Con cadencia, sabor y acento latinos, pero servicios, orden e infraestructura norteamericanos, más playas de una belleza universal, este pequeño Estado asociado a Estados Unidos es un caso particular entre las islas del Caribe
Beber en la calle: 500 dólares. Arrojar basura: 2000. Estacionar en la banquina: 250. Todos conocen los precios de las multas, pero los carteles, por si acaso, se ocupan de recordarlos. También el conserje del hotel, que hace firmar una cláusula: si uno enciende aquí un cigarrillo deberá pagar como castigo US$ 200 adicionales.
Bienvenidos a los Estados Unidos , decía dos horas atrás un gran letrero en Migraciones, porque aterrizar en Puerto Rico es como pisar suelo norteamericano. Entre ambos países hay más diferencias que similitudes, sobre todo culturales. Pero eso no le da soberanía a esta isla caribeña, que está bajo el mando de George W. Bush aunque sus habitantes no pueden votarlo ni botarlo. Sólo tienen la opción de participar en las elecciones primarias y, sí, elegir a su propio gobernador. También, por ejemplo, tener sus equipos deportivos y su propia candidata a Miss Universo, orgullo nacional, porque ya tiene cinco. Pero la autonomía es un tema complejo.
Con cerca de 4 millones de habitantes, el país cuenta con lo mejor de los dos mundos , según dicen aquí, donde reina la salsa y el reggaeton y se ubican algunas de las mejores playas del mundo. Pero antes de conocerlas hay que atravesar la frontera, con visa de Estados Unidos y por controles tan estrictos como los de Miami o Nueva York. Ahora sí: bienvenidos a Puerto Rico; Isla Encantada, para los amigos.
Cinco pares de zapatillas, bermudas a tono, una chomba combinada con cada calzado y, siempre, un reloj de marca haciendo juego. Así viaja José Morales, guía del grupo, que de esta manera logra diferenciarse "de los gringos, siempre mal combinados".
Con pura simpatía caribeña, él se especializa en historia, geografía, aves y shopping. "¿Adivina cuánto pagué por estas tenis (zapatillas) -desafía-. 29,99", responde él mismo, con orgullo de ganga. El rey de los precios es también un apasionado de los ranking, de manera que irá nombrando, por ejemplo, cada marca de su país en el libro Guinness.
La casa más pequeña del mundo se ve apenas comenzado el Paseo de la Princesa (foto), por encima de la muralla que resguarda al Viejo San Juan. De la madera más fuerte del Caribe está hecho el portón -el único de los siete que aún existe-, que permite el acceso al casco antiguo. El primer Obelisco del continente , dedicado a una batalla contra un pirata holandés, está frente a un fuerte San Felipe que, además de ser el más antiguo de América (ya que el de Santo Domingo fue destruido), cuenta con "el baño con mejor vista del mundo", también según José, a quien no se le escapa una.
El fuerte, sobre el morro que parece dividir la bahía del Atlántico, es uno de los puntos salientes de esta zona de construcciones neoclásicas, que sorprende por su buen estado de conservación. Lo mejor es caminar entre las casas coloridas sin necesidad de tomar el bus que recorre gratis el centro, caminando por las calles de adoquines brillantes, realizados en piedra y hierro (US$ 500 de multa por intentar llevarse uno).
El recorrido puede empezar con un potente desayuno en La Bombonera (foto), fundada en 1904, cuyas mallorcas dulces y saladas son un superclásico de la ciudad. El Paseo de la Princesa comienza sólo dos calles abajo y permite rodear el casco, caminando junto a la gran muralla y el mar. En el trayecto aparecen, sobre las paredes de 10 a 30 metros de altura, las garitas símbolo de la isla.
Sobre la calle Las Monjas está el hotel El Convento, cuya edificación reciclada mantiene la esencia de cuando era un monasterio de las carmelitas calzadas. Además de conocer su interior, se puede disfrutar de un aparitivo en su bar de tapas, El Picoteo.
Muchos edificios cuentan en su entrada con placas que resumen el pasado del lugar, en algunos casos mayor a tres siglos, aunque no siempre tan históricos . "Aquí se inventó la piña colada", dice por ejemplo el recordatorio de Barrachina, uno de los tantos restaurantes de la calle Fortaleza, entre ellos The Parrot Club, donde la camarera pregunta si ya estamos " ready para ordenar", aclara que la sopa está "un poquito spicy " y comenta que las empanadas de chorizo y queso manchego que trae a la mesa son "un cariñito de la casa", o sea una cortesía.
