• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

lunes, 26 de abril de 2010

Actividades turísticas poco convencionales

Olvidemos por unos instantes las caminatas por las sierras, tomar sol en la playa, o esquiar en la nieve. El mundo ofrece miles y miles de alternativas para innovar a la hora de realizar actividades turísticas. ¿Se anima a nadar al borde de la caída de una catarata? Hay gente que lo hace en Zimbawe. Probemos con algo distinto. Olvidemos por unos instantes las caminatas por las sierras, tomar sol en la playa, o esquiar en la nieve. El mundo ofrece miles y miles de alternativas para innovar a la hora de realizar actividades turísticas.



Viaje a bordo del rompehielos 'Sampo' en Laponia, Finlandia
Después de 30 años de servir en esta labor, la embarcación fue destinado a brindar excursiones de un día, a través del Golfo de Botnia, partiendo desde el puerto de Kemi. Considerado el único rompehielos turístico en el mundo, ofrece una experiencia única en el ártico.



Safari de tornados, USA

Cada año, los tornados arrasan la parte central estadounidense, siendo uno de los fenómenos climatológicos más imponentes y fascinantes. La propuesta no es otra que aventurarse en la persecución de este fenómeno de la naturaleza.




Nadar junto a las Cataratas Victoria, Zimbabwe

Nadar al borde de un caída de 110 metros parece una invitación para temerarios. Entre septiembre y diciembre los visitantes prueban esta experiencia extrema.




Mezclarse con ballenas y delfines, España

En Gomera, a unos pocos metros de la costa, se puede ver y disfrutar de cerca de estos mamíferos acuáticos. Otra de las razones por las que muchos la consideran una de las islas más bonitas del mundo.



Bucear entre los restos del Titanic, Terranova
La noche del 14 de abril de 1912 quedará marcada en la historia como el día donde uno de los barcos más famosos de la historia naufragó. Hoy es posible visitar sus restos. El viaje completo tiene una duración de 12 días.



Surfear en un volcán, Nicaragua
El volcán más famoso de Nicaragua, Cerro Negro, ofrece la posibilidad a sus visitantes de recorrerlo de una manera diferente. Sus cenizas se asemejan a la nieve, lo que permitirá subirse a una tabla de snowboard y surfear estas peculiares dunas volcánicas.

Urgente24
Videos: You Tube

lunes, 19 de abril de 2010

Isla de Pascua: aislados del mundo



La población más alejada de cualquier otro lugar habitado del planeta recibe cada vez más turistas, pero restringe la llegada de nuevos inmigrantes para preservar su cultura y el patrimonio arqueológico

Llegar al sitio más alejado del mundo es, en sí mismo, todo un reto cargado de curiosidad y adrenalina. Pero aquí, a casi 4000 kilómetros de cualquier otro punto habitado del planeta, hay otros condimentos: a la belleza innata de este archipiélago de origen volcánico se suma su rica cultura polinésica y una historia repleta de leyendas, mitos y misterios.

La isla, enclavada en medio del océano Pacífico Sur y regida por el gobierno chileno desde 1888 -también conocida como Rapa Nui (tierra grande) y Te Pito o Te Henua (ombligo del mundo)- propone cierta ruptura con lo convencional y una incursión hacia cuestiones esenciales de la existencia. En los últimos años, esa oferta la ha convertido en un destino elegido por quienes gustan del turismo arqueológico, ecológico y de aventura.

Con 166 kilómetros cuadrados y una morfología triangular, Pascua posee un clima subtropical, con 20°C promedio en el año, y suele estar atravesada por frescos vientos. Su superficie presenta leves ondulaciones dominadas por tres formaciones volcánicas: Maunga Terevaka (de 511 metros), Poike (de 370 metros) y el Rano Kau (400). En total hay alrededor de 70 cráteres, todos inactivos.

En su mayor parte, la costa está constituida por bordes rocosos y acantilados, y sólo hay unas pocas y pequeñas playas con arena. En algunos puntos altos sobre el litoral o al trepar a alguno de los volcanes se puede admirar un horizonte singular que permite observar la curvatura de la tierra.

Con sólo caminar unas pocas cuadras desde el aeropuerto local Mataveri se llega al centro de la capital, Hanga Roa, donde, entre coloridas casas bajas con techos a dos aguas, proliferan bares y restaurantes de comida típica -se destaca el curanto y diversas preparaciones de atún- y comercios de artesanías y provisiones. Hace apenas unos años se instaló aquí el primer hotel cinco estrellas. Hasta entonces, la oferta se limitaba a pequeños emprendimientos familiares, que aún hoy dominan el mercado de hospedaje



Los sitios de interés de la isla, declarada por la Unesco Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad en 1995, pueden recorrerse en vehículos con doble tracción, cuatriciclos, bicicletas, caballos o simplemente a pie. Si se escoge hacer una caminata matinal hacia la aldea ceremonial de Orongo es posible probar las guayabas silvestres que crecen a la vera del camino y disfrutar de los suaves vientos marítimos (tokerau). Como precaución siempre debe llevarse un rompevientos para protegerse de chubascos tan fugaces como inesperados.

El parque nacional Rapa Nui, creado en 1935, donde hay monumentos y estructuras arqueológicas, viviendas ancestrales, plataformas funerarias y piedras grabadas y pintadas (petroglifos y pictografías), ocupa un tercio de la superficie de la isla. Allí, con un celo cada vez más acentuado, los guías habilitados por la Corporación Nacional Forestal advierten a los visitantes sobre la intangibilidad de dicho patrimonio.

Según datos que manejan los operadores turísticos locales, sólo entre 2007 y el último año, los visitantes de la isla pasaron de 55.000 a 65.000. Llegan aquí atraídos por el enigma de los moais, enormes esculturas funerarias erigidas para brindar protección espiritual a los nativos (hasta ahora fueron halladas 887), en busca de explorar los senderos recónditos de la isla o con la intención de sumergirse en sus cristalinas aguas cuyo lecho costero posee una exuberante variedad de fauna y flora marina.

Con unos 4200 habitantes permanentes -de los cuales casi la mitad son de origen rapanui o polinésico- Pascua se enfrenta así a una crisis de crecimiento: su desafío consiste en ponerse a la altura del fuerte aumento de la demanda turística y, al mismo tiempo, tomar los recaudos necesarios para preservar su patrimonio cultural e impedir la polución de su medio ambiente.

Según la mitología pascuense, la isla habría sido ocupada alrededor del año 400 por Hotu Matu?a, rey que provenía de la isla de Hiva y que llegó aquí con un grupo de súbditos huyendo de un cataclismo.

En el siglo XVIII llegaron varios navegantes occidentales. El primero, el holandés Jacob Roggeveen, que en 1722 bautizó el lugar como isla de Pascua. Le siguieron excursiones inglesas, españolas y francesas. Pero según los isleños, ninguno se afincó en el lugar por su aislamiento y porque no hallaron aquí fuentes de riqueza.

Asomados, por unos días, a los enigmas que plantea el legado ancestral de los nativos y cautivados por la suave belleza de la isla, los forasteros suelen emprender el regreso no sin cierta perplejidad. Al fin y al cabo, en ninguna agencia de turismo les prometieron develar el milenario misterio que sigue intacto en la isla, a la espera de nuevos visitantes.



Crecimiento demográfico
En poco tiempo, el gobierno chileno enviará al Congreso un proyecto para modificar la Constitución trasandina y permitir fijar nuevas reglas migratorias para ingresar en el archipiélago.

Días atrás, el 96,3% de los miembros de la etnia rapanui votó en una consulta popular a favor de la reforma constitucional. De los 706 votantes, 678 se inclinaron por apoyar los cambios para regular permanencia y residencia de visitantes. Sólo se opusieron 26 sufragios, el 3,68% de los votantes, mientras que un 0,28% (2) de las papeletas resultaron nulas.

El plebiscito se enmarca en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que entró en vigor en Chile el 15 de septiembre último y reconoce el derecho de los indígenas a ser consultados sobre las medidas legislativas que les afecten.

La principal preocupación en Hanga Roa tiene que ver con limitar al máximo el crecimiento de la población a partir de migraciones. De hecho, ya existen leyes que no hacen nada sencilla la decisión de alguien venido de afuera de quedarse a vivir en la isla. Por ejemplo, está prohibido a los foráneos comprar o alquilar predios y construir.

Según el último censo de población, realizado en 2002, en la isla viven 3800 personas, pero los cálculos de las autoridades locales indican que en la actualidad habría más de 4200 habitantes.

El crecimiento demográfico, según los lugareños, pone en riesgo la preservación ecológica y cultural de este remoto territorio, además de quitar oportunidades laborales a los habitantes locales.

