Brad Pitt y Angelina Jolie se enfrentaban a los tiros en una Colombia siniestra. Los personajes ganaron la batalla, pero perdieron amigos: ya no son queridos aquí los señores Smith. Tampoco sus rivales ni otros miles de personajes del cine hollywoodense, siempre más parecidos a Pablo Escobar que a Gabriel García Márquez, prototipos recurrentes de un país con problemas de imagen, aunque con argumentos de sobra para revertirlos.
Es difícil encontrar en el mundo mejores anfitriones que los colombianos. El país tiene, además, playas de agua turquesa, selva, bosques tropicales y ciudades envidiables como Cartagena. Es un lugar vibrante y alegre, que puede disfrutarse al margen de sus conflictos.
El riesgo es que te quieras quedar , asegura su slogan, como una forma elocuente de atraer extranjeros sin tapar la realidad. "Nos escanean dos veces en los aeropuertos y comemos mucho en el avión para que no pienses que somos mulas . Y no, no se vende cocaína en las farmacias", aclara Saúl Cardozo, como broma, pero sin reírse. El es director de Capacitación y Divulgación de la agencia estatal para la promoción del país. Dice que sería más fácil fomentar Botsuana, pero tampoco le interesa. Lleva el pin Colombia es pasión en su camisa y asegura: "El mundo se quedó con la imagen de hace veinte años".
Es cierto, hay que mostrar el bolso antes de entrar a un shopping y la policía que cuida las calles no es precisamente la Guardia Urbana porteña. Pero la situación ha cambiado, sobre todo para el turista. Hace una década nadie tomaba su auto para ir a la playa, mucho menos los extranjeros; hoy se recorre sin problemas gran parte de las rutas, muy protegidas. Tres años atrás, los cruceros pasaban de largo por sus costas; ahora casi todas las compañías promocionan el destino. Es una buena señal: los cruceros no suelen detenerse en ciudades sin garantías, porque cualquier contratiempo es un gran trastorno.
En Bogotá, el circuito turístico es bien sofisticado, mayormente para el viajero de negocios, que es el que predomina. La zona norte es la más concurrida, con sus hoteles, restó y locales Juan Valdez. La ubicación de estas tiendas ( www.juanvaldezcafe.com ), de estilo Starbucks, aunque con granos colombianos y granizados imperdibles, permite conocer la distribución económica y social de la ciudad.
La zona Rosa, con marcas de moda en la calle del Sol, diseño en la 82, discotecas en la 85 y tres centros comerciales, es el núcleo de la movida chic y turística. Allí, la denominada zona T es la más visitada, sobre todo por la noche, incluida la del lunes. El parque de la 93 también concentra bares y restaurantes, donde los fines de semana se corren las mesas para dejarle lugar a la rumba. Es la denominada zona G.
Bogotá es una ciudad inmensa, con más de ocho millones de habitantes. Pero ubicarse es fácil ya que las calles están numeradas. Mirando hacia los cerros, a la derecha está el Sur, donde empieza la numeración, y a la izquierda, el Norte. Si uno se desorienta simplemente debe preguntar: nadie en Colombia parece dispuesto a dejar que uno se pierda; el esfuerzo de las explicaciones sorprende.
Si uno igual tiene que llamar al hotel o un taxi, no escasean las formas de comunicarse. Basta mirar alrededor para encontrar un puesto callejero que promocione minutos a celular , por 200 o 300 pesos (unos 20 centavos de dólar) . A modo de locutorios individuales, muchos bogotanos tienen la changuita de ofrecer su propio teléfono para llamadas públicas. Es fácil encontrarlos: llevan carteles colgados o están en las esquinas, con uno o varios aparatos para utilizar.
La zona C
La Candelaria es el casco antiguo y epicentro político. También un viaje en el tiempo, por sus construcciones coloniales con balcones, rejas y celosías. Y por su historia, claro. La plaza de Bolívar es todo un símbolo, al igual que edificios como el Capitolio y el Palacio de Justicia, o la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Es el barrio más bohemio y atractivo, con calles empinadas, estudiantes a toda hora y una decena de hostels. La juventud se destaca, mientras se está reactivando el turismo general, a partir de su sello: Zona C, justamente por Candelaria.
