El futuro ya aterrizó entre nosotros: comprar pasajes, circular por el aeropuerto o pasar horas en un avión no es lo que fue alguna vez
Hubo un tiempo en que viajar en avión era, literalmente, abandonar el mundo por unas horas. No sólo porque se perdía toda comunicación con la tierra, sino porque uno se adentraba en un entorno muy diferente de la realidad terrestre: un ambiente relajado y seguro en los aeropuertos, el tamaño antediluviano de los aviones, azafatas encantadoras junto a pilotos de gorra y charretera, una cordialidad casi empalagosa y hasta espacio donde adquirir vicios sin impuestos ni culpa.
Algo cambió cuando los aeropuertos se empezaron a parecer más a los centros comerciales o a campamentos de refugiados, cuando los buenos modos entre pasajeros y empleados fueron minuciosamente reglamentados para evitar agresiones (que, aun así, ocurren) y cuando la onda saludable barrió los cigarrillos y el whisky a un rincón del free shop.
Lo cierto es que miles de millones de pasajeros al año han convertido el mágico acto de desplazar una multitud a 10.000 metros de altura dentro de una mole de acero casi en un hecho cotidiano.
Pero todavía restan muchos más grandes cambios por venir. Y estas son apenas diez cosas que nunca pensamos hacer antes o durante un vuelo, y que son inminentes o incluso habituales.
1. Adquirir un pasaje en el supermercado
Ya no es tan imprescindible un gurú para encontrar una tarifa razonable a cualquier destino que se le ocurra. Puede entrar a la página de cada aerolínea y averiguar los precios, compararlos con las agencias virtuales -como Despegar.com- y pagarlo en el momento con tarjeta de crédito o imprimir la boleta y abonarla en cualquier caja de pago electrónico, aun en un supermercado. Quien no se haya visto en esa situación puede asomarse al Carrefour de Paraguay 919 de la ciudad de Buenos Aires, a media cuadra de las oficinas de LAN, donde forman hilera pasajeros que, además, aprovechan y junto con un pasaje a Miami se llevan, por ejemplo, un yogur y media docena de huevos.
2. Verificar con el celular dónde están su avión, su equipaje o su asiento
Al reservar un pasaje online, muchas compañías permiten que tilde un casillero y comience a recibir un mensaje de texto o mail ante cualquier cambio en la programación del vuelo. Las funciones del celular se van ampliando para pronto informar también dónde está la nave, dónde está su equipaje y hacer su chequeo de asiento hasta el último momento antes de subir, que es cuando se liberan algunos lugares codiciados. Según un último estudio de la central de reservas Amadeus, "las tecnologías móviles emergentes revolucionarán cada etapa de la experiencia de viaje en el futuro". El informe, llamado El viajero siempre conectado, demuestra que un 16% de los 2978 encuestados utiliza su celular para comprar boletos, pero el porcentaje es creciente en los más jóvenes (18%) y en los viajeros frecuentes (33%). También revela que un 40% consultaría el estado de su equipaje y su vuelo si las aerolíneas instalaran esta tecnología push (enviada directamente por el servidor), algo que la mayoría está implementando.
3. Compartir un vuelo con mil personas
No es que hubiera intimidad en un vuelo tradicional, pero 150 o 200 personas parecía una cantidad razonable de compañeros de viaje. Cuando nos estábamos haciendo a la idea de que nos mantendríamos horas con los 400 pasajeros de un Jumbo (Boeing 747), nos encontramos ante los 840 del Airbus 380, que en su versión Extended, con pura cabina Economy, tiene capacidad para 1000 personas. Esos volúmenes nos remiten más a un congestionamiento urbano o al subte que a un viaje en avión, pero allí estaremos, todos juntos, enlatados, y en el aire.
4. Deambular en pijama entre los asientos
Las aerolíneas que se jactan de su servicio, empezando por las asiáticas, lo tenían desde hace tiempo y las europeas las siguieron. Entre ellas había una silenciosa competencia en la calidad (¿algodón o seda?), comodidad (botones, cierre relámpago o cerrados) y hasta el diseñador de la prenda (Christian Lacroix para Air France, Givenchy para Singapore, Peter Morrissey para Qantas). Pero desde el mes próximo, la menos pretenciosa American Airlines será la primera aerolínea norteamericana en incluir pijamas y amenidades de lujo en las clases Primera y Business.
5. Volar con una piloto
Las mujeres no sólo conducen países, sino que también pilotean aviones desde hace décadas, aunque era más común encontrarlas en los cockpits de Lufthansa o de American Airlines. De hecho, sólo hay 450 en el mundo, según la Sociedad de Mujeres Pilotos (Society of Woman Airline Pilots). Pero desde hace un par de años también es posible verlas en nuestras latitudes, ya que Aerolíneas Argentinas, Austral, LAN, Pluna y Sol tienen varias pilotos y hasta hay servicios donde todo el equipo técnico -piloto y copiloto-, así como las tripulantes de cabina, son mujeres.
6. Comprobar que allí arriba, también, todo está en venta
En la película Amor sin escalas , George Clooney conseguía los codiciados 10 millones de millas voladas y accedía a una tarjeta titanio de viajero frecuente después de pasar gran parte de su vida arriba de un avión. Los beneficios extraordinarios de tal categoría de clientes preferenciales son todo un mito en el mundillo aerocomercial. Tom Stuker, por ejemplo, es el pasajero número 1 de United, por haber llegado en julio pasado a 10 millones de millas, y hasta se han demorado vuelos para esperar que embarque, como admitió en una nota concedida a CNN.
