Un vistazo a las mejores playas y un tour por la Vieja San Juan que comienza de día y termina de noche, bien tarde, a ritmo de salsa
La escena es curiosa: en la enorme explanada que lleva al fuerte San Felipe de Morro, decenas de chicos remontan sus chiringas (barriletes), con un mar demasiado azul para ser real, vigilado celosamente por las fortalezas del Viejo San Juan de Puerto Rico.
No muy lejos de allí, las cruces del cementerio Santa María Magdalena miran el agua, estampadas entre la colina y el cielo. Ese mismo mar fue, hace siglos, escenario de feroces batallas entre quienes, en distintos momentos de la historia, pretendían ingresar a la bahía -españoles, holandeses, británicos, corsarios-. Hoy, el Viejo San Juan tiene las fortificaciones mejor conservadas del Caribe y, por la noche, despliega un menú inagotable de sitios para bailar salsa y beber el mejor ron sobre la faz de la Tierra.
Se dice que en Puerto Rico hay una festividad para todo: se celebra el Día del Plátano, de las Chiringas y hasta el Día de la Hamaca. En cierta forma, este dato ilustra el carácter alegre, alborotado y bromista de los boricuas, que se siente en todo momento mientras uno recorre la ciudad. También se sabe que tienen fama de cacheteros, denominación que conceden a aquel que exige descuento por todo y que siempre pide que le fíen. Una anécdota lo ilustra muy bien: todos los años, en Reyes, el gobernador de Puerto Rico regala juguetes a los niños más necesitados. "Vienen todos a las 5 de la mañana a buscar su juguete y no les importa pagar 15 dólares de estacionamiento ni hacer colas larguísimas frente a la casa del gobernador con tal de que les den algo gratis, aunque al fin de cuentas les costaría más barato en cualquier juguetería", bromea el fotógrafo Miguel Angel Fernández mientras recorremos el Viejo San Juan.
La fuente de la juventud
Esa vivienda frente a la que desfilan niños y cacheteros es, de hecho, uno de los atractivos de la zona, ya que fue la residencia -llamada la Casa Blanca- construida en homenaje a Juan Ponce de León, conquistador español de Puerto Rico y primer gobernador de la isla de San Juan, en 1510. Lo extraño de este hombre es que estaba obsesionado con la existencia de una isla, ubicada al Noroeste, de nombre Bimini, donde había escuchado que existía una fuente de la juventud. Incluso, en 1512 se marchó en busca de esa isla. No sólo no encontró la juventud, sino que la vida se le fue en esa empresa.
Si uno observa el Viejo San Juan desde el cielo se dará cuenta de que se trata de una gigantesca ciudad amurallada, repleta de cafés, galerías de arte, museos y tiendas sobre calles adoquinadas, con el punto más alto en el fuerte San Felipe de Morro. ¿Where is the morro? (¿Dónde está el morro?) es la frase con la que se divierten los boricuas para identificar a los turistas norteamericanos, con quienes, en general, parecen tener una muy compleja relación de amor y odio.
Lo mejor es comenzar el recorrido por el Old San Juan en La Casita, puesto de información de la Compañía de Turismo de Puerto Rico, al oeste del Muelle 1, frente a la bahía, y caminar dejando a la derecha los muelles de cruceros. Luego, pasando frente al hotel Sheraton, se sube hasta la plaza de Colón para llegar al fuerte de San Cristóbal, otra de las fortificaciones emblemáticas de Puerto Rico, levantada en 1783 para contrarrestar los ataques por tierra. Este castillo está compuesto por laberínticos fortines, trincheras y túneles que enloquecían al enemigo. Sus ocho grandes salones hospedaban hasta 212 soldados.
Siguiendo el recorrido por la calle Norzagaray se divisa, a lo lejos, el morro, construido en 1539. Para entender su historia hay que tener en cuenta que San Juan era la puerta al Nuevo Mundo y era asediada por constantes invasiones de flotas europeas. El morro fue edificado por soldados, esclavos e ingenieros, que convirtieron a San Juan en una fortaleza impenetrable, con una inexpugnable pared que rodeaba la ciudad y puertas que se cerraban al anochecer.