En agosto último, los pascuenses tomaron una medida drástica: un grupo ocupó durante dos días el aeropuerto local para exigir mayor control migratorio. Enseguida, el gobierno de Michelle Bachelet reaccionó y anunció que los turistas que llegaran a la isla deberían presentar una tarjeta de control migratorio especial. La experiencia comenzó a aplicarse en septiembre, pero un fallo de la Corte Suprema de Justicia declaró esta medida ilegal, arbitraria e inconstitucional. Como alternativa se dispuso que el llenado de la tarjeta sea opcional.


Datos útiles
Dormir, comer, pasear
* Hoteles: la mayoría incluye desayuno y los precios varían de US$ 40 a 100 por la habitación single.

* Curanto: comida horneada sobre piedras enterradas, a base de pescado, pollo, carne, papas, batatas, zapallos y bananas.

* De noche: shows de danzas con ritmos cadenciosos de la Polinesia con bailarinas con polleras de hojas naturales.

* Orongo: es la antigua ciudad ceremonial, en la cumbre del volcán Rano Kau. Allí se realizaba una competencia entre jóvenes nativos por el liderazgo de las tribus, que dio lugar a la leyenda del hombre pájaro.

Pablo Morosi
La Nación - Turismo
Fotos: Web

martes, 13 de abril de 2010

El inolvidable sabor de Vietnam


En la incesante Ho Chi Minh City, un itinerario por sus cocinerías es una buena excusa para conocer y caminar. La esencia austera que distingue la comida vietnamita es la mezcla de su historia con sabores que resultan -para algunos- imborrables.

La primera noche sazonaron sus platos con maestría. Al día siguiente, burlaron la carta y compraron a escondidas los mariscos que nos dieron en el bote. Nos invitaban a descubrir esos sabores que los devolvían a la infancia: Ivan Dang y Vince Duong, dos vietnamitas que escaparon en balsas del régimen comunista, volvían a su país después de treinta años en calidad de turistas y con pasaporte norteamericano.

La memoria es frágil para los sentidos, pero en cuanto al gusto, es implacable. Ajenos al paisaje, Dang y Duong volvían antes que nada para comer. Recordaban los sabores con nostalgia, como la esencia de lo que resignaron.

Antes de despedirme, me hicieron una lista de recomendaciones para conocer Ho Chi Minh City. Guiados por sus paladares autóctonos, Dang y Duong fijaron el itinerario de especialidades que debía probar en la ex Saigón.

Así que llegué de tarde, sin haber almorzado. Busqué alojamiento en uno de los cien hoteles y hostales que abundan en Pham Ngu Lao, el barrio donde convergen los mochileros y, dispuesto a tarjar alguno de los platos de la lista, salí a caminar en busca de comida.


Menú internacional

No fue fácil dar con los primeros. Aunque popular en el mundo entero, la comida vietnamita no es la estrella en el barrio más turístico de su capital culinaria. Las decenas de restaurantes, bares y cocinas que animan el incesante ajetreo de Pham Ngu Lao, ofrecen comida turca, italiana, coreana o japonesa, e incluso mexicana antes que un buen plato de sopa o pho.

Un letrero de neón salva la noche: Real vietnamese food. Me siento en una mesa de bambú sobre la calle y pido una cerveza 333 mientras le muestro el cuaderno al garzón del Pao Café Saigon. Al ver la lista, marca dos de las escalas: pho ga y goi cuon.

El mozo trae el pho ga, una sopa que se toma con palitos y cuchara, a base de fideos noodle, trozos de pollo, ajíes y dientes de dragón. Un caldo fresco, aunque caliente, aromatizado por hojas de anís que llegan en un plato aparte para sumergirlas a gusto.

Luego trae los goi cuon, arrolladitos de primavera. Para untarlos no traen soya, sino un aderezo de ají, salsa de tomates y mayonesa, bastante parecido a la salsa golf. La crujiente hoja de papel de arroz envuelve un relleno de camarones y calamares mezclados en un batido de leche que se deshace suavemente en la lengua. "Está picante", me advierte el mozo. "Sí", le alcanzo a responder.


Al mercado

Dejo constancia del primer efecto secundario: ardor en la boca por 40 minutos, romadizo y anulación del sentido del gusto hasta dos horas después. Al anochecer una sopa tiene sabor a nada. Al día siguiente, me dispongo a degustar con aprensiones.

Parto al Mercado Ben Thanh a las 9 de la mañana atravesando el parque 23/9. Calculo un promedio de dos pasajeros por moto y 20 motos por cada auto en la congestión permanente que asedia al centro de Ho Chi Minh City. Logro cruzar la rotonda y entro al mercado por una de las puertas laterales. El calor agrava la sed y quita el hambre.

Aparezco en un gran bazar con decenas de pasillos asignados a mercaderías diversas, racimos de zapatos, textiles replicados de marca, baldes plásticos, sombreros y, a juzgar por el olor, todo un sector de cocinerías con ingredientes locales. El calor y los vapores, el sudor de las carnes fritas y el olor del caldo, me obligan a tomar asiento, respirar hondo y pedir una cerveza. Le muestro la lista a la cocinera. Sólo tiene bánh canh: en Vietnam se toma sopa hasta al desayuno. La cocinera me pasa el bol y me describe con dificultad los ingredientes. Aunque me los señala crudos en la vitrina -en otros locales además están vivos- no reconozco más que algunos. El caldo, con ajo y perejil, inunda un nido de fideos de aspecto anélido, los bánh canh. Creyendo que es pernil, como carne de patas de cangrejo. Por 40.000 VND (mil pesos chilenos), la cerveza reconforta y el sabor del caldo es bueno.


Otra ciudad

Desde el mercado hacia el norte, Ho Chi Minh City cambia su aspecto de ciudad asiática y dibuja su fisonomía con estéticas e ideales occidentales. El área de Dong Khoi, entre el parque Cong Vien Van Hoa y la ribera del río Saigón, es el destino exótico que ambicionaron los franceses en el siglo diecinueve y que encandiló a los norteamericanos hasta que perdieron la cabeza.

Sigo rumbo al Museo de los Restos de la Guerra. En el camino paso junto al templo hinduista de Mariamma, diosa del mar. El calor es fuerte y los templos son lugares frescos. Imagino a Dang y a Duong a los diez años, cada uno en una balsa, abrasados por el sol, con los labios partidos, flotando con sus familias cada uno a un país distinto del que querían. Mariamma los llevó a cada uno a una costa diferente: Dang recaló en las Filipinas y Duong fue asilado en Malasia.

Esperaron años como refugiados antes de ser enviados a Los Angeles, donde se conocieron en la misma escuela. La exhibición del museo abre citando justamente la Declaración de la Independencia de Estados Unidos: todos los hombres nacen iguales, con derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Pero todo lo que sigue a continuación, es el registro cruento de un abuso irreparable -la nada que queda-, esquirlas de una guerra que truncó historias como las de Dang y Duong.

Camino por Vo Van Tan hasta la calle Pasteur. Es hora de almorzar pero sólo encuentro un Jollie Bee, una cadena local de comida rápida que vende hamburguesas. No es la idea.

Torres altas, autos lujosos, tiendas de departamento; en Dong Khoi, la ciudad se trasviste condescendiente a los gustos extranjeros. Más allá, el Palacio de la Independencia habla con orgullo de una derrota, de la caída de los invasores embebidos con el lujo y la opulencia hasta que las fuerzas revolucionarias entraron con sus tanques el 30 de abril de 1975.

Paseando por la cocina del Palacio, imagino a los guerrilleros esa noche preparando la comida. Abriendo despensas y enormes refrigeradores para descubrir sabores desconocidos. Si con agua, hierbas y sobras los vietnamitas han desarrollado una cocina de lujo, esa noche, levantada a pulso, los cocineros ciertamente se dieron un banquete.

Al salir ya son las tres y busco una apuesta segura. A 20 metros del Palacio, con abundante carta en platos tradicionales y una tropa de garzones diligentes, Quan An Ngon está recomendado en Lonely Planet. Al revisar la lista, encuentro una de las sugerencias de Dang y Duong: Com tâm (arroz partido; la chuleta que viene salteada a la plancha es el acompañamiento). Con música incidental y ambiente climatizado, el servicio es rapidísimo aunque la comida no sorprenda mayormente. Sigo caminando por el bien cuidado Dong Khoi desconociendo esta cara de la ciudad. A juzgar por las fachadas, podría ser cualquier lugar del mundo. Paso el Hotel Continental, después La Ópera coronando la avenida Le Loi, y a las cuatro de la tarde las calles están vacías, salvo por un par de vendedores y algunos inconscientes que caminamos a la hora de más calor. Pero tras alejarme del centro, doblo en una esquina y por fin, llegando al río, vuelve a aparecer Vietnam: ruido, gente, cocinerías y un mercado callejero.



