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miércoles, 28 de octubre de 2009

Berlín: a 20 años de la caída del Muro

Berlin Este nocturno

Es difícil caminar por esta ciudad e imaginar cómo era hace veinte años. Aunque los vestigios de su historia estén a la vista y dos adoquines alineados recuerden el trayecto de un muro que durante 28 años dividió al país, en algunos aspectos la actual Berlín parece ajena al pasado.

A punto de celebrar el vigésimo aniversario de la unificación (el 9 de noviembre), Berlín resulta hoy una de las más fuertes influencias políticas en el ámbito de la Unión Europea y brilla como una de las ciudades más importantes del mundo, revestida por una moderna fisonomía.

Inevitablemente, una de las preguntas frecuentes entre quienes la visitan es ¿y por dónde pasaba el Muro? Para ellos, por cierto, no sólo existen guías que marcan el recorrido, sino que subsisten restos de la construcción en distintos puntos de la ciudad. Tenía 3,60 metros de altura y medía 155 kilómetros, de los cuales 43 separaban Berlín. La mayor parte fue reciclada y reutilizada en la reconstrucción de calles y miles de trozos se vendieron o se venden en negocios como souvenirs. De lo que aún queda en pie hay partes en buen estado y otras muy castigadas tanto por factores climáticos como por cazadores de souvenirs. A continuación, cuatro locaciones imperdibles para conocer de cerca esta historia

Bernauer Straße

Bernauer Straße
Una de las calles víctimas de la división. Aquí, el límite corría entre la vereda y las paredes de las casas. Ahora ya no se ven los hogares que fueron tapiados por el Muro. Los vecinos, de la noche a la mañana, pasaron a depender de regímenes políticos opuestos y hoy, un centro de documentación que cuenta con un mirador para observar la parte interna de los restos del Muro ( a diferencia de los demás lugares, sin un solo grafiti) y una capilla reconstruida, junto a un paseo de imágenes en blanco y negro, recuerdan lo sucedido.

La capilla de la Reconciliación se eleva en lugar de la iglesia, que llevaba el mismo nombre, destruida en 198 5 por estar directamente en el límite, másprecisamente en la llamada franja de la muerte. Esta capilla, construida en madera, recuperó el altar original y las campanas de la antigua.

A pocos metros se ubica el centro de documentación inaugurado en noviembre de 1999, en conmemoración de los 10 años de la caída del Muro. Ofrecevideos de la época, documentos sobre la historia de esta calle, grabaciones de programas de radio, así como visitas guiadas en forma gratuita. Cuenta con una terraza-mirador que ofrece una interesante vista panorámica de la zona con restos de instalaciones fronterizas (torres de vigilancia, búnkeres, sectores para perros y obstáculos de alambre), una de las pocas que todavía se conservan.

Centro de documentación: calle Bernauer Straße 111. De abril a octubre, de 10 a 18; noviembre a marzo, de 10 a 17, con entrada gratuita. Cómo llegar: bus 245, línea 8 del metro (U 8), hasta la estación Bernauer Straße. Líneas 1 y 2 del tren urbano (o tranvía) (S 1 y S 2), hasta la estación Nordbahnhof.

Checkpoint Charlie

Checkpoint Charlie
Uno de los principales pasos de frontera, testigo de enfrentamientos y fugas espectaculares con finales felices o trágicos, es hoy una de las atracciones turísticas más fotografiadas de Berlín. Allí se encuentra un museo con fotografías y piezas como carteles con advertencias. También, la posibilidad de hacer estampar el pasaporte por 5 euros con sellos de aquellos años.

A pocas cuadras, después de pasar locales de souvenirs y algún recuerdo del Muro donde la gente espera su turno para la foto, por la calle Friedrichstraße se inicia una zona comercial con tiendas como Louis Vuitton, Prada y Lafayette.

Museo del Muro: calle Friedrichstraße 43 - 45. Abierto todos los días, de 9 a 22. La entrada tiene un costo de 12,50 euros para adultos y 5,50 para menores de 10 años. Cómo llegar: bus M29, parada Kochstraße o línea 6 del metro (U6) hasta la estación U-Bahn Kochstraße.

East Side Gallery

East Side Gallery
Un poco alejado del centro de la ciudad se encuentra el tramo más largo que se conserva del Muro. En esta zona, el río Spree constituía el límite y el Muro se levantó a pocos metros de la orilla. Tras la caída, más de cien artistas de 21 países dejaron sus obras impresas en los 1300 metros de pared, con tono político y también poético.

Esta galería fue declarada monumento nacional y llega hasta Oberbaumbrücke, puente de construcción neorromántica que es el cruce histórico más largo del río Spree y funcionó como paso fronterizo. Una gran obra de arte al aire libre que está siendo reparada para llegar a los festejos de noviembre con todo su esplendor, especialmente para borrar grafitis y firmas de turistas que dejan su nombre o país escritos en la pared, y rescatar las pinturas que en muchos casos quedaron tapadas.

