y “Carpas de Salta”, que describen a la perfección el paisaje y la manera de vivir de los pueblos que une el tren hasta la puna. Al pasar por Cerrillos, les contábamos sobre las carpas del Carnaval y los artistas que las impulsaban. Y entonábamos “La cerrillada”, que plasma el carácter del carnaval de Cerrillos. En Rosario de Lerma –donde se realiza el Entierro del Carnaval, con ofrendas a la Pachamama–, nos largábamos con “La tabacalera”, que homenajea la vida dura de los trabajadores que cultivan tabaco. Los músicos y los poetas han sido mensajeros de los paisajes inigualables, las costumbres y la cultura de Salta.
Cristian Sirouyan
Clarín-Viajes
Clarín-Viajes
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Luis Schpilman
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miércoles, 28 de marzo de 2012
Rutas emblemáticas
Un recorrido imperdible por los caminos más emblemáticos de la Argentina y del mundo. De la mítica 40 local, a la tradicional 66 de los Estados Unidos, pasando por África y Australia. Un viaje ideal para aquellos que no disfrutan de llegar, sino de andar.
Cuando subirse al auto ya significa vacaciones y la alegría de ver el cuentakilómetros marcar camino recorrido significa emoción, hay rutas que aportan al acelerador historias, cultura, paisajes y la posibilidad de conocer desde el camino un mundo distinto. Cuatro opciones de rutas bien distintas que comparten una pasión: el volante.
Ruta 40
Argentina de punta a punta
La selección de música llevó trabajo, pero está lista. El mate está en el asiento del copiloto. En la primera estación de servicio habrá que cargar agua caliente. La aventura necesita de sus ingredientes, pero lo que está definido desde hace tiempo es el itinerario: la Ruta 40, de punta a punta. Son 4874 kilómetros de pura Argentina, desde Paicone en Jujuy (un proyecto en marcha la extenderá hasta la Quiaca y llegará a los 5200 kilómetros de extensión) hasta Cabo Vírgenes en Santa Cruz. Días, semanas o meses, según cómo se encare el camino, se viven sobre la mítica ruta argentina, tesoro preciado por los amantes de las cuatro ruedas de todo el mundo.
Si se arranca por el norte, lo mejor es planear el viaje para la primavera o el otoño: en verano las lluvias hacen impenetrables a algunos tramos y en invierno pueden congelarse. Es bueno llevar en el baúl cadenas para pasar zonas que puedan estar muy embarradas.
Anteojos negros y los cinturones bien abrochados son requisitos indispensables para disfrutar de los colores y zigzags, subidas y bajadas que este camino regala. Desde la puna, los pueblos de Jujuy y Salta, pasa por Catamarca y esa altura sale del NOA para entrar en Cuyo, la segunda región que recorre, donde la Cordillera de los Andes ya se muestra imponente y de puntas blancas. Hay que atravesar 236 puentes, 18 ríos, 13 lagos, salares, 20 espacios protegidos (entre reservas y parques nacionales) y 27 pasos cordilleranos a lo largo de tres regiones y 11 provincias: Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén, en la Patagonia; Mendoza, San Juan y La Rioja, en Cuyo; y Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy en el NOA.
Ruta 66 - EE.UU
La avenida de los Estados Unidos
"Bueno es ir / sé que tú planeas ir / por la autopista del oeste hasta su fin / andarás bien por la 66", rezaba Norberto "Papo" Napolitano, el gran fierrero argentino. Ruta de recios y fugitivos, de campesinos que escapaban de las tormentas de polvo que acompañaron a la gran depresión del 30, de prostitutas y moteles de ruta, esta vía es un símbolo del siglo XX, del cine, la literatura y de los Estados Unidos. Señalizada en 1927 y totalmente pavimentada desde 1938, este enlace del este al oeste norteamericano ya no es el principal camino para atravesar el país del norte. Su época de oro terminó en 1956 y en 1985 quedó fuera de las rutas oficiales del país y fue reemplazada por la red de autopistas interestatales. Desde Chicago hasta las playas de Santa Mónica hay que seguir los carteles que aclaran "Old Route 66", la antigua, la que conserva su mano y contramano para los nostálgicos, los que alguna vez leyeron "En el camino" de Jack Kerouac y escuchando bop se imaginaron a toda velocidad, con la cabeza fuera de la ventanilla aireando pensamientos y noches de alcohol.
