Hace unos años, un querido amigo, muy viajero y excelente compañero para travesías no convencionales, acababa de retornar de su visita a las Islas Galápagos y protestó: "Pagué tanto para ver tan poco". Creí comprenderlo: Carlos, empresario hotelero, residía en Puerto Madryn, zona ideal para ver ballenas, mamíferos marinos y pingüinos a escala mayorista. No era fácil impresionarlo...
Ahora, después de un par de días en las mismísimas y legendarias Islas Galápagos, no puedo dejar de pensar que Carlos debió perderse algo. Quizá fue mala suerte, la época del año equivocada o un tour errado. Porque, a pesar de su decepción, este archipiélago del océano Pacífico es verdaderamente mágico.
Las Galápagos hoy forman parte del territorio de la República del Ecuador, de cuya costa continental distan unos mil kilómetros. Todos los días llegan allí aviones con su carga completa de turistas. La gran mayoría, norteamericanos y europeos, como lo fueron también sus primeros exploradores y quienes las depredaron hasta el espanto.
Hoy son otros los tiempos y son otros los peligros. La presión del turismo duplica la cantidad de visitantes que las autoridades consideran sustentables para un ecosistema tan delicado. Y aunque los viajeros suelen tener un perfil culto y respetuoso por la naturaleza, traen aparejada indirectamente una sobreexposición por parte de los habitantes locales y otros emprendimientos involucrados.
Quienes las recorran hoy ya no las verán como las conocieron Berlanga, Dampier, Cowley o el mismísimo Darwin. Y el proceso sigue: es probable que su entorno natural se siga deteriorando hasta un punto crítico y las islas pierdan interés o deban cerrarse a la ocupación humana durante décadas para su recuperación.
Por ahora, casi todo el archipiélago ha sido convertido en un parque nacional, incluyendo muchos sectores de ingreso totalmente restringido. Existen fundaciones que también trabajan para la conservación del hábitat. Pero la herencia de la depredación de la fauna silvestre -políticamente correcta en nuestro mundo hasta no hace mucho tiempo- y las consecuencias de permitir y hasta fomentar asentamientos urbanos y agropecuarios pusieron en riesgo la perdurabilidad de este laboratorio natural, considerado la cuna de la teoría darwiniana.
Aun así, las Galápagos conservan todavía la magia de un escenario de fantasía, una especie de parque temático de la época de Adán y Eva. No es que sean tantas ni tan extravagantes las especies de animales y plantas. Lo que llama la atención es su mansedumbre. Aves, lobos marinos, reptiles y las tortugas gigantes que dan nombre al archipiélago ignoran a los humanos que se les acercan. Y hasta parecen posar para las cámaras con cierto exhibicionismo. Excepto, quizá, para mi amigo Carlos...
Directamente bajo la línea del ecuador, la temperatura es elevada, pero no tanto. Y la humedad varía fuertemente dependiendo si uno se encuentra al este o al oeste de cada isla o en las lomas del interior. De diciembre a mayo el clima es más cálido y lluvioso, el resto del año es más ventoso y seco, pero cada mes tiene el atractivo de algún tipo de actividad particular en la fauna. El suelo es mayormente rocoso y volcánico, y tanto plantas como animales están adaptados a un ambiente con una tremenda escasez de agua dulce. La falta de ríos y manantiales fue, quizá, la bendición que alejó al hombre durante siglos y conspiró para el fracaso de los intentos de explotación organizados.
Hay dos modalidades básicas para visitar las Galápagos. La más completa y costosa es a bordo de un crucero. Docenas de barcos de variado porte, incluyendo veleros, realizan recorridos de varios días alrededor de las islas, con algunos desembarcos.
La otra opción es una estada terrestre en Puerto Ayora, isla Santa Cruz, donde hay varios hoteles de buen nivel. En general, los paquetes de hospedaje incluyen la cena y excursiones diarias en lanchas a diversos puntos cercanos, con comida a bordo. En ambos casos, salvo recuerdos y bebidas, los gastos extra son pocos.
Excursiones, traslados y más
Metropolitan Touring es una de las compañías más importantes que organizan el turismo a Galápagos. Cuenta con varios barcos grandes y opera el hotel Finch Bay, cercano a Puerto Ayora.