Calle Mühlenstraße. Acceso libre. Cómo llegar: trenes S3, S5, S7, S9 parada Ostbahnhof, o línea 1 del metro (U1) hasta la estación de Warschauer Straße

Potsdamer Platz

Potsdamer Platz
Si no fuera por los cinco metros que aún resisten, nada hace pensar que el Muro efectivamente pasaba por la calle Stresemannstraße. Sinembargo, Potsdamer Platz, además del corazón de Berlín fue también el lugar más afectado por la frontera. Durante los años de la Guerra Fría desapareció bajo barreras antitanques, aunque nada pudo derribar su espíritu y a tan sólo tres días de la caída del Muro la vida urbana comenzó a reconquistar la zona.

Tardaron 10 años en su reconstrucción total, que hoy deslumbra con edificios modernos, hoteles de lujo y el espectacular Sony Center. En esta plaza también se ubica la sede el Festival de Cine de Berlín. En el mismo lugar donde fue colocado el primer semáforo de toda Europa, los fragmentos del Muro que allí se conservan, a espaldas del hotel Ritz Carlton, son otro punto de encuentro para turistas. Grandes carteles separan los restos de hormigón donde la gente se detiene a leer parte de la historia, a tomar fotografías y con suerte encontrar al soldado disfrazado para que le sellen el pasaporte o sólo para sonreír a cámara.

Cómo llegar: a la estación de tren Potsdamer Platz S1, S2, S25, con el metro línea 2 (U2) a estación Potsdamer Platz, o con el bus 200 o 347.

Queremos tirar el Muro una vez más
El 9 de noviembre se cumplirán dos décadas desde la caída del Muro. El aniversario se vive en Berlín desde mayo, cuando comenzaron las primeras exhibiciones, como la montada en Alexanderplatz al aire libre, basada en las imágenes de 1989/90. En www.mauerfall09.de se puede consultar la agenda completa de actividades, además de tours específicos para los visitantes, como los que utilizan GPS o se realizan en viejos automóviles (ver Datos útiles). El encuentro principal será el Festival of Freedom, el fin de semana del aniversario. También habrá un dominó gigante en el sendero que recorría el Muro, que será derribado por los berlineses. "Queremos tirar el Muro una vez más", dijo Klaus Wowereit, alcalde de la ciudad. Serán más de mil piezas, de 2,5 metros de altura.
Datos útiles

También se puede ver...

Cementerio Invalidenfriedhof:
aplanado durante la construcción de la frontera, fueron removidas y destruidas tumbas de generales prusianos. Tres pedazos de muro, uno de ellos de 100 metros de largo, aún se encuentran en su centro junto con documentos de la época e información histórica.

Calle Niederkirchnerstraße
Aquí coinciden dos capítulos oscuros de la historia alemana. Por un lado, los restos de muro y por otro, los cuarteles de la Gestapo y SS.

Souvenirs
En Berlín hay imanes para heladeras con pedazos del Muro, por 3 euros; postales del Este con un pedazo de piedra pintada, por 2 euros; cajas de plástico con restos de hormigón de diversos tamaños, que pueden llegar a valer hasta 20 euros. Ninguno de estos recuerdos viene con certificado de autenticidad; sólo hay que confiar o comprar... la ilusión.

Guías
Existen guía específicas sobre el Muro en los locales de souvenirs de Berlín. Cuestan desde 10 euros. Además:
  • www.visitberlin.de
  • www.berliner-mauer-dokumentationszentrum.de
  • www.mauermuseum.de
Tours especiales

* La propuesta de Mauer Guide ( www.mauerguide.com ) es "caminar el Muro", ayudados por una agenda con GPS, que reconstruye el trazado original y muestra fotos y videos a medida que uno avanza (8 euros por 4 horas).

* Hay varios tours en bici para conocer especialmente la historia del Muro. Algunos también se guían también por GPS, como se ve en www.fahrradstation.com

* Los Trabi Safari proponen algo literalmente histórico. Son recorridos por el lado oriental en tradicionales autos Trabant 601, un clásico de aquellos tiempos ( www.event-touring.com).




Warschauer, una calle bien conectada
Un recorrido de la Puerta de Francfort al puente Oberbaum y los barrios Friedrichshain y Kreuzberg; mercados, cafés y buenas vistas de la ciudad

La calle Warschauer no es ni por asomo la más bella de Berlín. Más lindas son, por ejemplo, la Rosenthaler, en Mitte, o la avenida Unter den Linden, que une la Puerta de Brandemburgo con la Torre de Televisión y la plaza de Alexander.

Pero sí se puede decir a favor de la calle de Varsovia que conecta dos lugares muy hermosos de la capital alemana: la Puerta de Francfort, sobre la avenida Karl Marx, donde se ven los imponentes Palacios de los Trabajadores (antaño monoblocks de lujo para la nomenclatura ; hoy viviendas codiciadas por altos ejecutivos), y el puente Oberbaum sobre el río Spree, desde el que se observa a lo lejos la Torre de Televisión cerca de las aguas del río. También, que atraviesa en escasas diez cuadras el barrio de Friedrichshain, uno de los más vibrantes de la ciudad e interesantes en cuanto a oferta cultural, que perteneció a Berlín Oriental, y lo conecta con Kreuzberg, otra parte destacada de la ciudad, en este caso del ex Berlín Occidental, también conocida como segunda Estambul por la gran cantidad de turcos que viven allí: unos 120.000. Por eso vale la pena recorrerla y también sus alrededores.