Este corte horizontal americano atraviesa Illinois, Missouri, Kansas y Oklahoma. Allí, gira hacia Texas, Nuevo México y Arizona para hacer su último tramo y morir en California. La "mother road" (carretera madre), como la bautizó el escritor John Steinberg, recorre 4000 kilómetros entre el desierto, con su punto más alto en el Cañón del Colorado y Las Vegas, y vive en los pueblos que quedaron en el tiempo, al igual que en las estaciones de servicio que están abiertas las 24 horas y pueden ser un descanso donde comer algo y seguir. Es importante llevar abrigo y ropa liviana, porque es muy grande la amplitud térmica en la "América profunda". No hace falta reservar hotel con anticipación, no suele haber problemas para conseguir una habitación, son económicos y rústicos, y le aportan ese toque de polvo al viaje. Con una visa válida y registro de conducir internacional alcanza para lanzarse a la aventura americana.
África mía
Si existe fantasía para verdaderos aventureros, esa es adentrarse en África y atravesar el desierto. Al desafío del viento, los espejismos del sol sobre la arena eterna, el calor del día y el frío de la noche se suman los problemas políticos, así que antes de partir hay que asegurarse de que se va a poder cruzar todas las fronteras de los países que se quiera visitar a través de esta red de rutas: la Carretera Transahariana. Con 56.000 kilómetros y un 85 por ciento de los caminos asfaltados, este entramado conecta casi todos los países del continente. De todos modos, el recorrido vedette va desde Argel, en Argelia, hasta Lagos en Níger, y desde allí se puede combinar con otras rutas y seguir el recorrido por el continente.
En Argelia, las guerras civiles y la militarización contrastan con el paisaje virgen de este país que fue colonia francesa. Entonces, el viaje arranca sobre el mismo Mediterráneo y el paisaje se va transformando en desierto en pocos kilómetros, con la cordillera de Atlas como referencia cada vez más lejana del límite con Marruecos. Los hospedajes no siempre son los más confortables y también existe la posibilidad de acampar y dormir sobre las dunas. Hay empresas que organizan el road trip en 4x4 con buenos servicios.
Pero hay algunos detalles que hay que tener en cuenta. En cualquier ciudad del norte de África se puede alquilar un auto y es recomendable que tenga una traducción al inglés de la licencia de conducir. ¡Atención! Hay países donde se conduce del lado derecho, como Marruecos, Túnez, Camerún, Cabo Verde, Ghana y Congo, y otros sobre el izquierdo, como en Sudáfrica, Namibia, Kenia, Mozambique, Zambia y Zimbawe. Además, en la mayoría de las estaciones de servicio no se aceptan tarjetas de crédito, así que es importante tener a mano siempre dinero en efectivo.
Por la costa australiana
La Great Ocean Road de Australia tal vez ofrezca menos aventura fierrera pero es un abanico de vistas inolvidables. Construida en 13 años por 3000 solados después de la Segunda Guerra Mundial, se inauguró en 1932 y es un paseo de un día o un camino para disfrutar y parar en cada una de sus atracciones.
Atravesar los 500 kilómetros de esta carretera del estado de Victoria, que recorren desde Grelong hasta Portland por la costa del Océano Antártico, bien al sur del país de los canguros, significa adentrarse en playas ideales para surfistas, con grandes acantilados, bosques templados y maravillas naturales de un gran interés turístico. Manejar a lo largo del zigzag del camino, mirando como olas furiosas rompen contra los acantilados naranjas y la arena blanca frente al verde del bosque es sólo una parte del camino. A lo largo de la ruta hay pueblos con servicios de primera como Torquay, Anglesea o Lorne.