Para comer en un lugar más típico, fuera de este pequeño SohHo -aquí es Sofo , por ser la parte sur de la calle, o sea South Fortaleza-, un imperdible es El Jibarito, donde la carta cambia todos los días, pero platos como las costillas de cerdo con salsa de plátano cuestan 9 dólares y la guarnición de mofongo o tostones fritos, sólo 2,50. Si es para cenar hay que tener en cuenta que a las 20.30 cierra la cocina. Los turistas comen temprano y muchos puertorriqueños, aunque latinos, también.
La noche puede continuar por los bares de la calle San Sebastián y de nuevo por el fuerte San Felipe, que a estas horas está iluminado y cuyo parque de césped bajito invita a quedarse mirando el mar. Bordear la muralla de noche es igual de tranquilo y expone una de las ventajas de este particular Primer Mundo, donde pasear es como hacerlo en un pueblo de Europa.
Luego, si es fin de semana, uno puede salir de perreo o parisear , dos expresiones para un mismo destino trasnochador. Hay opciones en el centro y en zonas como Carolina, donde predominan los hoteles y cuenta con una buena playa para los que no tienen tiempo de salir de la capital.
Rutas que asombran
Pertenecer tiene sus privilegios, aunque también sus traumas. Si para algunos es como haberle vendido el alma al diablo, para otros (la gran mayoría, según los plebiscitos), estar asociados a Estados Unidos es garantía de estabilidad, incluso de buen vivir.
En relación con el turismo, este vínculo cercano tiene también ventajas y desventajas. Por un lado, el país del Norte maneja la situación macro, exigiendo visa y limitando vuelos charter desde diversos países, con la seguridad como argumento.
Pero entre las ventajas se encuentra la infraestructura. Las rutas son tan buenas que toda la isla está comunicada, de manera que en un mismo día se puede visitar distintos puntos, sin que los traslados se conviertan en un trastorno. Hay atascos en horarios pico, pero viajar es de lo más previsible, algo envidiable en casi toda América latina.
Esta virtud puede ser clave para conocer lo mejor de este país pequeño, con tantas playas como días del año. Es también uno de los motivos por el que no funciona aquí el sistema all inclusive , donde muchos eligen quedarse en el hotel una semana entera, ya que no encuentran demasiados atractivos en salir y, sobre todo, porque los caminos son largos o inseguros, según el grado de inseguridad real o paranoia.
Aquí, salvo los cruceristas que están unas horas en San Juan, el turismo se desplaza, en gran parte, con autos alquilados. Uno puede estar en poco más de una hora en Ponce, tercera ciudad de la isla, que presenta uno de sus principales museos, aunque esté cerrado hasta 2010. El turista es recibido allí con sencillez, en una curiosa oficina de turismo, vieja central de bomberos. Allí se obtiene literatura (folletos) del lugar, para visitar por ejemplo el castillo Serrallés y conocer ahí la historia del ron DonQ (la destilería del ron Bacardi está en San José y atrae cientos de turistas por día, gracias a los dos tragos gratis que ofrece).
Visitar Ponce es casi una excusa para conocer su arquitectura de aires señoriales, si uno decide ir hacia el Sur buscando, por ejemplo, una de las mejores playas de la zona, en una pequeña isla de nombre curioso: Cajón de Muertos.
Con México como modelo, Puerto Rico fue dividida en regiones para mostrar al turismo no sólo sus playas, sino también el interior. Ponce se encuentra en plena región de Porta Caribe, que entre sus atractivos ofrece la isla de Guilligan, con manglares para bordear y corales para descubrir buceando, y su bahía Luminiscente, que se visita de noche para vislumbrar el extraño brillo en el agua.
La próxima región será Porta del Sol. Hay que apurarse para ver allí "el mejor atardecer del planeta", según dice José desde el volante, mientras pide abrocharse los cinturones. Son 250 dólares de multa, explica, por si alguno a esta altura del viaje no lo sabía.
Datos útiles
Cómo llegar
Copa tiene vuelos de Buenos Aires a San José, vía Panamá. Se requiere visa de Estados Unidos.
Dónde dormir
San Juan
* Holliday Inn. Muy cerca del aeropuerto y de playas de la capital. www.holidayinn.com
Guánica (región Porta Caribe)
* Copamarina, con varias actividades
www.copamarina.com
Isabela
* Villas de Mar Hau. Sobre playa Montones, en la ruta 466, km 8,3.
www.paradorvillasdelmarhau.com
* Hay paradores oficiales en toda la isla, con precios bajos, muchos con media pensión. Para reservas, www.gotoparadores.com
En Internet
www.gotopuertorico.com
Martín Wain (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: La Nación/Web
Beber en la calle: 500 dólares. Arrojar basura: 2000. Estacionar en la banquina: 250. Todos conocen los precios de las multas, pero los carteles, por si acaso, se ocupan de recordarlos. También el conserje del hotel, que hace firmar una cláusula: si uno enciende aquí un cigarrillo deberá pagar como castigo US$ 200 adicionales.
