Existe una ruta, entre Bariloche y Puerto Varas, que ha visto desfilar huestes españolas, misioneros jesuitas y comerciantes ganaderos. Hoy son turistas quienes recorren sus paisajes asombrosos.
A sus 87 años, Etelvina Bahamondes tiene resuelta cualquier duda acerca de los límites de Chile con Argentina: su casa está del lado chileno y el jardín, del trasandino. Para confirmarlo, a metros de la puerta principal se ve el hito oficial que informa a los forasteros que por aquí pasa una línea imaginaria que separa ambos países, y que mantiene al perro de la casa en una situación al menos irregular: duerme en este país, pero su cola está en el otro.
El asunto divierte a las visitas, pero a Etelvina le parece natural. Tanto como escuchar radios de ambos países, mientras se afana junto a la cocina a leña y regala sonrisas a los turistas.
El show de las gaviotas en el Nahuel Huapi
El Cruce de Lagos, el recorrido que seguimos ahora, puede realizarse desde Chile, partiendo en Puerto Montt o Puerto Varas, o desde Argentina. En esta ocasión salimos del lado argentino, esquivando el abanico de entretenciones que tienen Bariloche, porque el verdadero Cruce comienza en el lago Nahuel Huapi. Específicamente en Puerto Pañuelo, a 30 kilómetros de la ciudad, arriba del catamarán Cóndor que durante una hora y quince minutos navega por uno de los siete brazos del lago, camino a la frontera.
Arriba del Cóndor, varios se distraen sobre la cubierta, usando una galleta de soda para atraer alguna gaviota que la atrape en un acto circense. Mientras, por los parlantes de la embarcación se entregan algunos datos del Nahuel Huapi. De partida, que está dentro del Parque Nacional del mismo nombre y que el perito Francisco Moreno fue responsable de la creación de esta reserva, fundada legalmente en 1934.
Pero el lago fue descubierto mucho antes, alrededor de 1650, cuando llegó la primera misión jesuita a evangelizar a los indios puelches y poyas de la región. La misión vino desde Chile, específicamente desde Chiloé, donde se había establecido unos años antes, y lo hizo atravesando la cordillera por la zona de Villarrica. Pero tuvo muchos problemas: los nativos se resistieron e incluso dieron muerte a varios jesuitas, lo que significó que en 1718 se abandonara la misión. Fue casi doscientos años más tarde, en 1876, cuando el perito Moreno llegó a este lago desde el Atlántico. Lo hizo tras sobrevivir al ataque de una puma hambrienta, a un intento de asesinato y tras ser condenado a muerte por indígenas de la zona, de los que escapó en una balsa.
A sus 87 años, Etelvina Bahamondes tiene resuelta cualquier duda acerca de los límites de Chile con Argentina: su casa está del lado chileno y el jardín, del trasandino. Para confirmarlo, a metros de la puerta principal se ve el hito oficial que informa a los forasteros que por aquí pasa una línea imaginaria que separa ambos países, y que mantiene al perro de la casa en una situación al menos irregular: duerme en este país, pero su cola está en el otro.
El asunto divierte a las visitas, pero a Etelvina le parece natural. Tanto como escuchar radios de ambos países, mientras se afana junto a la cocina a leña y regala sonrisas a los turistas.
Acabamos de llegar a la zona de El León en balsas de goma, tras remontar siete rápidos del río Manso. El paisaje es ideal. Miles de árboles adornan el encajonado río en este lugar ubicado a 90 kilómetros de Bariloche y a metros de la frontera con Chile. Estamos iniciando un circuito que recorre los lagos que hay entre esa ciudad argentina y Puerto Varas, y la bajada en balsa es una muy entretenida manera de partir. Más aún, la adrenalina es recompensada con cortes de carne trasandina, en medio de una estancia típica (www.extremosur.com).