Casi un siglo al pasado se viaja en el Café Pasaje, frente al parque de los Periodistas, donde aún se juntan cachacos con bastones y sombreros, que mantienen su esencia aristocrática y discuten sobre tiempos pasados. De familias típicas bogotanas, se diferencian de los rolos , que también nacieron en la ciudad, pero sus padres o abuelos llegaron de otras regiones, enriqueciéndola con sus diversas culturas.
Entre vendedores ambulantes, algún serenatero sin orquesta y aires de melancolía, el bar es parada también de universitarios, al igual que el San Moritz, un poco más alejado (calle 16, 7). Son sitios ideales para tomarse un tinto, que en Colombia no es vino, sino café negro.
Ambiente clásico, pero algo más turístico, ofrece La Puerta Falsa, restaurante cálido de tiempos de antaño, con tamales riquísimos frente a una ex puerta lateral (quedaron las marcas) de la catedral Primada. En la misma cuadra está Mama Lupe, con manjares dulces, también santafereños. Y en la esquina, el moderno Centro Cultural García Márquez.
Una cuadra hacia la colina se ubica la Manzana Cultural, con la biblioteca Luis Arango y sus libros antiquísimos, además de muy buenas muestras temporales. El Museo del Oro del Banco de la República está en reparación, pero parte de su increíble material puede verse en el Museo de Arte, frente a la biblioteca.
También se encuentra allí el Museo Botero. Pinturas como En el parque y El ladrón se exhiben entre 123 obras del gran artista de origen paisa , cuyas esculturas se encuentran en el segundo piso.
El teatro Colón está en reparación, pero en un par de meses podrá disfrutarse nuevamente de su interior neoclásico, sobrecargado y hermoso.
A La Candelaria se puede llegar, desde el Norte, por la avenida Circunvalar (en taxi, de 8 a 10 dólares), que bordea la ciudad por la colina, evita el tránsito y permite ver el verde bogotano, que no es escaso. También se accede con el Transmilenio ( www.transmilenio.gov.co ), sistema de colectivos público, cuyas estaciones anuncian cuánto falta para el próximo micro y ofrece combinaciones (no hay subterráneos todavía, pero el proyecto avanza). Estos lagos ómnibus tienen carriles exclusivos, de manera que se evitan los atascos de las horas pico, aunque en esos horarios viajar aquí es lo menos disfrutable. Cuesta unos 80 centavos de dólar y las precauciones que hay que tener son las mismas que en cualquier otra gran ciudad del continente.
Para La Candelaria uno puede bajarse en la estación Museo del Oro, de la línea J. A la vuelta, lo mejor es tomarlo en Las Aguas, no sólo porque es la terminal y uno puede sentarse, sino también para extender su paseo por el barrio hasta los alrededores del Portal de las Aguas, con más bares y librerías.
Pasión de multitudes
Se escucha un gol desde el interior de una imprenta. Con la camiseta xeneize, dos jóvenes miran el partido Atlas vs. Boca mientras atienden al público. El local, sobre la carrera (calle) 5, se llama La Bombonera. No son las únicas remeras azul y oro que pueden verse en el centro; incluso uno podría asegurar que hay más que en Buenos Aires. Pasa lo mismo, por ejemplo, con las de River en Santa Marta, ciudad de Radamel Falcao.
Una visita al estadio Campín es casi obligada para conocer un poco más de la devoción por el fútbol que hay en la ciudad. Allí juegan de local los dos equipos grandes, Millonarios y Santa Fe, de manera que casi todos los fines de semana hay algún partido. Sus estaciones del Transmilenio son El Campín y Coliseo.
También se llama La Bombonera un restaurante de Usaquén, otra zona ineludible. Es casi un pueblo dentro de la ciudad, en la altura y con atractivas propuestas gastronómicas. Un almuerzo dominguero es ideal, para aprovechar el mercado de pulgas y darse una vuelta luego por la curiosa sala Cinema Paraíso.
Otra forma de conocer Bogotá es la ruta ladrillo , guiada por las construcciones del arquitecto Rogelio Salmona, que introdujo el rojo (hoy omnipresente) en la ciudad. O desde los miradores de los cerros orientales. O en teleférico, para descubrir en la altura que la ciudad es definitivamente inabarcable.