Recorrer el morro con el océano turquesa de fondo, filtrándose en los recovecos y entre las paredes, es imaginar los barcos armados hasta los dientes, intentando ingresar a la bahía bajo el rugir de los cañones. El pobre sir Ralph Abercrombie puede dar cuenta de lo mal que le fue en su intento de conquista de San Juan, en 1797. Derrotado, escribió en su bitácora que la ciudad pudo haber resistido diez veces más armamentos que los que él llevaba consigo.
Saliendo del morro y regresando a La Casita, el punto de partida, se pasa por la plaza de Beneficencia y otra vez por la Casa Blanca. Después es muy bonito bajar por la calle San Sebastián hasta la plaza San José y luego doblar a la derecha hasta la coqueta plaza de la Catedral, donde está la histórica catedral de San Juan, cuya construcción comenzó en 1521. En ella descansan los restos del conquistador Ponce de León.
Después de hora
Todo lo que durante el día es un precioso paisaje colonial se transforma, por la noche, en un paraíso de barcitos, restaurantes y lugares para hangear (salir de farra, del inglés hang out). Un recorrido por el Viejo San Juan, pero esta vez bajo la luna, podría comenzar en el Nuyorican Café, en el callejón de la Capilla, donde se puede escuchar y bailar salsa, con un interesante mix de música electrónica muy experimental.
Si el programa es tomar un roncito para calentar motores, con un bocadillo para la ocasión, los bares imperdibles están sobre la calle San Sebastián: las barras preferidas son Nonos (con billar), La Tortuga y El Quinqué. En Dragonfly los tragos dulzones maridan muy bien (quién lo hubiese dicho) con una impensada fusión de comida asiática y puertorriqueña. Y muy cerca de allí, en el Toro Salao, las tapas resultan una maravilla. Hay que tener algo claro: en San Juan siempre habrá alguien dispuesto a llenar nuestros vasos con ron.
Los primeros martes de cada mes se realizan las Noches de Galerías, y los centros culturales permanecen abiertos hasta la madrugada, para acompañar la hangeada con un poco de historia. Dicho sea de paso, la piña colada también se las trae, sobre todo si se la bebe en el patio del Níspero, del hotel El Convento, sobre la calle del Cristo.
Pero ya basta de tragos, tapas y arte. Es hora de mover el esqueleto y participar de las clases de salsa en The Latin Roots, donde un viejito de 90 años con lentes negros -una suerte de Tony Soprano salsero y juerguista- saca a bailar todas las noches a las mujeres que se animan.
Para seguir la marcha es un buen consejo pasar de la salsa al reggaeton furioso que explota en Lazer, la disco del momento, siempre en el Viejo San Juan. Aunque también se puede tomar un taxi hasta Brava, en Isla Verde, la otra discoteca que causa sensación.
Así termina el recorrido de un día y una noche por lo más atractivo de San Juan. Y una cosa queda clara: la fama del ron puertorriqueño y de la alegría boricua está muy bien ganada.
Una playa para cada día del año
Arenas blancas y aguas turquesas y templadas que brillan por la noche. Estos son los mejores puntos para relajarse al sol en la isla caribeña
Los puertorriqueños están orgullosos de tener playas en las que, a diferencia de otros destinos, como República Dominicana, los turistas no son prisioneros de un resort. La isla tiene muy buenos caminos y es segura en toda su extensión -se puede recorrer de Este a Oeste en menos de tres horas, y de Norte a Sur en una hora y media-, lo que permite explorarla libremente, sin estar atado a la pulserita del hotel ni a multitudinarias excursiones armadas.