El show de las gaviotas en el Nahuel Huapi
El Cruce de Lagos, el recorrido que seguimos ahora, puede realizarse desde Chile, partiendo en Puerto Montt o Puerto Varas, o desde Argentina. En esta ocasión salimos del lado argentino, esquivando el abanico de entretenciones que tienen Bariloche, porque el verdadero Cruce comienza en el lago Nahuel Huapi. Específicamente en Puerto Pañuelo, a 30 kilómetros de la ciudad, arriba del catamarán Cóndor que durante una hora y quince minutos navega por uno de los siete brazos del lago, camino a la frontera.
Arriba del Cóndor, varios se distraen sobre la cubierta, usando una galleta de soda para atraer alguna gaviota que la atrape en un acto circense. Mientras, por los parlantes de la embarcación se entregan algunos datos del Nahuel Huapi. De partida, que está dentro del Parque Nacional del mismo nombre y que el perito Francisco Moreno fue responsable de la creación de esta reserva, fundada legalmente en 1934.
Pero el lago fue descubierto mucho antes, alrededor de 1650, cuando llegó la primera misión jesuita a evangelizar a los indios puelches y poyas de la región. La misión vino desde Chile, específicamente desde Chiloé, donde se había establecido unos años antes, y lo hizo atravesando la cordillera por la zona de Villarrica. Pero tuvo muchos problemas: los nativos se resistieron e incluso dieron muerte a varios jesuitas, lo que significó que en 1718 se abandonara la misión. Fue casi doscientos años más tarde, en 1876, cuando el perito Moreno llegó a este lago desde el Atlántico. Lo hizo tras sobrevivir al ataque de una puma hambrienta, a un intento de asesinato y tras ser condenado a muerte por indígenas de la zona, de los que escapó en una balsa.
El verde río Petrohue nace en el lago Todos Los Santos
Moreno mapeó una región virgen de cientos de miles de kilómetros. Como recompensa, el Congreso trasandino le regaló tierras en la zona, las que en 1903 cedió para que fueran convertidas en Parque Nacional. Por eso, el catamarán toca sus sirenas cuando navega frente a isla Centinela, donde descansan los restos del perito. Ajenos al homenaje, varios siguen jugando con las gaviotas hasta que nos aproximamos a Puerto Blest.
La Suiza sudamericana. Así le llamaban a Puerto Blest a principios del siglo 20. Y es fácil aventurar por qué. Picos nevados, bosques, flores y un típico hotel de montaña situado en una península convierten al paisaje en una postal. Lo mejor es que uno puede contemplar la panorámica cómodamente sentado en los comedores del hotel (también llamado Puerto Blest, que funciona desde 1904) antes de seguir.
De Blest se sale en bus. Son quince minutos hasta Puerto Alegre, donde espera el catamarán Dalca, para navegar las verdosas y apacibles aguas del lago Frías. Poco más de seis kilómetros en 20 minutos. Lo suficiente para seguir contemplando la cordillera cubierta de coigües y alerces. Si el sol está de su lado (en promedio en esta zona llueve 250 días al año), incluso puede divisar a los lejos el nevado volcán Tronador.
Uno de los hitos que obliga a imaginar una línea entre Chile y Argentina
Con los trámites resueltos, se parte en bus 4x4 hasta Peulla, ya en territorio chileno y a 30 kilómetros (o una hora y veinte) de distancia. A mitad de camino, un letrero da la bienvenida a Chile y al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, el área protegida más antigua del país y hermana de Nahuel Huapi.
Durante siglos esta región fue un pasadizo para quienes necesitaban unir ambos lados de la cordillera. Desde huilliches y conquistadores españoles que buscaban nativos para esclavizar, hasta los ya mencionados jesuitas que pretendían evangelizarlos. El más conocido de los religiosos fue Nicolás Mascardi, quien recorrió la zona, inspirado por la búsqueda de la Ciudad de los Césares, el legendario emplazamiento que ocultaría a exploradores europeos extraviados y, más importante que eso, riquezas inimaginables.
Así se fue armando la ruta: Peulla era, desde hace más de un siglo, uno de los ejes del tráfico de lana y productos animales hacia el Pacífico. Ahora es un pueblito como de cuento, ubicado al borde del lago Todos Los Santos (o Esmeralda, por su color), y que posee dos hoteles: el clásico Peulla, construido en 1890, y el cálido Natura, hecho de madera, vidrio y piedra.