Comida rápida

Los verdaderos restaurantes vietnamitas suelen ser cocinas pequeñas con pisitos plásticos sobre la vereda dedicados principalmente a una especialidad, la sopa o pho, por ejemplo, y en el trayecto de una caminata de 5 horas no apareció jamás el puestecito que supuestamente ofrece bánh xèo hace décadas. Bánh xèo es la pizza vietnamita. En ninguna carta especifica ingredientes y no ha sido fácil dar con ella.

Muestro la lista en un par de locales y ninguno tiene la supuesta pizza. Finalmente, en un restaurant de "comida italiana", descubro que hacen platos vietnamitas. Les pido si pueden prepararme uno aunque no esté en el menú. Nadie se hace problemas.

Desconfío de la descripción: una pizza es una pizza, justamente, en cualquier lugar del mundo. Y lo que llega, en nada parecido a una pizza, es una especie de taco que debe confeccionarse a mano rolando distintas capas de ingredientes al modo de, digamos, un habano. Sobre la hoja de una tortilla aceitosa, un omelette delgado en el que asoman tallos verdes, se ponen -a simple vista- camarones, cebolla, tocino, diente de dragón y hojas de menta y de anís. Se enrolla la tortilla con los ingredientes y ésta se envuelve en una hoja de lechuga que se unta en una salsa. Embetunado hasta los dedos, es un bocadillo interesante, pero no soy capaz de terminarlo. El sabor de la salsa -ajo, pescado, calamar y ají- hace el conjunto inolvidable.


La picá

Último día y me dirijo a Cholón, al mercado del barrio chino de Saigón, quizás el barrio chino más grande del mundo. Abrazado al chofer de la taximoto, la ciudad se extiende de sus márgenes históricos y aparece ineludible el presente cotidiano. Los cargadores cruzan las calles a ciegas, entre camiones distribuidores y vendedores ambulantes, en una zona de permanente tráfico, movimiento e intercambio.

El Binh Tay Market debe ser el proveedor del proveedor de los proveedores de los mercados chinos que abundan por el mundo con menaje y réplicas del original. Una ciudad dentro de la ex Saigón, pero en chino.
En la zona de alimentos, pasando las bateas con anguilas vivas, el olor a mariscos disecados y carnicerías con moscas pero sin refrigerador es apestoso. Me siento en el puesto 19, donde una anciana asintiendo me asegura que tienen bún riêu.

Había pensado dejar este plato para un restaurante caro, elegante, pero no he visto ninguno y parto a Hanoi esta misma tarde. Sale la orden, otra vez sopa: noodles, camarones, cerdo, cangrejo, hierbas, tomates -el caldo es rojo- e hígado de vaca. Sabe bien, pero es difícil sustraerse del entorno, en especial para un occidental acostumbrado a ciertas convenciones de salubridad.

Pago los 32.000 VND (850 pesos chilenos, bebida incluida) De regreso al centro, pienso dónde comeré después de ver el Museo de la Revolución. Leo sobre un lugar junto al mercado de Ben Thanh, el Pho 2000, que vendría siendo como La Picá de Clinton en Santiago. Pero no: quiero algo sólido, frito, que no se pueda sopear.

Recuerdo el entusiasmo de mis amigos vietnamitas cuando me describieron sus platos favoritos. Me falta probar los dos que encabezaban su lista: el nem nýong (una deliciosa variación de arrolladito primavera, relleno con zanahoria, fideos transparentes, champiñones negros y un poco de carne de cangrejo) y el bún cho (tiras de cerdo a la parrilla para untar en un pocillo con aceite, azúcar, pimienta y sal). El entusiasmo de Dang y Duong se me ha contagiado: necesito conocer estos sabores que fueron los sabores de su niñez.

Cae la tarde y finalmente lo encuentro: en el Bun Cha Ha Noi tienen nem nýong y el bún cho es la especialidad. Es un local chiquito, abierto a la calle, en un espacio que podría ser un taller de bicicletas, con fotografías de la dueña y los cocineros abrazados a una celebridad. Motos estacionadas en la vereda. Siete mesas plásticas mirando a la calle. El ventilador encendido, las luces apagadas y el aroma inolvidable que Dang y Duong recuerdan como una comida vietnamita de verdad. Los verdaderos restoranes vietnamitas son las cocinerías de las veredas.

Matías Celedón (desde Vietnam)
El Mercurio - Chile (Revista del Domingo)

martes, 6 de abril de 2010

El patrimonio cultural de América

Acaso menos conocidos y visitados que otros, 10 sitios, declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, proponen un viaje al pasado para descubrirlos y preservarlos.


1. Colombia - Parque Arqueológico de San Agustín
Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995, San Agustín, en el sur del departamento de Huila, a 520 kilómetros de Bogotá, fue habitado desde antes de la era cristiana por diferentes culturas, de las que sólo se conocen los vestigios que hoy se exhiben. En el parque se puede recorrer senderos que conservan la flora típica regional y se visitan las mesitas, (sectores) donde se encuentran esculturas y tumbas de personajes de la cultura agustiniana.

El parque arqueológico tiene una extensión de 78 hectáreas, y uno de sus principales atractivos es la fuente ceremonial del Lavapatas, una de las obras artísticas más complejas de esa sociedad desaparecida. Este sería un lugar sagrado, donde se realizan baños rituales de curación. En una ingeniosa obra de ingeniería hidráulica se pueden ver figuras talladas en piedra y bañadas por agua en distintos niveles. A Neiva, la capital departamental, se vuela todos los días desde Bogotá. De ahí, para llegar al parque hay que viajar 217 kilómetros. Instituto de Antropología e Historia, www.icanh.gov.co

2. Brasil - Ouro Preto y la Estrada Real
Es casi seguro que usted conoce Ouro Preto, aunque no lo sepa: ahí se graban las telenovelas históricas sobre el Brasil colonial. Esta ciudadela barroca fue el corazón de la fiebre del oro que vivieron los brasileños en el siglo XVIII, cuando se extrajeron casi 1500 toneladas en unos cien años. Eso según los estudios modernos, los mismos que dicen que el 80% de esa cantidad terminó en Portugal. Lo que quedó en Ouro Preto alcanzó para levantar una ciudad alucinante, llena de palacetes, iglesias señoriales y tesoros artísticos. Tanto que la ciudad es ahora la escala más famosa en el circuito llamado Estrada Real, ruta que pasa por los principales hitos del tráfico de oro y diamantes. En Ouro Preto, el recorrido ideal parte en la plaza Tiradentes (rodeada de joyerías) y continúa en el Museo de la Inconfidencia, donde se recuerda la primera intentona independentista de Brasil. Más tarde hay que visitar Nuestra Señora del Pilar por los 300 kilos de oro que decoran su interior, en un despliegue que combina estilos barroco, rococó y neoclásico. Esta es sólo una de las 22 iglesias de la ciudad. En San Francisco de Asís se atesoran obras de Antonio Francisco Lisboa, Aleijadinho, el mayor artista colonial del país. Desde aquí puede visitar otras ciudades de la Estrada Real. Esenciales son Congonhas y Diamantina, donde vivió la esclava más famosa de Brasil: Xica da Silva. Desde Belo Horizonte, la capital del estado de Minas Gerais, hay casi 100 kilómetros hasta Ouro Preto. www.ouropreto.org.br , www.estradareal.org.br

3. Chile -Iglesias de Chiloé
Las iglesias nacieron y se desarrollaron en Chiloé, el archipiélago del sur de Chile, con una sorprendente personalidad. Muchas fueron construidas a partir del siglo XVII y su arquitectura mezcló los planos de los religiosos españoles y el conocimiento de los artesanos de ribera de la isla, expertos fabricantes de barcos que adaptaron sus técnicas a la construcción de templos en maderas nativas (coigüe, ciprés o mañío, altamente resistentes a las lluvias en la zona, que a veces parecen un estado permanente). Aún hoy sorprende encontrar estos edificios característicos, levantados sin clavos, donde todo se sostiene en el ensamblaje. Este estilo dio origen a la Escuela Chilota de Arquitectura en Madera, y para conocerla más a fondo, la Fundación de Amigos de las Iglesias de Chiloé desarrolló la Ruta de las Iglesias, circuito que permite conocer y visitar varios de estos templos, incluidos cinco declarados Patrimonio de la Humanidad entre 2000 y 2001. Las iglesias de esta ruta se concentran especialmente en la zona oriental de la isla Grande de Chiloé, e incluye los templos de Colo (San Antonio), Tenaún (Nuestra Señora del Patrocinio, San Juan (San Juan Bautista), Dalcahue (Nuestra Señora de los Dolores) y Castro (San Francisco), además de otras edificaciones religiosas y atractivos de la isla, como las zonas donde aún se conserva la tradición de los artesanos constructores. De Santiago hay que volar a Puerto Montt y luego tomar un ferry para cruzar a la isla. La Ruta de las Iglesias considera un tramo de 187 kilómetros desde Ancud, en el extremo norte de la isla Grande de Chiloé. www.rutadelasiglesias.clwww.iglesiasdechiloe.uchile.cl

