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miércoles, 15 de agosto de 2007

Panamá: Navegando El Chiriquí Viejo



Las aguas blancas de los rápidos retumban mientras la balsa golpea con un hoyo del río. La proa del barco se hunde, y de pronto emerge de nuevo haciendo que el barquito ejecuta una vuelta en U vertical en el fondo del hueco. El cambio brusco de direcciones es demasiado para los dos jóvenes adelante. Adrián, un panameño de la capital y su primo americano, Kevin, salen volados a los rápidos delante de la balsa donde las aguas turbulentas los llevan impotentes.

Forzados por el poder del río los dos logran naufragarse en una gran roca en el centro, pero casi de inmediato se dan cuenta que la balsa de goma se les viene encima. Se sueltan solo un segundo antes de ser descascarillados.

Nuestros guías sabían que esta sección de rápidos llamada El Palón nos iba a costar, así que Len, un joven panameño delgado trabajando como guía de seguridad y andando en kayak, esperaba en la orilla con una cuerda lista para lanzar a los dos muchachos en el agua. Agarrados a la soga, Len los acarrea como un par de pescados grandes. Dentro de pocos minutos, ya se subían los muchachos al barco, que ahora está flotando a la deriva en agua tranquila más abajo de los rápidos. Icor blanco gotea por la pierna izquierda de Adrián.

Asustado, Adrián analiza su pierna por un momento. Descubre que la fuerza del golpe contra la roca había roto un tubo de protector solar en su bolsillo, nuestra segunda pérdida de equipaje del día. “Por un momento pensé haber vomitado sin darme cuenta,” dice él.

Tiny, el guía de la balsa, lo bromea diciendo, “Yo pensé que estabas tan asustado que tu sangre se convirtió en blanco.”

El andar en los rápidos del Río Chiriquí Viejo en Panamá evoca esa descripción cliché de la guerra y los vuelos aéreos- períodos largos de aburrimiento puntuados por momentos del terror. La analogía no es perfecta, porque los cañones y el bosque tropical que rodea al río son demasiado hermosos e impresionantes para permitir que uno se aburra durante los períodos tranquilos, pero los momentos de adrenalina sí son muy fuertes en algunos de los rápidos más traumatizantes.

Nuestra primera pérdida de equipaje sucedió solo 10 minutos después de haber empezado el recorrido sobre el río. Yo estaba en la balsa con los dos jóvenes, Ricardo, el padre de Adrián, y Tiny, el guía. El nombre verdadero de Tiny es Víctor Ávila, pero su apodo que significa “pequeño” en inglés es apropiado. Es un hombre bien bajo de más o menos un metro sesenta en altura, pero tiene una voz lo suficiente poderosa para ser escuchada sobre el rugido de los rápidos. Estábamos apenas conociéndonos todavía y acostumbrándonos al río cuando chocamos con El Brasileño, la primera corrida de rápidos.

“Adelante, adelante!” gritaba Tiny, y entonces, “Derecho atrás, derecho atrás!” impulsándonos primero a batir hacia adelante y entonces ordenando los que remaban del lado derecho en marcha atrás para hacer girar el barco. Fuimos muy lentos para reaccionar y seguir las instrucciones, y por eso, chocamos con un topetón grande y tres de nosotros entramos al agua, incluyendo el guía. Yo todavía andaba un poco asustado después de haber firmado a la primera luz del día una renuncia de responsabilidad alarmante, lleno de sinónimos por la muerte y el desmembramiento. Por lo tanto, aproveché la primera oportunidad para subir a la balsa sujetándome del brazo de Tiny (quien ya se había subido). Sentía que mi sandalia Teva se deslizaba de mi pie izquierdo, pero no quería arriesgar mi seguridad relativa, así que no hice el esfuerzo para amarrar la correa de velcro. La sandalia se soltó de mi pie cuando salí del agua.

“Lamento lo de tu Teva, amigo,” dijo Len. Él tiene la reputación de ser uno de los mejores en el uso del kayak en su país, pero es apenas un jovencito. Después de recuperar un par de paletas, se había suspendido cabeza abajo desde su kayak por un rato que parecía malsano tratando de pescar mi sandalia en un remolino por abajo del Brasileño. “Este río se ha tragado muchas Tevas.” En junio, aunque la estación de lluvias había comenzado, el Río Chiriquí Viejo todavía no corría con su capacidad completa, así que al bajar el río había que evitar grandes piedras sobresalientes en cantidad. Tiny nos dijo que bajo estas condiciones, se clasifica como un río de la clase III con algunos rápidos de la clase IV.

El Chiriquí Viejo nace en las alturas de la Cordillera Talamanca, cerca de la frontera occidental de Panamá. Quizás la manera más fácil de llegar allí es volar con Aeroperlas desde la ciudad de Panamá hasta David, la capital de la provincia de Chiriquí. David está ubicado sobre la llanura costera, y popularmente se conoce como “El Horno”. Está siempre caliente y pegajoso. Muchos visitantes prefieren subir al clima más agradable de las montañas cuanto antes.