Pero ya no será necesario viajar 80 veces a Hawai, como Stuker, para acceder a ciertos privilegios. Por dos razones: una, que es más fácil conseguir millas porque las alianzas entre compañías permiten acumular horas voladas sin necesidad de ser monogámico con la línea aérea. Además, cada vez más se amplía la variedad de tipos de compras con las cuales se acreditan millas.
En segundo lugar, las aerolíneas han puesto tarifa y ofrecen a cualquier paisano gran parte de los derechos antes reservados sólo para las elites voladoras. Pago mediante, se podrá tener el ingreso al salón VIP, un pase de cabina, embarcar en la primera llamada, los asientos con más espacio para las piernas, y hasta elegir preferencialmente ventana o pasillo. Además de los adicionales habituales para acompañar la comida estándar, como lo era el vino o algún licor, las aerolíneas también empiezan a disponer de menús más parecidos a los de primera clase o business en la cabina de turista, sólo que pagando aparte. Desde este mes, por ejemplo, KLM ofrece menús a elección para sus vuelos intercontinentales desde Amsterdam. Por entre 12 y 15 euros, se puede elegir entre comida japonesa, italiana, indonesia o vegetariana.
7. Conectarse desde las nubes
En los aeropuertos se puede acceder a onerosas redes de Wi-Fi (excepto, por ejemplo, en el Kigali de Ruanda, donde es gratis) y, poco a poco, las aerolíneas van incorporando esta prestación a bordo, un servicio que se habrá generalizado en un período de tres a cinco años, según la estimación de la industria. Las tarifas trepan desde 5 dólares por una hora y media, pero todavía es desparejo el nivel de acceso que ofrecen las que ya lo tienen habilitado en parte de su flota, como Virgin, Delta, British Airways, Lufthansa, United, Qatar y Air Canada.
También el uso de celulares durante el vuelo es algo que tiende a flexibilizarse a medida que avanzan los estudios sobre las interferencias comprobables de los equipos en los comandos del avión, como en Europa, donde ya se permite el encendido una vez que la nave superó los 3000 metros. El precio dependerá de la operadora y, por ahora, también está por las nubes.
8. Que lo despida una máquina y otra le dé la bienvenida
En el aeropuerto, una especie de cajero automático imprime su tarjeta de embarque y le indica en la pantalla que pase por el lector electrónico su pasaporte y la visa, si fuera necesaria. Deja el equipaje en una balanza que automáticamente emite dos papeles autoadhesivos con el peso y un código, para ser pegados en la valija y en su boarding pass. Después deja el bulto en el sector de equipaje y se va.
Es decir, el primer ser humano que encuentre en el proceso será el personal de seguridad y de Migraciones, que podrán tener muchas cualidades, pero no la simpatía.
Todavía no es así en Ezeiza, pero sí en otros aeropuertos, lo que anticipa que pronto desaparecerán esos guiños y frases de cortesía que intercambiábamos con los empleados de la aerolínea en el check in mientras descargábamos los nervios del viaje ("Es que es la primera vez que viajo en avión". "¿Seguro que no tiene un asiento más adelante?" "¿Qué sirven de comer?").
Hasta el ingreso a los países, como en los Estados Unidos, se está facilitando con computadoras que leen el pasaporte y habilitan el paso si se es residente.
9. Ser el único pasajero que mira las películas del programa oficial
Apenas el avión termina el proceso de despegue y se autoriza el uso de dispositivos electrónicos, cientos de pasajeros desenfundan sus aparatos con pantallitas en las que redactan, calculan, dibujan, ven películas, leen libros o escuchan música igual que lo harían en el living de su casa.
También las aerolíneas ofrecen ahora los juegos de computadora más populares y empiezan a transmitir televisión satelital, como en el caso de Virgin, Continental, Jetblue y Qatar.
Desde la única pantalla de cine al frente de cada módulo de la cabina hasta hoy, el término entretenimiento de a bordo ha incluido una oferta tan variada que será difícil encontrar en vuelo a alguien que le cuente el final de la película si se quedó dormido antes de que terminara.
10. Llamar al presidente de la aerolínea por su nombre de pila
Richard Branson, carismático presidente de Virgin, chatea, twittea y aparece frecuentemente en Facebook. No sorprende de parte de alguien que cada tanto, cuando pierde una apuesta, se viste de azafata y atiende el servicio de comidas de sus aviones. Pero aun los directivos menos irreverentes también han debido bajar al llano y relacionarse con pasajeros que llegan a su puerta, virtual o no, sin más fueros que la propia queja. Hace seis años fue noticia que el presidente de Continental debió pagar una cena a 270 usuarios del foro Flyertalk, donde discutía de igual a igual los cambios realizados en la compañía. Ahora, la novedad es un programa como el Surprise de KLM, en el que la misma aerolínea rastrea en las redes sociales inconvenientes que los pasajeros hayan podido tener en sus viajes, para anticiparse con alguna solución en el momento de embarcar o llegar a destino.
Las opiniones, buenas y malas, se vuelcan naturalmente en sitios como Skytrax, tal como se hace con los servicios turísticos en Trip Advisor. De hecho, la cuenta Twitter de la mayoría de las aerolíneas se ha convertido en un intenso canal donde se informa al instante sobre los cambios de programación de vuelos, se contestan preguntas urgentes y se derivan consultas más amplias.
Encarnación Ezcurra
La Nación - Turismo
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