4. Perú - Chavín de Huántar
Entre la cordillera Blanca y el cañón del río Marañón se expande el Callejón de Conchucos, en el departamento de Ancash, 462 kilómetros al nordeste de Lima, en el corazón de los Andes. Es una zona que alberga paisajes de ensueño, pueblos cargados de tradición y destinos ideales para practicar deportes de aventura. Sobre esta ruta está el Monumento Arqueológico de Chavín de Huántar, que fue un lugar para ceremonias y rituales de los sacerdotes guerreros de la cultura Chavín, que floreció entre los siglos X y IV a.C. Su arquitectura en piedra incluyó hasta una técnica antisísmica. Se destacan representaciones como el lanzón monolítico (deidad principal de esta cultura) y las cabezas clavas o guardianes. A partir de este año, el circuito será iluminado en fechas especiales como Semana Santa, fiestas patrias y fines de semana largos. El sitio se visita de martes a domingo, entre las 9 y las 17, y lo más recomendable es ir también al Museo Nacional de Chavín, que exhibe piezas originales. Chavín de Huántar está a 2,5 horas de Huaraz. www.turismochavin.com.pe

5. Bolivia - Ruinas arqueológicas de Tiwanaku
Las ruinas de Tiwanaku pertenecen a una antigua civilización preincaica que se inició entre el 1500 y 1400 a.C., una de las primeras del continente. Están a 70 kilómetros al noroeste de La Paz, a 3885 metros sobre el nivel del mar y aún reflejan el esplendor de su cultura. Entre los hitos de la ciudadela están el templete semisubterráneo (con muros adornados con 175 cabezas de piedra caliza que muestran rasgos de diversas etnias) y el más famoso, la Puerta del Sol. Trabajada en un solo bloque de piedra de 10 toneladas, fue parte de una edificación mayor que pudo estar en la cima de la pirámide de Akapana. La visita puede terminar en el Museo Regional de Tiwanaku, que exhibe piezas de cerámica, piedra y metal, o fabricadas con huesos y restos humanos. El viaje por carretera asfaltada dura más de una hora, aproximadamente. www.redboliviana.com

6. Argentina - Manzana y estancias jesuíticas de Córdoba
El Camino de las Estancias Jesuíticas permite conocer, además de impactantes obras de arquitectura colonial, una historia de especial interés para el continente. La Compañía de Jesús se instaló en Córdoba en 1599 y comenzó a realizar una vertiginosa tarea de formación religiosa y laboral que derivó en la creación de una universidad y varios colegios. Para sostener a estas instituciones, los jesuitas formaron emprendimientos productivos, grandes establecimientos agrícola-ganaderos, con estancias construidas entre 1616 y 1725 alrededor de una iglesia o capilla. Parte de estas edificaciones se mantiene en buen estado, algunas tienen museos y constituyen el corazón de este circuito declarado Patrimonio de la Humanidad en 2000.

Son cinco las estancias: Colonia Caroya, Jesús María, Alta Gracia, La Candelaria y Santa Catalina, la más importante y uno de los mejores ejemplos del barroco colonial. También forma parte del circuito la Manzana Jesuítica en la ciudad de Córdoba, que incluye la iglesia de la Compañía de Jesús y el Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, el mejor lugar para comenzar el recorrido. Conocer las cinco estancias toma unos tres días, porque se ubican en diferentes sentidos: es posible alcanzar tres en una misma salida, yendo hacia el Norte, por la ruta 9 (Jesús María, Colonia Caroya y Santa Catalina, en un recorrido de unos 180 kilómetros desde Córdoba capital). La entrada a las estancias no supera los 6 pesos, y el ingreso a la Manzana Jesuítica cuesta 8. Ideal es ir en auto. www.cordobaturismo.gov.ar

7. Venezuela - Ciudad Universitaria de Caracas
En la Ciudad Universitaria de Caracas se concentra una buena parte del patrimonio arquitectónico moderno de la capital de Venezuela. Este conjunto urbano data de la década del 50 y agrupa los edificios sede de la Universidad Central de Venezuela, la principal casa de estudios del país. La Unesco lo declaró patrimonio en 2000 por el principio de la integración de las artes que guió el diseño del arquitecto Carlos Raúl Villanueva. En un recorrido por sus instalaciones, que puede durar dos o tres horas, es posible apreciar obras de artistas plásticos como Alexander Calder, Victor Vasarely, Víctor Valera, Oswaldo Vigas, Francisco Narváez y Jean Arp, entre otros. La Universidad también tiene un interesante jardín botánico con 400.000 especies vegetales, que sirve de pulmón vegetal a la ciudad. Es recomendable visitarla de día (entre las 8 y las 16), cuando hay actividades académicas, para poder ingresar en los edificios. Para orientarse, en el conjunto del aula magna y la plaza cubierta hay guías. Las visitas son gratuitas y se puede llegar en metro, desde las estaciones Plaza Venezuela o Ciudad Universitaria. Está en la parroquia San Pedro del municipio Libertador de Caracas.

8. Uruguay - Colonia del Sacramento
Colonia es una joya y todo el departamento guarda rincones tan inolvidables como poco conocidos. La ciudad abarca todo lo que se cobijaba tras las murallas construidas por orden del portugués Manuel de Lobo, para disputarle a Buenos Aires el tráfico por los ríos de la Plata y Paraná. Por casi cien años, esta ciudadfortaleza fue invadida y negociada. Ahora, los invasores son turistas, que con algo de suerte pueden ver un espectáculo o desfile de militares históricamente ataviados, luego de recorrer los museos, uno tras otro, repletos de cosas de la época de la Colonia.
www.colonia.gub.uy

9. Paraguay - Ruinas jesuíticas de Santísima Trinidad del Paraná
En el sur del país, muy cerca de Encarnación y a unos 30 kilómetros de la frontera argentina con Posadas, se encuentran las ruinas jesuíticas de Santísima Trinidad del Paraná. Construida en 1706 fue la última reducción de esa orden en el país, y permanece como un recuerdo vivo de aquellos tiempos gracias al buen estado de algunas edificaciones. Con la mayor iglesia construida por los jesuitas en esta parte del continente, el casco histórico cuenta también con una plaza imponente, un colegio, casas de antiguos habitantes indígenas, un cementerio y una huerta. La iglesia tiene un altar tan impresionante como sus arcadas y columnas. En la antigua sacristía hay un museo con esculturas, objetos y una maqueta de la misión. Recorrerlas lleva cerca de dos horas. Una recomendación es evitar la temporada estival, por las altas temperaturas. La mayor oferta gastronómica y hotelera en la zona se encuentra en Encarnación, tercera ciudad en nivel de importancia económica en el país. Está conectada, a través del puente Roque González de Santa Cruz, con la ciudad de Posadas. Por la ruta 6, que parte de Encarnación (ciudad enfrentada a Posadas), el viaje en auto es de apenas 20 minutos. También se puede llegar en ómnibus, que salen desde Encarnación hacia Buena Vista, Santa Rita y Ciudad del Este, y pasan por Trinidad. Las ruinas están en el kilómetro 31 de la ruta 6.
www.paraguaynatural.com.py

10. Ecuador - Santa Ana de los Ríos de Cuenca
En un valle de la cordillera de los Andes, al sur de Ecuador, aparece Santa Ana de los Ríos de Cuenca, ciudad colonial -conocida simplemente como Cuenca- fundada en 1557, que mantiene el trazado urbanístico original, diseñado por los hombres del emperador Carlos V. La mayor parte de sus edificios son del siglo XVIII, pero la arquitectura se modernizó con el empuje que le dio a la economía, en el siglo XIX, la exportación de quinina y de sombreros de jipijapa, también conocidos como sombreros Panamá. Quedan en pie algunas edificaciones del siglo XVIII, como los dos conventos de clausura, parte de la antigua catedral y algunas pocas casas particulares. El centro cuenta con 26 edificios de valor monumental, 602 de valor arquitectónico y 830 de valor ambiental. Según la Unesco, que la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1999, se distingue la belleza de su centro histórico, con un tipo particular de arquitectura republicana y la armonía que guarda con su entorno geográfico. Con mujeres que aún lavan sus vestimentas tradicionales en el río Tomebamba, la ciudad es conocida como la Atenas del Ecuador por ser cuna de artistas y cuenta con muchos encuentros culturales cada año. A 450 kilómetros de Quito, es la tercera ciudad más grande del país. Al aeropuerto de Cuenca llegan vuelos diarios desde Quito y Guayaquil. En ómnibus hay cerca de diez horas desde la capital y unas cinco desde Guayaquil. Las carreteras están en un estado aceptable. www.cuenca.com.ec


Y todo comenzó con una represa egipcia...
En 1959, la decisión de construir la represa egipcia de Asuán puso los pelos de punta a la Unesco, que lanzó una campaña internacional para evitar que el extraordinario templo de Abu Simbel -un auténtico tesoro de la civilización egipcia- fuera arrasado por los raudales del Nilo.