A unas cuadras de la Warschauer, por una de las calles perpendiculares, se encuentra la plaza Boxhagener, donde hay un mercado de pulgas los sábados y domingos, uno de alimentos en el que se puede comprar delicias como salmón, arenque, vino, frutas, queso y la más grande variedad que uno pueda imaginar de panes y salchichas, dos fuertes de la cocina alemana.

La plaza está rodeada de cafés, cada uno de los cuales es un mundo. Hasta hay uno húngaro, con repostería made in Budapest . Muchos amigos se encuentran los domingos por la mañana en la plaza, hacen las compras en el mercado mientras conversan y terminan en un café hasta que se hace la hora de comer. Pero además de cafés, cerca de la plaza hay bares, centros culturales, paredes con grafitis (probablemente de los más lindos de Berlín, aunque hay uno gigantesco y espectacular que se puede ver desde el puente Oberbaum, ya casi en Kreuzberg), vinerías (a cual más sofisticadas), tiendas de ropa alternativas y restaurantes.

El bar que más me gusta de esa zona es Die Tagung, en la calle Wühlich, cuya decoración es típica de la antigua Alemania comunista, pero con un toque todavía más kitsch para estos tiempos. Uno puede acodarse en la barra y sentarse... sobre la cabeza de un busto de Stalin, que hace las veces de taburete.

Friedrischhain es un barrio tranquilo, pero sus vecinos, si lo consideran necesario, se movilizan instantáneamente en defensa de sus ideales. Que se lo pregunten si no al dueño de un local a metros de la estación de subte de la Puerta de Francfort, que decidió en marzo último vender ropa de marcas identificadas con los neonazis y que, por su mala idea, debió enfrentar manifestaciones diarias de vecinos del barrio (y algunas que trascendieron a los vecinos del barrio) hasta que tuvo que cerrarlo.
Al cruzar el río Spree

Para comer durante un paseo por ahí no elegiría un restaurante, si bien los hay muy buenos. Lo que más me llamó la atención es un Imbiss (se podría traducir como local de comida al paso) de Sudán, en el que hacen deliciosos sándwiches calientes que se pueden acompañar con gaseosa Africola.

Por la noche, tal vez lo mejor sea cruzar el río Spree (sí, justo cuando termina la Warschauer, donde antes estaba el Muro) e internarse en Kreuzberg. En la continuación de la Warschauer, tras el puente Oberbaum, hay un restaurante vietnamita en el que se puede probar la deliciosa sopa Pho, plato nacional de ese país asiático y por adopción (muchos vietnamitas se establecieron en Berlín Este en la época del bloque soviético), plato típico de la capital alemana. Más allá de ese restaurante, en Kreuzberg abundan los locales de comida turca y lo más adecuado sería, tal vez, pedirse un donner kebab o ir a una pastelería y probar alguna de las deliciosas confituras que elaboran los inmigrantes de este país, a los que se les permitió establecerse en Berlín Occidental con sus familias, para paliar la falta de mano de obra masculina tras la guerra. Uno de mis bares preferidos en Kreuzberg, cerca del puente Oberbaum, es el Sofía, antiguo restaurante turco (se nota por los paisajes de ese país pintados en las paredes) reciclado en bar trendy alemán.

El fin del recorrido puede ser en Madame Claude, a metros del Sofía, curioso club en el que se puede escuchar todos los días música en vivo y en el que cuelgan del techo mesas y sillas invertidas que desafían la gravedad y parecen un reflejo de las reales. Enese mundo al revés que propone Madame Claude, nada como una cerveza Agustiner, la mejor de las alemanas a mi juicio, para poner los pies sobre la tierra después de este pequeño, pero contundente recorrido.

María Fernanda Lago/Leandro Uría
La Nación - Turismo
Fotos: Web/Analog Berliner

U2 ofrecerá un concierto gratis frente al viejo Muro de Berlín
Después de hacer historia al transmitir vía Internet uno de los conciertos más importantes de su carrera, la banda U2 volverá a dejar su marca. Esta vez, ofrecerá un concierto gratis frente al viejo Muro de Berlín para ayudar a la ciudad a celebrar el vigésimo aniversario de la caída de esa muralla que dividió durante 28 años a Alemania.

La cadena televisiva MTV informó que el cantante Bono y su banda irlandesa actuarán frente a la Puerta de Brandenburgo el 5 de noviembre durante los Premios MTV Europa. El concierto será transmitido en la ceremonia de entrega de los galardones en la arena O2 World de Berlín.

El manager de U2, Paul McGuinness, dijo que será emocionante estar en la capital alemana "casi exactamente 20 años después de la caída del muro'', que fue derribado el 9 de noviembre de 1989, terminando con casi tres décadas de separación entre el este y el oeste de Europa.

Aunque el concierto es gratuito, habrá que conseguir las preciadas entradas que estarán disponibles en U2.com y en el sitio de MTV Europa desde hoy. Los organizadores explicaron que para acceder a ellas hay que registrarse en esos sitios y que se entregarán dos tickets por persona.