El recorrido nuestro comenzó temprano una mañana en la oficina de Chiriquí River Rafting en Boquete, una pequeña ciudad bonita de montaña en la provincia de Chiriquí. Héctor Sánchez, director general y el guía principal deChiriquí River Rafting, nos dio una charla de seguridad antes de pedirnos que firmáramos esas renuncias que me alarmaron tanto. Sánchez, un panameño nativo de 60 y tantos años, es un veterano de 25 años de servicio militar de los E. E. U. U., donde él trabajó como organizador de la recreación civil y de las actividades al aire libre. Chiriquí River Rafting, fundado en 1995, nunca ha perdido a un cliente, pero Héctor nos recordó que recorrer los rápidos es algo riesgoso.

"Tienen que moverse rápidamente cuando oyen 'high side', o pueden aplastar la balsa en una roca donde se quedaría fijada por la fuerza del agua contra al barco," nos aconsejo. "Entonces tendríamos una situación donde está el río en el barco, en vez de estar el barco en el río. También habría un grupo de gente atrapada encima de una roca como un manojo de pingüinos."

Héctor nos demostró la manera apropiada de tirarle una línea a alguien en el agua, y la manera apropiada de orientar su cuerpo cuando usted es él que se encuentra llevado por el río. Después de terminar con las formalidades de la seguridad, subimos todos a una inmensa furgoneta, con la balsa y un kayak de río atados con sogas encima. En línea directa, Boquete queda apenas unos 32 kilómetros de la entrada de balsas sobre el Chiriquí Viejo, pero no hay una ruta directa, ya que uno tendría que cruzar el punto más alto de Panamá, el Volcán Barú, con 3, 500 metros. No hay ningún camino en esa área. Así que, tuvimos que conducir aproximadamente 40 kilómetros hacia el sur a David y otros 55 kilómetros hacia el oeste para llegar a la ciudad fronteriza de Paso Canoas.

Casi 40 minutos al norte de Paso Canoas, por un camino escarpado y estrecho, Chiriquí River Rafting mantiene una entrada al río para balsas. Los guías guardan y aseguran lo que pueden dentro de la balsa y entonces la tiran al río a través de una cuesta casi vertical de 300 metros. La balsa se desliza sobre barro y vegetación aplastada hasta llegar a la ribera rocosa del río, mientras que los pasajeros bajan por un sendero en zigzag bastante resbaloso.

Entramos al río a las 10 de la mañana, y estuvimos sobre él por 2 horas, antes de hacer una pausa para almorzar al lado de una cascada que los guías llamaban “El Deslizador”. Aquí, El Río Blanco baja casi 100 metros por una pared de granito inclinado en 45 grados. Len, que quedaba detrás para hacer el almuerzo, me prestó un zapato (que desafortunadamente era de un tamaño demasiado pequeño), para hacer una caminata de 10 minutos, subiendo del Río Blanco hasta otra cascada.

La subida fue difícil, pues el sendero de vez en cuando se ponía casi vertical y otras veces entraba y salía del río con su fondo pedregoso y resbaloso. El hecho de andar con una Teva y un zapato de tenis demasiado pequeño no ayudaba a la situación. Sin embargo, valió la pena llegar a la meta. Al final del sendero encontramos una cascada inmensa. Debe haber sido de 30 metros de altura, con la caída de agua perfectamente vertical. Tiny se quitó los zapatos y nos guió a través de una piscina hasta donde las aguas de la cascada caían. Todavía con nuestros cascos protectores puestos, nos sentábamos en unos asientos naturales esculturados de la roca bajo la cascada ensordecedora, por más o menos 10 minutos. Me preocupé brevemente por la posibilidad de que unos troncos de árbol nos cayeran, pero nada sucedió.

Después de almorzar, pasamos dos horas más sobre el río, cruzando rápidos como El Hijo de Puta y Los Tres Brincos, así como El Palón donde la sangre de Adrián corrió color blanco. La última hora del paseo fue bastante tranquila, y tuvimos más tiempo para admirar el paisaje y la fauna, que incluyó unos cormoranes pescando, unas nutrias de río y unos borregueros que en inglés se les dicen “lagartijas de Jesucristo” porque caminan sobre la superficie del agua, cómicamente impresionantes.

Unas cinco horas después y 25 kilómetros en el sentido descendiente desde el lugar donde entramos al río, nos retiramos. Tuvimos que bajarnos de la balsa al otro lado del río porque el lado donde estaba estacionada la furgoneta era una muralla de piedra vertical de 5 metros. Len me prestó su zapato otra vez para hacer la subida para regresar a la furgoneta porque era muy escarpada y rocosa. Cruzamos un puente de madera putrefacto sobre el río. Grandes boquetes entre los tablones de madera permitieron ver los puntales de hierro apoyando debajo. Tiny comentó que sería una buena idea poner el peso nuestro sobre la parte de hierro, y no pude discutir con la sugerencia.

Cuando llegamos de nuevo a la furgoneta después de una caminata de cinco minutos, todos nos cambiamos a ropa seca mientras que el conductor cargó la balsa y todo el equipaje. Durante todo el viaje a Paso Canoas yo andaba con el pie pelado. Afortunadamente para mí, Paso Canoas es una destinación fronteriza de compras, especialmente popular con los vecinos costarricenses. Almacenes de marca llenan la estrecha calle principal, y nos detuvimos en el negocio más grande para comprar un nuevo par de zapatos.

http://www.aventura-mag.com/spanish/Adventures/Panama/chiriqui.html

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