Finalmente, y gracias a las donaciones de 50 países, el templo fue desmontado y trasladado a una zona más alta y segura (el costo de la campaña ascendió a 80 millones de dólares).

El éxito de este faraónico esfuerzo (nunca mejor aplicado el término) inspiró el desarrollo y la adopción, en 1972, de la Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco, que fue ratificada por 184 países.

En un principio había dos movimientos: uno que se inclinaba por la conservación de los sitios culturales, y un segundo que bregaba por la conservación de la naturaleza. Finalmente, todas las partes lograron ponerse de acuerdo para incluir ambos aspectos, cultural y natural, en el texto de la convención.

Más de 30 años después se agregó formalmente la categoría de patrimonio inmaterial, también llamado patrimonio viviente, que vendría a ser la rama intangible del patrimonio cultural. Estaría compuesto, básicamente, por manifestaciones culturales populares que contribuyen a configurar la identidad de los pueblos, y que en muchos casos corren graves riesgos de desaparecer, como podría ser la tradición oral de Gelede, en Benin.

No es el caso del tango en nuestro país, que está más vivo que nunca, pero que de todos modos recibió la distinción de la Unesco hace menos de un año. Otras expresiones culturales que también fueron declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad son la caligrafía china, el Carnaval de negros y blancos en Colombia, el candombe uruguayo, la procesión de la primavera de las reinas de Gorjani en Croacia o la ceremonia indígena de los voladores en México.

¿Qué efectos prácticos conlleva esta distinción? Ninguno, más allá del reconocimiento de contar con un patrimonio que es valorado a nivel universal.

Sin embargo, en el caso del patrimonio cultural tangible y bajo determinadas condiciones, los sitios pueden obtener financiación para su conservación. El dinero se obtiene del llamado Fondo del Patrimonio Mundial, que a su vez se nutre de las contribuciones obligatorias de los países que forman parte de la convención.

Una de las campañas más largas de salvaguardia tuvo lugar en Venecia entre 1966 y 1993, después de las grandes inundaciones de 1965 (se restauraron docenas de edificios, entre ellos, el Palacio del Dux).

¿Cómo se seleccionan los bienes culturales? El proceso no es ni sencillo ni corto, pero alcanza con saber que los candidatos -que son presentados por los estados miembros- deben tener un sobresaliente valor universal y cumplir con al menos uno de una lista de 10 requisitos, desde representar una obra maestra del genio creativo humano hasta contener áreas de excepcional belleza natural e importancia estética .

Pero atención que la distinción no es para siempre: si un país no cumple con las obligaciones derivadas de la convención corre el riesgo de que sus sitios sean retirados de la lista del Patrimonio Mundial.

Fue lo que sucedió en 2009 con el Valle del Elba, en Dresde, donde la construcción de un puente en el corazón del paisaje cultural no logró conservar el valor universal excepcional por el que se inscribió .

Hasta ahora, la Unesco otorgó su preciado galardón a 890 sitios, de los cuales 689 son culturales, 176 naturales y 25 mixtos. Están distribuidos en 148 países, con Italia a la cabeza: tiene 44 sitios catalogados como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Lista completa de los sitios declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en América del Sur

Argentina


* Misiones jesuíticas guaraníes: San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María Mayor

* Cueva de las Manos, río Pinturas

* Manzana jesuítica y estancias de Córdoba

* Quebrada de Humahuaca

Bolivia

* Ciudad de Potosí

* Misiones jesuíticas de Chiquitos

* Ciudad histórica de Sucre

* Fuerte de Samaipata

* Ruinas arqueológicas de Tiwanaku

Brasil

* Ciudad histórica de Ouro Preto

* Centro histórico de Olinda

* Misiones jesuíticas guaraníes: São Miguel das Missoes

* Centro histórico de Salvador de Bahía

* Sanctuario de Bom Jesus do Congonhas. Brasilia

* Parque Nacional Serra da Capivara

* Centro histórico de São Luís

* Centro histórico de Diamantina

* Centro histórico de Goiás

Chile

* Parque Nacional Rapa Nui

* Iglesias de Chiloé

* Barrio histórico de Valparaíso

* Salitreras de Humberstone y Santa Laura

* Ciudad minera de Sewell

Colombia

* Puerto, fortalezas y conjunto monumental de Cartagena de Indias

* Centro histórico de Santa Cruz de Mompox

* Parque arqueológico de Tierradentro

* Parque arqueológico de San Agustín

Ecuador

* Ciudad de Quito

* Centro histórico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca

Paraguay

* Misiones jesuíticas de la Santísima Trinidad de Paraná y Jesús de Tavarangue

Perú

* Ciudad del Cuzco

* Santuario histórico de Machu Picchu

* Sitio arqueológico de Chavín

* Zona arqueológica de Chan Chan

* Centro histórico de Lima

* Líneas y geoglifos de Nazca y Pampas de Jumana (1994)

* Centro histórico de la ciudad de Arequipa

* Ciudad sagrada de Caral-Supe

Uruguay

* Centro histórico de Colonia del Sacramento

Venezuela

* Coro y su puerto

* Ciudad universitaria de Caracas

Conservación y turismo

El patrimonio cultural constituye la suma de expresiones materiales e inmateriales con que un pueblo define su idiosincrasia, por lo que abarca un panorama integral en el que se funden diversos horizontes: histórico, antropológico, arqueológico, espiritual, artístico, científico, tecnológico.

Un ejemplo de esta definición es la Quebrada de Humahuaca, en la que confluye un marco paisajístico de excepcional belleza con una de las acumulaciones más densas y completas que el país puede exhibir tanto en materia de patrimonio material como inmaterial: en la primera categoría se cuentan desde asentamientos prehispánicos (Tilcara o Los Amarillos) y capillas coloniales con magníficas pinturas del período (Uquía y Purmamarca) hasta una variada oferta museológica (Tilcara) y conjuntos escultóricos monumentales (Humahuaca); en cuanto al acervo inmaterial, éste se manifiesta en rituales festivos y religiosos -carnavales, misachicos, procesiones, ofrendas- que señalan el rico sincretismo étnico y cultural de la región mediante músicas y danzas de inusual colorido.

La declaratoria de protección de un monumento o sitio valoriza al bien en cuestión, con el fin primario de salvaguardarlo de la destrucción, del deterioro o de intervenciones indebidas, y el objetivo final y permanente de ponerlo en valor.

Tal operación concita en forma inmediata la consideración pública, y con ella la especulación económica respecto del turismo potencial que el nuevo monumento habrá de aportar a la región en que se encuentra y a la comunidad allí residente.

Y aquí estamos ante un tema delicado: por un lado, hay un legítimo derecho de los habitantes del lugar a beneficiarse directa o indirectamente con el flujo de visitantes, así como un derecho más general del público al conocimiento y disfrute del bien; pero a la vez hay un estricto deber de protección del mismo bien, que obliga a compromisos que regulen el acceso al mismo y los modos de controlar su manejo. Para comprender el tenor de los acuerdos que deben establecerse nos basta con un símil explicativo: ¿podríamos entrar en una sala teatral colmando, además de los espacios asignados, los pasillos y vías de escape? Seguramente no. ¿Eso restringe la ganancia del dueño de la sala y nuestro libre albedrío de acceder a la misma? Seguramente sí; sin embargo, las leyes y el sentido común nos obligan a aceptar tales reglas.

El turismo no puede eximirse de sujetarse a normas semejantes. Ya las hay en destacados sitios de patrimonio natural, que poseen severas restricciones numéricas para su visita, como es el caso de las islas Galápagos, en Ecuador, y de las Fernando de Noronha, en Brasil, y se está estudiando un régimen similar para las ruinas de Machu Picchu, en Perú, antes de que hordas indeterminadas de caminantes arrasen con las andenerías y senderos tallados en la piedra viva.

Por último, recordemos las fábulas de nuestra niñez: cuando la gallina de los huevos de oro fue abierta en canal para apropiarse de un golpe de su tesoro ésta perdió, junto con su vida, toda capacidad de continuar generándolo.

Alberto Petrina
Director Nacional de Patrimonio y Museos (Argentina)

La Nación - Turismo
Fotos: Web

lunes, 29 de marzo de 2010

Bogotá a la medida

Es fácil perderse entre las decenas de sitios turísticos y espacios renovados que vienen con el auge de esta ciudad. Por eso aquí una bogotana de nacimiento, una insider, nos cuenta los secretos de la ciudad, para que disfrute la Bogotá auténtica.