Este hotel merece un párrafo aparte pues es uno de los mejores resorts de todo Ecuador. Es el único hotel en Galápagos con todos los servicios y playa propia, y aunque se ubica a sólo unos cientos de metros del puerto, su único acceso es por agua, aislándolo completamente del movimiento del pueblo. Se llega en los botes del hotel o en bote taxi hasta un pequeño muelle desde donde comienza una larga pasarela entre los manglares que conduce a las cabañas. Mónica, una hermosa ecuatoriana de ojos verdes como el mar de Galápagos, es la gerente. Ella y sus compañeros de trabajo, todos muy jóvenes, reciben a los recién llegados con la mayor simpatía y están prestos a organizar cualquier plan que tenga el visitante. Según Mónica, aunque la mayoría de sus huéspedes son americanos y europeos, "los latinoamericanos se sienten muy a gusto. Modales parecidos y, fundamentalmente, el mismo idioma crean de inmediato lazos de afecto con el personal. Cada despedida tiene algo de nostalgia".
El tema del idioma no es menor. Entre las islas exóticas que pueden visitarse en los mares del mundo, no son muchas aquellas donde el argentino puede sentirse cómodo hablando en su lengua. Aquí no es necesario buscar un argentino -que, además, no abundan- o algún latinoamericano exiliado para entenderse en un comercio o restaurante.
El ingreso al archipiélago se suele efectuar a través del aeropuerto de la isla Baltra, donde llegan varios vuelos diarios desde Quito y Guayaquil, en el continente. El visitante debe someterse a una estricta revisión para evitar la entrada de elementos contaminantes del hábitat local y pagar la entrada al parque, que, para argentinos, asciende a US$ 50 (el doble para no latinoamericanos). Un bus lo llevará hasta un embarcadero cercano donde una lancha lo cruzará a isla Santa Cruz. Nuevamente en un bus se atraviesa la isla de Norte a Sur hasta Puerto Ayora donde se toma el crucero o se arribará al hotel.
Esta localidad es una pequeña ciudad cuyo centro puede recorrerse en algún rato libre. Hoteles, comercios de souvenirs y restaurantes se despliegan a lo largo de la avenida Charles Darwin. Amerita una caminata ya que puede verse algo de la vida local: adolescentes jugando volley en la Costanera o pescadores comerciales limpiando los pescados recién traídos para la venta, rodeados de pelícanos que esperan que se les tire algún descarte, como si fueran perritos esperando un hueso.
Ese cruce de Santa Cruz es una excursión en sí misma. De la costa se asciende hasta el centro de la isla, a algunos cientos de metros sobre el nivel del mar, donde la temperatura es menor y las lloviznas son habituales. Se visitan dos cráteres y un bosque endémico en peligro. Dependiendo del momento del año, es posible que se visite un área habitada por tortugas.
La capital de la provincia de Galápagos es Puerto Baquerizo Moreno, en la isla San Cristóbal. Se puede llegar allí navegando o en avión. También cuenta con hoteles y servicios turísticos.
Los sitios de visita autorizados por el Parque Nacional se diseminan por varias de las islas y están estrictamente reglamentados en cuanto a las posibles actividades, como avistamiento de colonias de animales y buceo. Hasta los veleros privados tienen restricciones en cuanto adónde navegar. Las agencias y los hoteles organizan las excursiones, y es poco lo que puede hacerse por cuenta propia.