Se puede arrancar en Melbourne, para tomar la ruta en Greelong después de una visita al National Wool Museum Visitors Centre para informarse un poco sobre la región y tomar un descanso en la Eastern Beach. A la altura de Apolo Bay un desvío lleva hacia Otway National Park y desde allí al faro Cape Otway Lightstation que ofrece una vista que bien corrobora la fama de esta ruta de ser de las más bellas costeras del mundo.
La atracción más famosa son "Los 12 apóstoles", formaciones de roca caliza producidas por la erosión del mar y el viento que quedaron en medio del océano. Un poco más allá, el Loch Ard Gorge es una pequeña bahía que sale al mar por una angosta garganta y hay algunas cuevas naturales para visitar. Distintas aventuras, culturas y caminos multicolores hacen del auto el pasaporte para viajar con libertad.
Mariana Jaroslavsky
http://www.cronista.com
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Luis Schpilman
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10:10 p. m.
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lunes, 20 de febrero de 2012
Corrientes: Iberá, safari litoraleño
Carpinchos, yacarés, chajás, ciervos de los pantanos... La rica fauna de los esteros correntinos es apreciable tanto en excursiones diurnas como en rondas nocturnas; un destino excepcional, no sólo por la variedad de animales
Aquí todo tiene otro ritmo. Es inútil apurarse, porque por empezar los 120 kilómetros que recorremos desde Mercedes hasta Colonia Pellegrini, el pueblo de 600 habitantes que funciona como puerta de acceso a los esteros del Iberá, son de tierra y obligan a andar bien despacio.
Pero no es sólo eso: llegar con prisa a estas tierras de cielo infinito equivale a ponerse una etiqueta de porteño que los correntinos perciben desde lejos, benévolos, como esperando que pronto -por obra y gracia de la naturaleza- al recién llegado se le contagie el tranquilo modo de vivir provinciano.
En Irupé Lodge, un complejo hotelero levantado a orillas de la laguna Iberá, aseguran que conocen el caso: los huéspedes que llegan a todo vapor, a veces después de haber recorrido al volante los 800 kilómetros que separan el pueblo de Buenos Aires, no tardan en bajar las revoluciones y pocas horas después cuesta convencerlos hasta de levantarse del deck con vista a la laguna, donde la naturaleza pone todo el espectáculo.
Teros, gallitos de agua, cormoranes, cardenales, algún chajá, se pasean sin perturbaciones frente a los ventanales del lodge; pocos metros más allá, sobre el embarcadero de donde parten lanchas que llevan a turistas en safaris acuáticos por la laguna, un grupo de carpinchos aguarda al sol cómodamente frente a un yacaré con cara de pocos amigos.

En lancha
Regi Lacona es suiza, oriunda de Zurich, pero un día dejó los ordenados Alpes en pos de esta naturaleza, que ella llama "la verdadera, esa que en la Argentina a veces se complica visitar de tan salvaje que es". Aquí construyó con Mauricio, su marido, misionero, ese sueño que llamaron Irupé, al borde de una de las reservas de fauna y flora más extraordinarias del planeta.
Nuestro primer acercamiento es en la lancha que Marcos, el guía de Irupé, maneja con habilidad entre los embalsados, esas islas de vegetación flotantes tan sólidas que pueden aguantar el peso de los animales. Por más que esforzamos la vista, no hay en nuestro horizonte ninguna otra persona: sólo camalotes, matorrales y animales por doquier. Si al principio nos cuesta distinguirlos por su inmovilidad, pronto empezamos a descubrir gran cantidad de yacarés apostados en las orillas, tomando ese sol del que toman su energía para luego cazar sus presas con mordiscos certeros.
"Todo lo que ven aquí es vegetación flotante; la parte que parece cortada con machete es porque los carpinchos se acuestan sobre ella en invierno, para tomar temperatura. El espesor de los embalsados puede ir de 30 a 120 centímetros, y en función de eso pueden soportar cierto kilaje. Esta isla está hoy aquí, pero puede no estar mañana", cuenta Marcos, mientras usa su caña para alejar la lancha incrustada en la vegetación.