Recorra Bogota y alrededores con este video

Una vida cultural intensa: artesanías, teatro, música y poesía. El centro histórico se renovó (antes era peligroso) para convertirse en un espacio artístico y lleno de hostales, muy al estilo Valparaíso: casonas coloniales, calles estrechas con murales y esculturas y pasajes peatonales -como la avenida Jiménez / Eje Ambiental- donde conviven artistas y universitarios.

Junto a esta zona, llamada La Candelaria, están los edificios de gobierno. Por aquí circulan los "cachacos", bogotanos de antigua raigambre. Son fáciles de reconocer: con sus trajes oscuros y sus exagerados modales, parecen sacados de una película en blanco y negro. Lo "cachaco" también se vislumbra en el pequeño restaurante La Puerta Falsa (Calle 11 número 6-50), donde podrá comer un desayuno clásico bogotano: agua de panela con queso (bebida caliente de melaza y trozos de queso campesino adentro) y almojábanas (pasteles caseros).

Muy cerca está la casa de Rafael Pombo, el más reconocido poeta infantil de Colombia. Hoy convertida en fundación (Calle 10 con Cra 4), ofrece talleres de literatura y teatro que son dictados por actores caracterizados como sus personajes clásicos: Rin Rin Renacuajo y la Pobre Viejecita.

Caminando hacia el norte, llegará al Museo del Oro (Calle 16 número 5-41). Su restauración duró 10 años, así que es el nuevo orgullo patrimonial de los capitalinos. Sus salas modernas custodian la colección más grande de piezas de oro en el mundo. Era una visita obligada en el colegio, pero en su versión reloaded todos quieren conocer la nueva sala de La Ofrenda: un salón donde se puede experimentar la sensación de estar en una ceremonia mística como las que inspiraron la leyenda de El Dorado (martes a domingo de 9 a 18 hrs, $3.000, gratis menores de 12 años; domingo de 10 a 16 hrs., entrada gratuita).

La plazoleta el Chorro de Quevedo (Calle 13 Carrera 2), donde se presume que se fundó la ciudad, es el epicentro de la movida de los jóvenes y artistas bogotanos, el espacio hippie por excelencia. Se toma chicha de maíz y, en medio de ventas artesanales, la gente se sienta a escuchar cuentos y poesía al aire libre.

Un clásico también es el cerro de Monserrate, de madrugada o en la noche (el resto del día está repleto). Si sube a pie los 3.182 metros de altura se encontrará en el camino a deportistas y a peregrinos que lo ofrecen como un sacrificio. Si lo suyo no es el deporte ni la peregrinación, puede subir en funicular o en teleférico. Acá tendrá la mejor vista nocturna de Bogotá. Una vez arriba, no se pierda la comida bogotana (especialmente el ajiaco) de los restoranes San Isidro y Santa Clara. Y tenga cuidado si va con el novio: la tradición dice que quien entra al santuario de Monserrate en pareja no se casará. Mejor visite la basílica solito.

Bohemio
En las faldas de la cordillera oriental de Bogotá, donde hace unos años no se podía caminar de noche, hoy está el epicentro hippie-chic de la ciudad: La Macarena, restaurada, con casonas convertidas en lofts, galerías de arte, pequeños restaurantes (con tiendas de ropa alternativa) y recorridos en bicis vintage. Acá están el Museo Botero, el MAMBO y las Torres del Parque, construidas por Rogelio Salmona (apodado "el transformador de ciudades").

Escondido entre sus calles está el restaurante de Leo Cocina y Cava. Ella, Leonor Espinoza, es chef del Canal Gourmet, y su local, un secreto que se quiere conservar (aunque es uno de los mejores de Latinoamérica según las revistas especializadas). Su cocina es única. ¿La razón? Viajó durante dos años por todo el país descubriendo los secretos de la gastronomía ancestral, luego los fusionó con platos gourmet. Recomendado: el helado de Kola Román (una bebida fucsia y muy dulce que se toma en la costa caribe colombiana) con vainilla sobre rodajas calientes de plátano (Calle 27 número 6-72, reservar al 57-1 / 286 7095).

La Juguetería es un restaurante de comida colombiana (especialidad en parrillas), donde la inspiración son los más de 2.000 juguetes recolectados durante 7 años por sus dueños. Todo es hecho de juguetes: las mesas, los platos y los vasos. Sin embargo, no es un lugar para niños: su clientela -muy de elite- son ejecutivos y empresarios.

Gastronómico
La zona G está en el exclusivo barrio Los Rosales. Su oferta va desde Harry's, un bar cosmopolita, hasta Casa Vieja, un restaurante tradicional de comida colombiana. En La Cigale (Calle 69A número 4-93), su propietario, el chef François Cornelis, atiende personalmente. No es el típico restorán francés; su ambiente es más informal y sus platos son "a la minuta", con ingredientes frescos, comprados en pequeñas cantidades en ferias locales. Tiene una cava con 300 referencias para elegir el vino perfecto.

Si prefiere la exclusividad (es el único club dentro de la zona G) y la comida asiática (muy de moda entre los bogotanos), la mejor opción es Buda Gardens. Entre sus 50 socios hay empresarios y personalidades influyentes, como el presidente de Caracol (la cadena de radio más grande), el director estratégico del grupo Prisa, actores de moda y presentadores de noticias.

Para comer bogotano-bogotano tiene que ir a Club Colombia (Av. 82 número 9-11). No es parte de ninguna zona (G o T) pero definitivamente amerita ir. Insertado en el barrio Chicó -muy residencial-, una restaurada casa patrimonial resguarda el restaurante que unió los esfuerzos de los dos chefs colombianos más reconocidos: Leo Katz y Harry Sasoon. Espectacular la versión del ajiaco santafereño (el plato típico bogotano y muy diferente al ajiaco chileno, pues es una sopa espesa, hecha de tres tipos de papa, pollo y guasca, una hoja local). También es el lugar ideal para tomar en copa la clásica cerveza Club Colombia, creada en 1949 y elegida en 2008 la mejor cerveza del mundo.

Chic
Bogotá es conocida como una ciudad fría (aunque el cambio climático tiene a la ciudad con temperaturas récord de 26 grados). Para vestirse, piense en el equivalente a ropa de otoño en Chile: vestidos, leggins, botas y abrigos. En Bogotá la ropa es mucho más barata que en Santiago (casi el 50%). El mejor lugar para comprar: la zona T.

En la Calle de los diseñadores (Calle 82 Cra 11 a 14) encontrará las famosas carteras con mariposas de Mario Hernández y los tejidos en lana artesanal de Pepa Pombo. No se asuste: los precios son razonables.

Hacia el occidente encontrará pequeñas tiendas de diseño alternativo y muy trendy. Por ejemplo, se puede conseguir ropa con telas recicladas (Cra 13 entre calles 82 y 83).

La zona T también es reconocida por sus restaurantes y vida nocturna. Los pubs de cerveza artesanal y de martinis con frutos exóticos y de colores son los preferidos. El bar de moda: Pravda (Calle 83 número 12-20), es el punto de encuentro de los diseñadores, modelos y fashionistas de la ciudad. Para conseguir mesa, es recomendable llegar temprano y "tardear" -pasar la tarde- en su terraza. Si no lo logra, puede quedarse en uno de los múltiples bares de su estilo que se han creado alrededor.

Rumbero
En Bogotá no hay previas. La rumba empieza a las nueve y, si llega después de las diez, seguro no encontrará cupo en ningún lugar. La recompensa: terminará su jornada de 9 horas de rumba encima de la mesa, bailando entre botellas (porque en Colombia, el licor se pide en botellas).

Andrés Carne de Res de Chía (un pueblo a las afueras de la ciudad) es el mejor sitio de rumba de Bogotá. Ir a Andrés es un hito entre los bogotanos, a tal punto que la primera visita es conocida como el "el bautismo de la rumba". Nunca se olvida. Su éxito esta en el ambiente donde todos los detalles son divertidos y en que el ánimo de la gente se potencia con grupos de teatro que bailan y entretienen.

En su versión de Chía, a los más jóvenes les asignan las mesas de la tienda y de la barra del fondo, mientras al Presidente de la República, o a Juanes, los instalan en "El Trono", la mesa mejor ubicada, donde se baila sin estar tan apretado y dónde todo el mundo te ve. Hace poco fue inaugurado Andrés DC, en la zona T de Bogotá. Con una estética más industrial, tiene cuatro niveles: infierno, tierra, purgatorio y cielo. Allí van los candidatos a la Presidencia y las actrices de moda.

En los alrededores del Parque de la 93 (que en realidad es una plaza), encontrará las discotecas: Gaira (de Carlos Vives) para bailar vallenatos y Kukaramacara o El Sitio (con orquesta en vivo), donde se puede bailar de todo. No es raro encontrarse a un artista top cantando en la tarima.

