Antivértigo. En la zona se extiende el Canopy, que se promociona como el más extenso de Sudamérica. Lo que es indudable es la altura: con tramos de noventa metros.
En la XIV región chilena, Huilo Huilo conjuga la fuerza de la selva valdiviana, el azul profundo de los lagos patagónicos y los picos nevados. Y sólo está a 45 km de San Martín de los Andes.
Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno.” Así describe el poeta Pablo Neruda la inmensidad del paisaje de la selva valdiviana, en medio de los andes patagónicos chilenos de la XIV región. Descubrir la magia de ese bosque y sorprenderse con su diversidad biológica, aventurarse en el complejo volcánico Mocho-Choshuenco o sentir la plenitud del lago Pirehueico; las opciones se multiplican para los visitantes de la reserva natural Huilo Huilo, a sólo 45 kilómetros de San Martín de los Andes, atravesando la frontera con Chile.
Son 100 mil hectáreas de naturaleza a puro contraste: al alcance de la mano, el verde de los coihues y el amarillo de las flores de amancay; un poco más allá, el azul extremo de lagos y cursos de agua y, en el fondo, el blanco inmaculado del volcán nevado. Una postal perfecta.
En 2007, la Unesco declaró el área de bosque húmedo templado como Reserva de la Biósfera por su contribución única a la diversidad biológica. Aunque la industria maderera predominó en la zona hasta la década del 90, hoy el lugar se ha convertido en un centro de conservación de la flora y fauna nativa y, además, en un atractivo del turismo aventura. Sin celular, televisión, ni preocupaciones a la vista, la reserva es el lugar ideal para decirle adiós al estrés y dejarse llevar por las fantásticas historias sobre hadas y duendes del bosque.
A caballo. Una de las opciones de turismo aventura que proliferan en la Reserva de la Biosfera. No contaminar ni alterar son las leyes de todas las actividades
Travesía
El mejor recorrido para llegar al corazón de la reserva Huilo Huilo es aventurarse por los 45 kilómetros de camino de ripio de la RP 48 que separan San Martín de los Andes del paso internacional Hua-Hum, bordeando el lago Lácar. Es el de menor altura de la cordillera de Los Andes y está abierto todo el año.
Luego de los trámites migratorios, en Puerto Pirehueico una gran barcaza espera para comenzar la travesía por el lago homónimo hasta llegar a Puerto Fuy (la tarifa es de $ 120 por vehículo). Una hora y media de navegación por uno de los pocos lagos patagónicos con bosque nativo en toda su ribera.
Playas inexploradas de arenas blancas, formaciones rocosas y otras maravillas se descubren paso a paso. A mitad de camino, en la ribera norte del Pirehueico, se encuentran las flamantes Termas del Lago, donde hay diez troncos de agua termal desde donde disfrutar de la espectacular vista del complejo volcánico Mocho-Choshuenco.
La travesía por el lago continúa y, poco a poco, el paisaje se modifica: las hayas que predominaban en el bosque nativo dan paso a la exuberancia de los coihues, raulíes y lianas de la selva valdiviana. Al llegar a Puerto Fuy, el paso obligado es conocer Neltume, el pueblo de tan sólo 1.300 habitantes que da vida al proyecto Huilo-Huilo y ofrece calidez a los 15 mil turistas que cada año visitan el complejo.
Paseo con ritmo
En el kilómetro 60 del Camino Internacional Panguipulli-Puerto Fuy se encuentra el acceso principal a la reserva. Una vez allí, no hay lugar para el aburrimiento. Existen tantas actividades por hacer que uno tiene la impresión de que las 24 horas del día no alcanzan. Las excursiones se realizan siempre con un guía autorizado y hay opciones para todos los gustos y bolsillos (desde $ 30 a $ 450). La recomendación es comenzar con una caminata por alguno de los ocho senderos disponibles –hay de baja, media y alta dificultad– para adentrarse en el bosque y conocer la fauna y flora del lugar.
El sendero botánico invita a un recorrido por la vegetación de la zona: grandes coihues, aromáticos arrayanes, y esbeltos raulíes que ofrecen hogar y soporte a musgos, helechos y líquenes. Es difícil estar alerta al camino y seguir el ritmo del trekking sin perderse en los colores, olores y sonidos –como el canto del chucao o la gallareta– que ofrece el bosque.
Paso a paso, la vegetación se vuelve cada vez más tupida y la copa de los árboles se cierra sin dejar entrar los rayos del sol. Todo se torna oscuro y húmedo. Es allí donde surgen las leyendas –alimentadas por los lugareños– de que en el bosque habitan seres mágicos, como hadas y duendes. Y hasta el más escéptico de los viajeros termina creyendo que esas historias fantásticas son posibles, rendido a los encantos del paisaje.
El sendero finaliza en las aguas cristalinas de los Saltos de Huilo Huilo. Pero todavía hay tiempo para vivir alguna otra aventura más: una cabalgata hasta el mirador Las Lengas, una expedición a bordo de vehículos 4x4 a la Pampa de Pilmaiquén o una tarde de pesca con mosca en el río Blanco. Para los amantes del vértigo y la adrenalina, la reserva ofrece el canopy más largo de Sudamérica. A una altura de noventa metros, pasando por entre las copas de los árboles, se puede atravesar un espectacular valle deslizándose por una tirolesa. La experiencia es única pero requiere algo de valentía y, por supuesto, no mirar hacia abajo, hacia el precipicio que se abre a los pies de cada plataforma.
Gigante dormido
Preparar mucha ropa de abrigo, protector solar y la cámara de fotos es el primer paso para encarar el ascenso al imponente volcán Mocho- Choshuenco, a 2.430 metros de altura. Lugar sagrado, el volcán da origen a varios lagos, como el Riñihue, el Panguipulli y el Pirehueico.
La primera parte del recorrido se hace en camionetas 4x4, para sortear las dificultades del camino de montaña. A medida que uno asciende, el bosque va cambiando: los árboles son más pequeños, el frío aumenta y también la soledad del paisaje. Hasta que, al llegar a la base del volcán, los árboles terminan por ceder ante el rigor del frío, y el hielo y la escarcha se adueñan completamente de la vista.
Una vez en el centro de nieve Huilo Huilo, hay varias actividades para disfrutar, siempre que el clima lo permita. De julio a octubre, la temporada es ideal para los esquiadores: se pueden hacer paseos en moto o pisanieve, snowboard y ski fuera de pista. En cambio, de noviembre a mayo hay posibilidad de realizar un trekking al glaciar ubicado en la ladera del volcán y descubrir esculturas de hielo esculpidas por el viento o, simplemente, aventurarse a un circuito con raquetas de nieve o tubbing –una especie de gomones como los que se utilizan en el agua pero para deslizarse por las laderas nevadas del volcán–.
La excursión finaliza en el mirador Mocho-Choshuenco, a una altura considerable desde donde se puede apreciar la totalidad de la reserva y observar el vuelo de algún que otro águila. De regreso al portal, el bosque espera festivo, vivo y el volcán vuelve a ser sólo una lejana cumbre blanca. Cuesta no dejarse hechizar nuevamente por la belleza natural del paisaje chileno, pero hay que emprender la vuelta por el lago Pirehueico. Y muy pronto caerá la noche de un largo día.
Florencia Ballarino (desde Huilo Huilo)
Perfil - Turismo
Fotos: Perfil
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