Mientras tanto, los carpinchos nos miran. Nos parece oír el ladrido de un perro, pero no: son ellos los que emiten ese sonido mientras se acercan a la orilla. De pronto, aparece entre el verde una movediza mancha rojiza acompañada de un par de ojos curiosos y brillantes, es un ciervo de los pantanos, con las orejas bien erguidas, que descubrió la presencia humana. Pero no se mueve, sino que nos permite un acercamiento increíble y no se va hasta que lo fotografiamos desde todos los planos posibles. Asombrados, entendemos las palabras de Regi cuando cuenta que los turistas extranjeros siempre llegan muy informados -sólo los muy viajeros llegan hasta Iberá-, pero no pueden creer hasta qué punto la fauna es cercana y accesible.

Aguas brillantes
Iberá -los nativos pronuncian algo parecido a una u francesa para comenzar la palabra- significa aguas brillantes. Y no sólo de día: también de noche el paisaje reluce bajo la luz tenue de la luna cuarto creciente. Alrededor de las siete, después de un fallido intento por capturar alguna tararira con las cañas y la carnada que nos prestó Marcos (menudo susto nos hubiéramos dado de capturar alguna de las pirañas que también nadan con soltura por las aguas de la laguna), salimos para realizar un safari nocturno. Javier Birman, el chef de Iberá y factótum del complejo en los días de menor ocupación, nos lo había anticipado: los atardeceres de Corrientes están entre los más bellos del mundo.
El cielo color de fuego que contrasta con la vegetación en sombras no lo desmiente. La lancha avanza, y miles de bichitos siguen la luz de la linterna de Marcos, que nos guía en la oscuridad: aquí y allá, su foco ilumina nuevamente a los yacarés, que impresionan con la titilante luz de sus ojos rojos en la negrura del paisaje.
Oímos el aleteo de algunas aves que se apartan a nuestro paso, e increíblemente volvemos a divisar a la luz de la linterna un ciervo de los pantanos sobre la orilla del embalsado.
Mientras tanto, el cielo se cubrió de millones de estrellas que dibujan la estela de la Vía Láctea. El espectáculo parece tener su réplica terrestre en las nubes de luciérnagas que nos acompañan hasta que volvemos al muelle para desembarcar, aún bajo el mágico influjo de la noche de los esteros.

DATOS ÚTILES
Cómo llegar
Colonia Pellegrini está a 120 kilómetros de Mercedes, la localidad correntina a la que llegan las principales compañías de ómnibus desde Buenos Aires. En servicio cama, el trayecto de aproximadamente 800 kilómetros entre Buenos Aires y Mercedes demora unas diez horas y cuesta $ 180 por tramo. Luego hay que recorrer el tramo de tierra hasta Colonia Pellegrini: después de la lluvia sólo se puede pasar en vehículos 4x4, de modo que conviene contratar un transfer en Mercedes (algunos hoteles de Colonia Pellegrini ofrecen el servicio de traslado). También hay un servicio de ómnibus que realiza el trayecto una vez al día, pero muy lentamente y sin mayores comodidades.
Otra opción es viajar en avión hasta Posadas, y desde allí recorrer 200 kilómetros -por un camino que tampoco está en buen estado- hasta Colonia Pellegrini. En este caso, no hay servicio de ómnibus, pero se puede contratar transfer en 4x4. El pasaje aéreo Buenos Aires-Posadas ronda los $ 600 por tramo.

Dónde dormir
Irupé Lodge se encuentra apenas después de cruzar el puente, hacia la mano derecha, cuando se llega desde Mercedes. El hotel dispone de cuatro habitaciones estándar, cuatro superiores y una suite, que pueden recibir en total a unas 25 personas. Se destaca por su propuesta gastronómica, a cargo de Javier Birman, un chef con experiencia internacional. Ofrece paquetes con estada, excursiones y pensión completa (excepto bebidas) durante todo el año. (03773) 15-40-2193, 15-40-0661. Mail: info@ibera-argentina.com. Web: www.irupelodge.com.ar ; www.ibera-argentina.com . Habitación doble con desayuno, US$ 110 la noche. Habitación doble con pensión completa sin bebidas, más un safari por los esteros en lancha y una visita al Centro de Interpretación, US$ 164 en habitación doble, por persona, por noche.

