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sábado, 30 de mayo de 2009

Argentina: Los Andes a caballo

Alternativas de una nueva edición del legendario cruce de San Martín organizado por el gobierno de San Juan. Una historia nueva para contar.

Uno de los principales motivos que impulsan la realización de esta expedición a través de la Cordillera de los Andes es el de “homenajear al padre de la patria y apreciar cabalmente la magnitud de la gesta realizada 200 años atrás, con las dificultades y contratiempos propios de la época que debió sortear el general San Martín”, explica José Luis Gioja, gobernador de San Juan. También “pretendemos promover la integración con el país hermano de Chile y promocionar al turismo nacional e internacional la belleza y riqueza natural de esta región”.
De hecho, el Cruce de los Andes se realiza, sin interrupción, desde hace 5 años con una notable participación no sólo de aficionados a las cabalgatas de aventura sino también de turistas que desean conocer las vicisitudes que tuvieron que enfrentar en los albores de la independencia.

La travesía comienza en la ciudad de San Juan, desde donde nos trasladamos a la localidad de Barreal, ubicada a 150 km de Plumerillo, punto de partida del cruce sanmartiniano. Este poblado se encuentra a 1.660 metros sobre el nivel del mar, lo que puede ocasionar, en algunos casos, un ligero apunamiento en aquellas personas no habituadas a la altura. Hicimos noche en Barreal y desde allí partimos en los vehículos hacia la estancia Manantiales (80 km), lo que llevó unas dos horas por camino de ripio. Allí se cargaron las mulas y dio comienzo la cabalgata. Para entonces ya estábamos a 3.000 metros de altura.


El punto más alto
La primera experiencia duró unas cinco horas de marcha, donde no faltó ningún ingrediente: tuvimos calor, lluvia, granizo, frío y agua nieve (carrotillo para los lugareños). Todo esto hasta lo que sería el primer campamento en el Refugio Frías, a 3.800 m de altura y dispuesto por el personal de Gendarmería, en tanto que el regimiento de Infantería de Montaña 22, del Ejército Argentino, nos acompañó todo el tiempo.

El segundo día de marcha hacia el Refugio Sardinas no fue menos exigente. Y si bien no hubo ni lluvias ni nieve, el frío se hizo sentir y la altura también, ya que atravesamos el Espinacito a 4.800 metros, el punto más alto del recorrido. El consuelo fue una reconfortante cena preparada por el cocinero del refugio. El esfuerzo que significó este segundo día estaba previsto en el plan de la travesía, y el tercero fue reservado para recuperar energías. Serenatas y bebidas espirituosas en los refugios para combatir las condiciones climáticas amenizaron las noches y permitieron olvidar las tensiones del día, el cansancio, los precipicios y caminos angostos y empinados que cruzamos.


Dos banderas
Al día siguiente y ya repuestos iniciamos el camino hacia la frontera con Chile. Aquí nos encontramos con las autoridades del hermano país, y la emoción se hizo presente. Fue la conmemoración de un gran esfuerzo para un grupo tan heterogéneo que implicó 4 horas de dura cabalgata. Tras la colocación de placas conmemorativas, cantar unas coplas y homenajear las banderas de ambos países, iniciamos el camino de vuelta hacia Sardinas para pasar allí la noche y, al día siguiente, bajar hasta la estancia Manantiales.

El retorno significaba encarar la parte más peligrosa del recorrido, el descenso por un lugar llamado “La Honda”, que debió ser superado en grupos pequeños de cinco personas, cada una acompañada por un gendarme. El desgaste físico fue enorme. Tuvimos que adaptarnos al paso de las mulas que transitaban por un camino de 40 cm de ancho, y que cada cuatro pasos paraban a descansar debido a que a ellas también les costaba respirar. Todo esto al borde de un precipicio que nos hacía fluir la adrenalina por todo el cuerpo, especialmente cuando, a un lado del camino, un par de esqueletos de mulas funcionaban como una macabra advertencia. Pero toda la tensión se diluyó cuando llegamos al refugio y se armó una improvisada peña, con suficiente bebida como para calmar la sed y festejar la finalización de la extenuante jornada.

El último día camino a la estancia Manantiales fue una jornada para disfrutar. Parecía que las mulas percibían que volvían a su hogar y la bajada fue más rápida de lo esperado. En la estancia nos aguardaban las camionetas 4 x 4 que nos llevaron hasta la ciudad de San Juan con la promesa de una paella que se cumplió y fue acogida como corresponde.

Revista Weekend
Textos: Araceli Codesal
Fotos: Web

1 comentario:

Anónimo dijo...

Neuquén es lindo en la zona cordillerana,se puede andar a caballo en muchos lugarses. Los que se me ocurre vale la pena visitar son Caviahue y Copahue, Aluminé (lago - Rio), San Martín de los Andes - Junin de los Andes - , lcán Lanin, Circuito de los 7 lagos y Villa la Angostura, y Lago Traful.

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