Imagina venir de España y encontrarte de repente con policías ingleses. Imagina que un tipo con acento perfectamente andaluz dice "¡Soy británico!".
-Passports! Passports!
La voz del oficial de policía, en correcto y acentuado inglés británico, me hizo dar vuelta, confuso. Contemplé el lugar del que venía y luego, al que me dirigía, donde era recibido por este extraño policía salido de la nada. Se suponía que estaba en España y un minuto después, el oficial, con el característico sombrero elevado londinés, controlaba una larga fila de vehículos.
Claro, estaba entrando a Gibraltar.
Gibraltar es el estrecho del mismo nombre que separa al Océano Atlántico del mar Mediterráneo, y a Europa de África. Pero es también el nombre que identifica al famoso peñón: una monumental roca que en algo recuerda al Pan de Azúcar de Río, y desde la cual se puede ver la costa africana.
Y es, también, mucho más que eso.
Gibraltar es una ciudad. Un sui generis enclave británico en plena península ibérica. La disputa es vieja. El peñón de Gibraltar ha sido fuente de conflicto entre ingleses y españoles por siglos. La posición geográfico-estratégica del peñón -control de entrada a Europa, en especial del comercio- llevó a que varias naciones disputaran su dominación por cerca de 500 años. Ingleses, franceses, españoles y árabes se enredaron en escaramuzas sucesivas, hasta que los británicos lograron el control a mediados del siglo 18. Y ahí siguen hasta hoy, aunque España aún resiente el dominio inglés del enclave. Durante el siglo pasado se organizaron infructuosas comisiones para lograr el control bipartito. Aún hay roces y suspicacias entre españoles e ingleses, y el último incidente diplomático ocurrió el 17 de noviembre del año pasado, cuando la Armada Británica -en ejercicios navales- disparó en contra de una boya con la bandera "rojigualda" de España.
Gibraltar está 140 kilómetros al suroeste de Málaga, y sólo 27 kilómetros al este de la bahía y ciudad española de Algeciras. Desde el puerto de esta última se pueden tomar -en todo horario- ferries que cruzan el estrecho y que demoran algo más de una hora hasta Tánger, el principal puerto de Marruecos. O 40 minutos hacia la ciudad autónoma española de Ceuta, en territorio africano.
Al entrar a Gibraltar por tierra, desde la carretera N-351, la última ciudad española se llama La Línea. Muchos de sus habitantes trabajan en Gibraltar y deben cruzar todos los días "la verja", como se conoce a la empalizada que separa al asentamiento inglés del territorio ibérico.
Luego de eso, sorteado el control policial, lo primero que uno encuentra es un semáforo con una barrera. Si está cerrada y la luz en rojo, quiere decir que un avión está por aterrizar. Y así es. El problema es que no hay mucho terreno aprovechable en Gibraltar, y como la mayor superficie la ocupa el peñón -"The Rock", como se lo conoce-, el aeropuerto debió construirse en la estrecha franja de tierra del istmo. Por eso, no es raro tener que parar el auto para ver cómo un avión directo de Londres, Madrid o Málaga aterriza en la carretera, la misma que luego usarás para llegar a la ciudad, que comienza apenas 500 metros más allá.
Británico-andaluz
El Territorio Británico de Ultramar de Gibraltar, nombre oficial del enclave, es un sorprendente potpurrí de cultura británica, andaluza y árabe.
La ciudad y su arquitectura suenan a los de cualquier ciudad inglesa. En la plaza principal, o Grand Casemates Square, se ven, además de cafés y restaurantes de comida rápida, las típicas cabinas rojas, con una corona al centro y la palabra telephone sobre la puerta.
Desde la Casemates sale, en un recorrido transversal hacia el sur, la Main Street, un animado paseo peatonal y principal punto de encuentro de los gibraltareños. Son varias cuadras de negocios de todo tipo, entre boutiques, joyerías, bares y restaurantes de estilo inglés -con mucho fish & chips-, pero por sobre todo se ven casas de electrónica y tiendas de cigarros y alcohol.
Esto se debe, seguro, a que Gibraltar es zona franca. Gracias a esta regalía, miles de españoles -en su mayoría de Málaga, Marbella, Algeciras y Sevilla- cruzan "la verja" todas las semanas en busca de estos productos, considerablemente más baratos que en España. Eso también incluye a la bencina.