UNA COMPLEJA RED DE RELACIONES
A pie o en lancha, desde Irupé Lodge se puede llegar hasta el Centro de Interpretación de la reserva del Iberá, sobre la orilla de la laguna Luna. Allí se puede recorrer una exposición permanente que explica las características de la flora y la fauna del lugar; también es posible contratar guías para diversas excursiones por el monte y la laguna. Un video explicativo de media hora ofrece una buena aproximación a la vida natural en los esteros, para comprender mejor la compleja red de relaciones entre la fauna, la flora y los distintos predadores del lugar, sostenidos por un invisible equilibrio que el hombre debería esforzarse por no quebrar.
Desde el Centro de Interpretación parten también dos senderos de distinta extensión que permiten internarse en el monte: aquí sorprenden los árboles, las plantas epífitas, las bromelias, el caraguatá y la palmera pindó, además de una familia de ruidosos monos carayá que de vez en cuando se deja ver entre la vegetación.
A CABALLO POR EL IBERA
"Para ver gauchos -dice Regi- hay que ir a Corrientes." Respetuosa de la cultura local, de la que admira tanto las tradiciones como su orgullo, ella impulsó una excursión muy particular que está entre las más atractivas para los extranjeros que llegan a Colonia Pellegrini: la visita a un grupo de familias del paraje Uguaí, que recibe a los viajeros en su casa, con lo que haya ese día, para llevarlos luego a dar un paseo a caballo hasta las últimas casas, esas que están donde ya no se ve el horizonte.
Para comprender qué tan distante es el lugar hay que pensar que primero se deben recorrer unos 30 kilómetros de tierra regresando desde la Colonia hacia Mercedes, para luego desviarse cinco kilómetros por otro camino de tierra hasta llegar a las primeras y aisladas casitas del paraje...
Allí, Chacho y su esposa, Mercedes, montaron una suerte de quiosco de campo que resulta un hito curioso en medio de la nada; hasta allí llegan los paisanos a caballo en busca de algunos insumos esenciales y tocan para anunciarse el cencerro que alguna vez perteneció al caballo puntero de una tropilla. Si la cabalgata parte por la tarde, cuando llega la noche se comprende toda la dimensión del paisaje correntino, sin luces eléctricas que interrumpan la inmensa negrura. "Aquí -cuenta Chacho- es tanto el silencio que los paisanos sabemos cuando alguien se acerca a varios kilómetros, y hasta podemos saber quién es por el ritmo de su caballo, aunque falte bastante para verlo llegar."

Espinillo y caranday
Otra opción es dejarse guiar por Ramón Gómez, más conocido como Nené, que parte con su cabalgata desde Colonia Pellegrini hacia un palmar de palmeras caranday. Entre espartillos y palmeras, los mansos caballos avanzan mientras Nené desgrana algunas curiosidades: el lento crecimiento de la palmera, que marca un año en cada uno de los anillos del tronco; el uso combinado de la fuerte madera del espinillo con la más frágil del caranday en las construcciones del lugar; la historia de la formación de la colonia sobre las tierras donadas de una antigua estancia; sus preocupaciones -como las de tantos pobladores- por el futuro de esta región rica en agua y en una naturaleza mansa y deslumbrante
Pierre Dumas
La Nación - Turismo
Fotos: Web
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Luis Schpilman
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7:52 p. m.
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viernes, 27 de enero de 2012
Vietnam: Viaje en el tiempo
Ciudad Ho Chi Minh
Si la energía de una urbe se midiera por la cantidad de motocicletas que transitan sus calles, Ciudad Ho Chi Minh estaría primera en el ránking. Basta con mirar los números: la ex Saigón tiene 7 millones de habitantes y alrededor de 4 millones de motos. ¿Autos? Unos escasos 500 mil. En la ciudad más grande de Vietnam hay, por lo menos, una moto cada dos habitantes: empresarios, vendedores, estudiantes, familias enteras las utilizan como medio de transporte cotidiano y forman una marea de cascos que circula a toda hora por las calles (y veredas) de la ciudad. Es oficial: Saigón es no sólo la capital mundial de las motos sino, además, una de las metrópolis con más adrenalina del Sudeste Asiático.