Sabores de una capital enriquecida
Si a la diversidad de las capitales se le suman recetas del mundo, chef talentosos y mucha atención en el diseño de los locales, el circuito gourmet está garantizado. Hay zonas para comer muy bien en Bogotá. Algunos clásicos, como Andrés Carne de Res ( www.andrescarnederes.com ), ofrecen rumba después de la comida. Otros son mucho más sofisticados. En las zonas turísticas prevalece la comida norteamericana, con puntos altos como El Corral Gourmet, en el parque de la 93. Pero la cocina de autor es la que crece. Algunos ejemplos:
- El Artista (carrera 14, 98-5): el chef Julián Bohm habla de amigos cocinando. Su propuesta principal es un menú de ¡diez pasos! Puede empezar por una sopa tai de pollo, con pimienta (mucha) y leche de coco, y seguir con helado de melón, cebiche a la mexicana, carne de res en ají peruano... El menú cuesta 30 dólares. El plato, unos 15.
- Criterión (calle 69A, 5-75) y Pastelería Rausch (70, 6-37): los hermanos Jorge y Mark Rausch se formaron en Inglaterra y Canadá, respectivamente. El primero se especializó en salados y hoy se ocupa de Criterión, uno de los restó más renombrados. El segundo está al mando de la pastelería, de estilo francés y cocina tan casera como versátil. Se puede crear sándwiches a gusto, con panes, quesos y fiambres variados, que se combinan, por ejemplo, con berenjenas asadas, palta, patés y especies.
- 29 Cocina y Bar (calle 29 Bis N° 5): en el ascendente barrio La Macarena, pleno centro de la ciudad, el corpulento Daniel Kaplan ofrece, con su cocina a la vista, una carta repleta de delicias, en la que sobresalen los risotto, las carnes y los postres. Formado en Estados Unidos y Chile, se especializa en cocina internacional contemporánea. Por personas, unos US$ 30.
- Doña Elvira (calle 50, 20): creado en 1934, en el barrio Chapinero, pero fuera del circuito turístico, ofrece comida y ambiente criollos. Sobrebarriga, papas chorreadas, chocochuela (rodilla de res), pescuezo de gallina y chuletas de cerdo, las especialidades. Por persona, desde US$ 12. www.restaurantedonaelvira.com
Llega la noche y hay que salir de rumba. Colombia no sería la misma sin ella. Un recorrido puede empezar en zonas chic y tranquilas como la T y la G, donde se bebe y se baila, aunque cierran temprano. O en bares más in, como Escobar y Rosas, en plena Candelaria: con decoración farmacéutica (el local era una droguería), pasó del funk al house, y ahora que está de moda, el espacio quedó chico. Para seguir hasta el amanecer, un buen lugar electrónico es Cha Cha (Av. 7, 32, barrio Chapinero), una disco ubicada en el piso 41 de un edificio vacío (ex Hilton). Tiene una pista grande, con estilo loft, y cuatro ambientes más chicos (dos con vista increíble de la ciudad).
Hay zonas más populares, como la 1° de Mayo, donde predomina el perreo. Porque si la electrónica mueve multitudes y la salsa y el vallenato se mantienen como clásicos, es el reggaeton la estrella de los últimos años, como en toda la región. Baile descarado, con pasado marginal y presente generalizado, tiene en Colombia un lugar de privilegio en las noches de rumba.
Murallas, café y Botero
Colombia ofrece todos los climas, además de playas sobre dos océanos, selvas, montañas, incluso desiertos. Y ciudades, claro, algunas imperdibles. El turismo se vuelca más hacia el Caribe, cuyas aguas bañan las costas de Cartagena y Santa Marta, además de rodear a las islas de San Andrés y Providencia. Pero hay otras zonas cada vez más activas, como los Andes, con fuertes atractivos como Medellín o el llamado Triángulo de Café.
- Cartagena: rodeada por más de diez kilómetros de murallas, es una de las ciudades más lindas del continente. Fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Exhibe coloridas casas de estilo colonial, con frentes muy cuidados e interiores igual de atractivos. Es mundialmente famosa por novelas de Gabriel García Márquez. Acechada por piratas en el pasado, la defensa permanente le dio una identidad muy particular. Cada casa, por ejemplo, tiene amplios jardines, pensados para los tiempos en que salir era difícil y las familias permanecían mucho tiempo puertas adentro.