Hay quienes dicen que las mejores playas de Puerto Rico están en la zona este del país, donde el Caribe se despliega en su máxima expresión, con aguas turquesas y tranquilas, bordeadas por corales. Las islas de Culebra y Vieques son dos de los secretos mejor guardados de este paraíso caliente, a las que se accede en barco desde el puerto de Fajardo o mediante una avioneta que demora 20 minutos desde San Juan. Muchas guías de turismo aseguran que, en este milimétrico cruce de coordenadas, se encuentran las costas, las bahías y los cayos más bonitos del planeta. Playa Flamenco, en Culebra, es una síntesis del edén que nos enseñaron de chicos, con un mar cristalino impreso entre el cielo azul y las colinas verdes, donde, de lunes a viernes, no se ve un alma. Si Vieques está un poco más desarrollada comercialmente, Culebra tiene un toque definitivamente bohemio. "Es la playa hippie de Puerto Rico", aseguran.
¡A brillar, mi amor!
Lo cierto es que pese a ese creciente desarrollo hotelero las arenas de Vieques también son solitarias y pacíficas, con la playa Sun Bay como insignia, donde los visitantes más asiduos son un puñado de caballos salvajes que asoman sin complejos sobre la orilla. En Vieques, que alberga parte del gigantesco bosque pluvial El Yunque -nominado para ser una de las nuevas siete maravillas-, uno de los mayores atractivos es la bahía luminiscente de Puerto Mosquito, una de las pocas que hay en el mundo, cuya principal característica es que resplandece a la noche como si se hubiera prendido fuego. La explicación científica es que en cada litro de agua de esa bahía existen 190.000 organismos unicelulares fosforescentes que brillan cuando se los agita. Es una experiencia maravillosa deslizarse por esas aguas cuando cae el sol, porque los cuerpos brillan en el mar.
En la isla de Vieques ha desembarcado recientemente el primer hotel de la marca W del Sheraton, único en su tipo en el Caribe, con una inversión de 150 millones de dólares. Se trata de la línea boutique de la cadena y la noche cuesta desde US$ 300, aunque en la isla también hay otras opciones de posadas para pernoctar por menos de 100 dólares.
También en el este del país son fabulosas las playas aledañas a Fajardo, conocida como la metrópolis del Este. Allí está la Playa de Palomino, del Hotel Conquistador, y se puede acceder a los cayos de Icanos y Diablo, entre otros. El sitio es ideal hacer para paseos a vela, el snorkeling y el buceo. En Fajardo hay además una laguna luminiscente, imperdible por la noche.
Bucear y surfear
Puerto Rico es, para los buceadores, una meca a la que todos quieren llegar alguna vez. Si bien es cierto que la visibilidad bajo el agua es excelente en prácticamente toda la isla, el oeste y el sur del país ofrecen locaciones que merecen una mención aparte: por ejemplo, en la Porta del Sol (Oeste), con sus magníficos arrecifes de coral y las joyas submarinas que rodean Desecheo, una isleta deshabitada que tiene 24 lugares para bucear en un fondo rocoso, con una visibilidad de más de 30 metros. O en el Sur, donde los atractivos son la Reserva Nacional del Estuario de la Bahía de Jobos y la isla Caja de Muertos, en la costa de Ponce, que permite una aventura al estilo de la búsqueda del tesoro, con corales y una fauna marina colorida y deslumbrante. Todas esas películas y documentales que uno vio con gente nadando entre millones de peces de colores se hacen realidad al calzarse el snorkel y mirar hacia abajo. Un mundo paralelo se abre en cada una de las grietas de esos corales. Desde un enfoque borgiano, se podría aventurar que ese mar resume todos y cada uno de los mares del universo, en momentos pasados y futuros de la historia.
Pero lo máximo para los amantes del buceo es, probablemente, la Pared de La Parguera, en la costa sudoeste. Ubicada en la villa de La Parguera, se trata de una auténtica pared de 40 pies que desciende verticalmente hasta el fondo del mar. Quienes conocen el lugar pueden identificar unos 30 puntos en esta barrera, como Black Wall, Hole in the Wall, Efra´s Wall, y Fallen Rock, con sus inigualables jardines de coral.