Desde 2000, Vietnam –oficialmente llamada República Socialista de Vietnam– está entre los países de mayor crecimiento económico. Según el pronóstico de Goldman Sachs, en el 2025 será unas de las 17 economías más grandes del mundo; y, de acuerdo a las proyecciones de Pricewaterhouse Coopers, en el 2050 alcanzará un tamaño equivalente al 70 por ciento de la economía del Reino Unido.
Lo dicho: Vietnam crece a un ritmo desenfrenado y Ciudad Ho Chi Minh (CHCM), ubicada en el sur del país, es la prueba más fehaciente de su desarrollo. Cual museo viviente, CHCM relata su historia a través de su arquitectura, sus museos, sus templos y, sobre todo, su nombre. Originalmente, el territorio formó parte del Imperio Jemer y se llamó Prey Nokor, que significa ciudad bosque. En 1620, refugiados vietnamitas huyeron de una guerra que tenía lugar en el norte, se asentaron en la zona con permiso del rey jemer e, informalmente, comenzaron a llamarla Sài Gòn. En 1860, la ciudad se convirtió en la capital de la colonia francesa de la Cochinchina y fue bautizada, oficialmente, Saigón, la versión occidentalizada del nombre más popular que tuvo la ciudad. Tras las Segunda Guerra Mundial, Vietnam quedó oficialmente dividida en dos y Saigón pasó a ser la capital de Vietnam del Sur. Luego llegaría la guerra –en Vietnam, conocida como Guerra Americana– y, en 1975, la reunificación. Según de qué lado se mire, los hechos que ocurrieron aquel 30 abril se recuerdan como la caída de Saigón o el día de la victoria: el ejército de Vietnam del Norte invadió y ocupó distintos puntos estratégicos de Saigón y la ciudad se rindió, dando fin a la división del país y a una guerra que ya llevaba casi 20 años. Enseguida, fue rebautizada Ciudad Ho Chi Minh en honor al fallecido líder comunista y ex presidente de Vietnam del Norte. Pero, para muchos vietnamitas, nunca dejó –dejará– de llamarse Saigón.
Palacio de la Reunificación
Hoy, los recuerdos de la guerra quedaron circunscriptos al Museo de la Guerra, a los tanques abandonados y al Palacio de la Reunificación. La época colonial francesa ya no está presente más que en los bulevares, los teatros, las casas de ópera, las estaciones de tren y otras construcciones típicas, siendo la Catedral de Notre Dame vietnamita la más emblemática. La influencia china –que también marcó la historia del país durante varios siglos– puede encontrarse en los templos taoístas y confucionistas que abundan en la ciudad. CHCM supo sintetizar lo mejor de cada época y, a eso, sumarle una de sus características más esenciales: la vida callejera. O, como la llaman los vietnamitas: la cultura del asfalto.
CHCM es el centro económico, financiero e industrial de Vietnam. Sin embargo, la rutina de sus habitantes no corresponde a la de una urbe orientada a los negocios, sino a la de una ciudad asiática donde el espacio público domina las actividades diarias. Los saigoneses amanecen a las 6 con el canto de los gallos, la música de las radios y el aroma del pho (sopa de fideos típica) que se cocina en cada esquina. Desde temprano, algunas mujeres despliegan las verduras y frutas frescas sobre la vereda y otras van de mercado en mercado para hacer las compras del día; los hombres cargan frutas en canastos y animales enjaulados en el asiento de atrás de sus motos, mientras las vendedoras ambulantes pasean con sus sombreros cónicos y sostienen, cual balanza, dos contenedores con una vara sobre el hombro.