Bienvenidos a los Estados Unidos , decía dos horas atrás un gran letrero en Migraciones, porque aterrizar en Puerto Rico es como pisar suelo norteamericano. Entre ambos países hay más diferencias que similitudes, sobre todo culturales. Pero eso no le da soberanía a esta isla caribeña, que está bajo el mando de George W. Bush aunque sus habitantes no pueden votarlo ni botarlo. Sólo tienen la opción de participar en las elecciones primarias y, sí, elegir a su propio gobernador. También, por ejemplo, tener sus equipos deportivos y su propia candidata a Miss Universo, orgullo nacional, porque ya tiene cinco. Pero la autonomía es un tema complejo.
Con cerca de 4 millones de habitantes, el país cuenta con lo mejor de los dos mundos , según dicen aquí, donde reina la salsa y el reggaeton y se ubican algunas de las mejores playas del mundo. Pero antes de conocerlas hay que atravesar la frontera, con visa de Estados Unidos y por controles tan estrictos como los de Miami o Nueva York. Ahora sí: bienvenidos a Puerto Rico; Isla Encantada, para los amigos.
Cinco pares de zapatillas, bermudas a tono, una chomba combinada con cada calzado y, siempre, un reloj de marca haciendo juego. Así viaja José Morales, guía del grupo, que de esta manera logra diferenciarse "de los gringos, siempre mal combinados".
Con pura simpatía caribeña, él se especializa en historia, geografía, aves y shopping. "¿Adivina cuánto pagué por estas tenis (zapatillas) -desafía-. 29,99", responde él mismo, con orgullo de ganga. El rey de los precios es también un apasionado de los ranking, de manera que irá nombrando, por ejemplo, cada marca de su país en el libro Guinness.
La casa más pequeña del mundo se ve apenas comenzado el Paseo de la Princesa (foto), por encima de la muralla que resguarda al Viejo San Juan. De la madera más fuerte del Caribe está hecho el portón -el único de los siete que aún existe-, que permite el acceso al casco antiguo. El primer Obelisco del continente , dedicado a una batalla contra un pirata holandés, está frente a un fuerte San Felipe que, además de ser el más antiguo de América (ya que el de Santo Domingo fue destruido), cuenta con "el baño con mejor vista del mundo", también según José, a quien no se le escapa una.
El fuerte, sobre el morro que parece dividir la bahía del Atlántico, es uno de los puntos salientes de esta zona de construcciones neoclásicas, que sorprende por su buen estado de conservación. Lo mejor es caminar entre las casas coloridas sin necesidad de tomar el bus que recorre gratis el centro, caminando por las calles de adoquines brillantes, realizados en piedra y hierro (US$ 500 de multa por intentar llevarse uno).
El recorrido puede empezar con un potente desayuno en La Bombonera (foto), fundada en 1904, cuyas mallorcas dulces y saladas son un superclásico de la ciudad. El Paseo de la Princesa comienza sólo dos calles abajo y permite rodear el casco, caminando junto a la gran muralla y el mar. En el trayecto aparecen, sobre las paredes de 10 a 30 metros de altura, las garitas símbolo de la isla.
Sobre la calle Las Monjas está el hotel El Convento, cuya edificación reciclada mantiene la esencia de cuando era un monasterio de las carmelitas calzadas. Además de conocer su interior, se puede disfrutar de un aparitivo en su bar de tapas, El Picoteo.
Muchos edificios cuentan en su entrada con placas que resumen el pasado del lugar, en algunos casos mayor a tres siglos, aunque no siempre tan históricos . "Aquí se inventó la piña colada", dice por ejemplo el recordatorio de Barrachina, uno de los tantos restaurantes de la calle Fortaleza, entre ellos The Parrot Club, donde la camarera pregunta si ya estamos " ready para ordenar", aclara que la sopa está "un poquito spicy " y comenta que las empanadas de chorizo y queso manchego que trae a la mesa son "un cariñito de la casa", o sea una cortesía.