En lo que respecta al surf, si bien muchos alaban las playas del norte del país -las olas de Hallow y Los Tubos-, en el oeste existe un paraje incomparable para los surfistas de pura cepa. Se trata de Rincón, un pueblo de 17.000 habitantes con olas de hasta 10 metros en las playas de Sandy, Parking Lots, Little Malibu y Dogsman.
Para los que prefieren quedarse en San Juan y las playas de la capital, un par de recomendaciones: Escambrón e Isla Verde, balnearios públicos muy bellos, pero más poblados y con mayor infraestructura.
Pequeña guía gastronómica
La cocina boricua logró posicionarse como la más sofisticada y original del Caribe. Este es el top five de los mejores restaurantes de San Juan
Definir la comida puertorriqueña no es tarea sencilla. Influida por las inmigraciones europeas y africanas, así como por los originarios indios taínos y, más recientemente, por Estados Unidos, la comida boricua ofrece fusiones impensadas.
En San Juan es sorprendente la oferta de restaurantes de primer nivel, con la típica cocina criolla, pero también asiática, francesa, española e italiana. Lo que sigue son los cinco mejores sitios para comer en la ciudad de San Juan, según la opinión de Zain Deane, uno de los más reconocidos críticos gastronómicos del Caribe, consultado por La Nacion.
1. Pikayo: el chef Wilo Benet es conocido como un auténtico embajador de la cocina puertorriqueña por la mezcla de comida criolla con técnicas e innovaciones modernas, tanto en los sabores como en las presentaciones de los platos. El hombre es, realmente, un artista. Si visitan Pikayo no pueden dejar de probar el pegao de atún con una salsita de chipotle.
2. La Casita Blanca: este restaurante, ícono de Santurce (uno de los municipios de San Juan), es pura cocina del barrio, sin trucos ni fusiones. Escondido y lejos de la zona hotelera, es uno de los lugares favoritos de los sanjuaneros, que llenan el pequeño salón para probar platos típicos como el pastelón de carn y patitos de cerdo. El almuerzo del domingo tiene status de leyenda.
3. Delirio: aquí se luce el consagrado chef Alfredo Ayala, alumno de Joël Robuchon. Delirio ocupa un espacio íntimo en una casona antigua en el barrio de Miramar. La cocina es moderna y minimalista, y el ambiente romántico y sensual, con toques góticos.
4. Budatai: es el cuartel general del chef Roberto Treviño, una estrella que ha aparecido en programas especializados como The Next Iron Chef y en revistas internacionales del rubro como Bon Appetit. En Budatai, Treviño desarrolla una deliciosa fusión de cocina asiática y caribeña, con acentos globales. Se recomienda el churrasco con ho fun y los blinis de pato rostizado con wasabi y crema fresca.
5. Aguaviva: los cuatro restaurantes del grupo Oof! (Dragonfly, Aguaviva, Parrot Club y Toro Salao) son muy recomendables, pero el menú de Aguaviva merece una atención especial por su oferta de cebiches originales acompañados con tostones, ostras frescas y la antológica paella del Nuevo Mundo, hecha con cous-cous.
Visa y conexiones
Para los argentinos, uno de los problemas a la hora de visitar Puerto Rico es que se requiere visa de ingreso a Estados Unidos. "Conocemos ese impedimento y también sabemos que nos falta una conexión aérea directa a San Juan (el 80% de los vuelos hace cambio de avión en Miami)", explica Clarisa Jiménez, presidenta de la Asociación de Hoteles y Turismo de Puerto Rico.
Actualmente, la isla es recorrida por 4 millones de personas al año y la mayoría de los turistas proviene de Estados Unidos, España y México.
Para los argentinos, en cambio, el destino por excelencia en el Caribe sigue siendo República Dominicana y su joya mielera (para recién casados): Punta Cana. La ventaja en este caso es que se fletan chárteres directos y no es necesaria la visa.
José Totah
La Nación - Turismo
Fotos: Web