El concierto también recordará que hace 15 años se celebraron los primeros MTV Europa en la Puerta de Brandenburgo. Otra coincidencia con este recital es que el álbum de U2 de 1991 "Achtung Baby'' fue inspirado en parte por el viaje que la banda hizo por Berlín ese año.


martes, 20 de octubre de 2009

Bolivia: El espíritu de la Chiquitanía

San Javier: Fiesta Grande, es el ritual en el que los campesinos piden buenas cosechas

En Santa Cruz de la Sierra, un periplo por los pueblos y aldeas de la Chiquitanía, el polo cultural que crearon los jesuitas en el siglo XVII. Platos típicos y tradiciones milenarias

Las melodías del Barroco y el Renacimiento fluyen afinadas desde el escenario hacia las butacas, en la Casa de la Cultura de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Los acordes de las 25 voces del coro Paz y Bien se enriquecen cuando se acoplan diez violines, cuatro cellos y un contrabajo. No puede ser mejor la presentación del Festival de Temporada de Música Americana, que se celebra todos los años entre agosto y septiembre. El ensamble de jóvenes y adolescentes de San Ignacio de Velasco honra así -sin artificios- su pasado de misión jesuítica, aunque no reniega del más lejano origen chiquitano.

Más de 200 km al nordeste de esta ciudad, el avance de la colonización se cruzó con trece naciones originarias y desarrolló una estrategia que priorizaba la creatividad, bien diferente del modelo que alentaba el sometimiento a sangre y fuego. La deslumbrante arquitectura de los templos levantados entre 1691 y 1760 fue acompañada por talleres de música y escuelas de tallado en madera, oro y plata.

Esa herencia, decididamente enfocada en la expresión artística, se refleja hoy en la proliferación de compositores, musicólogos, instrumentistas, luthieres y maestros talladores. Un amplio bagaje de espíritus dedicados a crear.



Punto de partida
En San Javier, primera escala de la Ruta de los Jesuitas -que diez aldeas conforman desde aquí hasta Santo Corazón-, las calles de piedra avanzan empinadas entre gallineros y cercos de caña, hasta converger en la Piedra de los Apóstoles, una colina que amontona rocas bajo el sol demasiado caliente. En el centro de este escenario natural, diez mamas (las señoras mayores de las comunidades indígenas) dan la bienvenida a la Fiesta Grande de la Chiquitanía, un acontecimiento que convoca anualmente a fines de agosto a todo el pueblo y era anunciado desde hacía rato por el golpeteo de tamboritas, colgadas de los esmirriados cuerpos de cuatro ancianos.

"Ahora vamos a bailar", invitan aquellas mujeres de rostros brillantes y oscuros, a las que aquí se debe el mayor de los respetos. A unos pasos, el cacique mayor Francisco, líder del Cabildo Chiquitano, aprueba a mano alzada. Turistas y periodistas aportan sus pasos arrítmicos al yaritús, la danza nativa que la etnia pipoca bailaba desde mucho antes de la llegada de los jesuitas, para rogar una buena cosecha al dios avestruz. El ritual pagano nunca dejó de celebrarse, aunque los lugareños tuvieron que adecuarse a sus visitantes inesperados: San Pedro y San Pablo pasaron a ser los destinatarios de sus mayores plegarias.

Las voces y colores de la Bolivia profunda afloran sin la menor señal del paso del tiempo en 44 comunidades desperdigadas como un collar sin engarzar alrededor de San Javier. Asoman al costado de la ruta 4, en precarios puestitos donde las niñas vocean refrescos, yuca frita, arroz con leche, chicha (jugo de maíz o maní), somó (chicha con semilla), pan marraqueta y chipilo (plátano frito y salado), sin disimular su timidez.

El casco urbano de San Javier es un modesto caserío de tejados a dos aguas, a la sombra de la monumental obra de arte pergeñada por el religioso, músico y arquitecto suizo Martin Schmid en el siglo XVII: el diseño de la iglesia remite a un chalé centroeuropeo, cargado de ornamentación barroca en cedro tallado, tirantes del techo de tejas de cuchi (quebracho colorado), paredes de barro, pila bautismal de bronce y campanario sostenido por troncos del árbol momoqui. Una vistosa joya, replicada apenas con detalles diferentes, a 60 km de San Javier: en Concepción se devela uno de los misterios que la cultura chiquitana ocultó durante tres siglos. Fue otro helvético inquieto, el arquitecto Hans Roth, quien en 1972 se animó a indagar el contenido de unos cofres polvorientos, olvidados en dependencias de las iglesias jesuíticas, que el abandono parecía consumir a fuego lento.

La tarea de restauración de los templos le llevó 27 años, hasta su muerte en 1999. A lo largo de esa gesta llena de contratiempos, Roth descubrió unas cajas de cuero y extrajo los papeles ajados de 3.052 partituras, libros de bautismos, defunciones y matrimonios (el más antiguo está fechado en 1738) y consignó en su diario: "Gran parte están deterioradas, sucias, gastadas y quemadas en las orillas, falta gran parte de las tapas y los cuadernillos son meras hojas sueltas". A partir de la apertura de la Sala de Restauración y la recuperación del material, el panorama que desanimó a Roth fue cambiando, en un minucioso proceso hoja por hoja, todavía inconcluso.