Por esto también, aunque el inglés es la lengua oficial, el indiscutido segundo idioma es el español hablado por los "llanitos", el gentilicio informal de los gibraltareños. Se trata de un castellano andaluz bastante agitanado, que en ocasiones se mezcla con palabras inglesas formando un spanglish divertido de escuchar.
Los "llanitos", al igual que su hablar, son una mezcla entre británicos y andaluces, con más influencia de estos últimos. A pesar de eso, a los gibraltareños no les gusta ser asociados con los españoles. Se sienten orgullosos de pertenecer a la Commonwealth, como dice su pasaporte, aunque el español se hable mayoritariamente entre los "llanitos" adultos, así como los más jóvenes hablan casi exclusivamente en inglés.
El tercer idioma en Gibraltar es el árabe, una muestra de la influencia marroquí en este enclave, que cuenta además con un símbolo: la imponente mezquita Ibrahim-al-Ibrahim, emplazada junto al faro de Europa Point.
Tres kilómetros al sur del downtown, es el punto más austral de Europa y mira directamente a África. Desde allí se pueden ver las decenas de barcos que todos los días cruzan el estrecho de norte a sur, o de oeste a este.
Habitantes de la roca
La Main Street termina su zona peatonal y se transforma en vehicular al llegar al viejo y pintoresco parque cementerio de Trafalgar, construido en 1798.
Con el enorme peñón de fondo, este parque es ideal para sentarse y descansar dentro de esta pequeña pero animada ciudad de 29 mil habitantes. Si se sigue al sur, se llega hasta los también hermosos y pacíficos Botanical Gardens, con vistas excelentes del puerto de Gibraltar y la Bahía de Algeciras. Más al sur y una hora y media después de salir desde Casemates, se llega a Europa Point, el faro.
Instalado aquí, uno puede ver cómo en las calles de la ciudad todavía algunos nostálgicos usan vehículos que tiene un british volante a la derecha, aunque aquí se conduce por la derecha, al revés que en Inglaterra. El cambio no es forzado, sino sensato: como el pequeño enclave está entre dos países que manejan por ese lado (España y Marruecos), los ingleses, siempre pragmáticos, decidieron mantenerlo.
Antes de volver y salir de esta lugar, es imprescindible llegar a la punta del peñón. Desde allí se obtiene una de las vistas más alucinantes del estrecho.
Luego, para volver, hay que cruzar otra vez "la verja".
El inglés es idioma oficial, pero muchos en Gibraltar hablan español.
Escalando el peñónSe puede hacer por teleférico desde los jardines botánicos, o a pie desde Casemates.
Además de monos de berbería, en el peñón se puede visitar su extensa e intrincada galería de túneles. Algunos fueron construidos entre 1778 y 1783, para ubicar cañones y soldados que lucharían contra las tropas franco-españolas. Siglos más tarde, en la Segunda Guerra Mundial, los militares británicos construyeron más túneles. En total hay unos 50 kilómetros de galerías.
Lujos y casino
Descendiendo hacia el oeste desde la plaza Casemates, se llega a Ocean Village, el sector más elegante de Gibraltar que incluye exclusivos edificios de apartamentos, un elegante casino, lujosos restaurantes, pubs, tiendas y una de las marinas más caras de Europa.
Allí atracan monumentales yates privados, de navegantes que proceden en su mayoría desde Estados Unidos, Inglaterra y Francia. El precio promedio de estas naves fluctúa entre los 10 y 100 millones de dólares.
Alojamiento
A pesar de su tamaño, en Gibraltar se puede encontrar una amplia oferta hotelera. Los dos hoteles top son el clásico The Rock y el Caleta. Ambos están sobre el peñón, tienen espectaculares vistas y promedian los 120 euros por habitación doble.
Para los mochileros de bajo presupuesto sólo existe una opción: Emile Youth Hostel, a dos calles de la Grand Casemates. Por 20 euros la noche, se consiguen camas en piezas compartidas (sin baño), un modesto desayuno y wi-fi.
Bruno Ebner (desde Gibraltar)
El Mercurio -Chile (Revista del Domingo)
Fotos: Wiki y el Mercurio
-Passports! Passports!
La voz del oficial de policía, en correcto y acentuado inglés británico, me hizo dar vuelta, confuso. Contemplé el lugar del que venía y luego, al que me dirigía, donde era recibido por este extraño policía salido de la nada. Se suponía que estaba en España y un minuto después, el oficial, con el característico sombrero elevado londinés, controlaba una larga fila de vehículos.