Religiosos, piratas y hombres de ciencia
Todavía se menciona el mito poco convincente de que los incas las visitaron hace muchos siglos. Pero lo comprobado es que Tomás de Berlanga, cuarto obispo de Panamá, las descubrió en un viaje al Perú en 1535. Una calma de varios días en los vientos provocó que la corriente lo arrastrara a unas islas desconocidas, donde desesperadamente buscó agua. Una tras otra, las islas lo defraudaron, ofertándole apenas el jugo de unos cactos y unos charcos remanentes de las últimas lluvias. De todas formas, luego de otras peripecias logró regresar al continente para contar su historia al rey en una carta del 26 de abril de 1535. En ella mencionaba que en la primera isla, el 10 de marzo, no hallaron "sino lobos marinos, e tortugas e galápagos tan grandes, que llevaba cada uno un ombre encima, e muchas higuanas que son como sierpes." (sic) De una segunda isla dice: "Muchos lobos marinos, tortugas, higuanas, galápagos, muchas aves de las de España pero tan bobas que no sabían huir, e muchas tomaban a manos lo mas della está lleno de piedras muy grandes, que parece quen algun tiempo llovió Dios piedras". Luego de algunas visitas esporádicas, le llegó el turno a piratas y corsarios en los siglos XVI y XVII. En la década de 1680 Dampier y Cowley fueron los más notables ya que dejaron descripciones y mapas. Encontraron agua e iniciaron la dieta de tortugas gigantes que se mantuvo por un cuarto de milenio, especialmente como medio de aprovisionamiento de carne fresca en las largas travesías marítimas. A partir del siglo XVIII aparecieron los balleneros y loberos. Y a ellos se sumaron en 1832 los colonos ecuatorianos. Resultado: efectos catastróficos sobre lobos marinos y tortugas, y la introducción de especies ajenas que agravan hasta hoy el desequilibrio. Se calcula que de 1684 a 1860, más de un millón de tortugas fueron sacrificadas.
La Estación Científica Charles Darwin en Puerto Ayora se ocupa de la reproducción asistida de estos reptiles y merece ser visitada. Es, además, hogar del famoso Lonesome George, último ejemplar de una de las especies de tortugas gigantes del archipiélago. El Solitario Jorge es originario de Isla Pinta. ¿Acaso esto significa que cada isla tiene su propia especie de tortugas? Un rotundo sí. Bienvenidos al mundo de la teoría darwiniana o de la supervivencia de los más aptos.
Aunque Charles Darwin estuvo sólo un mes y medio (1835) en las islas, merodeando y recolectando muestras, comenzó la incubación de un nuevo paradigma de la biología y del pensamiento humano en general. Las observaciones de campo y las muestras -algunas de las cuales pertenecen en realidad a otros miembros de la expedición del Beagle- se conjugaron para aparecer por escrito en 1859 con el título de El origen de las especies. Cada isla tenía su propia variedad de pinzones, con picos adaptados al alimento preponderante. Y cada isla tenía su propia variedad de tortugas, reconocibles por el dibujo y la forma de su caparazón, vaya a saber por qué.
Otros animales peculiares pueden verse sólo en Galápagos. Iguanas que nadan y albatros que no vuelan deben tener su explicación evolutiva en los libros, pero mucho mejor es poder verlos de cerca con toda facilidad, como ocurre en Las Encantadas, como llamó Herman Melville a las islas a mediados del siglo XIX. El autor de Moby Dick conoció las islas navegando en el ballenero Acushnet cuando era un joven de 21 años. Esa aventura se transformó en letra escrita en un corto relato llamado The Encantadas or, Enchanted Isles.
Los últimos 180 años las islas fueron testigos de muchas historias extrañas. Cada una merecedora de ser guión de una novela. Presuntos emperadores, colonos, asesinatos, una dudosa baronesa, penitenciarías, más cadáveres, reyezuelos, base militar estratégica en la Segunda Guerra Mundial, etcétera. El escritor norteamericano John Woram publicó Charles Darwin Slept Here, en inglés, donde se desentrañan en un lenguaje muy ameno muchos de los misterios de la historia de las islas. Woram dirigió la publicación de un mapa histórico de las Galápagos que acaba de aparecer en Buenos Aires.
Datos útiles
Oficina de Turismo de Ecuador en Buenos Aires: 4342-1779.
En Internet
Información turística:
www.vivecuador.com
Historia de las Galápagos:
www.galapagos.to Estación Charles Darwin:
www.darwinfoundation.org
The Nature Conservancy, en Ecuador:
www.nature.org/wherewework/southamerica/ecuador_es /
Sergio Zagier
La Nación - Turismo
Fotos: Web / La Nación
1 comentario:
Una pequeña historia de Galápagos: En 1535 el obispo Tomás de Berlanga se embarcó en Panamá para dirigirse al Perú. Su barco fue arrastrado por la corriente que más tarde se llamará de Humboldt, y fue a parar a un archipiélago muy árido, cuyas islas estaban cubiertas de una vegetación extraña. Pero lo que más sorprendió a aquellos navegantes fue ver en las playas y colinas próximas tantísimas tortugas gigantes. Así es como se descubrió el archipiélago al que ellos denominaron de los Galápagos. Interesante, ¿no?
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