Verde
Muy cerca de Bogotá el escenario se transforma. Todo es verde, rural y propicio para eco-aventuras. Para llegar, por la autopista norte o la Carrera Séptima, ármese de paciencia por el taco. Otra opción: coja el Tren de la Sabana, un tren turístico, con papayera incluida.

En la sabana encontrará pequeños pueblitos coloniales como Chía y Cota, donde puede comer dulces recién hechos como el merengón de guayaba o mazorca asada (choclo salado).

La Catedral de Sal de Zipaquirá es la protagonista. Después de descender 386 metros bajo tierra se llega a las 14 estaciones del Vía Crucis y a las tres naves, cada una de 13 mts de alto y una cúpula mayor. Todas las piezas son talladas en sal-roca.
De regreso a la ciudad, termine su viaje como todo bogotano, parando en el kiosko (Carrera 11, número 144-76) donde venden "las mejores empañadas de Bogotá": son fritas y con papa adentro. Créalo: saben mejor de lo que suena.
Nuevos HotelesCelebrities Suites es conocido porque sus habita- ciones están inspiradas en celebridades como Michael Jackson, George Clooney y Bob Marley (plan fin de semana para dos personas: 240 dólares más impuestos, Zona T: calle 74 #10-33 www.celebritiessuites.com). El Continental All suites (inaugurado el 11 de marzo) es un icono en la restaura- ción del centro histórico de la ciudad. Aunque conserva su fachada clásica, sus habitaciones son loft modernos (Avenida Jiménez con carrera 4. Telefóno 6063000. Tarifa por habitación doble 150 dólares más impuesto).

Mariné Moré Morera
Diario El Mercurio - Chile (Revista del Domingo)
Video: You Tube

sábado, 20 de marzo de 2010

Medio ambiente: dia mundial del agua


Cada día, dos millones de toneladas de aguas residuales se vierten en ríos y mares. El lunes, las Naciones Unidas concientizarán sobre la necesidad de conservar limpia el agua.

Ecuación. Según UN Water, tiene un costo mucho menor proteger los recursos hídricos antes que limpiarlos de la contaminación.

Que el principal recurso de nuestro planeta, del que dependen la vida y la continuidad de todas las especies, está en peligro no es ninguna novedad. Y aunque la conciencia por cuidar las grandes reservas de agua –que ocupan el 72 por ciento del total de la superficie terrestre– crece sostenidamente, las Naciones Unidas decidieron, hace 18 años, darle una visibilidad aún mayor a ese llamado.

Es por ello que el 22 de marzo es el Día Mundial del Agua, destinado a que las naciones generen actividades relacionadas con la conservación y el desarrollo de esos recursos hídricos. La resolución se tomó tras la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, que se celebró en Mar del Plata en 1992.

Allí también se determinó que, cada año, el trabajo se enfoque sobre una problemática particular. Este 2010 es el turno de la calidad del agua. Bajo el lema “Agua limpia para un mundo sano”, las instituciones coordinan seminarios y difunden documentales y actividades. Así, “reafirman que el agua limpia es vida, y que de la calidad del líquido vital depende que personas y ecosistemas se mantengan saludables”.

Según el último estudio comandado por la UN Water, la calidad de los recursos hídricos se ve amenazada cada vez más seriamente por la contaminación, aumentada en forma exponencial durante los últimos 50 años. Se estima que más de 2.500 millones de personas en todo el planeta viven sin un sistema adecuado de saneamiento, y que cada día, dos millones de toneladas de aguas residuales y otros efluentes son drenados hacia las aguas potables de todo el mundo. El problema más grave está en los países “en vías de desarrollo”: en ellos, más del 90% de los desechos sin procesar y el 70% de los desechos industriales terminan en los lechos de agua.


Cuidado consciente
“Resulta mucho más barato proteger los recursos hídricos que limpiar tras la contaminación”, puntualizan los funcionarios de Naciones Unidas. “Es por ello que dedicaremos este día a pensar que la protección del medio acuático asegura que los servicios que provienen de allí como la pesca, la recreación y el turismo, entre otros, sigan siendo posibles y sustentables”, dicen.

En las cuencas hidrológicas de la cadena montañosa Catskill, en Estados Unidos, es de donde se alimentan los suministros de agua potable de la ciudad de Nueva York. Allí, ejemplifica UN Water, por efecto de las actividades agrícolas desmedidas en la región, la calidad del agua disminuyó drásticamente durante los años 80. Pero en lugar de construir una gran instalación para tratar las aguas que abastecen a más de 9 millones de usuarios, “se adoptó un enfoque integrado de gestión para que cada propietario de las tierras de la zona pudiera tratar correctamente el agua”, detalla el informe. En Brasil, se elaboró un plan similar en la cuenca del río Paraná, que abastece el agua para la región de San Pablo, una de las más pobladas de América latina. Hoy se está reforestando.


Entre todos
Asusta, pero es cierto: según los expertos, para el año 2025 se calcula que dos tercios de la población humana tendrá algún tipo de restricción frente al agua dulce. En algunas regiones, más del 50% de las especies están en peligro si esto no se revierte. La responsabilidad recae en todos; por lo que desde las medidas más básicas -como no utilizar más agua de la que realmente se necesita- hasta las más complejas son bienvenidas.

Para más información sobre qué es necesario hacer, se puede visitar www.unwater.org/worldwaterday

Fuente: Perfil
Imagenes: Web

domingo, 14 de marzo de 2010

Canadá : Las mil caras de Toronto

Maravillas a la vuelta de la esquina: la sede del Royal Ontario Museum, diseñada por Daniel Libeskind

El centro económico de Canadá es también una de las ciudades más étnicamente diversas de Occidente, toda una sorpresa para el viajero desprevenido. De los coloridos barrios de inmigrantes a la más moderna arquitectura, demasiado para ver

Después de casi una semana preguntando a medio mundo (o por lo menos a gente llegada desde medio mundo), Fatos Pristine es el primero en dar una definición clara de esta ciudad canadiense. Si hasta parece levemente molesto por lo obvio de la respuesta: "Toronto es... ¡esto!", dice el enérgico inmigrante albanés, de cincuenta y pico de años, y agita los brazos mirando a su alrededor.

Esto es Cheese Boutique, lugar al que todo amante del queso sin limitaciones presupuestarias debería ir ya, esta misma tarde, si puede: un gran local en Ripley Avenue, Toronto, uno de los mercados gourmand más completos del mundo, un increíble templo que concentra lo más rico de todas partes, desde quesos, obvio (pidan ver el provolone de 400 kilos), hasta dulce de leche; lo que se le ocurra.

Así que Fatos tiene razón: la ecléctica selección de Cheese Boutique representa bien el multiculturalismo de la anglohablante Toronto, ciudad que se enorgullece de albergar pequeñas y grandes comunidades de inmigrantes de hasta 150 países, cuyo nombre significa lugar de encuentro en la lengua de los aborígenes hurones. Su lema lo dice todo: La diversidad, nuestra fuerza.

Hoy, en particular, es sábado al mediodía y la tienda del albanés invita a un festival argentino (iniciativa de su encargado de relaciones públicas canadiense, pero hijo de un matrimonio porteño). No es otra cosa que un informal agasajo a clientes, amigos y vecinos, con asado, vino y postre de dulce de leche, musicalizado con tango y una pareja de bailarines en vivo entre pósters de las cataratas del Iguazú y el glaciar Perito Moreno.

Repasemos: un albanés experto en quesos italianos que reside en Canadá y prepara asado argentino para su elenco de invitados de un buen número de combinaciones raciales. OK: así es un sábado al mediodía en Toronto.

Quien dude de Fatos o sospeche que es sólo un caso aislado, no tiene más que salir a las calles de esta sorprendente ciudad. Que empiece, por ejemplo, por Little India, Little Portugal, por el distrito griego o por uno de los dos barrios italianos, o que haga un tour por las iglesias ortodoxas rusas. Si prefiere la cultura china la cosa será más complicada: sin contar el área suburbana, Toronto tiene tres Chinatown (uno, en lo que fue el tradicional barrio judío, a metros de donde se concentran miles de inmigrantes centroamericanos y caribeños). Toronto parece uno de esos parques de diversiones organizados en sectores temáticos con escenografía al tono, pero con gente real en lugar de empleados-actores.

La ciudad de cristal

Bajo tierra y desde el aire
Capital económica y ciudad más poblada de Canadá, Toronto tiene 2,5 millones de habitantes, algo más que la mitad que Buenos Aires, con otros tres millones en los alrededores. Según cifras no oficiales, la mitad de esta gente nació en algún otro país y emigró sobre todo a partir de los años 60. Hoy no resulta fácil encontrar canadienses de más de dos generaciones en esta tierra.