Claro, estaba entrando a Gibraltar.
Gibraltar es el estrecho del mismo nombre que separa al Océano Atlántico del mar Mediterráneo, y a Europa de África. Pero es también el nombre que identifica al famoso peñón: una monumental roca que en algo recuerda al Pan de Azúcar de Río, y desde la cual se puede ver la costa africana.
Y es, también, mucho más que eso.
Gibraltar es una ciudad. Un sui generis enclave británico en plena península ibérica. La disputa es vieja. El peñón de Gibraltar ha sido fuente de conflicto entre ingleses y españoles por siglos. La posición geográfico-estratégica del peñón -control de entrada a Europa, en especial del comercio- llevó a que varias naciones disputaran su dominación por cerca de 500 años. Ingleses, franceses, españoles y árabes se enredaron en escaramuzas sucesivas, hasta que los británicos lograron el control a mediados del siglo 18. Y ahí siguen hasta hoy, aunque España aún resiente el dominio inglés del enclave. Durante el siglo pasado se organizaron infructuosas comisiones para lograr el control bipartito. Aún hay roces y suspicacias entre españoles e ingleses, y el último incidente diplomático ocurrió el 17 de noviembre del año pasado, cuando la Armada Británica -en ejercicios navales- disparó en contra de una boya con la bandera "rojigualda" de España.
Gibraltar está 140 kilómetros al suroeste de Málaga, y sólo 27 kilómetros al este de la bahía y ciudad española de Algeciras. Desde el puerto de esta última se pueden tomar -en todo horario- ferries que cruzan el estrecho y que demoran algo más de una hora hasta Tánger, el principal puerto de Marruecos. O 40 minutos hacia la ciudad autónoma española de Ceuta, en territorio africano.
Al entrar a Gibraltar por tierra, desde la carretera N-351, la última ciudad española se llama La Línea. Muchos de sus habitantes trabajan en Gibraltar y deben cruzar todos los días "la verja", como se conoce a la empalizada que separa al asentamiento inglés del territorio ibérico.
Luego de eso, sorteado el control policial, lo primero que uno encuentra es un semáforo con una barrera. Si está cerrada y la luz en rojo, quiere decir que un avión está por aterrizar. Y así es. El problema es que no hay mucho terreno aprovechable en Gibraltar, y como la mayor superficie la ocupa el peñón -"The Rock", como se lo conoce-, el aeropuerto debió construirse en la estrecha franja de tierra del istmo. Por eso, no es raro tener que parar el auto para ver cómo un avión directo de Londres, Madrid o Málaga aterriza en la carretera, la misma que luego usarás para llegar a la ciudad, que comienza apenas 500 metros más allá.
Británico-andaluz
El Territorio Británico de Ultramar de Gibraltar, nombre oficial del enclave, es un sorprendente potpurrí de cultura británica, andaluza y árabe.
La ciudad y su arquitectura suenan a los de cualquier ciudad inglesa. En la plaza principal, o Grand Casemates Square, se ven, además de cafés y restaurantes de comida rápida, las típicas cabinas rojas, con una corona al centro y la palabra telephone sobre la puerta.
Desde la Casemates sale, en un recorrido transversal hacia el sur, la Main Street, un animado paseo peatonal y principal punto de encuentro de los gibraltareños. Son varias cuadras de negocios de todo tipo, entre boutiques, joyerías, bares y restaurantes de estilo inglés -con mucho fish & chips-, pero por sobre todo se ven casas de electrónica y tiendas de cigarros y alcohol.
Esto se debe, seguro, a que Gibraltar es zona franca. Gracias a esta regalía, miles de españoles -en su mayoría de Málaga, Marbella, Algeciras y Sevilla- cruzan "la verja" todas las semanas en busca de estos productos, considerablemente más baratos que en España. Eso también incluye a la bencina.
Por esto también, aunque el inglés es la lengua oficial, el indiscutido segundo idioma es el español hablado por los "llanitos", el gentilicio informal de los gibraltareños. Se trata de un castellano andaluz bastante agitanado, que en ocasiones se mezcla con palabras inglesas formando un spanglish divertido de escuchar.