Para comer en un lugar más típico, fuera de este pequeño SohHo -aquí es Sofo , por ser la parte sur de la calle, o sea South Fortaleza-, un imperdible es El Jibarito, donde la carta cambia todos los días, pero platos como las costillas de cerdo con salsa de plátano cuestan 9 dólares y la guarnición de mofongo o tostones fritos, sólo 2,50. Si es para cenar hay que tener en cuenta que a las 20.30 cierra la cocina. Los turistas comen temprano y muchos puertorriqueños, aunque latinos, también.
La noche puede continuar por los bares de la calle San Sebastián y de nuevo por el fuerte San Felipe, que a estas horas está iluminado y cuyo parque de césped bajito invita a quedarse mirando el mar. Bordear la muralla de noche es igual de tranquilo y expone una de las ventajas de este particular Primer Mundo, donde pasear es como hacerlo en un pueblo de Europa.
Luego, si es fin de semana, uno puede salir de perreo o parisear , dos expresiones para un mismo destino trasnochador. Hay opciones en el centro y en zonas como Carolina, donde predominan los hoteles y cuenta con una buena playa para los que no tienen tiempo de salir de la capital.
Pertenecer tiene sus privilegios, aunque también sus traumas. Si para algunos es como haberle vendido el alma al diablo, para otros (la gran mayoría, según los plebiscitos), estar asociados a Estados Unidos es garantía de estabilidad, incluso de buen vivir.
En relación con el turismo, este vínculo cercano tiene también ventajas y desventajas. Por un lado, el país del Norte maneja la situación macro, exigiendo visa y limitando vuelos charter desde diversos países, con la seguridad como argumento.
Pero entre las ventajas se encuentra la infraestructura. Las rutas son tan buenas que toda la isla está comunicada, de manera que en un mismo día se puede visitar distintos puntos, sin que los traslados se conviertan en un trastorno. Hay atascos en horarios pico, pero viajar es de lo más previsible, algo envidiable en casi toda América latina.
Esta virtud puede ser clave para conocer lo mejor de este país pequeño, con tantas playas como días del año. Es también uno de los motivos por el que no funciona aquí el sistema all inclusive , donde muchos eligen quedarse en el hotel una semana entera, ya que no encuentran demasiados atractivos en salir y, sobre todo, porque los caminos son largos o inseguros, según el grado de inseguridad real o paranoia.
Aquí, salvo los cruceristas que están unas horas en San Juan, el turismo se desplaza, en gran parte, con autos alquilados. Uno puede estar en poco más de una hora en Ponce, tercera ciudad de la isla, que presenta uno de sus principales museos, aunque esté cerrado hasta 2010. El turista es recibido allí con sencillez, en una curiosa oficina de turismo, vieja central de bomberos. Allí se obtiene literatura (folletos) del lugar, para visitar por ejemplo el castillo Serrallés y conocer ahí la historia del ron DonQ (la destilería del ron Bacardi está en San José y atrae cientos de turistas por día, gracias a los dos tragos gratis que ofrece).
Visitar Ponce es casi una excusa para conocer su arquitectura de aires señoriales, si uno decide ir hacia el Sur buscando, por ejemplo, una de las mejores playas de la zona, en una pequeña isla de nombre curioso: Cajón de Muertos.
Con México como modelo, Puerto Rico fue dividida en regiones para mostrar al turismo no sólo sus playas, sino también el interior. Ponce se encuentra en plena región de Porta Caribe, que entre sus atractivos ofrece la isla de Guilligan, con manglares para bordear y corales para descubrir buceando, y su bahía Luminiscente, que se visita de noche para vislumbrar el extraño brillo en el agua.
La próxima región será Porta del Sol. Hay que apurarse para ver allí "el mejor atardecer del planeta", según dice José desde el volante, mientras pide abrocharse los cinturones. Son 250 dólares de multa, explica, por si alguno a esta altura del viaje no lo sabía.
Datos útiles
Cómo llegar
Copa tiene vuelos de Buenos Aires a San José, vía Panamá. Se requiere visa de Estados Unidos.
Dónde dormir
San Juan
* Holliday Inn. Muy cerca del aeropuerto y de playas de la capital. www.holidayinn.com
Guánica (región Porta Caribe)
* Copamarina, con varias actividades
www.copamarina.com
Isabela
* Villas de Mar Hau. Sobre playa Montones, en la ruta 466, km 8,3.
www.paradorvillasdelmarhau.com
* Hay paradores oficiales en toda la isla, con precios bajos, muchos con media pensión. Para reservas, www.gotoparadores.com
En Internet
www.gotopuertorico.com
Martín Wain (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: La Nación/Web
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