- San Andrés: aguas turquesa, arenas blancas, palmeras y mucha calma se destacan en esta isla, que forma un achipiélago junto con Providencia y Santa Catalina, además de varios islotes y bancos de arena. En el pueblo predominan los balcones, muchos aún de madera, con amplias ventanas y frentes de varios colores, aunque el verde, el azul y el amarillo pastel predominan. Con 13 kilómetros de largo por 3 de ancho está a dos horas en avión de Bogotá. Mucha vida de playa y largas noches propone la isla, repleta de extranjeros.
- Medellín: la ciudad natal de Fernando Botero, de la eterna primavera como la llaman, tiene entre sus principales atractivos justamente el museo dedicado al pintor y escultor. Su tradicional Feria de la Flor, a principios de agosto, dura unos diez días y es el momento ideal para visitarla, porque se cubre de colores. El Poblado es su colmada zona de restaurantes
- Triángulo de Café: conformada por los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda, la región se consolida como atractivo a partir del acondicionamiento de haciendas tradicionales en alojamientos de alta gama. Desde 900 hasta 2150 metros sobre el nivel del mar en áreas urbanas, en sus tres capitales (Manizales, Armenia y Pereira) se distribuyen los visitantes de manera bastante equitativa.
Islas del Rosario
A unos 90 minutos en lancha, saliendo desde el muelle de La Bodeguita, en la bahía de Cartagena de Indias, y frente a la ciudad colonial, está el paraíso: las islas del Rosario. Un archipiélago con 27 islas que fue declarado, por su riqueza coralina, como parque natural nacional. Aquí está uno de los arrecifes de corales más importantes de las costas del Caribe de Colombia.
Aguas de siete colores, transparentes y apacibles. Playas de arena blanca y cielos azules y limpios caracterizan esta área insular de Cartagena. Otro mundo, sin duda. Aquí es posible desconectarse para disfrutar a plenitud del silencio de cocoteros y de la belleza incomparable de unos mares de aguas tibias que dejan ver sus tesoros naturales sin mucho esfuerzo.
Los amantes del buceo se lanzan con tranquilidad para recorrer el territorio submarino de estas islas que, según los conocedores, poseen unas 50 especies de coral; cerca de 200, en cada caso, de moluscos, peces y celentéreos, y más de 400 foraminíferos, entre otras especies, que pueblan un complejo hábitat de más de 120.000 hectáreas de lecho marino, pantanos, ciénagas y esteros en los que se encuentran fabulosas praderas y recovecos del mar. Un deleite para los buceadores.
Diariamente, desde el muelle de La Bodeguita zarpan lanchas de turismo que ofrecen paquetes que incluyen el transporte, la estada y la comida en hoteles construidos a orillas de las playas. A los viajeros se les brindan almuerzos típicos de la región: plato de arroz con coco, pescado frito, patacones (tajadas de banana madura) y ensalada.
En una de las islas del archipiélago, San Martín de Pajarales, se encuentra el oceanario, construido por un defensor de esta rica zona, y en el que los visitantes pueden interactuar con especies marinas como delfines. De hecho, aquí nació el primer delfín en cautiverio. Auquí se puede apreciar especies maravillosas como tiburones, tortugas gigantes, rayas y meros.
En Isla Grande, la de mayor dimensión de las del Rosario, hay un hotel para disfrutar el día y la noche. Está dotado de diversos servicios para atender a los niños; piscina, en caso de querer cambiar el panorama de la playa, y habitaciones con aire acondicionado. Hay otros hoteles, en otras islas del archipiélago, con cabañas para seis u ocho personas. Eso sí, sólo ambientes compenetrados con la naturaleza.
Santa Marta, cálida, variada y exuberante
Al ritmo del vallenato se disfrutan las noches de El Rodadero, mientras cerca del centro hay playas, bosques, un pueblo de pescadores y un pico de 5775 metros
El ambiente es familiar y el clima invita a una cerveza. Sobre la arena, un grupo de amigos se ríe a carcajadas, muy cerca de otro que baila a ritmo de vallenato. Es de noche en El Rodadero, pero la playa está bien iluminada, por faroles que incluso dejan ver unos cuantos metros del Caribe.