Los "llanitos", al igual que su hablar, son una mezcla entre británicos y andaluces, con más influencia de estos últimos. A pesar de eso, a los gibraltareños no les gusta ser asociados con los españoles. Se sienten orgullosos de pertenecer a la Commonwealth, como dice su pasaporte, aunque el español se hable mayoritariamente entre los "llanitos" adultos, así como los más jóvenes hablan casi exclusivamente en inglés.
El tercer idioma en Gibraltar es el árabe, una muestra de la influencia marroquí en este enclave, que cuenta además con un símbolo: la imponente mezquita Ibrahim-al-Ibrahim, emplazada junto al faro de Europa Point.
Tres kilómetros al sur del downtown, es el punto más austral de Europa y mira directamente a África. Desde allí se pueden ver las decenas de barcos que todos los días cruzan el estrecho de norte a sur, o de oeste a este.
Habitantes de la roca
La Main Street termina su zona peatonal y se transforma en vehicular al llegar al viejo y pintoresco parque cementerio de Trafalgar, construido en 1798.
Con el enorme peñón de fondo, este parque es ideal para sentarse y descansar dentro de esta pequeña pero animada ciudad de 29 mil habitantes. Si se sigue al sur, se llega hasta los también hermosos y pacíficos Botanical Gardens, con vistas excelentes del puerto de Gibraltar y la Bahía de Algeciras. Más al sur y una hora y media después de salir desde Casemates, se llega a Europa Point, el faro.
Instalado aquí, uno puede ver cómo en las calles de la ciudad todavía algunos nostálgicos usan vehículos que tiene un british volante a la derecha, aunque aquí se conduce por la derecha, al revés que en Inglaterra. El cambio no es forzado, sino sensato: como el pequeño enclave está entre dos países que manejan por ese lado (España y Marruecos), los ingleses, siempre pragmáticos, decidieron mantenerlo.
Antes de volver y salir de esta lugar, es imprescindible llegar a la punta del peñón. Desde allí se obtiene una de las vistas más alucinantes del estrecho.
Luego, para volver, hay que cruzar otra vez "la verja".
El inglés es idioma oficial, pero muchos en Gibraltar hablan español.
Escalando el peñónSe puede hacer por teleférico desde los jardines botánicos, o a pie desde Casemates.
Además de monos de berbería, en el peñón se puede visitar su extensa e intrincada galería de túneles. Algunos fueron construidos entre 1778 y 1783, para ubicar cañones y soldados que lucharían contra las tropas franco-españolas. Siglos más tarde, en la Segunda Guerra Mundial, los militares británicos construyeron más túneles. En total hay unos 50 kilómetros de galerías.
Lujos y casino
Descendiendo hacia el oeste desde la plaza Casemates, se llega a Ocean Village, el sector más elegante de Gibraltar que incluye exclusivos edificios de apartamentos, un elegante casino, lujosos restaurantes, pubs, tiendas y una de las marinas más caras de Europa.
Allí atracan monumentales yates privados, de navegantes que proceden en su mayoría desde Estados Unidos, Inglaterra y Francia. El precio promedio de estas naves fluctúa entre los 10 y 100 millones de dólares.
Alojamiento
A pesar de su tamaño, en Gibraltar se puede encontrar una amplia oferta hotelera. Los dos hoteles top son el clásico The Rock y el Caleta. Ambos están sobre el peñón, tienen espectaculares vistas y promedian los 120 euros por habitación doble.
Para los mochileros de bajo presupuesto sólo existe una opción: Emile Youth Hostel, a dos calles de la Grand Casemates. Por 20 euros la noche, se consiguen camas en piezas compartidas (sin baño), un modesto desayuno y wi-fi.
Bruno Ebner (desde Gibraltar)
El Mercurio -Chile (Revista del Domingo)
Fotos: Wiki y el Mercurio
2 comentarios:
Mucha gente no va por su ocupación británica. A mí personalmente me da exactamente igual si permanece bajo control británico o se independiza, deben decidirlo sus habitantes. En cuanto al tema del paraíso fiscal es otro asunto muy diferente y éso sí que es algo en lo que la Unión Europea debería hacer algo pues no puede permitirse que tengamos esto en una de las puertas de entrada a Europa.
Felicitas- Hoteles Buenos Aires en Capital-Alojamiento en Buenos Aires-Hotel En Buenos Aires
Interesante tema, gracias por la información sigan publicando.
Publicar un comentario