Bosque Chiquitano

Del silencio a los ruidos molestos

El techo a dos aguas de la Catedral de Concepción dibuja una gigantesca "v" invertida frente a la plaza de Concepción. Sólo las figuras esbeltas de cuatro palmeras -que indican los puntos cardinales- y la cruz central parecen desafiar la opulencia de la obra cumbre. Repentinamente, la atmósfera silenciosa de la Chiquitanía sucumbe ante el paso alocado de las mototaxis.

Sin embargo, no parece haber motor capaz de interrumpir el sueño profundo en el hotel Chiquitos. En lo mejor de ese momento sublime -alrededor de las 4 de la madrugada-, dos golondrinas inoportunas deciden anidar debajo del tejado. Raspan el cielorraso de cañas sin ningún miramiento, se ganan una serie de maldiciones y el descanso se hace trizas, hasta que el canto de un gallo piadoso ordena levantarse.

Unos minutos más tarde, la Chiquitanía y su gente vuelven a prodigar su característica hospitalidad. Osvaldo Parada Achával, el dueño del hotel, se ríe a carcajada limpia del desplante de los pájaros e invita un delicioso paseo por el parque, teñido de los fucsias de algunas de las 627 variedades de orquídea que cultiva.

En las afueras del pueblo, las sesenta familias de la comunidad Guayaba se esmeran por ofrecer el auténtico desayuno chiquitano. Sacudidas por el ritmo de la Banda Guayabera, las mujeres sirven sus masas en una enorme hoja de plátano. Desfilan panes de arroz, masacos (plátano con charque), yuca y roscas de maíz, mientras las tejedoras en liencillo trabajan a la vista y el maestro tallador Sebastián Supayabe le saca lustre a un ángel en madera.

Atardecer en el río Parapeti

La buena mesa
Los platos más representativos de la gastronomía de Santa Cruz y alrededores son sencillos en su preparación, aunque pródigos en calorías. El locro, como los cambas (pobladores del oriente boliviano) denominan la sopa de pollo, es una especialidad muy extendida en la región. Los sabores autóctonos también incluyen sopa de maní, lechón al horno, keperí (piel del estómago de la vaca) al horno, majao (arroz con carne de pato o charque, huevo y plátanos fritos), yuca (tubérculo) frita como la papa y picante de ají locoto con tomate. Para beber, jugos de piña, tamarindo y achachairú (fruta tropical), somó (refresco de maíz) y mocochinchi (refresco de durazno seco deshidratado, con melaza de azúcar, canela y clavo de olor).

En cuanto a los postres, es una delicia una especie de flan conocida como Tres leches, tablillas de dulce de leche sólido y helados caseros de fruta. En Santa Cruz, los mejores lugares para probar la comida típica son los restaurantes La Casa del Camba y Los Lomitos y los mercados populares Los Pozos y La Ramada. En los sitios de mayor categoría, el precio por persona de una cena o un almuerzo oscila entre 3 y 4 dólares.

Las dos caras de una maravilla
El hecho de que la maravillosa obra de las misiones esté en pie tiene sus pros y contras. Por un lado, proporciona tanto a nuestros hermanos bolivianos como a los turistas extranjeros un rico conocimiento de la evangelización a través de las artes y la música. Pero también muestra de qué manera han desaparecido muchas etnias autóctonas. Lamentablemente, todas han perdido parte de su identidad, la lengua y el modo de vida y se fusionaron en una cultura única, diseñada por los jesuitas. De todas maneras, es muy valioso el rescate, para poder recuperar y mostrar el ayer genuino de la región que los colonizadores llamaron Chiquitanía. Un pueblo con cultura tiene identidad, nos dice de dónde provenimos. Gracias a los historiadores, pudimos enterarnos hace pocos años que aquí había danzas ancestrales, maravillosos músicos indígenas y luthieres de música barroca y renacentista. Crecí con los rumores que aseguraban que las paredes de las iglesias escondían pinturas antiquísimas y que había archivos de creación musical. Fue muy emocionante descubrir eso y constatarlo como real.


Cristian Sirouyan.
Clarín - Viajes
Fotos: Clarín - Wiki

martes, 13 de octubre de 2009

El aeropuerto autoservicio

No haga cola, llama el cartel. Automatizar el proceso de embarque es la meta de las aereolíneas, para reducir costos, y de los aeropuertos, para descongestionar.

En pocos años habrá que olvidarse del check in atendido por humanos. La era del hágalo usted mismo.

Los puestos de check in atendidos por empleados de las líneas aéreas pueden desaparecer. Candidatos a reemplazarlos son unos “kioscos” parecidos a cajeros automáticos de banco, donde cada quien tipea el código de su reserva, muestra el documento de identidad a una lectora y recibe la tarjeta de embarque de una impresora. Y si lleva valija, de la máquina sale una cinta de papel para que la identifique antes de dejarla en un puesto de la aerolínea.