"Pa los años de la casa, tiempos que no olvidaré, recuerdo que en la terraza, siempre se armaba un bembé...", canta un hombre mayor, secundado por acordeón, caja y guacharaca, los tres instrumentos típicos de este ritmo que tiene aquí mucha historia y grandes referentes.
La brisa ayuda a disfrutar del calor, por eso hay gente hasta tarde, todas las noches, en decenas de grupos repartidos en más de mil metros de costanera, sentados en sillas de plásticos o reposeras. Es gente del lugar, no es una fiesta de publicidad.
El Rodadero es el balneario más importante de Santa Marta. Está a unos diez minutos de la ciudad y es la zona con mayor cantidad de hoteles. En temporada alta, se llena de turistas tanto locales como extranjeros.
Un matrimonio mira la novela de las 22, en su puestito de dulces, repleto de galletas de arequipa y coco. Lugareños corren con sillas, para alquilárselas a los recién llegados. Otros, con sus instrumentos, esperan ser contratados por los grupos de amigos para tocar junto a las rondas de sillas. Hay bandas de hasta ocho músicos, que cobran 50.000 pesos por hora, unos 30 dólares. Por lo visto, hay trabajo para todos.
Los fines de semana, después de la medianoche, la juventud copa la playa. Los bares también se llenan, aunque es La Escollera el lugar más convoncante, una disco bien abierta, tipo casa tropical, en una especie de islote y rodeada de verde. Y para una vista ideal del Rodadero, el restaurante Burukuka, calle 15, 1C, edificio Pevesca, tiene un mirador inigualable.
La pesca del día
Es una ciudad de pasado colonial y presente divertido y amable, donde pueden caminar sin problemas el Pibe Valderrama, Carlos Vives o Redamel Falcao, cuando visitan su tierra natal.
Para llegar hasta el centro, desde la zona de hoteles, hay que atravesar una colina. Tiene su casco histórico en restauración, aunque un paseo por el centro es igualmente atractivo. También su malecón.
Entre los sitios cercanos está la Quinta de San Pedro Alejandrino, donde pasó sus últimos días Simón Bolívar. Es una estancia convertida en museo, dedicada al Libertador de Colombia.
Tal vez el lugar más encantador de la zona, también a diez minutos de la ciudad, es Taganga. Pueblito de pescadores, es también el lugar con más opciones de buceo por la cercanía de arrecifes y especies de la zona, como el pez ángel, el pez trompeta y la raya.
El lugar es perfecto para pasar una tarde o todo el día, almorzar pargo rojo, bonito o atún, que en muy pocos minutos va del mar a la mesa, acompañado de arroz con coco.
La pesca es artesanal, con chinchorro en muchos casos, incluso con arpones. Todas las familias pescan, o la gran mayoría, y cerca del atardecer ofrecen el espectáculo preferido de los visitantes, que se acercan hasta los botes que llegan, descargan y comparten, en un mercado improvisado que se arma todos los días.
La playa está dividida en dos. De un lado los barquitos, del otro los bañistas, frente al reciclado hotel Ballena Azul. Para alojarse, La Casa de Felipe ( www.lacasadefelipe.com ) es el hostel más buscado por los extranjeros,
Parque Tayrona (Foto)
Antes de adentrarse en el parque hay que hablar de Sierra Nevada, la cadena montañosa con el pico más elevado del mundo cercano a una costa, con 5775 metros de altura, a tan solo 42 kilómetros del mar. Las laderas que caen al mar son parte del Parque Nacional Tayrona, conformando un curioso sistema de ensenadas y acantilados rocosos, comparado aquí con una mano gigante, cuyos dedos reúnen raras especies de flora y fauna, y una inmensa franja coralina.
Senderos entre bosques exuberantes para caminatas cortas o de varias horas van uniendo las diferentes playas, algunas muy atractivas.
Hay tres entradas. Si el ingreso es por El Zaíno, el primer punto saliente es el Cañaveral, que cuenta con su propio lodge (ver aparte) y una pequeña playa, La Piscinita. Allí comienza la picada hacia Arrecifes, donde hay dos restaurantes y lugar para carpas, pero con el ingreso prohibido al agua por las peligrosas corrientes de la zona.