Eduardo, por ejemplo, es ecuatoriano, de Cuenca, y llegó a Toronto en 1972. Ahora es guía turístico y pinta en términos muy simples el papel de las colectividades en la ciudad: "Los indianos (sic) son choferes de taxi; los escoceses, bomberos; los irlandeses, camioneros; los mexicanos recogen fruta; los italianos y portugueses trabajan en la construcción", recita, fuera de broma. Sin embargo, aclara que de los miles de extranjeros que prueban suerte cada año en la ciudad, una mayoría no resiste y vuelve a su país de origen. "No soportan el infierno", explica con un acto fallido que, ups, corrige rápido: "¡No! Quiero decir el invierno, el in-vier-no! ¡Perdón!"

Y sí, el invierno puede ser un castigo. Aunque no tan fría como otras partes del país y con un verano templado, Toronto baja hasta -30°C en diciembre y enero, con un promedio de -5°C. Complicado, particularmente para un latino.

Pero el problema del frío generó justamente una de las cosas más hot de lo que hay que conocer en esta ciudad: el Path, 27 kilómetros de túneles mayormente bajo los rascacielos vidriados del corazón financiero. El Path es el mayor shopping subterráneo del mundo y conecta cincuenta edificios de oficinas con cinco estaciones de metro, 1200 negocios, seis grandes hoteles y veinte estacionamientos, para que la vida continúe aun cuando afuera todo se ha congelado.

Accesible por el Path, el gran templo de esta Crystal City es la Allen Lambert Gallery, diseñada por el valenciano Santiago Calatrava. Similar a la nave de una fantástica catedral, es una de las más características postales de la Toronto moderna o más bien futurista. Aunque con una curiosidad: en su interior contrasta la fachada de un edificio del siglo XVIII, trasladado allí dentro, piedra por piedra, desde su locación original a unas cuadras.

Tan fundamental como conocer los corredores bajo tierra de Toronto es irse al otro extremo y subir unos 500 metros por un veloz ascensor. Así se llega al observatorio de la Torre CN, una de las construcciones más altas del mundo y gran emblema arquitectónico de Toronto. La CN Tower duplica en altura al rascacielos más encumbrado del Downtown, por lo que la visita permite un claro panorama de cómo se despliega la urbe junto al inmenso lago Ontario. La vista es espectacular, pero en días de mucho viento (que no son raros) hay que soportar la oscilación de este gigante: sí, se nota que la torre se mueve. Los fanáticos, por cierto, pueden instalarse en el piso del restaurante giratorio para, entre la entrada y el postre, tener un impresionante panorama de 360°.

Después de conocerla desde abajo y desde bien arriba, lo que queda es salir otra vez a la superficie. En ese sentido, cuando la temperatura lo permite (en especial de mayo a octubre), se trata de una ciudad muy caminable. Desde el centro financiero, donde está la CN Tower, basta con andar unos minutos para encarar por Yonge, extensa e hipercomercial main street de Toronto. Desde allí se puede girar hacia Queen Street West, para sentir la Toronto más joven y alternativa (ahí están los diseñadores, los bares, las disquerías que aún sobreviven y hasta el canal de televisión Much Music). O se puede tomar Church Street, por donde desfila la comunidad gay; o por la elegante Bloor Street, como para volver al hotel cargando grandes bolsas con logos muy conocidos; o hacia Cabbagetown, reservorio de casitas victorianas.

Pero supongamos que no hay tiempo más que para un barrio de Toronto. Entonces, quizás, ese debería ser el viejo, pero siempre joven, Kensington Market. Más aún en los últimos domingos de junio, julio y agosto, días en que sus principales calles se cortan al tránsito y el barrio es un colorido mercado con música y puestos de comida étnica, del Caribe a Oriente, como en una versión alternativa y anárquica de la Feria de las Naciones. El colmo de Toronto.

Musical en dos actos: de ópera italiana a hip hop sijista
Si la idea es conocer Toronto a partir de su música, difícilmente una ópera italiana en el Four Seasons Centre For The Performing Arts parezca un punto de partida obvio. Sin embargo, funciona. Al fin y al cabo, para el turista el espectáculo no pasa por el escenario, sino por el público y el edificio en sí, en la esquina de Queen y University, un barrio más bien bohemio de la ciudad. Inaugurada en 2006, la sala respeta la estructura de un teatro clásico, con cinco pisos, pero la resuelve con un diseño ultracontemporáneo y mucha madera, un símbolo canadiense. La acústica es increíble y uno puede sentirse cerca de Cio-Cio-San y Pinkerton incluso desde la butaca más lejana, lo que equipara las cosas entre los que pagan 320 dólares y los que pagan 70.

La mitad de los aficionados se parece al público de ópera en cualquier otro lado. La otra mitad no: mucha gente joven, mucha producción chic descontracturada. Antes de la función, varios se sientan en unas gradas e incluso en el suelo del hall a escuchar una charla introductoria al mundo de Puccini. En el intermedio, todos corren a buscar una copa de vino por 10 dólares en media docena de barras.

Podrían escribirse tomos sobre el multiculturalismo de Toronto, pero es más fácil resumirlo de esta forma: es una ciudad en la que después de la ópera se puede cenar en un restaurante del barrio portugués atendido por una moza rusa junto a un pequeño mercado coreano. A pocas cuadras, escaleras arriba, en The Mocambo, mítico reducto de música en vivo inaugurado en 1946, hay una fiesta hip hop con artistas... sikhs. Sí, rap de la India, para unos 200 inmigrantes o hijos de inmigrantes sijistas en Toronto, todos con sus barbas y turbantes, y brazaletes. El número principal de la noche, un tal Humble The Poet, hace temblar el piso. Fin del show, taxi al hotel, con chofer nigeriano.

Ciento por ciento Chinatown

No hay que perderse...
AGO & ROM
Tras una multimillonaria reforma a cargo del arquitecto local Frank Gehry, en 2008, la Art Gallery of Ontario (AGO) se transformó en una obra de arte en sí misma, digna de conocer incluso más allá de su valiosa colección de 4000 piezas. Las grandes estructuras de madera en el frente y en cada escalera, por ejemplo, merecen una visita.

Igualmente impactante es la sede del Royal Ontario Museum (ROM), en este caso con el proyecto de otra celebridad: Daniel Libeskind. Acá, el concepto es historia natural & cultura, es decir desde dinosaurios hasta artes decorativas.
www.ago.net / www.rom.on.ca

The Distillery
Buen lugar para perder medio día: un predio de varios edificios de ladrillo a la vista donde, a mediados del siglo XIX, comenzó a funcionar una próspera destilería. Hoy es un rojizo complejo peatonal de restaurantes cancheros, tiendas de diseño, ateliers de artistas y un local de alquiler de Segway (vehículo eléctrico y futurista para transportarse de pie sobre una plataforma con dos ruedas paralelas). www.thedistillerydistrict.com

Mercado de St. Lawrence
El atractivo de este sitio es obvio: casi nada mejor para conocer una ciudad que explorar sus más tradicionales mercados de comida. Aunque también tiene su cuota de suvenirs, en el St. Lawrence Market, desde hace 200 años bien en el centro de la ciudad, el fuerte son los alimentos: carnes, lácteos, verduras. Todo impecablemente presentado en stands que, en definitiva, dan cuenta de la pulcra idiosincrasia local. El ritual habitual para los entendidos es comprar un sándwich de peameal bacon (de la pierna del cerdo) y comerlo en la barra de Carousel Bakery o en las mesas de la terraza, cuando se puede aprovechar el sol.
www.stlawrencemarket.com

El pasado, encerrado por Calatrava

Datos útiles
Dónde dormir
En pleno centro, el Intercontinental Toronto Centre tiene habitaciones desde 199 dólares canadienses, más impuestos. 225 Front Street West.
www.ictc.ca

El cambio
Un dólar canadiense equivale a 0,96 centavos de dólar norteamericano y a algo más que 3,7 pesos argentinos

Compras
Vaughan Mills es un centro comercial de outlets. Está fuera de la ciudad, pero es fácil llegar porque tiene un servicio de ómnibus gratuito desde la estación central del tren, en distintos horarios. Además de las grandes marcas y los buenos precios, la particularidad es la sección outdoors, con artículos de camping, caza y pesca, una debilidad canadiense

Cataratas del Niágara
La clásica excursión desde Toronto es visitar las cataratas del Niágara, en el estado de Ontario junto a la frontera con Estados Unidos. En tren es un viaje de dos horas, que puede costar unos 40 dólares canadienses (ida y vuelta). Una vez en las cataratas, lo típico es hacer una corta navegación hasta casi bajo la caída del agua. También se puede recorrer unos túneles en la roca, con salidas justo detrás de las cataratas, o sobrevolar el lugar en helicóptero, por 118 canadienses

Más información

www.seetorontonow.com

Daniel Flores (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: Daniel Flores/TOURISM TORONTO