La Suiza sudamericana. Así le llamaban a Puerto Blest a principios del siglo 20. Y es fácil aventurar por qué. Picos nevados, bosques, flores y un típico hotel de montaña situado en una península convierten al paisaje en una postal. Lo mejor es que uno puede contemplar la panorámica cómodamente sentado en los comedores del hotel (también llamado Puerto Blest, que funciona desde 1904) antes de seguir.
De Blest se sale en bus. Son quince minutos hasta Puerto Alegre, donde espera el catamarán Dalca, para navegar las verdosas y apacibles aguas del lago Frías. Poco más de seis kilómetros en 20 minutos. Lo suficiente para seguir contemplando la cordillera cubierta de coigües y alerces. Si el sol está de su lado (en promedio en esta zona llueve 250 días al año), incluso puede divisar a los lejos el nevado volcán Tronador.
El recorrido termina en la última escala argentina del Cruce: Puerto Frías, donde se puede observar sin apuros el paisaje salpicado de flores. Dependiendo de cuánto demoren los trámites de aduana, puede recorrer algunos metros de un pequeña huella llamada Sendero de las nubes, que se interna en el bosque y que, tras un par de días de caminata, llega al mismísimo Tronador y sus glaciares.
Uno de los hitos que obliga a imaginar una línea entre Chile y Argentina
Durante siglos esta región fue un pasadizo para quienes necesitaban unir ambos lados de la cordillera. Desde huilliches y conquistadores españoles que buscaban nativos para esclavizar, hasta los ya mencionados jesuitas que pretendían evangelizarlos. El más conocido de los religiosos fue Nicolás Mascardi, quien recorrió la zona, inspirado por la búsqueda de la Ciudad de los Césares, el legendario emplazamiento que ocultaría a exploradores europeos extraviados y, más importante que eso, riquezas inimaginables.
Así se fue armando la ruta: Peulla era, desde hace más de un siglo, uno de los ejes del tráfico de lana y productos animales hacia el Pacífico. Ahora es un pueblito como de cuento, ubicado al borde del lago Todos Los Santos (o Esmeralda, por su color), y que posee dos hoteles: el clásico Peulla, construido en 1890, y el cálido Natura, hecho de madera, vidrio y piedra.
Peulla es un destino por sí solo. Con el nevado cerro Techado de fondo, es posible practicar actividades que van desde el canopy a la pesca con mosca. Una buena alternativa para los pescadores es el jet ski, una lancha rápida que recorre el río Negro, afluente del lago Esmeralda (www.turismopeulla.cl). Antes de partir, no olvide dar una vuelta por la cascada Los Novios y apreciar la belleza del sector.
La última navegación, en el catamarán Lagos Andinos, es por el lago Esmeralda con destino a Petrohué, punto de partida para recorrer Puerto Varas o el hermoso Parque Alerce Andino. El recorrido a bordo de la embarcación dura casi dos horas, mientras uno fotografía volcanes como el Puntiagudo y el Osorno, y disfruta de los paisajes, los mismos que vieron tantos exploradores del pasado.
Francisco Pardo
El Mercurio - Chile
La última navegación, en el catamarán Lagos Andinos, es por el lago Esmeralda con destino a Petrohué, punto de partida para recorrer Puerto Varas o el hermoso Parque Alerce Andino. El recorrido a bordo de la embarcación dura casi dos horas, mientras uno fotografía volcanes como el Puntiagudo y el Osorno, y disfruta de los paisajes, los mismos que vieron tantos exploradores del pasado.
Francisco Pardo
El Mercurio - Chile
1 comentario:
Ojalá hubiera estado para las fiestas en Villa Langostura. La última vez hice el Camino de los 7 Lagos, es fabuloso... Y se puede navegar también... son algo así como 115 km de naturaleza pura que va desde Villa Langostura hasta San Martín de los Andes, es increíble...
Felicitas- Alojamiento en Buenos Aires- Alojamiento en Buenos Aires
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