El ajetreo no tiene horario. Durante todo el día, familias enteras se suben a sus motos (se pueden llegar a ver cinco personas en un solo asiento) y compiten entre sí por transitar todos los huecos que haya disponibles en el asfalto. Los peatones son casi inexistentes, al igual que las reglas de tránsito: no se respetan carriles ni posiciones, se puede doblar en U sin aviso y es costumbre charlar de moto a moto o mandar mensajes de texto mientras se maneja. Eso sí: el casco es obligatorio (y su venta, uno de los negocios más redituables de la ciudad). El caos de tránsito probablemente sea uno de los aspectos más recordados (y temidos) de la ciudad, pero es parte inseparable del paisaje urbano de la ex Saigón y uno de los elementos que le otorgan esa velocidad tan distintiva. Y, al contrario de lo que pueda pensarse, no hace falta cruzar la calle corriendo: el truco es caminar muy despacio, para que sean los motociclistas los que esquiven a los peatones.
De noche, el ritmo no cesa. La ciudad se ilumina, florecen los mercados nocturnos, las mesas se sacan a la vereda y todos cenan al aire libre. Los extranjeros se reúnen en los bares y los habitantes locales charlan en las esquinas hasta pasada la medianoche. Pero los que más parecen disfrutar de la vida nocturna son las parejas mayores que sacan sus reposeras a la calle y se sientan a observar. Probablemente vean, en las motos que pasan, cómo su país avanza a toda velocidad.
Dalat
La París de Vietnam
Los emperadores también se tomaban en vacaciones. Y, en Vietnam, lo hacían en Dalat. Ubicado a 1.500 metros de altura, Dalat fue el lugar elegido por Bao Dai, el último emperador de Vietnam, para construir su Palacio de Verano. Él, al igual que los dirigentes franceses que huían del calor y el caos de Saigón para refugiarse en la montaña, se sintió atraído por el aire fresco, los alrededores naturales y la tranquilidad de la zona.
Dalat es un reducto único en Vietnam: su clima fresco contrasta con la temperatura tropical del resto del país y en sus campos, en vez de arroz, crecen flores. Las montañas, las casitas de estilo francés y una réplica de la Torre Eiffel hacen que Dalat sea una fusión entre un pueblito de los Alpes y –según afirman sus habitantes, con orgullo– la megaurbe de París.
El primer hotel de Dalat fue construido en 1907. A fines del siglo XIX, un grupo de exploradores pidió al gobernador francés que construyera un resort en la zona montañosa de Vietnam. El plan era erigirlo en Dankia, pero uno de los miembros de la expedición encargada de construir las rutas propuso Dalat, a pocos kilómetros. Desde aquel día, los franceses se dedicaron a urbanizar y embellecer la ciudad construyendo villes, casas color pastel, bulevares, parques, escuelas, complejos de golf y centros de salud.
Esta ciudad de montaña no es para todos: atrae, principalmente, a los amantes del café (sus cafeterías son famosas en todo el país), a las parejas que se van de luna de miel, a los vietnamitas que buscan escapar del calor durante el fin de semana, a los golfistas y a los viajeros aventureros. Dalat es, además, el punto de partida de los easy riders, un grupo de motociclistas locales que realiza tours en motocicleta por la región central de Vietnam, un vehículo que permite el acceso a lugares que, de otra manera, un turista no podría conocer.
La ciudad tiene 200 mil habitantes y puede ser recorrida a pie. Los amantes de la naturaleza pueden practicar mountain bike y trekking o visitar las plantaciones de té y café en las afueras. Y los fanáticos de la arquitectura tendrán dónde entretenerse con dos lugares muy peculiares: la pagoda Linh Phuoc y la Casa de Huéspedes Hang Nga, también conocida como La Casa Loca. La pagoda está ubicada en Trai Mat y contiene un templo con una estatua de Buda de cinco metros de alto y una torre con una campana: es una de las pagodas más coloridas, detalladas y peculiares de Vietnam. En tanto, La Casa Loca es un hotel surrealista que fue diseñado por Hang Viet Nga, hija de un ex presidente de Vietnam, inspirada en los trabajos de Antonio Gaudí. La construcción no sigue ninguna regla arquitectónica: hay escaleras que conducen a la nada, mesas de té insertadas en huecos en las paredes, ventanas con forma de tela de araña, puentes y toboganes. Una casa del árbol de estilo absurdo que asegura una máxima: la estadía en Dalat podrá ser fresca, pero nunca será aburrida.