Instalados por LAN en Ezeiza y Aeroparque, el uso de esos kioscos todavía es incipiente en la Argentina, pero en otras partes se está convirtiendo en la norma. Puestos de autoservicio de uso común ya funcionan en 80 aeropuertos, según IATA, la asociación mundial de las aerolíneas. En este instante ya hay pasajeros en el mundo haciendo el check in sólo con su celular: la pantalla muestra el código de barras a una lectora. Kioscos de autofacturación de equipaje son otro punto de los aeropuertos en los que las responsabilidades del embarque empiezan a ser trasladadas al pasajero.

“La gente lo adoptará como antes adoptó los cajeros automáticos de los bancos, y nunca más quiso hacer cola”, dice Olivier Layly, vicepresidente para América Latina de Sita (Société Internationale de Télécommunications Aéronautiques). SITA es una cooperativa que formaron hace 60 años once aerolíneas para manejar sus comunicaciones, y que ahora se dedica a abaratar y optimizar procesos para líneas aéreas, aeropuertos y otros clientes.

Circulen, por favor
Unas 5.000 millones de personas pasan cada año por los aeropuertos del mundo, y reducir la congestión es una de las obsesiones del negocio aeroportuario, como lo muestra una encuesta realizada por Sita entre 200 grandes operadores.

La biométrica para la identificación en migraciones explotará de su actual uso de un 2% a un 30% en cinco años, según pronósticos del sector. No sólo migraciones la usará, sino también las aeéreas, para franquear la entrada al avión.

Sumando varias de las novedades en uso, dentro de algún tiempo un teléfono puede ser todo lo que haga falta para tomar un vuelo. El ticket, comprado online, es enviado al celular; el check in podría realizarse camino al aeropuerto. Controles biométricos verificarán la identidad del pasajero en migraciones y un simple movimiento del teléfono contra un lector validará la tarjeta de embarque. Nada de empleados de la compañía dirigiéndole la palabra.

Puede parecer un poco fantasmagórico para los que todavía esperan que alguien les diga “buen viaje” en su camino al avión. Pero una encuesta que realizó IATA muestra que apurar el trámite es una aspiración mayoritaria entre los viajeros frecuentes. El 56% de los pasajeros activos interrogados habian usado check in online y el 69% los kioscos de aeropuertos.

Uno de los grandes aceleradores del cambio de procesos son los grandes eventos deportivos: ningún otro motivo junta tantos pasajeros en tan pocos días y desborda los mecanismos usuales. Sudáfrica está equipando sus aeropuertos para recibir cerca de medio millón de visitantes para el Mundial 2010. Adoptaron sistemas de uso compartido, que permiten que cualquier puesto del aeropuerto sea usado por cualquier compañía. Para Pekín, la ocasión fueron los Juegos Olimpicos del 2008, y en Abu Dhabi se equiparon con motivo de la Fórmula Uno y el Mundial de Clubes. “La clave para salir airosos en el manejo de grandes afluentes de pasajeros es tener la mayor tecnología posible y personal entrenado”, dicen en Sita. El gobierno de Brasil, dueño de Infraero, la mayor operadora de aeropuertos del país, ya mantiene conversaciones, con la mira puesta en el Mundial del 2014.

Isabel Stratta
ieco - Clarín
Imagen: Clarín

Nota de T. Virtual:
Aeropuerto Internacional de Ezeiza "Ministro Pistarini"
El aeropuerto se encuentra ubicado en la localidad de Ezeiza, en la provincia de Buenos Aires, a 22 km al SO de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El único acceso desde la Capital Federal hacia el Aeropuerto es la autopista AU1 -25 de Mayo- también llamada Tte. Gral. Ricchieri (“la Ricchieri”). Categoría OACI > 4E

Aeroparque Internacional "Jorge Newbery"
El Aeroparque Jorge Newbery se encuentra ubicado en la Avenida Costanera, frente al Río de la Plata, entre la Av. Sarmiento y la calle La Pampa, dentro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y distante a tan solo 2 km del centro.
Categoría OACI > 4D

Fuente: AA 2000

martes, 6 de octubre de 2009

Brasilia, cerca del medio siglo

El puente Juscelino Kubitschek, en honor al presidente que fundó la ciudad

La capital del país vecino, construida en medio de la nada y poblada por funcionarios de otros rincones del país, prepara los festejos de los 50 años

El cielo es el mar de Brasilia. Sí. La frase es un slogan. Pero también un consuelo. En Brasilia el mar queda lejos. Muy lejos. Y eso, para muchos brasileños, sobre todo para los que llegaron desde la costa, los que vinieron alguna vez desde Río de Janeiro, podría haber sido una gran tragedia.

Pero Brasilia no está para tragedias. No fue concebida así. El ingenio, la poderosa mano del hombre, siempre ha sido más fuerte.

