Mary Shelley y Lord Byron lograron en el cielo claro del Golfo della Spezia la inspiración que las neblinas londinenses les retaceaban. D.H. Lawrence vivió allí su gran amor y hoy tiene su propia calle. El aura literaria de Cinque Terre, Tellaro y Portovenere domina la bella Italia.
El poeta inglés D.H. Lawrence lo consideró el lugar más lindo que jamás había visitado: Tellaro, un pueblito medieval en el Golfo della Spezia. En las cartas que escribió desde Italia, entre 1913 y 1914, Lawrence desbordaba entusiasmo, evocando su cálido jardín al borde del mar, donde crecían naranjos y limones: “Estoy tan feliz de haber por fin encontrado este lugar. Es perfecto: una bahía amena, abrigada de un lado por rocas escarpadas, mientras la otra orilla está bordeada suavemente por bosques de olivos”. En su casita rosada, Lawrence y la mujer que él adoró, la alemana Frieda von Richthofen, vivían los mejores capítulos de su amor. La pareja venía huyendo de un escándalo, tras la relación de Lawrence con la entonces casada Frieda, y se refugió en Liguria. Un año más tarde, Frieda se casó con el poeta.
“Afuera de Londres, uno respira mucho más libremente”, afirmaría el poeta, y describe la sobrecogedora alegría de vivir de los nativos, el verde, o, sencillamente, la belleza del paisaje: “Estoy trabajando en mi novela, poco a poco. Va ser una linda novela, una vez que la tenga terminada. Lo que pasa es que aquí está todo tan hermoso que uno no consigue trabajar. Me puse a remar la tarde entera. El mar estuvo bastante agitado, y todavía ahora, el cielo me viene de arriba abajo”.
Hoy, la belleza del llamado Golfo dei Poeti no se ha decolorado, y el escritor sigue vivo en la memoria de la comunidad: En Fiascherino, el partido de Tellaro que le albergó, todavía existe la casita rosada, y una calle portando su nombre lleva directamente al mar. Ahí, acacias y pinos brindan sombra y desprenden abundantamente su aroma característico, el que cualquier visitante del mediterráneo reconocerá siempre: el aroma casi afrodisíaco de la macchia salvaje, que trae consigo el canto de las chicharras sobre sendas polvorosas y la promesa de salvación, en forma de un tacho azul profundo ahí al fondo, en el horizonte.
La Via Lawrence termina justo en una de esas rocas que mencionó el inglés, arriba de la fluorescente bahía esmaltina. Un mirador ideal para contemplar el pueblo de Tellaro, con sus callecitas y casas que se acumulan detrás de la vieja iglesia. Construida en la puntita de la faya, el templo enfrenta bravamente las olas. Antiguamente, sirvió de fuerte contra invasores árabes.
Pero no fue Lawrence el único poeta que se enamoró de estos parajes. Ya sus colegas Percy y Mary Shelley, tal como Lord Byron, habían buscado y encontrado su inspiración en el clima suave. No se necesita precisamente, un escándalo amoroso para escapar de los lluviosos días británicos hacia el sur, donde hasta la débil luz de enero pinta de color salmón, amarillo o bordó las casas estrechas y altas, que son así tan típicas para la Riviera Liguriana.
“Pasamos a lo largo de esta bahía encantadora, bajo la luna del verano, hasta que la tierra parece otro mundo.” El autor de estas líneas, Percy Shelley, y su mujer, Mary, se instalaron en San Terenzo, otra localidad del Golfo de los Poetas, en el 1822. Trágicamente, lo que había arrancado como un sueño, luego se tornó pesadilla. Percy, poco antes de cumplir sus 30 años, se ahogó en las aguas azules de la misma bahía, tras hundirse su barco, el Don Juan. La muerte trágica de este poeta joven, aprofundizó su imagen mítica e inmortal de romántico etéreo.
En ese entonces, el golfo aún no llevaba su apodo literario. Sencillamente, se nombraba Golfo della Spezia, en armonía con la ciudad portuaria La Spezia, el centro naval y económico de la región. Se desconoce el origen de su nombre de pila. Algunos lo atribuyen al mismo Shelley, otros, al escritor local Sem Benelli, quien lo habría bautizado así en 1919.
Lo cierto es que las costas de la bahía y sus pueblos –Lerici, Portovenere y las cercanas Cinque Terre, para mencionar algunos más– han desde siempre atraído a escritores, pintores y demás artistas, y entre otros también a la pionera escritora francesa George Sand –cuyo nombre real era Amandine Dupin, y que vivió un apasionado romance con Chopin–, y el italiano Gabriele d’Annunzio.
Y su magnetismo no se pierde. Se dice que los paisajes mediterráneos guardan en sí la belleza de la eternidad, y no hay quien pueda expresarlo mejor que D.H. Lawrence, quien durante el resto de su vida añoró sus años felices alla italiana.
“Cuando se pone el sol detrás de las islas de Portovenere, convierte el mar en una superficie lechosa. En este momento, las islas centellean como si fuesen amatistas. El Mediterráneo es sencillamente divino.”
Guía para disfrutar
El Golfo de los Poetas está ubicado en el norte de Italia, limítrofe entre las Provincias de Liguria y Toscana. La ciudad más grande de la zona es La Spezia, aunque otras ciudades famosas como Génova, Pisa y hasta Florencia no quedan lejos. Bastante cerca también se encuentran las impresionantes pedreras de mármol de Carrara, donde ya Miguel Angel solía abastecerse.
Liguria es una región muy recorrida durante los meses de verano, sin embargo, Tellaro, Fiascherino y Lerici supieron guardar tranquilidad y no parecen muy llenos, aunque en realidad lo son. Si bien casi siempre se consigue un lugar para la carpa o una habitación modesta, conviene reservar antes, si uno quiere alojarse en los hoteles más grandes. La noche en cama doble con desayuno para dos, varía entre €85 y 200, según el establecimiento. En temporada alta, un pasaje aéreo Buenos Aires-Roma ronda los US$ 1.500. Otros aeropuertos nacionales son Pisa, Milán, Génova y Torino. Hasta Niza, en Francia, es una opción, para recorrer en coche o tren las rivieras francesa e italiana hasta el Golfo de los Poetas. Una comida típica es el original Pesto Genovese, lo que fácilmente se puede llevar como souvenir. El Castillo de San Terenzo alberga un museo en homenaje a Percy y Mary Shelley, y abundantes son las publicaciones sobre los distintos visitantes literarios. Tambien existen muchos escritores y pintores locales entre cuyas obras se encuentran pequeñas joyas, ideales para recordar los días felices de verano.
Julia Knobloch
Perfil - Turismo
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