Hoi An
Nostalgia sin apuro
Mientras el resto del país crece, hay una ciudad que mira hacia atrás con nostalgia: Hoi An. Ubicada en el centro de Vietnam, sobre la costa del mar de la China Meridional, este enclave de casas amarillas, puentes, ríos y lámparas rojas quedó congelado en el siglo XVIII. Aquí, las motos aún no fueron descubiertas. Y el apuro, tampoco: todo queda tan cerca que no hace falta más que caminar. Además, el ruido y la velocidad arruinaría el aura de un pueblo donde los protagonistas son el arte, la gastronomía y la historia.
El pasado de Hoi An se remonta al siglo II, cuando los champa, civilización de origen malayo-polinesio, convirtieron aquel pequeño asentamiento en la capital comercial de su imperio y la llamaron Champa City. En el siglo XIV se retiraron hacia el sur y establecieron su nueva base en Nha Trang. Finalmente, en las postrimerías del siglo XVI, los Nguyen Lords, gobernantes del sur de Vietnam, fundaron la ciudad de Hoi An –también conocida como Faifo– y la convirtieron en el puerto de intercambio más importante del mar de la China Meridional. Así, Hoi An pasó a ser uno de los puntos más estratégicos de todo el Sudeste Asiático y eso hizo que, entre los siglos XVII y XVIII, mercaderes chinos, japoneses, indios y holandeses se asentaran en la ciudad.
A fines del siglo XVIII, sin embargo, el esplendor y la importancia comercial de Hoi An declinó. Da Nang, una ciudad portuaria cercana, se convirtió en el nuevo centro de intercambio de Vietnam central y Hoi An pasó rápidamente al olvido. Desde aquel momento, la ciudad se estancó en el tiempo y no sufrió ninguno de los cambios que atravesó el resto del país. El centro histórico de Hoi An fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999 y es el responsable de que, en las calles y calendarios de la ciudad, el siglo XVIII siga vigente.
Por la mañana, con tranquilidad, las mujeres barren las puertas de entrada y abren sus casas-tienda a la calle. La mayoría están construidas con madera y pintadas de amarillo, no tienen más de dos pisos y funcionan como negocios en la parte de adelante y como viviendas en el fondo. En la cultura callejera de Hoi An, las paredes del frente no existen: todas las construcciones se cierran, solamente de noche, con una reja o con maderas. Los vendedores ambulantes también ocupan las veredas temprano, ponen sus cacerolas en fila y cocinan el desayuno frente al río. Los galeristas exhiben los cuadros contra alguna pared pública, los conductores de cyclos (bicitaxis) comienzan a rondar la zona en busca del primer pasajero y los sastres sacan sus maniquíes con la muestra de ropa hecha a medida a la calle. Desde los barcos, ofrecen miniaturas a los que caminan bordeando el río. Si hay algo que Hoi An conoce a la perfección es el ritual de comprar y vender que viene practicando hace siglos.
Hoi An y Saigón pueden parecer la antítesis una de la otra, pero muchas de las actividades cotidianas de ambas ciudades son las mismas. La diferencia, sin embargo, radica en los sonidos. El centro de Hoi An es silencioso, tranquilo, ya que todo el ruido de la ciudad está concentrado a pocas cuadras, en el mercado local. Ahí, la velocidad vietnamita sigue intacta: las mujeres acomodan su oferta de frutas y verduras en varias mesas, pegadas una al lado de la otra, y conversan a los gritos. Los hombres, mientras tanto, cargan los canastos de sus motos con baguettes frescas (herencia de la época colonial) y zigzaguen entre los puestos del mercado. Cuando llueve, todos se ponen impermeables, improvisan techos de plástico con bolsas y siguen como si nada. Vietnam, cuando llueve, no para: ni siquiera el agua es capaz de frenar las actividades de un país que está en movimiento constante, como la marea.
Aniko Villalba
Ámbito Financiero
Fotos Web
Publicado por
Luis Schpilman
en
11:25 p. m.
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