Hace 50 años aquí no había nada. Sólo tierra roja y seca, árboles achatados, algunos animales que pululaban entre los pastizales y un par de riachuelos. Hoy -después de haber levantado una enorme ciudad en sólo tres años- hay de todo. Y, primero, gente. La capital fue planeada para 500 mil habitantes. Hoy viven 2,6 millones. También hay largas avenidas, construcciones monumentales, edificios de formas extrañas, grandes puentes arqueados, cientos de iglesias, complejos centros comerciales, autos, muchísimos autos. Hasta hay un gran lago artificial. Y un parque. Una enorme área verde donde hoy, un soleado domingo, podemos ver parte de la nueva vida de la joven Brasilia.

Un estilo arquitectonico moderno

En el parque de la ciudad, no hay políticos ni senadores ni diputados ni ministros. O tal vez sí hay, pero no se ven. Nadie usa traje ni corbata. Sí shorts y zapatillas. Todo el mundo trota. O anda en bicicleta. Algunos están tomando una Skol gelada en las pequeñas barracas del parque. Otros están en zunga, jugando futvolley en pequeños y trasplantados pedazos de arena, como si estuvieran en Ipanema. Hace calor. Se ven lindas garotas por doquier. Suena música. Se oyen tambores, berimbaos.

Entonces se entiende: Brasilia, por más político y formal que parezca, también es Brasil.

En exactamente 6 meses y 24 días más, el próximo 21 de abril de 2010, Brasilia cumplirá 50 años. Y lo celebrará como corresponde: de aquí al próximo año, 50 nuevas obras deberían estar inauguradas en la ciudad. Más de dos millones de personas deberían reunirse en la llamada Esplanada dos Ministerios, el punto neurálgico de Brasilia, donde se alinean los edificios públicos, como enormes cajas de fósforos, justo frente al Congreso. El grupo U2 (o, como también se anuncia, Paul McCartney) debería tocar en vivo, y gratis, para la multitud. Y en la multitud debería haber, por supuesto, miles de brasilienses puros, los integrantes de las dos únicas generaciones que hasta ahora han nacido aquí: los que hoy tienen o rondan los cincuenta años, y sus hijos, que han comenzado a consolidar la verdadera identidad brasiliense.

"Brasilia es la síntesis de Brasil. Aquí hay personas que vinieron de todos los estados brasileños y que crearon una sociedad muy diferenciada, muy abierta", asegura Paulo Octavio, de 48 años, vicegobernador de Brasilia, organizador de los festejos, dueño de una de las principales inmobiliarias de la ciudad, y de cierto modo candango.

Lado derecho está el corredor de jardines, con la terminal de autobuses y después la Plaza de los Tres Poderes

En Brasilia llaman candangos a los que llegaron a construir la capital hace 50 años. Obreros venidos sobre todo del Nordeste y que, en vez de regresar a su tierra, decidieron quedarse al ver aquí un futuro mejor. Sin embargo, la ciudad no era para ellos, sino para los administradores del gobierno que vendrían de Río. Así, sólo les quedó poblar los alrededores. Y luego transformarlos en ciudades satélite, que hoy son cerca de veinte. Una de ellas se llama, justamente, Candangolandia.

Aunque no vino del Nordeste, sino del Sudeste, del estado de Minas Gerais, Paulo Octavio también construyó Brasilia. Claro que sin palas ni picotas. "Lo que más me gusta de Brasilia es la epopeya de su construcción -cuenta-. Soy parte de una generación que vio nacer, crecer y consolidarse a esta ciudad. Soy un privilegiado. Nosotros luchamos por la consolidación de Brasilia como capital. Yo entré en la política por eso."

A Brasilia casi todos vienen a trabajar. Muy pocos, a pasear (hay datos que dicen que sólo el 7 por ciento de los brasileños conoce Brasilia). Ya en el avión se ve demasiada gente con corbata, maletines y notebooks, agendando reuniones. Brasilia sólo vive de lunes a viernes, cuando los embotellamientos para entrar o salir del centro pueden ser infernales. Los fines de semana, en cambio, el centro está vacío.

Palacio Itamarati, próximo a la Plaza de los Tres Poderes

Cabeza, tronco y ruedas

Nunca se ve mucha gente caminando. Todos andan en auto, en ómnibus o en metro. "Hay un dicho muy popular aquí -cuenta Roberto Carneiro, de 46 años, brasiliense puro-. Se dice que el brasiliense tiene cabeza, tronco y ruedas. Si no se tieen auto en Brasilia se está en problemas. Hay taxis, pero son caros. Para los más jóvenes, los que no manejan, es difícil salir de noche. Ayer fui a buscar a mi hija a una fiesta y tuve que atravesar casi toda la ciudad."

La lógica urbanística de Lúcio Costa -obra que luego rellenó el arquitecto Oscar Niemeyer y decoró el paisajista Roberto Burle Marx- fue centralizarlo todo. Así, Brasilia se organizó con la forma de un avión: en el medio -el cuerpo del avión- se construyó el Eje Monumental, donde están los tres poderes del Estado y los principales monumentos; en los lados -las alas del avión- se crearon el sector hotelero, sur y norte, y las famosas supercuadras.

Las supercuadras son el sello de Brasilia, formas futuristas de organización vecinal cuya idea original fue tener todo en un solo perímetro: las viviendas, todas iguales, en edificios de no más de seis pisos; el colegio, la iglesia, la farmacia, la panadería. Todo para no moverse de allí y sólo salir para trabajar en las oficinas, los ministerios, el Congreso.