La playa de La Piscina, con aguas cálidas y tranquilas, es una de las preferidas para bañarse, mientras que Neguanje es la más buscada por los amantes del buceo. Para caminatas largas, hay un circuito de ocho horas hasta un pueblo tayrona, donde se estima que vivieron unas 4000 personas.
Chozas tayronas devenidas spa
Los ecohabs son parte de un alojamiento de alta gama dentro del parque nacional
El arrullo permanente de las olas al chocar contra las enormes piedras volcánicas que yacen en la playa es la música de fondo de los días de descanso que se escurren sin que uno se dé cuenta en el parque Tayrona. Aquí, además de las carpas de viajeros norteamericanos y europeos que quieren encontrarse con la naturaleza, tienen su lugar quienes se desplazan de un país a otro en busca de comodidades.
En este parque nacional, cuyos servicios turísticos son administrados por la empresa Aviatur (más en www.concesionesparquesnaturales.com ), el confort y el lujo están en los 14 ecohabs , especie de chozas diseñadas con características de la arquitectura tayrona, un pueblo indígena que habitó la región por muchos siglos.
La apariencia, en este caso, engaña, pues aunque desde la playa se vean como simples albergues con techo de hoja de palma, en realidad son casas amobladas de dos pisos.
En el primero están el baño, la sala de estar y una terraza; en el segundo, la zona de descanso, con comodidades como hamaca, cama doble, aire acondicionado y cajilla de seguridad. Por supuesto, desde todas ellas se observa el mar.
Para completar la sensación de relax está el spa, en el que dos masajistas expertas ofrecen a los visitantes tratamientos corporales con sales del Mar Muerto; chocolaterapia, aromaterapia, y otros con yogurt y frutos salvajes.
Es la marca Gerard s la responsable de proveer al Spa Tayrona de los productos estéticos que allí se usan y venden. Aquí también es posible disfrutar de una excelente comida en su restaurante, que ofrece desde sofisticadas recetas internacionales hasta una sencilla hamburguesa, sándwiches, carnes, pescados o pollo a la parrilla.
Luego de haber disfrutado de un agradable almuerzo, una buena manera de hacer la digestión y desconectarse del mundo es emprender una descansada caminata junto al mar, hundiendo los pies en la arena y los ojos en el horizonte.
También es aconsejable trepar algunos metros hasta una de las rocas que dominan la orilla y contemplar cómo las olas arropan con espumas blancas las redondeces de las piedras y castigan con violencia sus paredes. El lugar, justo frente a los catorce lujosos ecohabs, es sagrado para los indígenas de la zona, que llegan hasta esta pequeña cumbre a presentarles a los dioses ofrendas extraídas de la tierra.
Desde allí arriba, donde alcanzan a aterrizar pequeñas gotas resultantes de los golpes del agua con las piedras, se comprende por qué no es recomendable nadar en la zona. Ante semejante panorama, los visitantes prefieren leer un libro. Otros se inclinan por caminar por la arena o ir a las playas más lejanas.
Los más aventureros piden la ayuda de un guía y toman el camino hacia el sur, entre ásperas rocas volcánicas grises detrás de las cuales salen corriendo iguanas de color verde encendido, y a través de blandas arenas café con leche entre las que están ocultas, en lugar de conchas, piedritas verdes, azules y rojizas.
Datos útiles
- Embajada de Colombia en Buenos Aires: Carlos Pellegrini 1363, piso 3; 4325-0258. Por e-mail: turismo@embajadacolombia.int.ar
- Clima: En casi todo el país hay dos estaciones de lluvia: de abril a junio y de agosto a noviembre. Y dos períodos de verano. Bogotá, a más de 2600 metros sobre el nivel del mar, tiene temperaturas que oscilan entre los 5 y 24 grados.
- Moneda: por un dólar, unos 1600 pesos colombianos
www.proexport.com.co y www.turismocolombia.com
www.colombia.com/turismo/sitio/islas_rosario
www.turismocartagenadeindias.com/es/isladelrosario.htm
Martín Wain
Fuentes: La Nación -Turismo /El Tiempo /GDA
Fotos: Felipe Caicedo, Carlos J. Martínez y Martín García /El Tiempo/GDA