Catedral Metropolitana de Nossa Senhora Aparecida

Pero la utopía no funcionó. Muchos comerciantes, que llegaron a Brasilia con la lógica convencional, pusieron la entrada de sus negocios hacia la avenida exterior, no hacia la supercuadra. Los residentes ya no podían ir por dentro. Para comprar comenzó a ser necesario ir en auto. Con los años, al ver que la calidad de los colegios fiscales en las supercuadras iba empeorando, quienes vivían allí comenzaron a mandar a sus hijos a escuelas privadas, fuera del barrio. Así, los que hoy usan las escuelas fiscales son, sobre todo, los hijos de los obreros que vienen desde las ciudades satélite a trabajar en las supercuadras. Un obrero no podría vivir allí.

Pero se vive bien en la capital. Es un buen lugar, por ejemplo, para criar niños. La ciudad es tranquila, hay bajos índices de violencia, en comparación con otras grandes ciudades de Brasil. Además, los salarios, para quienes trabajan en salud, seguridad y educación, son altos: los profesores, por ejemplo, son los mejor pagados del país. La vida es, tal vez, demasiado plácida. Los bares cierran a las 2 de la mañana. Los fines de semana, cuando muchos salen de Brasilia (los políticos, sobre todo) no pasa nada, salvo alguna que otra fiesta universitaria que se anuncia con antelación. ¿Pasar el carnaval aquí? Un error: en febrero no hay nadie.

Sin embargo, Brasilia está saliendo de la abulia. El turismo cívico, por ejemplo, ha crecido. Desde la llegada al gobierno del popular Lula da Silva, en 2003, ver dónde trabaja el presidente se ha vuelto mucho más interesante para el brasileño común. Aparecen, incluso, supercuadras gastronómicas, como la 404 y 405 Sul, donde se han concentrado prestigiosos restaurantes: el Peixe Na Rede, el Fred, el Bargaço, el Nu Ceu, el Portal 4.

Es cosa de tiempo. Brasilia aún es joven como para tener una oferta culinaria consolidada. Si no ha cumplido ni 50.

Edificio de departamentos tipicos

El sueño de Don Bosco
Brasilia no es una ciudad, es un sueño. Lo fue en 1789, cuando los inconfidentes (opositores a Portugal) pidieron por primera vez llevar la capital desde Río (antes, hasta 1763, estuvo en Salvador de Bahía) al interior. Lo fue en 1891, cuando una nueva Constitución ordenó su mudanza, aunque nada se concretó entonces. Fue la misma época en que el padre italiano Don Bosco tuvo su famosa premonición: vio una tierra de riqueza y prosperidad cerca de un lago, ubicada entre los paralelos 15 y 20 del hemisferio sur. Don Bosco es, de hecho, el patrón de Brasilia.

Y fue un sueño en 1955, cuando irrumpió el carismático Juscelino Kubitschek, entonces candidato socialdemócrata a la presidencia de Brasil. El apostó a construir una nueva gran capital y en tiempo récord, dentro de su ambicioso plan de desarrollo: "Cincuenta años de progreso en cinco años de gobierno".

El 21 de abril de 1960 Brasilia abrió los ojos al mundo, para marcar el cierto y deseado encuentro de Brasil con su grandeza, como reza el monumento que hoy es hito turístico de la ciudad. "Brasilia es monumental por su valor y su significado", dice Claudio Queiroz, arquitecto, profesor de la Universidad de Brasilia, discípulo de Athos Bulcao (el responsable de los mosaicos que decoran plazas y paredes de Brasilia), y que también trabajó con Costa y Niemeyer.

"Existe un momento mítico en la historia de Brasil, cuando los degradados -los primeros portugueses que llegaron para pagar penas con trabajos forzados, los negros que vinieron como esclavos y los indios- sólo tenían un camino para ser libres, y ése era huir al interior, al sertão -continúa-. Ellos se mezclaron en el interior de Brasil, se quedaron y no volvieron más a la matriz colonial. Ellos son el centro de la identidad brasileña. Por eso, Brasilia, que está en el interior, en el medio, es comprendida como un símbolo nacional."

Claudio Queiroz habla con pasión. También llegó a Brasilia en busca de una vida mejor. Y se quedó para siempre.

"Brasilia es sobre todo la reconciliación de la ciudad con la naturaleza -dice Queiroz-. El carácter de Brasilia es el de una ciudad-parque. Es una ciudad inventada. El símbolo de una nación nueva, pero formada por pueblos muy antiguos."

Caminamos por los verdes pastizales del Eje Monumental, frente a las torres del Congreso.

Las avenidas, ahora silenciosas, se pierden como líneas rectas en el horizonte. Un viento fresco nos golpea la cara. Y entonces miramos hacia arriba. Y allí está: el cielo de Brasilia. El mar de Brasilia.

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www.braziltour.com

Sebastián Montalva
El Mercurio - Chile
Fotos: El Mercurio/GDA/Web/caminandosinrumbo.com